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Momentos por SaraChan

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Notas del capitulo:

A diferencia de los capítulos anteriores, este se desarrolla inmediatamente después de los sucesos del anterior capítulo. El cocinero del amor mueve ficha, ¿qué hará el espadachín testarudo?

~Nota: Los capítulos anteriores a este ya han sido corregidos~

De alguna manera…

… sentía que no iba a poder llevarse bien con ese cejas de sushi.

Y por eso no le hacía ninguna gracia encontrárselo a solas ahí. ¿Por qué ese estúpido cocinero tenía que estar en la cocina?

No… bueno, eso era normal, suponía. Pero esa no era la cuestión.

Los otros dos idiotas de la tripulación habían hecho tanto ruido al ir al cuarto de los chicos que Zoro había tenido que esforzarse mucho por seguir fingiendo que estaba dormido en vez de levantarse y desquitarse con ellos. A pesar de que éstos no habían tardado mucho en dormirse, para el espadachín ya había sido demasiado tarde.

No era capaz de volver a conciliar el sueño.

Irritado, justo recordó que no había comido nada ese día. Su estómago secundó la moción con un gruñido. Y por eso se había levantado, y a pesar de las leves punzadas de dolor que la herida le propiciaba con sus movimientos (muchísimo más leves de lo que cabría esperar, cosa que agradecía), salió de la estancia para encontrar algo que llevarse a la boca.

Y ese era el motivo de que ahora estuviera ahí, contemplando inquisitorialmente a un rubio que le miraba con sorpresa.

Un suspiro atravesó la sala.

-          Y la oruga pervertida salvaje apareció.

-          ¿¡A quién estas llamando oruga, jodido idiota!?

Sanji se vio en apuros para contener una carcajada al percatarse de que Zoro ignoró la parte de "pervertido".

Sonrió.

-          Va, va, no te enfades. Estaremos en problemas si tu herida se abre o algo, no sabemos cuánto tardaremos en llegar a una isla. Siéntate.

Zoro parpadeo, levemente impresionado por el natural comentario de su nuevo compañero de viaje. Se sentó en la mesa.

-          Te has adaptado pronto a la vida pirata.

-          ¿Hmm? ¿Por qué dices eso?

-          Me dio esa impresión.

-          Oh, bueno, no tengo recuerdos de mi vida fuera de un barco. Ser pirata o cocinero del mar es bastante similar. Para mí, no ha cambiado nada con respecto a ayer. Pero bueno, más importante que eso – Sanji se acercó a la mesa con sus manos ocupadas. Zoro alzó una ceja. – Supongo que has venido aquí porque tenías hambre. Son las sobras de la cena, no esperes más que eso a estas horas.

Zoro observó la comida que acababa de aparecer ante él. ¿Sobras? ¿En serio? ¿Con la buena pinta que tenía y lo elaborado que parecía todo, ese cocinero lo había llamado sobras?

No iba a quejarse, eso desde luego.

Comenzó a comer despacio, pero no pudo evitar detenerse cuando el primer bocado explotó sus papilas gustativas.

Delicioso.

Disimuló. Con un movimiento imperceptible, dirigió una rápida mirada al autoproclamado cocinero de ese manjar hecho a base de “sobras”. ¿Cómo Luffy había conseguido que alguien como él se uniera a una tripulación pirata? ¿Qué era lo que se había perdido al irse con Usopp?

Bueno, una cosa estaba clara. Con un cocinero como ese su capitán nunca volvería a quejarse por hambre.

Le intrigó la mirada mal disimulada, pero rápida, que ese tal Sanji le acababa de dirigir. Siguió comiendo, a la espera.

-          ¿Cómo está la comida? – la falsa indiferencia hizo bastante gracia al espadachín.

-          Bien, supongo que al menos se puede comer.

-          ¿Qué demonios significa eso, maldito desagradecido? – el murmullo y los improperios que le siguieron llegaron hasta los oídos del espadachín, aunque no fueron ni de lejos tan reveladores como la pataleta que ese rubio le dio el gusto de contemplar. Sonrió con burla.

El silencio prevaleció en la sala tras esa escena, pues a Zoro le divertía tanto el cabreo y la frustración del cocinero que se limitó a comer despacio y con tranquilidad. Sanji, obviamente molesto por la sequedad y lo poco especificativo de la respuesta del espadachín, se limitó a terminar sus tareas en la cocina.

Y por ello, tras unos minutos, el todavía irritado cocinero interrumpió la tranquilidad.

-          ¿Té o café?

-          ¿Cómo? – el espadachín, sumido como había estado en sus pensamientos, pareció perderse ante tal repentina propuesta.

-          ¿Té o café? ¿No entiendes una pregunta tan simple? Cabeza rellena de alga.

Zoro masculló entre dientes palabras que nunca deberían ver la luz.

-          ¿Sigues molesto porque te haya dicho la verdad, cocinerucho?

-          ¿¡Qué verdad!? ¡No aceptaré un comentario tan estúpido de un alga sin sentido del gusto!

-          ¿¡Quién no tiene sentido del gusto, cejas remolino!?

-          Pues al parecer, un alga como tú que se habrá criado entre otras algas y no sabe nada de las delicias de este mundo.

-          Aprende a cocinar y hablamos.

-          ¿¡Y quién se supone que no sabe cocinar aquí, idiota!?

-          ¡Solo veo a un cocinillas aquí, ¿necesitas más indicaciones, imbécil?!

-          Estás jugando con fuego…

-          Pues parece que el que quiere quemarse eres tú.

-          Se acabó, tú te la has buscado.

-          Aquí te espero.

¿Cómo demonios habían llegado a esa situación? Zoro no lo sabía, pero se sentía tan furioso que quería darle una buena paliza a ese maldito arrogante. En los ojos de Sanji pudo percibir la misma rabia que fluía por su cuerpo.

No, no era solo rabia. Era excitación.

Su instinto se lo había advertido, ¿no? No iba a poder llevarse bien con ese sujeto.

Un poco de acción nocturna después de todos esos días de obligado reposo. No iba a engañar a nadie, Zoro estaba más que dispuesto a unirse a esa fiesta. Desenvainó sus espadas, y tras el segundo de desconcierto al ver cómo el cocinero parecía preparado para pelear, incluso sin armas en sus manos, recordó en qué se basaba su estilo de lucha.

Interesante. Mucho.

No dudó ni un instante. Ni siquiera su herida parecía doler en ese momento. En realidad, no notaba ni su existencia, ni la existencia de las vendas. Los días de inmovilidad por fin serían recompensados con un para nada despreciable juego de sangre. Contuvo sus ganas de relamerse los labios.

Saltó hacia delante justo en el mismo momento en el que Sanji hizo lo propio.

Se encontraron en un lateral de la cocina, lejos de la mesa, gracias quizá a una discreta aunque mal intencionada patada de Sanji que obligó al espadachín a retroceder. Los golpes no tardaron en sucederse, y los gruñidos comenzaron a intensificarse y transformarse en alaridos. Lo que en un principio había comenzado como una reyerta para marcar el territorio, parecía haberse convertido de verdad en un combate a muerte.

¿A muerte? No. Zoro no lo creía. Zoro sabía que no era así. Simplemente, ninguno de los dos quería a perder. Ninguno iba a hacerlo.

Mostró una diabólica sonrisa, correspondida con una mueca de desagrado por parte de Sanji. Desenvainó su tercera katana, esperaba que ese cocinero apreciara el detalle y lo considerara como el honor que era. Tras el anterior baile, el cual, aunque no lo había percibido tan largo, había tenido lugar durante unos cuantos minutos ya, Zoro sabía que no podía menospreciar a ese hombre. Iría con todo, ya le había demostrado que contenerse contra él era una soberana estupidez.

Era su rival, y acababa de reconocerle como tal.

Craso error. La puerta de la cocina se abrió en ese instante.

-          ¿¡SE PUEDE SABER QUÉ MIERDAS ESTÁIS HACIENDO A ESTAS HORAS, ESTÚPIDOS IDIOTAS INCONSCIENTES!?

Zoro ni siquiera tuvo tiempo de reacción. Todo sucedió tan rápido que hasta que acabó no tuvo ni idea de qué demonios había estado pasando en esa cocina.

Menos de cinco segundos fue lo que Nami tardó en poner fin a la guerra de honores que se había desatado en esa sala minutos antes.

Cinco simples y míseros segundos.

Zoro parpadeó varias veces, tirado en el suelo, sintiendo su cabeza a punto de estallar y escuchando a su pecho gritarle de todo por haberse atrevido a enfrentarse a tal monstruo con él aún en ese estado. Mentalmente, Zoro se disculpó con él. No había esperado que una arpía interrumpiera su diversión de esa forma tan…

¿… patética?

Al menos, patético se sentía.

Mirando a su lado, sintió un poco de alivio. No era el único patético en ese momento. Y lo que era mejor, era el menos patético.

-          El amor de Nami~san es tan candente. Nami~san, apiádate de mí, tu calor me quema por dentro. Na-Na-Nami~saaan.

Sí, era todo un alivio.

-          ¿Qué cojones creéis que estáis haciendo a estas horas? Si queréis mataros, tiraos por la borda, pero dejadme dormir. La próxima vez no seré tan buena con vosotros. Mañana hablaremos de lo que me debéis.

Zoro bufó. Apostaba a que ese portazo había hecho mucho más ruido que el calentamiento entre el cocinero y él. En realidad, no entendía ni cómo la puerta seguía en pie.

Incorporándose, se frotó la cabeza.

¿Cómo esa mujer podía tener tanta fuerza? ¿Debían plantearse como estrategia enfadarla en medio de una batalla? La veía capaz de arrasar ejércitos a base de puñetazos.

Sin dirigir ni una mirada hacia el sujeto que seguía acostado a su lado, murmurando sabía Dios qué idioteces, Zoro se levantó y volvió a ocupar el sitio en la mesa en el que anteriormente había cenado.

-          Sake – ordenó como respuesta a una pregunta que parecía ya muy lejana.

Un “click” pareció resonar en el cerebro de Sanji, pues repentinamente guardó silencio mientras procesaba lo que Zoro le acababa de decir.

-          ¿Qué? – concluyó, perdido, incorporándose por fin y encendiendo un cigarrillo.

-          Ya lo has oído, cocinero. Quiero sake. ¿No entiendes algo tan simple, idiota? – preguntó, socarrón y con sarcasmo, y observó, divertido, cómo la ceja de Sanji comenzaba a temblar de ira.

-          ¿¡Es que acaso no has tenido suficiente, cabeza de césped!?

-          ¡Exacto! ¡Todavía no me he ensañado contigo lo suficiente!

-          ¡Bien, tú solito te lo has buscado, no vengas llorando luego!

A pocos centímetros de sus katanas, las manos de Zoro se detuvieron. El mismo siniestro escalofrío recorrió a los dos hombres al mismo tiempo.

No sabían qué era lo que había golpeado la puerta de la cocina, pero tras oír el fortísimo ruido, e incluso tras escuchar el crujido de la madera y el alto golpe sordo de algo cayendo sobre la cubierta…

-          Ya veo, sake… dame un minuto.

-          Oh, sí, bueno… gracias.

Sanji se apresuró a servir dos vasos de sake, mientras Zoro contemplaba sus manos sobre la mesa, todo lo quieto y callado que podía permitirse.

En menos de medio minuto, los dos hombres se encontraban sentados en la mesa del comedor, sorbiendo con gran lentitud el contenido de sus vasos, con sus miradas fijas en la mesa y sus oídos puestos en la distancia.

Una puerta se cerró. Ambos suspiraron.

El ogro había vuelto a su madriguera.

Tranquilizado, Zoro pudo comenzar a disfrutar más de su trago, y por el rabillo del ojo pudo distinguir cómo el cocinero daba, al igual que él, sorbos mucho más efectivos que los anteriores.

Un silencio incómodo pareció establecerse entre ellos. Zoro incluso comenzó a arrepentirse de haber pedido el sake, habría sido mejor haberse retirado de nuevo a los dormitorios e intentar volver a dormirse. En cierta forma, sentía que Sanji se había aislado en sus propios pensamientos y le ignoraba por completo. En otras circunstancias, no le habría molestado (seguramente, lo habría agradecido). Pero teniendo en cuenta que por su culpa había recibido una paliza de Nami… podía tener un poco más de consideración con él.

Había decidido abandonar ya la cocina, y estaba a punto de levantarse, cuando finalmente el cocinero pareció interesarse en él. Qué oportuno.

-          Oye, Zoro, tengo curiosidad por una cosa.

Zoro enarcó una ceja. No dijo nada.

-          Bueno… me preguntaba qué es lo que hay entre Luffy y tú de verdad.

El espadachín gruñó. Muchas emociones negativas se acumularon en su interior, y era demasiado engorroso para él ponerse a identificarlas en ese instante.

-          Él es mi capitán, somos nakamas. ¿Qué más puede haber, cocinero pervertido?

Sanji refunfuñó en voz baja. Claramente, no deseaba que su preciada flor volviera a visitarle esa noche, se esforzaba todo lo posible por no responder a ese comentario.

-          No lo sé, y por eso te pregunto – Sanji calló, seguramente buscando las palabras adecuadas para no desatar nuevamente una pelea entre ambos. A Zoro le daba mala espina la dirección que la conversación tomaba. – Bueno, llevo toda mi vida trabajando en un restaurante, así que he aprendido a fijarme en la gente. Es fácil darse cuenta de que Luffy es alguien abierto con todos, y alegre. Se toma muchas libertades con completos desconocidos – la forma de pronunciar esa última frase atrajo al espadachín. Ahora entendía en parte el motivo por el que ese hombre estaba en ese barco. Sonrió leve y fugazmente. – Pero, siendo honesto, contigo parece diferente – Sanji le miró con seriedad, Zoro mantuvo esa mirada. – Es un sentimiento diferente. No sé cómo explicarlo, pero sé que está ahí.

-          Sigo sin entender de qué hablas.

-          No finjas conmigo que lo que pasó esta tarde en el dormitorio no sucedió, porque no tengo interés en olvidarlo.

Zoro miró con odio infinito a ese rubio que se limitaba a mantener una cara de póker ante él.

-          Como te dije, aquello no fue nada.

-          Y no lo dudo, estoy seguro de que para ti por ahora no ha significado nada. Pero no opino lo mismo con Luffy.

Como si todo el cansancio del mundo se hubiera aposentado sobre sus hombros en ese momento, se apoyó sobre la mesa.

-          ¿Cuántas veces me harás repetirte que no entiendo nada de lo que estás diciendo?

Sanji pareció repentinamente cansado también, pues imitó la pose del espadachín con molestia.

-          Si dejaras de ser tan estúpidamente cabezón, me entenderías sin que tuviera que dar más explicaciones inútiles – algo en la mirada de Zoro le dijo que no debía seguir por ese camino. Suspiró. – Lo único que intento decirte, maldito cabeza hueca, es que creo que Luffy siente por ti algo más fuerte que un lazo de camaradería – el cansancio se vio sustituido por pura extenuación cuando Sanji siguió viendo la incomprensión en algún punto de la mirada de Zoro. – ¡Que le gustas, estúpida oruga lenta!

Zoro abrió los ojos de par en par, observando cómo la locura y la idiotez habían tomado el control de las cuerdas vocales de ese cocinero. ¿Qué sarta de bobadas se le ocurría decir a esas horas? Apenas había terminado su primer vaso de alcohol, ¿eso era todo lo que podía aguantar?

Le habría gustado reírse, carcajearse hasta la saciedad, señalar al cocinero y burlarse de él, mostrando incluso desprecio por todo lo que su cabeza había inventado. Pero no pudo.

¿Por qué Sanji le miraba de esa forma? ¿En serio se creía todo lo que le acababa de decir?

No era posible. No, no lo era. Estaba completa y absolutamente loco, o borracho, o delirando.

Sacudió la cabeza.

-          Estás equivocado, es imposible.

-          ¿Por qué? ¿Por qué ambos sois hombres? Los sentimientos no entienden de sexos.

-          No tienes ni idea de lo que estás hablando.

-          ¿No te estás obcecando demasiado? Deja de cerrar los ojos a propósito.

-          No soy yo el que está imaginando tonterías.

-          La verdad, la escena anterior ha sido bastante obvia. Luffy está muy apegado a ti, y tú tampoco le rechazas…

-          ¡No me ha dado elección, es Luffy el que me fuerza a esas situaciones!

-          ¡Oh! Entonces, ¿ésta no fue la primera vez? Mi teoría se confirma.

-          ¡Nada se confirma!

-          Marimo, ¿en serio tú mismo te crees que si Luffy te estuviera forzando a algo que no quieres hacer, lo harías con una sonrisa y sin quejas? Sobre todo, teniendo en cuenta del tipo de cosas de las que estamos hablando.

Un flash blanco cruzó por su mente. Luffy, sentado en el suelo, con el filo de su katana, deslumbrante bajo ese manto estrellado, situado junto a su cuello.

Su parálisis no pasó desapercibida para la persona que, esa noche, parecía querer inundarle con absurdeces.

-          Te has dado cuenta, ¿verdad? En fin, yo estaba bastante seguro de lo de Luffy, pero no me esperaba que tú le correspondieras ya.

-          ¿Qué se supone que correspondo, Sanji? – se frotó los ojos. Estaba agotado.

-          ¿En serio eres tan cabezón? Es obvio que Luffy está enamor…

-          ¡Basta!

Zoro golpeó la mesa con su puño, sorprendiendo a Sanji, que no pudo más que callar y quedarse quieto mientras observaba cómo el espadachín se esforzaba por asimilar demasiada incomprensible información de golpe. Quizá se había pasado… una parte de él se arrepintió por su repentino ataque. No pensaba que Zoro fuera tan obtuso. Sus reales intenciones (en esta ocasión) no fueron hacerle enfadar, ni hacer que comenzara a echar humo por la cabeza (como en ese momento). Realmente había pensado que iban a poder hablar sobre ese tema con fluidez.

Repasó la conversación hasta ese momento. No le parecía que hubiera hecho o dicho algo que pudiera llevar a nadie a ese estado. Soltó un suspiro que pasó inadvertido para su acompañante y se encogió de hombros.

Lo sentía si lo había herido, pero Zoro tenía que asimilarlo. Y cuanto antes, mejor.

Al fin y al cabo, no era como si él no estuviera también…

El sonido de la silla arrastrándose por el suelo le distrajo y, levemente sorprendido, contempló al espadachín caminar con decisión hacia la puerta.

Así que iba a ignorarle.

-          Oye, Zoro – no se detuvo, pero Sanji continuó hablando. – No sé qué mierda está pasando por tu cabeza en este momento, pero déjame advertirte una cosa. Como no te des cuenta de una vez y aceptes esto como cualquier persona con media neurona haría, acabarás muy mal. Perdón, me corrijo, acabaréis muy mal. Y ambos sabemos que no te gustará hacerle daño.

Incluso cuando la puerta de la cocina se había cerrado a mitad de su discurso, dejándole solo en la estancia, Sanji no se había detenido. Sabía que su voz podía traspasar las paredes de la habitación y llegar hasta su destinatario.

La cuestión era: ¿sería lo suficientemente fuerte como para traspasar la estupidez de ese hombre y hacerse oír en su interior?

Prendió el último cigarrillo del día y, observando al humo elevarse tras abandonar sus pulmones, cerró los ojos.

La cosa iba a ponerse fea. Esperaba que eso no fuera a durar mucho tiempo.

El cocinero del amor ya había dado su mejor esfuerzo. Era hora de retirarse una temporada a la sombra.

Notas finales:

¡Sanji~kyuuuun, muchas gracias por tu aparición estelar! No cabe duda de que eres mi completa y absoluta debilidad ~.~ ¡Te echaré de menos! ¡Pero espero que vuelvas a aparecer pronto!

Permitidme dar una breve explicación. En mi cabeza, hay tres tipos de capítulos para esta historia.

1º: La serie "Momento". Los capítulos típicos que siguen el esquema principal y establecido para desarrollar esta historia.

2º: La serie "Momento alternativo". Son capítulos en los que, o bien Zoro o bien Luffy, interactuarán con otros personajes, hablando, siendo aconsejados o cualquier otra cosa. Este ha sido el primero, y mi intención es hacer alguno con Nami y/o con Robin en algún futuro.

3º: La serie "Casi momento". Incluso cuando mi idea original a la hora de escribir este fic trataba de que en todos los capítulos Luffy se sentara sobre Zoro, a la hora de desarrollarlo ha sido imposible. Estos capítulos serán conversaciones entre Luffy y Zoro, pero Luffy no se sentará en la cadera de Zoro.

¡Gracias por leer! :3

 

Nota 1 año después: Sanji <3.


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