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Hush por YumE MusuMe

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Notas del capitulo:

 



100  T h e m F a n f ic t i o n  C h a l l e n g e:


 


S . i . l . e . n . c . e .

¿Kenny? ¿Estarás bien sin mí?

 

Dio un par de vueltas sobre la cama intentando envolverse en las sábanas, se sentía incómodo, molesto consigo mismo. Suspiró un par de veces tomando valor para girar su rostro hasta el muro a su derecha para ver la hora en el reloj: las ocho de la mañana. Durante toda la noche no había más que dormitado un par de minutos, pues estaba realmente abrumado ante los recuerdos y la voz de su mejor amigo, sentenciando que era el final. Sí, él lo consideraba su mejor amigo. Lo eran.

 

No, él era un traidor.  Era un estúpido que no merecía el privilegio de ser el mejor amigo del otro.

                                      

Durante años pensó que Cartman era lo más cercano que tenía, ya que Kyle y Stan eran los súper mejores amigos, pero pronto descubrió que todo era un error. La realidad era que la relación entre el judío y el del pompón no iba del todo bien, pues el pelirrojo decidió enamorarse del otro y el gordo se alejó por completo de él cuando las tetas de Wendy Testaburger aparecieron frente a sus grasosas carnes. Fue en ese momento, al quedarse ambos solos, cuando quiso asegurarse de que  Marsh estuviera bien con la nueva relación de Eric y su ex novia, que comenzaron a ser cercanos.

 

Miró el techo un momento, intentando no pensar en nada en particular, tratando de alejar la voz de Stan Marsh de su mente, pero era algo más difícil de lo que creía, pues, cuando lo escuchó hablar, sintió que el mundo se detuvo. Eran esas palabras ensordecedoras algo con lo que jamás esperó toparse, pero ahora, tenía que enfrentarlas y luchar contra ellas por él mismo y por el otro.

 

¿Otros cincuenta, treinta, diez años así? Ni siquiera estoy seguro de que pueda resistir un día más...

 

r13; ¿Kenny? r13;escuchó la voz de su amigo judío llamarle. Lo buscó con la mirada sin mucho interés de hallar a quien le llamaba r13; ¿En serio piensas quedarte aquí de nuevo?

 

Llevaba cerca de una semana evadiendo a Stan Marsh. No quería verlo, no se atrevía. Sabía que en el fondo estaba mal que actuara así con alguien que le importaba tanto, que necesitaba reaccionar y tomar el valor para confrontar las ideas estúpidas de su mejor amigo, que necesitaba ser fuerte para la persona que amaba y que era su obligación decirle lo que sentía por él, pero no estaba listo.  Cada vez que pensaba, siquiera, en confesarse, en plantarse frente al otro y decirle lo mucho que lo quería, sentía un vacío en el estómago que se expandía a lo largo de su cuerpo, un escalofrío lo rozaba y perdía noción de lo que estaba haciendo. Al final, un amigo ya había tratado de confesársele, y aunque eran los mejores amigos, se terminaron alejando. Él no quería eso, pero tampoco era lo suficientemente fuerte como para protegerlo de sí mismo.

 

r13;Hola, Kyle… r13;era un estúpido y no sabía cómo tomar la decisión que necesitaba r13; ¿Qué haces aquí?

 

r13; ¿Piensas seguir esquivando a Stan y a los demás? r13;gruñó desde el marco de la puerta. r13; No puedes seguir huyendo, Kenny.

 

El pelirrojo sabía todo lo que ocurría. No era tonto, después de todo, sólo era un judío que no sabía lidiar con la ética y la moral que se le presentaba en la vida, en especial, la que su madre intentaba ponerle enfrente. Además, él ya había pasado por lo que Kenny, es decir, años atrás había confesado su amor por Marsh, pero su insistencia fue tanta, que aunque su, en aquel entonces, mejor amigo le dio una oportunidad a la relación entre ambos, no pudieron tener la misma confianza al romper, lo cual ocurrió tan sólo un mes después de iniciar.

 

También estaba enterado de lo que ocurría en la cabeza de Stan, debido a que el rubio más pobre del pueblo le había contado con histeria. Recordaba su rostro lleno de lágrimas y su voz entrecortada. En un inicio no supo cómo reaccionar: aún amaba al chico de cabellos azabaches, pero no podía interferir, ya que el voto de confianza no le había sido otorgado desde que arruinó su amistad, o así lo veía él. Su única solución, ahora que sabía lo mal que el otro se sentía, era que Kenneth lo cubriera y se encargara de proteger a Stan en su lugar. Era algo que ambos deseaban, al final, y muy probablemente, también el depresivo gótico lo deseaba.

 

r13; No sé de qué hablas, Kahl r13;sonrió falsamente, como sólo él podía hacerlo. r13; Me he sentido enfermo.

 

r13; ¡No puedes engañarme, Kenny! r13;gruñó con frustración, avanzando y sentándose en la orilla de la cama. Kenneth no tuvo otra opción que enderezarse para poder mirarlo. r13; ¿Esperas que crea que de verdad es una coincidencia que no te aparezcas en la escuela después de la crisis que tuviste por lo que Stan te dijo?

 

r13; Vamos, Kahl r13;había sido descubierto. Sonrió ligeramente. r13; Tú sabes que no quiero estar…

 

r13; ¡No aparece, Kenny! r13; le interrumpió con fuerza. r13; Stan no ha aparecido desde ese día, Kenneth McCormick r13;sus ojos se llenaron de lágrimas.

 

 El silencio reinó durante varios segundos. La última oración dio vueltas y retumbó en su cerebro rubio repetidas veces, tragó saliva y rascó un par de veces su cabeza, batiendo su ya despeinado cabello. Miró a todos lados, no sabía que estaba pasando, pero sabía que estaba aterrado. Las palabras del otro, si es que estaba hablando, ya no le llegaban. Todo a su alrededor estaba borroso y era difícil encontrar coherencia en sus reacciones. Llevó su mano hasta su frente, oprimiendo y tratando de aclarar sus ideas y esforzándose. Cerró el puño y comenzó a golpear su frente con poca delicadeza, cosa que afectó totalmente al pelirrojo, que intentó detenerlo, sosteniendo con dificultad sus manos a los lados.

 

r13; ¡Basta, Kenny! r13;intentó sacarlo de su ataque de ansiedad, un padecimiento que sufría desde muchos años atrás y que él no sabía frenar, de hecho, sólo Stan Marsh sabía cómo hacerlo. r13; Necesitamos hacer algo, no sentarnos aquí a llorar.

 

Era cierto, respiró un par de veces, intentando calmarse, y con los ojos enrojecidos, al borde del llanto, trató de detener la taquicardia que estaba experimentando como resultado de aquel ataque. Pasó saliva y trató de concentrarse en los verdes ojos que lo miraban aterrados al igual que él mismo.

 

r13; ¿Qué… qué hacemos? r13; Kyle lanzó una risita cínica mientras negaba con la cabeza. Eso lo confundió realmente, ¿qué había sido tan gracioso?

 

r13;No, Kenny, yo no haré nada r13; ya no le dolía, ya no era una molestia, pues había aceptado que la única persona que podía ayudar a la persona que amaba, era el rubio frente a él. r13;Tú harás algo, y ese algo es hablar con él.

 

Ambos se miraron durante un par de minutos, aunque a Mc Cormick le costaba sostener la vista en el otro. Sentía culpa y dolor, era como si el judío le dijera con los ojos todo lo que él mismo sabía que estaba haciendo mal. Quizás, en realidad, no trataba de comunicarle nada y era la culpa la que lo hacía sentir de esa forma insegura.

 

Lo pensó un momento: necesitaba buscarlo, hablar con él, pedirle que se quedara a su lado, decirle lo mucho que lo amaba y lo necesitaba. Pasó la vista por toda la habitación, por sus muros azules llenos de posters de celebridades y fotografías de él y sus amigos, la puerta de madera cerrada del armario, su buró viejo y su superficie llena con los objetos que cargaba a diario como condones, monedas y su móvil, sus sábanas y edredones de cuadros celestes y blancos y, finalmente, Kyle y sus ojos rojos, llenos de lágrimas y rogando porque tomara conciencia de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

 

Todo parecía estar distante, como si fuera un plano distinto o sólo estuviera soñando. De pronto, el peso cayó sobre él y, sin siquiera pensarlo, se puso de pie, se calzó los primeros zapatos que halló, unos vans viejos y de color negro, y salió de la habitación.

 

r13; ¡Kenny! r13;se asomó a buscarlo desde el interior, colocándose en el marco de la puerta. Sólo alcanzó a divisar su pijama gris de franela mientras bajaba corriendo por la escalera. No se movió de su lugar mientras el otro huía, mucho tiempo atrás se había resignado a que el rubio era el indicado para cuidar a Stan y, en realidad, lo odiaba por eso y cada día crecía más su envidia, pero de eso iba el amor, de dejar al otro ser libre y de ser libre él mismo, o al menos eso le había dicho su mamá y sonaba perfectamente lógico para él.

 

Kenneth ni siquiera cerró la puerta de su casa, no le importaba. Corrió a toda velocidad por las calles llenas de nieve. Ya no importaba si su ropa se humedecía o si la hipotermia lo mataba, sólo una cosa era relevante: Stanley Marsh.

 

Stan.

 

Kenny, estoy cansado. Si me preguntaras si quiero despertar, sin duda alguna diría que no.

 

Su mejor amigo.

 

Ya no quiero, Kenny. Quisiera no despertar.

 

La persona que amaba.

 

No supo cuánto tiempo corrió, pero a cada paso parecía ir más lento que antes, tanto así que, aunque no pasó ni un cuarto de hora, sentía que jamás podría llegar a donde el otro vivía. Miró la casa de su mejor amigo con temor mientras jadeaba cansado. Colocó su mano sobre el pecho, sobando ligeramente con la esperanza de sentirse más relajado. Suspiró y tocó un par de veces a la puerta.

 

Nada.

 

Volvió a tocar, esta vez el timbre. Pegó la oreja a la puerta, tratando de escuchar algo, y aunque escuchó voces, una riña, no identificaba qué o quién hablaba. Alcanzó a identificar el sonido de los pasos de alguien acercándose y echó hacia atrás su cuerpo para que nadie sospechara que intentaba espiar.

 

La puerta se abrió y Sharon Marsh apareció con algunos papeles arrugados en la mano. Sus ojos estaban enrojecidos, claramente era ella quien peleaba, probablemente con su marido. Todos sabían que Randy era un idiota, pero sin él, South Park no sería ni la mitad de interesante que había sido hasta ese momento. La madre de su amigo no lucía muy feliz de verlo, ni siquiera lo saludó al verlo y la cortesía era una de sus cualidades.

 

r13; Hola, señora r13;susurró intentando sonreír. r13; Me preguntaba si Stan… r13;apenas mencionó su nombre, la mujer rompió en llanto.

 

r13; ¡¿Ves lo que hiciste, Kenneth?! r13;apareció Randy gritando de forma exagerada,  como siempre, y abrazando a su esposa. r13; ¿Tenías que venir a buscarlo el día de hoy?

 

r13;N-no comprendo r13; miró a los progenitores del amor de su vida. Eran algo así como sus suegros, ¿o no? r13; ¿Qué pasó?

 

r13; Tu amigo te dejó esto r13;le arrebató a su mujer un par de las hojas que sostenía y se las entregó al rubio. r13;Ahora, haznos el favor de no volver. Todo es tu culpa y no queremos volver a verte.

 

Recibió las hojas desordenadas mientras le cerraban la puerta en la cara. No comprendía que sucedía, pero conforme el tiempo pasaba, su corazón se aceleraba. No parecían buenas noticias, sin duda alguna todo estaba mal.  Miró las hojas: era, sin duda alguna, la letra de Stan. Las palabras eran sombrías, lúgubres, probablemente era una carta hablando de su depresión y lo que la provocaba, aunque aún no tenía claro el por qué habían dicho que sólo dejó eso.

 

Tuvo miedo, quizás ya no quería volver a verlo y por eso su familia estaba tan furiosa con él, después de todo, ellos sólo lo protegerían. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras comenzaba a caminar mientras leía los arrugados papeles. Por un día, ya había sido demasiado pánico para su cuerpo. El suspenso lo mataría.

 

Jamás creí que llegaría a amar a alguien, pero, ¡qué equivocado estaba! Kenny, terminé queriéndote como nunca alguien te querrá…

 

Era una linda carta. Quizás sus padres estaban alterados al descubrir la homosexualidad de su hijo. Suspiró aliviado, la alegría recorrió su cuerpo entero al leer esas palabras, pues siempre creyó que su amor era unilateral, que el otro jamás le correspondería. Entonces, cuando sintió un alivio, leyó su peor pesadilla.

 

Nunca conocí a nadie tan caprichoso o egoísta. No soporto un día más viéndote excluirme de tu vida…

 

Se detuvo de golpe a mitad de la calle, justo en el arroyo, al leer las palabras que su mejor amigo había escrito. Oprimió con fuerza las hojas temiendo lo peor, sintiendo miedo a seguir leyendo, pero sin poder evitarlo. Una fuerte presión se acumuló en su pecho y crecía hasta el estómago, quemando y lacerando su alma y sus emociones, sus piernas temblaron y su corazón parecía querer salir de su cuerpo. Nada existía en ese momento: ni los pájaros cantando, ni los niños gritándole advertencias, ni la bocina del auto que no alcanzaría a frenar.

 

… cuando leas esto, Kenny, ya no estaré en este mundo y me disculpo por ser tan cobarde y no habértelo dicho…

 

Todo se tornó oscuro por unos minutos, confuso. Parpadeó un par de veces de forma lenta, el dolor era punzante y recorría todo su cuerpo. Estaba listo para morir, sabía que lo haría, pues el auto lo había lanzado unos metros más adelante. Su rostro, impávido,  miró el cielo azul, limpio, ni una nube había en él. Sonrió, aunque su rostro no cooperaba mucho, al encontrar el parecido con el color de su habitación y era ese mismo color, el favorito de Stan Marsh.

 

La gente se acumuló alrededor de su cuerpo maltrecho, doblado y herido. Un charco de sangre comenzó a emanar de él mientras sus ojos dejaban de reaccionar y, poco a poco, se cerraban, quizás para siempre. Lo último que supo fue que la sirena de una ambulancia se escuchaba a lo lejos.

 

Adiós, Kenneth Mc Cormick.

 

Había escuchado que decían que la incapacidad de aceptar una pérdida era una forma de locura. Tal vez era cierto, pero a veces, creía él, era la única forma de seguir vivos. ¿Sería acaso que él ya lo había aceptado?


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