Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo

__ 2 __

Eran aproximadamente las seis y media de la mañana, cuando Peeta despertó y junto a él, Katniss dormía plácidamente, recordando que la noche anterior la chica se había rehusado a compartir la cama con el muchacho, retirándose a dormir al cuarto que le había pertenecido a ella, ya que donde ambos dormían era donde la madre de la chica y Prim dormían.

“Odio cuando haces estas cosas”, soltó mentalmente, observando el plácido rostro de la chica, quien se encontraba hecha un mohín sobre la cama. “Será mejor no ir a cazar con Gale”. Se levantó, contemplando su reloj de pulso, el cual se halló sobre la mesa de noche, percatándose de la hora. “Ya debe estar levantado”. Salió de la recamara completamente descalzo, en busca del teléfono para llamarle y rehusarse a ir con él justo cuando dos fuertes golpes en la puerta le hicieron dejar nuevamente el auricular sobre el aparato, encaminándose hacia la salida de enfrente.

—¿Estás listo? —Gale vestía unos jean y una camiseta negra, la cual cubrió con su chaqueta militar semiabierta y sus botas de seguridad a medio atar, donde su cabello, al parecer, solo había obtenido unas cuantas caricias con los dedos, intentando reacomodarle.

—No iré… No quiero incomodar a Katniss. —Gale rodó los ojos, deseando darle un bofetón al joven, a ver si despertaba de una vez y dejaba de ser tan sumiso y estúpido.

—Por todos los cielos, Peeta… ¿Aún no has aprendido nada? —El aludido volteó a ver al interior de la casa, para comprobar que Katniss no estuviese ya despierta—. Ya te dije que no debes dejarte manipular por Catnip.

—No es dejarme manipular por ella, la amo. —Gale sonrió, negando con la cabeza.

—¿Y ella te ama a ti?... ¿Se lo has preguntado? —Peeta asintió frunciendo el ceño.

—Sí, lo he hecho y me ha dicho que sí.

—¿Solo te ha dicho que sí o te ha dicho que te ama? —De hecho ni lo uno ni lo otro, Katniss solo le había dicho “real” ante la pregunta que el muchacho le había hecho sobre si lo amaba o no, recibiendo de Katniss tan solo unos cuantos “yo también” cada vez que Peeta le decía que la amaba.

—¿La verdad?... —Gale asintió, esperando la respuesta a su propia interrogante—. Eso no es de tu incumbencia. —Pretendió cerrar la puerta, pero Gale se lo impidió, atravesando su pie entre la puerta y el marco, mirando a espaldas de Peeta, el cual giró rápidamente la cabeza, encontrándose con el serio y somnoliento rostro de Katniss.

—¿Qué haces aquí?

—Invité a Peeta a cazar… Me dijo que sí anoche y ahora no quiere ir… imagino que tú tienes algo que ver en eso. —Katniss caminó hacia el sofá, subiéndose a este, cruzando las piernas sobre el mueble.

—No tenía conocimiento de ello. —Peeta miró a Gale, alzando una ceja.

—¿Ves?... Es cosa mía… No quiero ir. —Gale no dejó de ver a Katniss, quien comenzó a trenzarse el cabello.

—¿Por qué? —insistió nuevamente Gale, enfocando sus ojos en el rubio muchacho, siendo Katniss quien respondiera.

—Él no sabe cazar, Gale.

—Porque tú no le has querido enseñar. —Peeta miró a Katniss y luego a Gale, percatándose de la animadversión que sentían el uno por el otro, sin saber si dar gracias por ello o sentir pesar por aquella amistad, al parecer, ya rota.

—Espanta a todos los animales, lo viste en los juegos, no sirve para eso.

—¿La estás escuchando? —preguntó el capitán Hawthorne, mirando a Peeta—. Vamos a cazar y mostrémosle a la señorita “yo sí sé cazar y tú no” que sí puedes. —El chico levantó la mirada, contemplando el inmutable rostro de Katniss, la cual siguió tejiéndose el cabello, mirándose los pies.

—Si no quieres ir porque crees que me molestaré, puedes ir, Peeta. —Él deseó que ella también fuera, pero al parecer, la chica se rehusaba a estar cerca de Gale, o a lo mejor no deseaba ir a perder el tiempo intentando cazar, mientras Peeta lo único que haría sería espantar a los animales.

—Te espero entonces. —Gale se recostó del marco de la puerta, cruzándose de brazos.

Peeta volvió a mirar a Katniss y luego a Gale, quien le sonrió señalándole la alcoba de donde había salido Katniss, pidiéndole que fuese a cambiarse, ya que se hacía tarde.

“No se va a dar por vencido”, pensó, y dándole una última mirada a la chica, se encaminó hacia la habitación que compartía con Katniss, sin deseo alguno de acompañar al muchacho y mucho menos dejarles solos en la sala, pero no había de otra, y al parecer, Gale era de los que no aceptar un no como respuesta.

 

Caminaron por largo rato, primero atravesando todo el distrito doce, donde se seguían haciendo las reconstrucciones y el levantamiento de una nueva casa de gobierno, a la espera de un nuevo alcalde.

Peeta por su parte no deseaba pasar por donde antes había elaborado la panadería de sus padres ya fallecidos, caminando rápidamente, sin deseo alguno de ver como removían los escombros en aquella zona.

Gale intentó sacarle conversación, aunque el chico se encontraba aún molesto con él, ya que al salir de la alcoba, Katniss y él se habían vuelto a pelear, siendo ella la que lo mandara al demonio, retirándose a la cocina, mientras Gale simplemente sonrió con ironía, pidiéndole a Peeta que se largaran de una buena vez de aquella asfixiante casa.

Se habían adentrado al bosque, Gale era quien guiaba y Peeta simplemente le seguía sin comprender aún qué demonios hacía en aquel lugar con el ex de su pareja, pensando de repente, que a lo mejor, lo que el joven soldado deseaba era vengarse de él por haber sido quien se quedara con la chica.

—Creo que ya estamos lo bastante lejos… ¿No te parece? —preguntó Peeta, observando el terreno que habían dejado atrás, donde ya no se distinguían las edificaciones del doce.

—Los animales no suelen acercarse a la ciudad… ellos están lo bastante alejados de nosotros como se les sea posible… instinto de supervivencia… ¿Lo recuerdas? —acotó Gale, girando el rostro para verle, sin dejar de caminar delante de él.

—Sí, lo recuerdo. —Por supuesto que lo recordaba a la perfección, justo ahora rememoraba todo lo vivido en los Juegos del Hambre, ya que, mientras que para Gale el volver al bosque le resultaba reconfortante y por demás melancólico ante los recuerdos junto a Katniss, para Peeta, estaba comenzando a ser incómodo, imaginándose a un Gale enloquecido de odios y de celos, asesinándole en aquel lugar como habían querido hacerlo los tributos de los demás distritos.

El aleteo de varios pájaros en las alturas, logró que Peeta alzará rápidamente el rostro después de agacharse, donde varios sinsajos, revolotearon sobre ellos perdiéndose de vista.

—Son solo aves, hombre… Ven… conseguí lo que buscaba. —Gale se acercó a un tronco hueco, extrayendo de él un par de arcos y varias flechas, la cuales se encontraban dentro de unos carcajes, los que al parecer, habían estado allí durante mucho tiempo—. ¡Vaya!... sí que están deteriorados, pero creo que nos servirán. —Se los entregó a Peeta, quien los examinó, imaginando que uno de ellos había sido el de Katniss, mientras que el otro era el de Gale, sintiéndose incómodo ante aquellas pertenencias que le recordaban la estrecha amistad entre su pareja y el capitán Hawthorne.

“No entiendo por qué no puedes decir que no, no quiero estar aquí, no quiero”, se dijo mentalmente el muchacho, sintiéndose tan incómodo, que por unos segundos estuvo a punto de vomitar.

—Aquí esta —acotó Gale, dejando de examinar el tronco hueco, sacando unas cuantas cuerdas, colocándoselas sobre sus hombros—. Ven, vamos. —Gale se incorporó, retomando su andar, después de quitarle uno de los juegos de arquería, acomodándose el carcaj en el hombro junto a las cuerdas.

Peeta le imitó, pasándose la correa del carcaj por el brazo, examinando el arco, el cual se encontraba roído y deteriorado por el pasar del tiempo, siguiendo a Gale, quien le llevaba unos cuantos metros de distancia, escuchando a su izquierda unos pasos, que al parecer, le seguían.

Volteó rápidamente el rostro, sacando una de las flechas, intentando acomodarlas en el arco, pero el chico jamás había utilizado aquella arma, mirando a todos lados en busca de quien le seguía, pero no había nadie.

—¿Peeta? —llamó Gale al asustado muchacho, el cual giró violentamente el rostro, observando a su compañero de caza, percatándose de una sombra que cruzó de un árbol a otro en la distancia a espaldas de Gale.

—Cuidado —gritó alzando el arco, intentando sostener la flecha entre sus dedos, estirando el cable para disparar, el cual terminó reventándose, golpeando la mejilla de Peeta, quien soltó rápidamente el arma, cubriéndose el rostro.

—Por todos los cielos —exclamó asustado Gale, quien corrió hacía él, soltando su arco, intentado acceder al rostro del muchacho, el cual había caído de rodillas al suelo—. ¿Peeta?... Mírame, por favor… deja que te revise. —El rubio joven se quejó de dolor, intentando apartar sus temblorosas manos del rostro, donde Gale pudo contemplar el latigazo que el cable le había atinado en la mejilla—. Madre mía, por poco te da en el ojo. —El lastimado muchacho, inhaló y exhaló el aire rápidamente, intentando contener un posible llanto delante de Gale, pero el golpe había dolido lo suficiente como para humedecer sus tiernos ojos azules.

—Estoy bien… estoy bien —alegó el muchacho, mirándose las manos, las cuales se habían manchado de sangre, recordando los primeros Juegos del Hambre, donde había tenido que asesinar a aquella chica que había cometido la estupidez de encender una fogata, tan solo para hacerles creer a los profesionales que él podía asesinar a sangre fría y hacerse su aliado.

—¡Hey!... ¿Chico amoroso? —Peeta volteó a ver a todos lados en busca de aquella voz, sintiendo que el alma se le iba al suelo, ya que así le llamaba irónicamente el difunto Cato, el joven del distrito dos.

—Quédate quieto, hombre, déjame revisarte. —Gale intentó limpiar el latigazo con la manga de su chaqueta, para ver la profundidad de la herida, pero Peeta se lo dificultó al intentar apartarse de él, buscando al dueño de aquella voz.

—¿Lo escuchaste? —preguntó, intentando apartarse de Gale, observando cada árbol, cada lugar, donde una nueva sombra reapareció, esfumándose entre la maleza—. Allí… —Señaló Peeta a la distancia, donde Gale giró rápidamente el rostro para ver lo que el aterrado muchacho le mostraba, observando a todos lados.

—¿Qué?... No veo nada, Peeta… —El chico se había olvidado del golpe, incluso del dolor, enfocando sus ojos a la distancia, escuchando el canto de los sinsajos, lo cual Peeta escuchó como aquel silbido de Rue, acompañado de una detonación, sin saber si aquello era el cañón que daba la señal de un nuevo muerto sobre la arena de juego o el disparo de los agentes de la paz al asesinar a aquel hombre del distrito once, ya que todo lo que él estaba padeciendo era tan solo producto de su atormentada imaginación.

—No quiero estar aquí… No quiero… No quiero… —Peeta aferró con fuerza la chaqueta del capitán Hawthorne, el cual observó completamente perplejo, como “el chico del pan”, como Gale siempre se había referido al joven Mellark, se quebró enfrente de él, temblando y llorando rogándole que le sacara de aquel lugar.

—Cálmate, Peeta… Aquí no hay nadie. —Un trueno retumbó por todo el bosque, lo que hizo que Peeta se arrojara a los brazos de Gale, el cual alzó rápidamente los suyos a modo de rendición, observando al chico, sin pretensión alguna de alejarle, pero tampoco de corresponder al abrazo—. Aamm… Es solo un trueno, creo que va a llover. —Pero para Peeta no era solo un trueno, él había rememorado el relámpago que inició todo aquel pandemónium en la arena de los septuagésimos quintos Juegos del Hambre, lo cual lo había separado de Katniss y los demás, convirtiéndole en un prisionero del Capitolio a manos de Snow.

Peeta abrió raudo los ojos, percatándose de cómo aferraba a Gale, apartándose rápidamente de él, al punto de empujarle, lo que hizo que el joven soldado trastabillara hacia atrás, intentando no perder el equilibrio.

—Lo… Lo siento —se disculpó, sin poder evitar ruborizarse, mirando al suelo.

—Tranquilo, hombre… —Volvió a relampaguear, justo cuando ambos chicos comenzaron a sentir el leve rocío que cayó entre las ramas de los árboles—. Será mejor que regresemos, no creo que haya buen tiempo para cazar y tampoco creo que mejore. —acotó Gale observando el cielo, donde pobladas nubes negras, amenazaron con un torrencial aguacero—. ¿Estás bien? —preguntó Gale, y aunque al principio le valía madre lo que le ocurriera al muchacho, ahora se encontraba realmente preocupado por él, sintiendo que aquella preocupación era tan solo al imaginar a Katniss culpándole de aquel golpe que el chico se había dado en el rostro.

—Estoy bien… De seguro Haymitch tendrá algo para curarme. —Gale asintió, sonriéndole para que se sintiera más tranquilo, sin dejar de caminar de vuelta a la ciudad, donde sintió que Peeta ya no le seguía, volteando a ver que lo había detenido.

El joven a sus espaldas se había quedado inmóvil, observando fijamente un punto alto en la distancia, lo cual Gale intentó seguir, agudizando su visión, percatándose de lo que había en lo alto de un árbol, volteando a ver nuevamente a Peeta.

—Es un panal de abejas común y corriente, Peeta… No son rastreavispulas. —Pero el chico no pudo caminar de nuevo, de hecho estaba petrificado observando aquella cosa, donde su mente comenzó a jugarle una mala pasada, imaginando aquella cosa caer al suelo, rompiéndose en mil pedazos, donde un gran número de rastreavispulas se arrojaron sobre él, aunque por supuesto, Gale no lo veía.

—No… —gritó completamente aterrado, arrojando el carcaj al suelo, corriendo a gran velocidad, donde Gale hizo lo mismo, soltando todo lo que traía encima, corriendo tras el enloquecido joven, el cual zarandeó sus brazos, como si intentara espantar algo que no estaba.

—Peeta… Peeta… Detente… —Pero el chico no se detuvo, hasta tropezar con las raíces que sobresalían de algunos de los árboles, cayendo al suelo, mientras la lluvia comenzó a caer y Gale se arrojó a su lado, tomándole fuertemente de los brazos intentando calmar aquel repentino ataque de pánico, lo cual le hizo acreedor de varios golpes, ante el intento del joven Mellark de espantar las rastreavispulas—. No hay nada, Peeta… Mírame. —Lo zarandeó con fuerza, intentando hacerle entrar en razón—. No hay nada… solo estamos tú y yo… mírame, maldita sea.

El aturdido muchacho abrió los ojos, encontrándose con el pálido rostro de Gale, el cual se encontraba tan asustado como Peeta, aunque por razones completamente distintas.

—No hay nada… ya no más rastreavispulas, no más juegos, no más arena, no más mutos, aquí no hay nada, nada… —En cada acotación zarandeó nuevamente al chico, el cual comenzó a llorar, aunque Gale no se percató de ello hasta ver los enrojecidos ojos de Peeta, ya que la lluvia había empapado su agraciado rostro—. Mírame —exigió nuevamente el capitán Hawthorne, donde al fin el alterado muchacho alzó la vista, contemplando su humedecido rostro—. Debes calmarte… ¿Está bien? —Peeta asintió intentando levantarse, siendo Gale quien le ayudara a incorporarse.

—Lo siento, no… no estoy bien.

—Eso lo estoy viendo. —Gale frunció el ceño, estudiando cada gesto del muchacho, el cual intentó apartar sus húmedos cabellos del rostro.

—Aún despierto asustado entre horrendas pesadillas… —comentó Peeta, retomando su andar—. En otras es Katniss quien me despierta gritando. —Gale le siguió muy de cerca, intentando apurar el paso, ya que la lluvia había comenzado a hacerse más fuerte.

—No debe ser fácil para ninguno de los dos. —Peeta no dijo nada, dándole una rápida mirada de soslayo a Gale, el cual no dejó de verle ni por un segundo—. Yo a veces sueño con los mutos del Capitolio, los que mataron a Finnick y en otras despierto creyendo que nos están atacando como cuando bombardearon el doce. —Gale miró al cielo, percatándose de los fuertes truenos y el torrencial aguacero que se les venía encima, donde fuertes vientos sacudieron los árboles, los cuales parecían cernirse sobre ellos—. Corre, Peeta… corre… —le exigió el joven soldado, asiéndole de la chaqueta que traía, abriéndose paso entre la maleza.

Ambos sabían que no podían escapar, estaban bastante lejos de la ciudad, temiendo que algún rayo les cayera encima, siendo Gale quien tomara la decisión de desviarse, rumbo a las ruinas, donde él y Katniss habían conversado sobre irse junto del distrito doce y dejar todo atrás.

—Por aquí —le exigió Gale, escuchando un fuerte estallido sobre uno de los árboles cercanos, percatándose de como uno de los rayos había alcanzado a un enorme árbol de cedro, donde varias ramas se encendieron en llamas, cayendo muy cerca de ellos, siendo Gale quien se arrojara sobre Peeta, cubriéndole ante un posible accidente—. Levántate, rápido.

Exigió él en un tono autoritario, ya que aquello era normal en Gale, era el capitán de un escuadrón y eso lo hacía tomar decisiones rápidas y por demás acertadas, donde cada minuto cuenta.

—Allí… corre… —Gale señaló unas ruinas a la distancia, las cuales eran cubiertas por la maleza, aquella que comenzó a abrirse paso entre los escombros de lo que antes había sido una muy fuerte edificación o eso pensó Gale, ya que aún se encontraban de pie algunas paredes, al igual que una chimenea, aunque el techo amenazaba con caerse en cualquier momento, donde Gale rogó que no llegase aún dicho momento.

Entraron al mismo tiempo y entre ambos intentaron cerrar la roída puerta, la cual terminó desprendiéndose, cayéndoles a ambos encima ante el fuerte viento que azotó todo el bosque.

—¿Se está cayendo el cielo a pedazos o qué diantres? —preguntó Gale, intentando levantarse, quitándole la puerta a Peeta de encima, el cual se incorporó rápidamente, tratando de colocar nuevamente aquella cosa en su lugar—. Pásame unas tablas… allí. —Señaló hacía uno de los rincones, donde Peeta corrió para tomar varias, atravesándolas entre la puerta y el marco, mientras que Gale, afianzó otras entre estas y el suelo, logrando estabilizarla en su puesto.

—Listo… creo que allí quedó. —Ambos se encontraban agitados y empapados de pie a cabeza, observando todo aquel lugar, el cual se iluminaba a cada tanto entre los relámpagos que azotaban el bosque, donde a pesar de ser tan solo las diez de la mañana, se había obscurecido ante la fuerte tormenta.

—Jamás hubiese imaginado esto, sino no te hubiese insistido en venir —acotó Gale, sacándose la empapada chaqueta militar, sacudiéndola enérgicamente.

—Nadie sabía que esto iba a ocurrir —argumentó Peeta, recostándose de una de las paredes, intentando controlar su agitada respiración—. Si yo hubiese sabido que me atacarían los recuerdos, jamás hubiese venido. —Gale dejó su chaqueta sobre la chimenea, intentando esquivar una de las tantas goteras que había en aquel lugar, acercándose al muchacho.

—Lo siento, no fue esa mi intención, en verdad quería enseñarte a cazar, de hecho, la propuesta sigue en pie, solo que antes adquiriremos un mejor equipo de caza y trataremos de que sea con un mejor clima… ¿Vale? —Peeta, alzó el rostro para ver a Gale, quien volvió a blandir su mejor sonrisa, logrando que el joven panadero le correspondiera de la misma manera, sonriéndole sinceramente, asintiendo a su invitación—. Bien… ahora a esperar a que escampe. —Y dicho eso se sentó junto a Peeta, el cual le miró por unos segundos, sentándose lentamente a su lado sin dejar de verle.

“No, sin duda no quiere matarte, de ser así ya lo hubiese hecho, me protegió hasta de mis propios miedos”, pensó sin dejar de verle, mientras Gale se frotaba las manos entre sí, intentando calentárselas. “¿Por qué?... ¿Por qué ahora eres tan amable?... jamás me hablaste en el colegio, jamás lo hiciste en la panadería… ¿Por qué ahora quieres ser mi amigo?”. Elucubró en aquella posibilidad, ser amigo de Gale, algo que sin duda jamás pasó por su mente.

—No sé tú, pero yo tuve una muy mala noche… tengo un par de vecinos que dan lata y viven gritándose y arrojándose los trastos. —Gale intentó no reír, pero una leve mueca en sus carnosos labios, dejó ver que intentaba hacerse el gracioso con el muchacho—. Así que trataré de dormir un poco. —Cerró sus ojos, y colocando los brazos sobre sus flexionadas rodillas, echó su cabeza hacia atrás intentando dormir, aunque el frío se lo dificultaba.

“¿Por qué no ser amigos?... Él ya no ama a Katniss… eso es más que obvio”. Recordó cuando él y la chica terminaron insultándose en la sala, donde Katniss lo mandó al demonio y Gale simplemente le exigió a Peeta largarse de aquel lugar. “A Kat no le agradará esto, pero…”. Contempló al imperturbable muchacho, el cual comenzó a cabecear. “Jamás he tenido amigos, salvo Haymitch”. Gale abrió los ojos, volteando el rostro para verle.

—¿Todo bien? —Peeta asintió, y abrazándose a sí mismo, se frotó los brazos, cerrando sus ojos, echando la cabeza hacia atrás, tal y como Gale lo había hecho, el cual lo miró por unos segundos, tomando nuevamente su pose de descanso intentando conciliar el sueño.

 

Las horas pasaron y ambos se habían sumergido en un sueño profundo, donde Gale comenzó a soñar con Johanna, imaginándole entre sus brazos, atrayéndola con fuerza hacia su cuerpo al percibir el calor que la chica emanaba, ya que él sentía morirse de frío, mientras Peeta lo hacía con Katniss, la cual él sintió que le estaba cubriendo con sus brazos, hundiendo el rostro en su pecho.

“Nada como estar en casa”, pensó Peeta, aferrándose más al torso de Katniss en sus sueños, mientras Gale acarició el corto cabello de Johanna, la cual se removió entre sus brazos, hundiendo aún más el rostro en su pecho.

“Fue mejor así, volver al distrito dos contigo, Johanna”, pensó Gale en su profunda inconsciencia, imaginándose rumbo a alguna misión dentro de uno de los aerodeslizadores, ya que sus oídos alcanzaron a escuchar a la distancia varios truenos, lo que percibió como turbulencia.

El joven soldado montó su pierna derecha sobre el cuerpo de Johanna, y esta a su vez introdujo la suya entre las dos extremidades inferiores del capitán, el cual acarició la espalda de la chica, mientras que el cuerpo que Gale aferraba se estremeció entre sus brazos, haciéndose un mohín junto a él.

—Mmm… ¿Tienes frío? —preguntó entre dormido y despierto, frotando nuevamente la espalda de la chica, la cual asintió con la voz algo ronca, imaginando que a lo mejor, el frío que hacía le había resfriado—. Ya vas a ver cómo te caliento. —Hecho hacía atrás el cuerpo que le acompañaba, recostándose sobre él, besándole el cuello—. ¿Te gusta? —Pero la respuesta a ello fue un fuerte golpe en la entrepierna, lo cual le hizo despertar bruscamente, apretándose sus partes nobles ante el intenso dolor.

—Maldito bastardo… ¿Qué haces? —Peeta, se limpió el cuello, justo donde Gale le había besado y donde aún sentía sus cálidos y húmedos labios.

—Me lleva el demonio… —soltó Gale, apretándose aún más fuerte los genitales, intentando que aquel intenso dolor no se extendiera más de lo que ya lo había hecho—. Estaba soñando con Johanna.

—Y yo con Katniss… pensé que… —Por unos segundos ambos se miraron las caras, comprendiendo que cada caricia, cada abrazo y aquel delicioso calor que despedían sus cuerpos, se lo habían entregado el uno al otro, donde Peeta se ruborizó hasta la raíz del cabello, mientras Gale se sintió no solo adolorido en su entrepierna, sino también en su orgullo de macho—. Dime que no me besaste

—¿Aparte del beso en el cuello? —Gale negó con la cabeza, intentando sentarse, aún adolorido, mientras Peeta se cubrió el rostro con ambas manos, negando una y otra vez con la cabeza.

—No, no, no… —Se recostó en contra de la pared, sin dejar de cubrir su rostro, el cual estaba amoratado de tanta vergüenza—. Esto es demasiado vergonzoso.

—¿Crees que para mí no? —preguntó Gale, limpiándose los labios, al sentir aún en ellos el sabor almizclado del cuello de Peeta, el cual sabía a esencia de vainilla y levadura, ligados con el sabor corporal del muchacho—. No es para nada gratificante el saber que estuve a punto de besarme contigo. —Peeta apartó al fin sus temblorosas manos del rostro, fulminando al joven soldado con la mirada.

—Te me subiste encima.

—Ya te dije que pensé que eras Johanna —espetó Gale de muy mal humor, gateando hacia la pared para recostarse igual que Peeta—. Me has golpeado fuerte. —Pero no había sido así, Peeta simplemente había alzado la pierna intentado quítaselo de encima, al darse cuenta que no era Katniss sino Gale, el cual sintió que aquel dolor no se iría nunca, pero de lo que él no se percataba era que el dolor se había intensificado al encontrarse excitado.

—¿Pues qué querías que hiciera?... Estabas sobre mi y tu boca… —Le dio una fugaz mirada, sintiendo que el calor en sus mejillas se intensificaban al recordar como justo al despertar, Gale besó muy tierna y seductoramente su cuello—. Dios mío… No… —Arrastró la “o” como si intentara enfatizar aquella negativa, ante lo que su cuerpo había sentido, ya que Peeta, lo que lo mantenía completamente avergonzado, era que sus partes nobles se habían tensado, lo que Gale por supuesto no sabía.

Gale volvió a su postura inicial, recostado en la pared con sus brazos sobre sus flexionadas rodillas, pensando en que momento ambos habían terminado recostados sobre el suelo, uno en brazos del otro, mientras Peeta no pudo dejar de sentirse mal por la dolorosa excitación que sentía, deseando que el frío viento que se colaba por las ventanas, calmara su erección.

—Júrame que no le dirás esto a nadie.

—Claro que no… ¿Por quién me tomas? —preguntó Peeta, el cual también había flexionado sus rodillas, tratando de que el chico a su lado no notara su erección.

Gale cerró los ojos, intentando controlar aquella tensión en su entrepierna, abriendo rápidamente los ojos, al percatarse que ya no dolía y que aquella molestia en sus partes nobles lo causaba algo más.

—Será mejor que nos vayamos. —Se levantó raudo del suelo, sintiendo que aquel intenso dolor volvía, intentando contener una puteada, tomando rápidamente su chaqueta.

—Pero aún llueve —acotó Peeta, tratando de darle tiempo a su erecto pene a que volviera a su estado flácido.

—No importa, ya no está relampagueando y tampoco hay viento fuerte, solo está cayendo una leve llovizna, a lo mejor no se detenga en todo el día y no esperaré a que comience una nueva tormenta. —Peeta pensó que Gale tenía razón, levantándose rápidamente del suelo, dándole la espalda al joven soldado, el cual había hecho lo mismo con él, acomodando, según Gale, su chaqueta y donde ambos en realidad, lo que intentaban era reacomodar sus genitales para que el uno no se percatara de la erección del otro y viceversa—. Listo —acotó Gale, girándose justo cuando Peeta lo hacía, sin pretensión alguna de verle a la cara—. Nos vamos.

Ambos se acercaron a la salida, quitando todas las tablas y apartando la puerta a un lado, recostándola sobre la pared, saliendo rápidamente de aquel lugar, donde el frío y la lluvia, lograron al fin controlar sus insufribles erecciones, subiendo las cremalleras de sus chaquetas, introduciendo las manos en los bolsillos.

“Esto era lo que te faltaba, Gale… Excitarte con el chico del pan”. Negó con la cabeza, abriéndose paso entre la húmeda y poblada maleza, la cual había crecido más de lo habitual a causa de las lluvias constantes en el doce. “Si Peeta se hubiese dado cuenta de tu erección, quedas como un completo desviado”. Bufó por la nariz, cerrando sus ojos pesadamente, abriéndoles nuevamente intentando no voltear a ver al muchacho, quien caminaba a su lado.

Siguieron caminando un largo rato en silencio, intentando salir del bosque, donde al parecer, lo que había ocurrido tan solo unos instantes, tenía más preocupado a Peeta que sus terroríficos recuerdos de los Juegos del Hambre, dándole fugaces miradas de soslayos a Gale, el cual no decía ni una sola palabra.

“¡Amigo de Gale!”. Rodó los ojos, sintiéndose estúpido ante aquella vaga apreciación de una posible amistad entre ellos dos. “Por poco pasas a ser algo más que su amigo”. Le dio una rápida mirada, percatándose de que Gale hacía lo mismo, donde ambos voltearon rápidamente el rostro, evadiéndose las miradas.

“Idiota”, soltaron mentalmente al mismo tiempo, refiriéndose a ellos mismos.

“Serás idiota, viniste aquí con la intención de vengarte de Katniss, pero no al punto de terminar quitándole el novio”, pensó Gale, sintiéndose miserable.

“Eso es lo que eres, un completo idiota creyendo que pueden ser amigos”, elucubró Peeta, enfocando su visión a la distancia, donde al fin contempló la alambrada, sintiéndose mejor al llegar al distrito, llevando su mano derecha involuntariamente hasta su cuello, frotándose justo donde Gale le había besado.

—Deberíamos apurar el paso, aún falta atravesar todo el distrito hasta la Aldea de los Vencedores. —Peeta asintió a las palabras de Gale, dejando de acariciarse el cuello, comenzando a caminar rápidamente, saliendo al fin del bosque, chapoteando entre los charcos de agua que se habían hecho en el suelo de concreto.

Pasaron por las construcciones, las cuales habían tenido que ser detenidas ante el mal clima, donde un gran número de riachuelos se habían formado entre los escombros, donde al parecer, el agua intentaba buscar su escape de entre las destruidas edificaciones, pasando justo por donde se había encontrado la panadería, en donde Peeta contempló estupefacto, un húmedo papel que corrió junto con el agua, deteniéndose entre algunas cuantas piedras, percatándose de la fecha inscrita, junto a dos nombres escritos en perfecta caligrafía.

—¿Peeta? —llamó Gale al inmutable joven, el cual alzó rápidamente la mirada, tratando que la opresión en su pecho no le ahogara, mirando nuevamente el rectangular trozo de papel, suspirando pesadamente para contener las intensas ganas de llorar—. ¿Ocurre algo? —Se acercó a él y contempló lo que el chico veía, agachándose rápidamente para recogerlo.

—No… Déjalo allí… —Pero el capitán Hawthorne ya le había tomado entre sus dedos, justo cuando el rubio joven se apartó de Gale, quien giró el trozo de papel mojado, encontrándose con los rostros de los padres de Peeta.

—Son tus padres.

—Sé que son mis padres —gritó y justo al girarse, le palmeó la mano para que la foto cayera al suelo—. He dicho que la dejes allí.

—¿Por qué? —preguntó Gale, completamente extrañado.

—Porque no quiero nada que me los recuerde. —Apretó las manos en un puño, temblando descontroladamente, donde sus ojos se volvieron a enrojecer ante un inminente ataque de llanto—. Porque no me quiero aferrar a los recuerdos, porque simplemente no quiero pensar que estoy solo.

—No estás solo, Peeta. —Pero el aludido bufó por la nariz, sacudiendo los brazos a modo de hastío alejándose de Gale, el cual se agachó rápidamente, recogiendo la foto que había dejado caer ante el golpe que el joven Mellark le había propinado en las manos para que le soltara—. ¡Vamos, hombre!... Tienes a Katniss. —Peeta se detuvo bruscamente encarando nuevamente a Gale, quien se escondió la foto en los bolsillos de su chaqueta.

—¿Es en serio?... —Le miró fijamente esperando respuesta, pero Gale no dijo nada—. No soy idiota, Gale… Sé de sobra que solo soy el premio de consolación de Katniss… si tú no te hubieses quedado en el distrito dos y yo me hubiese quedado en el Capitolio, ella estaría contigo… ¿Lo recuerdas?... Tú mismo lo dijiste “Ella elegirá a la persona con la que no puede sobrevivir sino esta a su lado”, tú sabías que podías vivir sin ella, fui yo quien volvió… —Las lágrimas surcaron su enrojecido rostro, el cual mostró la rabia y el dolor que le carcomía internamente—. Fui yo quien no pudo soportar el estar sin ella, soy yo el cobarde, el que no tiene a nadie, el pobre chico huérfano del distrito doce.

—No fuiste el único que perdió a su familia. —Peeta tragó forzadamente, sintiendo que aquel nudo en su garganta no le permitía respirar—. Pero tú has decidido seguir adelante y no aferrarte al pasado, eso es bueno. —Se acercó a él, posando ambas manos sobre sus hombros—. Lo que no es sano para ninguno de los dos es que sigan utilizándose como una venda, un parche para cubrir las carencias del otro. —Gale observó como al chico le temblaba el labio interior, sintiendo verdadero pesar por él.

—¿Y qué puedo hacer yo?

—Ser independiente, dejar de esconderte tras las faldas de Katniss… Por eso te invité a cazar, y aunque todo haya salido mal, prometo enseñarte si tú me lo permites. —Peeta observó absorto el suelo, sintiendo un fuerte anhelo de que le abrazaran, de que le contuvieran y lo hicieran sentir apreciado, ya que desde que se había alejado de sus padres, la única persona que le había dado cariño, sincero o no, había sido Katniss.

Levantó la mirada, contemplando a Gale, el cual esperó una acotación a sus palabras, pero el chico simplemente comenzó a llorar una vez más, cerrando sus ojos, bajando nuevamente la mirada, percibiendo como Gale le aferró de la chaqueta, halándole con fuerzas hacía él, abrazándose al muchacho.

—Ya está, hombre… No llores. —Peeta se afianzó de su torso, apretado la chaqueta del joven soldado, quien miró a todos lados agradeciendo que no había nadie cerca, percatándose que había dejado de llover por completo—. ¿Te digo algo? —le preguntó, pero Peeta no dejó de llorar, aferrándose a su chaqueta por la parte de atrás—. Mi mamá te aprecia y no por lo que hiciste por ella, en serio te aprecia. —El lloroso muchacho comenzó a apartarse lentamente de él para verle a la cara—. Cuando me llevó a tu alcoba me dijo que no tocara nada de lo que te pertenece, que si por ella fuera me haría dormir en el sofá o con Rory porque tiene la certeza de que algún día tú volverás a esa casa.

—¿Por qué cree eso? —preguntó entre sollozos, intentando limpiarse el rostro, sin lastimarse el latigazo que tenía en la mejilla.

—Porque ella siente lo mismo que yo. —Gale posó su mano derecha sobre el hombro del serio y triste muchacho, mientras su izquierda le asía del cuello, justo donde le había besado, haciéndole sentir nuevamente avergonzado—. Que tú y Katniss no duraran mucho tiempo juntos. —Peeta elucubró en todo aquello, bajando la mirada, contemplando las enlodadas botas de Gale, alzando nuevamente el rostro, observando como el sonriente soldado le miraba, inclinando la cabeza.

—No vas a besarme de nuevo… ¿Cierto? —Gale tornó el rostro serio o eso intentó, donde la mueca de sus labios delató una débil sonrisa, logrando contagiar a Peeta, el cual soltó una risita burlona, haciéndose acreedor de un zape por parte de Gale.

—Gracioso. —Comenzó a caminar, introduciendo nuevamente las manos dentro de su chaqueta, percibiendo la humedecida foto, pensando en guardarla entre las pertenencias de Peeta por si el chico cambiaba de opinión y deseaba conservarla.

—¿Te molestaste?... Lo siento… —se disculpó, alcanzándole al trote, mientras Gale negó con la cabeza.

—No estoy molesto… —Siguió caminando mientras Peeta le seguía, sin dejar de verle—. Solo decepcionado.

—¿Por qué? —preguntó el joven Mellark, sin dejar de seguirle.

—Porque pensé que serías tú quien me besaría. —Peeta le atestó un manotazo en el brazo, lo que Gale correspondió con un empujón, donde ambos comenzaron a reír ante las bromas del otro, golpeándose y empujándose al mismo tiempo, terminando aquel jugueteo con una carrera, justo cuando llegaron a la entrada principal de la Aldea de los Vencedores, deteniéndose frente a la casa de Haymitch, llegando al mismo tiempo.

—Te gané —notificó Peeta, señalando a Gale.

—En tus sueños, panadero. —Aquello por su puesto lo había dicho en broma, sonriéndole al muchacho.

—¿Peeta? —llamó Katniss a su pareja saliendo de la casa, justo cuando Haymitch salió de la suya y la madre de Gale se asomó por la ventana, lo que ambos muchachos contemplaron algo asombrados.

—Me siento como si estuviese rodeado por los agentes de la paz —acotó el capitán Hawthorne  en un tono irónico, siendo Haymitch quien hablara, mientras Peeta intentaba no reírse ante la visión de Gale ante los hechos.

—¿Qué demonios te pasó en la cara? —Y justo al hacer la pregunta, Katniss se posó a su lado, observando la marca en su mejilla, la cual casi da en su ojo.

—Dios mío… ¿Qué te pasó? —Miró a Peeta y luego a Gale, donde su rostro de susto se transformó en molestia en cuestión de segundos.

—Dilo —retó Gale a la chica, la cual mantuvo aferrado a Peeta del brazo sin dejar de fulminar a su ex amigo con la mirada—. Anda, dilo… crees que yo se lo hice… No me extrañaría, justo pensé eso cuando él mismo se lastimó. —Katniss, volteó a ver a Peeta, el cual asintió a las palabras de Gale.

—Me golpeé con tu arco. —Haymitch le tomó del mentón, apretando los labios para no reír ante aquello.

—Mmm… No es gran cosa… tengo algo que te dejara sin rastro de eso. —Miró a Gale y luego a Peeta, enfocando al final sus ojos en Katniss—. Pues al parecer fue tu culpa, preciosa… por dejar mal ubicado juguetes que pueden lastimar a niños, animales indefensos y jovencitos con atrofia cerebral. —Peeta fulminó al, ahora, sobrio hombre, el cual sonrió ampliamente—. Te he dicho que con los juguetes de los mayores no se juega, niño. —Gale rió al ver la cara de pocos amigos de Peeta, quien fue rodeado por los hombros por el sonriente ex-mentor, quien comenzó a guiarlo hasta su casa—. Ven, vamos a curarte.

—No es gracioso —acotó Peeta, sacudiéndose el brazo de Haymitch.

—¡Oh!... por supuesto que no… Es gracioso cuando eres tú el que se burla de alguien más… No te molestes y ven aquí. —Y llevándoselo consigo, se introdujo en la casa, no sin antes soltar al muchacho, el cual volteó a ver a Gale y este a su vez le miraba sin dejar de sonreír.

—¿La propuesta sigue en pie? —Gale asintió—. Bien… Adiós. —Ambos alzaron la mano al mismo tiempo, despidiéndose el uno del otro, sin poder dejar de verse, donde ambos sentía aquella afinidad que había comenzado a creer entre ellos, siendo Haymitch quien cerrara la puerta, no sin antes acotar a toda aquella interacción entre ellos.

—Tendrán que viajar al Capitolio, aquí en el doce el matrimonio entre hombres no es legal.

—¡Oh! Cállate, Haymitch —exigió de muy mal humor el joven Mellark, mientras Gale no dejo de reír, soltándole a Katniss.

—Suele ser bastante impertinente, pero no se puede negar que también es muy gracioso. —Rió, sacando sus manos de los bolsillos, girando el rostro hacía la casa de Peeta, contemplando que su madre seguía en la ventana.

—No sé a qué estás jugando.

—No estoy jugando a nada, Catnip. —Gale tornó el rostro serio, espetándole a Katniss, volviendo a girar la cabeza al frente—. Si no te cabe en la cabeza que solo volví por mi familia y no por ti, es tu problema. —Se acercó un poco más, escuchando como su madre le llamaba—. Peeta me cae bien, sin duda alguna hubiésemos sido muy buenos amigos, lástima que estabas tú de por medio para que eso jamás ocurriera. —Katniss le fulminó con la mirada—. Pero la vida siempre nos da segundas oportunidades y no la desperdiciaré contigo… lo nuestro quedó en el pasado y no volverá nunca más.

—Vete al demonio. —Pero Gale simplemente se giró sobre sus pies, y como si Katniss no estuviese allí, se dirigió hasta la que, por ahora, sería su casa, sintiendo una dicha que jamás pensó sentir, al lograr incomodar tanto a la chica, que no supo si la erección en su entrepierna era la misma que había obtenido en las ruinas ante la confusión entre la realidad y los sueños, o era de simple disfrute morboso y malintencionado de verla pagar todo el mal que les había hecho a ambos por jugar con sus sentimientos.

Entró a la casa, no sin antes darse cuenta de cómo Katniss irrumpió bruscamente en la de Haymitch, imaginando que pagaría la rabia con Peeta, exigiéndole que no se acercara más él, o peor aun, que le prohibiera ir nuevamente de caza, deseando que todo lo que había ocurrido hoy despertara al joven Mellark y se diera cuenta que para Katniss él solo era su “peor es nada”.

—Gale… No creo que…

—No, mamá, en serio no estoy para regaños… Estoy cansado, quiero tomar un baño y dormir, fue un desastre todo este día. —Besó la frente de su madre y acarició el cabello a su hermanita menor, alejándose de la sala, introduciéndose en la alcoba del joven Mellark, sacándose la foto de los padres del muchacho, dejándola sobre la mesa de noche para que terminara de secarse, buscando su bolso.

Le abrió y sacó un holográfono, dejándole sobre la mesa junto a la foto de los Mellark, encendiéndole rápidamente, donde una luz azul iluminó el aparato, soltando apremiante.

—Johanna Mason. —El holográfono emitió un sonido digital, como el de una puerta de seguridad al ser desactivada, donde la imagen de la joven soldado no se hizo esperar, la cual se proyectó como un holograma.

—¡Vaya!... Ya me tenías preocupada… ¿Qué ocurrió? —preguntó la chica, sonriéndole socarronamente.

—Seguí tu consejo.

—¿Y? —preguntó ella rápidamente.

—Me estoy divirtiendo de lo lindo. —Johanna sonrió, frotándose el cabello como siempre lo hacía cuando intentaba ser coqueta.

—Genial… Mientras mantengas a la descerebrada alejada de tu entrepierna y a Peeta de tu lado, todo saldrá como queremos. —Gale miró nuevamente la foto de los padres del chico, rememorando el momento en que el joven panadero no pudo más, rompiéndose en mil pedazos frente él.

—Necesito un favor tuyo.

—El  que quieras —respondió ella, arrojándole un beso.

—Envíame un par de ballestas… No como la mía, una común y corriente pero de buena calidad, junto a varios carcaj, cuerdas y todo lo necesario para acampar en el bosque. —Johanna frunció el ceño al escuchar su petición, imaginando a Gale cazando con Katniss, sintiendo que la úlcera ante la rabia le carcomía el estómago.

—¿Y eso? —preguntó intentando no sonar celosa, aunque estaba que se la llevaba el diablo de tanta rabia.

—Quiero ir a cazar con Peeta… hoy fuimos, pero el clima nos estropeó todo el día y no teníamos el equipo apropiado. —Johanna sonrió asintiéndole más que encantada.

—Mañana mismo te llegará todo, bebé… Tú déjamelo a mí.

—Soy capitán Hawthorne para ti, Johanna.

—No dices lo mismo cuando te llamo bebé mientras brinco sobre tu miembro. —Gale cerró los ojos, negando con la cabeza, rindiéndose ante aquello—. Tú sigue haciéndote amiguísimo de Peeta, que yo prometo suministrarte todos los recursos. —El joven soldado asintió, agradeciendo su ayuda—. No me lo agradezcas, bello… nada me llena más de dicha que el saber que esa estúpida se quedará sin el pan dulce de Peeta y sin el trozo de salami que es mi adorado capitán. —Gale apretó los labios para no reír, respondiendo en un tono serio.

—Por ahora es todo… Cambio y fuera, soldado Mason. —Y al decir “cambio y fuera”, el aparato desconectó la conexión, apagándole rápidamente, volviendo a guardarle en el bolso, tomando la foto entre sus dedos, recostándose en la cama matrimonial, contemplando la imagen.

“Te pareces a tu padre”, pensó al ver al panadero con el que tantas veces había negociado las ardillas que él cazaba para cambiarlas por pan recién horneado. “Tu madre en cambio tenía cara de bruja, pobre hombre”. Recordó una de las tantas veces que la insufrible mujer intentó hacer desistir a su marido de adquirir aquellos asquerosos roedores, como ella les llamaba a dichos animales, sonriendo ante la cara de pocos amigos de la vieja y la del señor Mellark intentando convivir con semejante bruja.

Dejó la foto sobre la mesa de noche, y cerrando los ojos, intentó descansar un rato, sin tan siquiera pretender quitarse las botas, donde el mal día, al parecer, lo había desgastado tanto física como anímicamente, recordando una vez más el momento en el que se había recostado sobre Peeta, besándole el cuello.

Frunció el ceño, sintiendo rabia consigo mismo, e intentando olvidar aquel momento y el sabor de la piel de Peeta, se hizo un mohín de medio lado sobre la cama, intentando borrar de su mente todo lo que había ocurrido en las ruinas, pero al parecer, su entrepierna, se rehusaba a olvidar.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).