Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Momentos por SaraChan

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este capítulo tiene lugar pocos días después del anterior. La tripulación sigue navegando con Vivi y Carue a bordo, a punto de llegar a Little Garden.

 

~NOTAS SOBRE MI ANTERIOR PUBLICACIÓN~

Si hay algún viejo lector por aquí, quizá recuerde que hace un año publiqué una nota que ya he borrado, donde explicaba cómo mi memoria externa, donde guardaba todo (literalmente), se rompió. Bueno, debo decir que esa información no la he recuperado ya que, para hacerlo, tendría que enviar la memoria a un país extranjero, lo cual sería extremadamente caro y, por desgracia, no es algo que me pueda permitir.

Esto ha provocado que, durante este año en el que no he actualizado este fic (en realidad, ni siquiera había pisado esta página hasta hace algún tiempo), haya perdido buena parte de mi pasión por One Piece, por el yaoi, y por el mundo otaku en general. 

Han ido pasando otras cosas, sin embargo, que también me han traído aquí.

Me complace poder presentar un nuevo capítulo de este fic, escrito con mucha ilusión, pero también con preocupación, pues tras tanto tiempo fuera del mundo... "narrativo", me siento bastante insegura.

Espero que lo disfrutéis.

 

~No me ha dado tiempo a leer detenidamente el capítulo (qué novedad, Sara; ¿eres un año mayor y más madura intelectualmente y sigues teniendo que dejar esta nota al principio de tus capítulos? PUES SÍ, PERDÓN T.T), así que perdonad posibles faltas, errores o incoherencias~

Zoro abrió la puerta de la bodega y entró con decisión. Durante la comida, le había preguntado a Usopp sobre el paradero de las pesas que había visto alguna vez, y este le había confirmado que sí, que definitivamente estaban guardadas en esa estancia, a pesar de todas las veces que él había intentado encontrarlas y no lo había conseguido.

Se dirigió hacia las cajas que el narigudo le había indicado, cuando la voz del mismo le interrumpió desde la puerta.

-          ¿Estás seguro de que no necesitas ayuda?

-          Sí, puedes irte – sin motivo justo, el espadachín se sintió repentinamente irritado. No reconocería nunca en voz alta la frustración que sentía tras haber pasado varias tardes en ese sitio, buscando infructuosamente, para que al final resultase que la culpa era suya y su ineptitud era la causante de su incapacidad para encontrarlas. Sí, realmente se sentía demasiado irritado.

-          Está bien, estaré en la cubierta superior, trabajando. Si necesitas algo, solo avísame.

-          Vale, vete.

-          Por cierto, no son esas cajas – Zoro se giró hacia un leve y tímidamente sonriente Usopp, quien alzó un dedo en la dirección contraria. – Son aquellas.

Zoro gruñó, ahora abiertamente enfadado, y el tirador no dudó en desaparecer de la estancia, sin poder negar, a pesar de lo intimidado que se sentía, la diversión que le causaba la poca orientación de su compañero.

Con un murmullo ronco, el espadachín cambió su dirección, comenzando a avanzar hacia las cajas que, en teoría, eran correctas. Escuchando nuevamente pasos tras de sí, se giró de nuevo, dispuesto a encararse con fiereza contra la persona que, en su cabeza, volvía a ser Usopp, pero que en realidad no lo era.

-          Oh… Zoro, qué sorpresa. ¿Qué haces aquí? ¿Buscas algo?

La seguridad con la que el espadachín le ignoró, de forma tan descarada que hasta resultó cómico, hizo que la ceja de Sanji se crispara.

-          Espero que no hayas venido aquí buscando mi escondite para el sake, porque te aseguro que no lo encontrarás.

Zoro chistó. – No estoy interesado. ¿Puedes irte?

-          ¿Cómo te atreves? Es aquí donde guardo buena parte de los condimentos, eres tú el que no pinta nada aquí.

El peliverde refunfuñó. ¿Cómo podía molestarle tanto la simple presencia de ese hombre? Sanji también refunfuñó, pensando exactamente lo mismo que su compañero. Decidió simplemente ignorarlo, siendo consciente de que sería lo más agradable para ambos, y comenzó a rebuscar en una estantería llena de tarros con diferentes hierbas. Inconscientemente, pues era un hábito suyo cuando realizaba tareas relacionadas con la cocina, comenzó a silbar. En contra de lo que podría esperarse, Zoro se relajó. Ellos dos nunca se llevarían bien, pero el hecho de que eran nakamas era innegable. Y, siendo honesto y al menos en ese momento, el silencio le estaba resultando más desagradable que las canciones del cocinero.

A diferencia del espadachín, que ya iba por su tercera caja, el cocinero tardó poco en encontrar aquello que necesitaba. Mirando de reojo cómo la frustración se iba apoderando del peliverde, sonrió levemente.

-          ¿Quieres que avise a Usopp ya para que te ayude, o prefieres desesperarte solo un poco más? – la ofensa que llegó hasta él como respuesta mientras abandonaba la estancia fue como música para sus oídos.

Sin embargo, y sin esperarlo, de repente varios gritos y golpes fuertes inundaron el barco, y un curioso chico con una expresión en el rostro comparable a si hubiera mirado a la muerte a los ojos, cayó desde el cielo justo donde hacía un segundo había estado el cocinero. Maldiciendo aquello que no debería, Sanji consiguió mantener el equilibrio como buenamente pudo, logrando que todos sus tarros de cristal se mantuvieran intactos y a salvo en sus brazos. Su grito de indignación y reproche, por otro lado, fue silenciado por un verdadero alarido de monstruo.

-          ¡LUFFY! ¡VUELVE AQUÍ AHORA MISMO! ¡TE VOY A MATAR!

-          ¡Oh! – ignorando la llamada, pero sin ocultar parte del terror de sus ojos, Luffy sonrió a Sanji. - ¡Hola, Sanji! Lo siento, pero tengo prisa.

-          ¿Qué demonios has hecho ahora? – el enfado del cocinero había desaparecido ya. Solo podía sentir compasión por esa pobre criatura.

-          ¿Yo? ¡Nada!

-          ¡¡LUFFY!!

-          ¡Lo siento, luego hablamos!

Alzando una ceja, Sanji observó, con guasa, como el pequeño, inquieto y apurado, escrutaba a su alrededor, hasta que se percató de que la puerta ante sus narices estaba abierta. Escuchando los agigantados y acelerados pasos de una muy enfadada pelirroja acercándose, no dudó ni un instante: entró la bodega, cerró la puerta con un golpe y se apoyó sobre ella, dispuesto a impedir que nadie más entrara en la estancia.

No disimuló la sorpresa cuando vio al espadachín allí dentro, mirándole divertido.

-          ¡Zoro! No sabía que estabas aquí – rio con naturalidad.

Sin embargo, el espadachín no pudo devolver el saludo. Unos potentes golpes contra la puerta hicieron eco en toda la estancia, resonando con fuerza en sus oídos, siendo mucho más dolorosos de lo que cabría imaginar.

-          ¡LUFFY! ¡SAL DE AHÍ AHORA MISMO! ¡VAS A PAGAR POR LO QUE HAS HECHO!

-          ¡Shhh! – suplicó el que, en teoría, era el capitán de ese barco de locos, implorando con la mirada a Zoro, temblando cual chiquillo aterrado. Zoro se sentía mal por no poder sentirse mal, pues ver así a la máxima autoridad de la embarcación era demasiado gracioso.

-          ¡¡LUFFY!! – cansada de golpear con todas sus fuerzas la puerta, Nami resopló, aún roja de ira. - ¡QUÉDATE AHÍ TODA LA TARDE ENCERRADO SI QUIERES! ¡ESTOY COMPLETAMENTE SEGURA DE QUE SALDRÁS PARA LA HORA DE LA CENA! ¡Y ENTONCES…!

Luffy se estremeció, y Zoro contuvo una carcajada. La mueca en el rostro del moreno era un cuadro, una poesía, pues Nami no podría haber estado más acertada. ¡Como si ese chiquillo pudiera pasar más de cuatro horas sin meter algo en el pozo sin fondo que era su estómago!

Solo cuando los pasos de la pelirroja se perdieron a lo lejos, Luffy se relajó. Exhaló todo el aire contenido, y su pálido rostro comenzó a tomar algo de color mientras deslizaba su espalda por la puerta hasta quedar sentado, apoyado aún sobre ella. Fue entonces cuando sonrió ampliamente hacia el espadachín, quien hizo lo propio con un aire sarcástico.

-          ¿Qué es lo que has hecho esta vez?

-          ¡Yo no he hecho nada! Carue me estaba persiguiendo porque había intentado quitarle su zumo, y mientras me estiraba para escapar de él, me enganché con la cuerda donde Nami tenía su ropa colgada. Usopp estaba trabajando allí cerca con tintas y, sin querer, caí sobre él, arrastrando la cuerda. ¡No fue mi culpa!

Zoro se estremeció. Nami era mujer y, como tal, le daba un absurdo valor a su ropa.

Volvió a estremecerse. ¿Sería esa la última cena de su capitán?

De repente, Zoro vio como Luffy se incorporaba, caminando hacia él hasta acuclillarse a su lado. Curioso, comenzó a revolver el contenido de las cajas que él mismo había previamente abierto.

-          ¿Qué estabas haciendo?

Recordando el motivo por el que había ido allí, Zoro se giró hacia las cajas y abrió una nueva, continuando su búsqueda.

-          Sé que en alguna de estas cajas hay unas pesas guardadas, y quiero verlas.

-          ¿Pesas? ¿Te refieres a unos discos enormes de metal?

-          Sí.

-          ¿De color negro?

-          Eso creo…

-          ¿Viejos y llenos de polvo?

Zoro escrutó el inocente rostro de Luffy. Entrecerró los ojos.

-          Puede ser.

Ampliando su particular sonrisa, Luffy se levantó y avanzó unos pocos pasos hasta alcanzar unas cajas grandes, llenas de arrugas y pliegues. Abrió una de ellas, y con mucho esfuerzo y varios quejidos, consiguió obtener de ella un disco muy grueso que alzó sobre su cabeza con una pose victoriosa. La risa de satisfacción del capitán no fue secundada por su espadachín, quien se apresuró para llegar a su lado y observar el nuevo contenido revelado.

-          ¿Es esto?

Zoro refunfuñó, sintiendo una mezcla de victoria y desilusión. – Sí, era lo que buscaba. ¿Cómo demonios sabías dónde estaban?

Sin un ápice de remordimiento, Luffy posó el disco a sus pies, dejando que cayera sobre la madera por su propio peso, provocando una leve grieta y un pequeño bollo allí donde aterrizó. Estirando su cuerpo con alivio, sonrió:

-          No es la primera vez que me escondo aquí. Como es aburrido estar solo, siempre me entretengo curioseando las cosas.

Zoro suspiró, sabiendo que mucha gente en ese barco se alarmaría si el moreno les confesara eso. Apartando los ya casi desaparecidos sentimientos de impotencia a un lado, como si de un niño con un nuevo juguete se tratara, comenzó a inspeccionar los discos.

Luffy ladeó la cabeza, observándole durante unos segundos antes de volver a agacharse a su lado. La inusual expresión apacible y alegre que el peliverde mostraba en su rostro le resultaba extraña y atrayente.

-          ¿Para qué los quieres?

-          He pensado que podría aprovechar los largos viajes en el barco para entrenarme.

-          ¿Entrenarte?

-          Sí. Quiero hacerme más fuerte.

-          ¿Vas a levantar esas cosas?

-          Esa es la idea.

Luffy ladeó nuevamente la cabeza. – Creo que pesan demasiado.

Zoro le miró, mostrando una muy poco común sonrisa en sus labios. Una que hizo que el moreno se estremeciera. Tanto su cabeza como su cuerpo reiteraron, en silencio, la idea de que el espadachín estaba excepcionalmente atrayente.

Ajeno a esto, Zoro se levantó, cargando consigo, aunque no sin poco esfuerzo, una de las cajas rellenas con los discos. Con mucho más cuidado que su capitán, la posó al lado de la puerta. Repitió esta acción con las otras dos cajas restantes, sacudiéndose las manos con satisfacción al acabar. Finalmente, se giró hacia Luffy, quien, al darse cuenta de que el espadachín le estaba mirando, sustituyó su cara sorprendida por una risilla. Zoro alzó una ceja.

-          ¿Qué pasa?

-          Solo pensaba que Zoro ya es muy fuerte.

-          Hmpf. Más bien, tú eres muy flojo.

Repentinamente ofendido, y siendo muy expresivo con ello en su rostro, Luffy bufó.

-          ¡Eso no es cierto! ¡Yo también soy fuerte! – haciendo un puchero, Luffy intentó sacar músculo en su brazo con un resultado bastante pobre. Con la otra mano, pellizcó la poca piel que sobresalía de su brazo al hacer fuerza. – Siempre ha sido igual, por más que coma o entrene, nunca consigo tener músculo. Creo que es por culpa de la Gomu-gomu no mi

Zoro reflexionó un segundo, pues no se había planteado que las frutas del diablo pudieran influir en los cuerpos de los usuarios de esa forma, algo ridículo si tenía en cuenta que su capitán era un chicle con patas. Se preguntó fugazmente, entonces, si el hecho de que su capitán pudiera comer por diez personas, sin engordar ni un gramo, se debía también a la fruta. Sin embargo, le resultaba demasiado entretenido meterse con Luffy, así que sonrió levemente con malicia.

-          Entonces, siempre serás así que flacucho, así que acostúmbrate o plantéate entrenar, como yo.

Luffy refunfuñó, desviando con molestia la mirada hacia otra parte, pensando para sí lo poco que le gustaban ambas opciones, ya que entrenar se le hacía aburrido. Zoro soltó una carcajada mientras se sentaba en el suelo, apoyándose en la pared, quedando frente a su capitán, quien seguía agachado junto al hueco vacío de las pesas. El enfado de Luffy, inesperadamente, duró muy poco, ya que este movimiento atrajo su curiosidad.

-          ¿Qué haces?

Extrañado, Zoro devolvió la pregunta. - ¿A qué te refieres?

-          ¿Te vas a quedar?

-          ¿Quieres que me vaya?

-          ¡No! – se apresuró a responder Luffy. – Es que pensaba que ibas a probar ya las pesas.

-          Bueno, ya tendré tiempo para eso. ¿No decías que te aburrías aquí, solo?

Luffy abrió los ojos, sorprendido, y rio feliz.

-          ¡Gracias! – exclamó con ilusión, provocando una sonrisa en su acompañante.

-          Además – añadió Zoro, - no creo que sea bueno salir de aquí ahora. Seguramente Nami siga muy enfadada, y no quiero que me vea en este momento… por si acaso.

Luffy se estremeció con una mueca en su rostro. – No me lo recuerdes. ¿Habrá algo de comer por aquí? – preguntó, al mismo tiempo que miraba a su alrededor.

-          ¿Ya tienes hambre? Comimos hace un rato.

-          No es eso… bueno, no me importaría volver a comer – Zoro puso los ojos en blanco, sin comprender (ni querer hacerlo) el metabolismo del cuerpo de ese pequeño chico, - pero es que no me apetece encontrármela hoy – concluyó, con un escalofrío que le removió entero.

-          Lo entiendo. No me gustaría estar en tu lugar.

-          ¿Qué crees que hará conmigo?

El espadachín se detuvo un instante a pensar, quizá de una forma más seria de lo que debería.

-          Quizá te tire por la borda.

-          ¡No! ¡Eso es horrible! ¡No puedo nadar! ¿Terminaré mis días de pirata convertido en comida para peces?

-          O, tal vez, dos tiburones se repartan tu cuerpo.

-          ¡Zoro! – gritó Luffy, indignado, provocando risas en su interlocutor. - ¡No es divertido! ¡Estoy verdaderamente preocupado!

-          Lo siento – aunque no lo sentía, y que su risa no cesara era prueba de ello. – Pero fuiste tú el que me preguntó.

-          ¡Pero no tenías que ser tan gráfico! – gruñó Luffy, indignado.

Zoro no respondió, pero siguió riéndose, y Luffy le observó con extrañeza. Nuevamente ese sentimiento de atracción le invadió, y no era capaz de entender muy bien por qué... o de entenderlo sin más, pues no recordaba haber experimentado una sensación como esa antes. Al menos, no con tanta intensidad; no tan fuerte. Sintió entonces un repentino impulso, uno que no era nuevo en realidad, uno que ya había llevado a cabo tiempo atrás, en varias ocasiones.

Y se levantó, y avanzó hacia el espadachín, quien le miró primero con intriga, luego algo nervioso, cosa que no supo percibir. Y se agachó frente a él, y se arrodilló, dejando las piernas del contrario entre las suyas, y situó sus manos en los hombros, y le miró, primero con seriedad, pero rápidamente con una feliz sonrisa adornando sus labios.

Y Zoro se quedó ahí sentado, con Luffy sobre él, como muchas otras veces atrás, pero con una sensación distinta en su interior. Pues esa vez, se podría decir, era diferente. Pues era la primera vez que Luffy se acercaba a él de esa manera después de sus… mutuas confesiones, unos días atrás. Sus brazos pendían a ambos lados de su cuerpo, inertes, sin saber qué hacer, mientras los músculos de su espalda y cuello parecían tensarse con propia voluntad. Notó cómo su garganta tragaba saliva costosamente, y se planteó si realmente debería sentirse así, pues una parte de él comprendía que su reacción estaba siendo demasiado sobreactuada e injustificada. Luffy pareció darse cuenta, al menos en parte, de su extraña actitud, y le miró con incomprensión.

-          ¿Zoro?

El aludido carraspeó, aclarando su garganta, y desvió la mirada.

-          Esto ha sido repentino.

-          ¿El qué?

Apretando los dientes, el espadachín se planteó si la inocencia y los despistes de su capitán eran reales, o si simplemente lo hacía a propósito para incomodarle todavía más. Murmuró entre dientes varias cosas para sí mismo, inaudibles para Luffy, quien pasó a sentirse algo preocupado. Como si una bombilla se encendiera en su cabeza, Luffy recordó de repente lo que Zoro le había dicho al salir de Logue Town, aquella tarde lluviosa. Y, temeroso, se apartó, quedando de cuclillas frente al espadachín, que rápidamente volvió a mirarle, desconcertado.

-          Perdona – se disculpó, sonriendo suavemente. – No me acordaba de que no te gustaba esto. Lo siento mucho, no lo volveré a hacer.

Y fue esa falsa sonrisa condescendiente la que libró a Zoro de todas sus estúpidas ideas anteriores. Porque, por primera vez, experimentó un rechazo por parte de una persona que le importaba demasiado como para que le rechazara. Era doloroso y punzante. Y no le gustaba.

Alargó uno de sus brazos para coger a Luffy por la muñeca, y tiró de él hasta obligarle a quedarse en su posición anterior. Guio una de sus manos hasta sus hombros, y la otra la siguió como actorreflejo. Y concluyó colocando las suyas propias sobre la cintura del moreno. Sonrió ante la cara anonadada que le regalaba.

-          No me refería a eso.

-          Pero pensaba que habías dicho…

Zoro chasqueó la lengua, molesto consigo mismo, o con su “yo” pasado, interrumpiendo a su capitán, quien frunció el ceño. Pero el espadachín ya se sentía seguro y confiado, aunque levemente avergonzado de su comportamiento un minuto atrás, así que fijó su mirada en la persona situada frente a él. Su intensidad fue rápidamente correspondida, y entre ambos surgió un penetrante contacto visual cargado de emociones. ¿Qué había de malo en que Luffy se acercara a él de esa manera? ¿Qué había de malo en que él disfrutara de ello? ¿Qué motivos tenía para sentirse incómodo con esa cercanía?

Sonrió de forma provocativa, a lo que Luffy respondió con una de sus sonrisas más brillantes.

-          Olvida lo que dije aquel día.

-          ¿Por qué?

Algo irritado, Zoro desvió la mirada un instante.

-          Supongo que la situación ha cambiado. No me retracto de todo lo que dije, pero hay cosas que me gustaría que ya no tuvieras en cuenta.

Luffy parecía confuso, pero se limitó a asentir.

-          Entonces, ¿no te molesta que me siente sobre ti?

El espadachín pensó sobre ello cuidadosamente. ¿Molestarle? No, pero tampoco quería que lo hiciera cuando los demás rondasen cerca. Aunque, intuyó, frustrado, dudaba que alguno de ellos se sorprendiera si les vieran así de juntos.

-          No me importa que lo hagas, pero solo cuando estemos solos.

-          ¡Está bien!

Luffy soltó una risilla, tan refrescante como un riachuelo, y Zoro sintió una calidez invadiendo su cuerpo. Un impulso repentino nació de su interior y alcanzó sus manos, quienes empujaron con algo de tosquedad el cuerpo de su capitán, acercándolo al suyo propio, convirtiendo su contacto en un brusco e inesperado abrazo al que Luffy apenas fue capaz de responder envolviendo sus brazos alrededor del cuello del peliverde.

El sombrero de paja, insignia inherente a Luffy, cayó silenciosamente a su espalda. A ninguno de los dos pareció importarle lo más mínimo.

Con sorpresa, el moreno recolocó su cuerpo para sentirse más cómodo, pero los apretados brazos del espadachín alrededor de su cintura apenas le dejaban espacio de maniobra. Sintió cómo el peliverde enterraba su rostro en su hombro, y una extraña sonrisa se formó en sus labios; una llena de satisfacción. Inconscientemente, una de sus manos perdió sus dedos entre los verdes cabellos de su pareja.

-          ¿Zoro?

-          Me apetecía hacerlo – era toda la explicación que el espadachín podía darle; pues, dentro de sí, estaba intentando ordenar sus sentimientos.

-          A mí no me desagrada.

-          Ah, ¿no? – Zoro sonrió, aunque hundido como su rostro seguía en el hombro de su capitán, esa sonrisa nunca vio la luz.

-          ¡Para nada!

-          Entonces, quizá vuelva a hacerlo algún otro día.

Luffy alzó la mirada, sintiéndose muy feliz en ese momento.

-          ¿Podría hacerlo yo también?

-          Me encantaría.

-          ¡Bien!

La característica risa de ese chico llenó la sala y el cuerpo del peliverde. ¿Cómo algo tan agradable podía haberle parecido tan odioso en el pasado? No creía en dioses o destinos, pero se sintió obligado a agradecer a lo que quiera que fuera lo que le interpuso en el camino de la persona que estaba entre sus brazos, que hubiera tomado esa decisión. Fue en ese momento en el que se dio cuenta que su corazón estaba preparado para sacrificar todo por ese chico. Su propio bienestar, su propia vida. Su propio sueño.

No descansaría hasta que esa persona se sentara en el trono que ansiaba y le correspondía.

Se dio cuenta, sin embargo, que hacía tiempo que ya había decidido eso. Simplemente, en ese momento, sus motivos para hacerlo habían cambiado.

Soltó un suave suspiro, y alzó levemente la cabeza. Sus ojos dejaron de estar escondidos, y pudo ver el sombrero de paja olvidado sobre el suelo.

El símbolo del sueño que, ahora más que nunca, ambos perseguían.

Haciendo que Luffy se inclinase hacia atrás, alargó uno de sus brazos para alcanzarlo. Cuando lo consiguió, volvió a erguir ambos cuerpos antes de separarse levemente, consiguiendo ver todas las preguntas que el moreno había plasmado en su rostro.

Contuvo la risa. Colocó el sombrero sobre la cabeza de su capitán de forma bastante enérgica, y golpeó con suavidad su frente.

-          Deberías tener más cuidado con esto, ¿no? Creo que es importante.

-          ¡Oh! No me había dado cuenta de que se había caído.

-          Está bien. ¿Qué deberíamos hacer? Estaremos el resto de la tarde aquí encerrados.

Luffy ladeó la cabeza, pensativo. Su conclusión, sin embargo, no tardó en llegar.

-          Creo que tengo hambre. ¡Busquemos si Sanji guarda comida aquí!

Zoro suspiró, preguntándose por qué demonios no lo había visto venir. Se sintió muy tonto cuando, a pesar de su indignación, una sonrisa apareció en sus labios. Finalmente, decidió resignarse.

-          Como quieras, capitán. Te seguiré siempre, decidas lo que decidas.

El verdadero significado de esas palabras se perdió tan rápido como desaparecieron en el aire. Luffy simplemente soltó un pequeño grito de alegría, al tiempo que se levantaba con rapidez, acercándose al montón de cajas situado bajo la estantería de las especias.

Divertido, pero fiel a su promesa, Zoro fue tras él.

Notas finales:

MENCIONES

Debo reconocer y avergonzarme por ello, que cuando pasó lo de la memoria y perdí toda mi información, egoístamente ignoré todos los correos que me llegaban sobre nuevas reviews. Me arrepiento, y me siento extremadamente apenada por ello. Perdón de todo corazón.

Supongo que al borrar la nota, las reviews dejadas en ella también han desaparecido, aunque no lo he comprobado. Por si acaso, me gustaría dejar una breve respuesta a ambas aquí.

Ookami-chan: Muchísimas gracias por la review, es increíble recibir palabras tan bonitas por el trabajo que una hace. Gracias por el apoyo que me mostraste, no sé si todavía seguirás por esta página, pero ojalá algún día puedas ser consciente de que me has hecho sonreír, algo que aprecio mucho. No sé siquiera si te interesa mi regreso, pero tampoco puedo prometer que siga actualizando este fic de seguido. En cualquier caso, ojalá todo te esté yendo bien :).

Laru:3: Tu comentario no se ha perdido entre muchos otros; aunque he tardado en responder, lo he leido con atención, y debo agradecerte de corazón tu comprensión. Del mismo modo que a Ookami-chan no le puedo prometer la actualización de este fic, me resulta mucho más difícil asegurarte que siquiera me plantearé la idea de continuar "Un marimo a la plancha". Gracias a una nota que dejé publicada en uno de estos capítulos, he podido escribir la continuación de este fic. "Un marimo a la plancha"... es más complicado. Agradezco tu preocupación, y ojalá todo te esté yendo bien :).

IsisDoll: No sé qué decirte. No me atrevo a decirte nada. Sé que has leido el fic, sé que me has dejado reviews, y lo supe hace ya mucho tiempo. Pero no me atrevía a decirte nada. Siento que debo pedirte (pediros) perdón por tantas cosas que no sabría ni por donde empezar. Ahora es tarde en España, así que quizá no lo haga inmediatamente, pero creo que estoy preparada para hacer frente a mis errores (Dios santo, creo que me estoy haciendo parecer una asesina prófuga xD). Quiero leer tus comentarios con calma, y te responderé. No sé si ya es tarde, o si finalmente ya te (... os xD) has olvidado de mí. A mí me ha resultado imposible hacerlo xD.

En el caso de que me esté dejando a alguien olvidado, pido perdón. Quizá suene estúpido, pero no recuerdo muy bien cómo funciona el sistema de reviews esta página xD.

~~~~~~~~~~

En cualquier caso, gracias a todos los que me mostrásteis apoyo hace ya algo más de un año, y gracias a todos los que han llegado aquí tras leer el capítulo.

Espero que os haya gustado :).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).