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Momentos por SaraChan

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Notas del capitulo:

Luffy, en el patíbulo de Logue Town, a punto de morir. Un recuerdo reciente al que Zoro no para de darle vueltas.

Poco tiempo después de abandonar esa isla, Luffy sale a buscar a Zoro, quien se mantiene sentado en la cubierta del Merry incluso con la tormenta que cae sobre su cabeza.

Un momento tenso y difícil para ambos.

Hacía tiempo que Zoro no experimentaba tantas emociones diferentes en tan poco espacio de tiempo. Habían sido unas horas de completa locura. Ni siquiera era capaz de comprender completamente todo lo que acababa de pasar en la isla que ahora quedaba a sus espaldas.

Había estado comiendo con él, lo habían pasado bien, pero tras un simple segundo, un maldito y estúpido segundo en el que se distrajo, le había perdido de vista.

Algo le mosqueaba, algo le decía que la cosa iba a acabar mal.

“¡Zoro! ¡Sanji! ¡Usopp! ¡Nami!”

¡La plataforma! No podía llegar a ella, no podía cortarla. Por mucho que corriera, por mucha prisa que se diera, lo único que podía hacer en ese momento era contemplar con impotencia la feliz sonrisa de disculpa que su capitán les dirigía.

Era débil, ¡débil! ¡Nada había cambiado desde sus combates con Kuina! ¡No había aprendido nada de su derrota contra Mihawk! ¡No era más que un idiota que no sabía más que soñar, a pesar de no tener ni la fuerza ni la voluntad de conseguir aquello a lo que aspiraba!

“Lo siento. Voy a…”

¡No podía atreverse a decirlo! La persona que había aparecido de la noche a la mañana, revolucionando su vida y sus valores, enseñándole todas sus carencias, obligándole a darse cuenta de que era poco mejor que el crío que vagaba de un doujo a otro, jactándose de una fuerza que no poseía, no podía irse así, abandonándolo.

¡Joder!

Estaba delante de él, ¡podía verle! Entonces, ¿por qué no podía salvarle? Era absurdamente ridícula su situación. Si solo pudiera cortar uno de los soportes de la plataforma, si solo llegara hasta ella…

Podía salvarle, y al mismo tiempo no podía. Una paradoja para la que su corazón y su frágil mente no estaban preparados.

Sentado sobre la cubierta, sintiendo la fría lluvia de esa repentina tormenta bañarle por completo, un escalofrío le recorrió.

Pero esa pequeña distracción no impidió que su mente volviera a viajar hasta los recientes recuerdos de esos acontecimientos.

“… morir”.

Apretó los párpados, pensando que así sería capaz de diluir las imágenes en la oscuridad que le envolvía. Pero no pudo.

El filo caía sobre el cuello de su capitán, y él no podía hacer nada. Solo mirar. Mirar y ver cómo Luffy moría ante sí. Mirar cómo esa espada cercenaba la vida de su capitán. Mirar cómo él no podía hacer más que mirar. Mirar cómo él iba a dejar que Luffy muriera, sin tener la fuerza suficiente como para evitarlo.

Hubo un intervalo de medio segundo en el que todo pareció detenerse. La imaginación de Zoro no desaprovechó ese tiempo, y creó con gran realismo imágenes bizarras sobre lo que estaba a punto de acontecer.

Vio la cabeza de Luffy separarse de su cuerpo. La vio caer de la plataforma. La vio rodar por el suelo unos centímetros. La vio conservando todavía esa sonrisa, algo que hizo a su corazón encogerse. Vio como la sangre de su cuerpo llegaba finalmente al suelo en forma de gotas no precisamente pequeñas. Vio al sombrero posarse con infinita calma a sus pies.

Se vio a sí mismo, enloquecido, llorando sin lágrimas, gritando hasta desgarrarse la garganta, comenzando a cortar todo aquello que se cruzara en su camino. Sin piedad, sin distinciones.

Su cuerpo comenzó a temblar de pura rabia. Si lo que Sanji le había dicho aquella desagradable noche hubiese sido mínimamente cierto, Luffy no se habría atrevido a estar dispuesto a morir ante sus ojos. No se habría despedido de él, sonriendo ante la muerte como un estúpido.

¿Que Luffy le quería? ¿Cómo podía Sanji afirmar tal ridiculez? Si eso fuera mínimamente verdad, Luffy no le habría obligado a ver cómo desaparecía de su vida de la misma forma en la que había aparecido semanas atrás ya. Inesperadamente, como una brisa que, sin venir a cuento, se torna en huracán, arrasando todo a su paso.

¿Y ahora tenía que ver al huracán desaparecer y fundirse con todos los demás vientos hasta que nadie recordara que había existido alguna vez en ese mar?

Se sintió egoísta de una forma irracional por primera vez en su vida. Bajo el supuesto de que Luffy realmente sintiera algo por él, ¿por qué se había dejado capturar con tanta facilidad? ¿Por qué iba a dejar de lado esos sentimientos y su sueño para morir estúpidamente en ese lugar?

Él se había atado a Luffy, había declarado su lealtad al rey de los piratas públicamente y había decidido seguirle hasta el final de su aventura, fuera cual fuese.

Y Luffy le quería, ¿no? Esa había sido la inconcebible conclusión a la que ese estúpido cocinero había llegado. Bien, bajo el nuevo supuesto de que él creyera eso, ¿por qué no usar los sentimientos de su capitán para atarlo a él del mismo modo que él estaba atado a Luffy?

Sí, era completamente egoísta, pero no quería ser el único que se sintiera así. No quería ser el único que se negara a abandonar ese barco. En ese momento, si él perdía a Luffy, perdería una parte de su sueño. ¿Por qué no obligar a ese pequeño mono a sentirse igual?

La vida de Luffy ya no le pertenecía a él. Zoro se sentía con derecho y potestad de elegir e intervenir en su destino a su antojo. Igual que Luffy había hecho consigo mismo.

Entonces, ¿por qué su capitán había tomado por sí solo la decisión de morir?

Zoro soltó una carcajada que acabó sonando más como un bufido irónico. En ese momento no se había percatado de todas las tonterías que habían cruzado su mente durante ese medio segundo en el que el tiempo se detuvo, con esa afilada hoja detenida a escasos centímetros del cuello de su capitán.

Tras eso, aún le resultaba difícil creer todo lo que había pasado.

La hoja volvió a moverse, avanzando amenazadoramente, pero no pudo llegar mucho más lejos. Una luz descendió del cielo y envolvió a las dos figuras que se hallaban sobre el patíbulo.

Un rayo detuvo la ejecución.

¿La detuvo o la aceleró? Su mente estaba completamente en blanco mientras contemplaba la plataforma ardiendo con llamas azules. ¿Luffy había muerto? ¿Seguía vivo? ¿Ese Buggy había muerto también? ¿Qué había pasado?

No sentía nada más que ansiedad dentro de sí mismo. Necesitaba saber de una maldita vez qué era lo que había ocurrido.

La plataforma finalmente se quebró y cayó al suelo de una forma bastante estruendosa, pero ni él ni ninguno de los allí presentes emitieron sonido alguno. Arriba, en el cielo, un descuidado movimiento atrajo su atención. Un escalofrío recorrió tanto al Zoro de los recuerdos como al que se encontraba en la cubierta del Merry. Ese sombrero caía al suelo como en su macabra visión.

No podía ser, ¿no? De alguna manera, algo le decía que no era posible.

El sombrero tocó tierra, y una figura emergió de las llamas en su dirección. Lo cogió, se lo puso en la cabeza y comenzó a reír.

“¡Así que al final estoy vivo! Estoy bien”

Vivo. Sí, Luffy estaba vivo, delante de él, riendo y sonriendo.

Vivo.

Nunca antes había sentido tanto alivio en su vida. ¿Qué mala broma del destino había sido ese maldito paripé? Luffy había salido completamente ileso de toda esa escena, como si nada hubiera pasado en el último minuto. Como si todo hubiera sido una mala jugada de su imaginación.

Su boca formó sin su autorización una sonrisa de la que no se sabía capaz de hacer. Una pequeña curvatura de sus labios llena de más sentimientos que cualquier palabra que pudiera decir en ese momento.

La irritante voz del cocinero a su lado le trajo a la realidad, y su sonrisa desapareció.

¿Le había preguntado si creía en Dios? Eso era demasiado ridículo incluso para Sanji.

¿Dios? No. Eso no había sido un acto divino, ni un milagro. Eso había sido una confirmación que, en el fondo se daba cuenta, nunca había necesitado.

Si alguna vez su objetivo en la vida había sido proteger y obedecer a algún hombre, ese era Luffy.

No, Roronoa Zoro no creía en dioses. Pero a partir de ese momento, sabía que había algo en lo que sí podía creer.

Alguien a quien podía seguir.

En fin, tenían que comenzar a moverse si no querían ser capturados por la marina allí. Ese sí habría sido un final muy triste para ellos, después de todo lo que acababa de pasar.

Ugh, a Zoro no le hacía especial ilusión recordar el rostro de esa mujer. Su existencia no era más que un castigo para él. No solo había robado el rostro de la Kuina de sus recuerdos, sino que además se atrevía a decir lo mismo que ella.

¿Que Zoro, por ser un hombre, tenía más fuerza que ella? ¿Que la única razón de su victoria era una ventaja de nacimiento? ¿En serio se atrevía a quitarle mérito a todo su trabajo a lo largo de su vida utilizando banales excusas como esas?

¿Debía decir él, entonces, que el motivo de sus 2001 derrotas frente a Kuina era porque ella había sido 3 años mayor que él? Ridículo. Kuina había sido más fuerte que él, incluso siendo mujer, y él era más fuerte que esa marine porque había entrenado más duro y se había esforzado mucho más que ella a lo largo de su vida. Cualquier otro razonamiento no era más que un triste argumento para desmeritar su victoria, algo que no pensaba aceptar.

Masculló entre dientes, saboreando la densa lluvia al hacerlo. Esa mujer era demasiado irritante, demasiado molesta. ¿Por qué tenía que existir alguien como ella en ese mundo? ¿Por qué tenía que ser tan parecida a su amiga?

Lo único que provocaba en él era un irrealizable deseo de saber cómo habría sido Kuina de haber llegado hasta allí. ¿Sería tan fuerte como cuando eran niños? ¿Habría conseguido vencerla ya? ¿Habrían pasado todos esos años entrenando codo con codo, luchando entre ellos?

¿Habría conocido a Luffy de ser ese el caso?

Sacudió la cabeza. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Desde cuándo era la típica persona que dedicaba su tiempo libre a pensar en tonterías?

Sí, era débil, de cuerpo y mente. Y Luffy era la persona que se lo había demostrado. Eso era muy frustrante y doloroso al mismo tiempo… porque Luffy también era una causa de su debilidad.

La adrenalina de haber puesto rumbo hacia el Grand Line se había evaporado ya. Solo quedaban en su mente los recuerdos de todas esas emociones que, desde el principio, nunca debieron existir. ¡Él aspiraba a ser el mejor espadachín del mundo, ¿no?! Entonces, no podía permitirse que cuestiones mundanas como todas esas le abordaran y cegaran. Los sentimientos eran un lujo que él no podía permitirse.

Él pensaba que su entrenamiento había terminado justo cuando abandonó el doujo. ¡Qué iluso! Ahora se daba cuenta de que su entrenamiento no había hecho nada más que comenzar. Debía hacerse más fuerte, tanto por sí mismo, como por Kuina… como por Luffy.

Sí, debía convertirse en un hombre fuerte y frío. Solo así podría alcanzar su meta.

No necesitó abrir los ojos para saber quién era la persona que se había situado ante él, bajo el torrente de lluvia que todavía les caía encima.

-          ¿Qué quieres? – preguntó con sequedad. No le apetecía hablar con él en ese momento.

-          Mmm, nada en especial. Pregunté a Nami dónde estabas y me dijo que no habías entrado aún, así que salí a buscarte.

La risilla que soltó su capitán llegó hasta sus oídos. No podía permitirse más sensiblerías, debía ser duro.

Con su katana envainada, detuvo el movimiento de Luffy. Situó la inofensiva hoja en el cuello de su capitán, quien no pudo avanzar más, por lo que quedó simplemente arrodillado frente a él, a su misma altura.

-          Escúchame atentamente, Luffy. No quiero que vuelvas a acercarte a mí de esa manera.

-          ¿Eh? ¿Por qué?

Manteniendo una calma que hasta él mismo consideró inusual, Zoro se permitió abrir los ojos para contemplar el rostro ladeado y la mirada de extrañeza y confusión que Luffy le dedicaba. No suspiró, no refunfuñó ni gruñó, no se quejó ni alzó la voz. Simplemente respondió con mucha tranquilidad.

-          Me he cansado de tu juego. Me incomodas. No quiero que sigas haciéndolo.

Luffy pareció entristecerse, pero no se inmutó. Debía mantenerse firme, debía aprender de todos los errores que llevaba cometiendo desde que había conocido a ese hombre.

Ni siquiera la forma en que Luffy le miraba iba a hacer que cediera.

-          ¿No te gusta? – acertó a preguntar al final el pequeño tras un intervalo de tiempo en el que pareció no saber muy bien qué decir.

-          No. Nunca me ha gustado.

Vale, Zoro tenía que aceptar que el silencio de Luffy le estaba incomodando más que cualquiera de sus actos anteriores. Sin quererlo, hizo una mueca de la que Luffy no se percató. El pequeño llevaba más de un minuto con la cabeza agachada y la mirada perdida en algún punto del suelo, decaído. Zoro comenzaba a sentirse culpable, incluso cuando sabía que él tenía razón al detener a su capitán.

Dejó que la muralla que intentaba construir abriera una brecha, solo para improvisar algún tema de conversación que pudiera distraer a Luffy.

-          También me gustaría que dejaras de ser tan impulsivo. No vayas tú solo por ahí, ahora eres un pirata con un cartel de recompensa. Podría volver a repetirse lo de esta tarde.

Afortunadamente, pareció que Luffy reaccionó a su comentario, pues levantó la mirada y soltó una risilla mientras sonreía ampliamente. Zoro mantuvo su rostro inmutable, pero no pudo evitar que un pequeño brote de alivio naciera en su interior.

-          Intentaré tener más cuidado. ¡Pasé mucho miedo, pensaba de verdad que iba a morir! Pero, ¿sabes qué, Zoro? – Zoro abrió los ojos ampliamente. La mirada de Luffy hizo que algo se removiera en su interior, algo que rápidamente luchó por enterrar. Esos ojos apasionados y esa sonrisa pagada de sí misma le aterraban y llenaban su ego por igual. – Entonces aparecisteis en la plaza, y te vi. Y mi miedo se fue. Supongo que pensé que si mi viaje tenía que terminar así, no había una mejor forma de que lo hiciera que pudiendo verte una última vez. Y me dio igual tener que morir allí. ¡Oh! ¡Pero luego, de alguna manera, sobreviví! ¡Fuuu, estuvo cerca, ¿verdad?!

Zoro apretó los dientes, y su puño se cerró con fuerza alrededor de la empuñadura de su katana. Luffy se reía, y una furia irracional comenzaba a arder en su interior. ¿Qué mierda acababa de decirle? ¿Es que Luffy se había vuelto loco? ¿Se daba cuenta siquiera de lo que acababa de soltarle así, como si nada?

Se levantó con brusquedad, y devolvió su katana a su cintura. Miró a Luffy con infinita dureza, lo que pareció acallar su risilla. Se alejó de él unos pasos, pero no pudo soportarlo más. Sin girarse a verle, comenzó a hablar.

-          Tú eres mi capitán, y yo he jurado ser tu espadachín hasta que te conviertas en el rey de los piratas, algo que puedo asegurarte por mi vida que se cumplirá. Pero te advierto una cosa, Luffy. La próxima vez que te atrevas a subestimar el valor de tu vida de esta forma, seré yo mismo el que se encargue de matarte. Yo te prometo que me haré más fuerte, y no volveré a permitir que lo de hoy se repita. Pero lo que no pienso consentir es que seas tú el que no luche por tu propio sueño. No vuelvas a pensar en mí de esa manera, nunca más, porque yo no pienso seguir a un capitán que no puede mantenerse firme ni en las peores situaciones. No vuelvas a pensar en mí más que como tu subordinado.

¿Que a Luffy le dio igual la muerte solo porque él apareció en la plaza? Si esos eran los sentimientos de los que Sanji le había hablado, entonces los arrancaría del corazón del pequeño. No iba a permitir que Luffy le utilizara como excusa para perderse en su camino. No iba a ser él el causante de su fracaso.

No. No iba a permitirlo.

Incluso cuando sabía qué expresión tenía la persona que quedaba arrodillada a su espalda. Incluso cuando sabía que le había hecho más daño que la primera vez que le rechazó. Incluso cuando sabía que parte de él le gritaba que se detuviera, se diera la vuelta y se disculpara.

No iba a retractarse, incluso cuando la lluvia que caía sobre él se había hecho de repente más pesada.

Se alejó de Luffy, quien no le detuvo ni le respondió. Apretó los puños, sintiendo su pecho cada vez más cargado. Se juró a sí mismo que esa sería la última vez que se sentiría así.

Era débil, los sentimientos eran débiles. Los sentimientos le harían perderse, y eso le llevaría a la derrota.

Él olvidaría todo lo que ese día había sentido, y haría que Luffy olvidara también lo que le acababa de decir.

Nunca más, se prometió, volvería a ver a su capitán al filo de la muerte. Nunca más.

Y si para conseguirlo tenía que volverse frío como el hielo, lo haría.

El único sentimiento válido para él, a partir de ese momento, sería la excitación ante un buen combate. Nada más tenía hueco en su interior.

Nadie más.

Notas finales:

Y cuando ya todo el mundo pensaba que no iba a actualizar ~ (yo la primera ~.~)...

Tachaaan!

No creo que este capítulo sea la mejor forma de volver xD En fin, me costaba mucho ponerme a escribirlo por lo mismo que habéis leido, sabía muy bien lo que quería que Zoro hiciera en este capítulo, y me daba pereza escribirlo. No ha sido plato de mi gusto particularmente.

Aun así, y dado que el capítulo ha tratado de "excusas baratas", sé que mi párrafo anterior no sirve como disculpa por mi retraso. Lo siento, diría que no volverá a pasar, pero el siguiente capítulo también va a ser difícil de escribir xD.

La verdad, estoy en un punto muerto. Incluso cuando ha pasado lo que yo quería que pasara, Zoro lo ha hecho de una manera diferente, así que no estoy muy segura de cómo desarrollar el siguiente capítulo. Quizá lo convierta en el segundo "Momentos alternativos", o quizá me inspire en la siguiente escena del anime sobre la que tenía pensado escribir. No sé, y por eso, no prometo que actualice rápidamente.

En fin, no me alargo más. Espero que os haya gustado, y espero no tardar tanto como la última vez en volver por aquí ~ >.<

 

Nota 1 año después: Es obvio que escribí sobre Zoro basándome en como yo veo, siento o quiero que sea Zoro y, por ello, lo siguiente será muy poco objetivo por mi parte. ¡QUÉ SEXY ERES, COÑO!


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