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Te Conocí En Esa Fiesta por STEREK141618

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Notas del capitulo:

Hola, bueno, esto originalmente era un fanfic corto. Lo cual cambió hace meses pero, no quería subir este capítulo porque es... como, crudo y directo, pero al leer el capítulo dos se darán cuenta que era necesario. 

ahora mismo

 

Esta clase de momentos en los que me pregunto ¿Realmente merezco esto? Todo parecía ir viento en popa desde que un día me lo encontré en aquella fiesta. Ahora estoy a sólo unos pocos segundos de que todo se venga abajo y creo que sería buena idea recordar paso a paso todo lo que sucedió con exactitud. Me mantendrá bien por ahora.

Empieza algo así:
 

Mi madre murió en accidente, nunca más lo volví a ver, ni siquiera se halló su cadáver, ninguna sola vez pude apreciar su hermoso rostro, tan parecido al mío, su único rastro, la única manera de volver a verla, aun de modo lejano, mi reflejo. La casa tampoco volvió a ser lo mismo, cada día estaba silenciosa, el sonido más prominente dentro de todo ese mutismo, mi llanto.

Mi casa estaba en El Segundo -es una ciudad- ubicada en el famoso condado de Los Angeles. Conocí a un chico moreno, chistoso, de nombre Scott McCall, todos los días siempre me abrazaba y molestaba diciendo algo así como "Stiles me gustas" "Stiles te amo" Y yo siempre he tenido un vocabulario que los maestros decían que era poco correcto. Y mis respuestas a mi corta edad eran algo inapropiadas, la excelente manera de hacer frente a mi dolor y al mundo, lo encontré en el sarcasmo, sí, mi sorna de un niño de ocho años.

 Él y yo nos hicimos muy buenos amigos, aunque él nunca dejó de decirme cosas como ésas, yo tampoco dejé de insultarlo, claro que después yo lo hacía más por rutina que por estar en serio enojado. El cariño de ese niño que después dejó la escuela -y El Segundo también- sin avisar se me hizo un poco demasiado inusual. Me hizo dudar de mí mismo cuando un día no regresó, volví a llorar en mi cuarto de tristeza.

Dos años más tarde, por malas calificaciones, pésima conducta y rebeldía me cambiaron de salón con "los menos aplicados" decían los profesores para no decir que éramos basura como alumnos.

Mis amigos -del otro salón- me extrañaban mucho, siempre los hacía reír con mis ocurrencias, en realidad nunca era a propósito. Esos deseos de volver a mi viejo salón se esfumaron por completo cuando conocí a un niño, tal vez un poco más grande yo, sólo por un año. Él era rubio, de ojos azules y de cabellos risos, y no es por hacerlo cliché. Muy pronto, nos volvimos los mejores amigos, aunque sabía que él tenía más vida social que yo, demasiada. A pesar de eso, no tenía amigos en el nuevo salón cabe aclarar. Él era mi único amigo, me defendía de los bravucones de la escuela. Y entonces, me empezó a parecer curioso -mi amigo- de una forma que no me era correcta. Claro, no todo dura para siempre, también nos dejamos de ver cuando pasamos de grado. Sólo pude consolarme con su recuerdo.

 
Cuando salí de ese hoyo a la cual yo llamaba escuela, llegó el momento de entrar a onceavo grado. Con una ex-novia ya en mi pasado y secretos a voces sobre las especulaciones de mí sexualidad; entré a mi nuevo salón de clases. Durante un tiempo mis genes hicieron un buen trabajo con mi cuerpo en general, debo admitir que mis hormonas hacían salir mis más animales instintos sexuales. También fui a fiestas, me llené de alcohol hasta caer rendido. Probé muchas cosas nuevas debido al retiro de mi Adderall (...)Me perforé las orejas, me hice un tatuaje estúpido en mi pierna de un reloj. Caminar a escondidas cuando llegaba a casa. Pornografía de todo tipo en mis noches más solitarias, además de sexo telefónico, que era mejor que un orgasmo solitario. Llegando tarde a la escuela, reprobando materias, eso casi aseguraba mi primer doceavo grado arruinado y tener que recusar. Conocí a un chico… Pero, no es muy importante hablar de él, sólo me presentó algo…

Mi pasatiempo favorito, fumar mucha hierba mientras veía al sol salir, entonces escuchaba música y cantaba toda la mañana, a veces salía en bicicleta a cantar a los vecinos que vivían en la playa, los cuales decían que mi voz era hermosa. 
Por un tiempo me comporté como un rebelde, pero de igual modo, casi llegué a ser hippie.
Como toda canción de piano hermosa y animada, siempre tiene un final lento que marca el triste final de algo maravilloso... Vive rápido, muere joven, dicen muchos. Así que un día desperté con el sol golpeando mi cara, al abrir los ojos una parte de la pared de mi habitación había desparecido gracias a la obra de un mazo grande y pesado. No sé, bien por qué lo hice, simplemente sentí que… Estaba atrapado. Como un pájaro dentro de una jaula.

Mi cuerpo se apreciaba cual piedra. No podía moverme. Me quedé un rato ahí, mientras el sol provocaba que la melanogénesis se llevara a cabo en mi piel. Muy lento llegué hasta la hermosa pipa de madera fina y por cierto muy costosa (valió muchos días de ahorro). Metí un poco de hierba ahí y entonces, llenando mis pulmones nuevamente sin siquiera mover las piernas para levantarme. Un ejemplo perfecto de como… Me estaba destruyendo.

Minutos después, la habitación estaba casi llena de humo, mi tía estaba ahí parada frente a mí, en el marco. Claro, vivía con mi tía porque era menos difícil que alguien me descubriera, porque mi padre era casi el Sheriff.
No amor. Ya no amigos. No dinero. No nada. No me importó. 
---Tía yo sé lo quiero hacer de mi vida. Déjame ser lo que sea -le grité con todo el coraje dopado de mi cuerpo saliendo por la puerta. Mi tía ya no me soportó más y con todo el dolor de su corazón me envió lejos con mi padre, pero yo odiaba vivir ahí con él, nunca me quedé a dormir en la casa de mi padre. A pesar de haberme recibido, viví como un gitano por un tiempo. Descubrí que, estar entre los brazos de los hombres me hace sentir mucho mejor. Mientras me palpan sus manos fuertes, mientras me acarician el cabello, mientras sus labios me besan el cuello, mientras exploran mi cuerpo…

Viviendo, volando, sintiendo, muriendo, muriendo, muriendo. 
Una tarde me encontraba en la biblioteca. Cumpliendo dieciséis años de manera solitaria. Leí un libro, y entonces, todo se vino abajo, o arriba. No sé cómo describir esa transición de niño estúpido a todo un adolescente reformado. Me volví adicto a ese olor de antiguas hojas y literatura hermosa. Dejé los viejos vicios. De cualquier modo, me sentía vacío, pero ese hoyo fue llenado por libros.
Mi padre se convirtió en Sheriff y nos mudamos a Beacon Hills. 
Ropa limpia. No perforaciones. No expansiones de lóbulo. No trabajo informal. Sí al mundo, sí al mundo, sí al mundo. Sí vida nueva…

Notas finales:

Hoy habrá dos capítulos seguidos. ;) Comenten, se los agradecerìa 


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