Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Give me love por Allure

[Reviews - 117]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ni Supernatural o sus personajes me pertenecen y todo eso...

 

 

Castiel abrió los ojos. No podía dormir más y menos con ese intenso brillo chocando contra su rostro.

Miro a su alrededor algo desconcertado. En la mesita de noche se encontraba un objeto que brillaba gracias al rayo de luz que se colaba entre las cortinas. A su lado el reloj digital marcaba las seis de la mañana. Castiel siempre se levantaba temprano. Estaba acostumbrado a sacrificarse para alcanzar el éxito que su padre había perdido. Era su deber hacer lo que su padre no hiciera, había demasiadas personas que dependían de él y eso no era algo menor.

La fotografía en el marco plateado al lado del teléfono le mostro su pasado. La familia que allí estaba ya no existía.

Se incorporó en la cama algo desorientado. Aun recordaba la pesadilla que lo atacara durante la noche. Hacia demasiado tiempo no la tenía, no desde la adolescencia y eso era algo que le molestaba demasiado pues le hacía sentir indefenso. En cada pesadilla era lo mismo, pero jamás podía acostumbrarse a ser perseguido por una extraña presencia de color negro. Le recordaba cuando era un niño solitario y sus padres lo dejaban solo para asistir a uno de sus tantos compromisos sociales. No quería pensar en eso pero sabía que una buena forma para vencer al miedo era comprenderlo. Aunque él no comprendía porque le causaba tanto temor ser perseguido.

Se estiro mientras bostezaba. Dejaría para después su intento de averiguar qué era eso que le asustaba. Tenía otros problemas y uno de ellos era Dean Winchester. El masajista le causaba mucha confusión, quería acercársele pero, al mismo tiempo, temía hacerlo. Dean era brillante y atractivo, demasiado para un hombre como el: trabajólico y aburrido.

Castiel abandono la tibia cama en dirección al cuarto de baño para darse una ducha. No quería empezar el día pensando en lo que no podía tener. Dejo que el agua caliente se llevara consigo sus preocupaciones y tristezas. Dean no podía convertirse en su nuevo sueño, no si su corazón iba a romperse de nuevo. La visita de Caroline le había recordado como se sentía un corazón roto y eso era alago que no deseaba volver a sentir. Su engaño le hizo suficiente daño como para hacerle desconfiar de cualquiera. El amor era algo que debía exiliar de su vida.

Bajo al primer piso y se encontró con el desayuno servido en la mesa del comedor.

La casa de los Novak siempre fue sinónimo de lujo y era el único patrimonio que se salvó aparte de la empresa. Todo lo demás: departamentos fuera del país, autos, casas e incluso el yate de su padre habían sido rematados para pagar las deudas. Incluso se habían tenido que vender parte del mobiliario de la casa para pagar la universidad. Apenas Castiel logro hacer remontar la empresa otra vez, recontrato a su viejo mayordomo y al par de sirvientas que estuvieran junto a su familia desde hacía varios años. Lentamente la casa volvió a ser lo que Castiel conociera en su niñez. Todo su esfuerzo dio resultado y ahora, exceptuando su vida personal, todo estaba de maravillas.

Tras terminar su desayuno abandono la casa y subió a su auto. Podía pagarse un chofer pero eso era un gasto que, según él, era un derroche. Sabía conducir y no solía ir a otros lugares que no fuera a su empresa. Realmente no llevaba una vida divertida. Esa era una de las razones por las que Caroline lo había engañado o esa era una de las razones que ella le diera.

Se estaciono en su lugar y mientras entraba en la recepción saludo a la chica que se encargaba de recibir a gente. Por el rabillo del ojo, mientras subía al ascensor, se dio cuenta que ella se sonrojaba y lo seguía fijamente con la mirada. Era muy guapa, en verdad lo era pero no se sentía realmente atraído por ella.

Últimamente se había dado cuenta que le atraían más quienes tenían ojos verdes y cabello rubio. Unas pecas no se veían nada de mal tampoco.

Subió hasta el piso en el que trabajaba. Entro en su oficina y se sentó tras su escritorio. Miro a su alrededor un par de segundos y se fijó en los diplomas que colgaban en una de las paredes. Su esfuerzo había dado frutos y abandono la universidad siendo el mejor de la clase. Solo su esfuerzo porque era lo único que tenía, eso y su enorme deseo de salvar lo que su padre destruyera. Amaba su empresa y no por el dinero sino porque sabía que daba trabajo a mucha gente. Castiel conocía a los hombres y mujeres que trabajaban para él, de la misma manera que lo hicieran antes para su padre.

Si él no lo había tenido fácil no quería pensar en lo difícil que fuera para las personas que perdieron su trabajo.

Encendió el computador y comenzó a revisar sus correos. Dentro de la próxima semana tendría la reunión con los inversionistas extranjeros y de lograr que compraran su producto, Castiel sabía que podría asegurar el trabajo para toda la gente a su cargo.

De pronto se encontró con un correo que había llegado hacia poco. El nombre de Caroline aparecía en él y nada más leer eso, Castiel llevo una mano a su rostro y se cubrió los ojos. La razón por la que la mujer regreso era tan fácil que le molestaba haberse sentido un poco feliz de volver a verla. Quería dinero. Ella había venido a él para que le ayudara dándole trabajo.

Después de todo ese tiempo y de lo que pasara entre ambos aun ella quería seguir aprovechándose de su buena voluntad.

Su vida personal apestaba pero por suerte si hacia algo bien era dedicarse a su empresa. Iba a obtener las firmas de los inversores y de hacerlo les subiría el sueldo a todos.

— ¡Hey! ¿Cómo estás?—Castiel levanto la mirada de su computadora y la enfoco en el hombre que entraba en ese momento a su oficina. Una sonrisa se dibujó en la boca de Castiel al ver la corbata verde limón con dibujos de piñas que llevaba puesta ese día Sam. Evito como pudo echarse a reír y logro devolver su atención al rostro del otro—no digas nada, sé que está pasando por tu cabeza—

— ¿Lo sabes? Vaya, deberías estar apareciendo en la televisión ahora y no negándole tu grandioso don al resto del mundo—Castiel no pudo detener la risa por más tiempo y comenzó a reír ante el enfado de Sam que termino de entrar en la oficina. Tomo asiento en la silla frente al escritorio y se quedó mirándolo hasta que la risa se le agoto—lo siento, Sammy, es que Dean me dijo que una vez entro en tu cuarto y vio tu colección de corbatas—

—Gabriel me las compra porque me ama y como te he dicho antes el mismo las escoge y ya no discutiré esto contigo—a pesar de su ceño fruncido, el sonrojo en sus mejillas desmentía por completo su enfado—me entere que ayer vino esa arpía que quería chuparte la sangre—

—Primero, te refieres a vampiros, ellos succionan la sangre y segundo…ella si vino pero no a succionar mí sangre, sino mi dinero—murmuro mientras abría uno de los cajones y miraba en su interior encontrándose con una pequeña cajita de madera. Algún día, se dijo a si mismo Castiel, iba a deshacerse de ella—quería que le diera trabajo y estaba segura que yo iba a ser el idiota de antes—

—Esa bruja siempre ha creído que te tiene en la palma de su mano. Supongo y espero que no haya conseguido nada de lo que quería—

—No, nos ha interrumpido a tu hermano y a mí mientras me daba un pequeño masaje—Castiel recordó la manera en la que la mujer mirara a Dean mientras este se marchaba y el enfado volvió a burbujear en su pecho. Ellos estaban teniendo un momento muy íntimo y ella los había interrumpido—espero poder disculparme con el mas tarde cuando venga ¿crees que deba recordarle que venga? Quizás Caroline le haya hecho sentir un poco mal

—Supongo que no estaría de más, de solo saber que probablemente se ha sentado en esta misma silla yo también me siento mal—con un exagerado gesto de asco Sam se puso de pie y se arregló la chaqueta—nos vemos en la junta, debo llamar a Gabe para decirle que lo llevare a cenar esta noche—

— ¿No se supone que él es chef? ¿Por qué no se quedan en casa?—pregunto Castiel al tiempo que cerraba el cajón y miraba a Sam—aunque supongo que solo soy yo el antisocial que prefiere quedarse en casa—

—Cierto, solo tú eres el antisocial y si, Gabriel es chef pero de vez en cuando se merece que alguien le prepare la comida y ya debe estar harto de mi pasta—Sam regreso por sobre sus pasos y se dirigió hacia la puerta—no te olvides de la reunión, nos vemos—

Tras la salida de Sam de la oficina, Castiel devolvió su atención a la computadora. Aunque eso solo duro unos segundos. Miro el reloj en la pantalla y vio que eran las siete y cuarto de la mañana. Quería llamar a Dean y hacerle saber que lo esperaba a las cuatro pero no quería que se molestara por llamarlo a esas horas.

Iba a esperar hasta una hora un poco más prudente para llamarlo. Quizás aún estaba dormido.

             ————————————————O———————————————

 

Dean abrió los ojos sintiendo como si alguien le hubiera clavado un hacha en la cabeza. Se sentía desorientado y el sabor de su boca le decía que había bebido más de la cuenta.

Trato de enfocar la mirada en la lámpara que se encontraba sobre la cama y tras unos segundos creyó que podía levantarse.

Se apoyó en un codo y logro incorporarse lo suficiente como para sentir que el mundo daba vueltas a su alrededor. El reflejo involuntario en su garganta le hizo correr al baño y tras lograr arrodillarse al lado del inodoro, vacío el exiguo contenido de su estómago y después de unos segundos pudo ponerse de pie. Camino lentamente hacia el lavamanos y abrió la llave del agua fría. Cogió un poco entre sus manos y se la lanzo a la cara para después hacer lo mismo y enjuagarse la boca. Odiaba vomitar. La próxima vez, pensó, se quedaría en casa y bebería cervezas.

Su ropa olía fatal. Se desvistió y sin pensarlo más se metió en la ducha.

Los recuerdos de la noche pasada regresaron a su cabeza. Trent y la forma en que lo follo sobre el capo de su auto. No va a negar que eso se sintiera muy bien y que necesitara sexo pero aun así no está feliz.

Después de asegurarse que su cuerpo ya no olía a vomito ni al perfume de Trent salió de la ducha. Camino hacia el armario y cogió unos calzoncillos limpios

Repentinamente su teléfono comenzó a sonar y a tropezones, Dean logro llegar hasta su cama. Tirados cerca se encuentran sus pantalones y en ellos se encuentra su teléfono. Se sienta en la orilla del lecho y saca de su bolsillo el teléfono. En la pantalla brillaba el nombre del hombre que no logra sacar de su cabeza. Mientras se apresura en contestar teme que Castiel pueda decirle que ya no lo necesita. Sin embargo, tragando saliva acerca el aparato a su oreja.

—Hola, soy Dean—

—Dean, lamento molestarte pero quería saber…ayer, Caroline pudo ser un poco mal educada y quería saber si estabas enfadado o si vendrías a verme hoy—Castiel se oía preocupado o eso es lo que quería creer Dean.

—Claro que iré, Cas, creo que son las doce así que me tomare un par de aspirinas y me tendrás allí a las cuatro—

— ¿Estas enfermo? Dios, Dean lamento molestarte pero pensaba que estabas bien pero si no puedes venir hoy solo dímelo—Castiel se sentía mal consigo mismo, no era su culpa pero que Dean no se encontrara bien no le agradaba—si quieres puedo ir a visitarte ¿Sam sabe que estas enfermo?—

—No lo sabe porque no es nada grave, Cas, solo tengo una resaca monumental y me lo merezco por salir anoche de parranda—a pesar de que no quería sentirse feliz por la preocupación de Castiel, Dean sonreía mientras se dejaba caer sobre el colchón—estaré allí a las cuatro como siempre así que no te preocupes, beberé café o me lo inyectare en las venas—

—Oh ya veo, entonces es eso…espero te hayas divertido—Castiel no podía decir que no esperara eso pero no le agradaba. Dean era joven y guapo, era normal que saliera a divertirse. No era como el que prefería quedarse en casa—dejare de molestarte entonces—

—No me molestas, es muy amable de tu parte preocuparte por mí y te prometo que me tendrás en tu oficina a las cuatro ¿bien?—dijo Dean al tiempo que una sonrisa aparecía en su rostro—nos vemos, Cas—

—Adiós, Dean—

Sin agregar nada más, Castiel corto la llamada y dejo el teléfono en el escritorio. Se quedó mirando atentamente el sujetapapeles con forma de ángel que Sam le regalara hacia unos años y sin querer, su pensamiento se dirigió hacia Dean. Era obvio que el tenía una vida, una en la que no estaba incluido. Era tan guapo que sería una estupidez pensar que no existía nadie en su vida. Decidió alejar sus pensamientos del hombre rubio y enfocarse en lo único que sabía era bueno: su empresa.

Llamo a su secretaria y le pidió que le llevara los informes de contabilidad del mes pasado. Necesitaba pensar en otra cosa. En algo que no fuera Dean.

 

Sam apareció en su oficina a las dos en punto  e ignorándolo lo saco del brazo para ir a almorzar. Aduciendo que debía comer sano lo llevo a un restaurante que Castiel conocía bien. Sam no era muy original, pero aun así Castiel se sintió feliz de ver al dueño y chef de aquel lugar. Nada más sentarse frente a la mesa que se hallaba cerca de la ventana, la puerta de la cocina se abrió y Gabriel se reunió con ellos.

Almorzaron juntos. Era una de las ventajas de ser el dueño pues Gabriel se sentó con ellos y comieron juntos. Bueno, solo el almorzó pues sus amigos estuvieron un buen rato comiéndose entre ellos. Se notaba a kilómetros que se amaban y por mucho que eso no le agradara, Castiel los envidiaba. Gabriel miraba a Sam como si él fuera lo único que existiera en el mundo y Sam no se quedaba atrás.

Después de almorzar y una, esta vez, corta sesión de besos; Sam y el regresaron a la oficina.

Mientras tomaba asiento, Castiel miro el reloj y se dio cuenta que en menos de una hora Dean aparecería en su oficina. Decidió enfocarse en su trabajo, no podía hacer nada más al respecto así que mientras lo aguardaba bien podía leer un par de informes.

Cuando ya había acabado de leer el penúltimo informe, que su secretaria le dejara sobre la mesa, unos golpes en la puerta rompieron su concentración. Miro el reloj en su muñeca y se dio cuenta que eran pasadas las cuatro. Los golpes volvieron a oírse y antes de que pudiera decir algo la puerta comenzó a abrirse.

—Hola, pensé que no había nadie y como tu secretaria no estaba me atreví a entrar—la perfecta cabeza de Dean se asomó a través del espacio. Segundos después el hombre entraba en la oficina—lamento tardar pero me quede atrapado en un atochamiento—

—No hay problema, se me paso el tiempo mientras leía estos informes—dijo Castiel levantando la carpeta que aun tenía en sus manos. Dean le dio una pequeña sonrisa y eso, junto a la camiseta negra de tirantes que traía puesta, que enseñaban sus torneados brazos le hizo acelerar su corazón. El masajista dejo su bolso en el sillón y comenzó a armar la camilla en el lugar de siempre, acción que le tomo menos de cinco minutos.

—Saldré ahora para que puedas desvestirte, tienes unos minutos así que no perdamos más tiempo—mientras hablaba, Dean saco un par de toallas y extendió una por sobre la camilla—aquí te dejo tu toalla y cuando regrese espero verte desnudo sobre mi camilla—

Castiel se levantó de su silla y apenas Dean cerró la puerta detrás de el comenzó a desvestirse. Entretanto lo veía levantar la camilla, Castiel vio algo en el rubio que no pudo pasar por alto: un moretón en su cuello. Es obvio lo que eso significa y por mucho que le duela sería un idiota si no supiera que Dean debe tener una pareja.

Es duro cuando tus sueños se estrellan con la realidad.

Sin querer pensar más en eso, Castiel coge la toalla y tras acostarse en la camilla se cubre en el momento que Dean entra.

Lo oye reírse por lo mal que se sentía al despertarse y aprieta sus labios para no decir nada. Para no dejar salir las preguntas que quiere hacerle, porque es claro que hay alguien más en su vida y ese alguien no es el.

El aroma dulce del aceite que Dean usara la primera vez vuelve a extenderse por todo el lugar. Es una suerte que él no pueda verlo o notaria de inmediato su ceño fruncido, sin embargo, no puede detener el suspiro de placer que abandona sus labios cuando Dean toca su piel. Su cuerpo le ha traicionado y ha reaccionado ante su toque.

Las manos suaves y cálidas del rubio recorren su espalda deshaciéndose de su estrés. Feliz de que Dean no pueda verlo, Castiel se permite una mueca de dolor pues sabe que esa es la única forma en la que las manos de ese hombre podrán recorrerle.

 

Es una verdadera suerte, piensa Dean, que Castiel no pueda ver su dolor mientras lo toca. Aquella es la única forma que tiene para posar sus manos sobre su cuerpo.

Contra la realidad los sueños no tienen nada que hacer.

 

Notas finales:

Continuara...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).