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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Minato abrió los ojos con suma lentitud comprobando que aún estaba oscuro. Miró por la ventana contemplando las estrellas y se tocó la frente quitándose la toalla húmeda. Estiró el brazo hacia su lateral girándose para comprobar que Madara no estaba allí durmiendo a su lado. Aquello le extrañó y quiso levantarse para buscarle.


Levantarse fue toda una odisea para él, apenas tenía fuerza, su visión se nublaba por momentos y aunque se agarró al marco de la ventana para ponerse en pie, casi se cae al suelo de nuevo. Se arrastró por la pared caminando con suma lentitud, teniendo que pedir permiso a una pierna para poder seguir moviéndola. Todo le costaba demasiado esfuerzo.


Caminó por el pasillo aunque prácticamente debía arrastrar los pies mientras se sujetaba a la pared de madera y cuando llegó hacia la cocina, vio luz. Las voces eran audibles desde donde estaba, eran Madara y uno de los guardias hablando sobre algo.


- ¿Entonces cuál es la orden? – preguntó el guardia.


- Nada, yo me ocuparé de ese problema – comentó Madara afilando uno de los kunais.


- ¿Aún sigue con fiebre?


- Sí, aún estará débil un par de días.


- Entonces no se enterará de nada – dijo el guardia sonriendo mirando el kunai.


Minato dejó de mirar hacia la cocina y se escondió tras la pared del pasillo de nuevo intentando ir hacia atrás cuando volvió a ver esas sombras extrañas que él consideraba era alguna técnica macabra de su esposo. Siempre aparecían cuando él estaba cerca y eso no podía ser una casualidad.


Miró hacia atrás para ver la entrada a la cocina, allí estaba su esposo con un kunai en la mano hablando de asesinarle con su guardia, hablando de cómo aprovechar que él estaba débil para hacerlo, no podía ir hacia él pero tampoco podía volver hacia la habitación viendo aquellas sombras que le acechaban y daban vueltas a su alrededor tratando de cogerle.


Las lágrimas se le saltaron y se cayó al suelo de culo quedándose allí sentado agarrándose la cabeza con las manos. No era posible que le estuviera pasando algo así a él. Cerró los ojos como si eso pudiera impedir ver el peligro que se acercaba hacia él mientras buscaba un kunai en su espalda sin encontrarlo.


- Ey – escuchó que le llamaban y al abrir los ojos se encontró a Izuna agarrándose a él con fuerza.


- Ayúdame, por favor.


- ¿Qué? – preguntó Izuna extrañado.


- Apártalas de mí – le gritó Minato asustado.


- ¿Qué aparte el qué? – preguntó Izuna preocupado abrazando a Minato que seguía en el suelo.


- Esas sombras, apártalas, por favor.


- Minato… ahí no hay nada – le dijo Izuna y cuando Minato volvió a mirar comprobó que sólo estaba el pasillo ante él.


- Pero… estaban ahí, yo las vi – le decía Minato confundido.


- Déjame comprobar tu temperatura – dijo Izuna tocando su frente pero Minato le apartó la mano de él.


- No me trates como a un niño, estaban ahí, sé lo que vi, no estoy loco – le gritó - ¿Por qué no podéis creerme?


- Minato… no hay nada en el pasillo, tú mismo lo has comprobado.


- Estaban ahí – le gritó y se puso en pie como pudo siendo ayudado por Izuna, pero se soltó enseguida para ir hacia su habitación.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Madara que entraba al pasillo.


- No lo sé, tu esposo ha visto algo – le comentó.


- ¿Algo como qué?


- Unas sombras o algo así, creo que deberías hablar con él, empieza a preocuparme – le comentó Izuna pero cuando Madara fue a acercarse a Minato, éste le cerró la puerta en las narices.


- No te atrevas a acercarte a mí, sólo eres un maldito asesino. Estás esperando el momento oportuno para matarme.


- ¿Qué? – preguntó Madara confundido al otro lado de la puerta – por favor, no seas crío y ábreme la puerta.


- ¿Se puede saber qué pasa? ¿Por qué te llama asesino? – preguntó su hermano.


- Será por la conversación de antes pero no hablaba de él – dijo Madara.


- ¿Qué conversación?


- Estábamos hablado de Sakumo que ha venido aquí buscándole – comentó Madara – el guardia me ha preguntado si tenía alguna orden para él pero le he dicho que no, que yo arreglaría el problema con él. Supongo que al estar afilando las armas se habrá pensado otra cosa, más cuando hemos estado hablando de él y lo débil que estaba. Desde luego qué imaginación tiene este chico – dijo Madara sonriendo – Vamos, Minato, abre la puerta – comentó pero no escuchó nada - ¿Minato? – volvió a preguntar.


- Señor… - llegó otro de los guardias corriendo entrando como un loco en la casa – su esposo está en la ventana.


- ¿Que está dónde? – preguntó preocupado Madara.


- En la ventana, creo que quiere tirarse.


- Izuna, ve al jardín y cógelo si se tira – dijo mientras su hermano salía corriendo obedeciéndole y Madara tiraba la puerta abajo viendo a su esposo en la cornisa sentado tomando el aire – Minato – le gritó haciendo que él se girase pero sin darle tiempo a nada más, Madara lo cogió apartándole de la ventana y abrazándole. - ¿Qué estabas haciendo?


- Yo… sólo quería respirar, no podía respirar – comentó – no iba a tirarme… yo sólo quería aire – dijo y Madara acarició su cabello.


- Vale, te creo.


- ¿Qué me ocurre? – preguntó llorando.


- No lo sé, pero lo arreglaremos – le dijo mirándole fijamente a los ojos.


Escuchó cómo había gente fuera de su casa, pasaban por la calle y miraban la escena murmurando lo loco que se estaba volviendo Minato, la tragedia y lo que tenía que aguantar su líder con el problema que le había caído encima teniendo que cuidar de ese chiquillo. Izuna apareció por el pasillo en aquel momento.


- ¿Está bien? – preguntó.


- Está bien, Izuna.


- ¿Quieres que le traiga algo? – preguntó al verlo tan nervioso.


- No, iros a casa a descansar, yo me ocuparé de él.


- Pero llevas días sin dormir, estarás cansado.


- Da igual, prefiero quedarme yo con él.


- La gente se ha despertado con el escándalo, al menos los vecinos más cercanos. ¿Quieres que calle los rumores?


- No. Da igual lo que dijeras en este momento, esos rumores no pararán. Déjalo estar y no les demos más información que puedan manipular.


- De acuerdo.


Todos se marcharon a dormir y Madara se ocupó de cerrar todas las ventanas y protegerlas por si acaso. Hacía días que no había podido dormir con todo este tema de la enfermedad de Minato. Había estado tan preocupado por él que se pasaba las noches en vela cuidándole y el cansancio empezaba a mostrar los primeros síntomas en él.


Arropó a Minato en el futón y le dejó allí descansando entrando él en su lado de la cama observándole con dulzura. Al menos la fiebre parecía haber remitido y eso tranquilizaba a Madara. Estuvo despierto todo lo que pudo hasta que finalmente, el cansancio pudo con él quedándose profundamente dormido.


Cuando Minato despertó esa mañana, se encontró a su esposo durmiendo a su lado y recordando lo de la noche anterior cogió un kunai Namikaze de su lado y se subió encima del cuerpo de su esposo dispuesto a cortarle allí mismo el cuello. El kunai presionaba la garganta de Madara pero la mano de Minato temblaba, sentía algo extraño… antes jamás habría dudado en matarle y ahora no podía, había algo que se lo impedía.


Estaba allí tumbado durmiendo, tan cansado que ni siquiera pudo reaccionar a la rápida reacción de Minato pero aunque no pudo abrir los ojos, sonrió como sólo un Uchiha sabía hacer.


- Hazlo – dijo Madara abriendo con lentitud los ojos sin moverse – es un simple corte y serás libre, nadie me echará de menos excepto mi familia, nadie quiere a un Uchiha.


Minato apretó un poco más el kunai pero Madara no se movió, seguía allí sonriendo. Estaba demasiado cansado y pese a ver las ojeras de Minato y esos movimientos torpes por su enfermedad, no quiso hacer ningún movimiento aunque pudo haberle desarmado en cualquier momento.


- Vamos, Minato ¿Por qué lo piensas tanto? – le preguntó – siempre has querido verme muerto. Ahora podrás imaginarte por qué no quería dormir a tu lado. Vamos… deja de temblar y hazlo – le retó.


Una lágrima resbaló por la mejilla de Minato chocando contra la mejilla de un sorprendido Madara. Ese chico dudaba y Madara empezaba a entender que sentía algo por él, no podía matarlo simplemente, había algo que se lo impedía.


- Has intentando matarme desde que me conoces y ahora no puedes hacerlo. ¿Por qué?


- No lo sé – le dijo Minato – quiero hacerlo pero no puedo, sé que eres el asesino de mi clan pero no puedo matarte. Sé que anoche trataste de matarme, lo hablabas con tu guardia pero aún así no puedo hacerlo.


- No trataba de matarte, ni siquiera hablábamos de ti, Minato. Yo no podría hacerte daño, sólo intento protegerte.


- ¿Por qué siento que una parte de mí te quiere cuando no has hecho más que traerme disgustos?


- Porque yo también siento que me estoy enamorando aunque sólo me creas problemas como éste – le dijo Madara – si no vas a matarme… suelta ese kunai. Déjame protegerte. Sigo siendo tu esposo y puedo hacer que esta relación funcione aunque haya sido por conveniencia, déjame enamorarte.


Minato aflojó el agarre de su kunai y cuando lo sintió Madara, ni siquiera le dio tiempo a quitarlo del todo cuando se había lanzado incorporándose hasta sus labios besándole, cogiendo su nuca para impulsar a ese chico rubio hacia él obligándole a soltar el kunai que cayó al suelo en un ruido metálico.


Colocó sus manos por la cintura de Minato tirándolo al futón de nuevo y colocándose encima de él sin dejar de besarle, comprobando cómo cerraba los ojos aquel chico disfrutando del primer beso que por fin ninguno se negaba a darlo. Madara se negaba a soltar la nuca del rubio pudiendo finalmente acceder a su boca, pudiendo jugar con su lengua y hacerse dueño de aquella boca que tantas noches había soñado con tenerla.


Minato gimió levemente al sentir la mano de Madara tocar su cintura entrando bajo su camiseta y subiendo hacia su pecho rozando con suavidad los pezones del rubio excitándole. La desesperación de Madara por volver a tener a su esposo en su cama no podía ocultarse como tampoco podía evitar Minato regalarle sus gemidos por la excitación que le provocaba. No era fácil su matrimonio pero no podían negar la atracción que sentían el uno por el otro.


Minato enrolló su pierna en la cintura de su esposo pero con lo débil que estaba no pudo aguantarla allí, por lo que fue Madara quien la cogió con su mano y la colocó de nuevo donde aquel chico quería sosteniéndosela para evitar que volviera a caer en el futón.


Ambos chicos disfrutaban cuando Minato soltó el beso de forma abrupta e inesperada cogiéndose de nuevo la cabeza ante la sorpresa de Madara que se asustó al verle de nuevo en ese estado.


- Ey – le preguntó Madara sosteniéndole la cabeza intentando que le mirase, pero Minato permanecía con los ojos cerrados tapándose los oídos - ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre?


- Es ese ruido – dijo Minato pero Madara no escuchaba nada.


- ¿Qué ruido? Abre los ojos – le gritó Madara obligándole y Minato le hizo caso.


Madara se fijó en sus ojos, las pupilas de ese chico se dilataban y se contraían, algo no le cuadraba y es que eso tenía toda la pinta de que no era algo relacionado con un simple resfriado. Su hermano llegaba en aquel momento y Madara le gritó que subiera enseguida, así lo hizo.


- Mírale los ojos – le dijo Madara a su hermano y éste se acercó para contemplar lo que su hermano veía.


- No he visto algo así nunca pero me recuerda al Genjutsu, un Genjutsu cuando falla y no terminas de meter a alguien en una ilusión – comentó Izuna.


- Llama a un médico y que no sea el de la última vez.


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