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Give me love por Allure

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Notas del capitulo:

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No he muerto solo estoy bloqueada pero cada comentario que me envian me hace regresar mis ganas de continuar.


Abrazos para todas esas amables personitas que se toman el tiempo de enviar su cariño!

Esa mañana mientras salía de la ducha, Castiel volvió o por lo menos intento eludir el pensamiento que estuviera rondando su cabeza después de que Sam y Kelly le comentaran lo triste que parecía Dean.

Esa tarde, mientras veía a Dean abandonar su oficina pensó que estaba muy cansado. Aunque tras oír a su amigo y a su secretaria podía aceptar que se le estuviera pasando algo.

Castiel vivía solo en esa gran casa. Junto a la compañía era lo único que su padre logro salvar de sus acreedores. Algo que él personalmente agradecía, pues en esa casa había pasado la mayor parte de su vida y se sabía incapaz de vivir en otro lugar. No le importaban las posesiones materiales, en esa casa estaban todos sus buenos recuerdos. Incluso aquellos que involucraban a su padre.

Su habitación seguía siendo la misma que ocupara cuando era un niño. La habitación principal la estaba reservando para el momento en que tuviera una pareja. Una con la que supiera podría pasar toda su vida.

Mientras se desperezaba observo la fotografía de sus padres en un portarretratos dorado ubicado en la mesita de noche. No tenía más familia que ellos y los dos estaban muertos. El sol que entraba por las ventanas ubicadas en la pared derecha choco contra el marco dorado y el reflejo le dio en los ojos, algo que sirvió totalmente para alejar el sueño de su cuerpo. Bostezo ampliamente y sin dudar abandono la calidez de su cama y se dirigió, descalzo hacia el baño.

Tomo una corta ducha y tras ponerse un traje cualquiera bajo a desayunar. Aparte de Castiel, en la casa vivía mi mayordomo, el cocinero y dos chicas que se encargaban de limpiar.

Llego a la compañía pasadas las siete de la mañana. Kelly aun no ocupaba su escritorio pero eso no le importó. Llevaba tanto tiempo trabajando junto a la mujer que sabía que podía confiar en ella plenamente. Ella llegaría en cualquier momento así que mientras se puso cómodo. Reviso su correo y tras media hora en calma oyó unos golpes en la puerta.

—Buenos días, jefe—la cabeza de Kelly apareció en la puerta y una sonrisa se dibujó en su rostro al verla—voy a traerle los informes que debe revisar para hoy a más tardar ¿sí?—

—Por supuesto, Kelly, tráelos y avísame cuando Sam llegue para que me aclare un par de cosas ¿bien?—Castiel decidió enfocarse en su trabajo mientras tanto. No podía hacer nada todavía por Dean, esperaría a que el apareciera en su oficina más tarde para su masaje y trataría de averiguar qué era lo que estaba molestándolo.

Existía la gran probabilidad que Dean le sugiriera de manera no demasiado amable que se metiera en su propia vida, pero ese era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Tenía toda la mañana para pensar en una forma de hablarle sobre su preocupación por el y que Dean no pensara que estaba intentando ligárselo. No era una mala idea pero quizás el rubio no se sintiera atraído por él.

Su reloj le aviso que estaban a punto de ser las cuatro de la tarde y Castiel supo que su día estaba jodido. En un abrir y cerrar de ojos su trabajo parecía haberse triplicado. Sus acciones estaban en alza o eso creía haberle oído a Sam hacia un par de horas. El menor de los Winchester se veía igual que él de atareado y ni siquiera tuvo tiempo de burlarse de su corbata en la que aparecía una sensual cerdita Piggy. Quizás eso era la definición del amor verdadero. Usar prendas ridículas para hacer feliz a tu pareja.

Los papeles seguían acumulándose sobre su escritorio y las notificaciones de correos en su computadora aumentaban. Cuando ya llevaba nueve sonidos de notificación y el dolor de cabeza estaba amenazando hacerle estallar la cabeza oyó algunos golpes en la puerta. Segundos después la cabeza de Dean se asomaba por el resquicio de la puerta.

—Tu secretaria no estaba, espero que no te moleste que haya entrado—Dean le ofreció una sonrisa y a pesar de ser un gesto muy pequeño no pudo evitar sonreírle también— ¿estás muy ocupado?—

—No he podido ni siquiera almorzar—se sinceró mientras se ponía de pie y rodeaba su escritorio, tratando de no tirar la pila de papeles que Kelly le dejara hacia media hora para que los revisara—tuvimos una especie de subida en nuestras acciones y estamos algo ocupados, no podemos bajar la guardia porque el mercado podría…—

—No me hables de eso, mi hermano es el interesado en esas cosas—Dean termino de abrir la puerta y entro en la oficina cargando su bolso en el hombro y la camilla en el otro— ¿Qué corbata traía hoy?—

—Una con la cerdita de los muppets—rio Castiel apoyando la cadera en su escritorio—sé que el amor es ciego pero creo que Gabriel está vengándose por algo—

— ¿Tú crees lo mismo? Se lo he dicho a Sam pero insiste en decir que Gabriel compra y elige personalmente sus corbatas porque lo ama—Dean rio también  al recordar una vez que se colara en la habitación de la pareja y viera el armario de su hermano—no te puedes imaginar cuantas corbatas le ha comprado a Sam, su armario parece un arcoíris—

—Me imagino que si…Dean, lo siento, te hice venir por nada. No puedo permitirme ni una hora sin nada que hacer—Castiel se sintiera auténticamente apenado de no haberle avisado que no podía recibirlo. Su dolor de cabeza estaba amenazando con convertirse en una migraña—creo que mañana podemos quedar para mi cita de masajes—

— ¿Te duele la cabeza, no?—sin esperar respuesta de Castiel, Dean dejo sus cosas al lado del sofá y cerró la puerta de la oficina—siéntate en tu silla, te compensare lo diez minutos de ayer—

—Dean no es necesario, ya te dije que no…—antes de que Castiel pudiera seguir negándose, Dean se acercó a él y lo tomo de la mano. Lo guio hasta la silla en la que hasta hacia poco estuviese ocupando e hizo que volviera a sentarse.

—No me obligues a ponerme violento y solo disfruta—

Antes que Castiel pudiese negarse o dejar de pensar lo bien que se sentía la mano del rubio sujetando la suya, se vio guiado de regreso a su silla. Dean se puso tras él y sin hacer el menor intento de quitarle la camisa comenzó a masajear sus hombros.

—Te dejo unas horas y tus hombros parecen de madera ¿Cómo es que lo logras?— Dean sonrió llevando sus manos por su cuerpo. Deslizándolas por su cuerpo hasta donde podía. Era bastante difícil darle un buen tratamiento con la chaqueta puesta—voy a quitarte la chaqueta, no te resistas ¿sí?—

Castiel iba a responderle que no tenía problema con eso, sin embargo, Dean resulto ser más rápido que él y en menos de un minuto ya le había arrebatado la prenda que luego puso sobre el respaldo de la silla en la que él se hallaba. A Castiel le encantaba que Dean no se cohibiera en su presencia, le gustaba su personalidad y en esos momentos, lo que más le gustaba era el calor de sus hábiles manos trabajando sus hombros.

—No lo sé, tengo demasiado…Ahm…trabajo y ya sabes que no puedo…escaparme—a Castiel le hubiera gustado responderle de una forma más normal pero la placentera sensación que se extendía por su cuerpo le impedía  algo que no fuera suspirar por su toque. No importaba que solo sus hombros estuvieran recibiendo atención, el alivio de verse liberado del estrés estaba alcanzando sus pies, inclusive. Los dedos de Dean parecían adivinar en donde estaba concentrado su estrés y lo hacían desaparecer—no te imaginas cuanto necesitaba esto—

—Intentare imaginarlo ¿te molestaría inclinar tu cabeza? Apóyala en mi pecho—Castiel asintió y dejo que su cabeza se inclinara lentamente hacia atrás hasta que su cabeza descanso contra su pecho. Dean lo miro fijamente mientras comenzaba a deslizar sus dedos por su cuello. Su piel no era delicada pero eso no le hacía desearla menos. Quería lamerlo y esos deseos estaban por enloquecerlo. Quería hacerle sentir bien, pero le hacía falta algo —te daré un rápido masaje facial ¿bien? Déjame traer algo para hacerlo más fácil—

Dean se dirigió hacia el lugar en el que dejara su bolso. Lo abrió y localizo en su interior el aceite que siempre utilizaba. Lo cogió y se quedó mirando la etiqueta unos segundos, pero ese aroma era demasiado fuerte. Volvió a dejar la botella en el mismo lugar y rebusco en el interior del bolso una pequeña botella que no tenía etiqueta. Regreso con Castiel e hizo que Castiel volviera a apoyarse en su cuerpo.

—Espero te guste esto—Castiel sonrió y miro fijamente desde su posición a Dean—no suelo usar este aceite con muchas personas, solo las que me caen bien—

— ¿Te caigo bien? Estaba seguro que aún me odiabas un poquito—

—Si no te comportas pensare en odiarte otra vez—Dean rio mientras destapaba la botella y derramaba una pequeña cantidad de aceite en sus manos. Las froto entre sí para calentarlo y al instante el dulce aroma se extendió por la oficina.

—Me gusta eso, huele a miel—susurro el hombre apoyado contra su pecho. Dean separo sus manos y las puso sobre sus mejillas. Sonrió de lado y comenzó a acariciarlas para después deslizar sus dedos hasta su cuello. Lentamente subió y acaricio con movimientos lentos todo su rostro, preparándolo para el masaje que seguía a las caricias—tienes las manos suaves…no lo tomes a mal—

—Hecho, mis manos son suaves por todos los aceites y cremas que uso mientras trabajo, pero gracias de todas maneras—

Dean estaba seguro que Castiel había ronroneado mientras deslizaba sus dedos por su cuello. No era el primer hombre al que le sacaba sonidos algo “extraños”. Aunque era el más lindo del todo. Eso sin duda alguna. Subió un poco más, empujando suave pero firmemente su piel hacia arriba. Realmente esperaba que Castiel no notara el rápido golpeteo de su corazón. Su cabeza estaba apoyada justo en el lugar en que su corazón se hallaba.

Lo siguiente era eliminar el estrés que de seguro estaba acumulándose en el cuerpo de Castiel. Tras masajear un poco más sus sienes comenzó a darle suaves pellizcos en la zona que se hallaba entre sus cejas. Sabía bien que en esa zona se acumulaba el estrés y por la cara que traía Castiel cuando entro en su oficina, este estaba muy estresado. Iba a continuar con la zona de su nariz pero en ese instante, su paciente abrió los ojos y aquellos dos orbes del color del cielo se encontraron con los suyos.

— ¿Te sientes bien?—susurro deslizando las yemas de sus dedos por su nariz hasta llegar a su boca, que delineo para volver a subir— ¿todavía te duele la cabeza?—

— ¿Bromeas? Tienes dedos mágicos. Daba por hecho que iba a tener que usar todo el frasco de analgésicos.

—Eso no sería necesario si controlaras mejor tu estrés. Estoy seguro que te lo había advertido antes—Dean se dijo a si mismo que la caricia que le hiciera a Castiel en la mejilla entraba totalmente en el masaje. Que deslizar sus dedos con tal delicadeza aún era parte del tratamiento, pero quedársele mirando fijamente e inclinarse hacia él, como si unas cadenas invisibles lo hubieran atrapado, era algo que no era nada normal.

El aire se detuvo en los pulmones de Castiel nada más verse reflejado en los ojos verdes de Dean. Notaba que el parecía tener una lucha interna. Como si estuviera tratando de resistirse a hacer algo indebido. Pronto y casi sin darse cuenta, se encontró a si mismo rogando que Dean no fuera nada racional y lo besara. Hacia tanto que no deseaba un beso con tantas ansias y menos de un hombre.

Quería levantar su mano y acariciar de la misma manera su mejilla pero se contuvo. Tenía miedo. Tenía un increíble terror a ser el único que se sentía de esa manera entre ambos. Era cierto que el corazón de Dean palpitaba muy rápido pero aun así se contuvo y aguardo a que el hiciera algo más.

Los labios de Dean se movieron como si fuera a decir algo. El tiempo a su alrededor se detuvo y Castiel volvió a rogar que Dean le dijera que no era el único.

El único que se sentía increíblemente atraído y al mismo tiempo completamente aterrado de ser lastimado otra vez por el amor.

De pronto el sonido de la puerta abriéndose los hizo salir de su ensoñación y antes de darse cuenta ambos se habían alejado en direcciones distintas.

El sonido de unos tacones le hizo creer a Castiel que se trataba de Kelly regresando de su apresurado almuerzo pero nada lo preparo para enfrentarse a la mujer que por tanto tiempo había estado jugando con él.

Seguía siendo tan hermosa que de alguna manera eso le dolió.

— ¿A que debo tu visita, Caroline?—

 

Notas finales:

Continuara...


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