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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Los jadeos y las risas eran audibles entre la más densa de las penumbras. Una mano golpeó contra el empañado cristal dejando la marca en él. Fuera, la nieve caía sin cesar dejando un paisaje frío pero hermoso, dentro de la casa, el calor y los gemidos lo inundaban todo. La lujuria y el placer reinaban en la habitación.


Las nubes se apartaron tan sólo un segundo permitiendo ver la luna más grande de las últimas semanas, dejando que iluminase el cabello rubio al otro lado de la cristalera, iluminando el rostro de placer del joven que cabalgaba sobre el cuerpo de su esposo. Izuna, con la respiración entrecortada y la mayor de las excitaciones en su cuerpo, cogía con fuerza la nuca de Kazuto mientras movía su cintura sin cesar de arriba abajo profundizado sus embistes, disfrutando de la visión que le proporcionaba su esposo moviendo también su cintura para meterse su miembro una y otra vez, cabalgándole con los ojos cerrados y sin poder parar de susurrar su nombre.


Los labios de Izuna se curvaron en una gran sonrisa, le encantaba escuchar su nombre entre todos aquellos jadeos que le regalaba su esposo. Ejerciendo algo de fuerza con la mano que retenía la nuca de su esposo, levantó su espalda para alcanzar los tan ansiados labios de Kazuto, tragándose sus gemidos, bebiendo sus jadeos.


Sus lenguas jugaban abriéndose paso entre los sugerentes labios que se movían sin cesar movidos por la lujuria del momento, motivados por devorarse mutuamente, por agarrarse entre ellos disfrutando de aquel baile cargado de sensaciones, sonrisas y pasión.


Rompieron el beso unos segundos, segundos en que Izuna tomó las mejillas de Kazuto entre sus manos sonriendo, siendo feliz al fin viendo la felicidad del chico al que más había amado en su vida.


- Te amo – le susurró Izuna con la respiración entrecortada.


- Y yo a ti – susurró Kazuto con sus labios rozando los de su esposo.


- No pares – le sonrió Izuna consiguiendo que Kazuto también sonriera sin dejar de moverse.


Kazuto sonrió sin detenerse, jamás lo habría hecho, no hasta ver el completo placer en el rostro de su esposo. Sentía el abdomen de Izuna contraerse por el placer, los espasmos que no cesaban, cada vez más continuos hasta que un gran gemido, se dejó ir.


Una sugerente sonrisa salió de los labios de Kazuto segundos antes de depositar un sutil beso en la comisura de los labios de su esposo, apoyando su pecho contra el de Izuna descansando finalmente. Sintiendo el calor proveniente del cuerpo sudoroso de su esposo, apoyó la cabeza en su pecho y miró los copos de nieve caer lentamente hasta quedarse dormido bajo las suaves y delicadas caricias de Izuna.


Mientras tanto, en la base ANBU, otro ninja también miraba por la ventana el caer de los copos de nieve. Iluminado únicamente con una pequeña vela que se consumía lentamente dejando caer la cera sobre un platillo, movía entre sus dedos una pluma cargada de tinta.


Pensaba las palabras, una y otra vez las pensaba mientras sus ojos seguían pendientes de aquellos copos nevados que estaban dejando el mayor manto de nieve que jamás se hubiera visto en años en Konoha. Finalizó la carta y la cerró atando un hilo rojo al pergamino con gran maestría.


La chimenea de la oficina seguía encendida. La leña chisporroteaba ardiendo en aquel agujero mientras Tobirama posaba unos segundos sus ojos en ella. Sacó del cajón de la mesilla un sello y tras dejar caer un par de gotas de cera sobre el pergamino para sellarlo perfectamente, implantó su sello en él, identificándolo como suyo.


Aún llevaba el pergamino en la mano cuando salió de su despacho y caminó por el oscuro y solitario pasillo. Sus pasos retumbaban golpeando una y otra vez contra las paredes. Tan solo aquel sonido le acompañaba hacia las escaleras de subida. En lo alto de la torre ANBU, un ninja que se calentaba como podía en una pequeña caseta, salió a recibirle.


- Envíe esto inmediatamente – comentó Tobirama – es urgente. No cometa errores. Debe llegar con suma rapidez a las manos de Kazuto Namikaze.


- Sí, señor – pronunció el ninja sosteniendo el pergamino entre sus manos y buscando al ninja más rápido de la zona para mandarlo.


Tobirama regresó hacia su oficina. Estaba agotado pero no tenía fuerzas para volver a casa. Desde la gran guerra Ninja y la formación de Konoha como una próspera villa, su casa siempre había estado demasiado vacía. Actualmente hasta su sobrino se había marchado ya a su propia casa. El clan Senju se vaciaba por momentos. Tobirama cogió su capa ANBU y cubriéndose el rostro, salió del despacho.


 


Una figura encapuchada caminaba despacio abriéndose camino entre la penumbra y la nieve. Los muros de Konoha quedaban atrás, ni un ruido se escuchaba en aquel bosque, ahora completamente blanco por la intensa nevada. Las pisadas del hombre duraban poco en la nieve, la ventisca cubría sus huellas pero él no se detenía. Seguía su caminar hasta llegar al puente de Kusagakure, la Villa oculta de la hierba, lugar al que ningún ninja que no fuera de allí había conseguido encontrar. Tan sólo el puente indicaba que al otro lado, entre el extenso bosque, la ciudad permanecía oculta y perdida para todo el que no fuera originario de allí.


La figura se detuvo frente al puente esperando a su interlocutor. Nunca le había gustado esperar pero no le quedó más remedio que hacerlo. Transcurridos casi los veinte minutos más agonizantes de su vida, prácticamente sin sentir sus heladas manos pese a llevar los mejores guantes que se podían fabricar en la villa, aquel hombre apareció al otro lado del puente entre la ventisca.


Cansado, congelado y con ganas de acabar de una maldita vez aquel dichoso encuentro, se acercó hacia la figura. Ambos se encontraron a la mitad del puente. No quiso quitarse la capucha aunque su recién llegado sí lo hizo, dejando ver aquel largo cabello oscuro y esos ojos con la pupila de una serpiente.


-        No creí que me encontrarías en mi lugar secreto – comentó Orochimaru.


- Aún estás débil. Sólo tenía que buscar el lugar más asqueroso donde una serpiente como tú se ocultaría. Ningún ninja de Konoha se atrevería a entrar en ese bosque. Se perderían en cuanto accedieran a él.


- Si has venido para insultarme ya puedes volver por el sitio por el que has venido.


- He venido a hacer un trato contigo. Sé cuál es tu mayor deseo.


- ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber cuál?


- Deseas más que nada en el mundo apoderarte de los ojos de los Uchihas, quieres el sharingan.


- Todos los ninjas de este maldito mundo los desean. Eso no es nada nuevo – sonrió Orochimaru.


- La mitad de los aldeanos y ninjas de Konoha saben cómo fallaste la última vez en la captura de esos Namikaze. Buscabas el Kyuubi y lo perdiste. Ese chico Namikaze te dejó en ridículo.


- No fue él. Fue su esposo. Sólo un Uchiha puede vencer a otro Uchiha.


- Sabes que no es cierto – sonrió recordando que una vez casi mataron a Izuna – no son invencibles. Puedo darte un sharingan, pero deberías tener paciencia.


- Paciencia me sobra en este mundo. Soy inmortal – comentó Orochimaru con una lasciva sonrisa - ¿Qué estás planeando?


- Es obvio que enfrentarse a un Uchiha es un auténtico suicidio. No puedes enfrentarte a Madara, ni al líder del clan, ni siquiera a ese crío que te derrotó con tan sólo seis años.


- Itachi Uchiha, habría sido un excelente candidato. Sus ojos deben valer oro puro. ¿A quién propones?


- A Izuna.


- ¿Izuna? ¿Estás bromeándome? – se reía a carcajadas Orochimaru – corren rumores sobre él. Dicen que se está quedando ciego, que ya ni siquiera utiliza su sharingan en las misiones para preservar la poca vista que le queda. No quiero un sharingan dañado.


- Izuna se ha casado con un Namikaze.


- ¿En serio?


- Hace cuatro años. Un pobre chico traumatizado al que seguramente recordarás muy bien. El chico al que tú y tus secuaces violasteis y que dejasteis moribundo en el clan Namikaze.


- Un superviviente – sonrió Orochimaru – le recuerdo. Toda una sorpresa que siga vivo. Creí que le herimos lo suficiente para que ya estuviera en el otro mundo. Así que se casó con Izuna – sonrió aún más – Izuna siempre tuvo debilidad por las causas perdidas. Aun así, no veo en qué puede ayudarme esa información.


- Nadie en su sano juicio enfrentaría a un Uchiha pero… tienes la posibilidad de tener esos ojos que tanto codicias. Los hijos de Minato ya son mayorcitos y todo el clan les defendería, demasiado riesgo también ir a por ellos, pero nadie espera nada de Kazuto.


- Será porque no tiene nada que ofrecer.


- Ahí entras tú. Te encanta hacer experimentos. ¿Por qué no consigues que pueda quedarse embarazado? Te traerá al hijo de Izuna y será todo tuyo, un Uchiha todo para ti.


- Un plan absurdo. Necesitaría años para investigar cómo hacerlo, requeriría miles de experimentos con ese chico y no lo tengo en mi poder.


- Yo te lo traeré hasta ti. Encárgate de capturarle. Hace años que no sale de la villa, se hizo profesor de academia. Debe estar desentrenado.


Orochimaru dudó durante unos segundos. Todo aquello le parecía demasiado bueno para ser cierto, no conseguía ver la trampa pero debía estar ahí, en algún lugar. Ese hombre no le entregaría algo tan valioso sin más, había intenciones ocultas bajo todo aquel manto de aparente seguridad.


- ¿Qué obtienes tú? – preguntó Orochimaru mirándole fijamente a los ojos.


- Ver caer a Izuna. No volverá a ser el mismo sin Kazuto.


- Creía que queríais a Izuna en los ANBU.


- Izuna dejó los ANBU, está en la policía Uchiha.


- No me creo que simplemente sea eso.


- ¿El qué? ¿Venganza? Sólo es eso. Me vengaré de los Uchiha, de todos y cada uno de ellos, conseguiré hundir a Izuna en la más terrible de las miserias, vivirá un infierno en vida sintiéndose culpable por no haber podido ayudar a su esposo, por haberle perdido. Eso es lo que quiero. Nadie te ofrecerá un trato mejor que el mío y lo sabes – susurró aquella sombra encapuchada.


- De acuerdo. Tráeme a ese chico.


- Ese chico… está en camino – sonrió – mañana al anochecer estarán en el claro. Tiene una misión que no ha podido rechazar con un pequeño escuadrón shinobi. No deberías tener problemas ni tú… ni tus secuaces. Lleváoslo bien lejos, donde nadie pueda encontrarle.


- Esos experimentos… no serán agradables – sonrió Orochimaru – crear un útero desde cero no es como preparar un caramelo.


- Conseguiste la inmortalidad. Me parece que serás capaz de crear un simple útero que traiga a este mundo al Uchiha que tanto deseas. Esos ojos dependen de tus experimentos.


- ¿Cómo haré que se quede embarazado de Izuna?


- Cuando consigas implantar el útero… siempre podrás soltarle para que corra a los brazos de su esposo.


- Sería difícil volver a capturarle. Esos chicos escarmientan con el dolor, no volverá a ser el mismo chico que es.


- Entonces te conseguiré el esperma de Izuna y te lo traeré para que se lo inyectes a ese chico.


- Ese me parece un plan mucho más seguro. Una vez acabe el embarazo, yo me quedaré con el niño.


- Todo tuyo. No me interesa ese crío – sonrió la figura.


- ¿Tenemos un trato?


- Lo tenemos – dijo aquella profunda voz bajo la capa – recuérdalo bien, mañana al anochecer en el valle. Lleva a tus hombres allí y captúrale. Me da igual si quieres hacer creer que ha muerto para quitarte a todo el clan Uchiha de encima. Si no lo haces bien, los Uchiha rastrearan todos los bosques hasta encontrarte y darte caza. No puedes fallar.


- Sólo es un Namikaze. Nada podría salir mal.


- No lo subestimes. Fue ANBU y sigue siendo uno de los más rápidos. Además… es el mejor amigo del Hokage. Si le pasa algo, Minato Namikaze mandará a todos sus ninjas a buscarle. Asegúrate de que todo el mundo crea que ha muerto.


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