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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Lo que Madara pensó como una buena experiencia y una salida romántica entre ambos, acababa de convertirse en un desastre. No podía creerse que Sakumo se hubiera atrevido a semejante acción, besar a su esposo, era algo increíble que aún trataba de asimilar. Miró a su esposo mientras caminaban hacia el clan sintiéndole extraño. Seguramente estaba así debido a los nervios que había sufrido.


Aunque agarraba por la cintura a su esposo, éste cada vez se apoyaba más en Madara que sentía el peso del cuerpo de Minato caer sobre el suyo. Pesaba, su esposo pesaba y a veces sus pies se chocaban entre ellos sin poder coordinarse correctamente. Sentía cómo empezaba a respirar con cierta dificultad y se agarraba a él con fuerza.


- ¿Estás bien? ¿Necesitas que paremos y te calmas? – preguntó Madara.


- Estoy bien, en serio – le dijo Minato – sólo… un poco mareado. Yo no quería besarle.


- Pues yo sí quería pegarle – dijo Madara sonriendo haciendo que Minato sonriera – lo siento, pero no iba a negártelo, le tenía ganas desde hace tiempo y no lo hacía por ti. Hoy me ha dado motivos finalmente para poder hacerlo y me ha sentado muy bien.


- Te quiero pero… ¿Podemos ir a casa? No me encuentro muy bien – comentó Minato sonriendo.


- Claro, ven aquí, yo te llevo.


Madara lo cogió en brazos sintiendo cómo Minato pasaba sus brazos alrededor del cuello de su esposo y apoyaba la cabeza en su hombro cerrando los ojos. El olor que desprendía Madara a jazmín siempre le relajaba. Se quedó dormido prácticamente al momento agotado y Madara no quiso pensar nada extraño, incluso cuando sentía cómo una de sus manos se debilitó resbalando de su cuello y cayendo sobre el abdomen de un dormido Minato.


Al llegar a la casa, Madara metió a Minato en la cama cubriéndole con el futón. Minato dormía tranquilamente y acarició su cabello antes de salir hacia la cocina a tomar un vaso de agua. Volvió corriendo a la habitación al escuchar gritar a Minato y al entrar, se lo encontró con un kunai en la mano temblando de miedo y sudando. Se acercó a él con rapidez apartando su kunai y abrazándole intentando calmarle.


- Ey, estoy aquí. ¿Qué pasa?


- Yo… no lo sé, había algo.


- ¿Algo? – preguntó Madara extrañado viendo la desierta habitación – déjame ver tus ojos.


Madara observó cómo se dilataban aún más que la última vez y al tocar su frente, sintió la fiebre aumentar.


- Nos vamos al médico – le dijo Madara preocupado cogiéndolo en brazos.


- ¿Estoy enfermo? – preguntó Minato sin apenas voz.


- Creo que te han envenenado.


- Pero… no he vuelto a probar la leche – susurró.


- No es la leche – dijo Madara dándose cuenta de lo que era – creo que sé quien está detrás de todo esto.


Madara salió de casa dejando que Minato volviera a apoyar la cabeza entre su hombro y su pecho. Caminó con rapidez hasta la casa del médico Uchiha y llamó a la puerta como pudo escuchando cómo la respiración de Minato cada vez era más irregular. Abrió una mujer y al ver a Madara llevando en brazos a ese chico rubio se apartó con rapidez de la puerta diciéndole que pasara al fondo. La mujer fue a despertar a su esposo que bajó enseguida vestido con el pijama para examinar a Minato.


- ¿Dónde lo dejo? – le preguntó Madara.


- Encima de esa mesa – le comentó – Dios, está ardiendo – dijo el médico al ponerle la mano en la frente – prepárame un barreño con agua fría y toallas, hay que bajarle la temperatura. ¿Ha tomado algo?


- No – dijo Madara – pero creo que es el mismo veneno y sé quién ha sido.


- La dosis es bastante más alta que la última vez. Está avanzando con mucha rapidez, no sé si tendré algo para contrarrestar este veneno – dijo mirando la estantería.


- Pero eres médico – le dijo Madara.


- No, soy ANBU. A los Uchiha no nos dejan ser médicos, esto sólo es una afición de pequeño. No tengo nada aquí para venenos excepto los libros que estudio.


- ¿Qué necesitas? Lo buscaré. Sé quién puede tener el antídoto.


- Lo vamos a necesitar.


Minato susurró unas palabras que Madara trató de entender pero el médico le alejó de Minato haciéndole una señal con la cabeza en plan negación.


- No te dirá nada importante – le dijo – la fiebre está haciendo que delire. Esto va rápido, si no traes ese antídoto morirá en pocas horas. Podría ir yo a buscarlo.


- No, prefiero que te quedes cuidándole, sé dónde encontrar el antídoto.


- ¿Sabes quién le ha envenenado?


- Empezó a encontrarse extraño después de que Sakumo le besase.


- Si Sakumo le metió el veneno con un beso, es que sus labios estarían impregnados con el veneno. Debe tener al menos un antídoto para él. Es posible que se lo haya tomado ya.


- Tengo que intentarlo.


- Perderíamos mucho tiempo si no tiene el antídoto – dijo el médico.


- De acuerdo, ve al bosque y busca lo que necesites. No te preocupes por la orden del Hokage, yo respondo de tu salida, es algo urgente.


- Mi esposa se quedará a cuidarle. Estés donde estés te buscaré por el chakra y llegaré hasta ti con el antídoto.


- De acuerdo – dijo Madara saliendo de allí con un Kamui.


Se teleportó hasta la casa de Sakumo y antes de poder reaccionar, tiró de una patada la puerta abajo asustando a un sorprendido Sakumo que estaba sentado frente a su mesa del salón encima de un cojín.


- ¿Dónde está? – preguntó Madara enfadado.


- Estás completamente loco. ¿Cómo se te ocurre entrar así?


- Escúchame bien – le dijo Madara enfadado cogiéndole del cuello del yukata – si ese chico muere o sufre lo más mínimo, voy a descuartizarte lentamente y dolorosamente, tendrás la muerte más terrible que puedas imaginar y disfrutaré viéndolo. Dame el antídoto ahora.


- No lo tengo.


Madara cogió a Sakumo arrastrándolo tras de sí hacia el aseo. Ni se lo pensó cuando le metió la cabeza dentro del lavamanos que había llenado de agua. No pensaba ni siquiera en sacarlo a respirar pero le necesitaba vivo para que le contase dónde estaba el veneno. Lo sacó medio ahogado y tosiendo con violencia.


- ¿Dónde está el antídoto?


- No lo tengo – repitió.


Madara no entendía nada, siempre había dicho que amaba a Minato y ahora no quería salvarle. ¿Por qué? Ocurría algo y no sabía qué podía ser. Estaba muy cabreado y no iba a permitir que le ocurriera nada a su esposo.


- ¿Por qué? – preguntó extrañado Madara – Decías que le amabas. ¿Cómo puedes dejarle morir? ¿Cómo puedes envenenarle de esta manera? ¿Por qué asesinar Namikazes?


- No soy yo quien los asesina – dijo de golpe sorprendiendo a Madara.


- ¿Papá? ¿Qué ocurre? – preguntó un niño de unos nueve años desde la puerta.


- No ocurre nada, Kakashi, ve a dormir.


- Pero… - intentó hablar al ver a Madara.


- Es un viejo compañero que está enfadado.


- Es por él – se escuchó a Madara – han amenazado a tu hijo. Has entregado a Minato por salvar a tu hijo – dijo encajando todo y al no escuchar una protesta de Sakumo supo que era cierto. Le soltó alejándose de él.


- No lo tengo, en serio – escuchó que decía Sakumo – Querría ayudarte pero no puedo.


- Podemos proteger a tu hijo, puedo hacerlo pero necesito que cuentes conmigo. ¿Qué está ocurriendo?


- Tienes que volver a tu clan, irán a por él.


- No le pasará nada en mi clan.


- No. No lo entiendes, esos tíos no juegan limpio nunca – dijo Sakumo – le harán salir de la protección de los Uchiha y nadie es tan rápido como Minato, sabes perfectamente que si empieza a correr nadie en tu clan podrá seguirle. Está débil y van a ir a por él hoy mismo.


- Minato no saldría del clan Uchiha.


- Sí saldría si amenazan a su familia. Le atraerán a la trampa como hacen con todos.


- Joder, no debí dejarle solo – dijo saliendo corriendo y entonces se detuvo en la entrada – lleva a tu hijo a mi clan, le protegerán. Contigo ya pensará el Hokage qué hacer cuando todo se calme.


Madara salió con el Kamui hacia su clan pero cuando llegó a la casa del médico, la esposa estaba llorando y se disculpó mil veces con Madara aunque éste imaginaba lo que había ocurrido. Cuando leyó la nota que tenía la mujer Uchiha en las manos donde amenazaban a Minato, supo que Sakumo tenía razón, le habían hecho salir y nadie podía alcanzar la velocidad de ese chico.


- Mierda – dejó exclamar enfadado.


- Lo siento mucho, sólo salí un segundo a por más toallas – dijo la mujer.


- Tiempo suficiente para que él escape – comentó Madara – no es tu culpa, nadie puede seguir su velocidad, tranquila. Voy a encontrarle.


Debía haber ido al clan Namikaze, en la nota amenazaban a su familia así que debía haber ido hasta allí. Llegó en pocos segundos viendo ya a Sakumo allí frente al cuerpo de otro chico y cuando se acercó Madara, pudo comprobar que aún tenía constantes, seguía vivo. Apartó el flequillo del joven comprobando que era el mejor amigo de Minato.


- Le tienen – comentó Sakumo.


- ¿Buscan el secreto de los Namikaze?


- Sí – dijo Sakumo – no me explicaron para qué, sólo me utilizaban pero… intenté que no descubrieran que era Minato.


- Han matado a muchos Namikaze para encontrar a Minato. Hiciste que los matasen con tal de ocultar a Minato.


- Hice pensar que no sabía quién era a quien buscaban, intenté salvarle.


- Matando a otros – le recriminó Madara – eran chiquillos, tenían sus familias y les dejaste que les torturasen, les violasen y los matasen de forma cruel y despiadada.


- ¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué les entregase a Minato? – preguntó.


- Que les delatases a ellos.


- No iba a dejar que matasen a mi hijo.


- Pero mataron a los hijos de otros. Increíble… ellos confiaban en ti y los envenenabas para servírselos en bandeja a esos desgraciados. Fuiste tú, ¿verdad? Le facilitaste el veneno a esa chica de mi clan. ¿Por qué?


- No soportaba la idea de verte con Minato – dijo abiertamente – siempre le he amado, aún lo hago. Quería que siguiera pensando que eras un asesino, quería seguir teniéndole conmigo.


- Está al borde de la muerte por tu culpa.


Izuna apareció en aquel momento con algunos miembros de la policía Uchiha. Había tanto jaleo por el clan Namikaze que hasta ellos habían acudido a ver qué ocurría. A Madara no le quedó más remedio que contar que tenían a Minato aunque se ahorró contar lo de Sakumo, por ahora necesitaría su ayuda para encontrar a su esposo.


- ¿Cuánto tiempo pasó desde que desapareció tu compañero hasta que lo encontrasteis? – preguntó Madara a su hermano.


- Unas tres horas – dijo Izuna – no debió pasar más.


- Tres horas… se nos acaba el tiempo para encontrar a Minato. Que todos se pongan a buscar.


- Debe estar fuera de la villa – dijo Sakumo – tienen un escondite no muy lejos de aquí, al otro lado bajo unos despeñaderos.


- Llévame hasta allí – Le dijo Madara


- No irás solo – dijo Izuna a su hermano – no pienso dejar que vayas con él a solas. Podría llevarte a una trampa.


- Ahora mismo me da igual. Minato está muriéndose.


- El médico hace todo lo que puede, está preparando el antídoto pero no sé si le dará tiempo – comentó Izuna.


- Encontremos a Minato y traigámoslo por si el antídoto tarda en llegar hasta él. 


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