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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 19 __

Dos largos meses transcurrieron después de lo ocurrido en las ruinas entre Gale y Peeta. El soldado se encontraba con deseos de que su gran oportunidad de demostrarle a Peeta cuánto lo amaba llegara lo más pronto posible, pero había un tiempo de espera y un cupo disponible para aquella única y controversial ocasión, deseando que todo saliera a pedir de boca, recordando que por lo menos tenía el apoyo de sus seres queridos y sobre todo de la presidenta.

Pero el momento había llegado, Paylor le había dado el día libre, tanto a Gale como a Plutarch, para que ayudara en todo al muchacho, quien se encontraba nervioso y a la espera de que todo el equipo implicado en aquella presentación, tomaran sus puestos tanto en el Capitolio, como en el distrito doce, donde ninguno de los dos ex tributos tenían la más remota idea de que Cressida y su grupo de reporteros se encontraban en el distrito esa noche, a la espera de todo aquel acontecimiento.

—¿Por qué tienen que colocarme tanto maquillaje?... No soy ningún actor famoso o una celebridad importante... —acotó Gale, tratando de apartarse de la maquilladora, la cual lo miró con muy mal semblante, siendo Plutarch quien hablara.

—Cálmate y deja que la maquilladora haga lo suyo, solo está tratando de que tu cara no se vea grasosa y acomodando alguna imperfección que puedan tomar las cámaras. —Gale rodó los ojos, dejando que la estrafalaria maquilladora prosiguiera con su trabajo.

—¿Hablaste con Haymitch? —Plutarch asintió a la pregunta de Gale—. ¿Y?

—Todo está listo, tú tranquilo. —Gale no dijo nada más, pensando en cada unos de los momentos que pudo compartir con su hijo, ya que después de aquel día, el soldado trataba de viajar al distrito doce los fines de semana para poder ver a Galpeet y por supuesto a Peeta, pero el chico simplemente dejaba que Hazelle se llevara al niño hasta su casa y luego lo regresara cuando Gale se hubiese ido, sin tener la más mínima intención de ceder ante su reticencia a perdonar definitivamente a Gale.

Por supuesto tampoco pudo dejar de pensar en su madre, pensando en el día en que al fin había logrado tener a su hijo en brazos, rememorando la seria conversación entre él y su progenitora.

—Explícame algo. —Gale por supuesto no dejó de ver al niño, no solo ante lo encantado que se encontraba con él, sino ante la vergüenza que sentía de ver a su madre a la cara—. ¿Desde cuándo estaba pasando esto entre tú y Peeta? —El apenado soldado, recostó al niño sobre sus piernas, suspirando pesadamente.

—Desde que regresé al distrito doce, todo fue un simple juego de venganza, mamá… uno que se me revirtió y terminó atrapándome en una relación de la que ahora no puedo, ni quiero, escapar. —Hazelle se recostó del sofá, percatándose de cómo sus hijos menores, les observaban desde sus alcobas, con la puerta entreabierta.

—A la cama he dicho… ¡vamos!… —Los tres niños cerraron rápidamente la puerta de sus respetivas alcobas, riendo ante sus travesuras—. ¿Te has puesto a pensar en tus hermanos?

—Todos los días lo hago, mamá —respondió el molesto soldado, entregándole al niño una sonaja, la cual había pertenecido a su hermanita menor—. Pero no me pidas que lo deje pasar, que lo olvide, porque no puedo. —Hazelle se levantó del sofá, alisándose el vestido blanco que traía, tratando de controlar su molestia ante aquella respuesta.

—Son hombres, Gale.

—¡Oh!... ¿En serio?... —respondió Gale con ironía—. Qué novedad, dime algo nuevo, mamá. —La molesta mujer le miró con el ceño fruncido—. No quiero tus reproches, yo ya me he reprochado muchas veces todo esto, ¿y sabes qué?... —le preguntó, atrapando la sonaja en el aire, ya que el niño la había soltado de improvisto—… No necesito tus regaños, necesito tu apoyo. —La ofuscada mujer volvió a sentarse a su lado.

—¿Cómo me pides que apoye algo así? —A lo que Gale respondió, entregándole nuevamente la sonaja al infante.

—Así como lo has hecho siempre, Ma´… incondicionalmente. —Hazelle suspiró, mirando al niño.

—Piensa en el futuro de Galpeet. —El soldado observó al niño, quien se llevaba a cada tanto la sonaja a la boca—. Imagínate lo que pensará él cuando se dé cuenta que tiene dos padres del mismo sexo, juntos. —A lo que Gale respondió, tomando al niño entre sus brazos, levantándose del sofá, después de darle un beso en la frente al pequeño, llenándolo de mimos.

—Pensará que es el niño más afortunado del mundo al tener dos padres homosexuales que se aman y no a dos padres heterosexuales que se odian y se desprecian, ya que si se cría con Katniss y Peeta, estará constantemente presenciando todas las disputas entre ellos y lo que soy yo… no quiero saber nunca más del supuesto amor de Katniss hacia mi persona. —Le entregó el niño a Hazelle, la cual lo recibió con una amplia sonrisa y gesto de afecto para con el pequeño—. Si no quieres apoyarme, madre… lo entenderé, pero te diré algo. —Gale se incorporó de su inclinada postura, mirando a su progenitora—. Tampoco te entrometas en mi felicidad, soy un adulto y no necesito tu permiso para decidir qué hacer con mi vida, solo tu bendición, pero si no me la piensas dar, limítate a ser una simple espectadora.

—Jamás me has hablado así, Gale.

—Y tú jamás me has fallado, mamá, y debo decir que en verdad me duele que no me apoyes. —Hazelle bajó la mirada—. No te preocupes, yo igual te amo.

—Pero debes entenderme, Gale… ¿Qué crees que dirán las personas del distrito doce? —Gale bufó por la nariz, sacudiendo los brazos.

—¿Y a mí qué demonios me importa lo que piensen los demás? —El ofuscado soldado señaló hacia la puerta principal—. ¿Quién de ellos alguna vez me ayudó realmente?... —Hazelle le exigió a su hijo que bajara la voz, pero el molesto soldado la ignoró—. Ninguno… ¿Quién detuvo los latigazos que me dio aquel maldito agente de la paz cuando infringí las leyes? —Su madre bajó la cabeza, percatándose de cómo el infante miraba a su padre—. Nadie, solo Katniss, Peeta y Haymitch fueron lo suficientemente valientes para interponerse. —Gale trató de contener sus ganas de llorar—. ¿Quién de ellos cuidó de mí durante toda la noche? —La seria mujer miró nuevamente a su hijo, quien ya no gritaba, sino gimoteaba—. Solo Katniss y Peeta.

—Entiendo tu punto, Gale… pero…

—No, mamá, no hay “peros” que valgan, ya no me avergüenza decirlo, amo a un hombre… amo a Peeta Mellark, te guste o no, es así y voy a seguir adelante. —La mujer no dijo nada, enfocándose en el niño, el cual comenzó a ponerse inquieto—. Será mejor que se lo lleves a sus padres.

—Tú eres su padre, Gale. —El soldado sonrió, acercándose al pequeño para juguetearle con la sonaja.

—Lo sé… pero él y yo apenas nos estamos conociendo… ¿No es así, campeón? —El niño le regaló una dulce sonrisa, zarandeando de aquí para allá la sonaja, haciendo sonreír tanto a Gale como a Hazelle—. Debe estar extrañando a su madre y a su padre, así que mejor llévalo de regreso. —La mujer asintió incorporándose del sofá—. Hasta pronto, Galpeet, papá Gale te ama. —Le dio un beso en la mejilla, sonriéndole cariñosamente.

Hazelle llevó al niño con sus padres, mientras Gale se adentró a su recamara, arrojándose sobre la cama junto a Johanna, la cual no paró de roncar y de hablar dormida, mientras que el pensativo soldado, no dejó de darle vueltas a aquel asunto de la fase dos, pensándose los pro y los contra de todo aquello.

—¿Están listos? —preguntó uno de los productores de la cadena televisiva más grande y de mayor audiencia del Capitolio a ambos hombres, siendo Plutarch quien asintiera, mientras que a Gale se le comenzaron a subir los cojones al cuello.

—Estamos listos —respondió el jefe de gabinete, palmeando el hombro a Gale, después de levantarse de su silla.

—Bien… salimos al aire en diez minutos. —Gale cerró los ojos, tratando de permanecer tranquilo, escuchando los gritos de Johanna, quien intentaba abrirse paso entre la gente, introduciéndose a trompicones al camerino, colocando su holográfono frente a su capitán, el cual observó el sonriente rostro de su madre, saludarle desde el distrito doce.

—¿Mamá? —preguntó algo asombrado al verla, mientras Johanna sostuvo el aparato holográfico frente a Gale.

—Solo queríamos desearte suerte, cariño. —Aquello hizo sonreír a Gale, haciéndole sentir mucho mejor, observando como Vick y Posy le saludaron uno a cada lado de su madre—. Te amo.

—Y yo te amo a ti, mamá… gracias. —La mujer sonrió, mientras el soldado preguntó un poco triste a sabiendas de la respuesta que le daría su madre—. ¿Y Rory? —Hazelle bajó la mirada, suspirando lentamente, observando nuevamente al frente.

—Él aún no lo entiende, Gale… debes darle tiempo. —El soldado había hablado con sus hermanos sobre sus sentimientos por Peeta, donde Posy simplemente sonrió tímidamente, Vick alegó que no entendía nada pero que si a su hermano le hacía feliz, él era feliz, siendo Rory el que dejara de hablarle, ya que él era el mayor de los tres y quien entendía perfectamente lo que significaba que dos hombres se amaran—. Pero sé que se le pasará. —Gale asintió, escuchando a uno de los productores llamarles, notificándoles que estarían al aire en cinco minutos.

—Te dejo, mamá, estamos a punto de salir al aire. —Hazelle, asintió despidiéndose de Gale con un beso volador, apagando rápidamente el holográfono, igual que lo hizo la oficial Mason, deseándole suerte a su capitán—. Gracias, Johanna, gracias por estar siempre para mí. —Ella le abrazó, dándole un sonoro beso en la mejilla, dejando que el aterrado soldado saliera del camerino, rogando porque toda aquella locura hiciera recapacitar de una vez por todas a Peeta.

 

—Mmm… este asado de codorniz y vegetales te ha quedado de lujo, Katniss —elogió Haymitch la cena que la joven ex tributo se había preparado para esa noche—. ¿Y el pan de queso con orégano y semillas de ajonjolí?... Nooo… está para comerse toda la pieza. —Peeta sonrió sin dejar de disfrutar su comida, mientras Katniss trataba de que Galpeet tragara su puré de verduras sin que le atinara un golpe al plato, ya que el niño, estaba cada mes más fuerte y preciso en sus movimientos.

—Nos alegra que te guste, Haymitch… ¿Cierto, Katniss? —La joven asintió, sonriéndole tanto a Peeta como al desaliñado hombre, el cual supo de sobra que la completa amabilidad de la joven era tan solo por una cosa; porque hoy era su cumpleaños y Peeta le había pedido muy dulcemente a la chica que tratara de ayudarle a organizar una cena para el atolondrado ex mentor, exigiéndole también que intentara llevarse bien con él, por lo menos, en el transcurso de lo que durara la cena.

—Sí, así es... Peeta estaba deseoso de hacerte esta cena. —Haymitch le sonrió amablemente al muchacho, palmeándole el hombro, agradeciendo nuevamente que se tomaran todas aquellas molestias—. Yo quería regalarte una botella de licor, pero Peeta prefirió que fuera la cena.

—Bueno, el licor lo pongo yo, tranquilos. —Peeta lo miró de mala gana—. ¡Oye!... es mi cumpleaños, ¿crees que dejaré pasar la oportunidad? —A lo que Effie, quien trataba de lidiar con su porción de comida sin ensuciar su costoso vestido, alegó.

—Querido, tú nunca pierdes la oportunidad de beber, no necesitas motivos para hacerlo. —Haymitch soltó una carcajada, aferrando bruscamente a la extravagante mujer por el mentón, dándole un apasionado beso, sin tan siquiera limpiarse la boca—. Pero Haymitch… —La molesta mujer tomó una servilleta, limpiándose los labios—. ¿Puedes ser un poco más… delicado? —Katniss sonrió, bufando por la nariz.

—Eso es como pedirle a un orangután que aprenda modales y buenas costumbres, Effie.

—¿Katniss?... —llamó Peeta a la chica, al escuchar como comenzó a arrojarle indirectas a Haymitch.

—Déjala, Peeta... déjala… las víboras cuando segregan demasiado veneno deben morder constantemente o terminan intoxicadas con su propio veneno. —Peeta rodó los ojos, cubriéndose el rostro, después de dejar ambos cubiertos sobre el plano—. Sus mordaces comentarios me tienen sin cuidado, yo ya me vacuné en contra de ella, y hoy… es el mejor día del mundo… ¿No es así, Effie, hermosa? —La mujer que hoy traía los cabellos platinados con mechones violetas, asintió con una amplia sonrisa.

—¿Por qué?... ¿Por qué te haces más viejo e insoportable o hay algo más? —preguntó Katniss, sin dejar de alimentar al niño, mientras engullía a cada tanto de su plato de comida.

—¡Katniss… por favor! —alegó Peeta tratando de calmar los ánimos.

—No, no… nada de eso, encanto —respondió irónicamente el sonriente ex mentor—. Hoy pasan mi programa favorito en nuevo horario especial y espero que tanto tú como Peeta me acompañen a verlo. —Haymitch miró a Effie, la cual sonrió algo nerviosa, ya que aunque ella era la primera en estar de acuerdo con todo lo que se estaban planificando, también era la más aterrada a la hora de una posible reacción negativa por parte de Peeta, ¿y por qué no?, también de Katniss.

—Claro, Haymitch… es tu cumpleaños… —El hombre asintió más que satisfecho a la respuesta del joven gobernador—. ¿A qué hora comienza? —Haymitch miró su reloj de pulso, alegando que faltaba media hora para que empezara—. Pues será mejor que recojamos la mesa para picar el pastel… ¿Me ayudas, Effie? —La sonriente mujer asintió después de limpiar delicadamente sus labios, incorporándose de la mesa, comenzando a recoger los platos, dejando tan solo el de Katniss, la cual aún seguía comiendo.

Peeta sacó un pequeño pastel de frutas en almíbar, bañadas en licor dulce, lo que le dio un toque especial, algo que por supuesto Haymitch agradeció a la hora de probarlo, después de desearle feliz cumpleaños y que el sonriente hombre soplara las velas.

—Mmm… esto está delicioso. —Haymitch agradeció una vez más todo lo que el muchacho se había preparado para él, levantándose con su porción de pastel, de la mesa, sentándose rápidamente en el sofá de tres plazas, encendiendo el televisor con el comando a distancia—. ¡Oh!… está a punto de comenzar. —Peeta le preguntó a Katniss si necesitaba ayuda para darle de comer a Galpeet, pero la chica lo que menos deseaba era compartir junto a Haymitch su extraño gusto por aquel peculiar programa, notificándole que ella se encargaría y que fuera a acompañar al cumpleañero, como de seguro él tanto lo deseaba.

—Por cierto… —comentó Peeta, probando su porción de pastel, después de sentarse junto a Haymitch—. La casona gubernamental está lista, creo que para este fin de semana podríamos mudarnos, espero contar con ustedes, el lugar es grande y todos podemos vivir allí, así dejaríamos estas casas para quienes en verdad las necesiten… ¿Qué dicen? —Tanto Effie como Haymitch se vieron a las caras, enfocando nuevamente sus ojos en la pantalla, siendo Haymitch quien respondiera.

—Vaya… eso no me lo esperaba. —Peeta dejó su plato frente a la mesa que adornaba el salón, observando a Haymitch.

—Ustedes me han ayudado mucho y sé que no puedo hacerlo solo, por favor. —Ambos ex mentores volvieron a verse a las caras por sobre Peeta, ya que cada uno se encontraba junto al muchacho, flanqueándole de lado y lado.

—Vivir con Katniss, eso sí que me entusiasma.

—Púdrete, Haymitch —respondió Katniss detrás de ellos, aun sentada en la mesa del comedor—. Yo tampoco estoy saltando de dicha, pero si es lo que Peeta quiere, yo no pondré objeción. —El joven gobernador volteó a verle, sonriéndole amablemente.

—Gracias. —Katniss le devolvió una afable sonrisa, limpiándole el rostro al niño, quien al fin había culminado, siendo la joven Everdeen quien intentara terminar su plato de codornices y su porción de pastel—. ¿Y bien?... —preguntó Peeta mirando a Effie y luego a Haymitch—. ¿Se mudarán conmigo? —A lo que el serio hombre respondió señalando la pantalla.

—Todo depende de lo que ocurra esta noche. —El extrañado joven observó a Haymitch, sin comprender de qué demonios estaba hablando, enfocando su incrédula mirada en Effie, la cual simplemente se encogió de hombros—. Lo pensaré, ¿está bien?... —argumentó al final, tratando de que el muchacho dejara de molestar con aquella petición, señalando nuevamente la pantalla—. Ya comenzó. —Effie no podía dejar de estar nerviosa, ya que no sabía cómo reaccionarían ambos jóvenes, pues esto afectaría por igual a los dos ex tributos.

Peeta no dijo nada más, a sabiendas de como Haymitch se concentraba en aquel programa, sin que nada más importara para él, así que simplemente se limitó a tomar nuevamente su plato de pastel, saboreando el postre sin prestarle mucha atención a lo que ocurría.

—Muy buenas noches tengan todos y cada uno de los televidentes y público presente… esta noche en “Parejas disparejas”, tenemos el agrado de celebrar nuestro programa número cien con uno de los anuncios más importantes de los últimos tiempos después del derrocamiento del difunto presidente Snow. —Katniss tomó al niño entre sus brazos, sacándolo de su silla de comer, llevándoselo consigo hacia el sofá individual, observando el programa.

De vez en cuando Peeta miraba la pantalla, donde una estrafalaria mujer, muy parecida a la Effie del pasado, aquella que animaba los Juegos del Hambre en el distrito doce, se dejó apreciar, mostrando un atuendo bastante llamativo de piel de tigre, aquel que hacía juego con su selvático maquillaje y su peinado esponjado, el cual le hacía ver como una felina.

—Hoy tendremos un programa especial dedicado a aquellas parejas homosexuales que aún no se deciden a salir del closet y las cuales parecen mantener una doble vida ante el qué dirán. —Por supuesto Peeta pensó en él mismo ante aquello, tratando de no darle importancia a las hirientes pero sinceras palabras de la anfitriona, la cual prosiguió con su apertura del programa—. Hoy tenemos a un joven que ya muchos conocen… es un hombre apuesto, gallardo… y es uno de los capitanes de escuadrón más leales al nuevo gobierno de la presidenta Paylor.

Peeta trataba de disfrutar cada miga del pastel adherido a su plato, escuchando a la mujer, pero sin mirar a la pantalla, siendo Haymitch, Katniss y Effie quienes observaran el programa, donde al parecer la joven Everdeen ya se estaba sospechando quién era, no solo ante las palabras de la anfitriona, sino al ver la socarrona y divertida sonrisa de su ex mentor, mientras que Effie parecía estarse devorando con total nerviosismo las uñas postizas.

—Un soldado que ayudó mucho en la rebelión del distrito trece en contra del Capitolio, un hombre que todos recuerdan por ser el amor secreto de la joven Sinsajo del distrito doce. —Peeta dejó de rastrillar la pequeña cucharilla de metal en contra del plato, sin deseo alguno de mirar a la pantalla, siendo Katniss quien contemplara con la boca abierta el aparato audiovisual—. Recibamos con un fuerte aplauso al capitán Gale Hawthorne. —El plato terminó escapando de las temblorosas manos de Peeta, el cual enfocó al fin sus petrificados ojos sobre la pantalla, encontrándose con el rostro de Gale, en una primera toma a distancia y luego un rápido acercamiento, mientras se trasladaba desde uno de los costados del estudio hasta las sillas donde los invitados se sentaban a contar sus anécdotas y experiencias sentimentales.

—¡Oh, por todos los cielos!... ¡Es Gale!... —Effie se cubrió el rostro al escuchar el falso asombro de Haymitch, temiendo que tanto a Katniss como a Peeta se les olvidara que era su cumpleaños y la hicieran viuda antes de casarse con el atolondrado hombre.

—Eres un cretino, Haymitch —alegó Katniss, mirando de malas al sonriente hombre—. Tú sabías perfectamente que esto iba a pasar… ¿No es así? —El alegre hombre asintió, haciéndole una reverencia.

—Sí, así es… ¿Y eso qué?... solo cállate y escucha… ¡encanto! —Peeta no parpadeó, él simplemente observó la pantalla completamente petrificado, recitando mentalmente un mantra en su cabeza, sin poder creer lo que estaba viendo.

“No te atreverás… no te atreverás… no te atreverás…”. Los aplausos no se hicieron esperar y la controversial entrevista dio inicio, en la que Gale junto a Plutarch, comenzaron a hablar de todo un poco, el gobierno, los problemas con el trece y las nuevas gobernaciones, culminando su alocución hablando del distrito doce.

—… ¡Y por cierto!… hablando del nuevo gobierno y del distrito doce, tu visita a nuestro programa tiene que ver con una reveladora declaración amorosa, ¿no es así? —Gale miró a Plutarch, el cual asintió, respondiendo rápidamente.

—Sí, así es… —Peeta cubrió su rostro, retomando aquel mantra, haciéndolo verbal, consiguiendo que Haymitch sonriera y Effie simplemente destrozara por completo su costosa manicura—. Justo la presidenta Paylor le ha exigido al capitán Hawthorne que haga pública su declaración, ya que los problemas que se han suscitado a raíz del rompimiento de dicha relación oculta, han acarreado problemas a nivel profesional entre ambas partes implicadas. —La anfitriona asintió a las elocuentes palabras de Plutarch, mientras Peeta no pudo parar de temblar, abriendo lentamente sus ojos, observando el programa por entre sus dedos, sin dejar de mantener sus manos sobre su acalorado rostro.

—Pero antes de que nos cuentes de quién se trata y por qué ha sido una relación oculta hasta ahora, explícanos ¿por qué han suscitado problemas entre ustedes y sobre todo porque dicha relación ha culminado? —Katniss pudo apreciar el nerviosismo en Gale, pero al mismo tiempo la convicción en sus ojos, los cuales le demostraron lo que el joven soldado era capaz de hacer por Peeta.

—Pues… —Gale tragó grueso y miro de refilón a Plutarch, quien asintió para darle ánimos a que hablara—. Todo acabó a raíz de mi infidelidad. —El cuchicheo del público se pudo apreciar desde las cornetas del aparato, lo que consiguió no solo que Gale se aterrara, Peeta volvió a cerrar los ojos sin ánimos de ver la cara de Katniss, la que por supuesto estaba como un trozo de carbón encendido.

—¡Oh… Entiendo!... —La anfitriona miró al público, quien fue televisado con una de las tantas cámaras, donde se pudo apreciar como unos negaban con la cabeza, mientras que otros cuchicheaban entre si el mal proceder del soldado—. Y tengo entendido que a raíz de esa infidelidad nació un bebé. —Las habladurías de la gente volvió a percibirse en el estudio, mientras Haymitch trató de permanecer serio al sentir como la joven Everdeen, le miraba a cada tanto esperando alguna de sus ironías.

—Sí, así es… —Gale volvió a tragar grueso, intentando controlar sus nervios, alegando en su defensa—. No es algo de lo que esté orgulloso. —La anfitriona incitó al público a hacer silencio, exigiéndole a Gale que prosiguiera—. Lastimé no solo a la persona que amaba, también herí con todo esto a la parte implicada en dicha infidelidad y así mismo le hice daño a mi familia… —El serio soldado bajó la mirada—. Y sobre todo a ese bebé, el cual no tiene la culpa de lo que Katniss y yo hicimos. —La aludida cerró sus ojos ante su nombramiento, sintiendo aquel balde de agua fría sobre ella, mientras Peeta intentó quitarle el control a distancia a Haymitch, el cual por supuesto no se lo permitió.

—Entrégamelo, Haymitch… no quiero seguir escuchando esto. —Pero Haymitch no tenía la menor intención de acceder a sus demandas.

—Te aguantas… —Sacudió enérgicamente al muchacho, el cual no pudo dejar de temblar—. Fuiste lo bastante orgulloso como para no querer escucharle en privado, pues ahora lo vas a escuchar en vivo y directo, y delante de todo Panem. —Peeta sintió una fuerte opresión en el pecho, ya que Haymitch tenía razón, después de lo sucedido en las ruinas, Gale le había exigido hablar a solas pero él se rehusó rotundamente, alegando que lo de ellos dos había terminado para siempre y que no daría su brazo a torcer.

—¿Así que el bebé, producto de esa infidelidad, fue concebido con la joven Sinsajo? —Gale asintió, mientras Peeta no pudo dejar de temblar, contemplando de soslayo a Katniss, quien simplemente escuchó atenta la entrevista, observando como el pequeñín miraba la pantalla, señalando a su padre biológico.

—De hecho… —alegó Gale, armándose de valor—. Vengo a confesar mis planes de venganza en contra de… —El impertérrito muchacho miró a las cámaras, culminando sus palabras—... del nuevo gobernador del distrito doce, Peeta Mellark y de Katniss Everdeen. —Los aludidos no pudieron creer lo que escuchaban, sin dejar de observar cómo Gale bajó la mirada, comenzando a contar lo que se había planeado en contra de la pareja, ante el odio y la envidia que les tenía, al ser Katniss quien decidiera quedarse con el joven panadero y no con él.

Muchos estaban horrorizados, otros simplemente permanecieron callados escuchando todo el relato, el cual parecía más una telenovela de ciencia ficción que una confesión, transformándose poco a poco en una historia triste y al mismo tiempo romántica, cuando Gale llegó al momento donde confesaba que su desprecio y su venganza, se habían volcado en su contra, atrapándole en una relación prohibida, donde pudo darse cuenta el porqué Katniss había preferido a Peeta antes que a él, alegando que el joven panadero poseía algo que él no poseía.

—¿Y eso que es?... —preguntó la anfitriona, a lo que Gale respondió observando la pantalla.

—Honestidad… Peeta es un ser transparente, sin malicia, es un muchacho cautivador, y de eso me di cuenta durante todo mi tiempo que estuve en el distrito tratando de hacerme su amigo…

—¿Pero?... —acotó la sonriente y picara anfitriona, incitado a Gale a debelar de una vez el secreto.

—Pero tarde me he dado cuenta de mi error. —Bajó nuevamente la mirada—. Ahora me encuentro perdidamente enamorado de Peeta Mellark a tal punto de no importarme nada, ni mi puesto de capitán, ni de lo que mi familia piense y mucho menos el que dirán de los ciudadanos de todo Panem. —La algarabía se hizo presente entre el público, quienes no podían creer aun que el amor secreto del soldado era nada más y nada menos que el chico del pan.

—También tengo entendido que el gobernador Mellark te correspondía. —Gale asintió a la pregunta de la estrafalaria anfitriona—. Y que cuando se enteró de la doble infidelidad, porque vamos a estar claros… —La mujer observó con cierta ironía a las cámaras—. No solo tú le fuiste infiel, también Katniss le fue infiel a su pareja. —Una mujer desde el público gritó que era una triple infidelidad—. Tiene razón, señora… —alegó la mujer, señalando al frente—. Al mismo tiempo Peeta le estaba siendo infiel a Katniss contigo, entonces… ¿Por qué eres tú el único que está aquí pidiendo disculpas, cuando los otros dos implicados tienen la conciencia tan sucia como la tuya? —Haymitch miró a Peeta con total descaro, percatándose de cómo el muchacho lloraba, apretando con fuerzas sus manos sobre el sofá, mientras Gale respondía.

—Porque fui yo quien me interpuse entre ellos. —Muchos asintieron y otros simplemente bufaron por la nariz, molestos ante su respuest . —De no ser por mí, yo…

—Si no te hubieses involucrado, el joven Mellark seguiría atado a una relación falsa… —Las cámaras enfocaron a un joven delgado de facciones andrógenas que se levantó de su puesto, a quien le acercaron el micrófono aéreo del programa—. Cuando se hicieron los septuagésimos cuartos Juegos del Hambre y nos presentaron la pareja del distrito doce, Katniss y Peeta, solo los idiotas con dos dedos de frente se creían esa relación… —El público comenzó a alebrestarse, asintiendo a las palabras del muchacho—. Peeta era muy dulce y Katniss era tan seca y sangrona como Seneca Crane. —Todos rieron ante la alusión de que la joven ex tributo se parecía al difunto vigilante asesinado por Snow.

—Ese chico tiene toda la razón, salud —alegó Haymitch levantando su trago para brindar, mientras Effie se cubrió el rostro completamente avergonzada, siendo Katniss quien lo fulminara con la mirada, escuchando como el joven en el programa proseguía.

—Peeta era un chico noble, ingenuo y eso se le notaba a simple vista… él siempre fue mi favorito para que ganara los juegos de ese año. —Muchos aplaudieron apoyando al delgado muchacho—. Pero era tan tonto como para apoyar a Katniss ante el amor que él sentía por ella, uno que nunca fue y jamás será correspondido. —El muchacho miró a las cámaras, mientras el joven gobernador no pudo dejar de sentirse avergonzado ante todo lo que ocurría—. Abre los ojos Peeta, Katniss jamás te amó, ella solo mostró lastima por ti, y al parecer, también por el capitán Hawthorne. —Los aplausos no se hicieron esperar, al igual que el júbilo de las personas en el público, siendo enfocada rápidamente la sonriente cara de Gale—. Tienes aquí a un apuesto capitán que ha decidido quitarse la careta por ti, por ambos y reconocer que la embarró, acepta tú también que así como él se enamoró de ti, tú lo estas de él y que ambos tienen culpa.

Katniss se levantó bruscamente de su asiento al escuchar el vitoreo y los aplausos del público, siendo Peeta quien le imitara, observando como la ofuscada joven comenzó a caminar hacia la salida de la casa, seguida por el asustado muchacho, quien temía que la chica le prohibiera estar junto al niño, siendo Haymitch quien hablara.

—Yo que tú no abriría esa puerta, Katniss. —Effie ya se había incorporado del sofá, pidiéndole a su pareja que dejara de echarle más leña al fuego.

—¿Por qué?... —preguntó la chica, sosteniendo a Galpeet con un brazo, mientras aferraba el pomo de la puerta a punto de abrirla—. No voy a seguir soportando tus ironías y tu estúpido programa de payasos… si Gale quiso hacer el ridículo en él, bien… pero lo que soy yo no me pienso prestar para este circo que ahora me señala como la mala de la historia, yo también soy víctima y no permitiré que me difamen. —Y justo allí, cuando la chica pensó que huiría de todo aquel espectáculo, las luces de tres cámaras de televisión, junto al arsenal de flases que disparaban las cámaras fotográficas, cayeron tanto sobre ella como en Galpeet, quien entrecerró sus ojos ante la intensidad de las luces que lo enfocaban.

—Señoras y señores… Katniss Everdeen. —Peeta se percató de cómo la voz de Cressida se escuchaba tanto en persona como en la televisión, donde parecían tener una doble transmisión, una en el estudio con Gale, y otra con Katniss y Peeta en el distrito doce—. ¿Qué tienes que decir a la increíble declaración de amor de parte del capitán Gale para con el joven Peeta Mellark? —Ella trató de cubrir al niño, siendo el padre adoptivo de la criatura quien saliera rápidamente a resguardar tanto la integridad física de su hijo como la de la madre.

—No tenemos nada que decir al respecto —alegó Peeta abrazando a Katniss, tratando de entrar nuevamente en el interior de la casa de Haymitch, el cual les arrojó la puerta en la cara, cerrándola con seguro, donde un par de golpes se dejaron apreciar desde el interior de la casa, donde al parecer, Effie lo estaba moliendo a palos.

—Cuéntanos algo, Peeta… ¿Qué se siente saber que tienes a uno de los solteros más deseables de todo Panem tras de ti? —Peeta quería morirse, enterrar su cabeza dentro de un hoyo en la tierra y jamás salir de él, pero Galpeet era su prioridad en aquel momento, tomó al niño entre sus brazos sin deseo alguno de responder a la pregunta, tratando de abrirse paso entre las cámaras. La reportera que lo asediaba muy de cerca junto al staff periodístico del canal, no tenían la más mínima intención de dejar escapar al muchacho o a Katniss sin que dijeran algo al respecto—. Jamás nos hubiésemos imaginado que tú y Gale terminarían envueltos en un tórrido romance gay, debo decir que eso fue algo realmente inesperado.

Peeta cubrió al pequeño, el cual estaba algo asustado ante tanto barullo pero al mismo tiempo con la típica curiosidad de un infante ante los micrófonos y las llamativas luces, mirando a todos lados, mientras sus padres al fin lograron llegar hasta la puerta de la casa, justo cuando Cressida atacó nuevamente a los ex tributos.

—¿Es cierto que fue idea tuya que le pusieran al niño el nombre de Galpeet?... eso es realmente tierno y demuestra lo mucho que sigues amando a Gale. —Peeta estuvo a punto de responder, pero sin duda era mejor no hacerlo, mientras que Katniss, en el trascurso de su huida, recordó por alguna extraña casualidad, todas las veces que Peeta había mentido por ella para salvarla, su supuesto amor por ella desde el comienzo de los juegos, luego lo de la boda y al final la mentira sobre su supuesto embarazo, lo cual enardeció tanto al Capitolio como a los distritos que conforman todo Panem, deteniéndose en la puerta, mientras Peeta intentaba quitarle el seguro a la cerradura.

—Sí, así es… —respondió Katniss, girándose para encarar a la reportera, la cual se sorprendió al escucharla, acercando el micrófono hacia la decidida muchacha—. Fue idea de Peeta el nombre del niño. —El asombrado e incrédulo joven volteó a verle, sin poder creer lo que la chica estaba confesándole a las cámaras.

—¿Y tú lo permitiste? —preguntó Cressida, bastante extrañada.

—¿Por qué no?... Peeta había quedado devastado con todo esto y yo simplemente quería darle el gusto, sé que él lo hizo sin conciencia, pero ya el niño está presentado como nuestro y es el nombre que ambos escogimos para él.

—¿Y Gale?... —preguntó Cressida, observando como Peeta siguió lidiando con el niño y la puerta, exigiéndole a Katniss que se callara, mirando de malas a la reportera—. Él muy bien puede hacerle una prueba de paternidad al niño y exigir sus derechos como padre biológico. —Katniss asintió.

—Pues nadie le está quitando sus derechos. —Todas las cámaras estaban enfocadas tanto en la chica como en Peeta, quien dejó de lidiar con la manilla, observando a Katniss—. Si el niño no tiene su apellido es por culpa de él mismo. —Uno de los asistentes de la reportera, extendió una especie de pantalla holográfica, la cual mostró el estudio donde Gale se encontraba, escuchando todo lo que la chica les confesaba a los reporteros.

—Allí tienes a Gale, Katniss… puedes decirle todo lo que quieras. —La joven observó el serio semblante de Gale, quien esperaba una vez más tener que soportar los reproches de la chica, mientras contemplaba el asustado rostro de su amado chico del pan.

—Nadie te está quitando tus derechos, Gale… Galpeet es tu hijo y él está esperando a que te hagas cargo tanto de él como de su padre adoptivo, Peeta. —El asombrado público comenzó a rumoras en el estudio, mientras ambos hombres se contemplaron, cada uno observando el monitor que los enfocaba—. Es cierto todo lo que ese joven dijo… Yo jamás amé a ninguno de los dos y me doy cuenta ahora que lo único que intenté fue cubrir mis carencias afectivas con ustedes. —El joven Mellark mantuvo abrazado al pequeño, el cual comenzó a removerse algo inquieto ante el sueño y el cansancio que lo embargaba—. Mi madre me abandonó después de la muerte de mi hermana y ya no me queda nada por que luchar, salvo él. —Señaló al niño, quien comenzó a estirar sus pequeños brazos hacia su madre, la cual lo acunó dulcemente en contra de su cuerpo, tratando de no llorar.

—¿Eso quiere decir que te apartas definitivamente de la relación entre Gale y Peeta y aceptas que ambos jóvenes se aman? —Ella sonrió, aclarándose la garganta, mientras Peeta al fin pudo abrir la puerta, exigiéndole a la chica que entrara, pero esta simplemente meció al somnoliento niño entre sus brazos, respondiendo la pregunta.

—Yo no me estoy interponiendo entre ellos. —Miró al incomodo y avergonzado joven a su lado—. Peeta teme que yo lo aparte del niño y que lo use para regresar con Gale, pero… —Negó con la cabeza—. Yo no quiero nada ni contigo ni con él… lo único que deseo es mi libertad, quiero que la presidenta me otorgue el indulto y poder hacer lo que jamás me dejaron ser tras la muerte de Coin. —Cressida preguntó qué era aquello que ella tanto anhelaba—. Ser la embajadora de paz en todo Panem… quiero conocer cada uno de los distritos, se que los visité tras nuestra victoria en los septuagésimos cuarto Juegos del Hambre, pero todo fue una farsa que impuso Snow, jamás pude acercarme a la familia de Rue, tampoco a la de Thresh y menos a la de Cato para pedirles disculpas por no haber podido hacer nada por su hijo, pero era él o nosotros y la última palabra siempre la tenía Snow.

Y allí estaba de nuevo frente a las cámaras, la Katniss Everdeen que todos amaron alguna vez, la elocuente, la sincera y la que lograba mostrar su lado humano cuando no se le manipulaba y se le ordenaba lo que tenía que hacer, como en los propos, los cuales jamás salieron perfectos hasta que Plutarch y todo el Staff de camarógrafos la dejaban ser ella misma, logrando que el Sinsajo ardiera en llamas.

Los aplausos retumbaron por todo el estudio, donde hasta Gale y Plutarch, aplaudieron sus elocuentes y muy sinceras palabras, poniéndose de pie, mientras Peeta no supo qué hacer; simplemente observó el holograma del estudio y luego a  Katniss, la cual pretendió entrar a la casa con el bebé ya dormido entre sus brazos, siendo Gale quien rompiera los vitoreos y los aplausos.

—Yo mismo me comprometo delante de todo Panem que haré lo posible porque la presidenta Paylor te otorgue el indulto, Katniss. —Ella simplemente sonrió, levantando la pequeña manito de Galpeet, despidiéndose de él, agitándole el brazo como si fuese el infante quien lo hiciera—. Hasta pronto, hijo. —Los aplausos volvieron a escucharse en el estudio, mientras Katniss se adentró al fin a la casa, seguida por Peeta, pero Cressida no le permitió retirarse, siendo Pollux, el camarógrafo Avox que siempre la acompañaba, el que sostuviera la puerta.

—¿Perdonarás a Gale?... —Peeta clavó su desdeñosa mirada sobre la mujer, tratando de apartar a Pollux de la puerta, pero este se resistió, mientras Peeta observaba el holograma de Gale, quien lo contemplaba desde los monitores del estudio.

—He dicho que no tengo nada que decir al respecto. —Gale tomó nuevamente asiento, dándole una mirada de refilón a Plutarch, el cual simplemente palmeó el hombro del soldado, alentándole a estar tranquilo y ser paciente.

—¿Eso quiere decir que seguirás engañándote y atándote a una persona que no te ama?... —Cressida esperó paciente a que el gobernador respondiera, pero una vez más Peeta logró salirse por la tangente.

—Como Katniss muy bien lo ha dicho, no estoy aquí por ella, sino por el niño.

—¿Porque lo crees tu hijo o porque es hijo de Gale?

—Porque es Galpeet… punto… lo amo y quiero lo mejor para él. —A lo que la reportera preguntó, sin dejar de mantener su pie dentro, mientras que Pollux batallaba con la fuerza de Peeta, al pretender cerrar nuevamente la puerta.

—¿Y a Gale?... ¿Ya no amas a Gale?... —Peeta miró el monitor, donde Gale conversaba entre susurrando con Plutarch, esperando la respuesta del muchacho, mientras Cressida volvió a atacarlo con preguntas, sin pretensión alguna de darle tregua—. ¿Qué pasó con las ruinas que habían en el bosque?... ¿Era en ese lugar donde se profesaban amor?... ¿Fue allí donde comenzó todo y pretendes que lo ocurrido entre ustedes dos terminé al haber destruido el lugar?... —El joven Mellark no pudo creer que Gale le hubiese contado todo aquello, volviendo a mirar el monitor, sintiéndose tan avergonzado y expuesto, que deseó tenerlo enfrente y golpearle la cara.

—Estás muy bien informada, Cressida… No entiendo el porqué de tú interrogatorio. —A lo que la joven respondió, regalándole una amable sonrisa.

—Porque quiero una exclusiva con ustedes dos… quiero entrevistarlos, el Capitolio los quiere ver juntos, los aman… —La mujer señaló al holograma que mostraba el estudio de televisión, en el que los aplausos y los gritos de júbilo no se hicieron esperar, mientras Peeta deseaba deshacerse de cada uno de los reporteros, y así no tener que fingir que todo estaba bien como cuando las cámaras del Capitolio irrumpían en la privacidad de Katniss y de Peeta después de los juegos, donde el carismático Caesar Flickerman era en aquel entonces la estrella número uno de la televisión y el anfitrión de los Juegos del Hambre.

“Eso es”, pensó Peeta elucubrándose un plan que beneficiaría a todos, ya que lo que menos deseaba, era que otros se llenaran de gloria con su vida privada, mientras que un extraordinario hombre de carisma inigualable y amado por millones, se estaba pudriendo en la cárcel, tan solo por el deseo de venganza de muchos poderosos del distrito trece.

—¿Y bien?... —preguntó Cressida, sacado al joven Mellark de sus elucubraciones—. ¿Qué dices?... ¿Me dejarás entrevistarlos en un programa especial? —Peeta negó con la cabeza, sonriendo irónicamente.

—Solo le daré esta exclusiva a una sola persona. —La asombrada mujer le observó completamente seria, dándole una mirada de soslayo a Pollux, quien simplemente se encogió de hombros ante aquella respuesta—. Solo existe un número uno… Así que al único que le daré la exclusiva de esta historia es a Caesar Flickerman. —Peeta miró a Gale desde el monitor holográfico, donde se pudo apreciar un acercamiento del rostro del apuesto soldado, mostrado una amplia sonrisa.

—¡Pero Caesar está preso! —Peeta asintió.

—Así es… —Sonrió con cierta socarronería—. Y si la presidenta Paylor se prestó para realizar este circo, pues que continúe moviendo sus influencias. —Gale trató de no reír, pero era inevitable, ya que él sabía que estaba viendo al Peeta de los Juegos del Hambre, el manipulador, el que movía las piezas a su favor haciéndose la blanca paloma—. La exclusiva será para Caesar o simplemente no habrá entrevista. —Peeta miró nuevamente a Gale, quien asintió a la jugada magistral de su amado gobernador, el cual era tan inocente como sagaz, dependiendo de la situación que se le presentara.

—¿Y mientras tanto tú y Gale seguirán separados? —preguntó insistentemente la joven, tratando de sacarle alguna información valiosa al reticente muchacho.

—Eso es algo que ni a ti ni a nadie le compete. —Empujó violentamente a Pollux, dándole un fuerte pisotón a Cressida, la cual pegó un grito de los mil demonios, apartándose rápidamente de la puerta, lo que consiguió que al fin, el joven Mellark cerrara la puerta, pasándole el cerrojo de seguridad.

Se recostó de la lisa superficie de madera, cerrando pesadamente los ojos, dejando escapar un largo y pesado suspiro, deslizándose hasta caer al suelo, flexionando sus rodillas, sin deseo alguno de levantarse de aquel lugar, tratando de controlar sus temblores.

—Bravo… —Katniss comenzó a aplaudir, consiguiendo que el muchacho abriera los ojos, enfocando su mirada en la sonriente chica—. Sí que eres rápido para mover las piezas a tu favor.

—Igual que tú —alegó el cansado joven en el suelo, observando como Katniss se le acercó, sentándose a su lado—. Hasta yo me creí tus palabras.

—Deberías… —respondió ella con total calma—. Estaba diciendo la verdad. —El joven Mellark le observó detenidamente—. Yo ya no quiero tener al distrito doce como cárcel, Peeta… —Katniss suspiró—. Quiero volar alto. —Volteó a ver a su compañero desde los Juegos del Hambre, regalándole una amable sonrisa—. Creo que todo este deseo de libertad es culpa de Cinna. —Peeta preguntó porque el difunto estilista era el culpable de ello—. Él me inyectó esas ganas de ser el Sinsajo, de volar alto y dejar una estela de fuego a mi paso. —Ambos se contemplaron por unos segundos, siendo Peeta quien rompiera la conexión visual, levantándose del suelo.

—Pues aprovechemos que el pequeño gorrión está durmiendo para que tú y yo descansemos como en los viejos tiempos. —Le extendió la mano para que la joven se impulsara y lograra levantarse del suelo—. Descansemos. —Se la llevó hasta el cuarto, donde ambos se acercaron a la cuna que según Effie, ella le había regalado, contemplando al inconsciente niño.

—Lo amo, Peeta… Galpeet es lo único realmente bueno que he hecho en la vida. —El joven negó con la cabeza.

—Has hecho muchas cosas buenas, Katniss, solo que lo que a veces creas con las manos, lo terminas destruyendo con los pies. —La chica le dio un manotazo, consiguiendo que Peeta riera, posando el brazo izquierdo sobre sus hombros—. Vamos a descansar. —La guió hasta la cama, siendo Peeta el primero en sentarse sobre el colchón, recostándose al espaldar de la cama, extendiéndole la mano.

—Peeta… no creo que… —Pero el chico le aferró de la mano, tumbándola sobre la cama, incitándola a que se acomodara a su lado, como cuando tenían aquellas horribles pesadillas, mientras viajaban en tren hacia los distritos en el tour de los vencedores.

—Vamos, Katniss, siempre dormimos juntos en el tren y jamás pasó nada… no creo que pase algo ahora que sabes que soy homosexual y que tú no me amas. —La chica sonrió acunándose al costado de Peeta, quien la cobijó entre sus brazos, observando el techo—. Jamás volviste a hablar sobre Prim, hasta ahora. —Katniss contempló la cuna de Galpeet, respondiendo a su pregunta.

—Es algo que todavía me duele, de hecho, no quiero hablar de ello. —Peeta recordó las interminables noches donde Katniss intentaba devolverle la cordura al muchacho después de los horribles experimentos que hicieron con él en el Capitolio, tratando de devolverle los recuerdos reales de su vida con el juego de lo que era real y lo que era falso.

—¿Quieres jugar conmigo a real o falso? —Katniss sonrió, asintiendo a su infantil pregunta—. A veces tengo sueños que no sé si son recuerdos o en verdad son cosas que pasaron. —La chica le incitó a que preguntara, despojándose igual que Peeta de sus zapatos—. A veces sueño con el rostro de Gale adolorido y convaleciente mientras yo le cuidaba… eso es real o falso.

—Real… —respondió ella, recordando el día que azotaron a Gale y ella terminó recibiendo un golpe en el rostro por defenderlo—. Lo cuidaste para que yo pudiera dormir, mientras él agonizaba de dolor ante los azotes que le dieron. —Peeta trató de rememorar aquel momento donde tanto él como Haymitch habían defendido al muchacho junto a la chica.

—¿Fue Gale quien me rescató? —Katniss asintió, alegando que aquello era verdadero, mientras Peeta intentaba recordar el momento en que lo vio, ya que sus recuerdos eran confusos, y su subconsciente le mostraba mutos con trompas negras y un solo ojo, imaginando que confundió lo que eran las mascaras de gas con el rostro de un mutante en su demencial estado psicótico—. Hay un medallón con tres fotos… ¿eso es real? —Katniss asintió.

—Ese dije te lo dio Effie para que me lo dieras a mí. —Ella se incorporó, sacando el dije de uno de los gaveteros, regresando a los brazos de Peeta, entregándole el medallón, el cual resguardaba dentro tres fotos, una de la madre de Katniss, la otra de Gale y la última de Primrose, recordando el día que se lo entregó junto a una perla.

—Te regalé una perla. —Katniss asintió, notificándole que la perdió sin querer—. No importa. —Peeta le sonrió, abriendo el medallón, contemplando las fotos en su interior, enfocándose en la de Gale, la cual estaba en medio de las otras dos.

—Es muy apuesto… ¿No? —Peeta no dijo nada, solo sonrió ruborizándose un poco—. Yo jamás sentí nada por él hasta que comenzó todo esto entre tú y yo… creo que jamás supe lo que realmente quería hasta ahora. —El joven Mellark siguió contemplando la foto de Gale, sintiendo unos enormes deseos de que fuese él quien estuviera entre sus brazos y no Katniss, aunque debía de admitir que aquel momento junto a ella era una especie de tregua final entre ambos; ya no cabía la menor duda que entre los dos no existía más que aprecio y amistad, una que esperaban que durara para siempre por el bien del niño.

—Por alguna extraña razón tengo un vago recuerdo de alguien que me besó en la arena de juego. —Katniss levantó la mirada, observando a Peeta con un semblante incrédulo y extrañado—. No sé… me veo en el suelo y a alguien colocando sus labios sobre los míos, sentía que algo o alguien me oprimía el pecho y tengo esa extraña sensación de que no fueron los labios de Gale los primeros que probé de la boca de un hombre. —Katniss soltó una carcajada, respondiendo sin dejar de reír.

—Ese fue Finnick en el tercer vasallaje cuando golpeaste en contra del campo de fuerza. —Peeta rió junto con Katniss, cubriéndose el rostro, completamente avergonzado.

—Maldito Finnick, llegaste con tu seductora forma de ser, me besaste y dejaste sembrado en mí la semilla del pecado. —Ambos rieron sin control alguno, intentando cubrirse la boca ante las estruendosas carcajadas, para no despertar a Galpeet.

—Ya tenemos a quien echarle la culpa de todo. —Los dos jóvenes volvieron a reír ahogadamente, Katniss cubriéndose la boca y Peeta enterrando la cara en la almohada.

Ambos trataron de controlar sus risas al escuchar los quejidos del niño, retomando nuevamente su posición inicial sobre la cama, sin poder dejar de sonreír, pensando en todo lo ocurrido durante los últimos meses, siendo Katniss quien rompiera el silencio.

—Me toca a mí… —Peeta no supo a qué demonios se refería hasta que la chica preguntó—. ¿La amistad entre nosotros será sincera de ahora en adelante? —El joven sonrió, respondiéndole rápidamente.

—Verdadero. —Katniss se abrazó aún más a él, preguntándole si alguna vez pensó en confesarle toda la verdad sobre la relación entre él y Gale, esperando una respuesta—. Sí, así es… —respondió sin titubear, alegando que pensaban hacerlo después de que ella diera a luz.

—Bueno… de hecho así pasó. —Peeta sonrió, escuchándole hablar una vez más—. Y por último, la pregunta del millón… —Katniss volvió a recostar su rostro sobre el pecho de Peeta, preguntándole con un tono de voz discreto—. ¿Amas realmente a Gale como para llevarte al mundo por delante solo por él? —El joven gobernador, suspiró observando nuevamente el rostro del apuesto soldado dentro del medallón, recordando cada uno de los maravillosos momentos que habían vivido juntos desde su regreso, convirtiéndose en más que su amigo—. ¿Peeta?... —llamó Katniss al pensativo muchacho, el cual respondió con total sinceridad.

—Verdadero…


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