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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 21 __

Peeta se encontraba en su amplio despacho lidiando con Galpeet, el cual no quería comer su puré de verduras, llorando y pataleando, balbuceando que solo quería “tete”, lo que por supuesto no era otra cosa que la deliciosa merengada a la que su padre adoptivo lo había acostumbrado, aquella que no era más que leche, frutas y cereal, con un delicioso toque de miel, que tenía al pequeño realmente enviciado.

—No habrá tete hasta que no acabes tu puré, Galpeet. —Peeta intentó una vez más introducir en la boca del pequeño una porción de la pastosa preparación, pero el niño le empujó la cucharilla, retomando un nuevo berrinche, llorando con total malcriadez.

—Te lo dije —notificó Katniss con los brazos cruzados y el ceño fruncido junto a Peeta, quien se encontraba sentado en una de las sillas del despacho, las cuales servían para recibir las visitas, contemplando al niño sentado en su silla infantil—. Desde que le haces esa bomba atómica de potasio, lactosa y glucosa, el niño no quiere comer sus verduras. —Peeta probó el puré, arrugando la cara.

—No lo culpo. —Katniss lo fulminó con la mirada—. Esto está horrible.

—Galpeet debe comer cosas nutritivas.

—Lo sé, lo sé… pero le puedes variar la forma de darle las verduras, yo qué sé. —La chica puso los ojos en blanco.

—Genial… ahora debo escribirle un menú al bebé malcriado de lo que quiere y como lo quiere gracias a que tú le conscientes en todo.

—Es solo un bebé, Katniss. —La aludida clavó sus molestos ojos en Peeta—. Yo hubiese deseado que mis padres me consintieran así. —Al ver la melancolía en los ojos del muchacho, la joven Everdeen ablandó un poco el semblante—. Es nuestro bebé, nuestro Galpeet, conchentido… —Peeta comenzó a hablarle mimoso al pequeño, quien lo miró con sus grandes y llorosos ojos—. ¿Verdad que shí?... ¡Shí!... yo choy un bebé peteñito… —Aquello por supuesto consiguió no solo que el niño sonriera, sino que Katniss también lo hiciera.

—Tienes razón —alegó ella agachándose junto a Peeta, para quedar a la altura del multiasiento del niño—. Es nuestro bebé consentido. —Tomó la pequeña toalla que guindaba de una de las piernas de Peeta, tratando de limpiarle la carita, la cual estaba llena de lágrimas y trozos de puré—. Pero él debe aprender que primero debe comerse sus verduras y luego su tete. —El niño volvió a llorar al escuchar aquella palabra, pataleando en la silla—. ¡Oh vamos, Galpeet!... colabora un poquito… ¿Quieres? —Pero el infante estaba reacio a comer aquella insufrible masa de verduras trituradas, escuchando la estruendosa voz de Haymitch, notificar a continuación después de abrir la puerta.

—¿A que no saben quién llegó y con lo que el bebé más lindo del mundo quiere? —El atolondrado ex mentor le mostró el biberón al niño, lleno de batido de frutas y cereal, lo que por supuesto consiguió la amplia sonrisa del infante y el molesto rostro de Katniss—. ¡Siiii!... el fabuloso y amado tío Haymitch le trajo su tete al peque. —Peeta no dejó de ver el colérico rostro de Katniss, la cual estaba a punto de meterle el biberón por el trasero al sonriente hombre.

—¿Puedes ser más inoportuno? —preguntó la molesta chica, sin dejar de mirar al impertinente hombre como lo hacía—. Galpeet tiene que comerse sus verduras.

—A él no le gusta esa plasta de mierda que le haces por puré, encanto. —Peeta dejó el plato de verduras fuera del alcance de Katniss, temiendo que este terminara estrellándose en el rostro de Haymitch—. Deja que se tome su tete y deja de ser tan insufrible. —Le entregó el biberón al niño, el cual comenzó a golpearlo en contra del borde de su silla, consiguiendo que la tapa saliera volando, comenzando a degustar de su bebida.

—Yo soy la madre del niño y tú no me vas a venir a decir a mí lo que es mejor para mi hijo. —Tanto Haymitch como Peeta pusieron los ojos en blanco, uno ante las odiosas palabras de la insufrible ex tributo y el otro al darse cuenta de lo que sucedería a diario si él dejaba a ambos solos y conviviendo bajo el mismo techo sin su supervisión e intromisión.

—¡Ay por Dios, mujer!... deja de ser un dolor de bolas, me tienes la verga acatarrada, con tus sermones. —Galpeet se encontraba en su mundo, extasiado con su biberón, mientras su madre y su tío, estaban a punto de irse a las trompadas, siendo Peeta quien se interpusiera entre Haymitch y Katniss, la cual se le abalanzó, pretendiendo atestarle un manotazo.

—Alto, alto, alto… ya está bueno de tanta discusión, si así se van a comportar en mi ausencia, será mejor que postergue mi viaje. —A lo que ambos contrincantes respondieron al unísono, percatándose al fin de que se estaban poniendo de acuerdo en algo.

—Ni se te ocurra. —Aquello por supuesto hizo sonreír al muchacho, ya que era el único modo de calmar a aquel par de fieras cada vez que se enfrentaban.

—Si bien sigo sin estar de acuerdo con ese viaje, no creo que el postergarlo sea la solución —comentó Katniss.

—Pues entonces deben aprender a llevarse bien ustedes dos. —Tanto Katniss como Haymitch se fulminaron con la mirada—. Aún no me he ido y ya se están matando, no me quiero imaginar cuando me vaya. —Ambos supieron que Peeta tenía razón—. A mi regreso no quiero encontrar un baño de sangre y todo el distrito en ruinas. —El serio ex mentor rodó los ojos, apartándose del muchacho—. Debes entender que Katniss es la madre de Galpeet, Haymitch y no puedes pasar por sobre sus decisiones.

—Pero…

—Pero nada… —El por demás molesto hombre fulminó a Katniss con la mirada, mientras Peeta proseguía—. Sé que quieres consentir a Galpeet, todos queremos hacerlo, pero ella es su madre y sabe lo que es mejor para el niño. —El joven volteó el rostro, enfocándose en Katniss—. Y tú debes entender que Haymitch es un niño grande que ama a Galpeet, y ya que tú no lo mimas…

—Yo lo mimo…

—¡Sí!... ¡Ajá!... Sobre todo con esa cara de culo que siempre traes encima. —Katniss clavó sus desdeñosos ojos en el molesto hombre, el cual la contempló con los brazos cruzados.

—Ya basta, Haymitch… —le exigió el molesto gobernador, mirando retadoramente al ex mentor—. El punto es que sea como sea, Katniss es su mamá y tú no puedes restarle autoridad sobre el niño. —Haymitch sacudió los brazos de mala gana, descruzándolos con brusquedad.

—¡Vale, vale!… trataré de no meterme en sus decisiones —notificó resignado el atolondrado hombre—. Pero en serio, Katniss, debes tratar de hacerle algo más llamativo al niño, ese puré es horrible. —Peeta miró a Katniss dándole la razón a Haymitch.

—En eso lo apoyo, Kats. —La chica bajó la mirada, contemplando el alegre rostro del niño, al beber del batido—. Dile a Hazelle que te enseñe a hacer pastel de zanahoria y calabaza o las coles de Bruselas… ella me dijo que el único modo en que Posy se las comía era como ella se las preparaba, a lo mejor a Galpeet le gusten más así y luego lo complaces con su batido… ¿sí? —La chica le sonrió, asintiendo a tan dulce petición—. Gracias. —Le abrazó dándole un cariñoso beso en la mejilla.

—¡Y hablando de todo como los locos! —exclamó Haymitch, mirando su reloj de pulso—. ¿Ya no es hora de que Gale estuviese aquí? —Tanto Katniss como Peeta contemplaron el elegante reloj de péndulo que Beetee le había enviado a ambos ex tributos como un recordatorio de su compañera muerta, Wiress, la cual había dado con el acertijo de que la arena de juego del vasallaje, era un reloj.

—Pues sí —comentó Katniss—. Ya debería haber llegado.

—Ya vendrá —alegó Peeta, haciéndose el desentendido, aunque a él también le causaba algo de intriga el saber que lo había retrasado, bajando el rostro para ver al niño, quien se había quedado profundamente dormido—. ¡Oh, mi pequeño! —Se inclinó para sacarlo del estrecho asiento, destrabando la parte frontal del mismo—. ¡Mamá no entiende que ese batido también me alimenta y es muy rico! —Aquello lo dijo con voz aniñada, consiguiendo que tanto Katniss como Haymitch sonrieran—. Y tal parece que el tío Haymitch lo hace como me gusta. —A lo que el atolondrado y busca pleitos ex mentor, alegó.

—Con bananas, frutillas, miel y un toque de whisky. —No solo Peeta lo fulminó con la mirada, Katniss estuvo a punto de arrojarse sobre el entretenido hombre, quien soltó una risotada—. Es broma, ¡caray!… que amargados. —Volvió a soltar otra risotada—. El Whisky se lo bebió el tío mientras le hacía su batido. —Ambos jóvenes negaron con la cabeza.

—Borracho… —espetó Katniss.

—Pero eso a mí se me quita dejando de beber… ¿Cómo te quitamos a ti lo bruja? —Katniss volteó lentamente el rostro, clavando sus iracundos ojos en Haymitch a punto de romperle todo lo que se llama cara, pero justo en ese momento se pudieron percibir las fuertes pisadas de varias personas que caminaban a un mismo ritmo y tiempo, acompañados de un taconeo que discordaban entre las demás, rompiendo la sincronización de los recién llegados—. Creo que ya llegó por quien llorabas.

—Estoy cansada de decirte que yo ya no sufro por Gale. —A lo que Haymitch, alegó con una socarrona sonrisa.

—No hablo de ti, mujer… hablo del señor gobernador. —Peeta se mantuvo serio ante aquel comentario, meciendo al inconsciente niño entre sus brazos, pero en cada pisada su corazón parecía acompasarse a su ritmo, demostrándole lo mucho que ansiaba volver a verlo.

La chillona voz de Effie, les notificó a todos que era ella la que los guiaba por el pasillo que daba al despacho de Peeta, quien ya se encontraba vestido con un traje militar en un tono negro y gris, el cual había sido confeccionado tanto por Katniss como por Hazelle, pensando que lo mejor para él era que fuese vestido de militar, pero que a su vez, resaltara como el gobernador del doce y no como un militar más.

Effie abrió de lado a lado las hojas de la puerta doble. Se apartó del camino de los sincronizados soldados, quienes se colocaron frente a Peeta en formación en V, siendo Gale el cabecilla de dicha comitiva, donde los cinco soldados se detuvieron al mismo tiempo, haciéndole la venia a su superior, quien en este caso era Peeta.

—Escuadrón 561 reportándose a las mil quinientas horas, señor gobernador —notificaron al unísono los soldados que conformaban la nueva escolta de Peeta, el cual, por más que trató de permanecer inmutable, aquella forma tan tempestiva y al mismo tiempo respetuosa de arribar a la gobernación, lo dejó asombrado y a la vez fascinado.

—Bienvenido escuadrón 561 —saludó Peeta, haciéndoles el típico saludo militar, tal y como ellos lo habían hecho, donde los cinco soldados se mantuvieron firmes y a la espera del permiso de su superior para romper filas—. Descansen. —El joven Mellark bajó su mano, consiguiendo que todo el escuadrón hiciera lo mismo, siendo Gale y Johanna, los únicos que se movieran de su posición, saludando a los presentes, mientras Peeta rodeó su escritorio, en busca de su asiento, colocando el calmo rostro del pequeño sobre su hombro.

—¡Vaya!... Qué aplicaditos… —comentó Haymitch con su típica jocosidad, apretando enérgicamente la mano que Gale le ofrecía—. ¿Cuánto tiempo estuvieron practicando para que les saliera sincronizado? —El capitán Hawthorne frunció el ceño, ganándose las odiosas miradas de los oficiales, siendo Johanna la única que riera, al saber cómo era de impertinente aquel hombre.

—Bueno, Haymitch, ya sabes cómo es todo —comentó la oficial Mason, observado como Gale no le quitó los ojos de encima a Peeta, quien había tomado asiento, enfocándose en el niño—. Cero alcohol, cero excesos y uno puede llegar a hacer tan sincronizado como nosotros. —Katniss sonrió a las irónicas palabras de Johanna, mientras Haymitch sacó un pequeño frasco de aluminio de su bolsillo, bebiendo de él, después de alegar.

—Por eso jamás me enlisté. —Bebió nuevamente del pequeño envase—. Los excesos y yo nos llevamos muy bien… gracias. —Se guardó el contenedor de licor—. ¡Por cierto!... ¿Por qué el retraso? —preguntó Haymitch, mirando a Gale, el cual dejó de ver a Peeta, enfocándose en su interlocutor.

—Debíamos ir primero a la casa presidencial, teníamos que recoger un par de documentos realmente importantes y llevarlos a sus respetivos lugares. —Haymitch negó con la cabeza.

—La presidenta siempre molestando, te tiene como el niño de los mandados, ¿no? —Gale negó con la cabeza, introduciendo su mano entre el chaleco y uno de sus pectorales, sacando un sobre de manila, el cual le extendió a Katniss.

—De hecho no… los documentos que me dieron son muy importantes, Haymitch. —El hombre asintió, enfocando sus curiosos ojos en el sobre, siendo Effie quien abriera desmesuradamente los suyos, mientras Katniss y Peeta se miraron al rostro—. Allí tienes, Katniss, por lo que tanto has luchado… Lo que te prometí. —La joven Everdeen volteó su cara, enfocando su mirada en el sonriente soldado—. Es tu indulto, eres una mujer libre de ir a donde tú quieras. —Peeta se levantó raudo de su puesto, justo cuando Katniss sacó el documento del sobre, leyéndolo sin poder creer que era cierto.

—No lo creo…

—Créelo descerebrada… —notificó Johanna, logrando que Jackson y Stuart rieran—. A Gale solo le faltó follarse a la negra para que te diera el indulto. —Effie se cubrió la boca, completamente indignada, siendo Haymitch quien riera a carcajadas, mientras Peeta no podía creer aun que Gale hubiese conseguido aquel perdón.

—¡Johanna!... más respeto para la señora presidenta. —La oficial puso los ojos en blanco ante la petición del capitán.

—¡Ay, sí!... como si tú no la has maldecido alguna vez. —Los demás oficiales intentaron aguantarse las risas ya que sabían perfectamente que aquello les acarrearía problemas con su superior—. ¡Y bien, Katniss!... ¿Qué distrito piensas visitar primero? —La joven Everdeen, levantó su consternado rostro después de leer, enfocando su vidriosa mirada sobre Peeta, quien le sonrió dulcemente felicitándole. Luego volteó su cabeza hacia Johanna, respondiéndole en voz casi imperceptible.

—No lo sé… —Gale sonrió, imaginando que la chica se encontraba en shock sin saber qué hacer, acercándose a ella para comentarle.

—Una vez me dijiste que la visita al distrito once te pareció corta e infructuosa. —La chica levantó la mirada—. Ahora puedes ir y ayudarles en todo lo que te propongas, Katniss. —La joven parpadeó y un par de lágrimas escaparon de sus ojos, abrazando impetuosamente a Gale, lo que consiguió que cada uno de los presentes enfocara sus ojos en Peeta, el cual pudo sentir como los colores se les subieron al rostro, ante las impertinentes miradas que le dieron, haciéndose el desentendido.

—Gracias, Gale…

—No me lo agradezcas solo a mí, esto es obra de todos… Plutarch, Haymitch y sobre todo de Peeta. —La chica recordó que ambos jóvenes estaban en período de reconciliación, sintiéndose avergonzada ante el impulsivo abrazo que le había dado al soldado, soltándolo rápidamente.

—Tienes razón. —Katniss se acercó a Peeta a paso acelerado, abrazándole con todas su fuerzas—. Gracias, Peeta, no sabes lo que esto significa para mí. —El joven sonrió, palmeándole la espalda con una mano, ya que con la otra sostenía al pequeño—. ¡Mira Galpeet!... Mamá es libre. —Todos sonrieron, hasta Haymitch estaba feliz por la chica, la cual zarandeó el sobre frente al niño, quien por supuesto ni se inmutó ante lo que ocurría, sumergido en su mundo de fantasías.

—Bueno… —soltó Haymitch en un tono de voz despreocupado—. Lamento interrumpir toda la felicidad de Katniss, pero creo que la comitiva diplomática está algo retrasada y no creo que sea prudente que lleguen de noche y sin avisar. —A lo que Gale respondió.

—El almirante Jenkins sabe de nuestra visita. —Peeta se sorprendió, ya que él imaginó que la llegada al distrito trece sería secreta—. No me pareció prudente presentarnos sin avisar, por lo menos a una de las dos partes en conflicto.

—Me parece perfecto —comentó Haymitch—. Muy estratégico de tu parte Gale. —El aludido agradeció sus palabras—. ¡Y por cierto!... ¿La prensa no vendría con ustedes? —A lo que Stuart respondió.

—La señorita Cressida y todo su staff de camarógrafos nos esperan en el aerodeslizador.

—Pensé que iríamos en tren —alegó Peeta, apartándose un poco de Katniss, la cual volvió a leer el documento, tratando de asimilar la noticia.

—Así era. —Gale comenzó a caminar hacia Peeta, quien sintió deseos de volver a su sillón y enterrarse en él, pero imaginó que aquel gesto de su parte parecería un poco infantil, manteniendo su rígida postura, recostándose de uno de los costados del escritorio—. Pero los rebeldes han obstruido el paso terrestre al distrito.

—¿Y eso por qué? —preguntó Effie bastante asombrada.

—Porque así presionan al almirante… —Gale asintió a las acertadas suposiciones de Peeta—. Por tren es que le llegan los suministros de alimento al trece… ¿No es así? —El capitán Hawthorne asintió nuevamente, colocándose junto a Peeta, contemplando a su hijo.

—Así es… —Katniss ya se había percatado de la presencia de Gale junto a Peeta, apartándose de ellos, mostrándole apremiante el documento a Effie, quien le abrazó felicitándole, mientras el soldado proseguía—. El último tren fue asaltado por los rebeldes, quitándoles todas las provisiones al cuartel de Jenkins. —Comenzó a acariciar el sudoroso cabello del niño, sonriéndole paternalmente.

—¿Y no lo pueden recibir vía aérea? —Callahan, quien había permanecido en silencio desde el arribo del escuadrón, respondió a la pregunta de Haymitch.

—Todo aerodeslizador que entra a cielo aéreo del distrito es derribado. —Tanto Effie como Haymitch miraron con ojos de terror al piloto, quien prosiguió mientras Gale comenzó a hablarle cariñosamente al niño entre susurros, sin dejar de mirar a Peeta, quien escuchaba claramente lo que el padre de Galpeet le decía a su hijo—. No se asusten… tenemos un plan.

—¡Hola, compañero!... ¡Hola!... —Callahan siguió explicando en qué consistía todo aquel plan suicida, mientras Peeta trataba de permanecer atento a las palabras del serio hombre de color, pero Gale se lo estaba poniendo difícil—. ¿Le dijiste a tu papi lo que te pedí que le dijeras? —Peeta sabía de sobra a qué se refería Gale, recordando el día del asado en la plaza, donde había ido a llevarle un poco a los Hawthorne y al mismo tiempo recoger al niño—. ¿Le dijiste a tu padre lo mucho que lo amo y lo extraño?... ¿Eh?... —El chico apretó con fuerza los labios, sin dejar de mirar al piloto, quien siguió explicándole junto con Johanna, todo lo que se tenían planeado.

—No sé… esto no me convence —comentó Katniss.

—A mí menos. —Estuvo Haymitch de acuerdo—. Es muy arriesgado, nada les da seguridad que todo ese plan funcionará. —A lo que Peeta intervino, tratando de restarle importancia a las dulces palabras de Gale, quien comenzó a besar sonoramente al niño en la mejilla, para incomodarle.

—Y es por eso que funcionará. —Gale sonrió al ver como Peeta intentaba hacerse el loco, pero entre el rubor en sus mejillas y el sudor en sus sienes, le indicaban que el chico estaba realmente perturbado—. Sé que el oficial Callahan es muy competente, y si él dice que pude evadir los radares y llevarnos hasta el almirante Jenkins, pues así será. —El piloto agradeció la fe que Peeta tenía en él, quien pudo percibir como Gale no podía quitarle los ojos de encima al muchacho, aunque le hablaba era al niño.

—¡No sabes cuánto me has decepcionado, Galpeet!... —El niño, aunque ni enterado de todo aquel parloteo de parte de su padre biológico, sonrió entre sueños, como si le entendiera—. No, no te rías, mal amigo. —Peeta puso los ojos en blanco, mientras el piloto siguió conversando con Haymitch, Effie y Katniss, la cual tampoco estaba de acuerdo con todo aquello—. Me prometiste que le dirías a tu papito que…

—Galpeet le dijo a papito Peeta lo que el tarado de su padre Gale le mando a decirme —espetó entre dientes el molesto gobernante, volteando el rostro bruscamente, encarando al fin, al por demás sonriente soldado.

—¿Y qué respondió papito Peeta? —preguntó con total ironía, regalándole una seductora sonrisa de medio lado, donde aquel par de gruesos y húmedos labios incitaban a Peeta a tener muy malos y pervertidos pensamientos, despertando en su boca una enorme sed de ellos.

—Papito Peeta dice que se siente alagado pero que… —Tuvo que voltear el rostro, ya que no soportaba verle a la cara y no arrojarse sobre sus brazos—… que aún se siente molesto con él. —Gale suspiró sin dejar de verle, deseando quitarle al infante de los brazos y raptar a Peeta como un troglodita, y llevárselo al bosque para hacerle el amor como jamás lo habían hecho antes y así quitarle toda esa rabia que sentía hacia él.

—Pues no sé qué vas a hacer con tu orgullo, Peeta. —El joven Mellark, se acomodó mejor al niño sobre su hombro, esperando a que el soldado culminara su alegato—. Ya que el otro documento importante que tuve que entregar antes de venir acá iba dirigido a la prisión de máxima seguridad del Capitolio. —Peeta volteó raudo a verle. —Sí… así mismo como lo estas pensando, el indulto de Caesar también fue aprobado por Paylor. —El pasmado joven dejó que su boca se abriera sin darse cuenta ante el asombro—. Y mis órdenes son llevarte al Capitolio, después de ir a hacer el tratado diplomático con ambos grupos en conflicto.

“Mugrosa vieja del demonio”, pensó Peeta, refiriéndose a Paylor. —No puede ser.

—No te creas… yo también me quedé en shock, pesando en ello, pero… —Gale, levantó el bracito de Galpeet para poder asir al niño por las axilas, tomándolo al fin entre sus brazos—. Diste tu palabra ante las cámaras y todo Panem está esperando esa exclusiva. —El aludido y consternado joven ayudó a Gale a acomodar al, aún dormido niño, entre los brazos de su padre—. No creas que yo estoy saltando de dicha.

—¡Sí, claro!... —espetó Peeta de mala gana.

—Pues no… lo creas o no es así… —Peeta lo miró de mala gana, tomando la toalla para limpiarle la cara a Galpeet, el cual había estado babeándole el hombro a su padre—. Yo solo quiero que tú me perdones, no que ventilemos nuestras cosas en público.

—¡Oh, sí, claro!… —Alzó Peeta la voz, sin tan siquiera darse cuenta de que la conversación entre los soldados y los civiles había culminado—. Lo dice el que fue hasta el programa de mayor rating en Panem después de los Juegos del Hambre y grita a viva voz que me ama.

—Pues no me dejaste elección… tú no querías escucharme. —Ambos comenzaron a discutir, olvidándose por completo de todos los que los miraban atentos sin decir ni una sola palabra—. Intenté explicarte cómo había sido todo… Pero estabas ciego de rabia…

—Estaba ciego de dolor, Gale… tú me traicionaste… —Peeta al fin se dio cuenta de que no estaban solos, girando lentamente el rostro, percatándose de como todos les miraban—. ¡Oh, por Dios! —El joven Mellark les dio la espalda, cubriendo su enrojecido rostro con ambas manos.

Gale también se ruborizó, no tanto como Peeta, pero si lo suficiente como para demostrarle a todos que él también había perdido la noción del lugar y el tiempo ante la pequeña disputa que se había armado entre ellos en tan solo unos minutos.

—Aammm… ¿Por qué no vamos a ver si la señorita Cressida y sus camarógrafos necesitan algo? —preguntó Effie, acercándose a la puerta.

—Sí… es buena idea… —secundó la moción la joven Everdeen, quien se acercó a Gale para quitarle al niño de los brazos, pero el hombre le rogó que lo dejara unos minutos más con él.

—Afuera todos —exigió Johanna, siendo Callahan el único en salir del despacho, mientras que Jackson y Stuart, miraron encantados la penosa escena—. Vamos fuera, fuera… —Les empujó con total brusquedad, haciendo reír al piloto—. No les gusta, pero les entretiene… ¿no?... que par de viejas chismosas y metiches… chu, chu… abocando el ala. —Las palabras de la sincera oficial junto a los ceños fruncidos de ambos cadetes, consiguieron las estruendosas carcajadas de Haymitch, el cual salió a paso lento, sin dejar de mirar tanto a Gale como a Peeta.

—Está bien, Gale… lo dejaré… —El soldado se lo agradeció con una amplia sonrisa—. En aquel rincón tienes el coche. —Señaló hacía la pequeña biblioteca que adornaba el despacho, donde un lujoso coche de bebé, se encontraba estacionado—. Por si quieres tener las manos desocupadas. —Gale sonrió, no solo ante las impertinentes palabras de Katniss, sino al ver como Peeta volteó el rostro para ver a la sonriente chica, la cual le guiño un ojo a ambos en total complicidad—. Con permiso. —Se retiró, siendo la última en salir, cerrando ambas puertas.

—No puedo creer esto —comentó más para sí mismo que para Gale, el asombrado y al mismo tiempo avergonzado joven—. Todos parecen estar en un complot. —El soldado caminó hacia el coche del niño, acomodando al pequeño dentro de él—. Lo peor es que le damos tela que cortar, no sé cómo haré para no darle a Cressida lo que busca. —Gale empujó el coche hasta donde se encontraba Peeta, quien no dejó de elucubrar sobre todo aquel asunto, caminando de un lado a otro frente a la ventana panorámica que se encontraba detrás de su sillón.

—Solo se tú mismo… Peeta. —El chico dejó de pasearse de un lado a otro, observando al calmado soldado, quien dejó al pequeño dentro del coche muy cerca del escritorio—. Mientras más te empeñes en mostrar lo que no es, más evidente serás. —Peeta supo que Gale tenía razón, era mejor dejar que las circunstancias se fuesen presentando por si solas, mostrándole al mundo lo que era mejor para ambos hombres.

—Sí… tienes razón. —Gale hizo un gesto que denotó el asombro y al mismo tiempo la ironía de darse cuenta de que al fin coincidían en algo.

—¡Genial!... Vamos progresando. —Peeta frunció el ceño, mirándole con los ojos entrecerrados—. Y ahora que tengo las manos desocupadas y tú me das la razón. —Gale fue acercándose lentamente al chico, quien abrió desmesuradamente los ojos, apartándose de él—. Tú y yo vamos a hablar. —El joven gobernador se posó detrás del sillón reclinable, poniendo distancia entre él y el soldado.

—No tienes que acercarte tanto a mí para que hablemos. —Aquello por supuesto hizo sonreír al soldado—. Y se nos hace tarde, creo que deberíamos… —Pero Gale no tenía la menor intención de dejar pasar esa oportunidad, aferrando con fuerza el sillón, arrojándole hacia uno de los costados, consiguiendo que Peeta se apartara de él, pero el rápido movimiento de Gale acorraló a Peeta en el marco de la ventana panorámica.

—No quiero irme sin poder decirte en privado lo mucho que te he extrañado y lo feliz que me hace el haber sido nombrado tu escolta personal. —El corazón de Peeta parecía estar a punto de salirse por su boca, golpeando con gran ímpetu dentro de su pecho—. ¿Sabes lo que eso significa? —A lo que Peeta respondió, sin intención alguna de levantar la cara, tratando de mantener distancia entre su cuerpo y el del soldado, pero Gale se lo hacía realmente difícil.

—Que no podré deshacerme de ti.

—Como si lo quisieras. —Peeta al fin alzó la mirada, clavando sus desdeñosos ojos azules en aquellos profundos e imponentes ojos cafés.

—¡Vaya!... Que arrogante te has vuelto. —Gale sonrió de medio lado, negando con la cabeza, sin dejar de ver los deseables labios de Peeta.

—No soy arrogante… —Se acercó un poco más a Peeta—. Es solo que el temblor en tu cuerpo y el sudor en tu rostro me demuestra todo lo contrario. —El serio y por demás perturbado joven, bajó nuevamente la mirada, sin decir nada al respecto—. ¿Sabes lo que siente el desierto a tres pasos del mar? —Peeta no supo de qué demonios hablaba el soldado, mirándole al rostro bastante extrañado.

—¿De qué hablas? —Gale dejó de forcejear con Peeta, el cual también ablandó sus duras facciones y su fuerte aferró sobre los brazos del soldado para apartarle.

—¡Qué ya no puedo soportarlo más!... —Bajó la mirada—. Ya no quiero este distanciamiento entre tú y yo, Peeta. —El aludido le observó, sin saber qué hacer o decir—. Me siento como si fuese un desierto y tú eres el océano. —El chico no dejó de mirarle, esperando a que prosiguiera—. Siento sed de ti, sed de tenerte cerca, de poder decirte como antes cuánto te amo. —Se acercó una vez más a Peeta, el cual, a pesar de sentir un poco de temor, no se apartó—. Mi cuerpo pide a gritos el tuyo.

—Eso es imposible —respondió Peeta.

—No, no lo es… —contraatacó Gale—. He intentado olvidarte, he tratado de acostarme con chicas, con Johanna, pero ya no puedo… no deseo a nadie más que no seas tú.

—Pero yo te herí. —Aquello salió de la garganta de Peeta con voz temblorosa e insegura.

—No, Peeta… —El soldado aferró las manos del tembloroso muchacho, quien bajó una vez más la mirada—. Todo lo que ocurrió fue mi culpa, nada de eso hubiese pasado si yo no hubiese sido un completo cobarde. —Peeta comenzó a llorar—. Ya te dije que todo eso está olvidado. —Tomó al lloroso chico por el mentón, alzándole la cara—. Yo solo quiero pasar la página y seguir con una nueva historia junto a ti, una con final feliz. —El joven Mellark no pudo evitar estremecerse ante sus palabras y sobre todo ante su cercanía, deseando exactamente lo mismo que Gale, calmar aquella sed que ambos sentía por probar de los labios del otro y saciar aquel deseo contenido, pero una dulce vocecita los hizo voltear a ambos.

—¡Papá!... —Tanto Gale como Peeta contemplaron el sonriente y semi somnoliento rostro de Galpeet, quien los miraba con sus grandes y expresivos ojos.

—Pero que inoportuno eres, compañero. —Galpeet rió ante las palabras de Gale, agitando sus brazos y sus piernas, al ver que había conseguido lo que buscaba, la atención de sus padres—. Venir a despertarte justo ahora. —Peeta sonrió, limpiándose el rostro, aspirando sonoramente por la nariz ante el lloriqueo.

—No lo culpes… ¿Qué va a saber él? —Se acercó al sonriente niño, el cual comenzó a meterse las manos a la boca—. ¿Descansaste, bello? —Tomó al niño entre sus brazos, percibiendo la cercanía del cuerpo de Gale a sus espaldas.

—¡Hola, campeón!... —Gale le dio un beso en la mejilla—. Cada día estas más bello y hermoso como tu papá. —A lo que Peeta respondió, tratando de sonar serio.

—Presumido.

—Hablo de ti, Peeta… —El chico no pudo evitar sonreírle.

—Lo sé… —Ambos se miraron nuevamente a los ojos, mientras el niño los contemplaba a ellos—. El desierto a tres pasos del mar, ¿eh?… eso sonó muy bonito—. Volteó a ver a Galpeet—. Tu papá sabe usar las palabras a su favor. —Gale aferró el rostro de Peeta, incitándole a mirarle.

—Dime que no sientes igual que yo. —Peeta no respondió, pero Gale pudo darse cuenta como los ojos del muchacho se clavaron sobre sus labios, levantando progresivamente la mirada.

—Cada ser es una taberna, y sé que si te dejo entrar nuevamente a mi vida, me embriagarás de amor e infinita sed de ti. —Aquello fue un trago de vida, Gale sintió como cada lacerante cicatriz en su corazón se desvaneció dando paso a una sosegada seguridad, donde Peeta parecía estarle entregando el soplo de aliento que él tanto anhelaba.

—Ahoguémonos y embriaguémonos entonces, pero no me dejes morir de sed. —Peeta cerró sus ojos, dándole el permiso a Gale para que se acercara y se entregaran mutuamente lo que ambos tanto deseaban.

Posó lentamente aquellos carnosos labios sobre la húmeda y delgada boca de Peeta, donde desierto y mar se fusionaron en aquel anhelante beso que les devolvió a cada uno la dicha que habían perdido y sobre todo el amor que creyeron abandonados a la deriva, reencontrándose una vez más.

Un fuerte manotazo de parte de Galpeet los separó, sobresaltándose ante la inesperada reacción, donde ambos hombres le contemplaron con la boca abierta, mientras el niño comenzó a llorar, abrazándose de Peeta.

—¿Qué pasó, campeón? —preguntó Gale sobándose el manotazo que el niño le había propinado en el ojo—. No llores, rey… ¿Qué le pasó? —preguntó el asustado soldado, acariciándole el cabello al niño, quien lo miraba recostado sobre el pecho de su padre adoptivo, quien también había recibido lo suyo por parte del infante.

—Galpeet me cela mucho. —Gale abrió los ojos, completamente perplejo—. De un tiempo para acá, está muy apegado a mí. —Se ruborizó un poco, ya que lo que menos deseaba, era robarle el amor de Galpeet a su padre biológico, aunque él fuese el legal—. Es solo un niño… cada vez que alguien me abraza o me besa él se pone así. —A lo que el serio soldado preguntó con quién más se estuvo besando últimamente—. Con nadie. —Rió—. Hablo de Effie, de Katniss y de las muestras de cariño que el pueblo tiene conmigo, a mí me causa gracia su reacción. —Gale sonrió.

—Pues, compañero… Vamos a tener una seria conversación usted y yo porque ese trozo de pan debes compartirlo. —Aquello hizo sonreír a Peeta, ruborizándose un poco—. Sé que lo amas, te entiendo perfectamente, pero yo lo vi primero. —El chico volteó el rostro al otro lado, tratando de mantenerse serio pero ante lo ocurrido y sus ocurrentes palabras, la sonrisa se le escapó sin control alguno por la comisura de los labios.

Tocaron a la puerta, siendo Peeta quien diera el permiso a entrar, tratando de controlar aquella risa nerviosa, la cual no podía ocultar lo feliz y realizado que se sentía, ante aquel beso, aquel que siguió causando estragos en su cuerpo, temblando sin poder controlarse, deseando más de Gale.

—Lamento molestarlos —notificó Katniss—. Pero tanto tus soldados como la reportera creen que es mejor que se marchen ahora, antes de que oscurezca. —Tanto Gale como Peeta asintieron, acercándose raudos a la chica, la cual tomó a Galpeet entre sus brazos.

—Tienes razón —argumentó Peeta—. Es hora de terminar con este conflicto de una vez. —Gale sonrió al ver la seguridad del joven gobernador, aunque tenía sus dudas al respecto, pero él se había jurado estar atento y sobre todo a resguardar la vida de Peeta por sobre la suya—. Pórtate bien, príncipe. —Peeta le dio un beso al niño, el cual pretendió arrojarse a los brazos de su padre legal—. No, bebé, debes quedarte con mami. —Katniss lo aferró con fuerzas, dándole un beso de despedida a Peeta.

—Cuídate… —Miró a Gale—. Cuídense ambos. —Los dos asintieron al mismo tiempo—. Hay alguien que los ama y los espera aquí a ambos. —Señaló al niño, consiguiendo sus afables sonrisas—. Ahora vayan. —Peeta le exigió a Katniss que no fuese tan dura con Galpeet y entendiera que el solo quiere comer cosas que le gusten y no que lo hagan vomitar—. Prometo aprender a cocinar mejor…. Ahora andando.

Ambos comenzaron a caminar, después de que Gale se despidiera de su hijo con un fuerte abrazo y un beso, felicitando nuevamente a Katniss por su libertad, llevándose consigo a Peeta, quien a cada tanto miraba hacia atrás, ya que el pequeño comenzó a llorar llamándole.

—Me está rompiendo el alma. —Pretendió regresar pero Gale se lo impidió, aferrándole del brazo.

—Ya se le pasará —notificó el soldado con total seguridad, enfocando sus ojos en el lloroso niño en la distancia—. Prometo traerte de vuelta a papito Peeta, Galpeet. —Tanto el niño como el joven no dejaron de llorar ante la separación—. Aunque de ello dependa mi vida. —Soldado y gobernador se miraron a las caras, contemplándose el uno al otro—. Lo prometo.

Peeta bajó la mirada, suspirando para controlar su pesar, retomando de nuevo su andar hacia las afueras de la gobernación, mientras Katniss no pudo dejar de pensar, en que a lo mejor, Galpeet podría llegar a perder a uno de sus padres o a ambos, tratando de eliminar de su cabeza y su corazón, aquel mal presentimiento.

 

El aerodeslizador estaba a punto de entrar en territorio hostil, mientras Cressida les informaba a los camarógrafos, entre ellos Pollux, cuál de los dos debía estar atento a cada uno de los movimientos del gobernador Mellark y sobre todo en captar cada cercanía entre el capitán Hawthorne y Peeta.

—Diez minutos para sobrevolar el territorio trece —notificó Callahan, revisando la lectura de su tablero de navegación—. Comenzaremos estrategia. —Johanna asintió, realizando sus labores pertinentes, siendo Gale quien se quitara los seguros que lo mantenían resguardado en su silla, acercándose a Peeta.

—¿Qué haces? —preguntó el joven gobernador al ver lo que el soldado hacía.

—Esto jamás se ha hecho con un aerodeslizador… —Peeta asintió, sin saber aún por qué se había levantado de su puesto—. Esto que ves aquí… —Le mostró una palanca a su derecha—. Es lo que impulsa la silla fuera de la nave. —Aquello más que darle aliento, lo asustó, observando cómo Gale señaló al techo—. ¿Ves esa escotilla? —Peeta levantó la mirada, contemplando una especie de puerta en el techo de la nave—. Se abrirá justo cuando le des a esa palanca y salgas despedido… —Señaló un cordón que guindaba en el costado izquierdo del muchacho—. Y cuando sientas que el asiento comienza a descender, jalas con fuerza de esto, eso hará que se abra el paracaídas.

—Me estás asustando, Gale…

—A mí también —notificó Cressida—. No se me notificó que esto sería tan arriesgado.

—Relájate… —le exigió Gale a la reportera—. Fue más peligroso entrar al Capitolio con tantas trampas y jamás te quejaste. —Enfocó nuevamente sus ojos en el asustado rostro de Peeta—. Cálmate, todo va a salir bien… esto es un “por si acaso”. —El chico asintió tragando grueso—. Ten… —Introdujo la mano en el bolsillo derecho de su uniforme, sacando un broche idéntico al que Plutarch le había dado a Peeta con un micrófono implantado en él, donde dos sinsajos se unían entre un par de aros—. Esto es un dispositivo de alerta. —Se lo colocó sobre el chaleco, ajustándole el broche—. Cuando creas necesitarme por cualquier motivo, cualquiera Peeta, solo apriétalo. —Tomó la mano del muchacho incitándole a apretar el dispositivo.

Peeta lo apretó con fuerza, sintiendo como ambos sinsajos se unieron un par de centímetros el uno al otro, lo que consiguió que el otro broche, el que Gale descubrió al abrir los amarres de su chaleco, vibrara con fuerza, percatándose de ello después de que Gale aferrara su mano izquierda, posicionándola sobre su pecho.

—¿Sentiste eso? —Peeta asintió—. Es mi corazón. —Sonrió con picardía al decir aquello en voz baja, consiguiendo un manotazo de parte de Peeta, quien trató de permanecer serio, dándole una rápida mirada a la reportera—. No te molestes, solo quiero que te sientas menos nervioso. —Apretó nuevamente el broche doble del muchacho, consiguiendo que el suyo dejara de vibrar—. Eso me alertará a mí y sabré que estás en problemas.

—¿Y cómo me encontrarás? —preguntó Peeta justo cuando Callahan notificó que estaban entrando a cielo hostil.

—Con esto. —Gale descubrió un brazalete que tenía dentro de la manga del uniforme, mostrándole el pequeño mapa digital, el cual le notificaba la ubicación exacta del muchacho—. No te me perderás tan fácil. —Se levantó tomando nuevamente asiento, sin que ambos hombres dejaran de contemplarse, lo que por supuesto fue uno de los alicientes para que los lentes de las cámaras se colocaran sobre ellos, ya que el primero había sido cuando ambos entraron a la nave y Gale se había dado a la tarea de ponerle el chaleco antibalas, siendo también inmortalizado el momento donde el soldado se plantara frente al chico para notificarle lo del paracaídas y el broche.

—No me das mucho aliento. —Gale sonrió—. ¿No podré tener privacidad ni siquiera en el baño? —El soldado negó con la cabeza.

—Para todo estaré contigo. —Aquello más que molestarle, le agradó, aunque su cara era de hastío y total molestia, su corazón latió fuerte, deseando que así fuera.

—Motores apagados en: tres… dos… uno… —Cressida abrió grande los ojos ante aquello, mientras Peeta los cerró al ver que las luces se apagaban, aferrándose con fuerza de sus seguros, sintiendo como todo el sistema mecánico de la nave se detuvo, consiguiendo de la nave un fuerte jalón hacia arriba y luego hacia abajo, lo cual se percibió en cada uno de los estómagos de quienes volaban dentro de la nave.

—¿Pero qué están haciendo?... —gritó histérica la reportera—. Nadie me informó de…

—Si se le hubiese informado, usted se lo habría dicho a Plutarch, esto es algo que nos planeamos nosotros mismos para poder entrar al distrito sin ser detectados —notificó Gale en voz alta, aunque Paylor sabía perfectamente sobre todo aquello. Peeta siguió con los ojos cerrados, percibiendo el vértigo en sus entrañas—. Relájate y disfruta el paseo, Cressida. —Pollux, quien por supuesto no hablaba absolutamente nada, comenzó a hacer más señas que un fiscal de transito, donde Gale imaginó que el aterrado Avox estaba tratando de preguntarle qué demonios estaba ocurriendo.

—Estamos cayendo, maldición… estos dementes apagaron los motores… —La reportera comenzó a despotricar a los cuatro vientos todo el terror que sentía, mientras Johanna y Callahan se miraban muertos de risa, negando con la cabeza.

Stuart y Jackson comenzaron a cantar una tétrica canción sobre sinsajos cayendo desde un cielo nocturno, entonando canciones de muerte y un montón de cosas, que más que calmar los ánimos, fueron empeorándolo todo, mientras Gale enfocó raudo sus ojos en Peeta, quien no dejó de mantener sus ojos cerrados, observando cómo sus labios se movían, imaginando que oraba o algo por el estilo, aunque la fe en Panem había muerto con la dictadura de Snow.

—Indíqueme altura, oficial Mason —exigió Gale en voz alta, tratando de acallar los berrinches de Cressida.

—Cuarenta y ocho mil pies de altura, capitán —indicó Johanna, de lo más calmada—. Y descendiendo.

—¿Callahan? —llamó Gale la atención del piloto.

—Vamos bien, señor. —El líder del escuadrón asintió, observando como los dos camarógrafos mantuvieron sus ojos cerrados y Cressida tratando de no hiperventilarse, mirando al techo con los ojos llorosos. Aquello le dio aliento a Gale para aferrar con fuerza, la mano de Peeta, consiguiendo que el joven abriera raudo los ojos, enfocándolos en él.

—Todo va a salir bien. —Peeta asintió sin poder dejar de temblar, mirando raudo hacia el staff de reporteros, pero ninguno estaba atento a ellos, lo que por supuesto incitó al muchacho a corresponder aquel apretón de manos, donde Stuart y Jackson fueron los únicos testigos de ello, mirándose el uno al otro con una amplia sonrisa cómplice.

—Cuarenta mil pies y descendiendo —notificó nuevamente Johanna, consiguiendo que Peeta se estremeciera y Gale se enfocara en Stuart, el cual volteó rápidamente el rostro, tratando de hacerse el loco.

—Indique posición, cadete. —El joven soldado observó el mapa virtual en la pantalla de su consola de vuelo, notificándole a Gale.

—Seguimos atravesando terreno rebelde, señor. —Peeta soltó la mano de Gale, quien no opuso resistencia a ello, ya que necesitaba estar completamente concentrado en la maniobra.

—¿Cuánto falta? —A lo que Callahan respondió a la pregunta de su superior.

—Ciento cincuenta kilometro, señor. —Gale comenzó a sacar cuentas, preguntándole a Jackson cuanta altitud perdían por cada kilometro.

—Casi cinco mil pies por kilometro, señor. —Las matemática de Gale no cuadraban, faltaba mucho por recorrer y parecía que el aerodeslizador pesaba lo suficiente como para descender más rápido de lo previsto.

—Puedo hacer que los propulsores aerostáticos se enciendan emergentemente, señor —respondió el piloto.

—¿Pero?... —preguntó Gale a sabiendas de que habría una traba a aquella maniobra o ya la habría ejecutado sin problema alguno.

—Eso consumiría el doble de energía, y por consiguiente a la hora de volver a arrancar los motores, estos a lo mejor no enciendan, ya que eso consume bastante carga. —El corazón de Peeta bombeó incesante en su pecho, pero él sabía que Gale conseguiría el modo de llevarlo a tierra firme, mientras Cressida, aferró las manos de sus camarógrafos, los cuales parecían haber recobrado su fe perdida, orándole a quien sabe quién.

—Hazlo —ordenó Gale, esperando a que tanto Callahan como Johanna, deslizaran sus dedos por el comando digital, accionando los propulsores, lo que consiguió que mientras planearan, se mantuvieran en treinta pies de altura, acortando los kilómetros que faltaban para llegar al comando del almirante, haciéndose un silencio incómodo, mientras lo único que se pudo percibir fue la tensión y el fuerte ajetreo de la nave, la cual no dejó de estremecerse.

—Ochenta metros, señor —notificó Jackson—. Carga energética en cincuenta por ciento.

—Comenzamos a descender de nuevo, Gale —informó Johanna, restándole importancia al protocolo—. Debemos encender los motores.

—Háganlo. —El capitán miró nuevamente a Peeta, quien volteó raudo a verle—. Estamos a punto de lograrlo. —El joven le sonrió a pesar de estar tan asustado como todos los demás. —¿Callahan? —llamó el líder del escuadrón al piloto al sentir que los motores aún no encendían—. ¿Qué sucede?

—Sé que podemos planear unos kilómetros más sin encender los motores, señor.

—No te hagas el héroe y enciende los malditos motores —ordenó con total prepotencia, pero el piloto siguió planeando, siendo Johanna la que se lo pidiera, amablemente.

—¡Callahan!... es mejor encenderlos antes de que sea tarde. —El piloto asintió, pulsando al mismo tiempo que Johanna lo hizo el comando digital, logrando que los motores arrancaran, donde cada uno de los presentes sintió un fuerte jalón hacia adelante y luego hacia arriba, justo cuando las luces se encendieron y Cressida agradeció a viva voz el que hubiesen hecho arrancar la nave de nuevo.

—Plataforma de aterrizaje a cuarenta kilómetros, señor. —Gale desprendió una vez más los seguros de su silla, levantándose raudo de su asiento, al escuchar la acotación de Jackson, acercándose a Stuart.

—Abre comunicación con el comando. —El cadete obedeció, y en cuestión de segundos, la voz de una mujer se dejó escuchar del otro lado de la línea.

—Comando C-357 aquí a aerodeslizador no identificado… repórtese.

—Capitán Gale Hawthorne, líder del escuadrón protocolar 561 de la presidenta Paylor, trayendo a bordo al gobernador Peeta Mellark, permiso para aterrizar… Cambio. —Se escuchó la estática por los parlantes de la nave, mientras Callahan parecía aminorar la velocidad, esperando atentos el permiso.

—Aquí comando, permiso para aterrizar en la rampa dos, cambio. —Todos suspiraron aliviados ante el permiso, el cual les indicó que todo iba viento en popa.

—Gracias… Cambio y fuera. —Cortaron la comunicación y Gale volvió a su puesto, mirando a Peeta, quien le sonrió ampliamente.

—¿Me perdonas si te digo que tenía mis dudas? —Gale sonrió, observando al staff periodístico, los cuales conversaban de lo más entretenidos entre ellos, respondiendo en voz baja la pregunta de Peeta.

—Yo a usted le perdono todo, señor gobernador. —El joven se ruborizó, bajando la mirada, intentando restarle importancia a aquella respuesta, al ver como los reporteros volvieron a enfocar sus ojos en ellos.

El aerodeslizador al fin aterrizó y los motores fueron apagados, mientras la rampa de descenso fue abierta y los seguros de los asientos comenzaron a abrirse uno a uno, siendo Peeta el ultimo en abrir el suyo, levantándose raudo de su puesto.

—Creo que se me borró la raya del culo. —Todos soltaron una carcajada, siendo el impertinente de Jackson quien comentara, apretándose la entrepierna.

—De seguro el capitán tiene un buen lápiz que le ayude a dibujarle el… —Johanna le atestó un zape que casi le desprende la cabeza al pobre muchacho, mientras Peeta se hizo el loco, bajando rápidamente de la nave, sintiendo como el rubor recorrió toda su cara, siendo Gale quien lo reprendiera.

—Haré de cuenta que no escuché eso. —Bajó llevando consigo la maleta de Peeta, seguido de Johanna y los reporteros, quienes comenzaron a grabar todo el lugar, mientras Callahan negó con la cabeza, pasándole por un costado al muchacho, siendo Stuart quien le reprochara el poco tacto que el cadete había tenido.

—Bueno, bueno… yo solo vi que el gobernador estaba bromeando y pensé que podría…

—No pienses… —le exigió el cadete, incitándole a bajar de la nave junto con él—. Deja tus escasas neuronas en reposo y mantente alerta. —El cadete asintió, observando como una comitiva de diez soldados en compañía de un hombre alto de canas y rostro implacable se les fue acercando, colocándose al resguardo de Peeta, quien no se inmuto ante la comitiva.

—Almirante Jenkins, agradezco enormemente su hospitalidad y el que nos haya permitido…

—Capitán Hawthorne. —El almirante saludó a Gale, ignorando por completo a Peeta, quien quedó con la mano extendida, mientras ambos soldados se hacían la venia—. Es un gusto verle de nuevo, aunque las circunstancias no sean las mejores. —El líder del escuadrón trató de permanecer tranquilo, aunque el ver como el prepotente hombre había ignorado a Peeta, lo había molestado bastante.

—Las circunstancias son las de menos —respondió Gale—. Lo realmente importante es la predisposición al diálogo. —A lo que el almirante respondió enfocándose al fin en el molesto rostro de Peeta, quien lo fulminó con la mirada.

—Ya tendrá tiempo para hacerse el diplomático, niño. —El muto rugió dentro de él al sentir como aquel odioso hombre lo hacía menos, apretando con fuerza ambas manos en un puño—. Muéstreme lo que me prometió —exigió Jenkins, observando nuevamente a Gale, quien le hizo un ademán a Stuart y a Jackson para que se introdujeran nuevamente en la nave, levantando el toldo que cubría la mercancía que llevaban, dejando ver cajas repletas de armamento—. Perfecto. —El prepotente hombre señaló a tres de sus oficiales, exigiéndoles que llevaran la mercancía dentro del cuartel, mientras Peeta clavaba sus coléricos ojos sobre Gale—. A las dos mil horas lo estaré esperando en el comedor principal para que comencemos su juego protocolar, “señor gobernador”. —Aquellas últimas palabras las soltó con un dejo de desprecio y total arrogancia, retirándose después de exigirle a sus hombres que los escoltaran a sus respectivas barracas.

—Más te vale que comiences a explicarme qué demonios significa esto. —Los soldados comenzaron a exigirles que se movilizaran al interior de las instalaciones militares, mientras Gale le respondió entre dientes con una amplia sonrisa.

—Sé que no merezco pedirte esto, pero… confía en mí. —Cressida observó atenta todo aquello, notificándole a sus camarógrafos que estuviesen atentos y grabaran todo lo que pudieran, mientras el escuadrón 561 escoltó por todos los flancos a Peeta, quien no pudo dejar de contemplar el calmo y seguro rostro de Gale, tratando en lo posible de darle aquella confianza que había perdido en él.

—Confiaré en ti, Gale. —El capitán asintió agradeciendo su voto de confianza—. Pero no confió en mí. —El soldado volteó a verle, justo cuando entraron a resguardo, bajando por unas amplias escaleras de metal—. No me gustó como me trató, me cree un niño estúpido que juega a hacerse el importante y no le voy a permitir…

—No se lo permitas —interrumpió Gale, descendiendo a paso rápido junto a Peeta—. Eso es justo lo que él quiere, incomodarte, molestarte y sacarte de tus casillas, no se lo permitas… —El joven Mellark pensó en lo ocurrido hacia tan solo unos segundos con el odioso hombre—. Tú eres de armas tomar y sé que lo pondrás en su sitio. —Llegaron hasta un pasillo donde los soldados les fueron indicando que barraca les correspondía a cada grupo.

Los reporteros estarían en una, mientras Johanna compartiría la otra con el piloto, siendo Stuart y Jackson quienes entraran en la que quedaba frente a la de Gale y Peeta, el cual se dio cuenta de que el almirante los había colocado juntos, pensando en que a lo mejor ya sabría lo que había entre ellos y utilizaría eso para molestarlos.

—Cuando me ignoró, sentí como si el muto quisiera salir. —A lo que Gale respondió, cerrando la puerta, después de hacerle una señal de alerta a sus hombres, para que se mantuvieran atentos a todo, dejando la maleta a un lado.

—Pues déjalo salir. —Aquello sorprendió a Peeta—. Ya te diste cuenta de que el almirante es un bastardo, yo tuve que comprarlo con armas. —Peeta volvió a fulminarlo con la mirada—. Armas falsas. —El chico se asombró ante su explicación. —Era el único modo de acceder al distrito trece y que nos dejaran entrar, ahora debemos saber quién es el líder rebelde. —Peeta cayó en cuenta sobre lo que estaba sucediendo.

—¿Esto no es una reunión protocolar, no es así? —Gale negó con la cabeza.

—No… —Peeta se apartó de él, tomando asiento en una de las camas individuales—. Y créeme que intenté dejarte fuera de todo esto, pero… —Bajó la mirada—... Paylor me dijo que era el único modo de darle la libertad a Katniss y a Caesar.

—Vieja maldita. —En cualquier otro momento, aquello hubiese hecho reír a Gale, pero ante las circunstancias, simplemente le observó tan molesto como el muchacho—. ¿Ella te ordenó acabar con Jenkins? —Gale asintió.

—De hecho quiere que acabe con ambos bandos, quiere apoderarse definitivamente del distrito trece y cerrarlo para siempre. —A lo que Peeta respondió, incorporándose de la cama, quitándose el chaleco antibalas.

—Pues que comience la función. —Arrojó el chaleco sobre la cama, tomando su maleta—. Tú y yo les vamos a mostrar a esta cuerda de vejestorios lo que este par de niños son capaces de hacer por su país. —Gale no esperaba menos de Peeta, era lo que lo mantenía atado a él, lo que tanto amaba, ese fuego interno, esa entereza y sobre todo aquel sentimiento que compartían, el amor por la paz y la tranquilidad de un nuevo Panem.


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