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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Pasaban de las cuatro de la mañana cuando Kazuto abrió los ojos sobresaltado sintiendo una presencia extraña en la casa. El cuarto estaba oscuro y al mirar por la empeñada ventana, aún podía distinguir que seguían cayendo aquellos copos de nieve. Los inviernos en Konoha eran duros y fríos. Pese a revisar toda la habitación con la mirada, nadie apareció ante sus ojos, el cuarto estaba desierto excepto por su esposo a su lado en la cama.


Resopló un segundo antes de coger aire de nuevo. Cerró los ojos apoyando su espalda contra la cabecera de la cama y llevó sus largos dedos hacia sus ojos intentando calmarse. Tan sólo había sido una pesadilla, una sensación extraña que le había revuelto un poco el estómago.


- ¿Estás bien? – preguntó Izuna medio dormido.


- Sí. Duerme – sonrió Kazuto – sólo ha sido una pesadilla.


- ¿Una pesadilla? – preguntó Izuna notablemente preocupado. Eran raras las veces que Kazuto tenía pesadillas desde que había conseguido librarse de aquellos traumas.


- No te preocupes. Estoy bien.


- ¿Estás seguro? No tienes buena cara.


- Ni siquiera creo que haya sido una pesadilla, ha sido más como una sensación.


- ¿Una sensación?


- Sí – comentó Kazuto observando cómo Izuna se incorporaba un poco y apoyaba también su espalda contra el cabecero de la cama para observarle mejor. Kazuto pensó las palabras antes de explicarse y sonrió antes de comenzar a gesticular con la mano – siento que después de un periodo de calma siempre viene una tormenta.


- Sí, el ciclo de la vida.


- Exacto, todo está sincronizado. Después de algo malo viene algo bueno y viceversa, el ciclo se repite una y otra vez.


- Tiene sentido. ¿Qué ocurre con eso?


- Pues que llevamos una larga temporada sin problemas – dijo Kazuto – como cuatro años y eso es mucho tiempo.


- Y crees que va a pasar algo malo – susurró Izuna sonriendo.


- La balanza debe inclinarse en algún momento. No me gusta hacia el lado al que debe inclinarse.


- No tiene por qué pasar nada. Quizá sólo es una sensación. Tú mismo lo has dicho, han sido cuatro años de tranquilidad.


- Por eso mismo, demasiado tiempo sin que suceda algo malo.


- No sé, Kazuto. Eres un chico inteligente pero últimamente todo está muy tranquilo. Hasta Tobirama parece haber calmado sus ansias de venganza desde que nos fuimos de su escuadrón. Sabes que confío en ti ciegamente. Si me dices que desconfías de alguien o de algo, yo te creo y haré lo posible para que estés bien.


- Ya lo sé – susurró Kazuto acariciando la mejilla de su esposo mientras apoyaba su frente contra la suya – Te quiero.


- Y yo a ti. Eres lo mejor de mi vida. Sé que últimamente he estado un poco susceptible con todo el asunto de…


- ¿De tus ojos? – preguntó Kazuto sonriendo – yo te quiero igualmente. No me importa el sharingan.


- Me asusta no poder volver a verte.


- Lo arreglaremos.


- No es cierto. Hemos visitado demasiados médicos, hemos probado demasiadas medicinas pero sigue siendo inútil. Mis ojos están perdiendo la luz.


- Encontraré una solución, te lo prometo. Yo siempre voy a estar a tu lado.


Izuna pasó su brazo por la cintura de su esposo y bajó un poco en la cama hasta conseguir apoyar la cabeza en el abdomen de aquel rubio que le había dado la más absoluta felicidad. Le amaba, cada día que pasaba lo amaba más si es que eso era posible. Se agarró con fuerza a él como si de un niño pequeño asustado se tratase, tratando de esconder su miedo a la oscuridad en lo más profundo de su ser, aquella oscuridad que le perseguiría en breve y que le impediría volver a ver las sonrisas de Kazuto, volver a perderse en aquel mar lleno de sentimientos que tenía su esposo por ojos.


Kazuto se quedó el resto de la noche con los ojos bien abiertos. Su mano no dejó ni un solo segundo de acariciar el suave cabello de Izuna, aquellas hebras morenas que se enredaban en sus dedos y le hacían sonreír por las cosquillas. Tras aquel trágico día, jamás había pensado que podría volver a sentir algo por alguien, pero aquí estaba, sintiendo lo más fuerte que jamás había sentido, el amor incondicional hacia su pareja, hacia un clan que ni siquiera era el suyo pero al que amaba, al que respetaba por la forma en que le habían acogido.


Sonreía sin poder evitarlo al ver la tranquilidad con la que dormía Izuna. Podía quedarse durante horas mirándole. Aún acariciaba su lacio cabello cuando vislumbró una sombra cruzar tras la ventana. El sol estaba despertando y supuso que podría ser algún ninja de la villa.


Kazuto se levantó de la cama alejando con dulzura a un Izuna que se agarró con rapidez a la almohada al presentir que le faltaba el apoyo de su esposo. Sonrió antes de colocarse la camiseta que había en el suelo y salió de allí en dirección al jardín.


No tuvo que salir mucho trozo para descubrir al ninja que había visto por la ventana. Estaba bajo el cerezo del jardín observando aquellas ramas ahora sin pétalos, ramas cubiertas de nieve. Todo estaba completamente blanco. Su cuerpo tembló unos segundos al haber salido tan sólo con aquella fina camiseta y es que dentro de la casa se estaba demasiado caliente. Ni siquiera se había parado a pensar un segundo en que la noche anterior había nevado.


- ¿Puedo ayudarte? – preguntó Kazuto.


- Traigo una carta urgente para Kazuto Namikaze – le dijo mientras estiraba el brazo hacia él con la carta.


- Es de los ANBU – comentó sorprendido – se habrán equivocado, hace años que no estoy en ese escuadrón.


- No es un error. El mismo Tobirama especificó que era para usted. Tenía que entregarlo en persona.


Tal y como Kazuto tomó la carta en sus manos, el ninja la soltó desapareciendo en una nube de humo blanco. Kazuto se había quedado paralizado, no era normal que le llamasen a él precisamente, llevaba cuatro años fuera del escuadrón, cuatro años de feliz matrimonio con un esposo que también había dejado el cuerpo ANBU para meterse en el cuerpo de policía del clan Uchiha. Todo era muy extraño.


Entró en la casa con rapidez acercándose a la chimenea. La tenían apagada por las noches, pero Kazuto en aquel momento, buscó un par de troncos y la encendió tras hacer un par de sellos con sus manos. Agradecía enormemente que Izuna le hubiera enseñado algún sello del elemento fuego, siempre le era de utilidad pese a no ser tan bueno como lo eran los Uchiha.


Se sentó en uno de los cojines frente a la pequeña mesa de madera y abrió el sello de cera desplegando el pergamino. Sin duda alguna era la letra de Tobirama y le pedía, casi le suplicaba que fuera a una misión. Aquello le resultaba extraño pero al leer la última línea, los ojos se le abrieron como platos, no tenía duda alguna que él mismo tenía que intervenir en aquel asunto. Resopló, no tenía más remedio y tenía que partir.


Caminó hasta la habitación para buscar su uniforme y se cambió con rapidez colocando las armas en el cinturón. Al girarse hacia la cama, observó a Izuna aún durmiendo plácidamente. No pudo evitar sonreír al pensar en aquella excitante noche que habían tenido. Se acercó a la cama apoyando su pecho contra el de su esposo para darle un tierno beso en los labios. Izuna ni siquiera se despertó ante el contacto.


- Te quiero. Volveré – le dijo Kazuto apartándose de él.


Tras dejarle una nota en la cocina sobre la bandeja con el desayuno, guardó la carta en un lugar seguro y se marchó a la misión.


Kazuto llegaba a las grandes puertas de la villa cuando vio a la lejanía una silueta conocida. Habían llamado también a Sakumo. Terminó de caminar hasta él y apoyó la espalda contra uno de los postes dispuesto a esperar también al compañero que faltaba.


- Así que también te han llamado a ti. Debe de ser algo importante – dijo Sakumo.


- Eso parece. Lo que me extraña es que en un asunto tan delicado como éste y con tus antecedentes te hayan llamado a ti precisamente – comentó Kazuto.


- Llevo cuatro años redimido por mis actos.


- Pero tu pasado sigue ahí. Lo que hiciste no puedes cambiarlo, Sakumo. En esta misión no deberías estar aquí.


No tardó mucho en llegar el compañero al que esperaban. Kazuto aún consiguió ver a la lejanía, oculto tras el tronco de un árbol a Kakashi, el hijo de Sakumo y antiguo alumno de Minato que ahora se había convertido en ANBU. Quizá no había perdonado a su padre por todo lo que hizo en el pasado pero estaba allí. No querría acercarse a despedirse de él pero estaba claro que aún sentía afecto por él, al fin y al cabo, siempre sería su padre.


- Tu hijo está tras el árbol – le dijo Kazuto comenzando a caminar fuera de la Villa.


- Lo sé. Desde que salí de prisión apenas hemos hablado. Supongo que nunca me perdonará todo lo que hice.


- Te quiere igualmente. Acabemos rápido esto, no quiero estar mucho tiempo fuera de casa – comentó Kazuto saliendo finalmente por el gran portón.


El camino fue largo pero llegaron a su destino al atardecer. La aldea no era muy grande pero eso facilitaba los rumores que estaban buscando. No tardaron en encontrarlos pero Kazuto… supo lo que aquellos rumores que les habían mandado a buscar serían la muerte de mucha gente. La Villa de Konoha tenía un traidor y no era Sakumo.


- Hay que volver a la villa – comentó Kazuto – esta información la van a necesitar con urgencia. No podemos permitir que el traidor ande suelto por ahí.


- Es posible que el traidor sepa de nuestra misión – comentó Sakumo.


- Si sabe de nuestra misión, estamos muertos – dijo Kazuto – no dejará que llevemos el nombre del traidor. También lo sabes, ¿verdad? – sonrió Kazuto hacia un Sakumo que no apartaba su vista de Kazuto, pero movía su mano muy despacio hacia la empuñadura de su katana.


- Tú eres más rápido, sólo tú tendrás una oportunidad si es que la hay – comentó – corre – le gritó Sakumo en el mismo momento en que sacaba la espada para romper un par de kunais que volaban hacia ellos.


- Eres idiota, no voy a dejaros aquí – le dijo Kazuto sacando uno de sus kunais.


- El idiota eres tú. Nos matarán a los tres. No soy tan rápido como tú. Si alguien puede llegar eres tú. Lárgate, los entretendremos todo lo que podamos para darte ventaja.


- Habrá más en el bosque.


- Nadie ha dicho que fuera a ser fácil – le sonrió Sakumo – vete ya.


- Esto es un maldito suicidio – se quejó Kazuto justo cuando lanzaba el kunai hacia la inmensidad del bosque – Confío en ti pese a tu pasado.


Sakumo se quedó estático y paralizado al escuchar aquellas palabras. Realmente le animaron pese a saber que todo estaba perdido en aquel momento. Él no saldría de aquella, tampoco saldría su compañero y era muy posible que tampoco lo hiciera Kazuto, pero al menos saber que Kazuto le perdonaba por aquel suceso le haría irse tranquilo. Tan sólo un rayo amarillo fue lo que vio antes de que desapareciera de sus ojos.


- Vuelve con Izuna – susurró al viento frenando el ataque de otra katana que venía hacia él, un ninja de la Villa del Sonido.


Ambos ninjas aguantaron todo lo que pudieron aquel combate en el que los secuaces enemigos no dejaban de aparecer. El bosque debía estar plagado de ellos y pese a las heridas que se iban originando el cuerpo de ambos ninjas, trataron de ganar el máximo tiempo posible hasta que una katana cruzó la espalda de Sakumo saliendo su punta por el abdomen. Sakumo supo que allí terminaba todo para él. Sólo una imagen le vino a la cabeza, su hijo. Sólo esperaba que su hijo fuera mucho mejor ninja y mejor hombre de lo que él había sido en vida. Con aquel pensamiento, dejó que las fuerzas le abandonasen y sus ojos se cerrasen para no volver a abrirse jamás.


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