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Give me love por Allure

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Notas del capitulo:

Ya me estaba preocupando de que iba a dejar en hiatus tanto tiempo mis fics, sin embargo, he dado con lo que necesitaba para ponerme al dia.

Este es final de esta historia, que espero les haya gustado tanto como a mi. Amo leer sus comentarios, a pesar que no responda quiero que sepan que los guardo en mi corazon de gomita.

Mis agradecimientos a mi adorada beta y a todas esas personitas que no bajaron sus antorchas...no, en serio, bajenlas hahah

No prometo actualizar rapido, eso seguro.

Esta historia esta dedicada a Mir, Sawako, Anahi y Ely (que hermoso nombre tienes *wink,wink*)

Los amodoro, dejenme su amor en los comentarios,plis!!

 

Sentado en la silla que siempre ocupaba frente a la mesa de juntas y mirando la ventana que se encontraba frente a él, Castiel volvió a pensar en Dean. Le era imposible no hacerlo desde que lo había conocido. Al principio no tenían una buena relación pero eso solo había sido culpa de un malentendido que, por suerte, Sam le ayudo a arreglar. Ahora tenían una relación amistosa que a Castiel no le importaría que se convirtiera en algo más…algo que terminara con los dos enredados en su cama.

Miró a su alrededor a la espera de que en cualquier momento los japoneses entraran y dieran comienzo por fin a esa reunión que lo arrancó de las dulces manos de su masajista. Pero para su mala suerte, los japoneses estaban retrasados.

—La intérprete de los japoneses acaba de llamar y me dijo que están metidos en un embotellamiento. Al parecer hubo un accidente, pero esperan llegar en diez minutos o menos— La voz de su secretaria, Kelly, hizo que Castiel saliera de sus pensamientos. –Me dijo que ellos se sienten muy apenados por el inconveniente.—

—No son los únicos, de saber que iban a retrasarse tanto, bien le hubiera pedido a Dean que me diera el masaje completo— Se quejó Castiel mientras se recargaba en su asiento y daba una mirada fugaz a la ventana que antes estaba mirando. Estaba enfadado, ese día estaba seguro que iba a disfrutar de su última sesión juntos y en cambio estaba allí sentado esperando a un grupo de japoneses que había pospuesto y adelantado todas sus reuniones a su regalada gana.— A propósito de Dean ¿ya se fue?—

—Hace como diez minutos, parecía muy nervioso cuando lo encontré en su oficina. Se despidió de mi y prácticamente salió corriendo con todas sus cosas— Sonrió la mujer al tiempo que recordaba la expresión avergonzada del masajista mientras salía de su vista. Jamás había visto a Dean así y por un segundo, solo uno, pensó que el quizás había hecho algo malo, aunque lo descartó al segundo siguiente pues algo le decía que Dean jamás haría algo deshonesto. Kelly tenía un buen presentimiento con él.

—¿Nervioso?...Kelly, trae mi computadora rápido— La mujer lo observó confundida un par de segundos pero de inmediato se dirigió a la puerta para cumplir el pedido de su jefe.

Nada más tener la computadora frente a él, Castiel le pidió a su secretaria que lo dejara solo y que sólo lo interrumpiera cuando los japoneses estuvieran subiendo por el ascensor. También le pidió que le dijera a Sam que se preparara. Kelly le sonrió en respuesta y abandonó la sala de juntas, cerrando la puerta tras ella. Cuando se hubo asegurado que estaba solo, Castiel busco el programa que controlaba la cámara y revisó que esta hubiese grabado todo desde el momento que Dean había llegado hasta el momento en que, según su secretaria, había salido corriendo de la oficina. Su corazón palpitaba acelerado con el pensamiento de que él hubiera visto la cámara escondida. De ser eso cierto, bien podía enviar todo su plan, y su futuro amoroso, al tarro de la basura.

Abrió la carpeta que contenía la última grabación, a primera vista todo estaba bien. Allí estaban guardadas las otras grabaciones, incluyendo la que se estaba registrando en ese momento. Accedió a la cámara y la detuvo para ver lo que esta había grabado. Todo empezó como normalmente lo hacía, Dean entrando en la oficina y Castiel mirándolo con una expresión bastante obvia de lo que sentía por él, quizás Dean necesitaba anteojos. Avanzó la grabación hasta el momento en que se dormía bajo las manos del masajista. Pasaron minutos, que él volvió a adelantar y por fin sucedió. Dean se inclinó sobre él y tras un segundo de dudas comenzó a besar lentamente sus hombros al tiempo que bajaba por su columna hacia su trasero. En ese punto, Castiel decidió saltarse esa parte también o tendría que estar durante toda la reunión con los japoneses sentado en su silla tratando de esconder una erección.

Por fin llegó a la parte en la que dejaba solo a Dean en su oficina. El comenzó a guardar sus cosas y en un momento se acerca al escritorio para tomar  lo que parecía ser la botella de aceite que usaba para los masajes. De pronto, el rubio se quedo estático mirando el escritorio y a continuación hizo algo que tomó por sorpresa a Castiel. Le dio la vuelta la mueble para observar lo que parecían ser sus cajones. Eso era demasiado extraño, y hasta sospechoso, pero desechó ese pensamiento de inmediato, confiaba en Dean.

—¿Ese no es…?— Murmuró mientras veía al otro sacar de la pequeña caja de madera el anillo de compromiso que había comprado para darle a Caroline. Castiel no quería creer que Dean en verdad lo iba a robar pero entonces este se lo puso en el dedo meñique.— Dean…mierda, yo te comprare un anillo perfecto y mil veces mejor que ese.

Lo que pasó tras eso fue algo extraño, al parecer llamaron a la puerta y Dean trató nerviosamente de quitarse el anillo pero este parecía haberse quedado atorado en su dedo. Kelly entró en la oficina y Dean se apresuro en coger sus cosas y, tal como había dicho su secretaria, salir corriendo de la oficina. Ahora comprendía la razón por la que había salido corriendo de allí. Necesitaba hablar con él, saber si estaba bien y rogarle porque aceptara tener una última cita, la más importante porque estaba más que dispuesto a confesarle todo a Dean.

Buscó el teléfono en su bolsillo y con el pecho apretado y las manos temblándole buscó el número de Dean. Confiaba que a pesar de lo que fuera que estuviera pasando por su cabeza, él respondería su llamado, rogaba porque lo hiciera. Tras cinco tonos, angustiosos tonos, Dean contestó, pero su voz no sonó nada entusiasmada cuando le saludó.

—Hey, Cas ¿Qué necesitas?— Castiel entró en modo de alerta apenas oyó la voz del rubio, no tenía que tenerlo enfrente para darse cuenta que no estaba bien.— Espero que no me llames para decirme que olvide algo porque estoy terminando de empacar ya.

—Dean, antes te pregunté si podíamos cenar en mi casa…quiero invitarte más formalmente, debo hablar contigo de algo muy importante— Castiel oyó claramente cómo el otro dejaba salir un suspiro cansado— Bien, sé que una cita conmigo no es precisamente emocionante…—bromeó tratando de distender el ambiente— Pero creo que podría gustarte la comida que prepara mi cocinera.

—No Cas, siento eso y claro que me gustaría cenar contigo pero verás…mi amigo me ha avisado que saldremos mucho antes de lo planeado, así que creo que deberíamos despedirnos ahora.— Al oír eso, Castiel sintió que el suelo bajo él cedía y caía en un abismo oscuro. No podía creer que el hombre del que se había enamorado iba a marcharse ese mismo día y él no podría hacer nada al respecto porque el futuro de su compañía y de sus trabajadores dependía de la reunión que estaba a punto de tener— Lo siento, me habría encantado despedirnos de otra manera y yo…—

—Dean, yo quiero decirte algo importante y no puedo esperar…— Empezó a decir preguntándose cuanto más podría esperar a confesarle a Dean todo lo que sabía.

En ese momento la puerta de la sala se abrió lentamente y Kelly entró sujetando un teléfono en su mano.

—Señor, los japoneses acaban de entrar en el ascensor y  Sam está por llegar— Castiel se quedó mirando a su secretaria con una expresión a medias entre la confusión y el dolor. Justo en aquel momento tan importante la vida se ponía en su contra y lo obligaba a ser el hombre responsable que había sido toda tu vida, pero Castiel ya estaba harto de serlo y dejar que su propia vida se le escapara de las manos— ¿Se encuentra bien?—

—Estoy bien, Kelly, dame un minuto— La mujer asintió y salió de la sala no sin antes dedicarle una mirada curiosa a su jefe. Castiel suspiró tratando de encontrar las palabras correctas para lograr que Dean se quedara el tiempo suficiente para decirle todo. – Dean, por favor, necesito que me escuches.

—Cas…yo  no puedo…apenas esté instalado en mi trabajo me contactaré contigo y hablaremos tranquilamente. Oí a Kelly sobre los japoneses, así que sé que debes irte a trabajar. – Castiel quiso gritar y a duras penas se contuvo. Dean tenía razón, pero esta era la primera vez que él no quería poner su trabajo por encima de su vida personal .— Ve a convencer a esos tipos, estoy seguro que lo conseguirás y por fin dejarás de estar tan estresado.—

—Dean, no…yo tengo que decirte que…—

—Lo siento, Cas, debo irme— Sin darle tiempo a Castiel para decir algo mas Dean cortó la llamada, dejando al empresario contemplando la pared que se encontraba frente a él. Había perdido su oportunidad de decirle la verdad a Dean o ese fue su primer pensamiento antes de volver a marcar desesperadamente el número de Dean, sin embargo, su esperanza se estrelló contra un muro de ladrillo al darse cuenta que él había apagado su teléfono.

Castiel se puso de pie e iba a dirigirse hacia la puerta cuando esta se abrió de par en par y tres hombres asiáticos entraron, todos con una gran sonrisa en sus rostros. Castiel se quedo estático un par de segundos pero afortunadamente ellos no vieron su expresión y que las neuronas volvieran a trabajar en su cabeza. Se apresuró en saludarlos e inclinarse delante de ellos como recordaba debía hacer y tras un intercambio de saludos y disculpas todos, salvo Castiel, tomaron asiento en sus respectivas sillas.

—Lo lamento mucho, mi compañero está atendiendo unos asuntos muy importantes y que merecen nuestra total atención— Declaró, mirando a la traductora de los japoneses que iba repitiendo sus palabras en la lengua de los empresarios. Uno de ellos le dijo unas palabras a la mujer y esta se giró hacia Castiel.

—No hay problemas, después de todo nosotros hemos estado posponiendo y adelantando nuestra reunión, así que podemos aguardarlo.— Dijo la mujer con una sonrisa que hizo que Castiel sonriera también.

 Le sorprendía que Sam no hubiera aparecido aún en la reunión y disculpándose otra vez con los asiáticos abandonó la sala de juntas y casi corriendo se dirigió a la oficina de su mejor amigo. La puerta estaba a medio cerrar y sin hacer ningún ruido entró en su oficina. Lo encontró sentado en su silla, dándole la espalda a la puerta y sosteniendo el teléfono contra su oreja. Castiel abrió la boca para llamar su atención y preguntarle qué era lo tan importante que estaba deteniéndolo cuando oyó la pregunta que Sam estaba haciéndole a la otra persona de la línea:

—¡¿Estás seguro que debes hacerlo hoy, Dean?!— Aquello logró la completa atención de Castiel quien de dos zancadas se acercó al escritorio e iba a quitarle de las manos el teléfono a Sam cuando este se giró en su silla con el teléfono aún cerca de su oreja— No…no, no puedes irte justo ahora…mierda.—

—Dime que no acaba de colgarte como a mí.— Dijo Castiel observando fijamente a Sam mientras se dejaba caer en la silla frente al escritorio. Sam le devolvió la mirada con una expresión que le decía que Dean acababa de hacer eso exactamente.

—Volveré a llamarlo, no puede irse así como así…es como si estuviera huyendo.— Sam marcó el número de su hermano, pero para su mala suerte su hermano había apagado su teléfono. Maldiciendo entre dientes, Sam bajó el teléfono y se quedó mirando a su amigo— Apagó el teléfono ¿Cómo puede hacernos esto justo ahora? Tu secretaria dijo que los japoneses ya estaban aquí.—

—De hecho están en la sala de juntas, esperando por nosotros— El rostro de Sam palideció y se incorporó de inmediato mientras se arreglaba la corbata. Castiel no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro al ver el miedo en la expresión de su amigo. Imitándolo, también se puso de pie y se giró hacia la puerta para salir de la oficina— Apresúrate, nos esperan.—

—Cas ¿le dijiste a Dean lo que sientes?— La pregunta de Sam detuvo a Castiel quien se quedo estático frente a la salida. En ese momento no deseaba hablar de eso, pero algo le decía que Sam no se detendría, menos cuando el asunto se relacionaba con su hermano mayor.— Estábamos seguros que si se lo decías él se quedaría aquí.—

Castiel apoyó su mano en la pared cercana a la puerta mientras rememoraba su última conversación. Sus palabras ahogadas por el temor que sentía de decirle sobre lo que pasaba dentro suyo cada vez que lo veía o cuando sólo pensaba en él. Quizás para Sam eso parecía lo más sencillo de hacer, pero eso era porque él sabía que Gabriel lo amaba locamente desde antes de que él se sintiera de la misma manera . En cambio él se sentía como si estuviera caminando sobre hielo quebradizo ¿y si Dean sólo lo quería físicamente? Castiel no se consideraba a sí mismo una persona tan interesante o alguien que pudiera ser alguien digno de Dean.

—No tuve tiempo, no quería confesarme por teléfono.— Murmuró entre dientes dando un paso fuera de la oficina de Sam – Ya te dije que nos esperan los japoneses, muévete.—

—Cas…Dean va a irse y tú no vas a hacer nada al respecto.— Más que una pregunta aquello había sido una afirmación. Sam se adelantó a Castiel y se paró frente a él mientras lo miraba fijamente a los ojos— Dime que me estoy equivocando y que eso no es cierto.—

—Sabes que después de lo que pasó con Caroline no me volví el sujeto más arriesgado de todos, y con Dean me siento…me siento como si en cualquier momento fuera a decirme que le parezco el sujeto más aburrido del mundo y que sólo me ve como un amigo.— Parte del trabajo del mejor amigo era soportarte en tus momentos vergonzosos y Castiel se sentía bastante avergonzado en este momento por tener que hablarle de sus miedos a Sam— Sé que debes estar furioso conmigo ahora mismo, pero estoy seguro que no es ni siquiera la mitad de lo que yo estoy por no poder detener a tu hermano, así que dejemos esto por ahora para poder enfrentar esa reunión.—

—Si dejas ir a Dean no volverás a verlo y ten por…—

—¡¿Crees que no lo sé? ¡Estoy aterrado ahora mismo, pero no puedo salir de aquí!— Exclamó Castiel sorprendiendo a Sam quien sin darse cuenta dio un paso hacia atrás al presenciar la explosión de ira de su amigo. Castiel reparó en su expresión y tan rápido como iniciara se acabó, arreglándose la corbata desvió su mirada hacia el suelo— Lo siento, sabes que llevo planeando esta junta por meses y si no sale bien…—

—Lo sé, amigo, hemos estado juntos en esto casi desde el principio tratando de convencer a estos sujetos para que firmen con nosotros— Sam se permitió suspirar y sin agregar nada mas, se dio media vuelta para comenzar a caminar hacia la sala de juntas. Castiel lo observó un par de segundos antes de imitarlo y comenzar a avanzar también.

Cuando quedaban un par de pasos para llegar a la sala de juntas su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón, avisándole que tenía un mensaje. Castiel podía haberlo dejado para después, el futuro de su compañía estaba en juego pero quizás fue la curiosidad, o que mentalmente no quería enfrentarse a esa reunión, pero se detuvo y observó la pantalla en la que podía leerse un corto mensaje:

“Cas, espero que cuando leas esto ya no estés en la junta o que ignores el maldito teléfono porque estas metido en esa aburrida e importante reunión que va a definir todo.

Vas a odiarme, pero me puse el anillo de tu ex y se me quedo atrapado en el dedo. Estoy en el hospital porque la maldita cosa hizo que se me pusiera morado el dedo. La doctora dijo que iban a tener que cortarlo pero te juro que te lo pagaré apenas pueda.

                                                                                                                                —Dean”

Castiel tardó un par de segundos en procesar lo que acaba de leer y un par más en ponerse en movimiento. Guardó el teléfono en su bolsillo y se apresuró a llegar a la sala de juntas, a la cual Sam estaba a punto de entrar. No podía pensar en ese momento, no teniendo esa reunión que decidiría su futuro justo frente a sus narices.

Las prioridades eran las prioridades.

 

Dean no podía creer su mala suerte. Debía haber sido alguien terrible en su vida pasada, alguien realmente malvado, sólo así podría  explicar porque  le pasaban ese tipo de cosas. Se movió inquieto en la silla en la que la amable doctora lo había instalado mientras esperaba la llegada de alguien que pudiera cortar la maldita cosa que, en ese momento, le hacía creer que iban a cortarle el dedo.

Observó a su alrededor buscando con la mirada a una de las enfermeras o a la doctora que lo estaba atendiendo, pero con un solo vistazo comprobó que las cosas no estaban tan calmadas como para que una de ellas se acercara a preguntarle cómo estaba. La sala de emergencias, pese a no estar llena, parecía ser un hervidero de trabajo. A unas camillas de distancia pudo ver, entre las cortinas que separaban cada camilla, el perfil de una joven que parecía iba a entrar en trabajo de parto en cualquier momento. Bueno, no estaba muy seguro pero su enorme barriga le hacía creer eso.

—A ella le falta un poco más, por si te preguntas si va a dar a luz.— La repentina entrada de la doctora, encargada de él, hizo que Dean diera un pequeño brinco en la camilla. La mujer era joven y había sido amable con él, así que pronto se encontró brindándole una sonrisa. La doctora se había presentado con una enorme sonrisa, tenía acento latino y algo le decía a Dean que tenía más edad de la que representaba. Se llamaba Raquel Alvarado y ante su asombro al ver su dedo se había largado a reír — Pues…el conserje dijo que no tenía ninguna herramienta que pudiera cortar esa cosa, así que le pregunté a un amigo en el cuartel de bomberos si podía echarme una mano.—

— Ya no siento el dedo. ¿Cuánto más voy a tener que esperar?— Se quejó Dean tratando de ocultar un poco su temor luego de que la mujer nombrara a los bomberos. No se sentía del todo ansioso por tener una sierra cerca de su dedo. Aunque esa fuera su única opción, ninguno de los otros métodos que la doctora había probado dieron resultado.

—Menos de lo que crees, ellos van a llegar en un momento— Respondió ella acercándose para revisar su extremidad— Estarás bien, nos encargaremos rápido…aunque debo advertirte que este bonito anillo va a sufrir mucho ¿Es de tu novia?—

—¿Novia? Eh…no, no, es de un amigo mío que va a matarme cuando se entere de esto.— Murmuró Dean bajando su mirada hacia el anillo en su mano.—  Iba a dárselo a su ex y no sé…pensé en cómo se vería en mi dedo, pero se me quedó trabado.—

—Dean ¿Estás enamorado de tu amigo o algo por el estilo?— La pregunta lo tomó desprevenido. La mujer lo observaba con una pequeñísima sonrisa que no era de burla, sino algo muy parecido a la preocupación— Sé que no es de mi incumbencia, pero tienes esa carita de perro regañado mientras hablas de él.—

—¿Enamorado? No, no, no…él es, ya sabe, hétero.— Volvió a murmurar Dean rehuyendo la mirada de la doctora que esbozó otra sonrisa sin que Dean la viera.— No hay manera en la que Cas pueda sentirse atraído por mí.—

—Pues, si él no se fija en alguien tan lindo como tú no merece la pena, de seguro encuentras a alguien mejor.— Dijo la mujer al tiempo que metía la mano en el bolsillo de su bata y tomaba el teléfono que vibraba en ese instante. Le echó una mirada a la pantalla y se apresuró en contestar mientras se alejaba un par de pasos.

Dean se quedó sentado en la camilla, observando fijamente el anillo que le oprimía el dedo, preguntándose cuán enfadado estaría con el Castiel al ver que había violado su privacidad metiéndose en su escritorio y cogiendo la joya. Iba a ser bastante difícil explicar porqué se había puesto el anillo, pero eso era lo de menos o lo sería cuando los bomberos lo cortaran para salvar su dedo.

—Él ya está en la recepción así que en menos de lo que te esperas podrás recuperar tu dedo y devolverle el anillo a tu amigo— Dijo la doctora girándose hacia Dean mientras volvía a guardar su teléfono.— Vamos a proteger tu dedo para que la sierra no lo lastime. Ni te imaginas las veces que he visto por aquí a gente con cosas atoradas ¡Y no sólo en sus dedos!—

La risa de la mujer distendió el ambiente lo suficiente para que Dean pasara por alto el temblor que lo recorrió cuando la doctora habló de una sierra. Definitivamente no se sentía a gusto con esa idea, pero todos sus intentos, propios y de la doctora Alvarado, habían fracasado miserablemente. Necesitaba liberarse de ese maldito anillo y lo necesitaba ahora.

Minutos después se hizo presente en el lugar un hombre corpulento y con una barba que a Dean le recordó a un leñador. Vestía el uniforme de los bomberos y traía en sus manos una gran caja de plástico de color amarillo que puso sobre la camilla al lado de Dean. La doctora se acercó a él y le dio unas palmaditas en el hombro, a su lado ella se veía mucho más pequeña de lo que ya era.

Tras unas rápidas presentaciones y la llegada de una enfermera que iba a ayudar a mantener quieto a Dean, este último sintió que le faltaba el aire y que la situación en la que se encontraba ahora era totalmente una alucinación provocada por cualquier cosa que pudiera provocarla. No iba a ponerse a pensar en el cómo, no ahora que el sonido de la sierra en funcionamiento le llenaba los oídos. Quería cerrar los ojos y despertar en su cama, sin ese maldito anillo y con Castiel abrazándolo. Las manos de la enfermera lo mantuvieron firmemente en su lugar y la doctora  intentó calmarlo con palabras de ánimo. Aunque para su mala suerte, Dean no consiguió ni una pizca de calma ¡era una maldita sierra que iba a cortar un anillo del tamaño de una mosca!

—Dean, deja de moverte, por favor.— Dijo la joven doctora tratando de usar todo su peso para detenerlo, pero eso no resultó. Dean podía ser más pequeño que su amigo David, quien presenciaba la situación con la sierra entre sus manos, pero eso no lo hacía menos fuerte y menos ahora que parecía asustado. Si no lo mantenía lo suficientemente quieto, era más que probable que perdiera su dedo.— No me obligues a inyectarte un calmante, porque te juro que lo haré si sigues retorciéndote.—

A pesar de la amenaza de la doctora, Dean no pudo evitar querer ponerse de pie y salir corriendo. No quería que el valioso anillo de Castiel fuera cortado, dentro de si pensaba que apenas eso sucediera, Castiel no iba a querer verlo nunca más. Y eso, eso sí que lo aterraba.

—Quizás…si insistimos con el jabón podríamos hacer que esta cosa salga de mi dedo.— Susurró  mientras volvía a tratar de ponerse en pie, pero esta vez fue una firme mano en su hombro derecho la que lo hizo mantenerse en su posición. Dean levantó su mirada y sus ojos se encontraron con los azules del bombero que, con sólo un movimiento, lo volvió a sentar. El hombre era el doble de grande que él y uno de sus brazos era del tamaño de los suyos, juntos. Aún así, Dean volvió a intentar levantarse, enfadado por la manera en la que el hombre lo había tratado.— Hey tú, me importa una mierda si eres…—

—Quédate quieto, enano, estoy tratando de salvar tu dedo así que si no te sientas…— A Dean no le pasó desapercibida la amenaza en la voz del otro y algo le decía que nadie que se le hubiera enfrentado había salido bien parado, pero él no era cualquiera y si existía algo que Dean no toleraba era que un idiota con uniforme le dijera qué hacer. Apretó su puño más que dispuesto a darle un buen golpe y no le importaba si luego de eso lo sacaban del hospital.

La doctora, previendo algo como eso, se colgó de su brazo libre y estirándose lo sujetó por las mejillas mientras lo miraba con el ceño fruncido.

—No quieres hacerlo, amigo, te prohíbo golpear a mi hermano menor.— Dean estaba seguro que una de sus neuronas había explotado tras esa revelación, bueno, quizás un par de ellas. La doctora al lado de ese tipo parecía una muñequita. Quizás era la maldición de los hermanos mayores, se dijo a si mismo mientras suspiraba y trataba de calmarse— Eso es…Dean, amigo, él no va a cortarte el dedo.—

—¡Claro que no lo hará! Ahora mismo él se va conmigo a otro lugar— Esa voz…Dean no sabía si girarse o no para salir de su error pero no tuvo que hacerlo porque su “error” caminó hacia él e interponiéndose entre el enorme bombero y él le dedicó una mirada llena de preocupación.— No sabes lo preocupado que estaba por ti.—

El silencio que se extendió en el lugar durante un par de segundos hizo que Castiel se preguntara si lo que estaba haciendo era lo correcto. Dean lo miraba con los ojos muy abiertos y con una expresión que le recordó que no lo esperaba ¿o era quizás que no quería verlo? No había podido detenerse tras ver su mensaje, tras pedirles disculpas a los inversionistas japoneses y asegurarles que Sam era su mano derecha y el indicado para cerrar el trato, prácticamente salió corriendo de la sala de juntas.

Eso fue fácil en comparación a lo difícil que fue dar con la sala de urgencias en la que Dean se encontraba. Estuvo en dos hospitales antes de dar con su masajista y cuando finalmente lo encontró, Dean tenía delante un hombre que parecía una montaña y una mujer colgada de su brazo.

—¿Castiel?— Bien, esa era una pregunta estúpida, pero la verdad no estaba seguro sobre el estado actual de su cerebro— ¿Qué haces aquí?—

—Yo creo que te ama.— Soltó con una risita la doctora antes de que su “pequeño” hermano la apartara del brazo de Dean— No te pongas difícil y dile que tu también.—

—Yo… ¿Cómo está tu dedo?— Pregunto Castiel después de unos segundos de vacilación, las palabras de la mujer que parecía ser la doctora le habían dado un gran golpe a su seguridad. Tragó saliva y bajó su mirada a la mano en donde se encontraba el anillo. La piel a su alrededor estaba amoratada e hinchada. Con la mayor delicadeza que pudo levanto su mano y la observo ante el sonrojo de Dean.— Lamento que tengas que pasar por esto.

—No puedo creer que estés aquí.— Susurró Dean aún sonrojado, alucinado por la presencia de Castiel. ¿Cas había abandonado la reunión por él? ¿Qué quería decir eso? ¿Qué él era mucho más importante? La doctora no podía estar en lo cierto, no era posible. –Lo lamento Cas, de verdad. No debí haber estado husmeando y tomar  esta maldita cosa. Te juro por Sam que no quería robarlo, sólo era curiosidad y… una cosa llevó a la otra.

—Sé que no querías robarlo. Quizás sea algo, no, quizás sea muy raro que yo diga que confió casi ciegamente en ti, pero así es como me siento contigo. Me puse en tus manos y tú podrías haberme hecho lo que quisieras y jamás hiciste nada que yo no deseara.— Dean notó avergonzado cómo sus ojos se tornaban mas húmedos de lo normal. Castiel estaba diciéndole que confiaba en él y eso era porque no sabía lo que había estado haciéndole mientras dormía ¡De saberlo lo odiaría toda la vida! Necesitaba que Castiel se detuviera, no era justo que dijera esas cosas de el peor masajista de todo el mundo.— Quizás estaba exagerando antes con lo de llevarte a otro hospital, así que deja que estas personas te ayuden, siendo honesto, no me importa para nada ese anillo.—

—Cas, por favor deja de hablar.— Murmuró Dean desviando su mirada hacia el piso mientras trataba de hallar dentro suyo el valor que necesitaba para confesarle a Castiel lo que había pasado durante las últimas sesiones. Sabía que eso podía significar no volver a verlo en lo que restaba de vida, o quizás si lo haría, probablemente cuando él lo demandara por acoso y ambos se vieran en la corte. En ese momento los pensamientos de Dean destilaban malos presagios, no había manera en que eso no acabara mal.— Yo…yo no he sido del todo profesional contigo y…—

—Dean, yo ya lo sé todo.— La sangre se detuvo en las venas de Dean y estuvo más que seguro que su expresión debería haber sido del todo graciosa. La risita de la doctora y su hermano se lo hizo sospechar ¡¿a qué mierda se refería Castiel con eso?! No podía saberlo todo, aunque Sam se lo hubiera dicho, su hermano sólo sabía de los besos pero no del resto. Ni siquiera quería imaginar que Sam supiera todo lo que había hecho en la oficina de Castiel o en su departamento ¡¿Castiel no estaba borracho en esa ocasión?! Lo que quería decir que...

—Dame una mano con esto, por favor.— Castiel oyó la voz de la doctora mientras ella se paraba a un lado de Dean y sujetaba su brazo.— Tú asegúrate que él no mueva ese, la enfermera Allison te ayudará.

Castiel asintió y junto a él apareció una mujer de aproximados cuarenta años que se encargó del brazo en el que Dean tenía puesto el anillo. Lo rodeó con sus manos y mientras el sonido de la sierra llenaba el ambiente observó a Dean. No estaba seguro si esa era la reacción adecuada a lo que acababa de decir. El rubio estaba en lo que parecía un estado de shock que había aprovechado la doctora para encargarse del anillo en su dedo. La sierra no tardó ni un minuto en partir el metal y con un suave tintineo el anillo cayó al suelo frente a Dean. Sólo el diamante costaba una gran suma de dinero y ni hablar del oro de la sortija, pero para Castiel lo más importante era el rubio, apenas la enfermera soltó el brazo de Dean, él se paró frente a él y examinó su rostro.

—¿Dean? Dime que estas bien, por favor.— Pidió con un suave murmullo al tiempo que tomaba el rostro del otro entre sus manos.— Necesitamos hablar y dudo que a ti te guste que lo hagamos en este lugar.—

—Cas…sé que si quieres demandarme estas en todo tu derecho, así que lo único que te pido es que dejes a Sam fuera de esto, no quiero que él sepa nada.— Castiel lo observó sin comprender lo que Dean estaba tratando de decirle ¿Demandarlo? Jamás haría tal cosa, a menos que se pudiera demandar a alguien por ser tan jodidamente hermoso y el castigo fuera que tuviera que pasar el resto de su vida junto a él. Bien, debía dejar de pensar en esas cosas mientras estuviera en una conversación realmente importante.

—No voy a demandarte, Dean, ven, vamos a otro lugar. Hay cosas que necesito decirte en privado y no me siento del todo cómodo aquí.— Susurró mientras le echaba un vistazo a la doctora que ahora sostenía en una de sus manos lo que parecían ser los restos del anillo. Ella tenía una expresión de felicidad que lo hacía temblar un poco. Dio un paso lejos de Dean y trató de ofrecerle a la mujer una sonrisa—Se lo agradezco muchísimo, a ambos, por haber ayudado a mi amigo.—

—No hay de que, aunque me encantaría que le dijeras a Dean que estas enamorado de él. Estuvimos hablando un poco y mi intuición femenina me dice que ustedes deberían estar juntos, para toda la vida, de ser posible.— Declaró con una sonrisa. A su lado el enorme bombero puso los ojos en blanco y Castiel estuvo seguro que lo vio sonrojarse un poco, quizás avergonzado por la manera en la que su hermana estaba comportándose. Rayos, él también estaba muy avergonzado ahora y esa mujer no dejaba de decir esas cosas que él también creía.

—Gracias, por todo.— Dijo con timidez al tiempo que guardaba, sin darle importancia, los restos del anillo que la mujer acababa de entregarle. —¿Puedo llevármelo ya?—

—Por mí ustedes pueden unirse en sagrado matrimonio.—

 

Con las mejillas todavía rojas y caminando detrás de Dean, Castiel abandonó la sala de urgencias. No estaba seguro si el masajista estaba enojado con él o simplemente estaba avergonzado por la situación, pero lo cierto era que estaba demasiado callado para su gusto. Trató de adelantarlo para poder hablar con él, pero Dean se detuvo frente a él y dando media vuelta se quedó mirándolo a los ojos. Con una expresión que no había visto jamás en el rostro de Dean: Derrota.

—Castiel, sé que dijiste que no me demandarás pero en verdad necesito que sepas todo lo que ha pasado mientras tú estabas durmiendo— Dean respiró profundamente en un intento de darse fuerzas para decirle a Castiel lo que había pasado. Estaba aterrado de su reacción cuando supiera la verdad, pero ya no podía aguantar nada más, y menos después de saber que había abandonado su importante junta por él.— Te mentí, no soy un profesional…soy un maldito pervertido que…—

—Ya lo sé, Dean, grabé los dos últimos días— Dean se detuvo en medio de la frase que tanto le estaba costando decir. Sus ojos muy abiertos, fijos en los azules de Castiel que lo miraban a su vez sin una pizca de odio o vergüenza. Dio un paso hacia él y tomó su mano— Es de esto es lo que necesitamos hablar.—

Se encontraban de pie frente al hospital. Mucha gente pasaba a su lado y les dedicaban una mirada, curiosa algunos y consternada otros. La gran mayoría solo los ignoraba a ambos y seguía su camino hacia la sala de emergencias, más preocupados de sus propios problemas. El ocaso teñía el cielo sobre ellos y la temperatura había comenzado a bajar lentamente. Una suave brisa ondeó la corbata de Castiel y Dean se encontró deseando quitársela de  un tirón.

—Creo que acabo de oírte decir que pusiste una cámara en tu oficina ¿Lo hiciste porque desconfiabas de mí? ¿o por algo más?— Preguntó Dean tratando de mantener la calma, a pesar de lo que estaba sintiendo tras oír a Castiel decir que lo había grabado— Sé que es hipócrita enfadarme, pero me gustaría saberlo.—

—No, no es hipócrita y por favor no creas que lo hice porque pensara mal de ti, de hecho lo hice porque pensaba tan bien de ti que creía que jamás tendría una sola oportunidad contigo.—

Tras por fin lograr que Dean lo acompañara, Castiel lo guió a su propio auto. Le aseguró que enviaría a uno de sus empleados por el suyo y sin decir nada más subió al asiento del co piloto. Mientras Dean conducía, Castiel iba diciéndole que calles debía tomar, no quería ir al departamento de Dean. Mientras subía al auto se le había ocurrido que lo más correcto sería decirle toda la verdad mientras cenaban, así podría quedarse con ese último buen recuerdo juntos. Dean no emitió palabra alguna mientras conducía y realmente no parecía prestar demasiada atención al lugar al que Castiel estaba dirigiéndolo, así que cuando el auto se detuvo frente a una imponente verja de hierro, su confusión fue enorme. Antes de que Dean formulara cualquier pregunta, la puerta comenzó a moverse para dejarles entrar en el terreno del hogar Novak.

—Por favor, entra.— Susurró Castiel mientras guardaba su teléfono. Había enviado algunos mensajes a su mayordomo para que éste abriera la puerta apenas ellos llegaran.— Espero que tengas hambre, mis empleados han preparado algo especial para nosotros.

Sin decir nada, Dean encendió el motor y cruzó la puerta. A pesar de lo asombrado que estaba por todo lo que estaba viendo mientras conducía hacia la casa, no tenía la más mínima idea sobre lo que Castiel quería decirle en privado, aunque lo agradecía. No deseaba que nadie pudiera ser testigo de aquella conversación en la que por fin, Castiel conocería a fondo todo lo que había estado ocultándole. Aquello que lo avergonzaba y que lo convertía en lo que más odiaba: un simple prostituto, uno de esos de “final feliz”.

Desde la entrada la casa de Castiel no le había parecido tan enorme como ahora. Ese tipo de casas solo aparecía en las revistas que ignoraba mientras estaba en la fila del supermercado. Esas en que aparecían estrellas y políticos, justo el tipo de gente a la que él estaba seguro que jamás conocería en toda su vida, sin embargo, allí estaba. Montado en su viejo impala, con el presidente de una reconocida e importante empresa y que probablemente ganaba al mes lo que él ganaría en todo un año, bueno, quizás dos. Lentamente miró de reojo a Castiel y para su sorpresa descubrió que él también estaba mirándolo. Sus ojos increíblemente azules fijos en él, como si lo estudiara. Quiso hacer una pequeña broma al respecto, pero al instante recordó la razón por la que creía se encontraba allí, junto al hombre que amaba y que jamás iba a corresponderlo.

—Tu casa…es bonita— Aventuró mientras detenía el motor frente a la entrada y sacaba la llave del contacto. Castiel soltó una risita y se apresuró a quitarse el cinturón de seguridad, gesto que él imitó— Es enorme.

—Gracias, ven, apresúrate o se enfriará nuestra comida.— Castiel abrió la puerta y salió del auto en dirección a la puerta de la casa. No estaba seguro si podría retener más tiempo dentro de su pecho todo lo que quería decirle a Dean. El viaje hasta su casa había sido una auténtica prueba, pero por suerte logró callar y mientras estaban en camino se encargó de que sus empleados prepararan todo. La cena estaba servida y ellos iban a estar cómodamente solos.

Guió a Dean por el elegante recibidor y pasaron por una sala que hizo al rubio soltar un pequeño silbido de admiración. Estaba seguro que estaba quedando como un tonto frente a Castiel, pero no se iba a arriesgar a mirarlo a la cara para comprobarlo. Aunque, si debía apostar, diría sin dudar que estaba sonriendo. De pronto una pregunta se formó en su cerebro, una molesta pregunta que logró que se detuviera en medio de la segunda sala y que consiguió que el dueño de casa se detuviera delante suyo antes de dar media vuelta para asegurarse de que su invitado seguía tras él.

—¿Sucede algo malo, Dean?— Preguntó Castiel deteniéndose tras darse cuenta que Dean no estaba caminando. Se giró hacia el hombre que, a pesar de sus modestas prendas, no parecía fuera de lugar en su casa. Era como si desde siempre hubiera estado allí, mirándolo con esa expresión de cachorro. Siendo tan hermoso y al mismo tiempo tan triste. Dio un paso en su dirección y antes de poder dar el segundo, Dean levantó sus manos y lo obligó a detenerse.

—Me aproveche de ti antes, lo he hecho un par de veces más y cuando te dije que no había pasado nada entre nosotros esa noche que te quedaste dormido en el sillón…la cosa es que tuvimos sexo, sexo muy ardiente si debo aclarar.— Las mejillas de Dean se  parecían demasiado a dos manzanas y Castiel se encontró pensando en que no le importaría nada darles una mordida. Salio justo a tiempo de ese tonto pensamiento para seguir oyendo la confesión más tierna, y avergonzada, que recuerda haber oído alguna vez en su vida.— Tú me dijiste que odias que la gente se aproveche de tu confianza y que jamás perdonarías algo como eso. Cas, soy un idiota, me aproveché de eso que me ofreciste y no puedo hacer nada para repararlo. Me diste tu confianza, soy un maldito profesional, pero aún así te hice esas cosas que  tú ya debes saber.

—Bueno, solo tengo la cámara desde ayer así que no es mucho lo que sepa al respecto y si vamos a hablar de confianza…yo también traicioné la tuya al poner una cámara en mi oficina— Castiel cambió su peso a su otro pie y dio un largo suspiro que logró devolverle la fuerza que necesitaba para seguir hablando. Necesitaba sacar todo eso de su pecho, quería liberarse de su temor, volver a sentir que tenía las riendas de su aburrida vida y, más importante aún, saber si ese hermoso hombre le devolvería todo el afecto que a él le llenaba el corazón y le hacía sentir como si hubiera regresado a su horrible pubertad.— Dean Winchester, estoy enamorado de ti y concuerdo contigo en que el sexo fue increíble. Quiero que sepas que no me molestaría repetirlo, aunque yo no deseo llamarlo así…yo quiero hacer el amor contigo de ahora en adelante.—

Decir que Dean estaba sorprendido era quedarse corto. Si hubiera caído una nave extraterrestre justo frente a él en ese instante, eso no lo hubiera dejado en el estado en el que ahora se encontraba. Shock, era una palabra que podía usar para definir un poco su actual condición, sin embargo, no alcanzaba a cubrir por completo ese sentimiento que se le alojaba en el pecho y lo hacía temblar como la estúpida protagonista de una de esas novelas de la televisión. La sangre parecía haberse detenido en sus venas y seguramente debía tener una expresión jodidamente cómica porque Castiel estaba sonriendo. Mierda, él amaba esa sonrisa aunque fuera a su costa.

—Voy a adivinar entonces que no estás enfadado y que no vas a demandarme ¿Correcto?— Se aventuró a decir mientras le daba tiempo a su cabeza para organizar un poco sus pensamientos, que en ese momento corrían a mil por hora.— ¿Sabes? Me muero de hambre, estar metido en ese hospital con esa doctora demente y su enorme hermano menor no ayudo en nada. Así que dame algo de comer, déjame beber una cerveza y vamos a meternos a tu cama, pero, llama a Sammy para decirle que no iras a trabajar mañana…tú y yo vamos a tener sex, digo, vamos a hacer el amor tan calientemente que probablemente no vayamos a movernos demasiado ¿Quieres?—

Probablemente existían maneras muchos mejores, que diablos, debían existir mil maneras más hermosas de responder una declaración de amor, pero Castiel se encontró a sí mismo reteniendo las palabras de Dean en lo más profundo de su ser. Por fin dejó que sus pasos lo llevaran a donde estaba el otro hombre. Sus miradas se encontraron apenas sus brazos rodearon el cuerpo del otro y fue como si por fin la maldición que Castiel creía que pesaba sobre él, se rompió con el beso que compartieron. De haber estado a solas se habría pellizcado para asegurarse que no estaba soñando, pero el cuerpo tibio que se presionaba contra su cuerpo era la única prueba que necesitaba para saber que todo era real y que pasara lo que pasara jamás dejaría a Dean Winchester.

 

 

Tras un año de noviazgo, Dean aceptó que Castiel pusiera un anillo en su dedo anular izquierdo, un bonito anillo si alguien le preguntaba. Ambos bromearon sobre no pasar su velada otra vez en la sala de emergencias, de ser posible, gracias.

Sam se había encargado de que los japoneses firmaran el trato con la empresa de Castiel. Algo que en primera instancia, hizo que su estrés sobrepasara incluso el que su boda le había provocado. Por suerte su ánimo mejoró notablemente luego de leer la carta que le avisaba que él y su esposo, Gabriel, habían sido encontrados aptos para convertirse en los padres adoptivos de un bebé. Si bien al principio, Dean se burló de lo “maternal” que su hermano menor se había puesto tras la llegada a su vida de un pequeño bebé rubio y regordete llamado Jack, eso no hizo que él pasara por alto su propio deseo de ser padre.

Junto a Castiel, quien estaba igual que nervioso que él, se atrevió a visitar el orfanato en el que había estado su sobrino. Y cuando sus ojos se encontraron con los azules de una niñita, supo que iba a ser padre. El papeleo fue eterno y la espera fue peor, pero la presencia de su amado esposo hizo que aquello fuera más llevadero y varios meses después pudo cargar en sus brazos a la preciosa niñita que de ahora en adelante se llamaría Claire.

Su vida estaba completa. Tenía un hombre maravilloso a su lado y a pesar de todo, un final feliz.

¿Quién lo diría?

 

 

 

Notas finales:

Fin

Esta historia por fin tiene un fin hahaha


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