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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 18 __

La mañana había llegado y con ella miles de cosas por realizar, como la demolición completa de las ruinas por parte del equipo de ingenieros, obreros, maquinistas y albañiles que trabajan arduamente en el distrito doce y quienes habían decidido salir de aquella petición secundaria y sin importancia por parte del gobernador, antes de que la mañana se les fuera en aquella tontería.

Paylor se había marchado el mismo día de su llegada, siendo escoltada por el jefe de gabinete y el resto de los miembros que conformaban el escuadrón 561, mientras que el capitán Hawthorne y la oficial Mason decidieron quedarse en el distrito, o más bien, acataban la orden directa de la presidenta de que no regresaran al Capitolio sin antes intentar resolver las cosas con el joven Mellark, siendo Gale quien le exigiera a Johanna que se quedara en su recamara, notificándole que se iría a dormir a las ruinas y que hiciera todo lo posible porque Peeta se enterara de ello.

El joven Mellark ya había despertado, desayunando como todas las mañana, después de ayudar a Katniss con el niño, a quien se le debía de cambiar el pañal de la noche y asearlo para darle su primer alimento del día.

—¿No piensas dirigirme la palabra en todo el día? —preguntó Katniss, tratando de lidiar con Galpeet, quien se rehusaba a comer la papilla que la chica le había preparado.

—Quisiera no tener que dirigirte la palabra nunca más, Katniss. —Las duras palabras de Peeta hicieron que la chica dejara el plato del niño sobre la mesa, mirándole fijamente a los ojos—. No te entiendo a veces… ¿sabes? —El chico dejó de comer aquel sustancioso plato de huevos y pan tostado, ya que al fin habían logrado conseguir varias gallinas, al hacer trueque con el distrito diez—. Pareciera como si intentaras ser buena, no sé si es lástima por mí o no, pero de repente sales con cosas como las de ayer. —Katniss dejó de mirarle, tomando nuevamente el plato del niño.

—Necesitaba hacerlo Peeta. —El chico enfocó nuevamente su triste mirada sobre el plato—. Necesitaba saber qué demonios pasaba por la mente de Gale… ¿Por qué se fue?... ¿Por qué después de tanto tiempo regresó con su cara bien lavada? —Peeta no dijo nada y simplemente retomó la ingesta de alimentos sin desear escuchar una palabra más sobre aquel tema—. Pero como siempre soy yo la mala… ¿no? —El joven Mellark negó con la cabeza.

—No, Katniss… no eres la mala, eres la tonta. —La aludida abrió la boca sin poder creer la sinceridad con la que se había levantado Peeta esa mañana—. Creíste que Gale se derretiría por Galpeet y se arrojaría a tus brazos. —Katniss lo fulminó con la mirada, dejando el plato de papilla sobre el soporte que mantenía al niño en su silla para que no cayera de esta.

—Te equivocas de nuevo, Peeta. —El chico bufó por la nariz, sonriendo con ironía.

—¡Oh sí, claro!... —Comenzó a comer de nuevo, tratando de ignorarla.

—Pues sí… yo no quería que él se arrojara a mis brazos.

—A tus brazos, a tu cuerpo, a tu boca, me da igual, Katniss… el punto es que quieres que Gale…

—Quiera a su hijo, maldito estúpido —concluyó Katniss, arrojando sobre la mesa la pequeña toalla de tela con la que a cada tanto limpiaba la boca del pequeño—. No porque él y yo cometimos el error de revolcarnos mientras ustedes dos se “entendían”, Galpeet tenga que pagar los platos rotos.

Peeta no dijo nada, ya que en cierto modo ella tenía razón, él mismo había imaginado otra reacción de parte de Gale y no que abandonara al niño como lo había hecho, pero recordando en retrospectiva lo que él le había hecho al soldado, pensó que a lo mejor, el chico sentía vergüenza de acercarse a exigir su paternidad después de todo lo que había ocurrido y sobre todo, de volver a ver a Peeta después de la horrenda escena que se había suscitado en las ruinas, siendo el motivo principal de aquel deseo de destruir por completo aquel lugar que tanto le recordaba la bajeza de sus actos.

—Pero tu actitud solo me demuestra una cosa, Peeta. —El chico dejó de comer, levantando el rostro para verle—. Que a ti solo te importa lo que sentiste por él y todo el daño que te causamos, pero a mí… a mí me duele él. —Señaló al niño, quien había introducido las manos en el mazacote de leche y cereal, arrojándolo al suelo, sobre su ropa y en toda su cara, haciéndose un completo desastre—. ¡Oh, Galpeet!... mira lo que has hecho. —Peeta se asomó a ver lo que el niño había causado, riendo al ver como el infante se divertía de lo lindo con su alimento.

—Yo lo limpio. —El chico se levantó de su puesto, sacando al infante de la silla que Effie le había obsequiado, traída de uno de sus viajes al Capitolio—. Ven aquí, pequeño travieso. —Peeta alzó al niño, recibiendo de él una salpicada del pegajoso engrudo, el cual cayó en sus labios—. Pero… Galpeet… —Katniss soltó una risotada al ver como el niño hacía con Peeta lo que le diera la gana—. Vas a ver, travieso. —Corrió hasta el fregadero, introduciendo al sonriente bebé dentro.

—Pero, Peeta… ¿Cómo vas a meter al niño allí? —preguntó, tratando de calmar sus risas.

—Esta vacío y limpio, así que da igual. —Comenzó a quitarle la ropa, abriendo el chorro del grifo, tratando de asearlo, relamiéndose los labios, escupiendo lo que se había adherido a su boca—. Qué asco… con razón no se lo quiere comer. —Katniss le miró de malas, comenzando a limpiar la silla del pequeño—. Te haré un rico batido de leche, cereal y frutas, Galpeet, mami no sabe lo que nos gusta a nosotros. —La chica puso los ojos en blanco ante aquello—. Le haremos uno a ella también para que vea lo rico que yo te preparo tu desayuno. —El niño rió, encantado de la vida con el agua que caía copiosa en su cuerpo, mientras Katniss no dejó de verlos a los dos, cuestionándose cada uno de sus actos, ya que sin duda, Peeta habría sido el hombre perfecto para hacer una vida plena, pero no había nada más que hacer, todo se había arruinado entre ellos y era más que obvio que el joven ex tributo, seguía amando a Gale y viceversa.

—Buenos días. —La voz de Johanna se percibió desde la puerta que daba al patio trasero de la casa, consiguiendo de parte de Katniss una desdeñosa mirada, dándole rápidamente la espalda, sin dejar de limpiar todo el reguero que el niño había causado.

—Hola, Johanna… —saludó Peeta, sin poder creer que la chica se había dignado a ir hasta la casa para saludarle después del odioso modo en el que le había tratado el día anterior—. Pasa —le incitó el muchacho a entrar.

—Gracias… —La oficial Mason miró a Katniss y luego a Peeta, prefiriendo acercarse al muchacho, ignorando por completo a la chica, tal y como ella intentaba ignorar a Johanna—. ¡Vaya!... me dijeron que estabas medio chiflado, pero no pensé que tanto. —Señaló a Galpeet—. ¿Te has dado cuenta dónde estás bañando al niño? —Peeta rió, mientras Katniss simplemente la miró de mala gana, volteándole nuevamente la cara.

—Sí, claro… es que el niño se hizo un desastre y en vez de tardarme en armar un baño, preferí asearlo rápidamente en el fregadero. —La chica asintió, sonriendo con desgano al ver al niño dentro del lavabo, mirándole con sus grandes y expresivos ojos, tratando de verle el parecido con Gale, percatándose del lunar en su pecho.

—No se parece mucho a Gale —comentó—. Aunque el lunar es clara evidencia de que es suyo—. Peeta no dijo nada, tratando de culminar aquel apresurado e improvisado baño, siendo Katniss quien no se contuviera más.

—¿Viniste por tu cuenta o te mandaron? —Johanna volteó a ver a Katniss, clavando sus desdeñosos ojos en ella—. Porque la verdad es que se me hace bastante desagradable verte. —La joven oficial sonrió con ironía.

—No creas que yo estoy fascinada de ver tu cara, descerebrada. —Katniss se acercó a Johanna para espetarle todo el desprecio que sentía por ella, justo cuando Peeta cerró el grifo, sacando al pequeño del fregadero, interponiéndose entre ambas féminas, entregándole al niño.

—¿Por qué no vas a secar al niño antes de que se resfríe? —Ambas fieras se miraron por sobre el hombro de Peeta, quien temió no solo por la integridad del niño sino de la suya, ante un posible enfrentamiento entre cuaimas—. Por favor. —Peeta le sonrió amablemente, dándole un beso en la mejilla a Galpeet y otro a Katniss, tratando de calmarla.

—Manipulador. —Johanna sonrió al ver como la chica se había sonrojado ante aquel inesperado beso, pero aunque la oficial Mason pensaba que Katniss era solo una zorra arribista, ese beso había significado para ella, una nueva tregua de amistad sincera entre ambos ex tributos—. Espero que para cuando regrese, la indeseable visita se haya largado. —Peeta suspiró ante las odiosa palabras de su ex pareja, quien se llevó al niño hasta la alcoba para secarlo y vestirlo nuevamente, mientras Peeta se dispuso a hacerle uno de sus sustanciosos batidos a su hijo.

—Lamento lo ocurrido. —Johanna se encogió de hombros restándole importancia a aquel asunto, mientras el chico comenzó a echar los ingredientes dentro de la licuadora—. Me alegra que vinieras. —Peeta le dio una rápida mirada a la oficial, al acercarse al refrigerador para guardar la leche—. Ayer me demostraste que estabas molesta conmigo e imagino porqué. —La chica se recostó junto a la encimera del fregadero, observando todo lo que hacía el muchacho.

—¿Crees que no estoy en todo mi derecho de odiarte? —Peeta dejó de picar las bananas que trataba de trocear con el cuchillo, volteando a verle—. Lo violaste, Peeta. —Aquello no solo consiguió que el muchacho dejara caer el filoso utensilio de cocina al suelo, sino que comenzara a temblar, ante lo que de seguro venía a reprocharle la chica, temiendo descontrolarse—. Yo me aparté a un lado, haciéndome a la idea de que Gale ya no estaría nunca más conmigo, porque me di cuenta que entre ustedes dos había un amor sincero, pero me equivoqué.

—Johanna… —intentó interrumpir Peeta las hirientes palabras de la ofuscada oficial.

—No, Peeta… vas a escucharme, no me interesa si el maldito muto aparece, porque quiero restregarle en su cara lo mucho que mi capitán a sufrido por su maldita culpa. —Dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas, mirando fijamente a la muchacha—. Lo humillaste, lo golpeaste, y no conforme con eso, abusaste de él —gritó la molesta y alterada oficial—. Sí, es verdad… él te falló, pero no creo que algo así ameritara semejante bajeza de tu parte. —Peeta no dejo de llorar, mirando fijamente a Johanna, temblando sin poder controlarlo—. Y no conforme con eso te haces el dolido, el humillado, cuando fue al revés.

—No… no es así… —gritó el alterado muchacho, apretando las manos en un puño, a cada lado de su cuerpo—. No era yo… estaba dolido, me sentí traicionado y Gale…

—Gale lo único que hizo fue amarte… la culpa de todo esto la tiene Katniss, ¿y qué hiciste tú? —preguntó Johanna, acercándose más a Peeta—. Preferiste quedarte con ella. —El chico negó con la cabeza.

—No es así… yo me quedé aquí por mi hijo, si estoy junto a Kats es por Galpeet. —Johanna bufó por la nariz.

—Menudo nombre que le han puesto al enano. —Johanna rió, mientras Peeta se limpió las lágrimas—. Seguro que fue la ridícula de Katniss quien le puso semejante nombre.

—No fui yo… —contestó Katniss, desde la puerta de la cocina, la cual daba a la sala principal—. Fue Peeta, yo simplemente quise complacerle. —Aquello asombró tanto a Johanna que ambos ex tributos pudieron darse cuenta de ello—. Ahora vete, esta es mi casa y no quiero ver tu indeseable cara por aquí. —Johanna no dejó de mirar retadoramente a Katniss, quien mecía de un lado a otro al niño, observando cómo Peeta recogió el cuchillo, colocando el vaso de la licuadora en el soporte para mezclar todos los ingredientes.

—Me largo, pero no porque tú me lo pidas. —Peeta esperó a que la oficial se retirara para encender la licuadora, observando como Johanna comenzó a retroceder hacia la puerta trasera—. Me voy porque no quiero ver como ustedes dos siguen fingiendo ser una maldita familia feliz, mientras mi capitán sufre por ustedes.

—¡Oh sí, claro! —espetó Katniss, acercándose a Peeta—. De seguro esta noche sufrió mucho entre tus brazos.

—Te equivocas —espetó Johanna acercándose nuevamente a ellos—. Gale no se quedó a dormir en casa de su madre. —Peeta intentó mantenerse al margen de esa disputa, pero se le hacía imposible, volteando a ver a la ofuscada oficial—. Él prefirió quedarse a dormir en las ruinas, antes que venir a importunar a la “señora Everdeen” y al “gobernador Mellark”. —Soltó aquellas últimas palabras con total ironía.

—¿Qué?... —preguntó Peeta, apartándose de la encimera donde preparaba el batido, acercándose a Johanna—. ¿Qué has dicho? —La joven oficial pudo apreciar el desconcierto en el rostro del muchacho, quien le exigió por tercera vez que le notificara donde demonios se había quedado a dormir Gale.

—Que Gale se quedó a dormir en las ruinas… ¿No escuchaste? —espetó de mala gana la oficial, acercándose nuevamente a la puerta para retirarse—. Dijo que quería dormir por última vez allí antes de que nos fuéramos. —El corazón de Katniss pudo sentir todo el desasosiego que le atenazó el alma, al corroborar al fin los verdaderos sentimientos de Gale para con Peeta, mientras que el corazón del muchacho parecía estar a punto de salírsele por la boca, no solo ante lo que las palabras de Johanna le causaban a su adolorida alma, sino al darse cuenta en el enorme peligro que corría Gale, preguntándole después de acercarse a ella, aferrándola de la chaqueta militar.

—¿Y no ha vuelto? —Johanna negó con la cabeza, sacudiéndose las manos de Peeta de mala gana.

—No… iba a buscarlo justo ahora, el aerodeslizador nos debe estar esperando en la plaza. —Peeta no pudo dejar de temblar, cubriéndose el rostro completamente aterrado—. ¿Qué ocurre? —preguntó la chica, bastante extrañada, mientras Katniss siguió meciendo al niño, quien estaba comenzando a molestarse ante el hambre que tenía.

—Yo… yo mandé a destruir las ruinas.

—¿Qué? —preguntaron ambas mujeres al unísono.

—¿Cómo que mandaste a destruir las ruinas? —preguntó Johanna, con el rostro completamente aterrada.

—Yo… —Peeta trató de hablar, intentando controlar sus nervios—. Yo quería deshacerme de ese lugar, yo solo… —Sus lágrimas volvieron a irrumpir de sus aterrados ojos—… solo quería borrar aquel mal recuerdo… Dios mío no puede ser. —Peeta corrió hacia la sala, exigiéndole a Katniss y a Johanna desde la puerta principal—. Avísenle a Haymitch y a Effie… yo trataré de detenerlos. —Salió como alma que lleva al diablo, sin poder dejar de llorar, mientras ambas chicas se contemplaron, Katniss con el rostro descompuesto y Johanna con una amplia y socarrona sonrisa.

—¿De qué te ríes? —preguntó Katniss, al ver la socarrona y maliciosa sonrisa de Johanna.

—De ver como el pancito sigue amando a mi capitán después de todo. —Caminó hacia la licuadora y echó a andar el motor para entremezclar todo los ingredientes, mientras el niño se hacía cada vez más molestoso ante el hambre.

—¿Y no piensas hacer nada?... Gale está en peligro —alegó Katniss después de que el motor de la licuadora se detuvo, sacando el biberón de uno de los estantes, colocándolo sobre la encimera.

—Sé que no lo está —acotó ella con una amplia sonrisa, llenando el biberón con el espeso preparado—. No sabía lo que Gale se tramaba hasta ahora. —Le entregó el biberón a Katniss exigiéndole que se lo diera para que se callara, ya que Johanna no era de tener paciencia con los berrinches de los niños—. Ten, a ver si así se calla. —Katniss la fulminó con la mirada, sentándose en una de las sillas de la cocina, comenzando a alimentar al niño, sin dejar de mirar a Johanna—. Gale quería que yo le hiciera saber a Peeta que él se había quedado a dormir en las ruinas.

—¿Y eso para qué? —Johanna rodó los ojos de mala gana.

—¿A parte de descerebrada también eres bruta? —Katniss quería atestarle el biberón a Johanna en la cabeza, conteniéndose al ver como el infante no iba a permitir por nada del mundo que su madre lo despojara de aquel delicioso batido, el cual mantuvo aferrado con ambas manos—. Sé que él no va a quedarse dentro para que las ruinas le caigan encima, tarada. —Johanna tomó asiento en la otra silla, comenzando a comerse los huevos que Peeta había dejado abandonados en la mesa—. Solo quiere probar su teoría, corroborando su amor por él, nada más.

Katniss elucubró sobre el modo en el que Gale hacía las cosas con Peeta, como trataba por todos los medios de que el chico lo perdonara, empujándolo a buscarlo al ver el peligro que corría, observando al pequeño entre sus brazos.

—Tu padre biológico y el adoptivo se aman entre sí, Galpeet… y tal parece que tú no le importas a ninguno de los dos. —Johanna bufó por la nariz, frunciendo el ceño.

—No seas estúpida, Katniss. —Aquello hizo que la aludida mirara nuevamente a Johanna de mala gana—. Gale le preguntaba todo el tiempo a Haymitch y a Effie por el niño. —Señaló la silla donde solía comer el infante—. Esa silla la compró él y casi todo lo que Effie y Haymitch le han regalado al pequeño. —Katniss contempló al niño, quien estaba a punto de terminarse su batido—. Y ellos siempre le enviaban fotos de Galpeet a Gale.

—¿Pero por qué no volvió? —preguntó Katniss, dejando el biberón, ya vacío sobre la mesa—. Galpeet no necesitaba de regalos, el necesitaba de su padre. —A lo que Johanna acotó, levantándose de su asiento, rebuscando entre los estantes de la cocina.

—Gale ya sabía que Peeta le estaba dando al niño todo el amor de padre, él no quería quitarle esa dicha, sintió que le había robado la felicidad al panadero, así que simplemente dejó que el chico disfrutara de algo que a él no le pertenecía. —Katniss colocó al niño sobre su hombro, dándole golpecitos en la espalda para que el infante dejara escapar los gases acumulados en su interior—. Gale jamás deseó a ese bebé. —La oficial extrajo una botella de aguardiente y un par de pequeños vasos de vidrio de la alacena—. Y no es que no lo quiera por eso, simplemente que se sintió culpable, ya que Peeta sí lo deseaba con todo su ser. —Se sentó nuevamente junto a Katniss, quien miró algo extrañada como la chica sirvió dos vasos de licor, extendiéndole uno a ella.

—Me sigue pareciendo injusta su actitud. —Johanna se encogió de hombros.

—Pues tú y yo estamos demás en esta historia de amor, Katniss. —Levantó su tragó, golpeando el vaso en contra del de Katniss, quien aún no se disponía a tomar el suyo—. Así que si nos parece justo o injusto es irrelevante, salud. —La joven ex tributo no dejó de darle golpecitos al niño en la espalda, observando como la oficial bebió de un solo golpe el trago, arrugando la cara—. Tú quieres con Gale, yo quiero con Gale y el pancito también quiere con Gale… pero Gale solo quiere a uno de los tres y esa no somos ni tu ni yo, descerebrada, así que bebe… que lo único que nos queda es embriagarnos y despecharnos, porque lo que soy yo no me pienso meter a lesbiana y menos contigo.

Katniss puso los ojos en blanco, y aunque lo que menos deseaba era embriagarse con la detestable oficial, tomó el vaso de licor, bebiendo tan solo la mitad del líquido, arrugando tanto la cara que Johanna terminó soltando una risotada, alegando a continuación.

—Por los viejos tiempo. —Sirvió otro vaso de licor para ella—. ¿Recuerdas cuando nos drogábamos juntas? —Katniss asintió, acomodando nuevamente al bebé entre sus brazos, el cual se había quedado dormido, recordando cuando Johanna se colaba hasta su habitación en el distrito trece y robaba un poco de la morfina que le inyectaban a la joven sinsajo, vía endovenosa—. Pues bebamos a la salud de Gale y de Peeta, el par de sementales que se rehúsan a fornicar con las hembras de la camada, prefiriendo cachearse entre ellos. —Aquello no solo consiguió que Katniss riera, sino que tomara el vaso de licor, brindado con la sonriente oficial.

—Salud. —Ambas bebieron al mismo tiempo, siendo Johanna la que jadeara de gusto, mientras Katniss volvió a arrugar la cara ante el fuerte sabor del licor, intentando controlar aquel estremecimiento que le causaba la bebida.

Una estruendosa explosión sobresaltó no solo a ambas chicas, el infante brincó, removiéndose incómodo entre los brazos de su madre, la cual observó a Johanna, quien sonrió alegando a continuación.

—Espero que el pancito haya llegado a tiempo. —Sirvió nuevamente un par de tragos, tomando el suyo, mientras Katniss alzaba el de ella, esperando la acotación de Johanna—. No me luce el negro y detesto los funerales militares. —Ambas rieron, brindando una vez más, bebiendo del fuerte licor, intentando olvidar a un hombre que solo tenía ojos para una sola persona… para Peeta Mellark.

 

El joven gobernador no dejó de correr hacia las minas, imaginando que a lo mejor, el ingeniero Mahony ni siquiera se había dignado a ejecutar la orden dada por él, al tener tanto trabajo que hacer en aquel lugar, pero al llegar, uno de sus hombres le indicó al muchacho que su jefe se había adentrado al bosque para demoler las ruinas que se rehusaban a sucumbir ante el clima y el tiempo, consiguiendo que Peeta comenzara a temblar, preguntándole si se podía comunicar con Mahony para que detuviera la demolición.

—Déjeme llamarlo. —Peeta asintió tratando de calmarse, pero su cuerpo comenzó a temblar ante las posibles consecuencias de sus infantiles actos, paseándose de un lado a otro, observando como el hombre que el ingeniero había dejado a cargo en las minas, comenzó a tratar de comunicarse con su superior, pero al parecer no le contestaba, desistiendo de intentarlo por segunda vez, acercándose al gobernador—. Parece tener su holográfono apagado.

—Pues envíele un mensaje a su comunicuff, exigiéndole que detenga la demolición. —El hombre asintió, observando como Peeta comenzó a correr rumbo a las ruinas, rogando porque algo atrasara el trabajo del ingeniero o que Gale hubiese abandona a tempranas horas de la mañana, las ruinas.

Se adentró al bosque y siguió zigzagueando entre la maleza del espeso terreno boscoso, tratando de no caer al suelo, al tropezar con el extenso follaje que sobresalía del suelo, percatándose a la distancia, de cómo los hombres del ingeniero, se encontraban escondidos entre los árboles que rodeaban las ruinas, cubriéndose los oídos con ambas manos.

—¡Alto… deténganse!... —Pero justo en ese momento, una fuerte detonación hizo volar por los aires las ruinas que tanto les había ayudado a entregarse el amor que no podían profesarse abiertamente, consiguiendo que el joven Mellark saliera expulsado hacia atrás, cayendo aparatosamente al suelo—. Noooo… —Un intenso dolor se apoderó de su pecho, como si un fierro al rojo vivo se hubiese clavado dentro de él, destrozándole el corazón—. ¡Gaaaale!... —gritó hasta quedarse sin aire comenzando a llorar.

—¡Gobernador Mellark! —exclamó el ingeniero, corriendo a socorrer a Peeta, mientras los obreros comenzaron a salir de sus escondites, tapándose el rostro ante el polvo y la nube de humo que se creó ante la detonación de la pólvora desde el interior de las ruinas—. ¿Está bien?... ¿Qué hace aquí? —Trató de levantar a Peeta, pero el chico se encontraba completamente alterado e inerte sobre el suelo, temblando sin control alguno—. ¿Ha sufrido algún daño?... ¿Está herido?... Por favor respóndame.

Peeta trató de tomar compostura, levantándose con ayuda de Mahony, quien lo contempló de arriba hacia abajo, tratando de salir de dudas, al imaginarse que las lágrimas del muchacho eran por alguna posible lesión, observando como el joven Mellark no pudo apartar sus ojos de todo aquel destrozo, sintiéndose miserable ante aquel orgulloso y estúpido deseo de destruir el lugar.

—Di… Dígame que revisaron primero el interior antes de destruirlo. —El ingeniero Mahony asintió.

—Por supuesto, señor. —Peeta dejó de contemplar las demolidas ruinas, observando al aún, consternado hombre—. Íbamos a volar todo desde adentro, señor… debíamos entrar primero.

—¿Y había alguien? —Mahony asintió una vez más, señalando hacia su derecha.

—Así es… el capitán Hawthorne se encontraba dentro. —Peeta recorrió todo el largo del extendido brazo del hombre, hasta llegar a su dedo índice, sin deseo alguno de ver a la persona que el ingeniero estaba señalando, volteando lentamente para ver el sonriente y por demás entretenido rostro de Gale, quien intentaba apretar los labios para no reír, pero la dicha que lo embargaba al ver la magistral llegada de Peeta junto a su cara de total terror, lo estaban llevando justo a la gloria.

“Eres un reverendo hijo de puta”, pensó Peeta deseando arrojársele encima y borrarle la estúpida y odiosa sonrisa que trataba de ocultar sin éxito, bajando su avergonzado rostro, al sentir como todos los obreros le miraban, sin poder entender qué demonios ocurría—. Yo… —Peeta no supo qué decir a su favor—. Yo pensé que… —Alzó la mirada, limpiándose rápidamente las lágrimas.

—¿Pensó que habíamos volado todo sin revisar antes? —Todos los hombres de la construcción rieron ante aquello—. ¿Por quién me toma, señor gobernador? —Peeta se percató de cómo Gale fue acercándose a ellos, deseando que no lo hiciera, ya que lo que menos tenía el joven en ese preciso momento era paciencia.

—No sé… pensé que lo demolerían desde afuera, con… con maquinas, yo qué sé… —Los hombres volvieron a reír, al igual que el ingeniero.

—Tardaríamos más. —Peeta asintió—. Es más fácil volarlo con dinamita. —Los obreros comenzaron a recoger sus cosas, justo cuando Mahony les ordenaba limpiar todo el lugar y despejar la zona para retomar sus deberes en la mina, enfocándose nuevamente en Peeta—. ¡Bien!... ya está hecho, espero que no se haya arrepentido a última hora. —El joven Mellark negó con la cabeza.

—No, no… todo está bien. —Mahony asintió regalándole una afable y complaciente sonrisa a Peeta, palmeándole el hombro.

—Genial… con su permiso, regresaremos a las minas. —Peeta asintió, observando como el amigable hombre se acercó a Gale, estrechándole la mano—. Gracias por ayudarnos, capitán.

—Ni lo mencione. —Mahony se despidió de ellos, dejando a Gale y a Peeta a solas, siendo ese preciso momento uno de los más incómodos, en donde no se sabe si salir corriendo o simplemente escupir todo el veneno que te hierve en las entrañas, siendo el joven gobernador quien optara por la primera opción, dándole la espalda a Gale, a punto de retirarse sin decir ni una sola palabra, maldiciéndole internamente, siendo el capitán quien hablara.

—Gracias por preocuparte por mí. —Aquello consiguió que Peeta se detuviera, girando su rostro como si su cuerpo hubiese sido poseído, clavando sus desdeñosos y coléricos ojos en Gale—. Sé que ahora tienes esa cara de psicópata y presiento que el muto está a punto de escupir fuego por la boca, pero… —Gale se aclaró la garganta y prosiguió—… Vi cómo llegaste, cómo gritaste que se detuvieran y cómo tu rostro denotó todo el dolor que sentiste al creerme muerto. —En efecto, el rostro de Peeta parecía transformarse con cada palabra, dejando al descubierto toda su rabia y su desprecio ante la sucia jugarreta que Gale le había hecho, para dejar en evidencia sus sentimientos hacía él.

—Yo ya estoy cargando una culpa muy grande dentro de mí. —Gale no dejó de verle a los ojos, percatándose de cómo Peeta parecía estar a punto de arrojarle alguna especie de maldición con la mirada—. No quería cargar otra culpa a cuestas, ya que fui yo quien exigió que destruyeran las ruinas. —Gale asintió, acercándose al muchacho, quien se apartó rápidamente de él.

—Sí, tienes razón, pero si tu indiferencia fuese mayor a tu amor por mí, no hubieses sido tan irracional, hubieses pensado con claridad y no estarías haciendo el ridículo como lo estás haciendo justo ahora. —Peeta pretendió atestarle una bófeta, pero Gale se la detuvo en el aire, aferrando al chico con fuerza, intentando causarle el mayor daño posible, solo para demostrarle que él podía ser más fuerte que el muto, y que si no lo detuvo la primera vez, era porque él así lo había decidido, pero ahora, pensaba ponerlo a raya.

—Suéltame, infeliz. —Peeta pretendió zafarse del imponente aferró de Gale, pero el soldado no tenía la menor intención de soltarlo.

—Puedes hacer todo tu maldito berrinche… —Gale lo zarandeó un poco para demostrarle la fuerza que tenía por sobre la de él—. Puedes hacerte el que me odias, pero yo sé muy bien cuánto me amas. —Peeta negó con la cabeza, mirando la imposición de Gale por sobre la suya—. Y eso es tanto como yo te amo a ti. —El aterrado joven trató de ver si alguno de los obreros y constructores les estaban escuchando, percatándose de cómo algunos les miraban, sin tener la más mínima certeza de lo que realmente hablaban.

—Cállate…

—No, Peeta… ya no me callaré nunca más. —Los ojos de Peeta pasaron de hito en hito por sobre los soberbios ojos de Gale, quien no apartó ni por un segundo su imponente mirada de la de el joven Mellark—. Ya no me importa que sigas actuando que me odias, puedes descargar toda tu rabia sobre mí, que yo sé de sobra que mientras más me demuestres desprecio es porque más me amas. —Soltó bruscamente el brazo de Peeta, quien cayó al suelo sin poder dar tregua a lo que sus oídos escuchaban y lo que sus ojos contemplaban con una vidriosa y tímida mirada.

—¿Todo está bien? —preguntó el ingeniero Mahony, acercándose nuevamente a ambos jóvenes.

—Sí, sí… todo bien… —respondió Gale con una amplia sonrisa, dándose la vuelta—. El señor gobernador se tropezó. —Se inclinó para ayudarlo a levantarse, pero Peeta se incorporó rápidamente del suelo, intentando mantener una distancia considerable entre él y Gale.

—Estoy bien… no necesito ayuda… —Peeta se sobó el brazo que Gale le había atenazado, justo donde la piel le había quedado ardiendo—. Estoy perfectamente, me retiro. —El ingeniero asintió despidiéndose nuevamente del gobernador, siguiendo con su trabajo de remover todos los escombros, mientras otro grupo recogían las herramientas para marcharse lo antes posible.

Peeta se maldijo internamente, odiándose y deseando golpearse a sí mismo por su estúpida actitud; sin duda no había sido racional y se había dejado llevar por sus sentimientos, demostrándole a Gale cuanto lo amaba.

“Más idiota y muero de decepción”, pensó Peeta sin dejar de caminar, sobándose aun el dolido brazo. “Patético, eso es lo que eres, un completo estúpido, caíste en su trampa como una insulsa mosca sobre su telaraña”. En la distancia se dejó apreciar el borde que dividía el bosque del distrito doce, escuchando el crujir de las ramas a su espalda, girándose rápidamente para contemplar como Gale le seguía. “¡Oh… Genial, ahora no dejara de molestarme”. Peeta apresuró el paso, saliendo rápidamente del bosque, caminando hacia la Aldea de los Vencedores.

Gale por su parte le contempló sin dejar de sonreír y de sentirse pleno. Sí… era cierto, había sido duro con él, pero ya era hora de dejar de ser el patético hombre que se dejaba pisotear tan solo para obtener su perdón, ya que una cosa era acceder cuando se necesitaba un poco de entrega de ambas parte y otra muy distinta doblegarse una y otra vez hasta la humillación y solo recibir golpes y maltratos sin obtener ni un poco de condescendencia.

“El muto me teme, eso es bueno”, pensó al recordar como el rostro de Peeta cambió considerablemente ante su imposición por sobre la de él. “Ya tenía control sobre su ser de una forma distinta”. Gale recordó que cada vez que lo besaba el muto se alejaba. “Ahora sabes que también puedo contigo, y que solo te dejé ganar una batalla por el amor que siento por Peeta, pero no fui nombrado capitán porque sí, así que más te vale que te mantengas a raya conmigo, maldito muto, porque esta guerra entre tú y yo la pienso ganar yo y me quedaré con Peeta y tú te irás para siempre de su vida”. Peeta volteó a verle, consiguiendo de Gale una afable y complaciente sonrisa, haciéndole una reverencia.

“¡Serás idiota!”, pensó el chico sin dejar de caminar y acelerar el paso, pero para lo que el joven Mellark eran tres pasos, para Gale era solo una zancada, manteniendo entre él y el molesto muchacho, una considerable distancia, dándole su espacio personal, demostrándole que a pesar de todo le respetaba.

Llegaron a la entrada de la aldea, donde Peeta volvió a voltear el rostro para verle, encontrándose esta vez con un serio semblante, mirándole fijamente, consiguiendo que el joven gobernador se detuviera, gritándole desde la distancia.

—Deja de seguirme.

—No le estoy siguiendo, vine a visitar a mi madre. —Peeta deseó insultarle y alegar que no le creía, pero simplemente siguió caminando al ver como Gale no se detuvo, acortando la distancia entre ambos, comenzando a alejarse de Peeta, pretendiendo acercarse a la casa de su madre, pero el estruendoso ruido del vidrio al romperse, junto al llanto del niño, activaron tanto los reflejos del soldado como los de Peeta, quienes corrieron hacia la casa que ambos ex tributos compartían, siendo el gobernador el primero en entrar a toda velocidad.

Peeta se detuvo en medio de la sala, observando la peculiar reunión que había en su casa, donde Haymitch les servía un par de tragos a una sonriente Katniss y a una vivaz  Johanna, mientras Effie siseaba y mecía al lloroso infante, quien al parecer, solo se había asustado con la botella vacía de licor que se había caído de la mesa central, donde los tres parecían estar muertos de las risas por alguna extraña razón.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó Peeta, observando toda la escena, siendo Haymitch quien se levantara de su puesto, alzando su vaso.

—Ven… yo se los dije… —comentó el embriagado hombre al trío de mujeres—. Que los sinsajos solo estaban resolviendo sus diferencias. —Peeta se dio cuenta de cómo Haymitch observó a sus espaldas, percatándose de que Gale le había seguido hasta la casa.

—Yo no estaba resolviendo nada con nadie. —Las dos divertidas y por demás embriagadas mujeres, soltaron sus risotadas, contagiando a Haymitch, quien sonrió festejándoles las risas a las chicas—. Fui a que este idiota no quedara aplastado como lo que es… —A lo que Gale respondió.

—¿Como un insecto? —Peeta le afirmó que así mismo era—. ¡Oh, vaya!… Gracias. —El joven Mellark, le volteó los ojos de mala gana.

—¡Sí… claro!… —acotó Johanna, tratando de incorporarse del sofá sin caerse—. En el modo en el que saliste corriendo de aquí lo más seguro fue que te le arrojaras a los brazos y lloraras sin control alguno. —La impertinente oficial comenzó a gimotear fingidamente, abrazándose a Peeta, quien trató de quitársela de encima sin éxito alguno.

—¿Johanna?... basta… —le exigió Gale, tratando de quitársela de encima a Peeta, el cual estaba con cara de pocos amigos—. En lo que lleguemos al Capitolio tendrás veinticuatro horas de detención como castigo.

—¿Por qué? —preguntó ella bastante asombrada, mientras Katniss no dejo de reír como idiota, siendo Haymitch el único que se regocijara con las burlas de la embriagada muchacha.

—Porque estás de servicio y no tenías permiso de emborracharte. —Peeta logró al fin apartarse de la molesta oficial, quien fulminó con la mirada a Gale, el cual no dejó de observarla retadoramente.

Peeta se acercó a Effie, quien le sonreía dulcemente al niño, el cual había dejado de llorar, jugando con las cuencas de su largo collar de pedrería, llevándoselo a la boca.

—¿Cómo has dejado que esto ocurra? —preguntó Peeta, tratando de sacarle el collar de la boca a Galpeet, pero el niño parecía estar dentando, masticando con total deleite los adornos que guindaban al final de este, rascándose las encías.

—Cariño, intentar quitarle una botella de licor a Haymitch es como lo que tú tratas de hacer con Galpeet justo ahora… es imposible. —Peeta negó una y otra vez con la cabeza, girando el rostro para contemplar como Johanna discutía con Gale y Katniss le daba otro trago a la bebida, siendo Haymitch quien le llenara nuevamente el vaso.

—Basta, Haymitch. —Se apartó de Effie, acercándose a Katniss, quien estaba a punto de beber nuevamente del fuerte licor, manoteándole el vaso, consiguiendo que este cayera sobre el sofá, derramando todo el contenido en la tapicería.

—¿Pero qué te pasa? —preguntó la molesta muchacha, tratando de enfocar su pérdida mirada sobre Peeta.

—¿Qué demonios te pasa a ti? —preguntó él en un tono molesto, mirando desdeñosamente a la muchacha—. Tienes un bebé pequeño y en vez de estar pendiente de él, te pones a beber con este par de irresponsables. —Peeta señaló tanto a Johanna como a Haymitch, quienes le miraron con el ceño fruncido, ante el insulto, mientras Katniss se levantó del sofá, tambaleándose de un lado a otro, señalando al muchacho.

—No te atrevas a llamarme irresponsable, cuando el único irresponsable aquí eres tú. —Peeta no dejó de verle de malas, mientras el serio soldado, Johanna y todos los presentes, contemplaban la escena—. Te fuiste y me dejaste sola como lo hizo este infeliz la noche del nacimiento de su hijo. —Señaló a Gale, quien no hizo el más mínimo gesto ante aquello—. Así como él corrió detrás de ti. —Las risas de Katniss se transformaron lágrimas y la rabia de Peeta en vergüenza, bajando la mirada—. Me dejaste con ella. —Señaló a Johanna—. Quien me demostró que no soy la única que sufre por culpa de lo que ustedes dos tuvieron. —La aludida abrió grande los ojos, mirando a Gale.

—Aaammm... Eso no es del todo cierto. —Johanna se hizo la desentendida—. Yo lo que dije fue que…

—Basta Johanna… —le exigió Gale a la embriagada oficial—. Nosotros nos vamos… —acotó el soldado, aferrando a la oficial por el brazo—. Ya bastante hemos incomodado al gobernador y su… esposa. —Peeta rodó los ojos, ante aquello, tratando de restarle importancia a sus hirientes palabras—. Con su permiso…

—¿Vas a huir de nuevo? —preguntó Katniss a Gale—. ¿Te vas a ir sin ni siquiera voltear a ver a tu hijo?

—Ya basta, Katniss.

—No… —La molesta chica se sacudió del agarre de Peeta, tambaleándose peligrosamente a punto de caer al suelo—. Suéltame… —Se apartó de él. —Johanna me ha dicho que fuiste tú quien le compró todas esas cosas que ellos le han regalado. —Los ojos de Gale y de Peeta se encontraron en la distancia, contemplándose por primera vez en mucho tiempo, como lo habían hecho en el pasado, muy intensamente—. Pero lo que él realmente necesitaba era de ti. —Gale negó con la cabeza.

—Él necesitaba un padre y Peeta es el mejor padre que Galpeet puede llegar a tener, yo de todos modos no iba a poder estar siempre con él, tengo mi carrera militar, la cual no pienso dejar, pero Peeta al ser el nuevo gobernador, no solo le daría estabilidad emocional al niño, también le labraría un futuro mejor del que yo le puedo ofrecer, ¿no te das cuenta aún, Katniss?... lo que tú ves como simple egoísmo, para mí es la más dura decisión que he tenido que tomar. —Todos se encontraban inertes, observando cómo Gale se quebró delante de todos—. Yo no podré ser un padre a tiempo completo como lo es Peeta, y si el niño es quien le da a él el equilibrio mental que necesita, haciéndole feliz, ¿quién demonios soy yo para volver a arrebatarle la felicidad que el tanto estaba buscando contigo?

No solo Gale estaba llorando en aquel preciso momento, Peeta no pude dejar de llorar, observando al absorto infante jugar con el collar de Effie, la cual también intentaba contener sus lágrimas, al igual que ambas chicas, mientras que Haymitch puso su mejor cara de velorio ante lo que estaba pasando.

—No esperaba menos de mi hijo. —La voz de Hazelle se dejó apreciar en la casa como un bálsamo relajante y gratificante, el cual no solo calmó el adolorido pecho de los presentes, Gale se arrojó a los brazos de su madre, pidiéndole perdón por haberse ido de aquel modo, abandonándoles a todos—. No tienes que disculparte, amor… yo entiendo perfectamente todo lo que sientes. —Peeta bajó la mirada, como siempre ocurría cuando la madre del muchacho se encontraba cerca y a punto de decir lo que pensaba de todo aquel asunto entre su hijo y él, sintiéndose avergonzado—. Y aunque aún no sé lo que ocurrió entre tú y el joven Mellark el día del alumbramiento de Katniss, yo apuesto a la sensatez de Peeta y se pueda dar cuenta de lo que mi hijo está haciendo por él.

Madre e hijo se aparataron el uno del otro, mirándose a la cara con una amplia sonrisa, mientras Peeta no pudo levantar su rostro y mucho menos decir ni una palabra a su favor o en contra de Gale, aferrando a Katniss por el brazo, intentando llevársela al cuarto de baño.

—Ven aquí, Katniss… vamos a quitarte esa borrachera. —La chica no opuso resistencia, ya que su rostro se estaba comenzando a poner verde y los labios pálidos, corriendo entre tropezones al baño, vomitando dentro del escusado.

—Mira, Gale… ¿No es bello? —Peeta se detuvo en la puerta del baño, observando como la chica regurgitaba arrodillada en el suelo, volteando lentamente el rostro para ver como Hazelle le había quitado el bebé a Effie, incitando a Gale a que lo tomara entre sus brazos.

—Mamá… no creo que…

—Tómalo, Gale… si Peeta realmente te ama como alguna vez tú lo creiste ciegamente al punto de cambiar tus gustos sexuales, él entenderá. —Pero Gale no tenía la más mínima intensión de tomar al niño entre sus brazos sin la aprobación del muchacho, mirando fijamente a Peeta a la espera de dicho permiso.

El serio y por demás vencido joven no dijo nada, simplemente contempló a Gale, asintiendo levemente con la cabeza, introduciéndose en el cuarto de baño, tratando de ahogar las inmensas ganas de llorar, acercándose a la tina para llenarla y que así la chica se duchara y lograra espantar esa horrible borrachera que la consumía.

Gale no pudo dejar de llorar, al fin tenía por primera vez a su pequeño hijo, el cual no dejó de jugar con el collar de la mujer, la cual tuvo que desprenderse del costoso adorno en su cuello ante la reticencia del infante a soltarlo.

—Hola, Galpeet… hola, bebé… —saludó el soldado con voz suave y cariñosa sin poder dejar de llorar, mientras que su madre, Haymitch y Effie le observaban con una amplia sonrisa, dejándose apreciar los leves ronquidos de Johanna, la cual se había quedado dormida en el sofá, siendo su amado capitán quien agradeciera que la chica ya no molestara, ignorándola por completo—. Eres hermoso, bebé… muy hermoso… —Gale le dio un beso en la frente, tratando de mantenerlo cómodo entre sus brazos, siendo Haymitch quien rompiera el mágico momento, aunque no con una de sus impertinencias.

—¿Y bien? —preguntó en voz baja—. ¿En qué quedaron? —Gale le dio una fugaz mirada a su madre, ya que ella no sabía lo que ellos se estaban tramando para lograr que Peeta lo perdonara y volviera con él.

—En nada… Él sigue odiándome… —Rodó los ojos—. Bueno… más bien haciéndose el que me desprecia a morir.

—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Haymitch con una socarrona sonrisa cómplice.

—Pues lo que acordamos. —El sonriente ex mentor asintió—. La fase dos del plan… —Haymitch le palmeó el hombro, notificándole a continuación.

—Esa es la actitud. —Hazelle observó a Gale y luego a Haymitch, fulminándole con la mirada.

—¿Qué se están tramando? —Su hijo se hizo el desentendido hablándole al niño, quien le contemplaba fijamente, como si aquel rostro o aquella voz le pareciera familiar, ensimismado con su padre biológico, siendo Haymitch quien respondiera su interrogante.

—Que ambos sinsajos sean felices. —Ella bajó la mirada, preguntándole a su hijo si tenía pensado seguir adelante con aquella relación, sin importarle nada.

—Hablaremos de eso en privado, mamá… ¿vale? —Ella no dijo nada, tomando al infante entre sus brazos, quien no dejó de ver a Gale a pesar de estar en otros brazos.

—¿Peeta?... Me llevo al niño a la casa hasta que Katniss o tú estén en condiciones de atenderlo… ¿Está bien? —El joven asintió verbalmente desde el baño, donde Katniss comenzó a gritar que el agua estaba fría, soltando improperios a diestra y siniestra—. Te espero en la casa. —Gale asintió, comenzando a caminar detrás de su madre, observando dormir a Johanna.

—¿Vamos a dejarle las dos borrachas a Peeta? —Haymitch se encogió de hombros, justo cuando Effie salió de la casa tras Hazelle y el niño, o mejor dicho, tras su costoso collar.

—Déjala… no creo que se despierte, y si lo hace, pues que lidie con las dos… él tiene la culpa. —Gale preguntó por qué Peeta tenía la culpa de la embriaguez de ambas chicas—. Ellas se embragaron por ti, porque ninguna de las dos se quedó con tu amor, siendo Peeta el culpable de eso. —El joven soldado trató de no reír, alegando que con Katniss bastaba para molestar a Peeta, echándose el inerte cuerpo de Johanna sobre sus hombros, la cual ni se inmutó ante aquello—. ¿Y entonces?... ¿Hablarás con Plutarch para la segunda fase del plan de reconciliación? —Gale asintió completamente decidido.

—Sí, así es… —alegó saliendo al fin de la casa, dejando a Katniss y a Peeta lidiar con la espantosa borrachera de la muchacha, mientras el capitán se llevaba a cuestas a Johanna para recostarla en su cama y que así no molestara a nadie—. Hablaré con Plutarch. Si la presidenta Paylor nos apoya y no nos quitará a ninguno de los dos nuestros cargos, pues… —Suspiró, deteniéndose en la puerta de su casa, acomodando sobre sus hombros a la pesada oficial—… Lo haré… —Haymitch aplaudió por demás complacido—. Tú solo encárgate de que él lo vea, yo me encargaré de hacer mi parte.

—Sin miedo.

—Sin miedo, Haymitch. —Se sonrieron el uno al otro. —El único miedo que tengo es pasar el resto de mi vida sin Peeta y sin mi hijo, mendingando el amor de ambos. —Haymitch le palmeó el hombro, justo cuando Johanna comenzó a devolver todo el licor y el desayuno que había ingerido sobre la espalda de Gale, quien cerró los ojos con pesar, tratando de controlar el desagrado que las regurgitaciones de la oficial Mason causaban en él—. ¡Maldición! —El asqueado ex mentor arrugó la cara, al ver el desastre que la chica había hecho sobre su uniforme.

—Bueno… te dejo. —La chica volvió a vomitar—. Odio tener que lidiar con personas que no saben beber. —Gale lo fulminó con la mirada, consiguiendo una estruendosa carcajada de parte del embriagado hombre, quien se alejó de él, regresando a su casa, la cual se encontraba entre la de Katniss y la que había sido de Peeta y que ahora, era de la familia Hawthorne.

Los hermanos del soldado salieron a su encuentro, pero al ver el desastre que Johanna había causado sobre Gale, desistieron de abrazar al muchacho, cubriéndose la boca ante el asco que aquello les causaba, mientras Gale entró rápidamente a la casa, dejando a Johanna dentro de la tina, abriendo el pomo de la regadera, dejando que el agua fría trajera de vuelta a la inconsciente oficial, deshaciéndose rápidamente de su uniforme, pidiéndole a su madre que le trajera una muda de ropa, tanto para él como para Johanna.

Gale no pudo dejar de pensar en Peeta, en todo lo que había ocurrido desde su regreso al distrito doce y sobre lo que ahora estaban padeciendo al mismo tiempo, ya que el joven Mellark se encontraba lidiando con una embriagada Katniss, quien de seguro le seguiría reprochando una vez más todo lo ocurrido, mientras que él intentaba asear a una molesta y por demás ofuscada Johanna, la cual le arrojó el húmedo uniforme a su capitán, aquel que trataba de que la chica no terminara ahogada dentro de la tina, imponiéndose por sobre su rabia.

Tanto Gale como Peeta ayudaron a sus respectivas chicas, los dos trataban de ser el consciente hombre que les demostraba que a pesar de todo, ellos estarían siempre allí para ellas, pero el amor… aquel que ambos sinsajos se profesaron en el pasado, seguía latente dentro de ellos, y eso era algo que nadie iba a poder arrebatarles, siendo la verdadera fuente de energía para que el par de amantes, aguantaran todo lo que estaban soportando sin rezongar.


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