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Mi suerte por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola! Buenos dias a todos y todas. La segunda parte de la historia ya está aqui. Ojala sea de su agrado. Afortunadamente me salió menos extensa que la primera parte.

Muchas gracias por sus comentarios!

Incomodo

Padre e hijo esperaban a que la señora Yagami les sirviera un plato con pastas que acababa de cocinar, juntos a Tai y su padre. No podían evitar sentirse incómodos sentados en aquella mesa de la cocina. Esa mesa, que en realidad era de ellos pero que al mismo tiempo que no les pertenecía, ya que aquella familia había pagado su derecho a usar la cabaña. Intrusos en su propia casa.

La amable mujer les sirvió a T.K y Hiroaki primero, profundizando aun más ese extraño sentimiento de estar en un lugar que no deberían.

-Sean sinceros con la comida, nosotros dos somos un jurado bastante exigente cuando de comer se trata- dijo sonriendo el moreno mayor, refiriéndose a él y a su hijo.

La señora solo rió, a la vez que servía dos platos más de pasta sobre la mesa.

-Estoy seguro que está delicioso- dijo el dueño de la cabaña sonriéndole a la cocinera, para después probar la comida.

Era un manjar. Hiroaki se esforzó en no soltar una lágrima al saborear la comida con sus papilas gustativas. Hacía mucho  que no probaba algo con sabor casero y que estuviese tan delicioso. Matt era el que se encargaba de cocinar en su casa, y hacia lo que podía para un joven de 16 años, pero lo que el rubio pudiese preparar empalidecía ante lo que probaba en ese momento.

Su hijo, por su parte, comía en silencio, mientras él y el matrimonio conversaban de diferentes cosas. Notó que el ojiazul evitaba entablar contacto visual con el muchacho castaño que tenia sentado al frente. Se preguntó si los menores se habían caído mal. Lo lógico era que congeniaran por ser los únicos no-adultos de la cabaña. "De seguro después se amigaran, así son los chicos", pensó.

Después de almorzar, Hiroaki se ofreció a lavar los platos. De algún modo quería devolverle algo a esa familia por haberle dado de comer a él y a su hijo y por “hospedarlos” al no tener adonde ir. Después de resistirse un poco, el matrimonio aceptó. El señor y la señora Yagami dijeron que se irían a dormir una siesta, ya que estaban despiertos desde muy temprano.

-Papá ¿quieres que te ayude en algo?- Hiroaki escuchó la voz de su hijo mientras este agarraba el detergente y se le posicionaba al lado, dispuesto a lavar los platos con él.

-No gracias Take, ve a jugar con el otro chico- contestó con amabilidad, empujando al menor suavemente para que le dejara lugar así pueda empezar a refregar.

“Ve a jugar” resopló mentalmente el rubio ¿tenía 7 años acaso? A veces no entendía a su padre. A veces le decía “has esto, ya eres un hombre” y otras veces salía con frases como las que acababa de decir. ¿Al final que era para su padre y los demás? ¿Un niño o un hombre? Además, no tenía intenciones de “jugar” con el otro chico, que después de comer se levantó de la mesa y desapareció de la vista. Mejor así, que se mantenga lejos, pensó T.K con una sonrisa mientras sacaba un libro de su bolso y salía por la puerta de la cocina hacia el patio trasero.

Hiroaki dejó el último plato en el estante y se secó las manos con un repasador. Había terminado de lavar. Se sorprendió al notar el silencio que lo rodeaba. El matrimonio Yagami dormía plácidamente en la habitación donde él solía dormir, y los dos muchachos habían desaparecido de su vista hace tiempo. Asomó curioso su cabeza por la ventana de la cocina, que daba al patio trasero, y pudo observar a su hijo sentado en la base del árbol, leyendo ese libro de suspenso-terror que había traído para leer en sus ratos libres. Se sorprendió, ya que pensó que estaría con el hijo de los Yagami. Ese moreno tenía la edad de Matt, podría perfectamente llevarse bien con el rubio. Era verdad que Take no era un aluvión de carisma, pero no era un chico antisocial tampoco.

Hiroaki pensó que era la oportunidad perfecta para ir a averiguar qué novedades había en el pueblo. Quería despejarse un poco, ya que desde que llegó hace 3 días no había hecho otra cosa que trabajar y trabajar. No había ido ni una sola vez a la plaza del pueblo siquiera.

Pasó por las “puertas de vaquero” hacía la sala de estar, con mucho cuidado de no hacer ruido. Se calzó su gorra blanca que colgaba de un perchero al lado de la puerta y salió por la entrada principal de la cabaña.

En el patio delantero, pudo ver al hijo de los Yagami muy concentrado pateando un balón de futbol en el aire, evitando que este tocara el suelo. Pudo divisar que el balón era de color azul y amarillo, y además tenía el escudo del equipo del cual Hiroaki era fanático. Ese muchacho parecía tener una gran habilidad con el balón. Sonrió al ver lo mucho que disfrutaba ese joven al jugar con la pelota. Ninguno de sus hijos les gustaba el futbol, a pesar de sus esfuerzos.  

-Hola Taichi, si tus padres preguntan diles que me fui al pueblo, por favor.

-Está bien Hiroaki, que le vaya bien-  le contestó el joven sin sacar su mirada del balón, que era golpeado por su pie derecho, luego el izquierdo y sus rodillas de manera alternada.

A Hiroaki le sorprendió un poco lo confiado que era ese chico para llamar a un adulto por su primer nombre al poco tiempo de conocerlo, pero solo siguió caminando por la calle en dirección a la plaza del pueblo.

En el puente

Hiroaki caminaba tranquilamente por la plaza del pueblo, mientras muchos niños jugaban a su alrededor, despreocupados como todo infante. La villa rebozaba de turistas. Algo lógico, ya que era pleno enero, el punto más alto de la temporada de verano.

Aparte de querer despejarse y ver que había de nuevo en el pueblo, el castaño tenía la intención de ver con sus propios ojos que pasaba con ese puente que impedía que él volviera a su casa en la ciudad. A unas pocas calles de la plaza se encontraba la única entrada/salida del pueblo, así que no le tomó mucho tiempo llegar allí. No era que desconfiara de sus inquilinos ¿Para qué le mentirían que no podía irse de la villa y le insistirían en quedarse con ellos?

No tenía lógica, al menos que fueran asesinos y planeasen matarlo tanto a él como a su hijo. Rió al darse las estupideces que su mente era capaz de pensar.

Esa risa se convirtió en asombro al ver la cantidad de autos estacionados en las inmediaciones del puente, cerrado y vigilado por lo que parecía todos los policías del pueblo. Lentamente se acercó a los oficiales, zigzagueando entre los autos y sus malhumorados dueños. Una atmosfera de frustración saturaba el aire. Al acercase más al puente en sí, pudo ver al rio. Los Yagami no les había mentido, el rio estaba irreconocible. La cantidad de agua que llevaba era brutal, y solo 5 centímetros separaban el agua de la carretera del puente. Normalmente, había unos 4 o 5 metros entre el agua y la estructura, así que Hiroaki se dijo a si mismo que eso era muy serio. Pudo observar una grieta que cruzaba a lo ancho el asfalto del puente. La estructura no estaba hecha para soportar la fuerza de un caudal así.

-Buenos días- saludó a un policía elevando la voz, el ruido de la corriente del rio era ensordecedora.

-Buenas... no se puede pasar por el puente señor, ni por auto ni caminando, es muy peligroso- le dijo el uniformado con un tono monótono, como si este lo hubiese hecho toda la mañana sin parar y ya lo tuviera automatizado.

-Se nota que lo es- dijo el castaño mientras asentía con la cabeza mirando el rio- ¿hasta cuándo cerraran el paso?

-Y... todo depende si el agua baja, las lluvias que azotaron a los alrededores hizo crecer demasiado el rio, como puede usted ver-le contestó el policía sacándose su gorra y limpiándose el sudor de su frente- ni bien baje el agua los obreros se pondrán a trabajar.

-¿Tiene idea de cuánto tiempo les tomará reparar el puente?

-Ni idea señor, puede tomar días, para colmo allá sigue lloviendo, dificultando que el agua baje- el uniformado señaló los montes y las sierras al Oeste de la villa, donde el cielo se mostraba cubierto y negro. Aquello contrastaba con el hermoso cielo azul que gozaba el pueblo entero y todo lo que se encontrase al Este de esas montañas.

-Ya veo, ¿Pero seguro que ni un auto puede pasar? Yo tengo un auto chiquito y liviano. Mire, tengo un hijo enfermo y la verdad que tengo algo de prisa por lle…-

-...como todos estos señores que están detrás suyo- le interrumpió de manera seca el policía, señalando a la hilera de autos que se había formado en la carretera- una opción señor, es cruzar el rio por la carretera nacional, ese puente no se cerró- Hiroaki lo miró atentamente pensando “¿Tu me pagaras la gasolina acaso?"- y si su hijo está muy enfermo, llévelo al centro médico de la villa y allí los médicos lo examinarán, y si lo creen conveniente, lo llevaran a la ciudad por helicóptero.

Con eso último, el policía sin saberlo había asesinado a sangre fría la mentira de Hiroaki. Take podría fingir estar enfermo ante esos policías tontos si se lo pidiese, pero a los médicos ya no podría engañarlos.

-Ah cierto, la carretera nacional, me había olvidado, gracias- fingió acordarse para luego saludar con un gesto cordial al policía y darse media vuelta, caminando entre los vehículos estacionados y sus dueños que hervían de la rabia por no poder pasar hacia el otro lado del rio.

Hiroaki comprendió que estaba a merced de la velocidad de los trabajadores que arreglarían el puente. Sin dinero y ningún lugar hacia dónde ir, no sabría qué hacer si los Yagami lo “echasen” de la cabaña.

La ayuda

T.K iba por las últimas y más emocionantes páginas de su libro, hipnotizado, con sus ojos fijos sobre el papel y la tinta. El rubio no era de leer libros en su tiempo libre, pero su madre se lo había regalado (antes se lo habían regalado a ella) y encontró la trama bastante interesante. Era la primera vez que agarraba el libro durante esos días, ya que no había tenido ni un solo tiempo de ocio por culpa de todo el trabajo que tuvo que hacer.

De repente, un ruido entre las ramas del árbol, justo encima de su cabeza, distrajo su atención. Al levantar su mirada, a su rostro y su libro cayeron pequeñas ramitas y hojas, además de tierra. Después de refregarse los ojos y maldecir al aire, volvió a levantar la mirada. Pudo observar un balón de futbol azul y amarillo, atascado entre las ramas a bastante altura. Justo cuando se preguntaba a sí mismo de quien sería esa pelota, Tai apareció por uno de los costados de la casa, con sus manos en la cintura y viendo al balón con el seño fruncido. T.K no pudo evitar sonreír al ver el problema en que se encontraba el castaño. Se imaginó al moreno subiéndose al árbol como un mono y luego cayéndose de cara al suelo, con el balón aun atascado allá arriba.

Pensó que podría filmarlo con su celular y subir el video a internet, convirtiéndose en viral y ganando cierta fama pasajera por ser el que filmó el video. El rubio se reprochó a si mismo esos pensamiento maliciosos que pasaban por su mente y se tapó el sonriente rostro con su libro, haciendo de cuenta que no había visto nada, ni la pelota ni a Tai. Sabía muy dentro de sí que esos pensamientos no eran correctos, pero en el fondo quería que se cumplieran.

Luego de un rato de silencio, dejó de fingir leer el libro y asomó sus ojos por encima de este. Fue ahí cuando se le borró la sonrisa maliciosa de su cara. Tai, con una piedra en la mano, observaba la pelota con un ojo cerrado y sacando la lengua hacia un costado. Parecía estar calculando la fuerza que usaría para tirar la piedra.

“No será tan estúpido de tirar la piedra estando yo aquí ¿o sí?” pensó con nerviosismo el rubio. La velocidad con la que el castaño tiró la piedra no le dio tiempo ni de levantarse. Esta atravesó con fuerza la densidad de las hojas y las ramas, para dar de lleno en la pelota, aflojándola de su prisión. En un rápido reflejo, el ojiazul se cubrió la cabeza con el libro, mientras varias ramas y hojas caían sobre él. Una vez la lluvia de vegetación cesó, fijó la mirada con enfado en el castaño.

Pudo ver como Tai sonreía mientras la pelota rebotaba tranquilamente hacia él. El moreno la levantó sobre su cabeza con un solo golpe de su talón y se dio media vuelta, caminando hacia el frente de la casa, controlando felizmente el balón como si nada hubiese pasado.

-Idiota- murmuró entre dientes el rubio mientras se sacudía las ramas de su cabeza y del libro.

y así los amigos se miraron entre sí, sonrientes, con la ilusión que el futuro que venía sería mejor” fue la última oración del libro, antes de un “Fin” con un tamaño de letra más grande. Estaba satisfecho con el final de la trama, en la forma como se desenlazó todo.

Lentamente se reincorporó y antes de empezar a caminar, se estiró acompañado de un gran bostezo. Cuando estuvo a punto de entrar  a la cabaña por la puerta de atrás, se encontró de frente con su padre. No traía una cara muy alegre.

-Hola hijo ¿Qué hacías?- le preguntó Hiroaki con un tono de voz desganado.

-Nada, acabo de terminar de leer el libro que me regaló mamá- contestó sonriendo, mostrándole la tapa del libro, que era de color roja y negra.

-Me parece bien, eso significa que estas descansado ¿cierto?

-Eemm depende ¿para qué?- dijo el blondo al mismo tiempo que se le borraba la sonrisa de la cara y tomaba una expresión de sospecha. Sabía que esa pregunta por parte de su padre no venía así de la nada. Algo tramaba.    

-Me alegra que preguntes- le dijo Hiroaki con una sonrisa, como si hubiera recobrado las fuerzas- resulta que fui al pueblo y ¿sabes algo? Parece que reparar el puente puede tomar días, pero no nos lo pasaremos sin hacer nada. Aprovecharemos para finalizar los arreglos que nos quedaron pendientes en la casa- mientras hablaba, el castaño puso sus manos en los hombros de su hijo y, con un impulso justo de fuerza lo hizo girar sobre sus pies unos 180 grados- lo primero que quiero que hagas es guardar esos lingotes de madera en el cobertizo- le pidió mientras señalaba los maderos que reposaban sobre el césped.

T.K observó con la mirada perdida a esos trozos de madera sin poder creer lo que había escuchado. El blondo no podía creer su mala suerte. Primero le quitaban la posibilidad de poder disfrutar el verano en la cabaña, después le quitaban la posibilidad volver a la ciudad para por lo menos estar con sus amigos (los pocos que no se habían ido de vacaciones), sino que se tendría que quedar y soportar a esa familia de extraños como compañía. Se había quedado sin el pan y sin la torta. Para colmo, tendría que seguir trabajando mientras continuara quedándose allí.

T.K se preguntó si ese era el peor verano de su vida.

-Bueno, si no me queda otra- dijo el ojiazul resignado, dejando el libro que tanto había disfrutado en una mesita de madera que adornaba el patio trasero- pero primero déjame que me ate los cordones si no quieres que me caiga y me quiebre un brazo por culpa de esas maderas que compraste.

T.K apoyó su rodilla derecha en el césped, mientras se ataba los cordones de su pie izquierdo. Por un segundo pensó que no sería mala idea fingir algún golpe fuerte en alguna parte de su cuerpo. Quizás así su padre le dejaría de pedir hacer cosas.

Se deshizo rápidamente de esa idea: seria cruel para con su padre, preocupándolo innecesariamente.

-¿Quiere que le ayude a guardar esas maderas en el cobertizo, Hiroaki?- Intervino la voz del hijo de los Yagami, apareciendo por el costado de la cabaña.

-Eh bueno si deseas…- le contestó Hiroaki, asombrado de que el muchacho se ofreciera voluntariamente sin que se lo pidiera- …pueden llevar los lingotes entre los dos, así les resultará más faci…- el hombre no pudo terminar de decir su idea, ya que vio como el moreno, ni lento ni perezoso, cargó uno de los maderos sobre su hombro y empezó a caminar sin mucho problema hacía el cobertizo.

Hiroaki esbozó una sonrisa al ver la facilidad con la que Taichi llevaba el lingote de madera hacia su destino final. Con la misma sonrisa, miró a T.K, que todavía se ataba los cordones arrodillado en el césped.

Al rubio no le gustó para nada esa sonrisa con la que lo miraba su padre. Sentía que le decía “¿ves? Así es como se hace” con ese gesto. A él, a diferencia de Taichi,  le costaba mucho cargar con esos maderos. Necesitaba detenerse a cada momento y descansar apoyando el trozo de madera en el suelo, ya que el peso le era demasiado. Sintió que su padre lo comparaba con ese chico de pelo castaño. No le agradaba. Ahora tenía menos ganas de trabajar que antes. Igualmente, sabía que tenía que hacerlo, no importaba si tuviese ganas o no.

El rubio se acercó hacía el conjunto de maderas que lo esperaban pacientemente en el césped. Al mismo tiempo, Tai volvía del cobertizo para tomar otro lingote y cargarlo sobre su hombro.

T.K lo miró de forma seria con el rabillo del ojo. Aunque significase tener menos trabajo, no le agradaba trabajar en equipo con aquel sujeto. Tomó aire de manera disimulada y agarró uno de los lingotes, que medían el doble que él. Estaban tan pesados como siempre. Intentó ponérselo sobre el hombro como había hecho el castaño, pero le resultó imposible por el peso. Supuso que debía llevarlo como los había llevado los días anteriores, agarrándolo con ambas manos, apoyando el madero sobre un costado de su cintura.

El blondo caminó con dificultad hacía el cobertizo. En medio del trayecto sintió la necesidad de parar y descansar. El peso del lingote le provocaba la sensación de que se le caerían los brazos, pero por orgullo no se detuvo. No entendía él porqué, pero no quería demostrar debilidad ante ese muchacho que tan mal le había caído. Llegó al interior del cobertizo donde, con un suspiro de alivio, tiró el madero con sus pares en el rincón donde él y su padre habían empezado a guardarlos anteriormente. Después se fue de nuevo al exterior para buscar otro trozo de madera y repetir el proceso. Ya en la mitad del segundo viaje, por más que intentó, no pudo evitar detenerse y apoyar el lingote sobre el césped para tomar un descanso. Sus hombros le pedían algo de clemencia.

Mientras movía sus hombros lentamente para disipar un poco el dolor, Tai pasó a su lado cargando otra madera sobre su hombro como si no pesara nada, silbando muy alegremente. A pesar de que no le dijo nada, el rubio percibió como si se estuviese mofando de él. ¡Sabía que lo estaba haciendo! Ese era su verdadero motivo, demostrar o presumir lo fuerte que era, no ayudar, pensó el blondo. T.K no soportaba a la gente arrogante. Otro motivo más para odiar a ese chico.

Luego de otro suspiro reparador, tomó la madera del suelo y siguió caminando hacía el cobertizo. Una vez al frente de la casilla de madera, el rubio se dispuso a subir los 3 escalones de cemento de la entrada de la casilla de madera. Al levantar su pie para ponerlo sobre el tercer escalón, una horrible sensación le hizo abrir los ojos de par en par.

¡¿En qué momento se le desataron los cordones?! ¡Él los había atado con firmeza antes de empezar a mover las maderas! Igual, ya era demasiado tarde para preguntar el porqué se habían desatado. Pisarse los cordones de las zapatillas mientras uno sube por unos escalones de forma despreocupada no es algo placentero para nadie. Como toda persona con reflejos sanos, T.K se movió frenéticamente para evitar perder el equilibrio, pero fue en vano. El peso del lingote de madera que cargaba hizo que le fuera imposible mantener la vertical, e inevitablemente el rubio caería al suelo de espaldas. Soltó automáticamente el madero, para evitar golpearse con este al caer.

Todo se ralentizó mientras caía hacia atrás. Completamente entregado a que la gravedad hiciera su trabajo, en esos microsegundos que para él pasaban muy lentos, se preparó mentalmente para cuando chocase con el suelo. “Otro golpe más ¿Qué diferencia hace un golpe más o un golpe menos? Estos tres días me la pasé golpeándome. Por lo menos el césped es suave” pensó el blondo mientras su cuerpo perdía la vertical.

Pero su silenciosa y lenta caída fue interrumpida. Unos brazos lo rodearon y lo abrazaron desde atrás con firmeza. El rubio se quedó en silencio, con sus ojos bien abiertos por la sorpresa.

No reaccionó de ninguna forma, continuó en silencio y con la mirada hacia delante, con un gesto de sorpresa. Esa persona detrás suyo lo oprimía sobre su pecho en un fuerte abrazo. Pero luego, con la misma velocidad con la que antes habían rodeado al rubio, esos brazos deshicieron su abrazo y empujaron con fuerza a T.K hacía delante, haciendo que el ojiazul entrara trastabillando al interior del cobertizo.

-Ten más cuidado- dijo Taichi, agachándose para recoger el madero que había soltado para poder atrapar al blondo que caía-“Take”- agregó con un tono burlisto.

-Gra-gracias – dijo con cierta dificultad el rubio.

Le costó pronunciar esa palabra, no solo porque era agradecerle a ese chico que le caía mal, sino porque todavía no podía librarse de esa extraña sensación que sintió al estar envuelto en los brazos del castaño

- Y no me digas así, dime solo T.K- mencionó mientras se aseguraba de atarse bien fuerte las trenzas de las zapatillas, para evitar volver a tropezarse de manera tan tonta.

-Como digas- contestó  con indiferencia el moreno mientras guardaba la madera con las demás adentro de la casilla - vamos, guardemos este ultimo lingote entre los dos- propuso refiriéndose al madero que T.K cargaba antes de que sus agujetas le jugasen una mala pasada.

El rubio sin decir nada se acercó y entre los dos levantaron lo que era el último trozo de madera que faltaba guardar. T.K se sorprendió de lo fácil que fue mover esa pesada madera con la cooperación de Tai, era como si el lingote pesara 4 veces menos. Entre los dos depositaron el madero junto a los otros en un rincón del cobertizo. Una vez hecho el trabajo, Tai salió de la casilla de madera sin mencionar palabra, para seguir jugando con su balón de futbol, dirigiéndose al patio delantero.

T.K solo miró como este se alejó en silencio. Una amarga sensación vino a él al darse cuenta que ahora le “debía una” al castaño por salvarle de caer.

Cerró la puerta del cobertizo para evitar que algún perro del vecindario u otro animal entrase e hiciera de este su nuevo hogar y se acercó a su padre, quien muy entretenido reparaba un ventilador de pie que se había descompuesto hace unos meses y que nunca tuvo la oportunidad de intentar reparar.

-Ya están las maderas en el cobertizo ¿Qué más hay que hacer, amo?

-Por ahora nada, puede retirarse- le contestó Hiroaki siguiéndole el juego- ya es algo tarde para hacer algo más, ya mañana seguiremos. Ese matrimonio parece que sigue durmiendo ¡vaya que estaban cansados! Ya termino con esto y les haré la merienda para que tomen tú y aquel chico, hay que agradecerle que te ayudó con las maderas.

…..

-Pero igual creo que es mejor que forme con línea de 4, es más estable- opinó Hiroaki, mientras le daba unos sorbos a su café.

-sí, pero ten en cuenta que le sacas un jugador al mediocampo, restando juego- defendió su postura Taichi, dejando la taza en la mesa y mirando al mayor a los ojos.

T.K, por su lado, solo tomaba su café con leche en silencio mientras observaba a su padre y a ese chico hablar de futbol, debatiendo como hacían los periodistas deportivos en la televisión. Justo dio la casualidad que eran fanáticos del mismo equipo de futbol, así que no les faltaban palabras al momento de hablar de tácticas, jugadores y detalles del equipo que amaban. Muy pocas veces había conversado de forma tan energética con su padre como lo hacía Tai en ese momento. A T.K no le interesaba el futbol como a su padre; entendía lo justo y necesario, así que no podía hablar mucho con él sobre ese tema.

-Pero igual, por cómo está jugando la delantera, seguro que le ganamos el domingo ¿No Hiroaki?- preguntó Tai sonriendo, cerrando su puño y tendiéndolo hacia delante.

-Claro que si- contestó el castaño, chocando su puño con el del moreno.

T.K miró incrédulo a su padre hacer ese gesto de “compañerismo” con Tai. Estaba seguro que jamás había hecho eso con él. No se imaginaba al mayor haciendo eso. Además, otra cosa que le chocaba al rubio era ver como Tai le llamaba por su nombre a su papá. Eso no tenía nada de malo, aunque al blondo le hacía algo de ruido. A él siempre le enseñaron ser respetuoso con los adultos y jamás llamaría a uno por su nombre. Siempre sentía la necesidad de tratar de “usted” al momento de hablar con alguien mayor que él. Evidentemente no era así para ese muchacho de piel morena y ojos marrones, que tan bien se llevaba con Hiroaki.

Mientras el debate de futbol seguía en la mesa, el matrimonio Yagami apareció por la puerta vaivén de madera, con una mueca de felicidad y descanso.

-Hace mucho que no dormíamos una siesta así- exclamó el moreno mayor estirando sus brazos- aquí es tan tranquilo y pacifico, nada que ver con la ciudad.

-Me parece que nos sobrepasamos un poco- dijo algo avergonzada la señora mirando la hora en el reloj del comedor- espero que nuestro hijo no le haya causado problemas señor Ishida- comentó la castaña revolviendo el pelo marrón de Tai, a la vez que este adoptaba una mirada seria, como si la alegría de hace unos instantes por hablar de futbol se hubiera esfumado instantáneamente cuando aparecieron sus padres.

Eso le llamó la atención a T.K.

-Nada de eso, además, le ayudó a mi hijo a guardar las maderas en el cobertizo, fue muy amable de su parte- contestó Hiroaki con una sonrisa.              

-Que bien, igual no se piense que hemos venido a dormir nomas jaja- dijo con un tono alegre el señor Yagami- Tai, cámbiate de ropa, nos iremos a cenar al pueblo, la noche esta fantástica ¿Nos acompañarás Hiroaki?

-Eh, eh no, no gracias…-contestó algo nervioso y dubitativo el castaño.

En realidad, Hiroaki no tendría para pagar una cena en ningún de los restaurantes alrededor de la plaza del pueblo, y si llegaba a alcanzarle el dinero para pagar por él y por Take, se quedaría sin un solo centavo

-… Nos quedaremos aquí a cenar con Take, ustedes disfruten de las comidas del pueblo.

-Bueno, igual ya saben, si quieren unírsenos estaremos en el pueblo, no es muy grande así que nos encontraremos fácilmente- mencionó el señor Yagami mirando a padre e hijo.

-Gracias igualmente, quizás vayamos un rato- dijo sonriente Hiroaki, sabiendo que eso no iba a pasar.

Tai

El clima de la noche era perfecto. En la ciudad, uno podía sentir la humedad y el calor agobiante a pesar de que el sol se hubiera ocultado hace horas. En ese pueblo, en cambio, una vez caída la noche, refrescaba de una manera tan aliviadora que hacía uno se olvidara del calor que había azotado en la tarde.

Sin embargo, el agradable clima de la villa no animaba de ninguna forma a Tai. El castaño caminaba con sus manos en los bolsillos, mirando el suelo. Por delante iban sus padres tomados de la mano, despreocupados como hace mucho no lo habían estado. En el rostro de Tai se veía frustración, enojo, fastidio, impotencia. Todas esas emociones negativas rodeaban al moreno de 16 años, y todo era precisamente porque el último lugar en el que él querría estar, era en ese pueblo.

La familia caminó las 5 cuadras que separaban la cabaña con el centro del pueblo. Estaba a la distancia justa: cerca para ir caminando y no cansarse, evitando usar el auto, y lo suficientemente lejos para que el bullicio de la gente no interrumpiera con la paz del lugar. A pesar de que las calles estaban escasamente iluminadas, se podían ver las coquetas casas de veraneo a ambos lados de la calle. Todas con varios árboles alrededor, que parecían ser pinos; una característica propia de la villa. Se podría decir que el pueblo tenía más casas de descanso que casas con familias viviendo dentro.

 Al llegar, los 3 se sorprendieron de la cantidad de gente en la plaza. Era tal, que la policía bloqueaba el paso de los autos para que, tanto la plaza como las cuatros calles que la rodeaban, sean del dominio de solo los peatones. Todo tipo de personas disfrutaban de la noche, niños jugueteando entre la multitud, adolecentes charlando en grupos, adultos sentados en las sillas de los restaurantes y ancianos sentados en los bancos de la plaza. Todo llamativamente iluminado y plagado de carteles municipales que indicaban las actividades que se podían hacer en la villa durante la temporada de verano.

Después de un leve paseo recorriendo la plaza como para familiarizarse con el lugar, los Yagami se sentaron en uno de los restaurantes que adornaban las cuatro intercepciones a cada esquina de la plaza. Todos y cada uno de ellos atestados de gente.

Para aprovechar la noche tan agradable, la pareja decidió sentarse en las sillas de afuera, y a Tai no le quedó otra que acompañarlos. Una vez el mesero les trajo la comida, los tres empezaron a comer. Durante toda la cena el muchacho se encerró en un silencio incorruptible, mientras sus padres conversaban entre sí de diferentes cosas.

Después de cenar, el castaño se quedó sentado en su silla, mirando sin ningún gesto a la plaza y a la gente que pasaba por la calle. Pudo ver grupos de jóvenes, de más o menos su misma edad, pasándola bien, sin preocupaciones. Tai pensó que así debería estar él, rodeado con sus amigos, llenos del júbilo de todo joven en vacaciones de verano. Venir a ese pueblo entre amigos le parecía una estupenda idea, pero no con sus padres, eso ya era algo muy diferente.

El moreno desvió la mirada hacía dos chicas que caminaban juntas por la calle. Notó que ambas lo miraban mientras caminaban, sonrientes, coquetas. Sus sonrisas y sus gestos le demostraban al castaño que había llamado la atención de esas chicas, que seguramente rondaban los 15 o 16 años. Sin embargo, este solo las siguió con su mirada, con su rostro serio, muy serio, como si estuviese viendo una película aburrida. Sin demostrar gesto alguno. Las chicas se incomodaron y desviaron la mirada del joven, preguntándose una a otra que le pasaba a ese chico. Tai normalmente no dejaría escapar una chance así con dos lindas chicas. En otras circunstancias, seguramente le hubiera sonreído, guiñado un ojo o incluso acercárseles para iniciar una conversación. Pero el enojo que sentía por estar en esa villa le drenaba la energía para esas cosas.

-Ah, la comida estuvo exquisita- dijo alegremente el padre de la familia echándose sobre el respaldar de su silla- si quieres puedes irte a dar una vuelta, Tai. Nosotros te esperamos aquí si quieres.

-Mejor no, ¿Qué voy a hacer solo en la plaza? Prefiero quedarme aquí- contestó el menor con un tono que claramente demostraba desprecio hacia la idea de su padre.

-¿Por qué no te vas y te haces amigos de esos chicos que están en la plaza?-preguntó su madre, observando fijamente a un grupo de jóvenes que reían en uno de los bancos de la plaza.

Tai solo la miró con una cara que decía “¿me lo dices en serio?”. Seguramente su madre seguía pensando que las cosas eran como cuando uno es un niño pequeño y se podía acercar a otro niño desconocido y decirle: “Hola ¿puedo ser tu amigo? ¿Puedo jugar contigo?””Bueno, yo seré el Power Ranger rojo” “¡Ok! Yo seré el azul” y así jugar hasta que sus padres tuvieran que irse de la plaza. Su madre no entendía que las cosas a los 16 ya no eran así de fácil al momento de “hacer amigos” de la nada.

-Bueno yo solo decía, no tienes porque mirarme así- dijo su madre sonriendo, levantó las manos como si Tai le apuntara con un arma.

-Si no quieres estar solo, mañana puedes venir con el hijo del dueño de la casa, tiene casi tu misma edad- agregó el castaño mayor al ver que a su hijo no le había gustado la idea de su madre.

-No tiene mi edad, es un mocoso de 14- contestó Tai rápidamente y con fastidio, sin sacar la mirada de la plaza.

-¡Ah disculpe! ¡Señor adulto! Perdone, no me di cuenta, usted ya es todo un hombre ¡Pero qué tonto soy! -  se burló el señor Yagami, haciendo ademanes con sus manos, a la vez que su esposa se reía tímidamente tapándose la boca.

Tai lo miró con ira, haciendo sonar sus dientes entre sí con fuerza. Para colmo, las burlas de su padre estaban atrayendo la atención de las demás personas sentadas en la acera del restaurant, haciendo que el joven castaño se ruborizara por ser el centro de la atención del lugar.  

-jaja como me hiciste reír hijo…-dijo el moreno mayor mientras se sacaba las lagrimas de sus ojos con sus dedos-…hace 3 semanas tenias 15, y ahora alguien de 14 es un “mocoso” para ti…ay Dios.

-¿Por qué estas tan gruñón hijo? Tú no eres así- le dijo su madre mirándolo a los ojos.

-Ustedes saben que yo no quería venir, me trajeron a la fuerza- vociferó el castaño dejando salir todo su bronca acumulada, aunque trataba de controlarse para evitar que la gente que los rodeaban volvieran a posar sus ojos en ellos.

-oye, tú sabías como era el trato- intervino su padre ahora de manera sería, apoyando sus codos sobre la mesa y apoyando su peso en ellos- notas buenas, podías irte de vacaciones a donde quieras con tus amigos, notas malas, bueno ya sabes, no necesito decírtelo. Y no solo tuviste notas malas ¡Te llevaste 3 materias a febrero! ¿Cómo te da la cara para quejarte? Kari en cambio, cumplió con el trato, trayéndonos notas sobresalientes, por eso la mandamos con sus amigas a la playa. Deberías aprender de ella.

-¡No estoy  diciendo que merezco un premio! Me hubieran dejado solo en la casa, yo no quería venir- respondió Tai cruzando los brazos, mirando hacía un costado.

-oh sí, ya quisieras eso…- sonrió su padre observándolo  fijamente-…dejarte solo para que hagas fiestas en la casa y quien sabe que otras cosas. Eso te gustaría ¿no?

Tai solo lo miró fijamente con sus ojos marrones, que denotaban enojo

-Te conozco hijo, más que de lo que crees.

-Como digas- contestó de manera cortante el muchacho, demostrando que no deseaba hablar más del tema.

- oye, me está empezando a cansar tu actitud y tu cara de cu….-en ese momento, el padre de la familia recordó que estaba en la mesa y no debía decir malas palabras-…y tu cara de pocos amigos. Tu mismo te pusiste en esta situación. Quizás, si te hubiera ido bien durante el año escolar, hubiéramos pensado en dejarte solo mientras nosotros la pasábamos aquí. Sé que no quieres estar aquí, y aunque te diéramos dinero para que te vayas en colectivo a la ciudad, el camino está cerrado, así que no te queda otra que tratar de llevar esta semana lo mejor posible. ¿De qué te sirve comportarte de esta manera tan infantil? En nada. Hazte amigo de ese chico rubio, o busca a alguien más, no sé, pero si estarás con esa actitud, por favor mantente lejos de nosotros que la queremos pasar bien- sentenció el señor Yagami de forma sería y concisa ante la mirada de su hijo.

Luego de pagar la cuenta del restaurant, la familia dio otro paseo por la plaza sin detenerse a mirar con detalle las cosas que había. Apenas era la primera noche, no había porque apresurarse. Además, esa pequeña caminata serviría para asentar la comida. Después, tomaron la calle para volver a la cabaña. Mientras la pareja caminaba muy tranquila por la calle, bajo el despejado cielo estrellado, su hijo los seguía por detrás, con las manos en el bolsillo y mirando el suelo. Pero esta vez, su cabeza estaba llena de pensamientos que iban y venían.

¿Su padre tenía razón? ¿Se estaba haciendo mala sangre en vano? Es decir, ya estaba allí, era verdad que enojarse con todos no lo mandaría de nuevo a la ciudad. Quizás, lo mejor sería tratar de pasarla bien, a pesar de que ese viaje pareciera un castigo en primera instancia.

¿Quién sabe? ¿Quizás no todo era tan malo? Tai empezaba a mirar de otra manera la situación en la que estaba. Tal vez podría hacerse de nuevos amigos, como para no estar solo durante la semana, para variar. Pensó que posiblemente se encontraría con algún partido de futbol en la plaza donde faltase un jugador y ¡Listo! Ya no estaría ni solo ni aburrido. El moreno entendió que todo dependía de la actitud con la que él tomase las cosas ¡Lamentarse y reprochar sobre todo no le serviría a sentirse mejor!

Con ese nuevo pensamiento, ya no tan negativo, hasta pensó que podría pasar el tiempo con el hijo de Hiroaki. No lo conocía, y tampoco le llamaba la atención conocerlo, pero algo era algo. Todo sea por aligerar esa semana y que pasase lo más rápido posible. 

Notas finales:

No lo indiqué la semana pasada pero esta historia será más corta que la otra, ya la tengo terminada en mi cabeza. Igual, cualquier sugerencia o idea es bien recibida. Eso nomas, hasta la semana que viene. Chau!


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