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Give me love por Allure

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Sam entro en el ascensor mirando su reloj. Era un alivio saber que este no estaba descompuesto y que se había tardado lo suficiente para que su hermano ya no se encontrara en la oficina de Castiel.

Su almuerzo con su esposo, Gabriel, había sido de lo más tranquilo. No le permitió al rubio que lo tocara siquiera, esa era su manera de castigarlo por obligarlo a asistir a la fiesta que uno de sus amigos organizara. Gabriel no jugo limpio tampoco,  mirándolo con ese gesto de animalito herido que usaba cada vez que lo hacía enfadar, pero aun así Sam no lo perdono. Comieron en un silencio solamente interrumpido por los intentos de conversación de parte de Gabriel, aunque cada uno murió con una mirada de hielo por parte del menor.

No es que le gustara comportarse de esa manera con su amado esposo, pero esa era la única forma de hacerle entender que debía dejar de arrastrarlo a fiestas.

 

Saludo a la secretaria de Castiel y le pregunto si su jefe ya se encontraba solo. La mujer le dio una sonrisa y agrego:

—Tu hermano ya se fue, ojala yo tuviera una sonrisa como la suya siempre—

— ¿Sonriendo? Eso se oye prometedor—respondió Sam con una gran sonrisa antes de encaminarse hacia la oficina de su mejor amigo. Tenía la esperanza de oír buenas noticias abandonar sus labios, deseaba fervientemente que su hermano fuera a quedarse con ellos…bueno, más específicamente con Castiel.

Toco un par de veces y la voz de Castiel, desde el interior de la oficina, lo invito a pasar. Sam abrió lentamente la puerta y entro. Miro tras de la puerta, por si acaso su amigo estaba sentado en el sillón pero este estaba vacío. Dirigió su mirada al escritorio y descubrió a su jefe sentado tras un montón de papeles. Castiel estaba leyendo un par de ellos en ese instante y parecía bastante concentrado, tanto que eso le hizo creer a Sam que su pequeño plan con la cámara no había dado resultado.

Aun recordaba cómo se había puesto Castiel tras su ruptura con Caroline. El pobre hombre se había volcado de lleno a su trabajo, tanto que parecía más un zombie que su mejor amigo. Sam odio con toda su alma a la arpía que rompió el corazón de Castiel.

—Dime que no te convertiste en el “Castiel trabajólico” otra vez—dijo acercándose al escritorio y tomando asiento en la silla que se encontraba frente a este. El hombre no levanto su mirada de los papeles que tan concentradamente leía pero si esbozo una pequeña sonrisa—vamos, acabo de tener una pésima cita con mi esposo y necesito buenas noticias—

—Hay noticias, pero no voy a decirte nada hasta que termine de leer esto. Mañana debo ver a uno de los inversionistas asiáticos y no quiero que me atrape con la guardia baja. —

—Eres pérfido, Novak. —se quejó Sam cambiando de posición en la silla y sacando su teléfono para darle un vistazo. Desde la pelea tenia silenciado a su querido esposo en Whatsapp, por lo que tenía que revisar manualmente si Gabriel le había enviado algún mensaje importante.

— ¿Qué hizo ahora?—

—Lo de siempre, aunque esta vez involucro a mi suegro…Gabriel jura que Chuck y yo estamos deseosos de asistir a una fiesta en la que no conocemos a nadie—Sam no se consideraba a sí mismo un antisocial, solo alguien demasiado selectivo a la hora de elegir la gente con la que le encantaría encontrarse en una fiesta. —Como sea, de todas maneras conseguirá arrástrame allí. —

—Entonces no deberías estar molesto con él, bueno, no tengo demasiada práctica en eso de tener una pareja así que puedo estar equivocado—por fin, Castiel bajo los papeles que estaba leyendo y miro fijamente a su mejor amigo. Sam enarco una ceja y devolvió su teléfono al bolsillo para prestarle toda su atención a su jefe. —no me mires así, se lo que quieres preguntarme pero no quiero arriesgarme a hablar todavía—

— ¿Tuve o no tuve razón con Dean?—pregunto Sam entrecerrando los ojos—vamos, dime que mi hermano no va a irse en ese estúpido crucero—

—Aun no estoy seguro, tenías razón con lo de los besos pero…pero me gustaría tener pruebas más claras sobre lo que tu hermano siente por mí—

— ¿Y qué pruebas te faltan? ¿Tener sexo con él sobre la camilla?—Castiel dio gracias mentalmente por no haber estado bebiendo líquidos porque se los hubiera arrojado a su entrometido mejor amigo en la cara. No estaba preparado para ese tipo de preguntas. —vamos, Castiel, mi hermano es un profesional y si hizo eso fue por algo más…estoy seguro que él te quiere. —

—Yo también quiero estarlo, es por eso que debo asegurarme de que no me van a romper el corazón. —Castiel esbozo una pequeña y triste sonrisa al recordar cómo se sentía tras enterarse que Caroline no lo amaba. No quería volver a sentirse de esa manera nunca más y menos gracias a ese hombre que había conseguido sacarlo del infierno en el que estuvo. Desde que lo vio por primera vez, Castiel sospecho que su vida no iba a ser la misma después de Dean Winchester. —Si mañana se repite lo de hoy voy a reunir todo el valor que me queda y enfrentare a tu hermano—

—Más te vale que lo hagas porque no deseo tomarme una licencia por estrés, ya tengo suficiente de eso con mi amado esposo. —

 

Dean cerró la puerta tras él y dejo caer el bolso, junto a la camilla portátil, cerca del sillón. Camino hacia la cocina para conseguir una cerveza y alejarse del deprimente sentimiento que lo embargaba cada vez que veía lo vacía que estaba su sala.

La gran mayoría de sus cosas estaban en cajas, listas para ser llevadas a la bodega que iba a pagar con el dinero que su hermano Sam le había…Mierda. Dean se detuvo frente al refrigerador y recordó que después de besar la espalda de Castiel, prácticamente, había tenido que salir corriendo para que el no notara que estaba algo, no, muy excitado. Por lo menos pudo guardar las apariencias lo suficiente para abandonar la oficina, no sin antes recibir su cheque de manos de Castiel. Lo que el hombre de ojos azules le pagara no alcanzaba para cubrir el primer mes de la bodega, lo que quería decir que iba a tener que llamar a su hermano y lo más probable es que si Sam venía a su casa lo haría acompañado por Gabriel.

Repentinamente una vibración en su bolsillo le aviso que tenía una llamada. Sin mirar lo saco y al contestar se dio cuenta de que se trataba de su hermano menor. Dean se alegró, probablemente Sam le diría que le iba a hacer una transferencia a su cuenta.

—Hey Sammy, olvide que tenía que esperarte para que me prestaras dinero—dijo con una sonrisa mientras estiraba un brazo hacia el refrigerador y lo abría para coger una lata de cerveza. —supongo que siempre puedes hacerme una transferencia ¿no?—

—Eso…es que perdí la tarjeta y no me darán otra hasta la próxima semana—respondió Sam rápidamente, algo que le hizo sospechar a Dean que su hermano no estaba diciéndole toda la verdad.—pero tengo dinero en efectivo, casualmente un amigo me devolvió un préstamo hoy.

— ¿Si? Que suerte tienes. Entonces supongo que tendré que ir a tu casa ¿no?—Dean no podía creer que su hermano fuera tan obvio. En verdad iba a extrañarlo. —dime que estas planeando, Sammy.

—Claro que no, solo porque quiero que vengas esta noche a cenar con nosotros no es nada fuera de lo común—Dean abrió y cerró la boca al oír los planes que su hermano menor tenia, honestamente, no deseaba ver al esposo de Sam pero no podía negar que quería tener una última cena junto a su familia. —Gabriel y yo vamos a echarte de menos, quiero comer contigo una última vez—

—Eres un maldito manipulador, pero supongo que puedo tolerar a mi cuñado con tal de tener nuestra cursi reunión familiar—la risa de Dean se le contagio a Sam y tras unos segundos se detuvieron. —De todas maneras no puedo negar que el tipo cocina genial. —

—Le diré a Gabe que prepare algo especial para nosotros cuatro—

— ¿Cuatro? Si mis matemáticas no me fallan, nosotros somos tres y a menos que por fin te hayas embarazado de Gabriel dudo que tus cuentas estén bien. —Dean camino hacia la sala, llevando en su mano la cerveza que había tomado del refrigerador. Tomo asiento y acomodo los pies sobre la mesita de centro. —Bueno, no me importaría comer con tu suegro, el tipo es algo raro pero es muy gracioso. —

—Nop, Chuck está visitando a su hermana así que tendrás que soportar a su reemplazo—Dean bajo la cerveza y aguardo a que su hermano le dijera por fin lo que tramaba, aunque tenía una leve idea de quien se trataba.—además, Castiel te ha cogido algo de cariño ¿no?—

“No es lo único que ha cogido”

—A veces creo que deberías dejar de mirar tantas telenovelas, Sam, están pudriéndote el cerebro y te hacen creer que eres una especie de cupido enorme—se quejó Dean tras mojar su garganta con un breve trago de cerveza. Necesitaba dejar de darle vueltas al increíble sexo que había disfrutado con Castiel, justamente en el sillón en el que estaba sentado. —cenare con ustedes pero solo lo hare por el dinero.

— ¿Te das cuenta de lo mal que suena lo que acabas de decir?—la risa de Sam hizo enfadar tanto a Dean que gruñendo una maldición corto la llamada. Lanzo el teléfono entre los cojines y se terminó la cerveza de un solo trago.

Se daba perfectamente cuenta de lo mal que sonó lo que dijo y eso lo hacía enfadar. Castiel significaba muchísimo más que solo dinero.

 

Castiel se miró por tercera vez en el espejo de cuerpo completo de su habitación y como las veces anteriores sintió que se veía ridículo. Estaba usando uno de sus mejores trajes pero aun así sentía que no estaba acorde a la situación. Sam lo había invitado a cenar a su casa para despedir adecuadamente a su hermano mayor, así que era una importante ocasión ¡y  él no podía elegir un maldito atuendo!

Ahora entendía eso que decían las mujeres sobre no tener nada que ponerse.

Necesitaba ayuda, eso o alguien que viniera y escogiera la ropa por él. Una de las bondades de trabajar en una oficina es que no existía manera de equivocarse, solo se ponía uno de sus tantos trajes y ya.

No, no y no, no podía presentarse ante Dean vistiéndose de la misma manera. Dean pensaría que lo único que tenía eran trajes, no estaría demasiado alejado de la verdad pero eso no era lo que quería enseñarle a Dean. Esta era una gran oportunidad que Sam planeo para lograr que ambos se acercaran un poco más. Castiel no iba a decirle que la noche pasada había estado muy, muy cerca de su hermano mayor o mejor dicho, dentro de su hermano mayor. Un caballero no tiene memoria, canturreo alejándose del espejo y regresando a su armario para buscar otra opción que le agradara. Sam le dijo que usara algo cómodo, después de todo solo era una cena con su mejor y su esposo, sin contar al chico que lo volvía loco. Mierda ¿Por qué no había prestado más atención a los programas de moda que pasaban en la televisión?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la musiquita de su teléfono. Palpo sus bolsillos buscando el teléfono hasta dar con él. La fotografía de su mejor amigo le indico que se trataba de Sam.

—Hey, Gabriel quiere saber si te gusta el pescado o la carne—

—Prefiero la carne, no es que crea que él no pueda preparar bien el pescado pero…rayos, Sam, estoy actuando como un torpe adolescente. —Se sinceró Castiel apoyando la espalda en una de las paredes de su armario. —me he cambiado de ropa tres veces y sigo pensando que parezco un idiota.

—Primero debes calmarte, creo que estás pensándolo demasiado. Cas, vamos a cenar solo nosotros cuatro así que puedes ponerte lo que quieras…menos un traje—Ahí se iba la última esperanza de Castiel—comprendo tu nerviosismo así que te ayudare. Déjame pensar ¿no tienes unos jeans y una camisa de las que no ocupas en el trabajo?—

—Creo que tengo unos de esos pantalones y también recuerdo que tu esposo me dio una camisa negra en navidad. No combinaba con ninguno de mis trajes así que no la he usado—respondió buscando con la mirada los cajones en los que estaba casi seguro guardo aquellas dos prendas. —supongo que podría funcionar…gracias, Sam.

—No hay de que, apresúrate o Gabriel se enfadara si la comida se enfría. Nos vemos—

Apenas Sam colgó, Castiel se apresuró en buscar la ropa que estaba casi seguro se hallaba en el cajón frente a él. Sus sirvientes se encargaban de lavar la ropa pero no de ponerla en su armario. Castiel se consideraba a sí mismo un poco obsesivo en el aspecto del orden de sus cosas personales, así que el mismo se encargaba de ordenar su ropa. Tras abrir un par de cajones logro dar con la camisa de color negro y para su suerte, los jeans estaban en el cajón siguiente. Miro su reloj y se dio cuenta que estaba a punto de retrasarse. Cogió las prendas y después de desvestirse se puso aquella ropa. Realmente esperaba que aquella combinación le agradara a Dean.

 

— ¡¿Cuántas veces debo decirte que no me interesa trabajar de stripper?!—

Sam sonrió al oír a su hermano gritarle a Gabriel. Ambos estaban en la cocina. Suerte que ya no temía dejarlos a solas en un lugar con tantos cuchillos. A pesar de lo que Dean pudiera decir sobre Gabriel sabía que en el fondo, muy, muy en el fondo, Dean quería a su cuñado. Lo suficiente como para no matarlo. Siguió poniendo los cubiertos en la mesa y por último se alejó un par de pasos para evaluar si estaría bien agregar un par de velas. Esperaba que esa cena ayudara a que su hermano y Castiel se acercaran un poco más. No quería jugar sucio pero si lo obligaban, Sam podía actuar como un verdadero casamentero.

Repentinamente el sonido del timbre interrumpió sus pensamientos y dejando las servilletas en una de las sillas, Sam se dirigió a la puerta y la abrió. Su sonrisa se ensancho al ver que Castiel había seguido sus consejos de moda y vestía algo informal pero que lo hacía ver muy bien. Lo suficiente para hacer que Sam, le diera una rápida repasada antes de sentir que eso podía contar como infidelidad y que a pesar de todo, Gabriel era el único hombre para él.

—Dime que no me veo como un tonto—dijo Castiel antes de entrar en el departamento. Su expresión hizo reír a Sam. Este cerró la puerta tras él y volvió a mirarlo de pies a cabeza. —sabía que no debí vestirme así, Dean también se reirá de mí.

— ¿Qué? No, no…lo que pasa es que hace feliz que hayas seguido mi consejo. Castiel, te apuesto veinte dólares a que Dean se sonrojara como una colegiala enamorada cuando te vea. —Sam estiro su brazo y cogió a Castiel del codo para guiarlo a la cocina. —Te ves genial, Dean y Gabriel están en la cocina, vamos con ellos antes de que mi adorado esposo consiga que mi hermano le clave un tenedor en el cuello. —

Ambos hombres caminaron hacia la cocina. Podían oír la discusión que provenía desde allí, Castiel se sentía un poco asustado de la reacción que Dean tendría al verlo. No esperaba que él se lanzara a sus brazos y que le declarara su amor, pero sería un terrible mentiroso si dijera que eso no lo convertiría en el hombre más feliz de todo el mundo. Sam empujo la puerta que separaba el comedor de la cocina y Castiel  se encontró de frente con el hombre que no podía sacar de sus pensamientos, mirándolo como si…como si…

—Creo que me debes veinte dólares, Cas—esa era la voz de Sam pero Castiel solo tenía ojos para el hermoso rubio a unos pasos, que lo miraba sonrojado.

—Hey, Cas—susurro Dean y el rubio dio un par de pasos hasta estar frente a él.

—Hola, Dean—respondió a su vez, dando el también un paso más cerca del rubio. —pensé en traerte un regalo pero no tuve idea de que podría gustarte—

— ¿Un regalo? No, no hay problema, Cas, no es necesario que me des nada. Soy feliz ahora, ya sabes, teniéndote aquí. —Castiel tuvo que reprimir los enormes deseos que lo impulsaban a lanzarse hacia Dean y abrazarlo. Tenía la verdad al alcance de su mano y aun le quedaba un día para descubrir si el hermoso hombre delante de él le quería también. —que bien que llegaste, estaba a punto de lanzar a mi cuñado por la ventana.

—No se preocupen por él. Yo me encargo—susurro Sam con una sonrisa antes de encaminarse hacia la cocina. Asomado en la puerta estaba su esposo, contemplando la escena que se desarrollaba en la sala de su departamento. Sam se apresuró en empujarlo dentro de la cocina otra vez, no quería interrumpir a su hermano y a Castiel. Ambos tenían esa mirada que le aseguraba que algo más existía entre ambos, lo único que faltaba era que ellos también se dieran cuenta. Sam cerró la puerta y dejo solos a los dos hombres.

Castiel no sabía que decir y eso lo hacía sentir como un verdadero tonto. Dean lo miraba fijamente como si estuviera esperando algo de su parte y el no tenía la más remota idea de que pudiera ser. De pronto vio que Dean se acercaba y tomándolo del brazo lo guiaba hacia el ventanal que separaba la sala de un pequeño pero acogedor balcón. Ninguno dijo nada mientras Dean cerraba el ventanal tras ellos y el ruido de la calle, amortiguado por la distancia inundaba sus sentidos. Estaban lo suficientemente alto como para poder hablar sin interrupciones. Dean tomo asiento en una de las sillas cerca de la mesa para dos que allí se encontraba. Era obvio que ese era uno de los lugares favoritos de Sam y Gabriel.

— ¿Qué sucede, Dean?—pregunto Castiel sentándose en la otra silla. Realmente no entendía porque Dean lo había llevado a ese lugar, aunque no iba a quejarse si podía estar a solas con el. — ¿Te sientes…?—

—Solo cállate, Cas… ¿no podemos solo estar aquí lejos de los malos chistes de Gabriel?—la sonrisa en el rostro de Dean era contagiosa y Castiel pronto estuvo sonriendo también. — ¿vas a extrañarme cuando me vaya?—

—Claro que si, Dean, no te imaginas cuanto—se sinceró elevando su mirada hacia la noche estrellada que se extendía sobre ellos.

—Yo también te voy a extrañar, Castiel—Dean se giró hacia el hombre de ojos azules y siguiendo su mirada contemplo también la belleza del cielo plagado de estrellas.

Que fácil hubiera sido acercarse pero las dudas los carcomían a ambos y mientras contemplaban las estrellas ambos formularon su propio deseo. Uno que era idéntico al del otro. Y como si el cielo quisiera darles una señal, un par de estrellas fugaces cruzaron sobre ellos.

Dean pidió que Castiel lo amara.

Castiel rogo que Dean alguna vez pudiera amarlo.

 

Ambos eran unos tontos, pensó Sam alejándose del ventanal y regresando a la cocina junto a su esposo. Realmente esperaba que las cosas entre ambos se aclararan y que todo acabara bien. Por el bien de sus nervios esperaba que el plan de Castiel llegara a buen puerto.

Notas finales:

Continuara...


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