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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Aviso: Antes de que matéis a Madara, recordad que todo tiene siempre una explicación en el futuro jeje. Un saludo.

 

Atte: Fullbuster

Minato se recostó en el futón mirando por el papel de la puerta corredera hasta que vio la sombra de Izuna al otro lado desaparecer. Miró por la ventana la luna, desde el clan Uchiha se veía torpe entre tanta vegetación, entre tantos árboles que parecían ocultar el más terrible de los secretos bajo sus copas. Era un clan misterioso y en cierto modo atrayente en esa oscuridad innata que tenía. Se imaginó a los guardias que le habían asignado al otro lado y supo que sus escapadas nocturnas para hacer gamberradas en la villa se habían acabado, ya no volvería a sentarse en la cabeza de los hokages y mirar la villa imaginándose que un día podría caminar por sus calles, jamás había visto otra cosa que no fuera su clan, su barrio, su manzana y es posible que ahora ya no volviera a ver nada más que el clan Uchiha. Se sentía encerrado en una pequeña prisión que debería ser dorada pero para él no lo era, era un infierno en vida tener que compartir la cama con el asesino de su clan.

 

Recordó por un instante la noche de boda, el cuidado con el que Madara lo había tratado, la rapidez con la que hizo toda la ceremonia y no sabía si era por el asco que le causó acostarse con él o si había algún otro motivo que desconocía pero ahora tocaba el otro lado del futón con su mano, ese hueco vacío donde debía estar su esposo descansando de un agotador día, pero no había nadie.

 

Una lágrima resbaló por su mejilla, se sentía solo y no podía hablar con nadie porque aquí donde estaba ahora encerrado no tenía ni un amigo, nadie con quien poder desahogarse, ningún confidente. No podía contarle a Izuna… hermano de su esposo que pensaba que su vida corría peligro entre su clan, era como estar acusándoles a ellos mismos y no quería empezar mal en la que tenía que ser su nueva familia. Además Izuna le parecía amable, quizá demasiado amable.

 

Lloró en silencio sabiendo que esa soledad en toda la casa no desaparecería, su esposo no vendría a dormir, los guardias no entrarían, estaba completamente solo en un clan desconocido y no podía hacer nada para evitarlo. Se quedó dormido con la mano apoyada en el lado del futón donde debería haber estado su marido y sólo los rayos del sol le despertaron cuando entraron sin reparo alguno por la ventana.

 

El ruido de la puerta principal hizo que levantase la cabeza y se incorporase levemente viendo cómo entraba su esposo por la habitación con su kimono negro y la katana al cinto abriendo uno de los armarios.

 

- ¿Aún durmiendo? Deberías estar despierto – le dijo Madara.

 

- Y tú en la cama – comentó Minato enfadado.

 

- No estoy de humor para que un chiquillo que jamás ha salido de su casa me diga cómo tengo que vivir mi vida. Estuve…

 

- Entrenando – se le adelantó Minato sonriendo levantándose y acercándose a su cuello oliendo aquel perfume – hueles al perfume barato de una furcia, mentiroso – le recalcó saliendo de la habitación.

 

Madara enfadado salió tras él cogiéndole del brazo con fuerza y girándolo para que le mirase. Minato trató de alejar su mirada de él pero Madara cabreado como estaba cogió con fuerza su rostro obligándole a mirarle.

 

- No te atrevas a insultar a mi clan.

 

- ¿Así que la furcia era una Uchiha? – preguntó Minato desafiándole – no te atrevas tú a tocarme después de haber metido tus manos y tu polla en otra parte.

 

- No seas niño, esto no es un matrimonio de verdad, tú no me aguantas y yo no tengo tiempo de educar a un chiquillo como tú.

 

- ¿Educarme? – sonrió Minato – tranquilo, puedo educarme solito tal y como haces tú. ¿Crees que eres el único que puede encontrar a alguien con quien follar por las noches? Si eso es lo que quieres, lo tendrás.

 

- Ningún Uchiha te tocará. Todos saben que estás conmigo, lo único que conseguirás es que te vean como una zorra calientapollas si vas intentando que te la metan.

 

- Eso lo veremos – le amenazó – ¿Será bueno para ti que todos sepan cómo tu esposo anda necesitado de sexo porque su marido no es capaz de cumplir en la cama? – preguntó.

 

- ¿Quieres que cumpla, niñato? – preguntó Madara desabrochándose el cinturón y cogiéndole con fuerza – te voy a enseñar entonces cómo debes satisfacer a tu esposo.

 

- No tienes lo que hay que tener para metérmela – le gritó Minato retándole aún más.

 

- Nunca desafíes a un Uchiha, esa es la primera lección que te enseñaré a obedecer.

 

Madara se abalanzó sobre la espalda de Minato reteniendo con una de sus manos sus muñecas mientras le obligaba a agacharse levemente y desabrochaba con la mano libre su pantalón. No podía dejar de sonreír al ver lo fácil que ese chico se lo había puesto, ni siquiera llevaba la camiseta puesta y cuando mordió su cuello con lujuria escuchando el gemido de su esposo sintió la excitación recorrer su cuerpo. Madara lamió y mordió el lóbulo de la oreja de Minato haciéndole reaccionar.

 

- ¿Eso es todo lo que tiene un Uchiha? Ríndete ya, ambos sabemos que no eres capaz de llegar al final.

 

- Eres arrogante y orgulloso – dijo Madara sonriendo – me gusta y me gustará más cuando doblegue esa actitud y te escuche suplicarme.

 

- Yo no suplico jamás. ¿Me oyes? – gritó Minato enfadado.

 

Madara tomó el cabello del chico sin soltar sus muñecas tirándolo al suelo y posicionándose encima mientras metía la mano bajo el pantalón del rubio. Minato empezó a darse cuenta de algo… aquello no era simplemente para meterle miedo, empezó a ver que podía ir en serio aunque no creía que llegaría tan lejos, los Uchiha no eran los típicos que se atreviesen a abusar de su fuerza para doblegar a alguien, no creía que en sus valores estuviera inculcado el sexo sin consentimiento.

 

- Deja de fingir ya – le dijo Minato – ambos sabemos que no lo harás, no eres capaz de manejar la situación.

 

- Estás más guapo cuando cierras la bocaza – le dijo Madara sonriendo – si no vas a gemir ni te esfuerces en abrirla.

 

- No me digas lo que tengo que hacer.

 

Madara cabreado le dio la vuelta dejándole bocarriba mientras veía cómo el chico se revolvía bajo su cuerpo intentando apartarse de él, pero el Uchiha lo tenía bien sujeto y bajándose un poco el pantalón acercó su miembro hasta la boca del chico.

 

- Entonces ábrela – le amenazó.

 

Minato trató de apartar su rostro hasta que Madara cogió su rostro con fuerza abriéndole la boca y metiéndole su miembro en ella sacándole un par de lágrimas al rubio sintiéndose impotente frente a la fuerza del Uchiha. Madara sacó un poco su miembro al notar cómo el rubio se ahogaba por habérsela metido hasta el fondo. Minato escupió algo de saliva y tosió un par de veces mientras intentaba ocultar bajo su flequillo alguna lágrima que le había salido pero Madara sin darle tiempo al ver cómo se daba la vuelta bocabajo de rodillas tratando de recuperarse, metió su mano bajo su pantalón introduciendo un dedo en su interior sorprendiendo a Minato.

 

- P-para – susurró el chico siendo apenas audible.

 

- ¿Qué dices? – comentó acercando la punta de su miembro hacia su entrada.

 

- Detente – le gritó.

 

- ¿Cómo se piden las cosas?

 

-  Por… por favor, para ya – dijo llorando viendo cómo caían las gotas sobre la madera del suelo.

 

- Eso está mejor. No vuelvas a retarme de esa manera. Ya te he dicho que no tengo tiempo para enseñarte cómo funcionan las cosas aquí. Me voy a dormir, no hagas ruido y deja de lloriquear como una niña – dijo enfadado marchándose hacia su cuarto.

 

Minato se quedó allí tirado en el suelo traumatizado, llorando con la mano tapando su boca tratando de silenciar su llanto para evitar que Madara volviera a salir a decirle algo. Con una mano levantó los pantalones cubriendo su desnudez avergonzado por la humillación recibida por parte de su esposo. Tardó casi veinte minutos en levantarse de aquel suelo  y dejar de llorar. Se movió hasta el estanque del jardín mirando sus coloradas mejillas y los caminos que habían dejado sus lágrimas limpiándose con aquella fría agua. No quería entrar de nuevo en la habitación a buscar sus cosas, estaba descalzo, con el pantalón del hakama únicamente y quería irse muy lejos de allí, pero no eran condiciones para salir tal y como iba. Miró hacia la ventana de su habitación, Madara seguramente estaría allí y no quería despertarle por miedo.

 

Se decidió entonces a salir sin importarle lo que pudiera decir la gente. Los guardias que custodiaban su casa le detuvieron justo a la entrada de la puerta principal al patio y lo miraron de arriba abajo algo ruborizados de verle sin la camiseta, con aquel cabello rubio al aire y esos ojos azules inocentes que brillaban como si hubiera estado llorando.

 

- ¿P-Podemos ayudarte? – preguntó uno de los guardias mirando aquellos impresionantes ojos.

 

- Quiero… ir a ver a alguien.

 

- No puedes salir de aquí, tenemos órdenes de protegerte.

 

- ¿Protegerme o vigilarme? – preguntó Minato – más parece que me custodiáis a que me defendéis – comentó y los guardias se sorprendieron de sus palabras - ¿Por qué no me dejáis salir? Si sólo queréis protegerme podéis acompañarme.

 

- Tenemos órdenes, no puedes salir del clan – comentó el guardia.

 

- Pues yo voy a salir – le dijo Minato y uno de los guardias sonrió un segundo antes de volver a ponerse serio como si no se creyese que ese chiquillo podía marcharse - ¿De qué te ríes? – preguntó.

 

- No puedes salir y nosotros no te lo permitiremos – comentó.

 

- Pues buena suerte siguiéndome – dijo desapareciendo frente a su vista dejándoles sorprendidos.

 

- ¿Sientes su chakra? – preguntó un guardia.

 

- No, ese chico es demasiado rápido – comentó el otro.

 

- ¿Cómo vamos a explicarle a Madara que hemos perdido de vista a su esposo? – preguntó el otro.

 

- Va a matarnos.

 

Sakumo caminaba por la calle en dirección a su casa cuando al llegar al portal sintió aquel conocido chakra que aterrizaba frente a él. Ese chiquillo rubio al que tanto amaba tambaleándose, con los pies en carne viva por haber llegado corriendo hasta allí descalzo, con el rostro oculto tras su flequillo. Se fijó en las piernas de Minato flaquear conduciéndole al suelo. Sakumo reaccionó cogiéndolo antes de que cayera.

 

- ¡Dios mío! – exclamó Sakumo cogiéndolo en brazos frente al resto de la gente que lo miraba sorprendida y asustada al ver a ese muchacho en esas condiciones derrumbándose en mitad de la calle.

 

Sakumo metió con rapidez a Minato en su casa apartándolo del resto de los ojos curiosos que susurraban que era un Namikaze y se preguntaban cómo podía estar fuera de su clan. Le sentó en el porche interior y metió sus pies en un barreño de agua con sal tratando de curarle las heridas mientras le veía allí tumbado con sus ojos cerrados. Se despertó media hora después y lo primero que hizo fue incorporarse con rapidez mirándose los pies dentro del barreño.

 

- ¿Estás bien? ¿En qué pensabas para llegar así? La gente empezará a pensar que estás loco… -  dijo Sakumo.

 

- Lo siento – dijo empezando a llorar – yo… yo sólo quería…

 

El labio inferior le temblaba ligeramente y Sakumo no aguantó más la tentación acercándose hasta él besándole con delicadeza y suavidad mientras sus dedos se enredaban en aquel rubio cabello y Minato cerraba los ojos dejándose llevar por sus sentimientos. En aquel momento en que las manos de Sakumo tocaron el torso de Minato, se dio cuenta que eso estaba mal apartándose de él.

 

- Lo siento, no debí hacerlo, estás casado.  Toma, ponte esto – le dijo Sakumo colocándole una de sus chaquetas al verle medio desnudo.

 

- Yo quería casarme contigo – dijo Minato – no puedo seguir con ese hombre, no quiero volver.

 

- ¿Qué te ha hecho para que aparezcas con los pies así y en estas condiciones?

 

- Él… - intentó contar lo que había ocurrido pero no pudo – por favor… quiero quedarme contigo, ayúdame, no quiero volver al clan Uchiha.

 

- Minato… me encantaría que te quedases aquí pero no puedes, te has casado con Madara.

 

- Lo sé pero él no me ama y yo no le amo, no sé si podré hacerlo. Quiero estar contigo – dijo acercándose de golpe y sacando los pies del barreño se lanzó a por Sakumo que le apartó a duras penas levantándose y esquivándole.

 

- No puede ser, Minato.

 

- ¿Me estás rechazando?

 

- Estás casado.

 

- Él se acuesta con fulanas de su clan.

 

- No seas como él, Minato, tú eres mejor que todo eso.

 

- No quiero ser mejor o peor que él, sólo quiero que tú me ames, que no me rechaces como lo estás haciendo.

 

- No puede ser, Minato. Yo sólo puedo ofrecerte mi amistad y te prometo que si te hace algo… lo más mínimo soy capaz de entrar a ese clan para sacarte de allí, no quiero perderte.

 

- Por favor… no me abandones con él. ¿Por qué no pude casarme contigo? ¿Por qué tuvo que meterse en medio? – preguntó llorando.

 

- Escúchame, Minato, los Uchiha pueden protegerte, son grandes guerreros y te mantendrán a salvo, estoy seguro de ello.

 

- No lo harán, son ellos, ellos son los que están detrás.

 

- No digas eso, no tienes pruebas.

 

- Las buscaré, sé que son ellos.

 

- Minato… ser hijo y más el primogénito del líder de un clan no es algo bueno, están sometidos a muchas presiones, les exigen demasiado. Madara no tenía intención de casarse contigo, le obligaron y más cuando yo me metí en medio pidiendo poder competir por tu mano, le obligaron a ganar por su orgullo de Uchiha, no le quedó más remedio.

 

- Podía haber perdido.

 

- No, no podía, no contra un Hatake, somos un clan inferior al suyo, la deshonra habría caído sobre él.

 

- Me da igual lo que caiga sobre él – gritó Minato llorando.

 

- Ven aquí, yo siempre estaré contigo – dijo Sakumo abrazándole – siempre voy a amarte, eres el único que robó mi corazón y me habría encantado ser tu esposo, si estás en peligro correré a por ti siempre.

 

- ¿Por qué él no puede ser como tú? – preguntó Minato llorando acurrucando su rostro en el pecho de Sakumo.

 

- Te llevaré a casa, deben estar preocupados por ti.

 

- No… iré yo.

 

- No voy a dejarte solo, te llevo.

 

Sakumo cogió en brazos a Minato para evitar que caminase con los pies como los tenía y a mitad camino se cruzaron con los hermanos Uchiha preocupados por el rubio. Madara había estado muy preocupado pero aparentando volver a su frialdad habitual, frunció el ceño y dio media vuelta tras calmarse al ver a su esposo sano y salvo. Izuna fue quien se quedó allí y acabó acercándose cogiendo en brazos a Minato.

 

- Gracias por haberlo encontrado.

 

- Él me encontró a mí más bien – dijo Sakumo – si le hacéis algo, os destrozaré – le amenazó al Uchiha susurrándole al oído evitando que Minato le escuchase.

 

Izuna se dio la vuelta y volvió hacia su clan dejando a Minato en su futón. Decidió entonces prepararle un vaso de leche y subírsela a la  habitación.

 

- Toma, te ayudará a dormir mejor.

 

- No tengo hambre – dijo Minato.

 

- No has comido nada en todo el día, te sentará bien, tómatela por favor.

 

- Está bien – dijo bebiéndosela toda. - ¿Dónde está?

 

- Entre…

 

- No te atrevas a mentirme – gritó Minato interrumpiendo su “Entrenando”.

 

- Supongo que en el bar de siempre con sus amigos.

 

- ¿Dónde está ese maldito bar?

 

- Al final de la calle principal, pero descansa hoy por favor, estás débil. Me quedaré al otro lado de la puerta y me aseguraré de que puedas dormir seguro, no me iré esta noche, te lo prometo.

 

- Vale, gracias, Izuna.

 

 


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