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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Madara miraba a Minato respirar con dificultad y tener ciertos espasmos en el cuerpo mientras sudaba. Tenía clara una cosa, aquella herida no era algo normal. Cogió la mano de Minato entre las suyas mirando el anillo de compromiso de ambos. Ni siquiera se había percatado de cuándo se lo había puesto.

 

- Llama a un médico – comentó Madara a su hermano.

 

- ¿Crees que es necesario? – preguntó – parece una herida que se le curará enseguida.

 

- No lo es, esta subiéndole la fiebre y su cuerpo tiembla. Es posible que tenga veneno con lo que le atacaron.

 

- En Konoha prácticamente no utilizamos el veneno, ningún clan.

 

- Pues hay algo que le está haciendo esto.

 

- Sí, tenía las defensas bajas, ha pasado unos días duros y posiblemente cogiera algo de frío y está resfriándose. Pero traeré un médico si te quedas más tranquilo.

 

- Sí – dijo Madara – tráelo.

 

Izuna se fue a buscar a un médico al hospital mientras Madara se quedaba allí buscando por toda la casa un trapo. Lo mojó en agua y escurriéndolo se lo colocó en la frente a Minato con la esperanza de que la fiebre le bajase. Era posible que simplemente estuviera cogiendo un resfriado, estos días el tiempo había cambiado y el clan Uchiha estaba metido en una zona dónde el frío solía ser habitual, por eso siempre dejaban aquellas antorchas por la calle tratando de matar un poco ese frío.

 

Tocó el cabello de Minato dejando que aquellos hilos dorados se enredasen en sus dedos. Estaba preocupado por aquel chico. Todos le decían que ese chico estaba loco, que inventaba cosas, que se las imaginaba pero la herida era muy real ¿Cómo no iba a creer en sus palabras cuando veía las cosas tan reales? Algo estaba ocurriendo allí y él lo averiguaría. Algo le hacía sospechar de todo el mundo, de todo su clan, hasta su hermano estaba en el punto de mira. No había podido descartar a nadie.

 

Rozó con sus dedos aquellos finos labios de Minato, jamás le había besado y se moría de ganas por hacerlo pero… algo le echaba hacia atrás. No quería un beso robado, quería que Minato se lo entregase voluntariamente y eso no pasaría, amaba a Sakumo Hatake, le habían obligado a casarse con él y sabía perfectamente que jamás le regalaría su cuerpo de nuevo. Madara había tratado de desfogarse como antaño con alguna mujer de su clan, pero le había sido imposible, en su cabeza sólo estaba Minato y aunque jamás se lo dijo y no pensaba hacerlo ahora… no podía estar con nadie más desde aquella primera y única noche juntos.

 

Tenía los gemidos de aquel chico grabados a fuego y pese a saber que no había disfrutado apenas por los nervios de la primera vez, quería creer que podía mejorar su experiencia aunque para ello Minato debiera aceptarle primero. Su matrimonio no iba nada bien, era de dominio público que no se aguantaban, Minato trataba de matarle y Madara a su vez se mantenía a distancia para evitar enamorarse, para no sufrir con un amor imposible, se hacían daño mutuamente y eso debía cambiar.

 

- Lo siento – susurró Madara uniendo su frente al trapo húmedo de la frente de Minato cerrando los ojos – lo siento mucho, no volveré a fallarte, no volveré a alejarme de ti aunque me destroces el corazón en mil pedazos. Eres mi esposo y debía estar aquí contigo. Te prometo… que conseguiré que este matrimonio funcione si me das la oportunidad.

 

Madara sabía que seguramente Minato ni siquiera podía oírle pero le daba igual, ese peso tenía que sacárselo de encima y no quería hacerlo cuando volviera su hermano, él… el líder de los Uchiha jamás debía aparentar debilidad frente a los suyos, eso es lo que le enseñó su padre y así lo cumplía. Quisiera o no… Minato y su seguridad se estaban convirtiendo en su gran debilidad. Si sus enemigos supieran que le estaba empezando a amar, que haría lo que fuera por él… se aprovecharían y le pondría en peligro, sus sentimientos ponían en peligro a sus seres queridos.

 

Se apartó con rapidez cuando escuchó la puerta de entrada. Sería su hermano con el médico y cuando entraron, Madara decidió quedarse allí hasta que le confirmaron que no había veneno en su cuerpo, seguramente estaba débil y tenía fiebre por el resfriado que estaba incubando. Aquello calmó un poco a Madara quien acabó acompañando al médico hacia el exterior.

 

- ¿Con esto se le debería de pasar todos los síntomas? – preguntó Madara mirando el bote de las pastillas.

 

- Sí claro. No sé a qué síntomas se refiere pero el resfriado se irá por completo.

 

- Los síntomas que ha estado teniendo últimamente. Mareos, pérdida de coordinación en sus movimientos, visiones extrañas…

 

-  La locura de la que hablan por ahí los rumores – comentó el médico susurrando – No he visto síntomas de nada extraño en él, quizá sean ciertos y se esté volviendo loco – comentó el médico.

 

- Tenía una herida en el costado y yo no me creo que eso fuera algo de su imaginación, tenía que ser real. Usted no vio cuando lanzó aquel Kunai, me estaba buscando, pidiendo ayuda… estaba aterrado. Minato jamás huye de una batalla, incluso me plantó cara a mí pese a no tener posibilidades. Ese chico vio algo, estoy seguro.

 

- Quizá la herida se la hizo él mismo para llamar la atención. Dicen que su matrimonio no va muy bien.

 

- Con todo el respeto, pero no se meta en mi matrimonio. Él no está loco – comentó Madara enfadado marchándose hacia dentro del cuarto junto a su esposo.

 

Madara llegó hasta el cuarto viendo allí a Izuna observando a Minato. Su hermano… uno de los sospechosos que tenía en mente, con aquel bote extraño de pastillas, un Uchiha que controlaba perfectamente el Genjutsu y estaba tan cerca de Minato que podía estar creándole alucinaciones y aún así… no quería pensar que su propio hermano pudiera estar detrás de todo aunque a veces… ni siquiera se fiaba de él.

 

- ¿Tú también crees que está loco? – preguntó Madara.

 

- Algo - comentó Izuna – pero no tanto como para herirse a sí mismo, he escuchado lo del médico – Minato no es de los que haría algo así, no para llamar la atención precisamente.

 

- No, a mí tampoco me ha convencido esa explicación – le dijo.

 

- Quizá esté perdiendo un poco la cabeza por el cansancio y el estrés al que está sometido pero… loco no lo creo. Creo que huía de alguien… o al menos si no era real… a él le parecía muy real de lo que estaba huyendo.

 

- Investigaré el suceso. ¿Puedes ocuparte de él mientras investigo lo ocurrido?

 

- Claro pero… ¿Dónde vas?

 

- A buscar el Kunai que le falta. Ahora entiendo cómo funciona la habilidad de Minato, sus enemigos no se arriesgarían a llevarse un kunai suyo con el sello puesto. Creía que eran simples kunais y no los entendía pero al verlo hoy lo comprendí todo, no es que sea rápido, es que se teleporta a través de sus sellos y no sólo él, las habilidades también las pasa a través para redirigirlas. Es impresionante que un chiquillo de su edad haya desarrollado algo tan perfecto, le permite huir y atacar dependiendo lo que le haga falta, es una habilidad brillante. Si se teleportase a ese Kunai que ha perdido podría darnos el paradero de sus enemigos, así que no se arriesgarían a llevárselo. Tiene que estar en algún punto. Quiero saber si es real de lo que huía.

 

- Ve entonces, me quedaré con él y le cuidaré. Le subiré un vaso de leche, haré que se tome su medicación y dejaré que descanse. Lo va a necesitar.

 

- De acuerdo. Volveré en cuanto encuentre ese Kunai, espero encontrarlo antes del anochecer pero si no lo encuentro, puedes irte a casa, por la noche vendré a cuidarle.

 

- Vale.

 

Madara se marchó de allí en dirección a la calle principal. Con todos los Uchiha que hablaba le decían lo mismo, no habían visto absolutamente nada y las chicas lo único que le contaban es que su esposo estaba completamente loco, que seguramente era una ilusión de su cabeza, que era posible que se hubiera herido él mismo involuntariamente al huir y se hubiera golpeado contra algo. Madara no terminaba de creer nada.

 

Se colocó frente a la tienda de verduras y preguntó a los tenderos, ellos mismos le dijeron que el Kunai venía de frente y se quedó allí observando hasta ver la estrecha calle del fondo. Tenía que haber salido de allí para recorrer toda la calle principal. Caminó hacia allí omitiendo escuchar aquellos rumores de algunas mujeres que comentaban que Minato casi mata a alguien al lanzar aquel Kunai, los rumores sobre su locura, él no los creía. Había visto a  su esposo pelear y no era un cobarde ni alguien que atacase sin pensar, estaba asustado y trató de huir de algo o de alguien, trató de buscarle a él para que le protegiera.

 

Llegó hasta la estrecha calle y vio las otras que la cruzaban, debía haber estado por una de estas y registró todas. No había nada hasta que al dar una esquina, vio un Kunai en el suelo, un Kunai Namikaze manchado en sangre. Se agachó cogiéndolo, era de Minato, esos sellos en la empuñadura sólo podían ser de Minato.

 

Tocó con sus manos la pared de la casa con aquel agujero del Kunai, Minato lo había clavado con fuerza seguramente tratando de inmovilizar a su agresor para poder escapar. Al girarse en la esquina vio que la calle principal estaba justo frente a él, no tenía duda alguna que Minato se había girado en esa esquina lanzando el Kunai. Lo que no sabía aún era si esa sangre era de un enemigo o de Minato ¿Realmente se había herido a si mismo síndrome de una locura o había peleado contra alguien? Madara seguía confiando en su esposo hasta que le demostrasen lo contrario, Minato no tenía motivos para mentirle. Esa noche hablaría con él si se encontraba mejor.

 

Apretó la empuñadura del Kunai en su mano y utilizando el Kamui se teleportó hasta su casa. Allí  encontró a su hermano que iba a subirle un vaso de leche a Minato junto a las pastillas del médico.

 

- ¿Lo has encontrado? – preguntó girándose hacia Madara quien le enseñó el Kunai.

 

- Estaba en unas de las calles del clan. Una secundaria.

 

- ¿No creerás que alguien ha podido entrar en nuestro clan? Es imposible, alguien le habría visto. ¿Crees que pudo ser una imaginación de Minato y que la herida se la hiciera con otra cosa?

 

- No lo sé, es improbable que alguien entre en nuestro clan pero a la vez… ¿Y si ya está dentro?

 

- ¿Estás hablando que sea un Uchiha? ¿Por qué estaría un Uchiha asesinando Namikazes? No lo entiendo, somos más fuertes que ellos y no han sido nunca un clan que nos haya odiado ni nada por el estilo, siempre han sido cordiales ¿Qué buscan?

 

- No lo sé. Pero aunque no fuera real lo que vio… ¿Quién tiene la capacidad de hacerle alucinar?

 

- Los Uchiha lo tendríamos fácil y más siendo Minato aún un chiquillo, es más fácil manipular su mente que la de los adultos.

 

Minato apareció apoyándose en el marco de la puerta y fue Madara quien al ver que iba a desplomarse se acercó enrollando sus brazos a su cintura evitando que se cayese, dejando que se apoyase en su cuerpo mientras Izuna les miraba.

 

- ¿Qué haces levantado? Vamos, te llevaré a la cama.

 

- Lo has encontrado – comentó Minato casi sin voz señalando su Kunai.

 

- Sí, lo he encontrado. Ven aquí, necesitas descansar – comentó cogiéndolo en brazos llevándolo de vuelta a la habitación.

 

- Gracias – escuchó el susurro de aquel chico quedándose atónito, sintiendo como los dedos de Minato se enrollaban en su cuello y hundía el rostro en su clavícula hacia el cuello.

 

Madara pensó seriamente si meterlo en el futón o dejarlo un rato más allí con él para sentir sus caricias un poco más. Ese chico tenía una dulzura sin igual cuando apagaba su carácter guerrero, le gustaba ese chico, se estaba enamorando de él y era algo que no había permitido que pasara antes por miedo a que le destrozara el corazón, ahora se estaba dejando llevar finalmente.

 

Lo dejó en el futón tapado pero Minato se negó a soltarle el cuello del kimono pese a lo debilitado que estaba. Podía fácilmente haber tirado un poco hacia atrás y sus manos se habrían soltado pero se había quedado allí inmóvil.

 

- No me dejes – susurró Minato con un brillo especial en los ojos – por favor.

 

- Voy a quedarme aquí toda la noche a tu lado – le dijo Madara – pero tienes que tomarte la medicación.

 

- De acuerdo.

 

Izuna le acercó el vaso de la leche con la medicación y una vez se la tomó, Izuna se llevó todo a la cocina y le comentó a su hermano que se marchaba ya. Madara se metió en el futón con su esposo quien se agarró a él con fuerza acurrucándose en su pecho como si de un niño pequeño se tratase. Al menos Madara sonrió levemente y acariciándole el cabello dejó que durmiera sintiéndose seguro a su lado. Las cosas poco a poco iban poniéndose en su lugar y es que no era Sakumo el que estaba aquí… era él, su esposo y un día Minato se daría cuenta que este matrimonio podía funcionar si se lo proponían.


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