Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Ley de la Atracción por MikaShier

[Reviews - 17]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

No podía creerlo. Simplemente, era tan irritante y sin sentido que se negaba a creer que estono era un sueño. Debía serlo. Él jamás habría perdido ante Sousuke, sino.

 

Bufó. Sabía que bufar era una manera de aceptar que había perdido y a la vez no, una forma involuntaria de resignarse. De alguna manera, así estaba en su mente. Y se la pasaba bufando a escondidas todo el tiempo.

 

Al menos lo hacía, había que corregir. Últimamente todo había estado algo… tenso. Diferente. El ambiente, las personas… Todo era extraño. Antes no recibía tantas miradas, a decir verdad. Quizá solo algunas cuantas, mientras los chicos decían que era un amargado total.

 

Si fuera un amargado total, no estaría vistiendo ese estúpido traje de sirvienta. Ni siquiera habría apostado. Así que punto para Rin, aunque, considerando las circunstancias, quizá debía restarse cinco puntos y dárselos a Sousuke. El punto era que… No había tenido mucho tiempo para desperdiciar en un bufido. Pero, ahora…

 

El azabache no lo había dejado usar el traje que le consiguieron para el festival del año pasado, había decidido que debía usar el que más le gustase a él. El de buen gusto siempre había sido Rin y eso se reafirmó en cuanto miró la mierda que apenas y le cubría el culo. Demasiados lazos, demasiados holanes, muy poca falda.

 

Tardó algunos minutos en ponérselo. Entonces, todo se empeoró. Le apretaba el pecho. Y su cintura parecía de chica. Al menos el trajecito era negro. De no ser así, definitivamente parecería demasiado femenino… Aunque quizá eso no tenía nada que ver.

 

—Maldita sea.

 

Otro bufido escapó de sus labios. Qué fastidio. Se miró en el espejo nuevamente y suspiró por milésima vez. ¿Qué clase de mente enferma tendría Sousuke?

 

El vestido le llegaba poco más allá de los muslos, estaba seguro de que apenas... ¡apenas y le cubría el trasero! Sí, lo había dicho antes, pero ahora estaba seguro al mil por ciento. Tantos lazos lo mareaban, los holanes, la falda suelta que se meneaba de un lado a otro mientras caminaba -porque tenía que comprobarlo-, la lencería -Sousuke le había obligado a ponérsela por medio de amenazas, quería humillarlo, al parecer-, las medias con encaje que se aferraban a sus muslos con unas cintas... Y esa estúpida coronita, diadema, lo que sea, que usaban las sirvientas en la cabeza... ¡Todo era un asco!

 

Sousuke definitivamente estaba mal de la cabeza. Ese imbécil debió haberse caído de pequeño. Nacer sin cerebro. Rin jamás pensó que por una apuesta llegaría a usar ropa interior de chica. Le apretaba en… Algunas partes. ¡Y por su mente nunca pasó que Sousuke le haría vestir así!

 

— ¿Ya estás listo? —cuestionó el mayor, fuera de la habitación. Rin apretó los labios. Imbécil, imbécil, imbécil.

 

Estuvo a punto de contestar, pero Sousuke ya había entrado al cuarto. Evaluó al pelirrojo con la mirada, fijándose en cada pequeño detalle de aquél vestuario. Sí, definitivamente era la talla correcta, el modelo correcto y la imagen correcta.

 

¡Rin vestido de maid era simplemente… algo qué admirar!

 

—Heh… —Soltó el azabache. En definitiva, ese había sido uno de los sonidos más estúpidos que Rin había escuchado salir de Sousuke. Pero no se lo diría, no tenía mucho sentido.

 

—Ya está. Pero te advierto, no saldré de esta habitación para nada.

 

— ¿Por qué querría compartir esto con alguien más? Hoy vas a pasártela en el cuarto.

 

A Rin no le gustó la manera en que lo había dicho. Había sido como… una orden. O algo así. Y vale, quizá estuviera vestido de sirvienta, pero a él nadie le daba órdenes. Solo quizá su madre. Y Lori. Y Rusell. Y las autoridades… ¡Pero no Sousuke!

 

Si él no salía del cuarto era porque él mismo no quería. No por algo que Sousuke había ordenado con su estúpida voz de machote.

 

El azabache soltó una suave risa que no llegó a oídos del pelirrojo. Ah, si Rin pudiese verse en ese momento… El menor definitivamente estaba haciendo una especie de mohín. Uno feo. Pero a él le parecía tierno, viniendo de quien venía.

 

No se lo pensó mucho tiempo. Atrajo al ojicarmín hacia sí, abrazándolo por la cintura y haciéndole sonrojar. Acarició su mejilla antes de delinear su mandíbula con el dedo índice, dejándole ver una sonrisa ciertamente burlona.

 

— ¿Cómo vas a servirme hoy, pequeña maid? —se mofó. El rostro de Rin igualó el color de su cabello. Puso ambas manos en el pecho del mayor y lo empujó, zafándose del agarre.

 

Si había algo que Rin odiaba era que le dijeran “pequeño”. No porque fuese algo malo, sino que… ¡No era para nada pequeño! Era alto y era fuerte… No era… nada frágil ni esas estupideces que Sousuke le hacía sentir que era.

 

—Vete al infierno —masculló, caminando hacia su cama y echándose. Abrazó la almohada con fuerza, suspirando. Estúpido día. Estúpido vestido.

 

—Vale, vale… Te la pondrá fácil, por ahora. Haz mi resumen de inglés. Se te da bien y sé que ya acabaste el tuyo. Tengo más tarea por hacer.

 

Rin aceptó, pero solo porque Sousuke era su mejor amigo… Nada más.

 

SSSSSSSSSSSSSSSS

 

La tarde estaba pasando con demasiada lentitud. Nagisa había llamado varias veces a Rin, pero este parecía tener el móvil apagado. Suspiró con fastidio y se dejó caer en el piso de la casa de Haruka, donde se habían reunido después del entrenamiento. Gou sonrió levemente y le pasó un pedazo de pizza.

 

—Te ves muy afligido, Nagisa-kun —murmuró la chica. El rubio se quejó suavemente.

 

— ¡Estoy muy aburrido y Rin-chan no me coge el teléfono! —Rei apretó ligeramente los labios ante la afirmación. ¿Por qué de pronto era tan importante que Rin le contestara? Nunca había sido así. Además de que antes tenían que acordarse de llamarlo. Ahora el nombre del pelirrojo estaba siempre presente.

 

Makoto pareció incómodo al respecto. No terminaba de gustarle que Nagisa estuviese detrás de Rin. De hecho, sentía que el asunto le molestaba un poco. Pero claro, él jamás lo admitiría en voz alta porque tenía una reputación que guardar. Obviamente, no era algo que a él le preocupara -lo de la reputación-, pero… Era como si… de pronto tuviera que tener una imagen. Como si quisiera impresionar, o más bien no decepcionar, a alguien.

 

Haru, por su parte, podía admitirse a sí mismo que estaba celoso. Rin le gustaba desde hacía tiempo. Más o menos había comenzado a sentir algo por él desde la secundaria y, tras su regreso, el sentimiento solo se había hecho más y más grande. Pero no estaba celoso de que Nagisa pudiera tener una oportunidad -era obvio que no la tendría, ja-, era más por el hecho de que él sí tuviera las agallas para decidir que, si le gustaba Rin, debía ir a por él e intentar conquistarlo.

 

Gou se mordió el labio, mirando las muecas disimuladas de sus amigos. Ella era detallista, así que podía darse cuenta. Makoto se hubiera enterado si siquiera miraba a Haru, pero él también parecía absorto en sus pensamientos. Últimamente, sentía algo extraño en la boca del estómago. Lo había consultado con su madre, pensando que posiblemente existía la remota posibilidad de que quizá y solo quizá estaba enamorada. Chigusa era su confidente, sí, pero… De alguna manera, esto se sentía como algo que no podía contarle a su mejor amiga. Ni a su madre, pero ella se lo había sacado a la fuerza y al final le había pedido su opinión.

 

¿De quién estaría enamorada? Ella solo frecuentaba a nueve chicos. Y uno de ellos era su hermano. Haru definitivamente no le hacía despertar nadita. Makoto… Makoto solo parecía causarle ternura. Nagisa era irritante, aunque divertido. Pero no le aceleraba el corazón ni nada parecido. Rei… era algo exasperante. Sousuke era como el hermano mayor de ella y Rin. Momo… No, sus insectos le restringían los sentimientos hacia él. Nitori era tres no en negritas y con mayúsculas. Seijuuro… Ya ni siquiera lo veía. Y Rin…

 

El corazón le dio un vuelco.

 

No, definitivamente, su hermano no era quien le hacía sentir así. En esta ocasión era solo el hecho de haberlo relacionado con ello. Nada más. No había nada sucio en su mente. No estaba fijándose en su propio hermano.

 

—Gou-chan…

 

—Kou… —corrigió, pero Nagisa la ignoró.

 

—Tú también pareces aburrida… ¿Por qué no llamas a Rin-chan? ¡A ti si te cogerá la llamada!

 

—Nagisa, si Rin no te contesta, es porque está ocupado —comentó Haru. Makoto asintió, de acuerdo.

 

—Rin siempre te contesta las llamadas, debe estar haciendo algo importante, así que no le responderá ni siquiera a Gou.

 

—Pero…

 

—Nagisa-kun, de todas formas… ¿Para qué llamarías a Rin-san? Es día entre semana, sería difícil venir hasta acá para él. Es muy tarde y quizá no alcanzaría a tomar el último tren. No insistas más. No es hermoso.

 

—Hah —se quejó, extendiendo ambos brazos.

 

De cualquier manera, ¿por qué Rin era tan importante para él, ahora? Sacudió la cabeza y volvió a sacar su celular, comenzando a escribir un mensaje para el pelirrojo.

 

Ese día era aburrido, pero el siguiente… Conseguiría que Rin saliese con él en una cita. Estaba seguro. Lo enredaría todo muy bien.

 

SSSSSSSSSSSS

 

Soltó el bolígrafo sobre el escritorio y se estiró antes de volver a tomarlo. Un ensayo de mil quinientas palabras en la materia en que mejor le iba, ese era el proyecto que se entregaba al día siguiente y que Sousuke había olvidado hacer hasta que, claro, estaba por entregarse.

 

Así que había sido una suerte para él eso de la apuesta -aunque, siendo sinceros, Rin le iba a ayudar de todas formas-.  En teoría, había pasado todo el día vestido de maid y sentado ante su escritorio. Así que no había sido tan malo.

 

Sintió a Sousuke antes de verlo aparecer a su costado, inclinándose sobre él, muy cerca. Sintió calor en las mejillas y su respiración se entrecortó.

 

— ¿Cómo vas? —cuestionó. El pelirrojo carraspeó suavemente y sonrió en su dirección.

 

—Me faltan diez palabras.

 

Sousuke le observó por algunos instantes, decidiendo que diez palabras se podían escribir a la mañana siguiente. Era como si, de pronto, algo se hubiese nublado en su mente. Como si lo que quería hace cinco minutos ya no importara. Como si las cosas dejasen de existir.

 

Su respiración se volvió pesada e irregular. ¿Por qué estaba sintiéndose de ese modo? No lo comprendía, pero quería detenerse. Se relamió los labios. La piel de Rin parecía tan… suave y pálida. Él se veía frágil en ese momento. Desde ese ángulo.

 

—Levántate —ordenó con voz gruesa. Rin lo miró, extrañado, antes de que el azabache lo tomara del brazo y se irguiera, jalándolo para que se apeara y provocando que trastabillara.

 

— ¡¿Qué demonios, Sousuke?! —masculló cuando se estabilizó, ayudándose con el cuerpo del contrario. Sousuke lo asió de la cintura, pegándolo a él. Entonces, Rin comenzó a nublarse.

 

—Bésame.

 

Ese día, Sousuke era como su amo, ¿cierto? Debía obedecer, ¿cierto? Rin sabía que no tenía por qué, en el fondo de su mente, enterrado en lo más profundo de sí, sabía que estaba mal. Bueno, no estaba mal, pero tampoco era lo correcto.

 

Sousuke se inclinó sobre él y Rin pudo alcanzar los labios contrarios con los propios. El azabache tenía un sabor dulce y el movimiento que hacía sobre la boca de Rin era tan suave…

 

Sus labios se movían al compás con los de Sousuke, incrementando el ritmo cada vez que Sousuke parecía ordenarlo. Pronto, su lengua rozó la contraria, comenzando a acariciarse mutuamente.

 

El ambiente estaba ciertamente pesado. Ya nada existía, solo Rin y esos endemoniados lazos que adornaban su cuerpo como si fuera un obsequio. Uno para él. Uno que debía disfrutarse.

 

Sousuke retrocedió hasta sentarse en la silla del escritorio, jalando al pelirrojo sobre sí. Rin abrió las piernas para sentarse a horcajadas sobre el mayor, como si nada le importase. Entonces lo sintió. La posición era perfecta para que sus entrepiernas se rozasen y Sousuke estaba tan duro…

 

La mente de Rin terminó de nublarse y, mientras se besaba apasionadamente con su mejor amigo, alzó un poco la cadera, comenzando a moverse, generando fricción entre su parte íntima, apenas cubierta con la fina tela de las bragas que Sousuke le había “obligado” a ponerse, con la de Sousuke, aprisionada tras la bragueta de su pantalón.

 

Las manos del azabache fueron las primeras en entrar al juego, deslizándose por las piernas del pelirrojo, acariciándolas con suavidad y subiendo lentamente hasta las cintas que mantenían a las medias en su lugar. Sus labios abandonaron los de Rin, pasando a besar su cuello, dejando algunas marcas en él mientras lamía y mordía la zona sensible de aquél lugar, mientras el cabello de Rin le cosquilleaba en el rostro.

 

Jaló una de las cintas y la soltó, haciéndole dejar una marca rosada en la pierna del contrario, quien soltó un quejido y le haló del cabello, obligándole a besarle nuevamente. Rin sintió las manos de Sousuke subirle la falda para acariciar el borde de su ropa interior. Las prendas comenzaban a resultar fastidiosas, metidas en el camino.

 

Soltó un respingo cuando ambas manos del mayor le apretaron el trasero, comenzando a masajearlo mientras subían y se introducían bajo las bragas. Rin entendió lo que quería y, a pesar de que su interior gritaba que no, su mente le convenció de que compartía ese deseo.

 

De un momento, Sousuke lo llevó a la cama, acostándolo sin delicadeza en esta y sacándole las bragas para, después, desabrocharse el pantalón y liberar su miembro entre los pliegues de su bóxer. Rin miró la extensión del contrario y no pudo evitar relamerse los labios. No había forma de que eso le cupiera en el culo.

 

—Sousuke… —murmuró, señalándolo. El azabache bajó la mirada y comprendió de inmediato. Le dedicó media sonrisa y lo hizo girarse, empujándolo para ponerlo en cuatro.

 

—Si cabrá, Rin. Sé que eres bastante flexible.

 

El pelirrojo no estaba seguro de que su flexibilidad se aplicase en el asunto. Iba a quejarse, pero sus palabras se ahogaron cuando sintió el enorme -y vaya  que era grande- miembro de Sousuke restregarse entre sus nalgas. Soltó un jadeo y alzó la cadera de manera involuntaria. Entonces, la mano del mayor atrapó el miembro del menor, comenzando a masturbarlo, jugando con su punta y arrancándole varios gemidos de placer.

 

Pero Sousuke no quería darle placer a ese chico. Quería verlo llorar, quería hacerlo gemir de todas las maneras posibles. Lo quería ver babear ante lo que él podía llegar a hacerle sentir, que su cuerpo se estremeciera, que suplicara porque se detuviese, que se secara y gritara su nombre entre jadeos.

 

Rin abrió los ojos con sorpresa y gimió con algo de dolor, sintiéndose incrédulo. El miembro de Sousuke ya no se estaba restregando y, aunque su mano seguía masajeándole la erección, lo que sentía ya no era puro placer.

 

De cierta forma se sentía seco y dolía más, el miembro de Sousuke introduciéndose en su entrada sin lubricante y sin más humedad que el presemen.

 

—Sou… Detente, ni siquiera me has preparado —se quejó, girando la cabeza un poco para mirarle sobre el hombro. Sousuke le sonrió y la única respuesta que Rin obtuvo fue una estocada.

 

Fuerte y dolorosa.

 

Sousuke forzó el paso en el interior de Rin, sintiéndolo sentarse. Le dolía en la manera en que las paredes le apretaban, pero era gratificante de alguna forma. Las lágrimas se habían desbordado de los ojos del menor, quien apretaba las sábanas y mordía la almohada con fuerza. Lo escuchó sollozar.

 

¿Qué tanto y por cuánto tiempo dolería?

 

El arrepentimiento lo invadió por algunos instantes, haciéndole inclinarse sobre el pelirrojo para besarle la parte trasera del cuello, susurrando un suave “Lo siento” mientras una de sus manos le acariciaba la pierna y la otra era usada como soporte para su cuerpo.

 

Comenzó a moverse, arrancándole varios gemidos que el menor acalló apretando la mandíbula con la almohada entre sus dientes. El dolor comenzó a pasar cuando Sousuke volvió a masturbarle y comenzó a embestirlo, golpeando el punto “dulce” en su interior.

 

Esa tarde, Rin entregó su virginidad a Sousuke. Una persona a la que no amaba más que como un hermano. Y quizá no se arrepintió en ese momento, pero lo haría después, cuando el efecto atracción desapareciese, si llegaba a hacerlo.

 

Sousuke sí se arrepintió. Porque no solo había robado la virginidad del menor de una forma brusca y dolorosa. Era porque él sabía que Rin no correspondía -ahora ni nunca- los sentimientos que habían nacido en él.

 

Ese día, la virginidad no fue lo único que se perdió.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).