Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo

__ 14 __

Los meses fueron pasando, largos y tediosos uno tras otro, entregándoles tanto a Gale como a Peeta esporádicos días de calma y sosiego ante el deseo de ambos jóvenes de estar juntos.

Se hablaban constantemente por el holográfono, tratando de seguir en contacto el mayor tiempo posible, mientras esperaban ansiosos el nombramiento del nuevo gobernador de distrito.

Ya se habían hecho públicos siete de los trece nombramientos a gobernadores de los distritos, aquellos que comenzaron a gozar tanto de los beneficios como de un perfecto sistema económico, el cual poco a poco se fue adaptando a las exigencias de cada uno de ellos.

Mientras que en los otros seis distritos, incluyendo el doce, la anarquía seguía reinando, aunque tanto Gale como Peeta, intentaban mantener todo en santa paz, distribuyendo equitativamente cada ración de comida que llegaba, mientras unos pocos trataban restaurar la mina y poner en marcha su sistema económico, intentando obtener más beneficios ante la posibilidad de poder intercambiar carbón con otros distritos, por comida y suministros.

Katniss estaba constantemente de muy mal humor, todos atribuían aquello a que estaba a punto de dar a luz y su sensibilidad estaba a flor de piel, siendo Haymitch quien alegara que la chica jamás había sido simpática, ni antes, ni después de los Juegos del Hambre y que la maternidad, más que transformarla en una mujer dulce y amorosa, la estaba convirtiendo cada vez más en un ser realmente insoportable.

Peeta no se quejaba, él ya se había acostumbrado a los cambios de humor de Katniss, y mientras obtuviera de vez en cuando su dosis de escapadas, encuentros sexuales y agradables huidas al bosque en compañía de Gale, aquello lo mantenían en un estado de ánimo que le ayudaba a soportar todo lo que la chica le dijera o hiciera.

Gale había estado viajando constantemente desde el distrito dos al Capitolio ante las trifulcas que se generaban a raíz de la petición de muchos para que la presidenta le otorgara el perdón a Caesar; y aunque por lo menos la condena a muerte ya no era un problema, Paylor parecía no querer dar su brazo a torcer ante su sentencia de cadena perpetua, sacándole de aquella maloliente celda y enviándole al pabellón más estricto, pero en mejor estado de la prisión que el anterior.

—Por lo menos dimos un paso importante con Caesar… ¿No te parece? —preguntó Peeta, sentando sobre la cama que le había pertenecido después de haber ganado los Juegos del Hambre, y en donde ahora era Gale quien dormía los días que arribaba al distrito doce, siendo este el lugar predilecto de los amantes para la mayoría de sus encuentros sexuales.

—Sin duda hemos revolucionado todo Panem con esto. —La voz digitalizada de Gale, se dejó escuchar desde el holográfono que reposaba sobre la cama y frente a Peeta, quien contempló su reloj de pulso, percatándose de que ya eran las doce de la noche.

Aquellas eran las horas regulares en las que ambos amantes se hablaban por medio de aquel artefacto, donde Peeta esperaba a que Katniss se durmiera para poder escabullirse por la ventana de su recamara e introducirse a la alcoba de Gale, y así poder tener una larga y amena conversación con su mejor amigo en secreto.

Ambos se sonrieron, mirándose fijamente el uno al otro, siendo Peeta quien bajara la cara, jugueteando con sus calcetines, los cuales cobijaban muy gratamente sus pies.

—¿Qué ocurre? —preguntó Gale, moviendo un poco su holográfono para enfocar mejor el semblante de Peeta.

—Nada… —Siguió mirando sus calcetines, apretando nerviosamente sus dedos—. Siento que cada vez falta menos para que Katniss tenga al bebé. —Tragó grueso, dejando escapar pesadamente el aire de sus pulmones—. Se acerca el momento de sincerarnos con ella y tengo miedo.

Gale le observó fijamente sin decir ni una palabra, mientras Peeta levantó la mirada para contemplar el serio rostro de Gale, el cual, a pesar de ser un holograma, dejaba entrever un cierto pesar en sus ojos.

—¿Te has arrepentido de lo que hablamos la ultima vez? —Gale negó con la cabeza, intentando regalarle al nervioso muchacho una agradable sonrisa.

—No… por supuesto que no. —Tanto Gale como Peeta se habían prometido decirle la verdad a Katniss sobre la relación que ambos ocultaban desde hacía ya más de ocho meses—. Es solo que parece que eso te asusta tanto como a mí. —Y así era, ya que aunque Gale tenía más que perder al tener una familia que lo pudiese rechazar por eso, Peeta no deseaba perder la custodia de su hijo.

—No es fácil, Gale.

—No… no está fácil para ninguno de los dos. —Peeta bajó nuevamente la cabeza—. Sé que temes perder a tu hijo, pero no sé cómo lo tomará mi familia, una cosa es que mi madre sospeche y otra muy distinta a que yo se lo confirme con todas sus letras. —El joven Mellark asintió, alzando nuevamente la mirada.

—Tratemos de no pensar en eso ahora… ¿Vale? —Gale asintió, dándole una socarrona sonrisa—. ¿Cómo está Johanna? —preguntó el chico intentando cambiar de tema, pero Gale tenía otros planes que darían el mismo resultado, lograr que ambos olvidaran lo que se habían prometido y cambiar el curso de aquel escabroso tema.

—Bien… está bien… —Gale le sonrió, acomodándose mejor sobre la silla donde se encontraba sentando, rascándose la entrepierna—. Malditas afeitadoras. —Peeta abrió ampliamente los ojos ante aquel comentario tan fuera de lugar.

—Te… ¿Te afeitaste allí? —El joven soldado sonrió divertido al escuchar su nerviosa pregunta.

—Si… ¿por qué no?... A veces es algo incómodo y antihigiénico, ¿no te parece? —Peeta sonrió encogiéndose de hombros.

—Sí, bueno… a mí no me incomodan los míos. —A lo que Gale respondió.

—Tú eres más lampiño que yo… —El ladino soldado comenzó a desabotonarse la camisa, mostrándole la desnudes de su pecho—. Mírame… parezco orangután. —Peeta rió.

—Pero Gale… eso es algo normal, somos hombres —alegó el chico sin poder evitar cierto sonrojo al ver el pecho desnudo de su amante—. A mí jamás me ha importado el vello púbico. —El capitán Hawthorne rodó los ojos de mala gana, aunque lo que Peeta no sabía era que todo aquello era solo una puesta en escena—. Es más… —Bajó el rostro algo avergonzado—. Me gusta. —Mordisqueó tímidamente su labio inferior, intentando contener una sonrisa delatora.

—¿Ah, sí? —Gale sonrió con cierta picardía—. A mí también me gustan los tuyos. —Ambos se contemplaron fijamente a los ojos—. Son más suaves, menos gruesos, por eso me deshice de los míos… ¿Quieres ver? —Peeta abrió desmesuradamente los ojos, negando con la cabeza.

—¿Estás loco? —El aludido negó con la cabeza, alegando que no tenía nada de malo, desabotonándose el pantalón de su uniforme, mientras Peeta preguntó algo nervioso—. ¿En dónde te encuentras ahora? —No pudo evitar reír al ver como Gale trataba de bajarse el pantalón, mostrándole sin pudor alguno sus partes nobles.

—Estamos en una de las bases  militares del distrito trece… vinimos a darle apoyo a los tenientes que prestan su aporte para la formación académica militar de los nuevos soldados. —Todo aquello lo dijo batallando con la correa y el pantalón, apartando su flácida polla a un lado, mostrándole al por demás ruborizado chico, sus recién afeitadas bolas—. ¿Qué te parece? —Peeta no pudo evitar soltar una risotada, dejando caer su convulso cuerpo a un lado de la cama, cubriéndose el rostro con la almohada.

—Jajajajaja… no puedo creer tanto descaro. —Las carcajadas de Gale no se hicieron esperar, mientras Peeta intentó incorporarse de su desgarbada postura de medio lado, abrazando la almohada.

—¡Oye!... no te rías que me quedaron de lujo. —El joven soldado aferró sus testículos con una de sus manos, mientras que con la otra siguió manteniendo su pene a un lado—. ¿No te gustan?

—Me encantan. —Río nuevamente sin poder creer que estaban usando el holográfono para mostrarse sus partes íntimas—. Me río por tu descaro. —Gale tomó asiento nuevamente sobre su silla, sin pretensión alguna de cubrir su hombría—. ¿Quieres vestirte? —Gale sonrió seductoramente, comenzando a acariciar el largo de su miembro, observado lascivamente a Peeta.

—Entonces te encantan… ¿eh? —El chico asintió, sin poder dejar de ver como Gale parecía estarse masturbando delante de él—. A mí también me gustan las tuyas. —Peeta dejó de mirar el holograma de Gale, tornando el rostro un poco serio—. ¿Me las mostrarías? —El joven Mellark se ruborizó hasta la raíz del cabello, negando con la cabeza—. ¡Oh, vamos!... tenemos tanto tiempo que no estamos juntos. —Peeta tragó grueso mirando nuevamente la seductora imagen de Gale, el cual ya había logrado que su miembro se tensara al máximo.

—No querrás hacer esto vía holográfono, ¿o sí? —Gale asintió, sin dejar de masturbar su pene, acariciando con la otra mano sus erizados testículos.

—¿Tú qué crees? —preguntó el desvergonzado soldado—. Vamos… déjame verte. —Peeta se debatía internamente entre ceder y negarse a aquello—. ¿Peeta? —El aludido levantó tímidamente la mirada—. Tú no eres así… sueles ser a veces más perverso que yo. —Gale recordó la última vez en las ruinas donde Peeta le había cabalgado, dejando que el excitado soldado le nalgueara una y otras vez mientras saltaba sobre su regazo.

—No sé… esto me parece demasiado. —Peeta observó el serio semblante de su amante, argumentando a continuación—. No es que sea sucio, es solo que… —Se lo pensó por unos segundos, soltando al fin—. Me gusta más en persona. —Gale asintió, deteniendo sus insinuantes movimientos—. No te molestes, ¡por favor!

—No estoy molesto. —Su voz decía lo contrario. —No hay problema, solo quería un poco de intimidad con mi chico, nada más… pero si no estás a gusto... —Gale comenzó a subirse el pantalón.

—Por favor, Gale… No te pongas así. —El inmutable soldado terminó de vestirse, apretando su entrepierna para calmar la tensión—. Me dijiste que muy pronto tendrás un permiso, prometo hacer todo lo que tú quieras. —Gale no dijo nada, aclarándose la garganta, intentando no molestarse con el chico más de lo que estaba.

—Bien… Como quieras. —Justo en ese momento tocaron a la puerta de la alcoba, logrando que Peeta se sobresaltara, señalando hacia su izquierda, susurrándole al extrañado soldado.

—Alguien está tocando la puerta. —Gale colocó su dedo índice verticalmente sobre sus labios, incitándole a callar, escuchando nuevamente el insistente golpeteo sobre la superficie de madera.

Peeta aferró con fuerza la almohada, mordiendo la punta de esta, esperando a ver si aquella persona se retiraba, pero tal parecía que intentaba entrar, ya que tanto Gale como el joven Mellark se sobresaltaron al ver y al escuchar como la manilla de la puerta rechinaba ante la insistencia de aquella persona.

—¿Quién está allí? —La voz de Hazelle se dejó oír del otro lado de la puerta, intentando una vez más, abrir la puerta.

—Déjala entrar

—¿Qué? —preguntó Peeta, bastante asombrado.

—Déjala entrar… yo hablaré con ella. —Peeta dudo por unos segundos, pero el determinado rostro de Gale, le incitó a que se incorporara de la cama, quitándole rápidamente el seguro a la puerta, sentándose nuevamente a orillas de la cama.

Lentamente abrieron la puerta de la alcoba, dejando ver el asustado rostro de Hazelle, la cual, con sartén en mano, venía dispuesta a darle batalla al intruso que había osado entrar a su casa sin su consentimiento.

—¿Peeta? —El aludido se ruborizó tanto, que no pudo verle a la cara—. ¿Qué haces aquí, cariño? —La asombrada mujer se acercó a la cama, percatándose de la figura holográfica que mostraba el artefacto de comunicación, encontrándose con el calmo rostro de su hijo, el cual miraba al frente, sin poder ver aún el rostro de su madre, aunque le escuchaba perfectamente.

—¿Mamá? —llamó Gale a su progenitora, mientras Peeta subió nuevamente a la cama, dándole espacio a la mujer para que se acercara.

—¿Esto es obra tuya? —le preguntó con cierta molestia—. ¿Le pides a Peeta que se escabulla de su casa para que venga a hablar contigo hasta tarde? —Gale afirmó que así era.

—No, no es así… —interrumpió Peeta—. Yo no soy ningún bebé al que se le manipula, si estoy aquí es porque yo así lo deseo. —Hazelle miró fijamente al muchacho, sin poder creer en sus palabras.

—Pero, cariño… puedes venir a la hora que quieras a la casa y hablar con Gale cuantas veces lo desees… es más… bien podrías llevarte el holográfono para tu casa. —Peeta bajó el rostro, siendo Gale quien respondiera de mala gana.

—¿Para qué?... ¿Para que Katniss esté a cada tanto interrumpiéndonos? —Madre e hijo se miraron fijamente a los ojos, sin que la mujer pudiese creer todo lo que estaba escuchando—. Por eso le pido a Peeta que venga hasta mi recamara para que hablemos.

—¿Todos los días? —Ambos negaron con la cabeza.

—No, mamá —respondió Gale, antes de que Peeta pudiese decir algo—. No siempre, pero sí a menudo. —Peeta no podía mirar a Hazelle, él sentía como la mujer le observaba, le examinaba, imaginando que ella sacaba sus propias conclusiones de todo esto.

—¿Y te parece correcto? —preguntó su madre.

—Me da igual. —Tanto Hazelle como Peeta se asombraron ante aquella respuesta—. Peeta no le pertenece a Katniss, si él quiere venir hablar conmigo hasta tarde, no tiene por qué pedirle permiso a ella.

—Es su esposa.

—No están casados, mamá. —Peeta no sabía si salir corriendo o quedarse, mirando a Hazelle y luego al holograma de Gale, el cual parecía querer salir de aquel estrecho espacio holográfico y saltarle a su madre—. Tú sabes perfectamente que todo fue una puesta en escena.

—Eso no importa, van a tener un hijo y me parece que eso es algo que se debe respetar. —Gale bufó por la nariz, mientras Hazelle enfocaba sus ojos en Peeta—. Tú deberías estar cuidando a Katniss… ¿Qué pasaría si a ella se le presenta el parto y tú estás aquí? —El chico no supo qué decir, bajando la mirada.

—Ella puede gritar y pedir ayuda, no es una minusválida, mamá… solo está embarazada, no es el fin del mundo. —Peeta tragó grueso, dándole una mirada de refilón a la perturbada y al mismo tiempo incrédula mujer, la cual no podía creer lo que estaba escuchando de su propio hijo—. Tú cortabas leña, lavabas, hacías de todo mientras estabas embarazada, pero Katniss se hace la sufrida y es Peeta quien debe hace todo. —Hazelle le dio una fugaz mirada a Peeta, quien aún no sabía si huir o quedarse petrificado sobre la cama.

—¿Desde cuándo odias tanto a Katniss, Gale? —A lo que el iracundo soldado, respondió.

—Desde qué me mostró la persona que realmente era. —Hazelle esperó que Gale alegara algo más, pero al parecer, el capitán Hawthorne no iba a argumentar nada más a aquel asunto, exigiéndole al joven Mellark—. Será mejor que dejemos esta conversación hasta aquí. —Peeta asintió, comenzando a calzarse los tenis—. Buenas noches, mamá. —Ella miró fijamente el holograma de su hijo—. Buenas noches, Peeta.

—Buenas noches, Gale —se despidió Peeta, y antes de que su madre pudiese decir algo más, el enojado soldado culminó la comunicación, justo cuando Peeta se incorporó de la cama—. Lo siento mucho, Hazelle… no fue mi intención asustarte. —Peeta señaló el sartén que la mujer había dejado sobre el colchón, haciendo alusión a su instintiva reacción—. Prometo pedir permiso de ahora en adelante. —Guardó el holográfono después de apagarlo—. Me retiro… buenas noches. —Caminó hacia la ventana, apartando las cortinas para abrirla, escuchando la voz de Hazelle, llamarle.

—¿Peeta? —El chico volteó a verle, observando cómo ella señaló hacia la puerta—. Usa la puerta… ¿Quieres? —El chico no pudo evitar sentirse estúpido, sonriendo lo bastante nervioso como para terminar machucándose un dedo al pretender cerrar la ventana de nuevo, cubriéndola una vez más con las cortinas.

—Sí… tiene razón… la puerta… lo siento… —Peeta se encaminó raudo hasta la salida de la alcoba, percatándose de cómo Hazelle le seguía, introduciéndose rápidamente en la cocina, para salir por la parte trasera de la casa, justo cuando la madre de Gale le preguntó sin rodeos.

—Es muy importante para ti… ¿cierto? —Peeta se detuvo en el umbral de la puerta, observando fijamente a Hazelle, sin saber de qué demonios hablaba—. Gale se ha convertido en alguien muy importante para ti… ¿No es así? —El corazón de Peeta se aceleró tanto, que el muchacho sintió cierto vértigo, aferrándose al pomo de la puerta—. Ustedes dos se han ayudado mutuamente para sanar las heridas que Katniss les ha causado en el transcurso de sus vidas.

—En cierto modo… así es —afirmó Peeta.

—Me alegro por eso, Peeta. —El chico asintió—. Solo espero que no estén confundiendo las cosas. —El joven Mellark deseaba salir corriendo y no tener que responder una pregunta más de parte de Hazelle, alegando sin tan siquiera titubear.

—Ninguno de los dos está confundido, Hazelle. —La mujer asintió—. Ambos sabemos perfectamente lo que esperamos del otro… Buenas noches. —Y sin esperar una respuesta o algún gesto de parte de la madre de Gale, salió como alma que lleva al diablo de aquella casa, sin que su corazón pudiese dejar de latir una y otra vez dentro de su pecho.

A lo mejor había dicho demasiado, pero ambos ya lo habían decidido, y si Gale no pretendía echarse para atrás, Peeta tampoco lo haría.

 

Tanto Gale como Peeta habían pasado muy mala noche, pero ninguno de los dos se había enterado sobre la incomodidad que el otro había padecido, aunque se lo imaginaban, encontrándose en el transcurso del día bastante preocupados, pensando en el malestar del otro.

Gale había vuelto al Capitolio, o eso le había dicho al chico que haría en el transcurso de la conversación que tuvieron anoche, mientras que Peeta, después de ayudar a Katniss a ducharse y cocinar un sustancioso almuerzo, decidió ir a visitar a Haymitch, llevándose consigo a la chica para que no estuviese sola, al no poder dejar de sentirse tan culpable ante los reproches que Hazelle le había espetado la noche anterior.

—¡Uy!... cariño… esa pancita está a punto de explotar —alegó Effie, con su típica vocecita cantarina y cariñosa, acariciándole el voluminoso vientre a la chica.

—Ya pronto romperemos esa piñata… ¿Eh? —Las palabras de Effie habían hecho sonreír a Katniss, pero las de Haymitch lograron que la chica lo fulminara con la mirada, mientras Peeta intentaba contener una sonrisa, al ver como el impertinente hombre tomaba la escoba que había dejado recostada en la pared, lanzando golpes con esta al aire—. Ya sabes… las piñatas… bueno, no son muy conocidas aquí, pero en el Capitolio son…

—Sé lo que es una piñata, Haymitch. —Effie había hecho té y todos bebían de su respectiva taza, dejándose escuchar el repentino ahogo de Peeta, quien contempló el malhumorado rostro de Katniss mientras la chica le respondía de mala gana al ex mentor—. ¿Por qué no vas a ver tus patéticos programas y me dejas a mí en paz? —Haymitch no dejó de sonreír con cierta ironía, asintiéndole a la chica, respondiéndole después de encender la televisión.

—Espero que ese bebé no se parezca a ti, encanto… —Miró a Peeta—. Pobre de ti, en serio… dos Katniss en este mundo no es bueno para la salud mental de ninguno de nosotros. —Peeta no dijo nada, intentando esconder su picara sonrisa con la taza, mientras la joven ex tributo le arrojó uno de los cojines del sofá, exigiéndole a Haymitch que la dejara en paz—. Ya, ya… no te molesto más, ¡dulzura!

En la pantalla del televisor se pudo apreciar el rostro de Plutarch, lo que causó cierto asombro entre los presentes, siendo Peeta quien le exigiera a Haymitch que le subiera al volumen, después de dejar su taza de té a un lado.

—Aún no tenemos los resultados de la reunión que tuvo la presidenta Paylor con los tres candidatos a legislar el distrito ocho, pero estamos avanzando en nuestra ardua tarea de llevar unidad y sobre todo gobernabilidad democrática a los distritos y para eso se ha convocado a una cadena nacional. —Nadie dijo nada, todos esperaban ansiosos a que Plutarch continuara—. La presidenta Paylor ha tomado ya una decisión sobre los distritos tres, siete y doce.

Todos se miraron las caras, elucubrando sobre las posibilidades que tenía Peeta de ser nombrado gobernador, en contra de la persona que Paylor deseaba colocar en el distrito doce como el nuevo gobernador… Un subteniente del distrito trece y simpatizante de las leyes impuestas por la ya fallecida Alma Coin.

—Les dejo con la presidenta… feliz tarde para todos. —Plutarch se apartó del podio donde hablaba, observando como la presidenta tomó su lugar, notificándole a toda la nación.

—Mi decisión no ha sido nada fácil. —Los flashes de las cámaras de los reporteros se arrojaron sobre Paylor, quien no se inmutó ante aquello—. Todos saben los pequeños percances que se han suscitado tanto en el distrito trece como en el Capitolio a raíz de varias acciones de parte de algunos de los candidatos a legislar. —Haymitch sonrió, palmeándole la pierna a Peeta en señal de apoyo ante las acusadoras palabras de la presidenta hacía su persona.

—Siempre me cayó bien Paylor —alegó Katniss—. Hasta que el poder se le subió a la cabeza. —No siempre se estaba de acuerdo con las palabras de la chica, pero esta vez, todos pensaban que ella tenía toda la razón.

—El distrito tres no fue mayor problema. —La seria e imperturbable mujer, prosiguió—. Todos sus ciudadanos están de acuerdo en que Beetee sea el nuevo gobernador de su distrito. —Los aplausos del público y los periodistas no se hicieron esperar, comenzando a arrojar sus preguntas, siendo Plutarch quien exigiera calma, explicándoles que al final del comunicado, Paylor respondería a cada una de sus inquietudes—. En el distrito siete hubieron ciertos inconvenientes, incluso hubieron varios altercados, tomándose la decisión de una votación en masa, donde la mayoría estuvo de acuerdo en que el antiguo alcalde, siga siendo el actual gobernador del distrito siete en el nuevo Panem.

Peeta no podía dejar de sentirse ansioso, estaba realmente asustado, pensando en que a lo mejor si Paylor decidiera poner a alguien más que no fuera él, los ciudadanos se sublevarían, trayendo muchos más problemas para su distrito de los que ya tenían encima.

—El distrito doce ha sido un gran reto para mí. —Peeta sonrió algo nervioso, sintiendo como Katniss le acarició el hombro, girando rápidamente su rostro para verle, mientras Paylor proseguía—. Justo ahora tenemos contacto directo con el distrito. —Ambos jóvenes se sonrieron el uno al otro, siendo Peeta quien rompiera la conexión visual entre ambos al escuchar aquello.

En la pantalla se podían ver dos imágenes, una era la del rostro de la presidenta, mientras que la otra era una toma aérea de la plaza central del distrito doce, en donde la mayoría de los ciudadanos se habían apostado en aquel lugar, sin que ellos se enteraran de todo lo ocurrido.

—Ciudadanos del distrito doce. —Alzó Paylor la voz por sobre la algarabía que se escuchaba en la plaza central, mientras Peeta se incorporó lentamente de su puesto, acercándose a la pantalla—. Dejaré la decisión en sus manos y serán ustedes los responsables de dicha votación y de lo que ahora en adelante acarree el mandato del único candidato que tienen en su distrito.

El numeroso grupo de personas alzaron sus brazos y sus voces, vitoreando enérgicamente el nombre de Peeta, mientras Paylor parecía estar observando todo por medio de un monitor frente a ella.

Haymitch también se había puesto de pie, señalando la pantalla, notificándole algo dubitativo, al tembloroso y al mismo tiempo ansioso panadero.

—¿Ese que está allí no es el capitán Hawthorne? —Peeta enfocó su aguda visión sobre el aparato audiovisual, percatándose de que en efecto, uno de los soldados que trataban de mantener el orden en la plaza central era Gale.

—Sí, es él. —No pudo evitar sonreír ante la dicha, pero de lo que nadie se daba cuenta era que Katniss estaba padeciendo de una fuerte taquicardia al ver el agraciado rostro de Gale en la pantalla, deseando verlo nuevamente a pesar de que el soldado siempre la evadía—. Pensé que estaría en el Capitolio —argumentó el chico, haciendo verbal sus pensamientos.

—Pues no hay nada más que discutir —alegó la presidenta, aclarándose la garganta, exigiendo calma y completo silencio a los ciudadanos del distrito—. Nombro a Peeta Mellark como el nuevo gobernador del distrito doce. —Al parecer, una enorme pantalla se había colocado en la plaza central, la cual comenzó a hacer Feed-back ante los gritos de euforia y alegría de cada una de las personas que habían apostado por el muchacho, mientras Effie aplaudía enérgicamente bastante emocionada, abrazando a Katniss, siendo Haymitch quien alzaba a Peeta entre sus brazos, como si este fuese tan solo un muñeco de trapo.

—Lo logramos, muchacho… lo logramos… —Peeta no pudo dejar de sonreír y temblar al mismo tiempo, al fin era el nuevo gobernador del distrito y eso conllevaba una enorme responsabilidad a cuestas.

—No puedo creerlo —notificó Peeta con un hilo de voz, observando la pantalla del televisor, al ver como las cámaras apostadas alrededor de los ciudadanos, enfocaban justo el rostro de Gale, el cual sonreía ampliamente, alzando su mano como todos los demás, donde más que alentarlos a la calma, los incitaba a que le mostraran a Paylor lo felices que ellos se encontraban. “Si no hubiese sido por ti, Gale… esto no hubiese sido posible”. Si bien Haymitch, Plutarch y todos los demás implicados habían puesto su granito de arena, para Peeta, Gale era la mecha que había encendido todo aquel revuelo.

—Debemos ir a la plaza central —acotó Haymitch apartándose de Peeta, contemplándole por unos segundos, enfocando luego sus resplandecientes ojos sobre ambas mujeres, las cuales asintieron a las palabras del ex mentor—. Nosotros nos adelantaremos… —Peeta ayudó a Katniss a levantarse del sofá al igual que Effie—… los ciudadanos deben estar ansiosos por ver a su nuevo gobernador. —El chico del pan miró fijamente a su esposa, quien asintió una vez más a las palabras de Haymitch, notificándole con una amplia sonrisa.

—Anda, ve… tu pueblo te espera. —Peeta sonrió, abrazándole con fuerzas, agradeciéndole también a ella todo el apoyo que la chica le había dando ante las diversas entrevistas que Katniss había dado a los reporteros, donde siempre mantenía su relación aparte de todo lo que se refería a la candidatura de su pareja y las diversas polémicas que Peeta había generado a raíz de esta.

—Gracias. —Le dio un beso en la mejilla—. Nos vemos allá, no te apresures… ¿vale? —Katniss asintió, siendo Haymitch quien jalara a Peeta del brazo, sacándolo de la casa, después de exigirle a Effie que la ayudara a llegar sin problema alguno hasta la plaza.

Ambos hombres comenzaron a correr hasta la plaza central, pensando en que era mucho mejor que Katniss fuera después de ellos, ya que de aquel modo los amantes furtivos podrían saludarse a gusto, mientras que para ella la caminata sería perfecta para ayudarle con la ansiedad que sentía ante la posibilidad de que Gale, al fin, dejara de ignorarla y volviera a hablarle.

—Sigue tú —exigió Haymitch con la respiración entrecortada y el rostro tan colorado como el trasero de un mandril—. No puedo más… sin duda debo… —Intentó respirar pausadamente, pero el agotamiento se lo dificultaba—… debo dejar la bebida, estoy fuera de condición. —Peeta sonrió palmeándole el hombro, alegando que aquello era sin duda una buena decisión—. No me presiones, aún lo estoy pensando… ¿Vale?... no es algo definitivo. —El joven Mellark no pudo evitar reír ante aquello—. Anda… Ve, ve… y no vayas a emocionarte mucho con Gale… ¿eh?

Peeta fulminó a Haymitch con una mirada cargada de reproches, notificándole que no debía decírselo y que él sabía comportarse perfectamente en público. Siguió corriendo hasta la plaza central, donde los gritos de euforia y dicha no se hicieron esperar, al ver como el muchacho al fin arribaba al lugar, percatándose de la enorme pantalla que habían instalado en aquel lugar, donde la presidenta había comenzado a responder las preguntas de los periodistas.

No se hicieron esperar los aplausos, las felicitaciones y las múltiples palabras de apoyo de parte de cada uno de los ciudadanos del distrito doce, hasta lograr acercarse a Gale y su escuadrón, el cual trataban de mantener la paz y el orden entre todos, mostrando el civismo de los ciudadanos del distrito doce a la presidenta.

—Capitán Hawthorne —saludó formalmente al serio soldado, el cual tomó posición de respeto hacia un superior, haciéndole la respetiva venia, respondiéndole en voz alta de lo más protocolar.

—Es todo un placer volver a verle, señor gobernador. —Gale no pudo ocultar el temblor en la comisura de sus labios, aquellos que delataba la dicha que le causaba ver a Peeta, intentando contener una afable sonrisa.

—Descanse, capitán. —Peeta tampoco era bueno fingiendo, dejó escapar una amplia sonrisa, debatiéndose internamente ante el enorme deseo que tenía de abrazarlo y besarlo como tanto lo había deseado en estos últimos meses sin él—. Lo logramos —acotó el emocionado muchacho.

—Tú lo lograste, Peeta… ellos te aman. —Señaló a todos los presentes—. Y Paylor sabe lo que hubiese tenido que enfrentar si imponía al subteniente del distrito trece como gobernador del doce, ella no es tonta. —Peeta asintió, observando a quienes les rodeaban, saludando a unos y estrechando la mano de otros, percatándose del arribo de Haymitch, el cual se abría pasa entre los presentes.

—¿Presidenta Paylor? —La voz de Cressida se dejó escuchar desde los altoparlantes apostados a cada lado de la enorme pantalla, incitándoles a todos a mirar al frente—. Mis fuentes me informan que el joven Mellark ha arribado a la plaza central. —Paylor asintió, enfocando sus ojos al frente, donde el chico imaginaba que tenían un monitor que le mostraba a la presidenta lo que estaba sucediendo en el distrito—. Así como les ha entregado palabras de apoyo a los diferentes gobernadores electos… ¿quiere usted dedicarle unas cuantas al recién electo gobernador del distrito doce? —La mujer asintió mientras todos esperaban expectantes.

—Quiero felicitarlo. —Peeta asintió, agradeciendo sus felicitaciones—. Espero que el joven Mellark se dedique de ahora en adelante a sus ciudadanos. —Todos aplaudieron, siendo Gale quien exigiera silencio, esperando a que la mujer alegara algo más a sus insignificantes palabras—. Pronto estarán en el doce los mejores arquitectos. —Peeta asintió una vez más agradeciendo de antemano la ayuda—. Limpiarán la zona donde estaba la antigua alcaldía y construirán la nueva gobernación. —Peeta frunció el ceño, mientras los murmullos de los ciudadanos comenzó a regarse como el zumbido de las rastrevíspulas.

—Perdóneme, presidenta Paylor —alzó Peeta la voz por sobre el cuchicheo de los presentes—. Pero eso no fue lo que usted y yo acordamos. —Detrás de la seria mujer, un sonriente Plutarch parecía estar disfrutando todo aquello—. Me prometió que nos ayudaría a levantar nuestra economía... —El incómodo rostro de Paylor dejó ver lo que las palabras de Peeta causaron en ella—… Y también nuestras casa, ya que si bien muchos de nosotros vivimos ahora en la Aldea de los Vencedores, otros desean retomar sus actividades en el propio epicentro del distrito.

Cada uno de los ciudadanos aplaudió las palabras de Peeta, el cual les demostraba que él no deseaba riquezas, ni lujos, sino un distrito productivo, activo y aquel que deseaba emerger de los escombros de una guerra que les había robado lo poco que tenían.

—Es necesario que tengas una gobernación —notificó Paylor, tajante.

—Es más necesario para nosotros que la mina comience a funcionar. —Los vitoreos no se hicieron esperar—. Necesitamos un comedor público, donde Sae pueda cocinar salubremente la comida que se le reparte a los niños y mujeres que quedaron solos y desamparados en este distrito. —Tanto Gale como Haymitch no podían dejar de admirar el temple del muchacho—. Necesitamos librarnos de los escombros que nos recuerdan a diario el horror que padecimos. —En la distancia, Katniss junto a Effie y Hazelle se acercaban a paso lento—. Necesitamos un hospital, una escuela, eso es lo que realmente todos queremos, no un majestuoso edificio gubernamental que les demuestre a los ciudadanos de Panem que solo los grandes y poderosos pueden tener privilegios.

Todo el lugar estalló en gritos de euforia y dicha ante las elocuentes, afiladas y muy sinceras palabras del joven Mellark, mientras la presidenta parecía estar luchando internamente con su ira contenida, apretando con fuerza su mandíbula, sin dejar de mirar al frente.

—Me rehúso rotundamente a edificar una gobernación, sin antes restaurar un distrito en el que todos tengamos derechos por igual y tener una muy buena calidad de vida por el simple hecho de ser seres humanos y no por tener un estatus social, cultural o político que nos de dichos privilegios. —Gale trataba de contenerse, ya que quería besarlo, decirle cuánto lo amaba y cuan orgulloso se sentía de él, siendo Haymitch quien le palmeara la espalda, susurrándole lo emocionado que se sentía ante sus palabras.

Los aplausos no cesaron, los gritos de júbilo y apoyo hacia Peeta no se hicieron esperar, mientras que Paylor conversaba fuera del aire, tanto con Plutarch como con dos hombres más, integrantes del gabinete político de la presidenta, donde unos asentían y otros negaban con la cabeza, debatiendo entre ellos los pro y los contra de las exigencias del nuevo gobernador del distrito doce.

—Tú jamás decepcionas… ¿eh? —Peeta sonrió ante las palabras de Haymitch, el cual le había dicho algo muy parecido a Katniss después de que la chica, tomara la decisión de asesinar a Alma Coin antes que a Snow, al darse cuenta que la mujer era mucho peor de lo que había sido Coriolanus.

—Eso trato. —Fue la respuesta de Peeta, dándole una fugaz mirada a Gale por el rabillo del ojo, mientras todos observaban el lento arribo de Katniss, apartándose para que la chica se acercara a su esposo, lo que consiguió que Gale tensara su cuerpo, apartándose un poco de Peeta.

—Gobernador Mellark. —La voz de Paylor hizo alzar el rostro de cada uno de los presentes, menos el de Katniss, la cual saludaba a unos cuantos ex vecinos, sin dejar de sostener su voluptuoso abdomen como si aquello pesara una tonelada—. Trataremos de enviar a los mejores ingenieros y arquitectos para que comiencen con la restauración de la mina. —Los aplausos de los presentes retumbaron por todo el lugar, justo cuando Katniss se acercó a ellos, dándole una mirada furtiva a Gale, quien observaba inmutable la pantalla.

—Muchas gracias, presidenta. —La mujer asintió.

—Por lo pronto comenzaremos con eso y le pediremos al capitán Hawthorne que se encargue de organizar un hospital militar. —El aludido asintió a las órdenes de la presidenta, haciéndole la venia—. La escuela se podría improvisar en alguna de las casas de la Aldea de los Vencedores hasta nuevo aviso. —Peeta asintió nuevamente, agachando el rostro al sentir como Katniss parecía estarle colocando algo sobre pecho, percatándose de que aquello era el broche doble que Plutarch le había dado al muchacho, en donde el jefe de gabinete había colocado un micrófono para espiarles.

—Hola, cariño —saludó Hazelle a su hijo, el cual le abrazó, sonriéndole afablemente a su madre, aquella que le dio una mirada escrutadora a Johanna, al ver como la chica le sonreía con cierta ironía en su rostro, sin dejar de observarla.

Nadie, salvo Hazelle, se había percatado de ella, la cual se encontraba a unos cuantos metros de su hijo, manteniendo su puesto en la formación militar, sin dejar de mirar a todos, en especial a la madre de Gale.

—Me parece conocida esa chica —comentó Hazelle, justo cuando los aplausos se hicieron cada vez más fuertes, ante el enfoque de las cámaras sobre el broche doble de sinsajo, el cual había sido reparado, haciéndoles pensar a los presentes que aquello era un símbolo que hacía alusión a la unión entre Katniss y Peeta, cuando en realidad, tenía que ver con Gale y el joven Mellark.

Gale volteó a ver de quien hablaba su madre, encontrándose con el sonriente rostro de Johanna, la cual le arrojó un beso desde su puesto, señalando a la pantalla, tratando de que su superior se diera cuenta de lo que las cámaras estaban enfocando.

—Es Johanna Mason, mamá… la ex tributo del distrito siete... a la que regañaste por llevarse a Peeta secuestrado. —Gale miró al frente, percatándose de cómo Katniss le daba un beso en los labios a Peeta, manteniendo sus ojos abiertos, contemplando a alguien que se encontraba detrás del nuevo gobernador.

Gale no pudo evitar sentir cierto estupor ante aquello, enfocando sus ojos en la espalda de Peeta, percatándose de que a quien miraba la chica era a él, abrazando con fuerzas a Peeta, quien correspondió el abrazo, manteniendo la puesta en escena.

“¿Serás estúpida, mujer?”. El capitán Hawthorne no pudo evitar sonreír ante las ridículas intenciones de Katniss de hacerle sentir celos de aquel beso, ya que si bien los sentía, no eran precisamente hacia ella. “Puedes besarlo y hacerte la enamorada como siempre lo has hecho, sigue jugando con nosotros, “Catnip”, que quien ríe al último, ríe mejor”. Rodó los ojos de mala gana, escuchando la pregunta de su madre.

—¿Es tu novia? —El asombrado soldado miró algo incrédulo a su madre.

—No, mamá, no es mi novia. —Gale miró nuevamente hacia donde se encontraban Katniss y Peeta, quienes seguían siendo el centro de atracción de las cámaras—. Johanna es mi amante —respondió en voz alta, logrando que Katniss escuchara aquella respuesta, clavando sus desdeñosos ojos sobre Gale.

—¿Y te parece muy bonito que digas eso delante de todos? —Gale se encogió de hombros.

—A ella no le importa —espetó de mala gana, percatándose de la interrupción de la comunicación, donde ya no se veía el rostro de Paylor y mucho menos el distrito doce, retomando su habitual programación—. Ahora si me disculpas, felicitaré como se debe al nuevo gobernador. —Se apartó de su madre, acercándose rápidamente a Peeta, posando su mano izquierda sobre el hombro derecho del muchacho.

Katniss no podía dejar de mirar a Gale, pero el chico solo tenía ojos para una sola persona, para Peeta, el cual giró rápidamente el rostro, percatándose de la cercanía del soldado a pesar de que su antigua mejor amiga, estaba cerca.

—No puedo sentirme más orgulloso de ti, Peeta. —El chico le sonrió, agradeciendo sus sinceras palabras, sintiendo como Gale acarició el broche que lucía sobre su pecho, justo cuando Johanna se les acercaba, abrazando a Peeta, estampándole un inesperado beso en los labios.

—¡Oh, mi pan de ajonjolí con nueces y uvas pasas!... estoy muy pero muy orgullosa de ti. —Por alguna extraña razón, el beso que Gale había presenciado entre Katniss y Peeta, le había causado úlcera gástrica ante la rabia, pero el ver a Johanna besar a su chico delante de todos y sobre todo enfrente de Katniss, era algo que a él lo traía de lo más entretenido.

—Gra… gracias… Johanna… —Peeta no pudo evitar darle una rápida mirada a Katniss, la cual fulminó a la joven oficial con la mirada, cruzándose de brazos.

—Hola, descerebrada —saludó Johanna, volteándole la mirada—. Te ves realmente espantosa, pareces un dirigible. —Gale apretó con fuerza sus labios, mientras Peeta no pudo evitar sentirse incómodo ante toda aquella situación, cubriéndose el rostro con la manos.

—Una mujer embarazada es siempre símbolo de belleza —alegó Hazelle de muy mal humor.

—¡Oh, sí!... Claro… como si ser madre fuese lo más extraordinario de este mundo —espetó la oficial Mason de mala gana, mientras los ciudadanos del distrito comenzaron a retirarse a sus respetivas casas—. Te pones como una vaca, te llenas de varices o estrías y te transformas en un globo lleno de hormonas, el cual a cada posible alfiler que se cruce en tu camino y te pinche con palabras hirientes, logran explotar toda tu estúpida sensibilidad haciéndote vulnerable… lo siento, señora Hawthorne, pero yo paso… la maternidad es realmente repugnante.

Cada uno de los presentes la fulminó con la mirada, ya que aunque todos respetaban su forma de pensar, tampoco era para que la oficial descargara con Katniss toda la rabia y el asco que ella sentía ante la sola imagen de ser madre.

—Te pasaste de la raya, Johanna —espetó Gale, exigiéndole que regresara con el escuadrón y le esperara en la nave.

—Como quieras… —Miró a cada uno de los presentes, quienes la siguieron viendo como lo peor de este mundo, aunque el rostro de Haymitch estaba bastante relajado, sin querer ser partícipe de todo aquello—… Con permiso… —Se acercó a Katniss, soltándole en un susurro casi inaudible—… Más asco me dan cuando ni siquiera saben de qué perro es el cachorro que tendrá la “perra”.

Se apartó de ella a paso rápido, dándole una odiosa mirada de soslayo tanto a Gale como a la madre este, escuchando el lastimero quejido de Katniss, quien no pudo creer que Johanna supiera sobre todo el rollo entre Peeta, Gale y ella, donde el terror de saberse descubierta dio paso a un intenso dolor en su abdomen, lo cual la hizo encorvar su cuerpo hacía el frente.

—¿Katniss? —Peeta se acercó a ella al igual que Effie al ver como la chica se acariciaba la parte baja del abdomen—. ¿Estás bien? —Ella negó con la cabeza, quejándose nuevamente de intensos dolores pélvicos, dejándose apreciar la repentina humedad de los elásticos pantalones de algodón de la chica, los cuales les mostraron a todo los presentes que la chica había roto fuerte.

—¡Oh, por Dios! —exclamó Hazelle—. Creo que ha llegado el momento —le notificó a todos los presentes—. Debemos avisarle a su madre. —Al decir aquello, la mujer miró a su hijo, el cual llamó rápidamente a uno de sus soldados, exigiéndole que fuese a buscar a la doctora Everdeen en el distrito dos.

—Sí, señor —respondió el joven, retirándose junto a los demás soldados, imaginando que Johanna se encontraba más que satisfecha ante toda aquella situación que había provocado.

—Respira, cariño… respira… —le exigió Effie a la chica, tratando de llevarla de vuelta a la Aldea de los Vencedores con la ayuda de Peeta, aunque la chica parecía no poder ni caminar ante el intenso dolor, cayendo de rodillas al suelo, gritando desesperadamente—. ¡Oh, por todos los cielos!... Debemos hacer algo. —Pero Gale ya se había acercado a la chica, tomándola entre sus brazos, levantándola rápidamente del suelo.

Katniss no pudo evitar sobresaltarse ante la cercanía de Gale, el cual la miró fijamente a los ojos, igual que ella lo hizo con él, bajando lentamente la mirada ante tanta vergüenza que le embargaba.

—Vamos, Gale… —le exigió Peeta, palmeándole el hombro al soldado, incitándole a avanzar—. Cualquier cosa yo te relevo en el camino… ¿Vale? —El capitán Hawthorne asintió, comenzando a caminar con la chica entre sus brazos, la cual no pudo volver a levantar el rostro, al sentirse tan vulnerable y sobre todo tan cerca de Gale.

A cada paso que el pensativo soldado daba hacia la aldea, sentía como si la chica le pesara el doble de lo que había pesado al levantarla, imaginando que aquello era algo psicológico, al sentir la carga que tanto él como Katniss tenían a cuestas ante la posibilidad de que aquel bebé fuese suyo, manteniéndolo bastante paranoico y muy apesadumbrado.

“Ya es hora, Katniss”, elucubró como si pudiese transmitir sus pensamientos a la chica. “Es hora de enfrentar la verdad, es hora de que los tres nos sinceremos pase lo que pase y sea ese bebé hijo de quien sea”. Pudo sentir como le faltaba el aire en los pulmones, y aunque no estaba cansado, Gale supo de sobra que aquel malestar era el temor de lo que pudiese suceder de ahora en adelante.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).