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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Izuna se había quedado helado en el sitio sin entender cómo había podido llegar el veneno hasta el recipiente de cristal de la cocina. Nadie entraba en la casa excepto él y quizá algún día su familia, su padre y su madre. No era posible que alguien de su familia hubiera metido ese veneno allí. Él le había estado dando el veneno sin saberlo y ahora no podía dejar de sentirse culpable, más aún cuando vio la cara de enfado de su hermano que alternaba su mirada entre el vaso con el veneno y su hermano.

 

- Joder – exclamó Izuna sorprendido – lo siento, yo no sabía nada.

 

- ¿Le has estado dando el veneno todas las noches en mi propia cara? – le preguntó enfadado hacia su hermano.

 

- No sé cómo ha llegado eso ahí – le dijo Izuna preocupado - ¿Cómo crees que le daría eso si lo hubiera sabido?

 

- ¿Qué está ocurriendo? – preguntó confundido Minato.

 

- Ahora mismo quiero que os larguéis todos de esta casa, no quiero ver a nadie – les gritó – cuando se recupere Minato pensaré qué haré.

 

- Pero… Madara – intentó explicarle Izuna al lado del confundido guardia.

 

- Que os larguéis – les gritó – no quiero que nadie entre en esta casa a partir de ahora. Llévate a los guardias, que se larguen todos, no quiero ver a nadie en esta casa, ni siquiera quiero que vengan nuestros padres por aquí, esta casa queda terminantemente cerrada a todo el mundo. Y cuando salgas… saca esa botella de leche y tírala, no quiero verla por aquí. Llama a la madre de Minato y acompáñala hasta la entrada de esta casa, quiero hablar con ella.

 

Tanto Izuna como el guardia se alejaron de allí sin saber qué estaba ocurriendo pero entendiendo el enfado de Madara que bajó enseguida a la cocina a deshacerse de aquel vaso de leche.

 

El silencio en la casa era abrumador, nadie estaba por allí y cuando Madara miró por la ventana, vio el jardín de su casa vacío, la puerta de entrada sin ser custodiada por primera vez y supo que estaban solos. No confiaba en nadie, ni siquiera confiaba ahora mismo en su hermano o en su familia, no tenía ni idea de quién había entrado en su casa a colocar ese veneno que había estado matando lentamente a su esposo, que le había hecho pasar por loco cuando no lo estaba.

 

- ¿Estás bien? – escuchó a su espalda la débil voz de Minato a su espalda.

 

Sus manos seguían apoyadas en la encimera, su espalda encorvada para mirar por la ventana pero al escuchar aquella voz, se incorporó y se giró hacia él.

 

- Estoy bien – le dijo Madara.

 

- No es cierto. ¿Qué ocurre? ¿Qué te preocupa?

 

- No es nada.

 

- Soy tu esposo, lo que te preocupe a ti me preocupa a mí – dijo Minato – cuéntamelo.

 

- Creía que estabas a salvo pero veo que no es cierto. Creo que estás más seguro en tu clan que en el mío. Ahora mismo no me fio de nadie aquí dentro.

 

Madara se extrañó cuando sintió los brazos de Minato enrollarse en su cintura mientras apoyaba el rostro en su espalda hundiéndola allí.

 

- Lo… siento – escuchó a Minato antes de sentir cómo se humedecía su camiseta – yo… no quería.

 

Madara se giró en un rápido movimiento asustando a Minato que creía que le echaría la culpa, pero no fue así, Minato se sorprendió al sentir los labios de su esposo besándole al principio con pasión y luego lentamente relajándose hasta convertirlo en algo dulce, lento y delicado. Las manos de Madara se colocaron en las mejillas de Minato y se separó de él con mucha calma sonriéndole.

 

- Tú no has hecho nada, Minato. Ya te lo dije, te protegeré siempre.

 

- ¿Vas a dejar que me marche a mi clan?

 

- Sí – dijo Madara – si allí vas a estar más seguro dejaré que te marches.

 

- Ven conmigo – susurró Minato – soy tu esposo al fin y al cabo.

 

- No puedo, soy el futuro líder del clan, mi sitio está aquí, no puedo abandonar mi clan, Minato.

 

- Entonces no es conveniente que me marche yo.

 

Madara sonrió y es que antes Minato habría hecho cualquier cosa por largarse de su lado y ahora estaba aquí tratando de arreglar las cosas, tratando de arreglar ese destrozado matrimonio que habían formado ambos con sus dudas y desconfianzas.

 

- ¿Ya no crees que sea un asesino? – preguntó Madara.

 

- Aún tengo mis dudas – comentó – espero no equivocarme con la oportunidad que te estoy dando.

 

- ¿No será otro de tus trucos para que baje la guardia? Mira que odio despertarme con sobresaltos – comentó y Minato sonrió levemente.

 

- Lo siento, no volveré a hacerlo.

 

- Oye, Minato… lamento lo de la última vez, yo no quería forzar tanto la situación. No iba a hacerte nada en realidad sólo quería que bajaras ese carácter que tenías conmigo.

 

- ¿Un Uchiha disculpándose? No puede ser – dijo sonriendo Minato y Madara sonrió.

 

- Sé que no soy perfecto y que cuesta convivir conmigo, no me han enseñado a expresar lo que siento y quizá a veces repercute en estos malos entendidos, pero te prometo que aquel día no quería forzarte al sexo. Le he estado dando miles de vueltas estos días y es de lo único que me arrepiento.

 

- No debía retarte tanto, sabía cómo eras, lo orgulloso y terco que te ponías y aún así forcé la situación.

 

Madara no le dejó continuar cuando volvió a besar sus labios. Desde que los había probado no podía dejar de pensar en otra cosa, aquel chico había hecho algo único… había conseguido robarle el frío corazón al Uchiha, nadie podría jamás decir lo mismo.

 

- No tuve ninguna aventura – dijo Madara y Minato sonrió.

 

- Lo sé.

 

- Aunque me gustó cuando viniste al bar. A veces tu carácter molesta mucho y otras me encanta – dijo Madara sonriendo – no pierdes la educación pero dejas claras las cosas.

 

- Mientras esa Uchiha cantante no vuelva a acercarse a ti, todo estará bien – comentó Minato sonriendo.

 

- ¿Estás cansado?  - preguntó Madara al sentir cómo le fallaban las piernas a Minato.

 

- Sí – le dijo.

 

- Ya, es el veneno, aún lo tienes en el organismo. En unos días se te pasará, no me moveré de tu lado hasta que vea que empiezas a recuperarte. Te llevaré a la cama para que puedas descansar y me aseguraré de que todo lo que comas esté limpio de ese veneno.

 

- Vale. Gracias.

 

Madara cogió en brazos a Minato antes de que cayese al suelo por lo débil que se encontraba y se lo llevó a la habitación tumbándose él también a su lado mientras le acariciaba el cabello tratando de relajarle para que durmiera. Verle allí con los ojos cerrados, agarrado a su cintura y hundiendo el rostro en su pecho… era algo que le encantaba a Madara. Su hermano tenía razón en una cosa, ese chico desprendía dulzura por todas partes cuando no estaba metido en ese revoltoso carácter que tenía. No podía evitar sonreír al verle dormir tan plácidamente a su lado sin querer soltarle.

 

Cuando Minato despertó, Madara estaba a su lado durmiendo con la mano aún apoyada en su cintura. Se quedó mudo de la impresión, tampoco recordaba mucho de anoche excepto haber visto a Madara quitarle el vaso de leche repentinamente y haber mantenido algunas palabras con él en la cocina. Se tocó la frente notando que la fiebre había bajado y volvió a mirar a su esposo a su lado.

 

Alzó la mano para llevarla hacia su rostro, hacia aquel flequillo oscuro pero se detuvo unos segundos con un rubor en sus mejillas. ¿Debía tocarle? ¿Rompería la magia que ahora había entre ambos si lo hacía? Sólo cuando uno de los dos dormía era cuando realmente se llevaban bien, temía despertarle y volver a sus discusiones de siempre.

 

Por un momento pensó en Sakumo. ¿Habría sido igual si se hubiera casado con él? Seguramente no se habría parecido en nada a este complicado matrimonio. Era un desastre pero un desastre con encanto. Minato sonrió, lentamente el amor que sentía por Sakumo se estaba opacando por aquel chico que sólo le había traído disgustos pero… cuando se comportaba como su esposo era tan dulce que llegaba a olvidar los malos momentos. ¿Era eso amor? ¿Eso era querer a alguien? Ahora dudaba si su amor era Sakumo o estaba empezando a florecer entre su esposo y él.

 

“¿Me estoy enamorando de un Uchiha?” pensó tocando finalmente el flequillo de su esposo apartándolo de su rostro

 

- No puede ser – se aclaró – yo odio a los Uchiha, son ladrones y mentirosos.

 

- Es cierto, pero no todo lo que te cuenten de nosotros es verdad – le dijo Madara sin abrir los ojos.

 

- Entonces cuéntame la maldita verdad – exclamó Minato - ¿Quién eres en realidad? ¿Qué haces por las noches si no estás con las amantes que dicen que tenías?

 

- No puedo contártelo, Minato – exclamó – lo siento, prometí al Hokage no decir nada.

 

- Pero soy tu esposo.

 

- Lo siento, me encantaría poder contarte todo de mí pero no puedo, esta vez no, Minato.

 

- Dicen que sois unos ladrones. ¿Eso tampoco puedes contármelo? El segundo Hokage te odia.

 

- Es imbécil – dijo Madara de forma seria.

 

- Es el segundo Hokage, no tienes derecho a insultarle.

 

- ¿Si alguien es Hokage no puede ser un imbécil? – preguntó Madara.

 

- Cuéntame vuestro enfrentamiento.

 

- ¿Dejarás de odiarme si te cuento lo que ocurrió realmente entre nosotros dos en el pasado?

 

- Puede ser, al menos quiero saber con qué clase de persona me he casado.

 

- Está bien – dijo Madara aún tumbado abriendo los ojos para mirar aquellos impresionantes ojos azules de Minato - Nuestro enfrentamiento… se remonta a cuando el muy estúpido quiso matar a mi hermano. Lo hirió de gravedad porque no se fiaba de un Uchiha y trató de utilizar a su hermano Hashirama para destruir a mi familia. Mi familia tampoco se quedó de brazos cruzados, atacaron a los Senju. Hashirama y yo fuimos finalmente quienes pusimos fin al enfrentamiento y decidimos crear Konoha, una Villa de alianzas, claro que Tobirama, segundo Hokage, empezó a correr el rumor de que los Uchiha no éramos de fiar. Si juntamos eso con que mi padre se casó sin permiso con una Hyuuga, nos ganamos el odio de todos con rapidez.

 

- Nunca nos cuentan eso.

 

- Ya – dijo Madara – es mejor ocultar la verdad y cargarnos el muerto siempre a nosotros. Mi clan está bastante harto de tener que aguantar sus insultos. Menos mal que se cansó pronto del cargo de Hokage y se lo dejó a Sarutobi.

 

Madara abrió de golpe los ojos dándose cuenta de algo. Tobirama siempre había tratado de destruir a los Uchiha, siempre trató de vengarse de ellos por formar parte de Konoha, era amante de la guerra y no de la paz.

 

- ¿Qué ocurre? – preguntó Minato al verle incorporarse tan rápido.

 

- Puede ser él – dijo de golpe Madara – el asesino. No había pensado en él por ser el segundo Hokage pero… siempre nos odió y nos están echando la culpa de lo de tu clan a los Uchiha.

 

- ¿Vas a salir? – preguntó Minato y Madara le observó con cautela.

 

- No, estos días ni tú ni yo saldremos de aquí. No me moveré de tu lado hasta que te mejores.

 

- Pero… no puede ser él – dijo Minato de golpe pensando – yo nunca he coincidido con él, ni siquiera le he visto en persona. ¿Cómo habría hecho todo eso? Alguien del clan Uchiha debería de ayudarle para meter el veneno, ¿verdad? Pero se lleva mal con los Uchiha.

 

- Cierto – dijo Madara – esto es como un callejón sin salida.

 

La puerta sonó en aquel momento y Madara fue quien se levantó para ir a abrir. Minato que le siguió a cierta distancia por el pasillo, echó a correr hacia la puerta en cuanto vio a su madre tras ella, apartando de un empujón a Madara y abrazándose a su madre que traía unas bolsas con comida.

 

- ¿Qué pasa mi niño? – preguntó su madre con una cálida sonrisa.

 

- ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendido.

 

- Tu esposo me llamó, dijo que no podía fiarse de nadie excepto de mí, que una madre jamás pensaría en hacer daño a su hijo, así que he comprado todo diciendo que era para mí, no debería haber nada extraño, no he dejado que nadie se acercase a esta comida.

 

- Muchas gracias – comentó Madara cogiendo las bolsas.

 

- ¿Tan mal está la situación en tu clan? – le preguntó la madre sin apartar a su hijo.

 

- Hasta que descubra de dónde salió o quién metió ese veneno en mi casa, no me fío de nadie.

 

 


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