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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 23 __

Todos regresaron en el jeep, ya que el camión había quedado completamente inservible y llevar otro auto o alguna de las motos de los rebeldes sería sin duda algo bastante peligroso y llamativo. Las mujeres iban en las piernas de los hombres, mientras que los acompañantes de Shulk guindaban, cada uno a los costados del vehículo, vestidos con sus trajes militares, portando las insignias del escuadrón que los había guiado hasta el escondite de los rebeldes.

Peeta iba apretujado entre Pollux y Gale, quien lo mantuvo aferrado por los hombros, repasando en voz baja, el plan que se habían organizado, donde los rebeldes llegarían después que lo hicieran ellos, por si se presentaba algún contratiempo y tuviesen que hacerle frente al cuartel general de Jenkins, para sacar con vida a su líder.

—¿Aún crees que funcione? —preguntó Peeta sin poder controlar los latidos acelerados de su corazón.

—Tiene que funcionar —acotó Gale abrazándole con fuerza—. No creo que regresemos con vida al Capitolio si antes no sacamos a este infeliz del poder. —Tanto el capitán Hawthorne como Peeta contemplaron a Sambury, quien había sido el más reacio a aceptar las ordenes de Gale.

—¿Crees que coopere y que no nos arroje por la borda?

—No lo sé. —Si bien era cierto que Sambury había accedido al plan, nadie les daba la certeza de que no cambiara de opinión luego y los traicionara, ya que, aunque Shulk le había explicado al oficial toda aquella rebelión y el porqué de sus actos, nadie les garantizaba que el soldado no estuviese fingiendo tan solo para entregarle a su almirante la cabeza del líder rebelde en bandeja de plata.

El plan consistía en introducir a Shulk como un simple rehén, mientras que sus dos acompañantes se harían pasar por los soldados caídos ante la explosión del vehículo, aquellos que salieron disparados del camión a causa de la detonación, tomando sus gorras y sus mascaras, quitándoles también los estandartes del uniforme, colocándoselos a los de ellos.

Cada corazón se aceleró al ver la entrada del ala oeste del cuartel general, siendo precisamente Sambury quien cubriera el rostro de Shulk con una capucha muy parecida a la que el líder rebelde le había puesto tanto a Gale como a Peeta, en compañía de Cressida, para introducirlos a su cuartel general.

—Espero que todo lo que hayas dicho sea cierto, Shulk —espetó Sambury de mala gana—. Yo también estoy con Paylor, y si el almirante solo quiere sacarla de la presidencia, tienes mi apoyo. —Aquello le dio esperanzas a todos los que temían un posible arrepentimiento por parte del soldado, aunque las cartas aún no estaban echadas.

—Viste el video, escuchaste todo lo que Shulk ha contado… ¿Qué más quieres? —preguntó Cressida, mirando de malas al soldado, tratando de ir lo más cómoda posible en las piernas del otro camarógrafo, el cual se encontraba adelante con Stuart, quien iba del lado de la puerta, tratando de que Jackson no cayera, al tener que ir prácticamente guindando de esta.

—No sé… todo esto es muy jalado de los cabellos.

—Jalado de los cabellos es el complot entre ese maldito viejo y Plutarch… juro que cuando lo vea voy a borrarle esta asquerosa sonrisita hipócrita que siempre muestra… maldito bastando —espetó Johanna, quien iba en las piernas de Gale, el cual alegó.

—Ya tendremos oportunidad, Johanna… primero lo primero, hay que contactar a Haymitch y pasarle el video, si lo enviamos a la frecuencia presidencial el primero que lo verá será Plutarch…

—… Y ese bastardo no se lo mostrará a la presidenta —concluyó Peeta—.  Incluso podría hacer algo en contra de nosotros. —Todos asintieron.

—¿Pero cómo vamos a hacérselo llegar a Haymitch? —preguntó Johanna, justo cuando comenzaron a introducir el vehículo en el hangar, siendo Gale quien respondiera.

—Beetee lo hará. —Todos comenzaron a bajar del pobre vehículo que había venido repleto de personas, las cuales comenzaron a mirarse las unas a las otras, siendo los hombres de Shulk, quienes comenzaran la actuación, sacando a su líder a rastras del Jeep, arrojándolo al suelo, justo cuando Jenkins comenzó a caminar hacia los recién llegados, observando la escena.

—¡Vaya!... —exclamó el almirante mirándolos a todos, para luego enfocar sus ojos en el encapuchado sobre el suelo—. Tenía mis dudas sobre todo esto del protocolo, pero veo que ha valido la pena. —Cada uno de los presentes esperó atentos a cualquier movimiento de Jenkins en contra del rebelde, acercándose a paso lento al muchacho, quitándole la capucha—. ¿Quién es? —preguntó mirando a Gale.

—Es el líder de esta rebelión, el artillero John Shulk, señor. —El almirante sacó su revólver, apuntándole en la cabeza al joven, lo que tensó a los hombres del líder rebelde, siendo Peeta quien se interpusiera entre el almirante y el soldado.

—¿Se volvió loco? —Gale se acercó a Peeta, intentando apartarlo de la línea de fuego entre Jenkins y Shulk, sin conseguirlo—. El muchacho irá a corte marcial, almirante.

—Yo ya lo he juzgado. —Le quitó el seguro a su revólver—. Así que apártese.

—Esto no habla muy bien de usted, almirante —acotó Gale—. Usted dijo que estaba a favor de la presidenta y ella jamás aceptará algo así… enciérrelo y lo llevaremos a juicio, si Paylor y la corte deciden su muerte, yo mismo me encargaré de clavarle una bala en la cabeza a este infeliz. —Cressida no podía ni respirar, Johanna permaneció atenta, mientras que los hombres de Gale, Jackson, Stuart y Callahan se encontraban apuntándole al almirante, el cual los contempló a todos, bajando lentamente el arma.

—Bien… —Jenkins señaló a los dos hombres que el almirante creía que eran los que trabajaban para él, cuando en realidad venían escoltando a su líder—. Lleven a este maldito a una celda. —Ambos soldados asintieron con un “sí señor”, aferrando al maniatado hombre de ambos brazos, llevándoselo a rastras—. Denle una buena paliza.

—No puede hacer eso —gritó Peeta, tratando de seguir el juego, ya que si no decían nada al respecto, a lo mejor Jenkins sospecharía—. Usted debe esperar a que… —El almirante se acercó a Peeta, lo que por supuesto activó las alarmas de Gale, aferrando a su amado por un brazo, apartándolo del prepotente hombre, el cual le espetó.

—Puedo y lo haré. —Los soldados asintieron nuevamente a las exigencias de su superior, arrastrando a Shulk hacia las celdas, siendo Cressida quien se retirara, alegando que traía los nervios de punta y que necesitaba descansar antes de volver al Capitolio, retirándose por la misma puerta por donde se habían llevado al líder rebelde, mientras los hombres de Gale se dispersaron sin dejar de estar atentos a lo que ocurría entre Jenkins, Gale y Peeta.

—Es usted un cretino.

—¿Peeta? —llamó Gale la atención del muchacho—. ¿Por qué no vas a cambiarte, mientras yo hablo con el almirante? —Pero el molesto gobernador, no le quitó los ojos de encima al prepotente hombre.

—Vaya y hágale caso a su “noviecito”, señor gobernador. —Sin duda no era bueno que Peeta dejara escapar al muto justo ahora, ya que necesitaba que el chico se retirara a ayudar a Cressida y a los demás con el plan—. Retírese y deje hablar a los soldados, ya hizo su “papelito” protocolar y me trajo la cabeza del traidor. —Peeta respiró y trató por todos los medios de contener su rabia, sintiendo como Gale le tomó de la mano, llamando su atención.

—¿Peeta? —El chico al fin dejó de mirar a Jenkins como lo hacía, observando el calmo y sonriente rostro de Gale—. Ve a descansar —le exigió amablemente, apartándolo del almirante, susurrándole al oído—. Necesito que esa linda cabecita se enfríe y que uses tu inteligencia para ayudar a Shulk y a Cressida a entrar a la sala de comunicaciones. —Le dio un beso en la frente, consiguiendo que Peeta al fin bajara la guardia con el odioso hombre.

—Bien… —Le dio una última mirada de refilón a Jenkins y caminó hacia el mismo pasillo por donde Cressida y los soldados se habían llevado a Shulk, bajando rápidamente las escaleras, enrumbándose hacia la zona de las celdas, pero Cressida y los soldados que escoltaban al rebelde, le silbaron para llamar su atención, dirigiéndose hacia donde lo estaban esperando, siendo la reportera quien les exigiera seguirles, ya que ella sabia perfectamente donde se encontraba el salón que buscaban.

—Por aquí… —Todos siguieron a la mujer, mientras Peeta se percató de la liberación del líder rebelde, quien ahora llevaba entre sus manos un arma, al igual que sus dos escoltas, introduciéndose rápidamente en un angosto pasadizo, el cual estaba custodiado por varios hombres—. Demonios. —Cressida les hizo señas para que se escondieran, consiguiendo que cada uno lo hiciera sin hacer el menor ruido posible—. No podremos acceder, está custodiada. —Shulk levantó la mano para apuntar con su revólver a los guardias, siendo Peeta quien se lo impidiera.

—No… ¿Estás loco? —susurró sin pretensión alguna de soltarle—. Llamarás la atención de todos hasta acá. —A lo que Shulk preguntó si tenía un plan—. Quédense aquí. —Tomó la mano de Cressida, la cual lo miró un poco extrañada, recomponiéndose rápidamente ante el asombro, al ver como ambas escoltas apostadas en la puerta le apuntaban, preguntándoles qué demonios hacían en aquella zona.

—Tenemos varias tomas de la aprehensión del líder rebelde, las cuales el almirante quiere que editemos y se las entreguemos antes de la ejecución del traidor. —Los dos soldados se vieron a las caras, observando nuevamente a Cressida, siendo Peeta quien hablara.

—Pueden preguntarle al almirante. —Se lo pensaron por unos segundos, mientras el joven Mellark ideaba algo mejor—. Está justo ahora con el capitán Hawthorne revisando la mercancía que trajo, de seguro se sentirá encantado de que lo moleste para corroborar esta estupidez, es solo una edición, cualquiera de los dos puede entrar y ver lo que hacemos. —Se lo pensaron nuevamente, siendo uno de ellos quien hablara.

—Ve a preguntarle personalmente al almirante, yo me quedaré con ellos. —El subalterno asintió, encaminándose al pasillo donde se encontraba Shulk y sus hombres escondidos, siendo el otro hombre quien abriera la puerta del salón de comunicaciones, pidiéndole solo a Cressida que entrara, justo cuando los rebeldes se arrojaron sobre el guardia, golpeándole hasta dejarlo inconsciente, mientras el otro solo observaba las curvas de la reportera, la cual entró lentamente, contemplando todo el lugar.

—¿Linda, no? —preguntó Peeta, consiguiendo la atención del guardia, mientras que la visión periférica del joven Mellark, se percató del acercamiento de los rebeldes, mientras el soldado, simplemente sonrió, mirándole nuevamente el trasero a la reportera—. Está soltera. —Se sintió estúpido al decir aquello, pero solo deseaba ganar tiempo, apartándose del camino de los rebeldes, quienes le apuntaron a la cabeza, exigiéndole que entrara y soltara el arma o le volarían la tapa de los sesos.

Todos entraron, justo cuando los dos soldados que manejaba el sistema de comunicación se percataron de la irrupción al lugar, pretendiendo levantarse, siendo Cressida quien le diera un golpe en la cara a uno, mientras que al otro, Peeta lo había empujado, golpeándole la cabeza en contra de un computador.

—Haz lo que tengas que hacer, antes de que se den cuenta de que esos dos no están en sus puestos y de que yo no estoy en la celda —exigió Shulk a Cressida, quien se puso manos a las obras para contactar a Beetee y explicarle la situación irregular en el distrito trece y enviarle el video lo antes posible para que contactara tanto a Haymitch como a Paylor, sin que Plutarch lo supiera.

 

Gale conversaba con Jenkins, quien le comentó lo que pretendía hacer con las armas que el capitán le había traído, mientras el soldado simplemente asentía, paseándose por el hangar, donde a cada tanto le daba miradas furtivas a sus hombres, quienes se habían dispersado por el lugar, dejando en cada punto estratégico uno de los regalitos que le habían traído al almirante, por si debían de usarlo a su favor.

—Haremos volar toda esa zona donde ya sabemos que están los rebeldes. —Gale asintió—. Gracias a ustedes vamos a poder deshacernos de esos bastardos. —El capitán asintió nuevamente, percatándose de cómo Johanna mostró su dedos pulgar en alzas, lo que le demostraba que todos estaba cubierto, volteando a ver a Callahan, mirando el aerodeslizador, para darle a entender que debía estar adentro y tener todo listo para el despegue, lo que el piloto entendió a la perfección.

—Ha sido un placer servirle, señor. —Gale intentaba con todas sus fuerzas de no escupirle la cara al bastardo y decirle hasta del mal que se iba a morir, conteniéndose histriónicamente—. Esperábamos poder presenciar la caída de la rebelión, pero creo que saldremos hoy. —El capitán sabía cómo pensaba Jenkins y este no los dejaría ir hasta estar seguro de su victoria por sobre los rebeldes.

—Y estarán… —comentó Jenkins, deteniendo su andar, consiguiendo que Gale también lo hiciera—. No pueden irse aún, deben festejar conmigo. —Justo en ese momento el comunicuff de Gale vibró, notificándole que un mensaje le había llegado.

—Claro, almirante, como usted diga. —Levantó su brazo para leer el mensaje, el cual era de Beetee, enviándole un 15-64, lo que por supuesto significaba solo una cosa, que el nuevo gobernador del distrito tres ya había recibido la encomienda y que pronto vendría la fase dos del plan—. Ahora si me disculpa, me gustaría comer algo. —El impertérrito almirante le contempló fijamente—. Con su permiso. —Gale le hizo la venia, pero Jenkins no la respondió, a lo que el capitán Hawthorne pretendió retirarse igual, escuchando al prepotente hombre hablar.

—Capitán. —Gale giró sobre sus pies, después de observar tanto a Jackson como a Stuart, asentirle a su superior, sintiéndose un poco más tranquilo ante lo que pudiese decirle el almirante, enfocando sus ojos en él—. Entrégueme lo que se llevó. —El soldado alzó una ceja en un gesto incrédulo—. No se haga el idiota conmigo, capitán… le pedí a mis hombres que revisaran los misiles, ¿y qué cree usted que no encontraron? —Gale tragó grueso, esperando a que el astuto hombre alegara—. Los chips de comando de los misiles, sin ellos no puedo dirigirlos hacía el punto de impacto, devuélvamelos.

El capitán Hawthorne miró fijamente la mano extendida del almirante, quien esperó paciente a que el soldado le devolviera los chips sin tener que usar el revólver que sostuvo firmemente con la otra mano, sin dejar de observar a Gale retadoramente a los ojos.

—Yo… solo… estaba resguardándome a mí y a los míos. —Jenkins asintió—. No quería que usted usara los misiles mientras estábamos en la zona enemiga—. El almirante sonrió con ironía.

—Astuto de su parte, ahora entréguemelos. —Gale introdujo la mano en su bolsillo, justo cuando cada una de las pantallas panorámicas del hangar se encendieron y el rostro de Peeta apareció en cada una de ellas, alegando a continuación.

—Pueblo de Panem. —Todos los presentes miraron las pantallas, siendo Jenkins uno de ellos—. La tiranía parece haber vuelto a nuestro amado país. —Gale comenzó a apartarse del almirante, mirando a sus hombres, quienes habían dejado de ver las pantallas, enfocándose en su superior, mientras Peeta proseguía—. El almirante Jenkins, quien ahora gobierna el distrito trece, no es más que un nuevo Snow, el cual quiere hacerse del poder por la fuerza. —Al escuchar aquello, Callahan ya había encendido todo, probando cada comando y dejando todo listo para encender el motor y así mismo las turbinas—. Aquí les entregó una prueba fehaciente de lo que es capaz este hombre para destruir la nueva democracia en nuestro país.

Cressida dejó que el video donde Jenkins había tenido la conversación con Plutarch corriera, pidiéndole las armas para derrocar a Paylor y hacerse del poder, mostrando la verdadera cara del almirante a cada uno de sus hombres, quienes observaron horrorizados todo el contenido del video.

—Detengan eso… vayan al cuarto de comunicaciones, esos malditos me han jugado sucio —gritó Jenkins a varios de sus hombros, siendo unos cuantos quienes se movilizaran, mientras que otros le observaron con desprecio—. He dado una orden maldición. —Gale corrió hacia una de las puertas para buscar a Peeta, al ver como varios soldados se habían enrumbado para allá, pero un disparo detuvo su rápida huida, volteando a ver al almirante—. ¿A dónde cree que va, capitán? —El aludido giró lentamente sobre sus pies, observando cómo Jenkins le apuntó directo a la cara—. Entrégueme los chips.

La algarabía se hizo presente en el hangar, donde varios soldados comenzaron a movilizarse, mientras que otros aún seguían en shock, ante lo que estaba pasando, siendo esta vez el rostro de Shulk quien les notificara todo los planes del maldito almirante, justo cuando Gale sacó su mano derecha, dejándole ver al iracundo hombre los chips de comando.

—Entréguelos y juro que voy a perdonarles la vida. —Pero Gale supo de sobra que nos seria así, él sabía perfectamente la clase de alimaña que era aquel hombre, arrojándole los chips a la cara, lo que consiguió que Jenkins bajara la guardia y el capitán se le fuera encima, golpeándolo una y otra vez en el rostro, comenzando entre ellos una guerra campal, mientras los disparos iban y venían de ambos bandos, donde se escuchó el arribo de los rebeldes, siendo Jackson el que le disparará a quienes intentaban cerrar el enorme portón, consiguiendo que la turba de rebeldes entraran.

—Oficial Mason… —gritó Stuart, consiguiendo que la joven, observara el gran número de soldados que llegaron a favor de Jenkins, desde una de las compuertas que daban a los diversos comandos, siendo Johanna la que tuviera el control de los pequeños juguetitos que habían desperdigado por todos el hangar, detonando el primero.

Una fuerte explosión hizo volar por los aires al enorme grupo de soldados, mientras que los rebeldes comenzaron a ganar terreno, a pesar de que varios ya habían caído, al igual que algunos soldados de Jenkins ante la fuerte contienda, siendo Gale quien comenzara a recoger los chips, ante la distracción de la explosión, la cual dejó a Jenkins aturdido mirando a todos lados, con el rostro ensangrentado.

Gale se levantó, llevándose consigo los chips, golpeando a uno de los soldados de Jenkins, quitándole el fusil que traía, ya que el suyo lo había dejado en el Jeep, corriendo hacia donde Peeta se había marchado minutos atrás, tratando de llegar primero que los soldados al cuarto de comunicaciones, aunque de seguro ellos ya lo habían hecho, ya que la alocución de Shulk se detuvo sin que el líder rebelde pudiese terminar sus palabras.

El soldado no se detuvo, mató a aquellos que se les atravesó por el frente, bajando las escaleras a toda prisa, buscando el salón de comunicaciones, justo cuando una segunda detonación consiguió que los gritos y la algarabía reinara en todo el lugar, escuchando disparos por todos lados, introduciéndose en el pasillo que daba a la sala que buscaba, pero en aquel lugar ya no había absolutamente nadie, temiendo lo peor, percatándose de cómo habían destrozando todas las computadoras.

“Peeta… ¿Dónde estás?”, pensó Gale completamente preocupado, saliendo rápidamente de aquel lugar, buscándole a pesar de sus malos presentimientos, pero lo que Gale no sabía era que todo aquello que se había dejado ver en las pantallas era solo una grabación y que ellos ya habían abandonado el cuarto de comunicaciones, antes de que todo el pandemónium comenzara.

—¿Dónde está Gale? —Peeta sobresaltó a Johanna, la cual se sorprendió ante la inesperada llegada del muchacho, preguntando por el capitán.

—Fue a buscarte. —Peeta pretendió correr nuevamente hacia el salón de comunicaciones lo que por supuesto Johanna le impidió, exigiéndole apremiante—. Yo iré por él, tú ve a la nave con Cressida y los demás, los camarógrafos ya están dentro del aerodeslizador.

—Pero… —Pretendió refutar el joven gobernador.

—Pero nada, haz lo que te digo, Peeta… ¿Jackson? —le gritó la oficial al cadete, quien corrió tras ella, introduciéndose ambos en el cuartel, mientras la contienda siguió en aquel lugar, y Peeta corrió hacia el aerodeslizador, sin dejar de mirar hacia donde Johanna se había perdido con su subalterno, incitando a Cressida a subir por la rampa, mientras él se quedó abajo, mirando a todos lados, percatándose de cómo el malnacido almirante limpiaba su rota nariz con un pañuelo, exigiéndole a sus hombres dispararle a la nave con una bazuca y así poder detener la huida del escuadrón protocolar.

—Suban a la nave —exigió Peeta, pero al darse cuenta que lo que pretendían era destruir el aerodeslizador, uno de los camarógrafos salió despavorido fuera de esta, recibiendo varios impactos de bala en el pecho, acabando con su vida—. He dicho que suban a la nave. —Pollux corrió al interior, mientras Cressida miraba a Peeta, quien la tomó del brazo introduciéndola en el vehículo aéreo, hasta donde se encontraba Callahan, el cual ya había encendido los motores y comenzó a prender las turbinas.

—¿Qué ocurre? —preguntó el piloto, a lo que Peeta respondió, buscando dentro del almacén de las armas.

—Quieren volar la nave. —Sacó una ballesta y tomó un carcaj repleto de flechas, saliendo raudo del aerodeslizador, justo cuando el artillero esperaba a que cargaran la bazuca, siendo Jenkins quien le apuntara a Peeta con el revólver, exigiéndole a sus hombres que dispararan de una maldita vez a la nave, consiguiendo de parte del joven Mellark una flecha que dio directo en su mano armada, atravesándola por completo.

El malherido soldado cayó al suelo quejándose de dolor, tratando de arrancarse la flecha, mientras Peeta extrajo otra del carcaj, aquella que tenia la punta roja, lo que por supuesto Peeta no supo qué significaba, colocándola en la ballesta, apuntando directo al cañón de la bazuca que sería disparada, consiguiendo que esta y sus hombres volaran por los aires ante la fuerte detonación de la flecha explosiva al contacto con el arma cargada de pólvora.

—Peeta, cuidado —gritó Stuart desde uno de los rincones donde peleaba, consiguiendo que el joven Mellark volteara el rostro para ver de qué le advertía el soldado, observando a un corpulento hombre que se arrojó sobre él, intentando desarmarle, comenzando una intensa contienda de fuerza entre ambos, justo cuando Johanna y Jackson regresaron con su superior, el cual se percató de lo que ocurría, corriendo raudo hacia donde el muchacho peleaba muy cerca de la plataforma de abordar.

—¿Peeta?… —gritó Gale, consiguiendo llamar la atención de Jenkins, quien ya se había librado de la flecha en su mano, tomando el revólver con la otra, disparándole al capitán Hawthorne, el cual cayó al suelo con una herida de bala en la pantorrilla, quejándose de dolor.

—¡Gale!… Johanna corrió a socorrerlo, mientras Jackson y Stuart peleaban con los soldados a favor de Jenkins, quien pretendió dispararle nuevamente al capitán, pero un disparo certero en su mano izquierda consiguió que el almirante dejara caer el revólver al suelo, gritando ante el dolor de las heridas causadas.

—Dame un solo motivo para no asesinarte, Jenkins. —Shulk se acercó lentamente al maltrecho gobernante, apuntándole directo a la cara, mientras Gale le exigía a Johanna que fuese a ayudar a Peeta, pero el fuerte joven ya había dejado salir al muto, el cual desnucó con un ágil movimiento de brazos al musculoso soldado, el cual cayó al suelo con los ojos en blanco.

—Hazlo… mátame, maldito… si lo haces, no podrás apagar uno de los misiles que me trajo el capitán. —El líder rebelde no dejó de apuntarle—. En estos instantes, ha comenzado la cuenta regresiva. —Shulk abrió desmesuradamente los ojos ante aquello, volteado a ver a Gale, quien era puesto de pie con la ayuda de Johanna y Peeta, el cual había ido al fin a su encuentro, abrazándole con todas sus fuerzas.

—Eso es mentira.

—Corrobóralo por ti mismo, bastardo. —Shulk le dio dos fuertes puñetazos en la cara, consiguiendo que el hombre escupiera varios dientes y un buche de sangre, arrastrándolo hacia donde se encontraban los demás notificándoles la mala noticia.

—Stuart… ve y revisa los misiles. —El chico corrió a hacer lo que su capitán le indicaba, renqueando hacia la nave, con la ayuda de la oficial Mason y de Peeta, mientras todos les acompañaban, percatándose del arribo de varios soldados del Capitolio y diversas naves que aterrizaron en las afueras del lugar, imaginando que aquello era el apoyo que había enviado Paylor para acabar con toda aquella revuelta en contra de su gobierno.

El soldado regresó asintiéndole a su superior, lo que por supuesto consiguió la irónica sonrisa de Jenkins, al ver el terror y el desconcierto en los hombres del escuadrón 561, consiguiendo que Peeta perdiera la cordura, aferrándole del cuello, exigiéndole con ira desmedida en sus ojos.

—¿Cómo detenemos el misil? —Jenkins negó con la cabeza.

—No pueden. —Shulk pretendió golpearlo pero el sonriente almirante alegó—. Si le colocan nuevamente el chip, explotará y no pueden desarmarlo. —Jenkins tenía razón, los misiles no tenían como abrirlos ya que eran completamente cerrados como una cripta metálica, teniendo tan solo la pequeña cerradura donde se incrustaba el chip direccional.

—¿Cómo fue que lo activaste?... ¡habla!... —gritó Shulk, mientras Gale era atendido por Johanna y Cressida, la cual había vuelto a salir de la nave, ante el retraso de los demás, observando como Peeta sacudió a Jenkins para que hablara.

—Necesita la huella digital del programador y la clave de activación… —Todos esperaron expectantes mientras el tiempo transcurría, escuchando como Stuart le notificó a su capitán que faltaban diez minutos para la detonación—. La clave la tengo yo, pero la huella es de Plutarch y no creo que tengan tiempo para traerlo hasta acá. —Cada uno de los presentes cerró sus ojos con pesar, siendo Peeta quien soltara al sonriente soldado, aquel que estaba disfrutando sus caras largas y preocupadas.

—Ha este bastardo no le importa morir, solo quiere acabar con todo —alegó Shulk, siendo Gale quien hablara.

—Jackson, Stuart… traigan el misil. —Ambos se miraron a las caras—. Corran. —Los dos soldados corrieron hacia donde se encontraban los misiles, mientras Gale se levantó del suelo de la rampa, notificándole a Peeta que estaba bien y que solo había sido un rasguño, renqueando para poder subir a la nave.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Peeta siguiéndole.

—Nos lo vamos a llevar y lo vamos a dejar caer cuando falte tan solo un minuto. —Tanto Johanna como Cressida negaron con la cabeza, percatándose de cómo los soldados trajeron el misil, el cual reposaba en un soporte de ruedas aquel que lo hacía de fácil traslado—. Sé que es arriesgado, pero no tenemos otra opción. —Peeta asintió, apoyado la idea de Gale—. Johanna, toma tu puesto y dile a Callahan que nos vamos.

Cressida subió en compañía de Johanna, la cual no pudo dejar de ver a su superior, quien se quedó en la zona de carga del aerodeslizador, colocándose las correas de seguridad, afianzándose a la nave, observando como Peeta comenzó a hacer lo mismo, mientras Jackson y Stuart subieron el misil a la nave, la cual estaba a punto de despegar.

—¿Qué crees que haces? —preguntó Gale a su amado chico del pan.

—No creas que voy a dejarte solo. —Siguió colocando sus correas, mientras los soldados afianzaron la carga con un par de arneses, los cuales irían a cada lado de ellos, donde ambos tendrían que desprenderlas al mismo tiempo para dejar caer la carga.

—Te quiero dentro de la nave, Peeta.

—Esto no está en discusión.

—Soy el capitán.

—Y yo tu superior y voy a quedarme te guste o no… ¿está claro? —Gale supo de sobra que no conseguiría nada de parte de Peeta y que este no lo dejaría solo por nada del mundo.

Shulk entró a la nave ofreciéndole su mano a ambos para que la estrecharan con una amplia sonrisa, mirando al capitán y luego al joven gobernador, siendo Gale quien la aferrara, apretándola con firmeza.

—Gracias. —Gale asintió, regalándole una afable sonrisa—. Esto jamás hubiese sido posible sin su ayuda. —Soltó la mano de Gale para estrechar la de Peeta, pero el chico ensombreció el rostro al ver como Jenkins se había puesto de pie, pretendiendo apuñalar al líder rebelde, pero el astuto muchacho ya se había percatado de ello, girado raudo sobre sus pies, arrojando al almirante al suelo, al propinarle un certero disparo en la frente, el cual acabó al fin con la vida del indeseable hombre.

—Quería entregarte lo que tú no me quisiste entregar a mí, Jenkins… una corte marcial pero no me dejaste opción. —Giró raudo el rostro percatándose que faltaban seis minutos para la detonación—. Me gustaría ser mas protocolar con ustedes, pero…

—… No hay tiempo para eso —concluyó Peeta las palabras del soldado—. Adiós, Shulk, se un buen líder. —El joven prometió que habrían nuevas elecciones y dejaría que los ciudadanos del distrito trece decidieran, pero Peeta estaba más que seguro que ellos escogerían a Shulk, quien bajó al fin de la nave, llevándose a rastras el cuerpo de Jenkins, justo cuando Stuart y Jackson culminaron de afianzar el misil, entregándole a cada uno un intercomunicador que los mantendría en contacto con el piloto y la copiloto de la nave.

Ambos soldados entraron a la sala de vuelo, percatándose de que todos estaban en sus puestos, siendo ellos los últimos en tomar sus respetivas posiciones para el despegue, mientras Gale y Peeta observaron como la plataforma comenzó a subir, aferrándose ambos de las manos.

Los dos hombres temblaban, nadie les daba seguridad de que su plan funcionara ya que cualquier movimiento brusco de la nave podría desestabilizar algo dentro del sistema del reloj, pudiendo adelantarle o activarla consiguiendo que todos explotaran.

—Jamás voy a perdonarme esto —alegó Gale, sintiendo como Peeta le aferró cada vez más fuerte de la mano—. Te involucré en todo esto.

—Yo sabía perfectamente lo que hacía, sabía que no iba a un campamento, no tienes que culparte. —La nave despegó después de haber cerrado por completo la plataforma, dejando atrás el distrito trece, subiendo cada vez más alto hacia el firmamento, siendo Johanna la que les hablara por los intercomunicadores.

—¿Cuánto falta? —Gale miró el reloj digital notificándole a Johanna.

—Tres minutos. —Cada uno tenía el corazón en la garganta, la adrenalina se encontraba al máximo y los nervios en cada poro de su piel, carcomiéndole las entrañas, Gale tragó grueso sin dejar de aferrar con todas sus fuerzas la mano de Peeta—. Te amo, Peeta Mellark. —Volteó a verle.

—Y yo te amo a ti, Gale Hawthorne. —Ambos se sonrieron ante el protocolo, mirándose el uno al otro, siendo Gale quien rompiera aquella conexión visual, observando nuevamente el reloj, exigiéndole a Johanna, la cual, en compañía de Callahan escuchaban todo lo que ambos hombre se habían dicho—. Abran la rampa. —Un fuerte rechinido les indicó a ambos que la compuerta estaba siendo abierta, aferrándose el uno al otro ante el fuerte viento que irrumpió con gran ímpetu dentro del compartimiento de carga—. ¿Estás listo? —gritó Gale, percatándose de cómo Peeta le asentía.

—Falta un minuto y medio, Gale —notificó el asustado joven, mirando el reloj digital, aquel que siguió cambiando a cada segundo.

—A la cuenta de tres. —Peeta asintió a las palabras de Gale, tratando de apartar el cabello de su rostro, aquel que se arremolinaba por el viento—. Uno… —Gale aferró el broche de su lado de la nave, para halar con fuerza del seguro—. Dos… —Peeta hizo lo mismo del otro lado de la zona de carga, dejando escapar el aire de sus pulmones—. Tres… —Ambos jalaron al mismo tiempo los seguros, consiguiendo que ambos broches se desprendieras, siendo el broche de Gale quien cayera al suelo, mientras que el de Peeta se ancló en las correas de seguridad del muchacho, consiguiendo desprenderlas—. ¡Peeta!

El gobernador cayó al suelo, siendo arrastrado por el peso del misil, el cual comenzó a rodar hacia las afueras de la nave, llevándose consigo al aterrado muchacho, a quien se le había caído el intercomunicador de la oreja, mientras que la turbulencia parecía estar interfiriendo en el de Gale, aquel que pidió auxilio, pero al parecer nadie lo escuchaba.

—Sostente, voy por ti. —Peeta le pidió que no lo hiciera, pero Gale ya había desprendido sus correas de seguridad, sacando su navaja de bolsillo, arrojándose sobre su amado muchacho, comenzando a picar los amarres que arrastraban al joven Mellark, quien mantuvo los ojos cerrados, aferrándose con todas sus fuerzas al suelo de la nave, aunque aquello era completamente inútil—. Vamos maldición. —Siguió cortando y justo cuando la puerta que dividía la zona de carga con el resto de la nave se abrió, Gale consiguió picar las correas, consiguiendo que el misil cayera al vacío y Johanna gritara en un acto reflejo.

—Cierren las compuertas. —La rampa comenzó a subir, mientras Gale mantuvo aferrado con todas sus fuerzas el cuerpo de Peeta, el cual pegó un respingón al escuchar la fuerte detonación, lo que consiguió que la nave se agitara—. ¿Chicos, están bien? —Johanna se acercó a ambos, percatándose de cómo los dos temblaban, uno aferrando el suelo y el otro abrazado al tenso y frio cuerpo de Peeta—. Ya pasó… ya pasó… —Les acarició el cabello a ambos—. Vine porque no les escuchábamos, sabía que algo estaba pasando.

Gale fue el primero en levantar el rostro, mientras Peeta permaneció con el suyo pegado al suelo, temblando sin control alguno, siendo el soldado quien lo aferrara, intentando levantarle, lo que activó los nervios del joven Mellark, el cual se arrojó a sus brazos, llorando ante el susto que ambos habían pasado, consiguiendo una rápida respuesta de los brazos de Gale, quien sentía las mismas ganas de llorar, pero se contuvo al ver a su amado chico del pan tan vulnerable.

—Ya pasó, rey… todo pasó y se acabó… nos vamos a casa, con Galpeet. —Peeta no pudo controlarse, por una fracción de segundo toda su vida pasó ante sus ojos y tuvo miedo, un miedo que le atenazó las entrañas, consiguiendo que toda su entereza y su cordura se derrumbaran dándole paso a aquel ataque de pánico que estaba sufriendo, soltando entre sollozos.

—Iba a morir… íbamos a morir… lo siento…

—No digas estupideces, no fue tu culpa, pudo haber sido mi correa. —Tanto Jackson como Stuart se asomaron, contemplando la escena, notificándoles a todos dentro de la nave que estaban bien, retirándose nuevamente a sus puestos ante el ademán que Johanna le hizo a ambos para que se retiraran.

—Pude arrastrarte conmigo… Galpeet se pudo haber quedado sin sus padres… —Siguió llorando, siendo Johanna quien hablara.

—Pero no fue así, hermoso… sé que estás asustado, te entendemos, pero ya pasó… ven. —Johanna le aferró del brazo, tratando de levantarle, siendo Gale quien se pusiera de pie con cierta dificultad, aferrándole del otro brazo para ayudar a la oficial a incorporar a Peeta del suelo—. Vamos para que te recuestes un rato. —El chico asintió y aunque se dejó guiar por Johanna, no quiso soltar por nada del mundo el costado del cuerpo de Gale, quien lo llevaba a pesar del dolor en su pierna.

—¿Qué pasó? —preguntó Cressida, al ver el pálido rostro de ambos, siendo Gale quien respondiera, dándole una rápida explicación de lo ocurrido, donde todos quedaron petrificados, imaginando el terror que pudo haber sentido Peeta, al estar a punto de perder la vida—. Oh, mi Dios, llévalo a un camarote para que descanse. —Gale asintió—. En unas horas estaremos en el Capitolio. —El joven Mellark levantó el rostro, completamente extrañado—. Recuerden que la orden es llevarlos hasta allá.

—Pero yo quiero ver a mi hijo, a Katniss… ¡Por favor! —rogó Peeta, aún abrazado a Gale.

—Y los verás —notificó Johanna—. Si Haymitch ya se enteró de todo, lo más seguro es que esté en el Capitolio con Effie, Katniss y el niño, ya que ella es libre y puede viajar a donde le plazca. —Peeta no dijo nada, él solo deseaba volver a ver a sus seres queridos, intentando olvidar todo lo ocurrido

—Ven, vamos a descansar —le exigió Gale, llevándose consigo al aún tembloroso muchacho, sin importarle absolutamente nada más que el bienestar de su amado gobernador, el cual había hecho hasta lo impensable por un país que de seguro jamás se lo agradecería, pero para Peeta aquello no importaba, ya que en él solo albergaba un solo sentimiento hacia su pueblo, el de llevar paz y hermandad entre los distritos.

 

El aerodeslizador pisó el suelo del Capitolio, siendo Johanna quien fuese a despertar a ambos sinsajos, los cuales se quedaron profundamente dormidos, uno en brazos del otro, lo que consiguió que ambos pudiesen conciliar el sueño a pesar de las atroces pesadillas que los atormentaron durante el resto del viaje.

La tripulación bajó de la nave, siendo Gale y Peeta los últimos en salir, quienes quedaron petrificados ante el tumulto de periodistas, camarógrafos y un gran despliegue técnico que los dejó pasmados sobre la rampa del aerodeslizador, frotándose los ojos ante la somnolencia que aún les embargaba.

Las preguntas llovieron por doquier, las cámaras fotográficas disparaban sus flashes salvajemente, mientras que las luces de las videocámaras, los atontaron manteniéndolos aún varados en la rampa de abordaje, intentando mirar a la distancia, pero el gran número de personas que los rodeaban no se lo permitieron.

—¿Peeta?... ¡Gale!... —gritó una voz conocida por ambos jóvenes, quienes buscaron incansable el rostro de Katniss, la cual alzó al niño por sobre el tumulto de gente que los aplaudía y los llenaba de preguntas sobre todo lo ocurrido en el distrito trece, mientras que los soldados del escuadrón protocolar intentaron regresar y escoltarlos, ya que el mar de reporteros se abalanzo sobre ellos cuando todos abandonaron la nave, esperando a quienes los reporteros creían que eran los únicos héroes—. Aquí… —Volvió a llamar la joven Everdeen, sin dejar de alzar al niño, el cual miró con sus ojitos entrecerrado al tumulto de gente, a causa de las luces.

—¡Galpeet!... —Peeta comenzó a llorar, abriéndose paso entre la muchedumbre, mientras que una voz se le escuchó anunciar por los alto parlantes de las enormes pantallas de televisión, el arribo de los sinsajos.

Gale corrió tras Peeta, mientras Johanna y el resto de sus oficiales abrieron paso hasta donde se encontraba Katniss con el niño, al cual la chica ya había bajado, cobijándole nuevamente entre sus brazos, justo cuando Peeta llegó a su encuentro, abrazándoles a ambos con fuerza, consiguiendo que la chica comenzara a llorar con él.

—No tienes idea de cuánto los extrañe —notificó Peeta, llenando de besos el sonriente rostro de Galpeet, quien abrazó a su padre adoptivo, lo que por supuesto consiguió que Peeta llorara con mayor sentimiento, sin pretensión alguna de soltarlos—. Papá te ha extrañado horrores, Galpeet, mi bebé. —Gale se detuvo al ver la escena, mirando a todos lados sin saber qué hacer, percibiendo la mano de alguien sobre su hombro, volteando el rostro para ver de quien se trataba.

—¿Por qué no te les unes? —preguntó Haymitch con una socarrona sonrisa en sus labios, manteniendo a Johanna abrazada del otro lado con una amplia sonrisa.

—No sé si estoy invitado a ese festejo —respondió Gale sin dejar de mirar la escena.

—Pues probemos. —Haymitch empujó bruscamente a Gale, el cual tropezó a Peeta, quien trató de no lastimar al niño, al caerle sobre Katniss, volteando a ver qué había pasado.

—Lo siento —se disculpó, ruborizándose hasta los cimientos—. Haymitch me empujó. —Volteó a ver al sonriente y por demás divertido hombre, quien en compañía de Johanna, contemplaba la escena—. Hola, Catnip. —La aludida sonrió al ver que después de tantos años y de sus odiosas exigencias, Gale aún la llamaba de aquel modo.

—Hola, Gale. —Peeta tomó en sus brazos a Galpeet, quien no dejó de juguetear con su padre adoptivo, aquel que miró a Gale y luego a Katniss, incitándole a que la saludara como debía y no tan secamente—. Me alegra mucho que cumplieras tu promesa y que lo trajeras de vueltas a ambos sanos y salvos. —El soldado se acercó a la chica, abrazándola con todas sus fuerzas, alzándola del suelo.

—Tuve mis dudas, pero ese dulce y hermoso rostro de Galpeet llorando por su padre me despertaba cada vez que lograba conciliar el sueño, prometiéndome a mí mismo que lo lograría. —Se apartó de ella, la cual lloró aún más ante las palabras del soldado.

—¿Y ustedes dos cómo van? —Gale se acercó a Peeta, tomando al niño entre sus brazos, quien lo miró como si intentara recordar quién era el alto y corpulento soldado, sonriéndole ante sus dulces palabras de afecto y su tono de voz, el cual trataba de ser suave y apacible con el pequeño infante.

—Bien… —Fue lo único que respondió Peeta, dándole miradas furtivas a Gale, el cual no dijo absolutamente nada, enfocando toda su atención en el pequeño que parecía estar recordando quien era él, dejándose abrazar y besar por su padre biológico.

—¿Solo bien?... porque creo que ustedes le deben algo a alguien. —Katniss enfocó sus ojos en una de las enormes pantallas de televisión, donde el sonriente aunque aún demacrado rostro de Caesar, les observaba esperando a que ambos chicos se percataran de quien había sido la persona que anunció por los altoparlantes su llegada.

—¡Pufsh!... —Caesar abrió todos los dedos de sus manos, haciendo alusión a una explosión o a algo que se desvaneció—. La burbuja que los envolvía a los cuatro se ha roto… —Todo el público presente rió, mirándoles fijamente sin decir ni una sola palabra—. Ahora que tengo su atención… —Se aclaró la garganta—. ¡Señoras y señores!… con ustedes la pareja que ha mantenido al Capitolio y a todo Panem en constante preocupación ante los últimos acontecimientos en el distrito trece… démosle la bienvenida al apuesto, inteligente y elocuente gobernador, Peeta Mellark y a al atractivo, sagaz e intrépido capitán, Gale Hawthorne… los amantes sinsajos del distrito doce.

Los aplausos no habían comenzado cuando ambos hombres se encontraban tan ruborizados que parecían un par de berenjenas ante la vergüenza que todo aquello les causó, en donde cada aplauso les demostró que la mayoría de las personas del Capitolio amaban su relación, queriendo que ambos la compartieran con todos los distritos.

El mar de personas acumuladas a su alrededor comenzaron a apartase, dejando apreciar una cadeneta de agentes de la paz que intentaban mantener a raya al público, dejándole un amplio camino para transitar tanto a los amantes como a los soldados, siendo Haymitch quienes los empujara para que comenzaran a movilizarse hacia la plataforma donde Paylor los esperaba vestida con un traje militar de gala y una amplia sonrisa.

Los aplausos no cesaron, mientras ambos hombres comenzaron a caminar por el terreno libre que habían abierto los agentes de la paz para ellos, siendo Gale quien llevara a Galpeet en sus brazos, seguidos por Katniss, Haymitch y Johanna, la cual se percató de donde se encontraba Effie, sentada detrás de Paylor en compañía de Hazelle y sus tres hijos.

Gale se giró para darle el niño a Katniss, después de darle un último beso a Galpeet, el cual no dejó de mirar a su padre, con una dulce e infantil sonrisa, mientras que Peeta fue el primero en subir a la tarima que se habían montado para el evento, donde Paylor los esperaba a ambos, siendo el joven Mellark quien se acercara a la presidenta, haciéndole una reverencia a modo de saludo formal.

—Deje eso para los reyes y la monarquía, la cual no existe en Panem —exigió Paylor—. Usted es un gobernador y yo solo una presidenta que le agradece enormemente lo que ambos han hecho no solo por mí, sino por todo Panem. —La mujer extendió sus brazos, hacia el público, los que volvieron a aplaudir a los sinsajos, mientras Gale se acercó haciéndole la venía a su superior, la cual Paylor respondió del mismo modo, extendiendo su mano hacia Posy, la hermanita menor del capitán Hawthorne, consiguiendo que la pequeña se acercara con un almohadón en las manos, y sobre él, un par de medallas.

—Con todo respeto, señora presidenta —interrumpió Peeta la protocolar entrega de medallas—. Pero Gale y yo no somos los únicos héroes aquí… De hecho, no me siento un héroe.

—Y es por eso que se le entrega la medalla al valor, a la entereza, a la bondad y la honestidad, la cual jamás ha sido entregada antes. —Peeta miró a Gale, el cual asintió sintiéndose completamente orgulloso de él—. Jamás pensé en llegar a conocer un político honesto, joven Mellark y debo decir que contigo me equivoque y admito mis errores—. Paylor tomó la medalla y se la coloco en el cuello, aferrando a Peeta por ambos hombros—. Gracias a ti, recapacité en mi propósito como la nueva presidenta de Panem, lo que consistía en llevar a la grandeza a este país, recordándome que yo así como Gale y John Shulk, me hice soldado con un solo propósito. —Peeta comenzó a llorar, ante las palabras de Paylor—. Servir a mi pueblo y hacerlo libre.

Los aplausos irrumpieron en el amplio lugar, donde hasta Caesar lloró, observando la emotiva escena, mientras la presidenta le dio un fuerte abrazo a Peeta, quien aún no podía creer todo lo que aquella mujer le estaba diciendo, agradeciendo enormemente sus palabras.

—Yo soy la que te agradece todo lo que hiciste. —Tomó de igual modo la otra medalla, colocándosela a Gale, quien inclinó respetuosamente la cabeza ante su superior—. A ti te entrego la de valor, el deber y el honor de un hombre con agallas y un corazón tan fuerte como su hombría, la cual no se hace menos ante el amor que le has profesado en público a Peeta. —El joven Mellark bajó la cara, ruborizándose un poco, mientras Gale mantuvo la suya en alzas, asintiendo a las palabras de Paylor.

—Gracias… —Fue lo único que dijo el soldado, pero dentro de su pecho latía un corazón rebosante de dicha ante sus palabras, dándole una mirada furtiva a su familia, quienes le saludaron con una amplia sonrisa, siendo Rory el único en mantener su cabeza agacha, completamente serio—. Pero no lo hubiese logrado si no contara con un escuadrón que es sin duda el mejor de todos. —Gale volteó a verlo, percatándose de cómo una joven estaba por terminar de colocarle las medallas a cada uno de ellos, quienes le sonrieron amablemente a su superior—. Gracias a ellos, es que estamos vivos.

—Sé que no es el momento, pero… —interrumpió Peeta la ceremonia—... ¿Dónde está Plutarch? —Paylor miró hacia la pantalla principal, la cual aún mostraba el rostro de Caesar, quien respondió con una amplia sonrisa.

—El jefe de gabinete y yo hemos intercambiado suite. —Gale y Peeta se miraron al rostro, siendo Paylor quien les explicara.

—Está justo ahora en la cárcel donde tuvimos apresado a Caesar, en la misma celda donde Plutarch lo había mandado a encarcelar, por traición, según él. —La calmada mujer volvió a ver a Caesar—. Me dejé envolver por ese hombre, estuve todo este tiempo viviendo con el enemigo. —Bajó la mirada.

—Errar es de humanos, señora presidenta… todos nos equivocamos —alegó Peeta, consiguiendo que la mujer levantara nuevamente su consternado rostro.

—Así es y pido perdón en público, tanto a Caesar como a ti, Peeta. —El asombrado joven alzó una ceja—. Yo no te quería en el poder, pensé que serias un estorbo y me demostraste lo errada que estaba y te lo agradezco. —Aferró la mano del joven Mellark, quien correspondió el gesto, estrechándosela entre sus dos manos.

—No lo agradezca… —Peeta miró a Beetee, quien junto a los demás gobernadores de cada distrito precedían toda aquella ceremonia, saludándolos a todos—... fue un trabajo en equipo. —Los aplausos no se hicieron esperar nuevamente, mientras la voz de Caesar, irrumpió en todo el lugar.

—Señoras y señores, démosle el más fuerte de los aplausos a nuestros héroes… Peeta Mellark y Gale Hawthorne, los no tan trágicos amantes del distrito doce —citó el modo en el que él siempre presentaba la relación entre Katniss y Peeta en los juegos del hambre, consiguiendo que ambos hombres se miraran, sonriéndose el uno al otro—. Nuestros nuevos sinsajos. —Ambos se giraron para recibir la ovación de un pueblo que les agradecía todo lo que había hecho por ellos, al detener una posible segunda guerra entre distritos.

—¿Cómo escaparemos de Caesar? —preguntó Peeta entre dientes.

—Creo que no hay escapatoria —respondió Gale, tratando de no gesticular mucho los labios al hablar, susurrándole a Peeta.

—Dejaremos que los sinsajos descansen y disfruten el uno del otro. —Caesar hizo un gesto lascivo con los ojos, alzando sugestivamente una ceja, lo que consiguió los gritos de los fans de la pareja y las risas de otros, mientras que ambos hombres no dejaron de cubrir sus rostros con vergüenza—. Pero mañana… —Sonrió maliciosamente—. El señor gobernador pagará su promesa. —Peeta sonrió mirando la pantalla—. Y aunque siempre te estaré eternamente agradecido por mi libertad. —Aquello lo dijo con una dulce y sincera sonrisa—. No dejaremos pasar mi regreso a la televisión sin que todo Panem conozca y sepa de su historia amorosa. —Los gritos de muchos no se hicieron esperar, mientras que los aplausos les demostraron que tenían el apoyo de su pueblo.

—Hasta mañana entonces, Caesar —respondió Peeta, consiguiendo que las fans y todos los que amaban la relación entre ambos, gritaran de dicha, aplaudiéndoles completamente eufóricos, mientras ambos bajaban de la tarima, acercándose a Katniss, quien le entregó nuevamente el niño a Peeta, el cual llenó de besos y mimos al pequeño, consiguiendo que sonriera.

—Solo quiero descansar —notificó Gale, percatándose de cómo las pantallas se apagaron y los agentes de la paz intentaban disipar el número de personas acumuladas en el aeródromo del Capitolio.

—No creo que puedan. —Katniss miró hacia la plataforma, consiguiendo que ambos hombres voltearan al mismo tiempo, contemplando el arribo de Effie con una amplia sonrisa, en compañía de Hazelle y los hijos de esta, escuchando lo que la madre de Galpeet les notificaba—. Effie organizó una fiesta. —Tanto Gale como Peeta voltearon a verle con el rostro pasmado.

—¿Qué? —preguntó Peeta.

—Lo que has oído —acotó Haymitch, acercándose a ellos, señalando un jeep—. Allí está una posible vía de escape. —Aferró las manos de Gale, posando sobre estas las llaves del auto—. Y aunque sé que me ganaré una reprimenda de parte de Effie… sé que no quieren esto. —Ambos negaron con la cabeza, justo cuando la excéntrica mujer se les acercaba—. Yo los cubriré.

—Gracias —soltó Gale con una amplia sonrisa, palmeándole el hombro a Haymitch, quien simplemente asintió, con una de sus irónicas sonrisas de medio lado.

—Peeta, querido… Capitán Hawthorne… —saludó Effie justo cuando Gale aferró la mano de Peeta, llevándose a rastras al muchacho, después de despedirse rápidamente tanto de Katniss como de Galpeet, huyendo de la extrovertida mujer, la cual les miró partir, con un semblante de incredulidad a pesar de los kilos de maquillaje sobre su rostro—. Pero… ¿A dónde van? —preguntó completamente extrañada a lo que Hazelle le respondió con una amplia sonrisa.

—A tratar de ser felices, Effie querida. —Katniss asintió viendo como ambos hombres subieron al auto, siendo Gale quien condujera, mientras Peeta se despidió desde la distancia de su hijo, el cual dejó que su madre agitara su pequeña manita para que se despidiera, soltándola al ver como el niño instintivamente la movió solo, despidiéndose de sus padres.

—Pero… ¿Y la fiesta? —preguntó la incrédula y triste mujer, siendo Haymitch quien respondiera abrazándola por los hombros, observando como el auto comenzó a alejarse.

—Ellos no necesitan una fiesta, Effie… ellos necesitan vivir y a partir de ahora lo harán, porque su amor ya no es secreto y no tienen por qué ocultarlo más. —La mujer aún les observaba partir con el rostro serio y la mirada perdida, escuchándole decir a Katniss.

—Ya han estado mucho tiempo enjaulados, dejemos que los sinsajos vuelen y canten juntos la misma canción de amor. —Todos asintieron a las certeras y dulces palabras de quien había comprendido a la perfección que el amor entre Gale y Peeta era real y mucho más autentico que el que un día ella les había profesado a ambos hombres.

—Yo no lo hubiese dicho mejor, descerebrada. —Todos rieron a la acotación de Johanna, y aunque aquella despectiva palabra siempre había molestado a Katniss, esta vez consiguió una afable sonrisa y un apretón de manos entre ambas ex tributos, dejando el pasado atrás y limando asperezas, sin dejar de observar como los sinsajos volaban cada vez más lejos.


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