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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Madara no podía dejar de tocar el rostro de Minato, de apartar aquellos rebeldes mechones rubios de su rostro para observar mejor cómo cerraba sus ojos dejándose llevar por el beso de su esposo. Aprovechó en cerrar también los ojos y disfrutar de aquel momento, pocas veces podía tener a Minato tan dócil como en ese instante.


Era tan distinto la primera vez que estuvieron juntos a ese preciso momento. Minato no temblaba como su primera vez, ni sentía el miedo en él, sólo veía cómo quería disfrutar de su esposo. Finalmente podían decir que su matrimonio empezaba a funcionar con lentitud.


Los labios de Minato eran sumamente sensuales. Madara jamás pensó estar tan obsesionado y enganchado a los besos de alguien y mucho menos a los de un Namikaze que necesitaba libro de instrucciones para entenderle. Entendía el motivo por el que todos los Uchiha del bar babeaban por su esposo, era especial, lo vio desde la primera batalla que tuvieron, incluso antes. Lo vio desde aquella torre el día que Minato miraba el funeral desde la azotea de una de las viviendas de su clan. En aquel entonces aún no podía imaginarse nada del desenlace que tendrían, pero sus caminos se habían juntado y se alegraba de ello.


Madara rozó con sus yemas la cintura de Minato subiendo la mano bajo su camiseta provocando que gimiera con suavidad sin soltar sus labios. Aprovechó para levantar su camiseta con suavidad, arrastrándola por su pecho hasta quitársela finalmente deshaciendo el beso unos escasos segundos antes de volver a sus labios. Madara aún no podía creerse que tuviera allí a Minato tan sumiso como ahora.


Únicamente soltó su boca cuando rozó sus labios bajando por su cuello en dirección al pecho de Minato. Lamió con ferocidad su pectoral centrándose en sus pezones obligando a Minato a enredar sus dedos en el denso y oscuro cabello de Madara disfrutando de las atenciones de su esposo.


Siguió bajando hacia su pantalón besando cada centímetro de su piel hasta llegar al dobladillo. Minato no podía dejar de sonreír debido a las cosquillas que le estaban produciendo los labios de Madara sobre su cintura. Bajó el pantalón dejando su miembro al aire libre y cogiéndolo con su mano lo movió con dulzura masajeándole, creando jadeos en Minato que cerraba los ojos tratando de disfrutar del momento.


Madara lamió sus dedos introduciéndolos con lentitud en la entrada de Minato mientras sujetaba con la otra mano su miembro para lamerlo y succionarlo. Jamás pensó que un Uchiha acabaría así, pero ahí estaba disfrutando de los gemidos que su rubio esposo lanzaba al aire deleitándose por las atenciones que recibía.


Las manos de Minato rozaron los hombros de Madara antes de subir de nuevo por su largo y rebelde cabello oscuro, pero Madara dispuesto a jugar con él subió devorando sus labios nuevamente y cogiendo sus muñecas hasta colocarlas por encima de su cabeza mientras le mostraba una sonrisa divertida. Siempre le habían gustado los juegos y por fin, Minato aceptaba jugar con él.


- Sigue gustándote dominar – le dijo Minato con sus manos inmovilizadas.


- Siempre, soy un Uchiha al fin y al cabo – comentó burlón.


- Quiero sentirte – le susurró Minato rozando sus labios con los de su esposo - ¿Puedes hacerlo o no? – le retó burlón.


Madara cogió con su mano libre su miembro y se colocó mejor para entrar en él. Empujó con suavidad abriéndose camino observando el rostro de Minato contraerse al principio por un leve dolor y relajándose después cuando estuvo completamente en su interior.


- ¿Estás bien? – le preguntó Madara preocupado besándole la frente.


- Si, es un dolor aguantable – comentó Minato.


- Hacía semanas que no te tocaba, es normal al principio.


- Intentaré que no pase tanto tiempo para la próxima vez – le sonrió.


- Eso espero, aguantar tanto tiempo a tu lado sin poder tocarle cuesta.


Madara empezó a moverse con suavidad entrando y saliendo de él mientras Minato se agarraba con fuerza a la almohada con las manos y Madara se las sostenía sin dejar de mover su cintura. No podía soltar sus labios de los de Minato protegiendo cada sonido que salía de su boca, guardándoselo para él mientras disfrutaba del placer que le daba el cuerpo de su esposo.


Minato alzó sus piernas enrollándolas a la cintura de Madara para que pudiera llegar más hondo y consiguiendo, finalmente, que su esposo llegase al culmen del placer ahogando el gemido en la boca de aquel chico rubio que tenía la respiración acelerada al igual que él.


Salió de él con cuidado y sacando un pañuelo de uno de los cajones le ayudó a limpiarse antes de irse los dos a la ducha sonriendo. Estaban tan felices los dos, que no pudieron remediar repetir la experiencia en la ducha antes de que Madara se tuviera que ir a resolver algunas dudas que no dejaban de venirle al a cabeza.


- ¿Estarás bien si te dejo solo un rato? – preguntó Madara preocupado por él mientras desayunaban.


- Sí, tranquilo. Ve – le comentó Minato.


Madara decidió finalmente salir de su casa y es que tenía muchos sospechosos en mente, empezando por su hermano y su padre. Era sorprendente que fueran los primeros, ni él mismo se lo terminaba de creer pero ahí estaban, pasando siempre por su casa, atendiendo a Minato y no podía creerse que ninguno de los dos se diera cuenta de esto. Al menos Minato estaba completamente recuperado y eso le calmaba los nervios.


Llegó a su casa sorprendiendo a un Izuna que estaba sentado en el cojín del suelo frente a la mesa esperando a que su madre le sirviera la comida. Seguramente había vuelto hace poco de alguna misión con su equipo. Buscó con la vista a su padre pero no lo encontró.


- ¿Madara? – preguntó Izuna desconcertado – Creí que estarías con Minato.


- Está mejor, ahora dime un motivo para que no te corte la cabeza yo mismo por lo que has hecho.


- No sabía lo de la leche, ya te lo dije. No sé qué pudo pasar pero te aseguro, te juro por lo que más quieras que no tenía ni idea.


- Mientes. Le he quitado la leche y mejoró. Tú eras el único que estaba siempre a su lado. Debiste al menos notar algo extraño – le dijo cogiéndole del cuello de su yukata.


- No vi nada extraño – le gritó Izuna – te equivocas conmigo.


- Entonces papá. ¿Dónde está? Sois los únicos que entrasteis en esa casa.


- ¿No creerás que fue el papá? Venga ya, Madara. ¿Por qué atacaría a tu esposo cuando fue él quien planeó ese matrimonio?


- No, fue el Hokage porque le prometió algo a nuestro padre. Sólo aceptó por lo que sea que le ofreciera a cambio.


- Lo que me ofreció no es de tu incumbencia – se escuchó a su padre de fondo – si lo que te preocupa es saber lo que hice en tu casa te lo contaré. Estuve registrándola para saber si seguías con tu vida pendenciera o habías ido a dormir allí.


- No tengo ninguna vida pendenciera si es lo que tanto te asusta, estuve de misión y no, no dormía en casa. Podías haberlo preguntado directamente.


- ¿Cuándo? Si nunca se te ve el pelo por aquí y en tu casa cuando voy nunca estás.


- Bien, ya que según vosotros no sabéis nada… dadme un motivo para que ese veneno estuviera ahí si no habéis sido vosotros y nadie más ha entrado – comentó Madara.


- Mierda – exclamó Izuna de golpe con los ojos abiertos como platos – Yuka Uchiha.


- ¿Qué? – preguntó Madara sin entender nada.


- Es la hija del granjero, siempre voy a su casa a llenar la botella de cristal, tiene las mejores vacas del clan. El día que fui a rellenar la botella estaba ella en vez de su padre y me preguntó por ti y por mí, algo rutinario, no sé, no le di importante.


- ¿Le contaste que me había casado? – preguntó Madara.


- Sí, claro. Recuerdo que dejé la botella en un lateral para…


- ¿Te acostaste con esa loca que me acosaba dejando la botella a su alcance?


- Lo siento, no creí que estuviera aún interesada en ti. Era dulce y tierna – exclamó Izuna.


- Por favor, Izuna… ¿Es que tú siempre ves las cosas buenas de la gente? Sabías que estaba loca por mí.


- No creí que hasta el punto de querer matar a tu esposo, todas las mujeres del clan andan celosas y no han intentado asesinarle – dijo Izuna defendiéndose – Pero coincide, ¿no? La fecha es la misma, empezó a enfermar cuando llevé esa última botella y tiene acceso al bosque, puede tener alcance a las hierbas que te dijo el médico, ¿verdad?


- Busquémosla, ahora – le gritó Madara a su hermano y los dos salieron corriendo hacia las afueras del clan.


- Tened cuidado – se escuchó a su madre gritarles mientras ambos chicos se marchaban de allí corriendo por los tejados.


Madara aún no podía creer que su hermano se hubiera acostado con aquella chica descuidando la botella. Claro que tampoco podía suponer que esa chica estaría tan loca como para intentar algo así de estúpido.


- Dulce y tierna – murmuró Madara haciendo gestos de burla haciendo que Izuna le mirase indignado cuando le escuchó repetir sus palabras - ¿Cuándo un Uchiha es dulce y tierno? – preguntó sorprendiéndose.


- Yo que sé… yo lo soy – dijo Izuna.


- Tú eres un bicho raro. Todos somos orgullosos y altaneros, tú eres… extrañamente amable.


- Oh, gracias, qué cumplido viniendo de alguien que me ha llegado a considerar un asesino.


Llegaron a las afueras viendo la granja a cierta distancia y cruzaron el pequeño bosque hacia la muralla que delimitaba la villa. Vivían justo al límite, su casa estaba pegada a la muralla de piedra y podían ver las vacas pastando en el prado. Ambos ninjas frenaron en seco al ver a la muchacha alimentando a las vacas pero cuando ésta los vio, trató de salir corriendo dándose cuenta de por qué venían ambos. Izuna fue más rápido cogiéndola antes de que pudiera escapar y registrando sus bolsillos hasta que encontró algo de la hierba que habían estado buscando.


- Vaya, lo siento pero hoy no vengo a por más leche envenenada – comentó Izuna lanzándole el saco con la hierba a Madara que la olió comprobando que era el mismo que el de la leche.


- Increíble… una Uchiha intentando asesinar dentro del clan. No quería creer que fuera un Uchiha el que estaba tras los asesinatos a los Namikaze.


- ¿Crees que soy la única? – comentó la muchacha con sarcasmo sonriendo – por favor… me la dieron para que lo hiciera. Quieren ver a tu esposo tan muerto como lo deseo yo. Tú tenías que haber sido mío – le gritó a Madara.


- ¿Quién te la dio? – le preguntó cogiéndola del cuello.


- ¿Quieres saber quién busca a tu esposo? Ni siquiera sabes nada de ese chico con el que te has casado, no sabes su secreto ni el motivo por el que le buscan – sonrió la chica – estás demasiado ciego, Madara y ellos te lo arrebatarán.


- Dime quién es – le gritó Madara aún más enfadado cuando la chica cayó en sus brazos quejándose.


Madara sólo pudo cogerla mientras veía aquel kunai atravesando la garganta de la chica que se moría en sus brazos incapaz de volver a hablar. Ambos chicos miraron enseguida hacia la cima del alto muro de piedra que delimitaba la villa viendo aquella figura encapuchada moverse a gran velocidad lanzándose fuera de la ciudad.


- Alguien no quiere ser descubierto – comentó Izuna activando el sharingan.


- Joder – exclamó Madara viendo cómo la chica terminaba de morir sin poder hacer nada por ella.


- Sólo ha sido un peón, Madara – le dijo Izuna – hay alguien que ahora sabe que su plan ha fallado, volverá a intentarlo de otra forma.


 


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