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HISTORIAS MARCO X ACE Y ASL por Loraine Ishmouth

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Notas del capitulo:

hola chicas, aqui viene otra actualizacion, espero que les guste.

estoy un poquito indispuesta del estomago asi que no doy mucha chachara.

gracias por leer.

Marco ama el calor.

No solo ama el sol, ama cada cosa que pueda proporcionarle calidez.

Los tiempos en que sentía frio son demasiado lejanos y no los recuerda con claridad, porque ahora tiene una familia y el calor que siente lo sofoca y lo arrulla, brindándole una comodidad adictiva.

Tiene un padre y muchos hermanos.

El nombre de Su padre es Edward Newgate.

Es un hombre viejo, jubilado de una multinacional que ama el concepto de familia.

Ninguno de ellos está unido por la sangre y sin embargo, están más unidos por los lazos de amor que nadie más.

Por eso cuando llega a casa en la tarde, después del colegio, se extraña cuando siente algo frio en su casa.

Abre la puerta, extrañado porque a su padre le gusta estar sentado en el corredor en su silla mecedora junto con el perro, leyendo el periódico o algún libro que capturó su interés.

Está a punto de saludar, cuando la figura de Newgate aparece con lentitud y le hace señas para que guarde silencio.

Se acerca despacio y mira el mismo sofá que su padre está viendo.

Hay un niño allí.

Un chico pequeño.

Tiene el cabello de color negro  y la cara llena de pecas graciosas pero eso no llama tanto la atención del rubio.

Ese niño exhala frio.

Un frio que Marco no conoce bien, pero que probablemente puede hacerlo tiritar.

Su cara parece infeliz incluso en el sueño y esta acurrucado en posición fetal, como un escudo invisible contra los males del mundo.

Tan… tan triste.

El anciano señala la cocina y se dirigen hacia allí, donde le cuenta la historia de cómo ese niño llego a su casa.

Marco se aterra con la mordida que recibe su padre y la trata entre regaños al anciano por dejar que sucediera.

Sin embargo en su mente piensa en que tan aterrada tiene que estar una persona para recurrir a esa acción solo porque dijeron que iban a llevarlo a casa.

Entonces Marco entiende.

Que ese niño no tiene una casa.

Incluso si las noticias dicen que escapo del orfanato, lo que ese niño hizo fue escapar de una jaula, no de un hogar.

Escapo de un lugar frio, buscando calidez.

Ellos saben que tienen que llamar a la policía. Que es ilegal y que podrían meterse en un sinfín de problemas si conservan el niño sin los debidos procesos legales.

Sin embargo no lo hacen.

Los demás hermanos de Marco van llegando de apoco, repitiendo la misma historia de silencio mientras el niño duerme intranquilamente en el sofá.

Haruta, la hermana menor, con la destreza de un ninja pone una sábana sobre él.

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Cuando el niño despierta y sus ojos desenfocados se acostumbran a la luz, parecen tan asustados…

Casi a punto de romper la ventana y lanzarse a través de ella.

Lo ve mirar en todas direcciones, mirarse a sí mismo... no, examinarse a sí mismo.

Su padre entra a la sala y todos los hermanos están a punto de estallar en la curiosidad, pero Marco los mantuvo a raya.

Ese niño no estaba preparado para la calidez,  y sofocarlo con ella, solo provocaría una huida.

Edward Newgate mira al niño frente a él con tranquilidad.

No es una mirada de lastima.

No es una mirada de fastidio.

Es solo la mirada tranquila de un padre comprensivo.

Le hace algunas pocas preguntas.

Ace no quiere contestarlas todas y no lo hace, pero al menos le dice que no quiere regresar a ese lugar.

Es lo único que suelta.

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Ace quiere huir.

Si, sabe que debía hacerlo desde el principio.

El calor es demasiado sofocante y lo ahoga, incluso cuando se siente mejor que el frio de la calle.

Pero el conoce mejor el frio, él puede sobrevivir más fácil en él.

Ese hombre está rodeado de un montón de gente cálida.

Hay un hombre de copete, que le da una cena deliciosa mientras le sonríe.

Otro sujeto con vestiduras de mujer, que arregla la ropa que tiene puesta para que no le quede tan holgada.

Otros que quieren hablar con él y quieren que hable con ellos.

Y su respiración se hace más rápida a medida que se siente más asustado.

Le dicen que pasara la noche en su casa tranquilo, y que no le dirán a la policía para que no lo lleven de regreso.

En la noche, casi todas las luces están apagadas, a excepción de una pequeña lámpara en la sala, que ilumina la suave figura de un niño débil durmiente.

Él se levanta.

 Mira a todos lados para asegurarse que no hay nadie. Él sabe que está bien, sabe que tiene que irse.

Es más, el nunca debía haber aceptado la mano de ese anciano.

Incluso si eso significaba que debió haber clavado sus dientes con más fuerza en esa mano.

Se desliza suavemente hacia la puerta, no tiene cerrojo y eso es bueno, porque sabe que si rompe una ventana, lo escucharan y lo harán quedarse.

Su mano se aferra a la manija de la puerta y abre.

El frio de la calle lo golpeo y se debatió entre la calidez y la nieve que caía afuera en las calles.

Morir así… debe ser lo que yo merezco.

El frio es el único que lo recibirá.

Está a mediados del primer paso fuera de la puerta cuando lo detienen. Voltea rápidamente y ve a alguien agarrando su mano.

No es la del anciano, callosa pero firme.

Mira a su dueño y lo reconoce.

Marco

Uno de los hijos de ese anciano.

Ace intenta librarse del agarre sin hacer ruido. El ruido significa que abra más gente y más gente significa que no podrá escapar.

Tal vez pueda convencerlo.

- suéltame…- susurra- déjame ir, por favor-

El muchacho, porque no debe tener muchos años por encima de Ace niega con la cabeza en silencio.

-entra- dice en voz igual de baja- hace frio allá afuera ¿no?

Ace no sabe si se refiere al clima frio o al… frio.

Marco lo atrae hacia dentro de la casa y cierra la puerta.

Las horas se pasan con ambos sentados uno frente al otro en el sofá, y Marco se asegura de no preguntar nada, simplemente hablando de cosas absolutamente sin importancia.

El vaso de leche caliente que Marco le ha traído se ha enfriado hace horas atrás y a Ace no le importa, porque hablar con esta persona es mucho mejor.

Y aunque tiene miedo no se siente tan gélido.

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La policía tiene que ser informada.

Así que el señor Newgate va a la estación más cercana.

Su viejo amigo Garp lo recibe con una sonrisa maldadosa (como siempre) y beben algunas cervezas, antes de que Newgate pueda explicarle al otro anciano lo que ha pasado.

Garp no duda de él, porque sabe que  su viejo amigo tiene más honor en la suela de sus zapatos que medio mundo.

Hablan sobre el niño y los problemas que tiene.

El hecho de que no escapo por capricho.

Lo hizo por necesidad.

Y  que Newgate quiere ayudarlo.

- tendrás que hablar con ellos, viejo amigo- dice Garp- tal vez dejen que te lo quedes.

Ambos ríen porque saben que ese tal vez es en realidad un seguro.

Y todo debe hacerse con el disimulo más grande posible.

Sin que Ace vuelva a pisar ese lugar.

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El hecho de que Marco lo hizo quedarse, no le impide nuevos intentos de huida.

No todo el tiempo pueden mantener los ojos sobre él, así que aprovecha esos diminutos instantes para tratar de desaparecer.

Sin embargo es infructuoso.

Siempre lo traen de regreso y él se esconde en un rincón cualquiera del hogar, en espera de una nueva oportunidad.

A Ace no le gusta el contacto físico y esa familia lo aprende con rapidez.

Ellos siempre están abrazándose, tocando… pero Ace no puede soportarlo.

Después de las primeras veces que Ace rechazo tal afecto un poco agresivamente, la familia aprendió a no hacerlo.

No mientras él estaba en un estado mental tan delicado.

Solo permite que lo tomen de la muñeca y aun así es reticente, porque se siente acorralado y el odia estar así.

Él quiere ser libre.

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La familia habla con los encargados del orfanato.

Hay una mujer de mirada maliciosa que pregunta si su “pequeño bebé” está bien y cuando va a regresar.

Ellos solo dicen que tienen intenciones de adoptarlo.

Ella no parece feliz por eso.

Y Marco la mira muy desafiantemente, porque sabe que su padre no dejara que Ace vuelva a ese horrible sitio.

Las paredes son heladas y los niños son arreados como ovejas, la gente es indiferente y a pesar de que se les está permitiendo vivir su niñez en paz no se siente como si estuvieran siendo niños.

Ellos no mencionan nada, acerca de las razones por las que Ace se fue del lugar.

Dicen que no hay nada malo y que fue tal vez porque algunos niños mayores lo molestaban pero Marco y su padre aunque no saben la verdad, están seguros de que esa no fue la razón.

O por lo menos la única razón.

Los contactos que tiene el señor Newgate con el departamento de adopción (conseguidos luego de muchos años de adopciones e hijos felices) le dan una mano con el proceso.

Ace no sabe y es mejor que por el momento sea así.

Sin embargo hay cosas que deben hacer y una de ellas se presenta como una mujer alta de nombre Nico Robin.

La psicóloga.

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Ha pasado un mes desde que Ace llego y aun no se acostumbra.

Todo es tan magnifico, sacado de las más inverosímiles historias de fantasía, que él no sabe si creer o no.

Podría ser una trampa.

Podrían hacerle daño si baja la guarda.

Esa casa podría volverse un congelador con las mínimas acciones.

El pecoso se extraña cuando una mujer dice que viene a verlo.

Es alta y elegante, y Ace nunca la ha visto. Dice que se llama Nico Robin y que quiere charlar un rato con él.

Está en su rincón, ella no se acerca de mas, así que le da permiso y hablan.

Ella comienza preguntándole cosas acerca de su día a día, que hace al levantarse, que desayunó, si salió a dar un paseo con el perro  y él contesta todo, porque no es importante y no se siente mal.

Ella es una rara combinación de frio y calor, piensa finalmente Ace. Ella es tibia, con una voz fina y calmante y Ace siente que está seguro con ella,  aunque no sabe si el calor que la mujer irradia podría ser algo a lo que se acostumbre.

Él se queda callado cuando ella empieza con las preguntas más serias. Las dice delicadamente, con mucho cuidado pero aun así Ace sabe que no debe hablar de eso con esta mujer ni con nadie.

Ni con Marco, ni con el señor Newgate o alguno de los otros.

Ella habla del orfanato, ella pregunta si los niños lo molestaban o si alguien más aparte de ellos lo hacía.

Ace no habla y la mira desafiante, intentando enterrarse más en el rincón que ha elegido como guarida.

Robin sabe que el no está durmiendo en el cuarto que se le dio. Que ha estado acostándose en la sala, cerca de la puerta y que Marco o su padre lo traen de regreso cuando la inseguridad es mucha y quiere correr.

Ella le pregunta que esta huyendo y Ace grita, su respiración se acelera y todo comienza a dar vueltas y siente que se ahoga.

Ella le dice que se calme y que intente respirar correctamente de nuevo.

Inhala… exhala…inhala… exhala.

El pecoso vuelve a la normalidad, y ella le dice que lo siente, y que no quería asustarlo.

Dice que volverá después.

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Toda la familia se reúne con Robin y escuchan el veredicto.

Ella dice que no será fácil solucionar el problema y que necesitara varias terapias y mucha ayuda.

El necesita calor.

Sin embargo, debe ser lento.

No deben sofocarlo, no deben tratar de que se acostumbre rápidamente, porque solo volverá su inseguridad más alta.

Ellos están de acuerdo, un poco asustados y Newgate dice que deben llegar al fondo del asunto, porque la persona o personas que le hicieron eso a Ace siguen sueltas y necesitan detenerlos antes de que dañen a más niños.

Marco siente dolor.

Es un dolor que no le pertenece, es un dolor que le pertenece a Ace es un frio que Ace tiene dentro de sí.

Y Marco quiere que termine.

¿Cómo se verá Ace sonriendo? ¿Jugando en el parque con el perro? ¿Yendo a la escuela con amiguitos?

El solo quiere correr a casa y abrazarlo, refugiarlo dentro de una esfera de cristal, y asegurarse de que nadie le haga daño nunca, nunca más.

Pero no lo hace, porque probablemente Ace lo muerda y sufra un ataque de pánico.

Son los mismos sentimientos que tiene para sus hermanos y Marco sabe que Ace ya es uno de la familia, incluso si el niño no sabe.

Pincha y corta con cuidado, buscando entrar en la esfera protectora del niño.

Lo lleva al parque junto con sus hermanos y si bien el niño no se despega de la banca,  Marco se asegura de que la banca sea su refugio temporal, sin obligarlo a interactuar con el mundo pero animándolo a que lo haga.

La solución llega en forma de un ángel pequeño con una cicatriz bajo el ojo.

Es más pequeño que Ace tal vez nueve u ocho años y tiene una sonrisa increíble.

Se llama Luffy.

Se sienta al lado de Ace en la banca, sin importarle lo incomodo que se ve el pecoso y suelta un montón de preguntas.

Todas son inocentes y sin importancia y terminan siempre en lo mismo “¿quieres ir a jugar conmigo?”

Ace se niega, se niega y se niega, pero Luffy no conoce la palabra rendición.

Insiste, insiste, insiste e insiste, hasta que Ace se harta de rechazarlo y acepta, con la condición de que jamás va a molestarlo de nuevo.

El niño lo arrastra a los columpios, juegan a la pelota, corren detrás del perro, y al final del día, ambos están cansados, sudorosos y tirados en el pasto.

Y Ace se ríe.

Se ríe hasta que le duele el estómago, y Luffy lo acompaña sin entender bien porque, pero alegre, porque Ace está feliz y el también.

Y Marco esta aún más feliz.

Y siente calidez en el pecho cuando ve al pecoso tan radiante.

Notas finales:

¿que les parecio?

 


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