Estaba lloviendo.
Era uno de esos días en que las personas no quieren levantarse de la cama.
Y Marco Newgate estaba aprovechando su día libre.
Recostado en el sofá, cubierto por un montón de mantas, una deliciosa taza de chocolate con malvaviscos en su mano, mientras veía una película mil veces repetida que pasaban por la tele.
Fue entonces cuando paso.
Alguien toco al timbre.
Marco se extrañó, porque su padre y sus hermanos tenían llaves propias para la casa.
-tal vez sea correo- dijo no del todo convencido.
Abrió la puerta y no vio a nadie por un momento.
Despotricando, estaba a punto de cerrar de nuevo y acostarse en el sofá cuando un suave jalón en sus pantalones le hizo detenerse y bajar la mirada.
Había un niño allí.
El primer pensamiento del rubio había sido que estaba mojado y necesitaba secarse.
No podía tener más de cinco años. Tenía el cabello negro y un poco demasiado largo y un ceño fruncido que Marco supo inmediatamente que un niño no debe tener. Sus mejillas estaban salpicadas de pecas.
-venga, entra. – Marco abrió espacio para que el niño ingresara a la vivienda y cerró la puerta tras de sí.
Inmediatamente el niño paso, cerró la puerta y fue a buscar una toalla la cual entrego al chico para que se secara.
-bien… ¿Cómo te llamas niño? ¿Qué haces aquí?
Trato de ser amable y no asustarlo.
El susodicho frunció aún más el señor y buscando en sus bolsillos saco una hoja de papel arrugada la cual entrego a Marco.
El rubio leyó con cuidado la letra escrita ahí.
Inmediatamente, su cara paso por diferentes colores. Rojo, luego blanco, amarillo y un antinatural verde.
Esto no podía ser posible.
Marco miro a su alrededor en busca de las cámaras escondidas o algo.
Eso no podía ser verdad.
En la hoja de papel arrugado que había en el suelo se podía leer lo siguiente.
Señor Marco Newgate.
El niño que está en frente suyo se llama Ace Portgas y su madre se llama Anne Portgas, su antigua novia de hace cinco años. Su madre está muerta y yo no puedo, ni quiero hacerme cargo de él.
Puede hacer la prueba de ADN, ese niño es su hijo.
Asuma su responsabilidad.
Con esa corta nota y una sucia foto donde se mostraba a ante posando junto con un mucho más joven Marco, el rubio recordó inmediatamente quien era ella.
Habían salido unos tres meses, hace cinco años atrás y habían terminado rápidamente, desapareciendo de la vida del otro con igual rapidez.
Jamás volvió a saber de ella.
Por un momento pensó que era mentira. Miro al niño que lo miraba indiferente y vio sus ojos. Eran azules con un toque verde en el centro, justo como los de Marco.
Se levantó y dio unas cuantas vueltas en la habitación mientras el niño se envolvió en la toalla temblando de frio.
Tenía que llamar a padre.
Tomo el teléfono con manos torpes y Marco el número.
El tono de espera fue infinitamente largo.
-hola ¿Marco?
-h-hola papá… ¿te tardaras demasiado en venir?
- una hora y media más o menos ¿Por qué? Te oyes algo nervioso…
-bueno, necesito que vengas… ahora.
- está bien, en una hora…
- no papá, ¡es urgente! ¡Es de vital importancia!
- media…
- ¡urgente!
- ¡estoy saliendo!
- ¡no le digas a mis hermanos…!
El tono de colgado se dejó escuchar y Marco volvió la cabeza a la realidad.
-¿t-tienes hambre…?
El niño lo miro y asintió.
Fue a la cocina y saco media pizza de la nevera. La calentó en el microondas y sirvió chocolate caliente en una taza. El niño que había llegado declarándose su hijo, estaba un poco sucio, su ropa era bastante vieja y bastante delgada.
Lo primero era darle de comer y esperar la ayuda e iluminación de padre.
El siempre sabía qué hacer.
¡Caramba! ¡Era como un dios de la paternidad!
Llevo los alimentos a la sala y los puso frente al niño.
- espero que te guste el peperoni.
El niño no dijo palabra mientras tomo la pizza y la engullo como si fuera liquida ante la mirada sorprendida de Marco.
Luego comenzó a beber lentamente el chocolate, relamiéndose de vez en cuando, como si no lo hubiera tenido en mucho tiempo.
Tal vez así fuera.
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Padre llego veinte minutos después y abrió la puerta rápidamente, buscando con la mirada a su hijo adoptivo mientras detrás del empezaba a desfilar Haruta, vista, curiel, Rakuyo…
-¿papá? ¿Qué te dije de decirles a mis hermanos?
- Haruta estaba conmigo cuando llamaste, cuando terminaste de hablar, ya había llamado a los demás.
-para un problema grande, una familia grande- la niña de cabello castaño dijo mientras sonreía.
Marco puso su mano cubriendo su cara. Ya no había remedio, aunque había querido que padre fuera el primero en saber y le dijera como actuar.
Vista se sentó en el sofá mientras masticaba su hamburguesa y fue el primero en notar el pequeño niño que se removía entre las sabanas con las que Marco lo había cubierto para hacerlo entrar en calor.
Quito suavemente una manta para dejar al descubierto el cuerpo diminuto que se alejó de él rápidamente.
-¿Marco? ¿Quién es este niño?- dijo vista mientas mordía su hamburguesa.
-¿Marco?- padre fue quien hablo esta vez- ¿Qué es lo que tenías que decirnos?
- bien- Marco suspiro fuertemente- familia, este niño se llama Ace… y según esta nota- entrego el papel a Newgate- es mi hijo-
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La primera reacción de los hermanos de Marco fue un escandaloso “¡¿qué?!”
- calma- el señor Newgate dijo con su voz autoritaria- lo están asustando-
Era cierto.
El niño estaba acurrucado en las sabanas, cubriéndose la cabeza con las manos, en un pequeño acto de defensa.
Vista se apartó inmediatamente dejando al niño libre de invasiones en su espacio personal.
-ahora comprendo porque querías que viniera solo…
-¿Qué debo hacer?- Marco estaba lentamente entrando en pánico, el ¿un padre? ¡No estaba listo!
- primero que nada mañana iremos al hospital a hacer la prueba…
- ¿y si es mío?
- se queda y lo cuidaras. Asumirás tu responsabilidad.
Marco se quedó callado, sabiendo que protestar sería inútil. Si el niño era suyo, él tendría que criarlo.
Su padre y sus hermanos no lo dejarían solo pero él tendría que llevar la mayor parte de la carga.
- ¿y si no?
- se queda… y lo cuido.
¡Ya lo ama!
-Hay que prepararle una habitación para que pase la noche… - dijo vista, la hamburguesa fue dejada en el plato, ya no tenía hambre.
-¿Qué tal la de Satch?, siempre que viene, Izo y el duermen en el otro cuarto…- dijo Haruta- i-iré a cambiar las sabanas.
La chica salió tambaleante hacia el segundo piso y se oyó el débil cerrar de la puerta del cuarto de Satch.
- ¿Por qué esta mojado?- dijo curiel señalando al niño
- quien sea que lo trajo, lo dejo abandonado en la puerta en medio de la lluvia- dijo Marco con desprecio, no entendía muy bien todo esto que estaba pasando, pero ningún niño debe ser tratado de esa manera.
Todos los hermanos se quedaron callados, decidiendo que dejarían los asuntos serios para después.
-¿ya le diste de comer?
-sí, le di pizza y chocolate caliente… ¿quieres algo más? – pregunto suavemente y el niño se escondió bajo la sabana.
- creo que no deberíamos presionarlo.
- sí, arriba en el ático hay una ropa vieja que Haruta usaba cuando era niña. Hay pantalones y camisas que le servirán por lo menos hasta que vayamos a comprarle cosas…- dijo vista.
-tenia esta mochila con el- Marco saco el pequeño bolso- pero todo esta mojado y muy viejo… será mejor tirarlo.
El niño salto de las sabanas y se agarró a la mochila, causando una impresión a Marco que lo soltó.
Ace, se envolvió alrededor del bolso cerrando los ojos, como si esperara que se lo quitaran.
- l-lo siento… lo siento- Marco se disculpó- no debí tomar tus cosas-
Miro a su padre en busca de ayuda. De verdad no sabía que hacer… todo esto era tan… nuevo, espantoso.