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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Madara entró por casa agotado del duro día. Tratar con el Hokage, sus consejeros y el resto de gente le agotaba más que si hubiera estado todo el día de misión. Madara siempre había sido como un lobo solitario, le gustaba trabajar solo y quizá la gente empezaba a temerle un poco al darse cuenta que no le importaba su soledad sino más bien, lo a gusto que se encontraba en ella. Hacía las misiones y volvía siempre a su casa. A todo el mundo le empezaba a quedar claro que adoraba a su esposo y esa relación iba mejorando.


Había pasado un mes desde que Minato descubrió a Sakumo con su mejor amigo y éste no había vuelto a pronunciar palabra alguna ni de su amigo ni de su antiguo profesor. Madara únicamente había dejado entrar por el clan a la familia de Minato y a su actual profesor Jiraiya con el que siempre solía encontrarse cuando volvía a casa. Aprovechaba aquellos momentos para preguntarle cómo le iban los entrenamientos y es que el Rasengan lo tenía prácticamente perfeccionado, algo que le hacía sonreír al ver tan bien a su esposo. Era todo un ninja aunque jamás hubiera podido salir de la villa.


Jiraiya le saludó cuando ya se marchaba y Madara se despidió de él sosteniéndole la puerta mientras su vista cruzaba todo el salón hacia la puerta de enfrente que daba al patio interior. Allí debía estar Minato. Agradeció a Jiraiya que hubiera venido un rato a distraer a su esposo y cerró la puerta tras él sintiendo un gran peso que se le tiraba encima golpeándole la espalda contra la puerta recién cerrada mientras su esposo le besaba con pasión.


Minato al ver allí a Madara, no había podido evitar entrar corriendo y lanzarse contra él enrollando sus piernas a la cintura de su esposo mientras le besaba. Madara tan sólo pudo sostenerle colocando sus manos en su trasero mientras ambos se besaban con pasión. ¿Quién habría dicho que esos dos acabarían llevándose tan bien? Madara jamás se lo pudo imaginar pero ahora se alegraba de tenerle allí.


- ¿Qué tal el día? – preguntó Minato sonriendo.


- Como siempre, buscando a ese alumno que se esconde como la serpiente más rastrera y tratando de encontrar a los asesinos de tu clan. Cada vez estamos más cerca.


- Los asesinatos han cesado.


- Porque los Uchiha están vigilando tu clan – comentó Madara – el que está detrás de todo esto teme a los Uchiha y no se atreve a meterse con vosotros sabiendo que estamos de vuestra parte ahora. Aún así no podemos confiarnos, siguen ahí fuera y buscarán el momento oportuno para atacar.


- ¿Crees que sigo en peligro? – preguntó Minato.


- Sí pero yo haría lo que sea por ti, Minato. Me has mimado demasiado este tiempo, ahora no sabría vivir sin ti.


- Te amo – le susurró Minato aún agarrado por Madara mientras se acercaba de nuevo a él besándole esta vez con más suavidad y romanticismo.


- ¿Tienes hambre? – preguntó Madara susurrando en sus labios.


- Sí.


- Perfecto, porque iba a invitarte a cenar fuera.


Minato abrió los ojos sorprendido de aquellas palabras. Siempre había estado encerrado en su clan y luego en el Uchiha, apenas le dejaban salir, lo único que había visto de la villa era la casa de Sakumo y los rostros de los Hokages a las que iba de noche antes de casarse. ¿Iba a ver la villa? ¿Le dejaba salir finalmente?


- ¿Dónde quieres ir? – le preguntó Madara.


- ¿En serio puedo salir del clan? – le preguntó Minato aún dudando.


- Sí, pero conmigo. Sabes que es peligroso salir solo. Si prometes quedarte conmigo podemos ir donde quieras.


- Lo prometo.


- ¿Y bien? ¿Qué te apetece comer?


- Ramen – dijo sonriendo – sólo he comido el de mi madre y quiero probar el que hacen en la villa.


- De acuerdo, pues iremos a comer ramen. Hay un local algo lejano pero es el mejor. Venga, arréglate que nos vamos.


Minato se bajó enseguida y salió corriendo hacia el pasillo pero al llegar al marco de la puerta se dio cuenta de algo y volvió corriendo cogiendo las mejillas de su esposo entre sus manos y besándole de nuevo. En cuanto soltó sus labios, aún con los ojos cerrados, apoyó su frente a la de él.


- Gracias – le dijo soltándole para irse a por su ropa.


Madara se había quedado paralizado en el sitio, con su espalda aún contra la puerta y es que no podía negar que aquel chico, además de tener un fuerte carácter, podía llegar a ser el más dulce y tierno del mundo cuando se lo proponía. Ese chico se había convertido en lo más importante para él, le había conquistado lentamente y ahora le era imposible negarse que se hubiera enamorado. ¿Quién no se enamoraría de Minato? Era tierno, agradable, con una espectacular sonrisa, con ese cabello rubio como el oro más resplandeciente, con esos ojos azules como el mismo océano, con ese carácter fuerte cuando tenía que sacarlo, era simplemente perfecto y lo adoraba.


Decidió irse a la ducha para arreglarse pero cuando llegó, se encontró con que Minato ya estaba allí duchándose. Por unos segundos dudó si entrar o no pero cuando iba a marcharse, Minato al verle allí parado viendo su cuerpo desnudo le comentó que entrase con una sonrisa. Le hizo caso desvistiéndose y accediendo hacia el agua caliente aunque en su camino, no pudo evitar empotrar a Minato contra la pared besándole con pasión mientras éste se dejaba.


Madara rozó la cintura de su esposo con las yemas de sus manos acariciando todo su cuerpo subiéndolas en busca de su pecho. Minato gimió cuando aquellos ágiles dedos alcanzaron sus pezones provocándole una oleada de placer pero no estaba dispuesto a dejarse tan fácilmente. Sonrió y cogiendo las manos de Madara las apartó de él agachándose hasta quedar arrodillado con el miembro de su esposo a la altura perfecta de su boca.


Minato metió el miembro de su esposo por primera vez en su boca, jamás había hecho algo así y no sabía muy bien cómo hacerlo. Movió su boca intentando abarcar toda la extensión de su miembro aunque le fue imposible, apenas se quedaba a la mitad antes de que le entrasen las arcadas. Se desilusionó un poco pero Madara cogió su cabello con cierta fuerza a la vez que con dulzura y le indicó que no se preocupase, que la metiera sólo hasta donde él se sintiera cómodo. Madara estuvo con él indicándole cómo le gustaba que jugase con su lengua, cómo le gustaban los leves mordiscos y sobre todo, le indicó el ritmo que le volvía loco.


Aunque Madara le avisó para que se apartase cuando estaba llegando a su orgasmo, Minato no le hizo caso y siguió allí tragándose como pudo parte de aquel espeso líquido mientras la otra mitad corría por la comisura de sus labios barbilla abajo mezclándose con el agua de la ducha.


Madara se agachó a su lado besándole con pasión y metiendo su lengua en la boca de su esposo devorándola con impaciencia mientras masajeaba nuevamente su miembro y metía sus dedos en la entrada del rubio.


Entró en él en cuanto estuvo a punto y pese a saber que él ya no podría correrse nuevamente, se dispuso a hacer que su esposo disfrutase como nunca besando sus pezones mientras le embestía con fuerza contra la pared de la ducha. Minato se agarró a la fuerte espalda de su esposo dejándose embestir, jadeando y cerrando los ojos dejándose llevar por el placer hasta que se corrió en la mano de Madara que masajeaba su miembro.


Los dos sonrieron con complicidad descansando unos segundos antes de levantarse de nuevo para terminar de ducharse. Una vez acabaron, se vistieron y decidieron salir de casa para ir al restaurante. Minato estaba entusiasmado y hasta los guardias Uchiha sonrieron despidiéndose de él al ver que salía con Madara. Había estado tanto tiempo encerrado que se alegraban de que pudiera salir.


Minato creía que le llevaría a un restaurante pero no, Madara le llevó hasta un pequeño puesto donde no había mucha gente, pero él decía, que allí hacían el mejor ramen de toda la villa. Entró prácticamente corriendo dejándose llevar por aquel increíble olor y sentándose en una de las butacas. Madara no podía dejar de sonreír al verle tan feliz por haber salido fuera del clan.


Cenaron con una agradable conversación y Madara sabía que los rumores de que un Namikaze estaba caminando por la villa correrían y se expandirían como la pólvora, pero no pensaba dejar a su esposo siempre encerrado y menos estando él allí para protegerle. Madara tan sólo se ausentó menos de un minuto para ir al baño, el resto del tiempo estuvo siempre al lado de su esposo temeroso de que pudiera pasarle algo, pero un minuto era más que suficiente para que al regresar, no encontrar a su esposo.


El cocinero le indicó que Hatake había venido y se lo había llevado prácticamente a rastras así que salió y dio la vuelta a la primera esquina para ver a Hatake empotrando a su esposo contra uno de los muros besándole con pasión mientras Minato trataba de separarle sin conseguirlo. Fue Madara cabreado quien cogió la camiseta de Sakumo y lo empujó hacia atrás apartándole lo justo para darle un puñetazo tirándolo al suelo.


Sakumo se quedó unos segundos sin saber qué había ocurrido mientras Minato corría hacia su esposo colocándose a su espalda, agarrándose a su cintura con fuerza y con la mirada llena de miedo y lágrimas.


- Lo siento – le dijo a Madara agarrándose y éste pasó su brazo por la cintura de su esposo intentando calmarle.


- No pasa nada, Minato, ya está, estoy aquí – le dijo besándole la frente ante la sorpresa de Sakumo.


- Él siempre me ha amado a mí, te metiste en medio – le gritó Sakumo a Madara.


- Puede que siempre te amase, pero tú mismo le rompiste el corazón cuando decidiste tener algo más con su amigo. Aléjate de mi esposo o seré yo el que acabará contigo.


- Vete al cuerno, Uchiha – le amenazó – él jamás te amará.


- Le amo – gritó Minato defendiendo por primera vez a su esposo.


- Eso no es cierto, Minato – comentó extrañado Sakumo.


- Es cierto, le amo.


- No sabes lo que es el amor – le retó Sakumo.


- Sí lo sé. Sé que convivir con un Uchiha no es fácil pero me duele cuando no está cerca de mí, cada mañana al despertar lo primero que hago es mirar el otro lado de la cama esperando encontrar su rostro, esperando poder besarle para darle los buenos días. Me gusta cuando desayuna a mi lado y cuando hacemos cosas juntos. Sé que apenas podemos hacer algo porque no puedo salir del clan, pero me gusta cuando podemos hacerlo y tú me has arruinado la noche que debería haber sido perfecta. Estoy cenando con mi esposo y quiero cenar con él. No tenías derecho a meterte en medio. Amo a Madara Uchiha y es mi esposo, entiéndelo de una vez. Lo que hubo entre tú y yo está muerto y enterrado.


- Ya le has oído, Sakumo, déjanos cenar tranquilos.


- Vamos, Minato, lo que viste no es cierto. Aquel chico me besó.


- Sé muy bien lo que vi – le dijo – Eras tú quien le tenía retenido contra aquella pared y lo ibas a subir a tu casa. Te estás acostando con mi mejor amigo y no sé desde cuándo pero lo peor de todo… es que no me importa. Lo único que me importa en este momento es hacer feliz a mi esposo y vivir con él tranquilo, quiero estar con él. Déjame ser feliz y desaparece de mi vida.


- Nunca podrás ser feliz con un Uchiha, Minato. Ellos sólo sirven para la guerra.


- Entonces le enseñaré a ser dulce y atento. Todo el mundo puede aprender. Sé que nuestros clanes son muy diferentes, que les educan para ser guerreros sin sentimientos mientras que a nosotros nos educan para ser ninjas preocupados por nuestros aliados pero… él me enseñará a ser mejor ninja y yo le enseñaré lo que es la empatía. Aprenderemos el uno del otro. Conseguiré que este matrimonio funcione cueste lo que cueste, creo en él y podemos conseguirlo.


Sakumo tras escuchar las palabras de Minato sonrió y tras llamarle “insensato” se marchó de allí sin creer que Minato pudiera haberse enamorado de un Uchiha. A Minato le dio igual lo que pensase y se agarró con más fuerza a su esposo que pasaba el brazo por su cintura calmándole.


 


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