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Give me love por Allure

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Notas del capitulo:

No hay palabras suficientes para expresar mi arrepentimiento y lo mucho que siento por abandonar mis fics...vivo en el eterno bloqueo asi que por favor perdonenme TT__TT

 

Por un segundo, Dean estuvo más que tentado a pedirle a Castiel que subiera a su departamento para tomar algo. Aunque se detuvo al recordar cómo habían acabado la noche anterior y también porque la gran mayoría de sus muebles ya estaban embalados. Su departamento normalmente se veía bastante pobre, no quería que Castiel tuviera que ver su actual estado. Bueno, no más de lo que ya había visto.

Mientras paseaba por la sala habló por teléfono con el encargado de las bodegas en las que guardaría las cosas que no podría llevarse con él en el crucero. Ayudado por Castiel, había podido transferir el dinero directamente a su cuenta, así que lo único que quedaba era arreglar cuándo vendrían por sus cosas. Dean había acabado eligiendo esa empresa porque ellos ofrecían ese servicio adicional. No tendría que preocuparse por cargar nada.

Tras colgar el teléfono y acordar la hora en la que los trabajadores vendrían por sus cosas, Dean se dejó caer sobre el sofá. Quedaba tan poco tiempo para que se llevaran todo, prácticamente sólo horas.

Esa mañana había abierto los ojos y mirado un buen rato el techo. Desde que conociera a Castiel, hacer eso se estaba transformando en algo cotidiano. Mirar el techo, examinar las manchas de humedad y pensar que justo la que estaba sobre su cabeza se parecía mucho a Castiel. A pesar de que se había dicho más de una vez que el hombre estaba fuera de su alcance, su corazón se negaba a aceptar tal cosa y luego del maravilloso sexo, su cuerpo le traicionaba también. Extrañaba el tacto de sus manos sobre su piel y el calor de sus labios recorriendo su cuello. Ahora su única esperanza era que la distancia y el tiempo terminaran borrando todos y cada uno de sus recuerdos. Subir a ese crucero y largarse de esa ciudad iba a ser la mejor cura para todo lo que estaba ocurriéndole.

A mediodía, y tras empacar un par de cosas más pequeñas, salió del departamento para ir a almorzar. Aún tenía un par de asuntos pendientes y no quería dejarlo todo para último momento. Aún le faltaba visitar a un buen amigo suyo, dueño de una pequeña pero exitosa cafetería a las afueras de la ciudad, cerca de la carretera. No lo veía hacía varios días y le debía dinero así que no quería que pensara que se marcharía sin pagarle.

Metió en la cajuela de su auto las cosas que usaría para darle el masaje a Castiel. Se aseguró de tener suficiente del aceite especial que sólo usaba con él, y que él mismo fabricaba. Un suspiro abandonó su boca al pensar en eso, Castiel había sido lo suficientemente importante para él como para usar ese producto en el que tanto esfuerzo y trabajo invirtiera. No quería pensar en eso pero no podía dejar de hacerlo. Ese hombre había marcado un antes y un después en su vida.

Molesto consigo mismo por no poder dejar de pensar en Castiel, Dean subió a su automóvil, se puso el cinturón de seguridad y encendió el motor. Condujo en dirección a la cafetería del hombre que conociera de una forma bastante particular. Aún se reía cuando recordaba a Benny rompiéndole un palo de billar en la cabeza al tipo que estaba a punto de clavarle una navaja en el estomago. Incluso noqueó a los amigos del sujeto que se atrevieron a tratar de atacarlo por la espalda mientras peleaba con un par de tipos que se unieron a la pelea.

Nada mejor que una buena pelea de bar para conocer a uno de sus mejores amigos.

En la radio sonaba una canción de Oasis que tarareo mientras entraba en un pequeño embotellamiento. No estaba realmente preocupado por el tiempo, de todas maneras su único trabajo era con Castiel y este era a las cuatro de la tarde.

Mientras aguardaba que los autos frente a él volvieran a moverse, dejó que su mirada se perdiera en el cielo que lograba ver entre los edificios más allá de la carretera. Pensó en toda la semana que había vivido y en lo extraña que ahora le parecía. Conocer de verdad a Castiel había sido sin duda alguna lo mejor de todo. Pasar del desagrado a ese cálido sentimiento que ahora anidaba en su corazón, y que le hacía sentir de regreso en la adolescencia, era algo maravilloso y también algo totalmente inesperado. Claro que Dean no esperaba volver a sentirse así otra vez por alguien. Ese golpeteo que se apoderaba de su pecho y que le asustaba al pensar que Castiel podría oírle.

Lo amaba, era cierto. Era un desastre, eso también formaba parte de la verdad. Dean no podía creer que existiera una palabra que definiera mejor la situación en la que se encontraba ahora. Desastre… ¿Qué mejor palabra para definir el haber hallado el amor de su vida sólo para luego tener que abrir la mano y dejarlo ir?

Quizás el cielo lo odiaba. Probablemente era su castigo por algo que hiciera en otra vida.

El ruido de una bocina lo sacó de sus pensamientos y Dean se dio cuenta que los autos delante del suyo ya estaban a alguna distancia. Mascullando una mala palabra, piso el acelerador y volvió a avanzar. Mientras se reincorporaba al tráfico, se dio cuenta que algo estaba cayendo por su mejilla y al limpiarse con el dorso de su mano descubrió que se trataba de una lágrima. Aquel descubrimiento lo asustó un poco, sin embargo, no podía hacer nada con el sentimiento que se alojaba en su pecho.

Media hora después se estacionaba frente a la pequeña cafetería ubicada frente a la carretera. Benny la tenía desde hacía cerca de un año y sabía que le iba muy bien. Su amigo era alguien sencillo y no parecía desear mucho más que una vida tranquila y de ser posible, lejos de la modernidad. Así que cuando atravesó la puerta y una pequeña campanita anunció su llegada, se sorprendió muchísimo de ver en una de las paredes una televisión de pantalla plana.

-Se qué vas a decir y prefiero que te lo guardes para ti mismo- Antes de que pudiera abrir la boca, Benny salió de la cocina y pasando la barra en la que comían un par de hombres, se acercó a la puerta para recibir a Dean- No fue mi idea, Balthazar sugirió que así vendría más gente-

-No sabía que tuvieras un socio, jamás pensé que podrías…-

-Soy su novio, rubito, no su socio- Dean observó con la boca abierta al hombre que salió de la cocina. A diferencia de su amigo, este vestía un elegante traje de color negro que resaltaba muy bien su cuerpo. Tenía el cabello rubio y corto, junto a una expresión de fastidio que se transformó en alegría mal disimulada apenas Benny se acercó a él. Definitivamente jamás hubiera imaginado que su rudo amigo acabaría con una especie de metrosexual.- Me estoy ocupado de sacar de la edad de las cavernas esta especie de restaurant.-

-Es una cafetería, Balthy- Corrigió sin enfado alguno Benny mientras pasaba tras la barra y comenzaba a servir café. Dean prácticamente había quedado en shock al oír a Benny llamar de esa manera al otro. Era una de esas cursilerías que podría esperar de su hermano Sam y no de él- Y creo que así estoy perfectamente. Si comienzo a agregar más televisores y todas tus ideas, esto se llenará de las personas que justamente no quiero.-

-Amor…bebé…sabes que soy el mejor publicista de toda la ciudad y estoy seguro que esto sólo podrá traerte beneficios- Dean retrocedió un paso hacia la puerta notando cómo el ambiente se transformaba en algo más. Balthazar se acercó a Benny con una sonrisa tan llena de lujuria que hasta para él fue obvio lo que haría ese par.

-¿Sabes? Benny, me tengo que ir, pero vine a pagarte el dinero que me prestaste antes- Dean se acercó hasta la barra y depositó en ella un fajo de billetes sujetos con un elástico. Tras eso volvió a acercarse a la puerta y después de un último vistazo a la feliz pareja, salió lo más rápido que pudo en dirección a su auto.

Luego le llamaría a Benny para contarle sobre su nuevo trabajo y de paso enterarse como ese par terminó junto.

Dean regresó a su auto sintiéndose enfadado y muy hambriento. Lo siguiente era encontrar un restaurante antes de que tuviera que ir a su trabajo con Castiel, algo que no iba a dejar de hacer ni aunque se quedara sin almorzar. Era su última vez juntos, necesitaba de ese momento para poder sobrevivir.

 

 

Castiel se soltó la corbata apenas vio que daban las cuatro. Su corazón latía de manera apresurada y, como si eso no fuera poco, el estomago le dolía. Todo gracias a los nervios que le provocaba el próximo encuentro con su masajista. Dean Winchester había resultado ser como un huracán que arrasó con todo su mundo y que ahora estaba a punto de salir de él si no lo detenía. Su corazón y felicidad estaban en juego, debía logar que Dean admitiera que lo quería tanto como él ya lo hacía.

Se incorporó y volvió a arreglar la posición de la cámara que había ocultado. Abrió el programa de esta y de no haber oído unos golpes en la puerta, habría vuelto a mirar la grabación del día anterior. No es que se hubiera quedado un par de horas mirando cómo Dean repartía dulces besos por toda su espalda y mucho menos se había masturbado pensando en él.

-Entre- Logró decir tras encargarse de minimizar la ventana del programa de la cámara y comprobar que esta estuviera grabando todo adecuadamente. La puerta de su oficina se abrió y, emocionado, vio la cabeza de Dean asomarse por el espacio y mirarlo con una sonrisa antes de entrar.

-Estaba seguro que no estabas aquí, te tardaste en responder- Dijo Dean con una gran sonrisa mientras avanzaba hacia el escritorio y acomodaba  a su lado la camilla. Castiel siempre admiraba cómo la armaba en tan poco tiempo-¿Cómo estás? Me encontré con Sam en el pasillo y me dijo que esta tarde vas a reunirte con unos japoneses y que has estado estresado desde hace semanas por eso.-

-¿Hay algo que Sam no te dijera?- Castiel rio nervioso tomando nota mental de vengarse de alguna manera de su mejor amigo. Suerte que lo único que no le había dicho era que estaba a punto de declarársele, bueno, eso si salía bien la primera parte de su plan.

-Yo pensé que ya sabías que era un soplón, no te preocupes no me dijo nada más.- La risa de Dean era contagiosa y Castiel se encontró a sí mismo riendo también- Ahora deberías levantarte y quitarte la ropa…hoy tienes un gran día por delante así que lo mejor es que te envíe a la batalla lo más relajado posible ¿no?-

-Está bien- Castiel vio a Dean abandonar la oficina con una sonrisa y apenas oyó el seguro de la puerta se apresuró a volver a comprobar la cámara y que todo fuera a quedarse grabado. Realmente necesitaba tener a su hermoso masajista en video.

Tras comprobar que estuviera todo en orden, se levantó de su silla y de la manera más rápida que pudo se quitó el traje y lo dobló antes de ponerlo sobre su silla. Dean había tenido razón sobre su reunión con los inversionistas asiáticos, así que no podía permitirse un traje arrugado. Por suerte había comprado hacía algunos meses una plancha vertical de vapor, pero no iba a usarla a menos que fuera realmente necesario. Además, la única que sabía usarla era Joanne.

Cogió la toalla que Dean siempre le dejaba sobre la camilla y se la puso alrededor de la cintura antes de subir a ella. El tiempo junto a Dean había sido escaso, pero el suficiente para darse cuenta que ese hombre era quien quería que permaneciera el resto de su vida con él. Todo tenía su aroma y lo único que deseaba era enterrar la nariz en la toalla y quedarse allí para siempre, sin necesidad de asistir a esas aburridas reuniones llenas de hombres aburridos. Quería dormirse allí, bajo las atenciones de su guapo masajista y despertar para decirle que no se iba a ir en ningún jodido crucero sino que despertarían juntos cada mañana en la misma cama. Que enredarían las piernas mientras dormían y que, si él lo quería, podrían irse de vacaciones ese mismo fin de semana.

El sentimiento había sido tan avasallador que Castiel ya estaba muy seguro de lo que sentía. Ahora lo único que faltaba era que Dean le alegrara diciéndole que sentía lo mismo. Y hablando de él,pronto oyó cómo la puerta de su oficina se abría con suavidad. Se apoyó en su codo para poder ver de quien se trataba y afortunadamente pudo ver la forma en la que Dean se había quedado mirándolo, casi como si quisiera devorarlo con la mirada.

-¿Ya estás listo?- Preguntó apenas pudo decir algo coherente luego de ver a Castiel sólo cubierto con una toalla sobre su camilla. Su toalla jamás se había visto tan bien en otro cuerpo.- Entonces voy a empezar por subir la temperatura un poco.-

Dean se acercó al panel que controlaba el aire acondicionado y, tras elevar la temperatura un par de grados, se acercó a su bolso y tomó la botella que contenía el aceite que usaba sólo para Castiel. Puso un poco en sus manos antes de frotarlas entre sí para calentarlas mientras se acercaba al hombre en la camilla.

-Dean…cuando te vayas voy a extrañar demasiado tus masajes.- A pesar de que eso era totalmente lo opuesto que Castiel quería decir se obligó a hacerlo, esperaba que eso le hiciera pensar a Dean que no sabía nada sobre lo que pasaba cuando se quedaba dormido.

-Sólo contrata a alguien más y ni te darás cuenta que me fui.- Susurró Dean empujando suavemente a Castiel contra la camilla para que se acostara en la posición correcta. No quería pensar en eso, pero no era como si tuviera una especie de contrato de exclusividad con él, así que lo más obvio sería que Castiel consiguiera un nuevo masajista- Ahora déjame trabajar…recuerda que esta es nuestra última vez.-

-Lo sé, Dean.- Sin agregar nada mas, Castiel se acostó como debía en la camilla y sin siquiera mirarlo supo que el rubio estaba dolido.

Las manos de Dean se movieron por la espalda de Castiel suavemente, casi como una caricia, antes de empezar a trabajar sus tensos músculos. A veces se preguntaba cómo es que ese hombre siempre volvía a ese estado de tensión, era como si jamás le hubiera dado un mensaje en los días pasados. Mientras pasaba sus palmas por sus omoplatos y volvía a oír los suspiros que abandonaban sus labios, se permitió esbozar una sonrisa que no alcanzó a sus ojos. A cada segundo se daba cuenta más y más que no iba a olvidar fácilmente al hombre que ahora suspiraba cada vez que sus dedos presionaban un poco más fuerte.

Dean no estaba seguro de si había pasado media hora o sólo diez minutos, pero lo único que sabía es que necesitaba llevarse con él la sensación de la tibia piel de Castiel en sus labios.

 

Era como estar en el cielo, ninguna palabra podía ocurrírsele cuando pensaba en la sensación que ahora estaba teniendo. Cálida y placentera, algo que llenaba su corazón de dicha…lo único que opacaba un poco todo era que no tenía a Dean con él. Podía sentir su presencia a su alrededor, tocándolo y llenando cada uno de sus poros. Su corazón latía tranquilo, como si supiera que todo estaba bien. Confiaba en Dean y sabía que en sus manos no tenía absolutamente nada que temer.

En tan poco tiempo el rubio había entrado en su corazón y no deseaba sacarlo de allí. Quería que se quedara junto a él y poder encargarse de cuidarlo.

Repentinamente un  sonido constante y que conocía muy bien rompió con su calma. No quería despegar su cabeza de la camilla y regresar al mundo real, pero si su secretaria se atrevía a interrumpir su tiempo con Dean, algo importante debía estar pasando. Casi gruñendo despegó su rostro del hueco de la camilla y apoyándose en sus codos se incorporó. Parpadeo un par de veces tratando de despertar y, cuando logró enfocar a Dean, le sonrió.

-Te ves como si te hubieras dormido doce horas- Dijo el rubio ofreciéndole una sonrisa que casi logró que Castiel suspirara- ¿Quieres que te alcance el teléfono?-

-Por favor, sospecho que es algo importante- Dean se apresuró a darle el teléfono inalámbrico antes de recargarse en el escritorio tras él. Castiel se quedo mirándolo unos segundos, admirando lo bien que el rubio se veía apoyado contra su escritorio y mirándolo con esa sonrisa algo traviesa que sólo él tenía, sin embargo, la voz de su secretaria en el teléfono lo hizo abandonar sus pensamientos, estaba hablándole de algo demasiado importante e inesperado.

Al parecer uno de sus socios extranjeros habían tenido algunos problemas familiares y habían acelerado su regreso, lo que quería decir que la reunión que tanto significaba para el futuro de su empresa estaba a punto de realizarse y él sólo traía puesta una pequeña toalla que apenas le cubría el trasero. Esa no podía ser una buena situación y mucho menos sabiendo que ese iba a ser su ultimo día junto al hombre que tanto había llegado a significar en su vida.

-¿Estas bien, Cas? Si quieres podemos dejarlo hasta aquí- Castiel se dio media vuelta apenas oyó aquellas palabras abandonar los labios de Dean, y mientras se giraba para mirarlo, maldijo a cualquier dios que fuera responsable de separarlo de Dean- De todas maneras sólo nos quedaban quince minutos juntos.-

-Yo quería disfrutar de todo el tiempo que pudiéramos tener juntos- Se sinceró mientras se acercaba al escritorio para devolver el teléfono a su lugar. No había querido pensar en ese día como el último en el que vería a Dean y ahora no podía seguir eludiendo la realidad.- Quizás podamos vernos después, tomar un trago, o lo que quieras.-

-Supongo que podríamos hacer eso. Sacaré ahora mi trasero de tu oficina para que puedas vestirte y vayas a cumplir con todas tus obligaciones- Sonriendo, Dean se limpió las manos en el trapo que colgaba de su cinturón y se encaminó hacia la puerta, no sin antes hacerle un gesto de despedida a Castiel.

Dean cerró la puerta tras él y levantó la mirada hacia donde se encontraba el escritorio de la secretaria de Castiel. La mujer le agradaba mucho y no le molestaría sacarle algunos chismes sobre su hermano menor, algo le decía que ella sabía varias cosas de Sam que podría usar luego para molestarlo. Pero para su sorpresa, Kelly tenía una expresión que le recordó a la de un bulldog. Iba a preguntarle si se sentía un mal pero se dio cuenta que ella no se encontraba sola. Sentada en el sillón que ocupaban las visitas y, viéndose tan atractiva como siempre, se encontraba la ex prometida de Castiel, Caroline se veía como una modelo. En ese momento estaba mirando su teléfono celular pero apenas se dio cuenta que él había abandonado la oficina lo metió en el visiblemente costoso bolso que descansaba a su lado.

-Hola ¿eres Dean, no? El masajista de Castiel- Dijo la mujer con una sonrisa que a Dean le hubiera encantado borrar de un puñetazo, pero recordó que a pesar de lo mucho que la detestaba ella seguía siendo una mujer- Si ya estas fuera eso quiere decir que él ya está listo.-

-De hecho él está desnudo ahora.- Dean saboreo la sorpresa en el rostro de la mujer tras decirle aquello, seguramente ella lo había visto desnudo en más de una ocasión pero ella ya no estaba en la vida de Castiel y Dean no quería que regresara a ella- Así que te recomiendo que no entres ahí.-

-¿Desnudo? Oh bueno, no es la primera vez que veo ese encantador trasero…supongo que no le molestara que volvamos a…- Ante el asombro de Dean, Caroline había intentado acercarse a la puerta de la oficina de Castiel pero para sorpresa de la mujer y la sonrisa en el rostro de la secretaria de Castiel, Dean se paró entre la puerta y Caroline, quien frunció el ceño-muévete, no sabes quién soy yo.-

-Claro que lo sé, nena, pero eso no quiere decir que dejaré que violes la privacidad de mi cliente. Así que mientras él no me diga que está listo, tú te quedaras donde pueda vigilarte.- Quizás Dean estaba siendo descortés con la mujer, pero no le importó porque se sentía celoso de lo que ella pudiera ver si entraba en ese momento- Pero no te preocupes, ya se vestirá y podrás hablar con él.-

-¡¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera, idiota?!- Dean no podía decir que no esperara que la mujer le hablara de esa manera, pero lo que sí le sorprendió un poco fue la mirada llena de odio y desprecio que Caroline le mostraba mientras se acercaba hacia él. Dean estaba casi seguro que ese día se ganaría una bofetada de una loca- ¡¿Sabes quién soy yo?! ¡Yo soy una abogada y tú no eres más que…-

-El mejor masajista y amigo que he encontrado desde hace mucho, Caroline, así que te agradeceré que dejes de hablarle de esa manera o me veré obligado a pedirte que te vayas- Esa era la voz de Castiel y las tres personas presentes se voltearon a ver al presidente de la compañía, que en esos segundos salía de su oficina- Además, no recuerdo haberte concedido una cita y menos hoy que estoy tan ocupado.-

-Puedo creer que sea un masajista promedio pero no tu amigo- Escupió la mujer mirando desdeñosa a Dean que a duras penas se contuvo de decirle lo que estaba pasando en ese momento en su cabeza- Necesito hablar contigo, aún no puedo creer que me niegues tu ayuda después de todo lo que te di.-

“Esa perra no acaba de decirle a Cas esa mierda.” Pensó Dean acercándose un poco a Castiel.

-Lo siento, Caroline, lo que yo no puedo creer es que sigas insistiendo en usar lo que hubo entre nosotros para tratar de sacarme favores.- Castiel notó cómo Dean se acercaba más hacia él, quizás el creía que la mujer era importante para él y tenía celos. A pesar de lo mucho que le gustaba ese pensamiento no podía alargar más ese momento, temía que Caroline dijera algo y Dean se lanzara sobre ella. Aunque ese fuera un divertido pensamiento.- Así que te pediré amablemente que te retires antes de que le pida a uno de mis guardias que te muestre la salida.-

El rostro de la mujer experimentó con todos los tonos de rojo y frunció los labios mientras miraba con odio a Dean.

-Como sea, no te necesito a ti ni a nadie ¡Hay mil empresas mejores que esta y que compiten por mi!- Escupió la mujer mirando con ira a ambos hombres- Lo único que he hecho desde que nos conocimos es pensar en ti y en…-

-En lo único que piensas es en el dinero de Cas, así que si un guardia no te saca estaré más que feliz de ponerte en mi hombro y mostrarte donde está la puerta.- Esta vez fue el turno de Castiel de sorprenderse por las palabras de Dean y eso le gustó muchísimo.- Tú decides, preciosa.-

Caroline abrió y cerró la boca para responderle a Dean pero al verlo dar un paso hacia ella se apresuró en apretar su bolso y dirigirse hacia el ascensor, ante la mirada divertida de Dean, que aguantó a duras penas la risa. No quería hacer enfadar a Castiel al burlarse de su ex prometida pero lo reconsideró seriamente al oír la risa que provenía de el hombre de ojos azules.

-No puedo creer que le dijeras eso y su cara…se puso blanca cuando te acercaste.- Logró decir entre carcajadas Castiel, acompañado por las risas de su secretaria que se levantó de su escritorio para acercarse hacia el pasillo que llevaba hacia el ascensor- Dime que ya se fue, Kelly.-

-Ya no está y, a menos que se haya metido en la oficina de alguien, ya debe haberse ido de aquí.- La mujer hizo una mueca pensativa y se giró hacia ellos- Por las dudas iré a mirar por ahí…no quiero a esa bruja dando vueltas por aquí.-

Sin agregar nada más, la mujer se encaminó hacia el pasillo que llevaba al ascensor y que también comunicaba a otras oficinas. Al quedarse sólo junto a Dean, Castiel se giró hacia él y le ofreció una sonrisa que este le devolvió.

-Debo irme ahora, me hubiera gustado estar contigo más tiempo, pero si quieres podemos salir a beber en la noche ¿Te gustaría?- Castiel rogó que Dean no viera su nerviosismo y pensara algo mal sobre su invitación- Podríamos comer en mi casa.-

-Eso me encantaría, Cas, avísame a qué hora pasaras por mi.- Las mariposas en el estómago de Castiel se alborotaron al ver la bella sonrisa que se formó en el rostro del rubio. Deseaba acercarse y rodearlo con sus brazos- Bueno, tu ya tienes que irte y yo debo recoger mis cosas. Como eres mi último cliente aún no llevaba la camilla a la bodega ¿Te molesta que me quede sólo en tu oficina?-

-No tengo problema con eso, confío en ti y sé que no harías nada incorrecto- Dean deseo no sonrojarse al oír las palabras de Castiel. Él le había dado su confianza y él la había roto aprovechándose de Castiel cuando estaba dormido- Nos vemos más tarde, Dean.-

Antes de que Dean pudiera decir algo más, Castiel se había ido en la misma dirección que Caroline,  hacia el ascensor. Apenas se quedó sólo, Dean dejó salir el suspiro que había estado escondiendo durante todo ese tiempo. No quería que Kelly lo viera allí parado, o algo le decía que querría charlar con él sobre lo de antes. Se dio media vuelta y entró en la oficina de Castiel para recuperar sus cosas.

Desarmó la camilla y luego dobló las toallas. Se detuvo para mirar a su alrededor y asegurarse que no estuviera olvidando algo. En el escritorio de Castiel se encontraba la botella de aceite, no recordaba haberla puesto allí pero no le dio mayor importancia porque cada vez que estaba con Castiel su cabeza se revolvía. Se acercó al escritorio y, antes de tomar la botella, un recuerdo se asentó en su cabeza y casi sin darse cuenta rodeó el escritorio y se quedó mirando los tres cajones cerrados. Castiel aún guardaba el anillo que iba a darle a Caroline y de alguna manera él quería verlo por sus propios ojos. Quizás estuviera cometiendo un error pero no quería subirse al barco imaginando el dichoso anillo.

Conteniendo la respiración mientras el corazón le latía a mil por segundo, Dean tomó la manilla del primer cajón y, rogando porque ese fuera el correcto, tiró de él. El cajón no tenía seguro y ante la sorpresa de Dean se abrió casi por completo, revelando varios papeles, bolígrafos y otros accesorios de escritorio. Un poco deprimido, Dean iba a meter el cajón pero su mirada chocó con una pequeña cajita de madera. Con el corazón en la boca estiró su mano hacia ella y la tomó delicadamente. Suavemente, por si pudiera romperla, la abrió y con los ojos muy abiertos se quedo mirando el precioso anillo que aquella humilde caja contenía. Caroline lo hubiera adorado y se habría visto genial en su delicado dedo, ese pensamiento lo hizo entristecer un poco porque de alguna manera hubiera deseado que Castiel le diera un anillo igual de bonito. Lo sacó de la caja y admiró el brillante color rosa que lo decoraba. Y desoyendo a su sentido común, puso el anillo en su dedo meñique, pues era más que obvio que no entraría en su dedo anular. El anillo lanzó reflejos rosas en su mano izquierda.

-¿Sabes? No me molestaría quedarme el resto de mi vida contigo, Cas- Susurró estirando su brazo y mirando el anillo y así hubiera seguido un buen rato de no ser por los golpes en la puerta- Oh mierda…mierda, mierda…-

Y lo peor no era que alguien pudiera sorprenderlo solo en la oficina de Castiel, sino que el maldito anillo se había atorado en su dedo meñique. Enfadado consigo mismo trato de quitárselo cuando los golpes se detuvieron y oyó la voz de la secretaria de Castiel, Kelly.

-Dean… ¿Eres tú?- La oyó preguntar y para su terror vio como la puerta se abría. El anillo no quería salir de su dedo y sin saber qué hacer, Dean guardó la cajita en su bolsillo y corrió hacia donde se encontraban sus cosas. Se puso el bolso en el hombro y con la otra mano tomó la camilla y procuró que su dedo meñique estuviera oculto.

-Sí, Kelly, ya me voy… estaba recogiendo mis cosas- Se apresuró en decir al ver a la mujer abrir la puerta. Ella lo observó un rato y luego con una sonrisa lo abrazó, deseándole buena suerte.

 

Dean abandonó el edificio decidido a adelantar su partida. Ya luego le devolvería la sortija a Castiel y le pediría perdón, seguro de que él estaría enfadado y su estupidez condenaría su amistad. Volvió a mirar el anillo y lo odió… primero por haberse atorado en su dedo y segundo porque Castiel jamás le daría algo así a él.

Se iría a su departamento y cuando tuviera todo empacado se largaría de allí. Sin despedirse de Castiel y con un anillo que no le pertenecía.

Oh si…que gran manera de terminar todo.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Continuara...este es el penultimo cap


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