Ace había vivido una vida sin importancia.
Un trabajo de mierda, un apartamento de mierda y una juventud llena de malos ratos.
Camino hacia el trabajo mirando su billetera mientras, al lado del camino, un vagabundo muy alto con el pelo afro tocaba el violín buscando que alguien le diera una moneda.
Ni siquiera le dio una segunda mirada mientras refunfuñaba acerca de los malditos chupasangre que buscan ganar dinero sin trabajar.
Sin padres, sin amigos, sin pareja, una persona solitaria por la cual nadie esperaría ni daría nada.
Antes de cruzar la calle un niño pequeño se adelantó a él y se lanzó a la vía buscando probablemente llegar más rápido a donde sea que iba. Su madre le grito que esperara y trato de correr tras él, pero ya era tarde.
Un auto a toda velocidad se dirigía a ese niño que se quedó quieto, mirando la muerte cernirse sobre él.
No supo porque lo hizo. No había nada que ganar con él. Ese niño no significaba nada para Ace y si moría, hecho pedazos por las llantas de un auto no le hubiera traído ninguna perdida.
Y sin embargo lo hizo.
Sus manos empujaron al crio hacia el otro lado de la calle, recibiendo de lleno el impacto del auto, su cuerpo voló torciéndose en una posición antinatural y al caer su cabeza impactó el suelo soltando un sonido de “crack” muy desagradable.
Luego sangre y la nada.
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Cuando abrió los ojos estaba en una habitación blanca muy parecida a una sala de espera. Delante de él una fila interminable de personas se dirigía hacia unas casillas atendidas por gente vestidas de blanco.
- toma un turno- le dijo alguien y Ace lo hizo, tomando un tiquete de la maquina dispensadora que apareció de la nada.
No sabía dónde estaba, sus últimos recuerdos estaban borrosos pero hizo lo que se le dijo y espero a que la pantalla cuyos números se movían increíblemente rápido, marcara el número en su papel y fuera llamado a una de las casillas.
- nombre- dijo el hombre sin rostro
- Portgas D. Ace –
- edad
- 25 años
- causas de la muerte
-¿eh?
- causas de la muerte- repitió el hombre
- no lo recuerdo
- ah, sí tiene problemas con sus últimas memorias por favor ir a la oficina 000 con el jefe para recibir ayuda en la limpieza mental.
El hombre señalo un pasillo infinitamente largo y Ace camino por él, llegando hasta una única puerta con los tres ceros, tallados en una placa dorada.
- adelante- dijo una voz en el interior.
Llego a una sala que parecía un tribunal. A lado y lado de la sala estaban dos estrados. Y en el centro había una única silla la que le dijo que ocupara.
De repente, todos sus recuerdos regresaron, su vida, su muerte.
Ahora sabia quién era y donde estaba.
Y los dos juzgados que lo rodeaban decidirían su condenación o su salvación.
- has vivido una vida llena de errores- dijeron los hombres a su izquierda- y tus acciones han influido negativamente en la vida y muerte de muchas personas.
Ace lo sabía. Trato de vivir ignorándolo toda su vida.
- normalmente serias condenado a la no reencarnación. Pero hay algo que nadie esperaba.
- has salvado la vida de alguien con tu propia vida- dijo una de los jueces a su derecha- por el tipo de vida que has llevado, nadie esperaba que lo hicieras. Sacrificaste tu propia vida por el bien de alguien más, sin esperar nada a cambio.
El chico no hablo. Después de todo ni siquiera sabía porque lo hizo, no pudo resistir ver que moriría.
- por ello, hemos decidido darte un juicio.
No supo cuánto tiempo paso, por lo que se respecta, pudieron haber sido años mientras ambos bandos discutían acerca de su destino.
Al final, alguien a quien ni siquiera pudo mirar por lo brillante que era llego hasta él y le dio su condena.
- ya que al final de tu vida mostraste compasión, este jurado te condena a regresar a todos aquellos momentos en tu vida en los cuales actuaste mal y corregirlos. Si fallas, no habrá segundas oportunidades.
- ¿Qué…?
Antes de recibir una respuesta, una luz muy brillante lo cegó y volvió a la inconciencia.
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Abrió los ojos y supo que todo era un sueño.
Ha, como si fuera posible para alguien subir al cielo y recibir una condena de ese tipo. Todo fue una rara pesadilla y ahora tenía que ir al trabajo o ser despedido por volver a llegar tarde.
Algo le pareció raro.
Su cuarto nunca estuvo tan decorado con esas figuras infantiles de una caricatura cancelada hace más de diez años. Y mucho menos la cantidad absurda de juguetes en las repisas.
¿Por qué todo se veía más grande?
Se quitó la sabana con dibujos de fuego y autos y camino con paso flojo hacia el espejo.
¿Quién era ese niño?
¿Cómo era posible esto?
Ahí, frente a él, estaba la figura que Ace tuvo a los ocho años. A sus dulces ocho años donde el mundo aún era color de rosa y vivía resguardado en su madre.
- aquí fue donde comenzó todo- dijo una voz y el niño volteo a mirar a una figura blanca sentada en su cama- ahora te darás cuenta de que tanto un niño puede afectar la vida de las personas-
Luego de eso desapareció.
¿Entonces era cierto?
Con temblor en las piernas bajó las escaleras de la casa escuchando una voz nostálgica tararear.
No podía ser.
Ella.
Entro a la cocina donde la mujer cocía los alimentos cantando una cancioncilla pegajosa sobre el mar.
- buenos días mi amor- dijo ella dirigiéndole la más hermosa de las sonrisas.
- mami…
-¿si, mi amor? ¿Qué quieres para desayunar?
-mami…
Ace corrió hacia la mujer frente a él y se agarró a su cintura llorando. Era tan nostálgico, ver el rostro de la mujer que jamás creyó volver a mirar.
-¿has tenido una pesadilla?- ella le acaricio la cabeza- ya, ya. Todo está bien, mami está aquí contigo.