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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

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A las tres y media de la madrugada, Gale corroboró la hora en su reloj de pulso, el cual había dejado sobre la mesa de noche debajo de la pequeña lámpara de pantalla color beige que adornaba el sencillo lugar.

Trató de no moverse mucho al intentar ver la hora, Peeta se encontraba abrazado a él, rodeándole el tórax con su brazo derecho, mientras que sus piernas las había entrelazado con las del joven soldado, el cual no supo qué hacer, si empujarle, moverse para intentar quitárselo de encima o simplemente dejarlo tal y como se encontraba, ya que durante toda la noche, había estado moviéndose intranquilo y hablando dormido, siendo en ese preciso momento en el que el alterado joven le rodeó con sus extremidades, que pudieron al fin conciliar el sueño.

Gale por supuesto mantuvo sus brazos apartados del cuerpo de Peeta, simplemente le miraba y a cada tanto volvía a cerrar los ojos, pensando que era mejor no alterarle ya que aún faltaba para que amaneciera y él deseaba seguir durmiendo.

Había dejado de llover, aunque de vez en cuando la alcoba se iluminaba con un fugaz relámpago y en otras tantas un trueno a la distancia volvía a traer al incómodo soldado a la realidad, donde le daba nuevamente una rápida mirada al muchacho a su lado, juzgándose a sí mismo sobre el porqué lo dejaba abrazarle de aquel modo.

“Le prometiste ser incondicional… ¿No?... Pues ahora aguántate”. Cubrió nuevamente su rostro con el brazo izquierdo, intentando conciliar una vez más el sueño, dejando el otro brazo donde estaba, extendido sobre la cama debajo de la cabeza del joven Mellark, el cual le usaba de almohada.

Por su parte Peeta soñaba con Katniss, rememorando el día en el ascensor después de su presentación en público antes de los septuagésimos quinto Juegos del Hambre, donde Johanna Mason se había desnudado, pidiéndole al joven que le ayudara con la cremallera de su traje de árbol, aunque en la realidad, había sido ella misma quien se la había bajado.

—¿Me ayudas, encanto? —le pidió Johanna muy seductoramente, mientras Katniss miraba a la chica con deseos de estrangularla, pero en el sueño, no era Haymitch quien les acompañaba, en su lugar, Gale observaba toda la escena con una amplia sonrisa de satisfacción.

El chico bajó la cremallera del vestido de la desinhibida joven, la cual dejó al descubierto sus encantos femeninos, una cintura estrecha y unas nalgas perfectamente pronunciadas, ella se giró, mostrándole a Peeta y a todos los presentes sus encantadores y provocativos pechos, lo que le causó al joven Mellark una erección, volteando a ver a Katniss, pero la chica ya no estaba, en su lugar Gale los miraba a ambos, enfocando sus ojos en el cuerpo desnudo de Johanna, acercándose a ellos, posando cada una de sus manos sobre la cintura del otro, atrayéndolos entre sí, mientras le decía a Peeta al oído.

—Te seré siempre incondicional, Peeta… Katniss jamás te dará lo que tu deseas, pero yo sí. —Se sintió confuso y con sentimientos encontrados, sentía que amaba a Katniss, pero los acontecimientos de los últimos días lo habían hecho sentir miserable y poco apreciado por la muchacha, dejando que Johanna le rodeara el cuello con sus brazos, fundiendo sus labios con los de ella en un apasionado beso, donde acarició la espalda de la joven tributo del distrito siete, la cual le devolvió cada caricia, cada beso que él le entregaba, recostando a la chica de una de las paredes del ascensor sin dejar de besarla.

—¿Te gusta? —le escuchó preguntar a Gale, mientras ambos amantes se dejaban llevar por la pasión, rodando por la pared hasta llegar al suelo, donde el joven Mellark posó su cuerpo sobre el de la chica, sin dejar de besarla con hambre desmedido, tomándole el rostro a Johanna con ambas manos al sentir como ella comenzó a rehuir de su boca—. ¿Peeta? —Volvió a escuchar la voz de Gale, pero él se encontraba preso de aquel deseo que lo estaba consumiendo, él deseaba saber qué se sentía entregarse en cuerpo y alma a la lujuria que a veces le consumía y que Katniss no le dejaba explorar con su cuerpo, donde ella siempre se rehusaba, entregándole tan solo unos cuantos encuentros sexuales.

—Me gusta —susurró Peeta, aferrando aún más el rostro de la chica, la cual comenzó a empujarle y a pedirle que se detuviera, aunque la voz que él escuchaba no era la de ella—. No, por favor, no tú… No me rechaces tú también. —Los brazos que le empujaban dejaron de hacerlo, posándose sobre su espalda con cierto recelo—. Me gusta tu boca, me gustan tus besos.

Ella no dijo nada, simplemente se dejó besar por él, quien ya no soportaba más tanta excitación, refregando su pelvis sobre el vientre de la chica, quien le exigió una vez más que se detuviera, donde la voz de Johanna en su subconsciente y la voz real de Gale se entremezclaron, sintiendo entre sus manos, la áspera barba recién crecida de quien besaba con tanto ahínco, apartando lentamente sus labios de los de él, encontrándose con el acalorado, avergonzado e incrédulo rostro de Gale, quien parecía no poder asimilar lo que Peeta acababa de hacer, donde ambos se percataron al verse que todo había sido producto de un lujurioso sueño por parte del chico del pan, lo cual los había llevado a ambos a dejarse llevar por el momento.

Por parte de Peeta había sido ante la inconsciencia, y el deseo de descargar en aquella boca lo que estaba padeciendo su cuerpo, mientras que Gale le había oído hablar entre sueños, donde le había escuchado decir al joven panadero lo mucho que le gustaban los pechos de la joven con la que se besaba, preguntándole al oído si le gustaban, donde terminó con Peeta sobre su cuerpo, aprisionándole el rostro en un acalorado beso donde probó por primera vez qué se sentía tener una lengua dentro de su boca, una muy habilidosa y deseosa de probar todo el sabor de su paladar.

Ambos se miraron entre la penumbra de aquella alcoba, la cual parecía haberse achicado, o eso sentían ambos muchachos, quienes no pudieron dejar de mirarse el uno al otro intentando asimilar todo lo ocurrido, siendo Peeta quien se apartara de Gale, el cual a su vez se irguió, sentándose a su lado, observando como Peeta cubrió su rostro con ambas manos, negando una y otra vez con la cabeza, sintiendo que el mundo se le venía encima.

—No, no, no… Otra vez no —repitió una y otra vez, deseando llorar, deseando salir corriendo de aquella habitación, la cual sintió una vez más demasiado pequeña y por demás asfixiante, mientras Gale aún se cuestionaba a sí mismo el porqué había dejado que el chico le besara de aquel modo, creyendo que estaba consciente cuando en realidad solo soñaba, imaginando que lo hacía con Katniss.

—Pensé que estabas despierto. —Peeta apartó sus manos, observando, el aún ruborizado rostro de Gale, quien había encendido la pequeña lámpara de la mesa de noche, abrazando sus piernas, las cuales mantuvo flexionadas, mirando al frente—. No… —Suspiró—. No sé porque creí que… —Se sintió miserable, ¿se había dejado besar al creer que el chico estaba consciente de ello?... ¿Acaso aquello importaba? O simplemente pensó que Peeta había comenzado a malinterpretar sus palabras, donde el joven soldado le había prometido estar siempre para él, sintiéndose estúpido ante su comportamiento, donde había pretendido apartarse de él pero al escuchar de los labios del joven Mellark que le gustaba y que no le apartara, pensó que en efecto Peeta se estaba enamorando de él, sintiendo lástima tanto por él como por el chico.

—¿Qué creíste? —preguntó el ruborizado y aún excitado muchacho, quien se incorporó de igual modo sobre el colchón, recostándose en el espaldar de la cama, mirando el ensombrecido rostro de Gale, el cual no dejó de mirar al frente, cerrando sus ojos, al tiempo que bajaba la cara.

—Creí que habías albergado alguna especie de sentimiento. —No quería decirlo, pero lo hizo, esperando de Peeta la peor reacción, pero el joven simplemente le miró, sin poder creer que Gale hubiese pensado eso… ¿Acaso aquello cambiaba en algo el hecho de que ambos se hubiesen besado?... ¿Importaba para Gale que hubiese algún sentimiento?... Pero lo que Peeta no sabía era que Gale simplemente pensó que si el joven Mellark sentía algo por él, sería más fácil de manipular, a sabiendas de que los sentimientos nos hacen vulnerables.

—¿Eso cambia las cosas? —Gale abrió sus ojos, mirando el rostro de Peeta, quien se encontraba a su lado tan avergonzado como él, ya que ambos estaban en la misma posición, sin saber qué esperar del otro y completamente excitados.

—Supongo.

—¿Por qué? —preguntó Peeta, intentando cubrir con las sábanas su prominente erección.

—No lo sé… —espetó Gale, levantándose de la cama—. Estoy confundido, maldición, primero llegas hasta mi cuarto a altas horas de la noche, te quedas a dormir.

—Tú me invitaste.

—Lo sé… —Se quedó por unos segundos mirando al chico sobre la cama, el cual estaba tan rojo que parecía afiebrado, percatándose de cómo sus ojos se deslizaron hasta la parte baja de su cuerpo, donde ambos miraron el enorme bulto entre las piernas de Gale, logrando que sus rostros se enrojecieran aún más de lo avergonzados que ya se encontraban—. Maldición —balbuceó Gale, sentándose nuevamente en la cama, dándole la espalda a Peeta, quien no dijo absolutamente nada, apartando las sábanas, contemplando su propia erección.

“¿Importa para él que hayan sentimientos?... ¿Por qué?... ¿Acaso siente algo por mí o esta tan solo como yo como para sucumbir a un deseo que ambos al parecer no podemos saciar?”. La cabeza le daba vueltas, Peeta no supo qué hacer, ni qué decir, apretándose con fuerza la entrepierna, sintiendo aquel punzón, aquel deseo de refregar su sexo sobre otra piel que no fuese la suya, jamás se había masturbado en su vida y odiaba pensar que después de haber cumplido la mayoría de edad, tendría que sucumbir a actos tan deplorables como la autoestimulación.

Levantó el rostro, observando la espalda de Gale, quien mantuvo su rostro cabizbajo, volteando hacia su derecha, percatándose por medio del espejo de la peinadora, como Gale intentaba esconder su erección, apoyando ambos codos sobre sus muslos, cubriéndose el rostro con las manos, dejando su cabeza sobre estas.

—Lo siento. —Peeta bajó el rostro sintiéndose miserable, ya que él creía que mientras Gale escondía sentimientos hacia su persona, él soñaba con alguien más.

—¿Por qué lo sientes?... No es tu culpa, supongo que las circunstancias nos llevaron a esto.

—¿Cuales circunstancias? —Gale dejó escapar el aire que había estado manteniendo en sus pulmones, apartando las manos de su rostro, alzando la cabeza.

—No sé, Peeta, ni siquiera se de qué demonios estamos hablando. —Gale se sintió estúpido, era realmente raro en él que alguien le hiciera sentir de aquel modo, apagando rápidamente la luz de la lámpara, recostándose nuevamente sobre la cama, sin dejar de darle la espalda a Peeta, quien no se movió, observando al molesto soldado.

Al ver que no pretendía seguir hablando de aquel asunto, Peeta se recostó de igual modo sobre la cama, sin saber si era correcto quedarse o si era mejor irse, deseando que Gale dijera algo que le hiciera sentir que no estaba cometiendo nuevamente un error, pero el chico no decía absolutamente nada, haciéndose un ovillo sobre la cama, escuchando un leve sollozo.

“¿Está llorando?”, se preguntó a sí mismo sin poder creer aquello, levantando levemente la cabeza, agudizando su oído.

En efecto, Gale lloraba, aunque lo hacía intentando no ser escuchado, sintiendo como Peeta posó la mano sobre su hombro, deseando apartarla y pedirle que no lo tocara, ¿pero con qué propósito?... ¿Qué más daba si el chico le tocaba?... Se habían besado y eso era lo que estaba haciendo sentir mal al joven soldado, pero no deseaba hacérselo saber a Peeta, intentando ahogar aquel sollozo, odiándose por todo lo ocurrido.

—Lo lamento, Gale, en verdad lo siento… —Apartó su mano de él—. Será mejor que me vaya. —Se levantó en busca de su ropa, la cual le había dejado sobre una de las butacas, pretendiendo colocarse el jean sobre los short, para no incomodar aún más a Gale, quien volvió a sentarse sobre la cama, aspirando sonoramente por la nariz, preguntándole rápidamente.

—Soñabas con ella… ¿Cierto? —Peeta detuvo sus movimientos, mirándole sin saber a qué se refería—. ¿Soñabas con Katniss?... Juro que te odiaré si me besaste pensando en ella.

—¿Por qué?... ¿Tanto la odias? —Gale no dijo nada, claro que la odiaba, pero por otras razones que Peeta no sabía, pues el capitán Hawthorne aún sentía algo por ella.

—Sabes que sí —respondió al ver que el joven Mellark esperaba una respuesta—. ¿Soñabas con ella? —Peeta negó con la cabeza, ratificando verbalmente aquella negativa.

—No. —Se sentó en la butaca, contemplando su pantalón, sin saber si decirle o no con quién soñaba—. Igual eso es lo de menos. —Pretendió retomar sus movimientos, siendo Gale, esta vez quien hablara.

—¿Por qué es lo de menos?... Soñabas con una mujer, eso es más que obvio, hablaste sobre sus hermosos senos… Pensé que era sobre Katniss. —Peeta volvió a sentirse avergonzado, dejando el jean a un lado, acercándose nuevamente a la cama, dándole la espalda a Gale.

—Prométeme que no se lo dirás a nadie.

—Lo prometo. —Gale sintió curiosidad, ya que jamás se imaginó que Peeta pudiese albergar deseos escondidos hacia otra mujer que no fuera Katniss.

—Soñaba con Johanna. —El chico frotó sus manos entre sí, estaba nervioso y no sabía cómo reaccionaría Gale, el cual preguntó en un tono por demás incrédulo.

—¿Johanna?... ¿Johanna Mason? —Peeta afirmó que así era, sin pretensión alguna de voltear a ver la cara de Gale, el cual soltó una risotada, lo que se entremezcló con sus gimoteos, donde terminó algo ahogado ante una repentina tos—. ¿Te gusta Johanna?

—No, no es que me guste… —Se frotó el brazo nuevamente, sintiendo algo de nerviosismo—. Veras, en los septuagésimos quintos Juegos del Hambre, Johanna se desnudó delante de Haymitch, de Katniss y de mi persona y no sé por qué comencé a soñar con ese momento. —Le explicó a Gale la diferencia entre el sueño y lo que había ocurrido realmente, donde el joven soldado asintió a cada explicación, mientras que ninguno de los dos se percataba que habían abandonado su vergüenza y su recelo hacia el otro, mirándose a las caras, donde Gale sonreía, mientras Peeta simplemente contó todo aquello como si nada hubiese pasado entre ellos.

—No me extraña esa actitud de Johanna… Suele hacer cosas peores en el comando del distrito dos. —Peeta le pidió que le contara alguna de aquellas anécdotas, recostándose de la cama, al ver como Gale se relajaba sobre el espaldar de esta—. Una vez salió desnuda de mi barraca, estaba ebria y me llamaba, preguntándole a todos dónde estaba el capitán Hawthorne… Yo quería ahorcarla, se suponía que nadie debía saber que ella y yo… —Detuvo su parloteo, dándole una escrutadora mirada a Peeta, el cual volvió a cubrir su rostro completamente avergonzado.

—¡Ay, no!… ¿Tú y Johanna son novios? —Gale sonrió, apartándole ambas manos del rostro, explicándole lo que realmente tenían él y la oficial Mason.

—Solo somos amantes… Peeta, nada más.

—Pero tienen algo… ¿No?... ¡Dios!... Y yo contándote que estuve a punto de fornicar con ella en un sueño. —Gale rió, parecía que todo había vuelto a ser como antes o al menos ambos pretendían que así era, pero tanto Gale como Peeta pensaban exactamente lo mismo… Que la boca del otro no había sido para nada desagradable de probar, aunque Gale pensó que Peeta usaba demasiado la lengua, mientras que el joven Mellark, no pudo dejar de sentir el sabor de la boca de Gale en la suya.

—Así que no te preocupes por eso… Créeme, me alegro que me hayas besado pensando en ella. —Ambos se miraron a los ojos y por uno segundos Gale deseó no haber dicho aquello, el recuerdo de aquel beso volvió, logrando que ambos se ruborizaran una vez más.

—¿Y tú en quien pensabas? —preguntó Peeta sintiendo que jugaba sucio al preguntarle aquello, ya que él sabía de sobra que Gale estaba consciente cuando ocurrió y no soñaba con nadie.

—Intenté pensar en Johanna como en las ruinas —respondió, intentando mirar a otro lado—. Pero ella no usa tanto la lengua como tú. —Apretó con disimulo los labios, al parecer ambos pretendían jugar al sarcasmo con el otro, donde Peeta sintió que estaba a punto de explotarle la cabeza ante tanta sangre acumulada en su rostro, cubriéndose una vez más el rostro, haciéndose un ovillo sobre la cama, acurrucándose a su lado.

“Parece un niño”, pensó Gale al ver su forma de actuar y en cierto modo eso le causó gracia. “Un niño lujurioso y curioso”. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, recostándose sobre la cama, sin dejar de ver como Peeta permaneció en posición fetal a su lado. “Debes sentir tantas cosas, cosas que Katniss no te ayuda a descubrir”. Peeta levantó el rostro, encontrándose con el de Gale muy junto al suyo, el cual le siguió mirando inquisidoramente.

—¿Qué?

—Nada… —respondió Gale, recostándose en su lado de la cama mirando al techo—. Katniss debe ser un témpano de hielo en la cama… ¿Cierto? —Peeta no supo qué responder, si bien era cierto que la chica no era toda fuego como Cinna la quiso hacer ver en los Juegos del Hambre, tampoco deseaba hablar mal de ella y menos delante de Gale, imaginando que él buscaba más motivos para despreciarla—. Sé que no quieres hablar de ello, solo lo pregunto al darme cuenta de tus deseos reprimidos.

—Yo no tengo deseos reprimidos. —Gale se giró hacia su derecha, colocándose nuevamente enfrente de Peeta, quien no rehuyó su cercanía, sintiendo como el corazón le latía.

—¿No?... Pues van dos veces que quieres conmigo. —Peeta le empujó y Gale rió al ver su reacción—. ¡Oh, vamos!... No te molestes, solo trato de que olvidemos lo ocurrido. —Ahora era Peeta quien miraba al techo pensando si Gale en verdad quería eso o simplemente se hacía el superado, intentando actuar como si nada hubiese ocurrido, preguntándole nuevamente.

—No me has respondido, Gale…  ¿En quién pensabas? —El aludido se colocó nuevamente al frente, imitando la pose de Peeta, el cual giró su rostro para verle.

El joven soldado se perdió en sus pensamientos… ¿En quién realmente había pensado?... En nadie por supuesto, él estaba consciente y sabía perfectamente que era Peeta quien se abalanzó sobre él, devorando su boca, sintiéndose nuevamente miserable y con deseos de llorar.

—En nadie —respondió al fin—. No pensaba en nadie. —Tragó grueso, pero no pudo contener el llanto que comenzó a embargarle, intentando no sollozar y mucho menos chillar como un chiquillo; simplemente dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas, argumentando con la voz desquebrajada—. Estoy confundido.

—Yo también lo estoy. —Gale intentó controlarse, era estúpido que Peeta estuviese tan tranquilo y fuese él quien llorara, pero jamás se pensó volver al distrito doce para terminar enredado con el chico del pan, odiaba a Katniss, pero no al punto de quitarle al noviecito, aunque en cierto modo, el simple hecho de imaginar la cara de ella al enterarse, le causaba cierto goce—. ¿Crees que debemos alejarnos?

Gale sintió deseos de abofetearle y de maldecirlo y sin saber por qué sintió que el pecho comenzó a dolerle, pero en vez de expresar lo que realmente había sentido, simplemente alegó.

—A lo mejor.

—¿Es lo que quieres?

—¿Lo quieres tú? —preguntó Gale, deseando saber qué pensaba Peeta al respecto.

—Pues yo quiero aprender a poner las trampas… Aún no he conseguido mi primera presa y ya no quiero que Katniss me arroje las que tú cazas en la cabeza. —Gale sintió deseos de decir algo en contra de la chica, pero al ver como Peeta sonreía ante aquel asunto, simplemente sonrió como él lo hacía, argumentando a sus palabras.

—Entonces será mejor que durmamos… ¿No crees?... Está a punto de amanecer. —Peeta sonrió y asintió, observando cómo Gale tomó las sábanas, cubriéndose con ella, arrojando la otra mitad de estas sobre el cuerpo de Peeta, quien se acercó un poco al soldado, el cual se hizo un mohín a su lado igual que el muchacho.

—¿Podemos ir un poco más tarde?

—¿Te parece bien a las nueve? —Peeta alzó el pulgar, sin intención alguna de verle a la cara, cerrando sus ojos, dejando muy junto de la mano de Gale la suya, donde ambos pudieron sentir el calor que despedía la piel del otro sin la más mínima intención de tocarse, pero tampoco hicieron algún gesto de pretender apartarlas, permitiéndole a la una estar tan cerca de la otra, que no necesitaron más que eso para sentirse tranquilos y a gusto el uno con el otro, donde cada uno percibió aquella cercanía a su modo.

 

Desayunaron a eso de las ocho y media de la mañana varias hogazas de pan con queso y trozos de liebre del día anterior, lo cual Hazelle les había servido a los dos chicos, junto a un vaso de jugo de moras, preguntándoles a ambos el porqué Peeta se había quedado en casa, temiendo que Katniss lo hubiese corrido de la de ella, pero el chico simplemente alegó que había estado hablando con Gale por la ventana y que este le había insistido en entrar para mostrarle su ballesta, pero que al final al ver la tormenta que había comenzado a caer, decidió quedarse a dormir, lo que por supuesto el hijo mayor de Hazelle no negó en lo absoluto.

Ambos se retiraron al fin con todo el equipo, encontrándose a Katniss en la puerta de su casa, mirando a la distancia, acercándose a ambos, preguntándole a su pareja donde había pasado la noche.

—En mi antigua casa. —Fue su seca respuesta, mirando a Gale, el cual traía unas gafas oscuras, ya que el clima parecía estar cambiando constante, y aunque hacía frío y el rocío de la lluvia nocturna aún se percibía entre las plantas y los alrededores, un cálido sol había salido a darles los buenos días.

—¿Por qué? —Gale bufó por la nariz, comenzando a caminar, notificándole a Peeta que le esperaba cerca de las rejas que dividían el resto del distrito doce con la aldea de Los Vencedores, a lo que Peeta asintió, enfocando sus entrecerrados ojos en Katniss, colocado su mano sobre su frente a modo de visera, ante el intenso sol.

—¿Por qué no?... No quería estar en casa después de lo que hiciste. —Katniss le miró algo incrédula, mientras él comenzó a caminar, soltándole en un tono de voz elevado para que la joven le escuchara—. Hoy espero traer una presa que no me atestes en la cabeza, Kats. —Y sin esperar una respuesta, salió corriendo detrás de Gale, el cual ya había alcanzado el enrejado, sacando de su bolso otras gafas, colocándoselas a Peeta, el cual terminó quitándoselas de las manos para ponérselas él mismo, mientras Gale miró a la distancia a la molesta chica, observarles como lo hacía.

—¿Qué le pasa a la señorita dolor de bolas?

—Nada… déjala. —Fue lo único que dijo Peeta al respeto, comenzando a caminar, rumbo al bosque, cruzando todo el distrito hasta llegar a la veta, donde Gale siempre rememoraba su antigua vida en aquel lugar cuando pasaban, mientras Peeta se daba cuenta de su tristeza—. ¿Extrañas vivir aquí? —El joven soldado volvió a la realidad, mirando rápidamente a Peeta, al cual le quedaban algo grande las gafas.

—No… —De hecho recordaba a su padre llegar a la distancia por donde ambos caminaban, rectificando sus palabras—. No extraño vivir en la miseria, solo extraño todo lo que viví con mi familia. —Bajó la mirada—. Extraño a mi padre. —Pasaron la alambrada, lo cual ya los habitantes del distrito se habían encargado de quitar por completo, adentrándose al bosque.

Peeta pensó por unos segundos en su familia, intentando buscar en sus recuerdos, algo que le hiciera sentir verdadera nostalgia por ellos, pero por el único que sentía aquello era por su padre, el cual, a pesar de ser siempre reservado, fue el miembro de su familia con el que más convivió y el que más se preocupó por él, ya que sus hermanos y su madre solo vivían para molestarlos.

—Yo también extraño a mi padre. —Gale volteó a verle, donde ambos se otorgaron una amplia sonrisa, palmeándose el hombro mutuamente, adentrándose aún más en el bosque, donde los dos, a pesar de todo lo ocurrido, se sentían bien juntos.

 

Un venado, ambos habían conseguido cazar un venado y aún no se lo creían, Gale había logrado atinarle al animal a distancia con su ballesta y Peeta había culminado con su vida con una flecha más, la cual traspasó por completo el cuello del animal, terminando con su sufrimiento.

Todo era grandioso y festejaron la gran hazaña, hasta llegado el momento de la degollación y limpieza del animal, tanto de piel como de vísceras, donde Peeta terminó muy cerca del río vomitando, mientras que Gale no dejó de despellejar al animal, explicándole lo que podría llegar a hacer su madre con la piel del animal, incomodando aún más al joven Mellark, al punto de ponerlo verde de tantas arcadas, teniendo que dejar la presa a un lado, asistiéndole en el lago, donde tuvo que introducirle la cabeza dentro del agua fría para calmar sus arcadas.

—¿Puedo saber quién despellejaba las ardillas en tu casa?

—Mi padre y mi hermano… yo odiaba ver eso, me alejaba de la cocina cuando ambos se ponían a limpiar los animales que tú les traías.

—¿Y jamás comiste de ellos? —Peeta negó con la cabeza.

—No me gustaban las ardillas, me parecen ratones. —El joven soldado no podía creer que el viejo panadero en verdad se comiera las ardillas, siempre había pensado que simplemente se las compraba o las intercambiaba por lástima, pero en realidad le gustaban.

—No son tan asquerosas. —Peeta comenzó a hacer arcadas nuevamente, a lo que Gale reaccionó rápidamente, introduciendo una vez más la cabeza del muchacho dentro del agua fría—. Ya está, hombre, tampoco es para tanto. —Se apartó de él, y buscando dentro de uno de los bolsillos del morral, sacó un paquete de caramelos de menta, algo que a Gale le había gustado mucho, ante uno de sus tantos viajes al Capitolio, donde siempre adquiría unos cuantos paquetes—. Ten... come eso mientras yo termino. —Y llevándose al animal lo más lejos que pudo, terminó de limpiarlo, cortándole en trozos para poder llevárselo a casa.

Empaquetó todo, y acercándose de nuevo a Peeta, se percató que el chico se había quedado dormido, se acercó al lago y lavó sus manos, frotándolas enérgicamente para quitar todo los residuos de sangre, aunque sabía muy en el fondo que debía de tomar una ducha después de limpiar un animal, ya que siempre lo dejaba oliendo mal.

Se lavó lo mejor que pudo. y tomando uno de los caramelos de menta, se lo llevó a la boca, observando como Peeta dormía plácidamente entre las rocas, donde varios insectos le revolotearon cerca del rostro, logrando que Gale se le acercara aún más para espantárselos.

Lo miró por largo rato, no supo por qué, pero sintió deseos de apartarle el rubio mechón de cabello que caía sobre su frente, el cual parecía estar adherida a su piel a causa del sudor y el agua del lago, permitiéndose hacerlo, escuchando lo que Peeta alegaba entre sueños.

—Katniss. —El calmo y apacible rostro de Gale se transformó en desprecio, deseando empujarle y que cayera al lago, sin poder comprender por qué aquello lo hacía sentir tan cabreado, pretendiendo alejarse de él, escuchando nuevamente la voz de Peeta entre susurros—. Katniss… Katniss… —Esta vez era distinto, Peeta comenzó a repetir una y otra vez el nombre de la chica, justo como lo había hecho en el subterráneo del Capitolio, antes de que los mutos, aquellos horrorosos engendros semi-humanos que acabaron con la vida de Finnick, se arrojaran sobre ellos, donde parecían chillar el nombre de la chica, como si estuvieran programados para repetir aquel nombre, lo que al parecer alteraba a Peeta, haciéndole perder nuevamente el control, intentando asesinar al Sinsajo.

—¿Peeta? —Le tomó de los hombros, zarandeándole un poco para despertarle, pero lo que sucedió a continuación, dejó al soldado completamente pasmado.

El joven abrió raudo los ojos, enfocándolos sobre Gale, el cual pudo contemplar en el rostro del muchacho, a aquel muto, a aquella arma de doble filo que había sido Peeta Mellark en manos del difunto presidente Snow, aferrándole con ambas manos el cuello, comenzando a ahorcarle, clavando sus coléricos ojos sobre el rostro del, aún, incrédulo soldado, quien comenzó a batallar con el chico, intentando quitárselo de encima.

—¡Pee… ta…! —Casi no pudo hablar, aferró las muñecas del endemoniado muchacho, el cual se abalanzó sobre él, arrojándole al suelo sin dejar de estrangularle, donde Gale comprendió que si no actuaba a tiempo, lo asesinaría sin tan siquiera enterarse, ya que aquel ser no era Peeta, en su rostro solo se dejó ver al traumado muto de Snow y no al reprimido, dulce y avergonzado chico del pan.

Gale soltó una de sus muñecas, tanteando con la mano libre el suelo, pero no consiguió nada con que golpearle, empezando a sentir que la falta de oxígeno comenzaba a hacer mellas en su integridad física, recordando una de las maniobras de defensa que había aprendido en los entrenamientos militares, alzando el brazo por sobre los de Peeta, comenzando a girar su cuerpo, logrando doblarle el brazo al muchacho, quien le soltó y Gale pudo quitárselo de encima, lo cual por supuesto no duró mucho.

Peeta se levantó pretendiendo atacarle de nuevo, pero Gale lo tumbó con una llave de piernas, lo cual logró que el chico cayera al suelo, pero Peeta parecía no entrar en razón, abalanzándose nuevamente sobre el tembloso soldado, quien tomó su morral, golpeándole con este en el rostro, logrando que el chico volviera a caer al suelo.

—Ya basta Peeta, detente. —Pero Gale supo de sobra que ese joven enfrente de él no era Peeta, ante él se encontraba alguien que ni siquiera sabía lo que hacía y en verdad Gale no comprendía cómo después de tanto tiempo, aquel lavado de cerebro que le habían hecho al pobre panadero, aún seguía causando estragos dentro de él, dándose cuenta de que Peeta pudo haber asesinado a Katniss en cualquier momento, pero al parecer, nada había detonado aquella bomba de tiempo, hasta ahora, pronunciando el nombre de la chica para comprobarlo.

—Katniss… —Aquello surtió el efecto imaginado, Peeta rugió y comenzó a golpear el suelo una y otra vez, tomando los paquetes de carne que Gale había empaquetado, arrojándoselos al muchacho, escuchando lo que el enajenado joven le gritaba.

—Maldita, maldita… debe morir, es la culpable de todo, maldita… ella es un monstruo… es un monstruo. —Se levantó del suelo arrojándose una vez más sobre Gale, lo que consiguió que ambos rodaran por el boscoso terreno, donde fue Gale quien consiguió quedar sobre él, intentando sostenerle ambos brazos, recordando aquel día de la huida de las trampas, donde Katniss le había besado cuando estuvo a punto de perderse nuevamente, forcejeando enérgicamente con el muchacho hasta lograr colocarle ambos brazos sobre el suelo, posando sus labios sobre los de Peeta, cerrando los ojos, deseando que aquello surtiera efecto, rogando porque el chico no lo recordara, aunque ya todo daba igual, no era la primera y por una extraña razón Gale sintió que no sería la última vez, que aquello ocurriera.

Pudo percibir como el forcejeo por parte de Peeta comenzó a ceder, mientras él siguió besando los labios del, ahora, tembloroso muchacho, el cual comenzó a corresponder aquel beso, ya que la lengua del joven Mellark volvió a hurgar impúdicamente en la boca del soldado, quien soltó al fin sus muñecas, sintiendo como el chico le rodeaba con ambos brazos, pretendiendo apartarse de él, pero Peeta le aferró con fuerza del cuello, haciéndole girar, siendo él quien quedara sobre el cuerpo de Gale.

—No, Peeta… Basta… —El aludido apartó sus labios de los de él, mirándole algo consternado.

—¿Eres tú quien me besa y ahora quieres que te suelte?... —Gale le miró sin saber qué decir—. No entiendo a qué juegas.

—No estoy jugando a nada, Peeta. —Le tomó de ambas manos, quitándoselo de encima, incorporándose rápidamente—. Si te digo el porqué lo hice, no vas a creerme.

—Pruébame —insistió Peeta, levantándose de igual modo del suelo, acercándose a Gale, el cual estaba reaccionando igual que anoche, intentando ignorarle y darle la espalda—. No me ignores, mírame y dime por qué lo has hecho mientras dormía y ahora ya no quieres. —El capitán Hawthorne volteó a verle, acariciándose los labios, como si quisiera borrar de ellos aquellos besos que lo hacían sentir culpable.

—Cuando te besé no dormías. —Peeta frunció el ceño.

—Anoche dijiste que te dejaste besar porque pensaba que estaba consciente y ¿ahora me dices que no estaba dormido?... Debo estarme volviendo loco entonces. —Se apartó por demás molesto, tomando uno de los morrales, colocándoselo sobre la espalda, comenzando a caminar, mientras Gale se pensó por unos segundos si debía decirle la verdad o callarse, recogiendo los paquetes de carne, tomando de igual modo su bolso, caminando detrás del molesto muchacho.

Aceleró aún más el paso al ver que el chico no pretendía esperarle, observando a la distancia entre la maleza, las ruinas donde habían pasado la noche el primer día de caza, tomando a Peeta del brazo, llevándolo consigo hasta las ruinas, ante la mirada atónita del muchacho, el cual comenzó a zarandear el brazo para que le soltara.

—Suéltame, Gale… ¿A dónde me llevas? —Gale no dijo nada, simplemente volvió a aferrarle del brazo, llevándoselo hasta las ruinas, empujando a Peeta dentro, quien le miró con cara de pocos amigos—. ¿Te volviste loco? —No respondió, dejó caer su bolso al suelo junto a los paquetes de carne, acercándose a Peeta, quien comenzó a echarse para atrás, resbalando con uno de los charcos de agua que se había hecho dentro de las ruinas, ante el deplorable techo de las mismas.

Gale sonrió al ver cómo caía al suelo, le parecía divertido ver como Peeta, a pesar de seguir siendo esa arma de doble fijo, su lado infantil, tímido y calmo, precedía en el como su mejor atributo y eso era algo que jugaba a favor del joven Mellark pero en contra del soldado, quien se agachó para quedar a su altura.

—¿Qué pasa si te besé dormido o despierto?... ¿Eso importa? —Peeta miró fijamente a Gale, quien ladeó su cabeza a un lado de un modo sugestivo—. Ya son tres veces.

—Dos —soltó Peeta en voz baja—. Solo nos hemos besado dos veces.

—Yo te besé en el cuello, eso cuenta. —Peeta abrió sus ojos, intentando volver a tornar el rostro serio, pero el recuerdo de aquel beso aún seguía haciendo estragos en su cuello.

—¿Qué nos está pasando, Gale?

—No lo sé —respondió con un sincero pesar en su rostro—. Pero si tú quieres, en vez de estar intentando hacernos los idiotas, lo podríamos averiguar juntos. —Gale se levantó, extendiéndole la mano para que se tomara de esta y ayudarle a levantarse, donde Peeta se aferró con fuerzas, pero justo al pretender incorporarse, ambos escucharon como el techo comenzó a rechinar y a escurrir agua por todos lados, logrando que ambos saltaran al mismo tiempo a uno de los costados, donde lo primero que intentó hacer Gale fue cubrir con su cuerpo a Peeta, quien a su vez se abrazó de él, escondiendo el rostro en su pecho.

El techo se había venido abajo, no era de extrañarse que aquello sucediera, las tablas tenían todos los años del mundo, y entre la lluvia y el sol, lograron que al fin la madera se pudriera al punto de colapsar ante el peso del agua acumulada sobre el encorvado techo, el cual no soportó más.

—Tanto tiempo este lugar solo y viene a colapsar cuando estamos aquí. —A lo que Peeta respondió, dejando de abrazar a Gale, quien le soltó al sentir que él también lo hacía.

—Creo que todo está en nuestra contra.

—O a nuestro favor. —Ambos se miraron al rostro—. Viéndolo desde otro punto de vista. —Peeta asintió, supo perfectamente lo que significaba aquello, que el destino parecía estar trabajando para que ellos estuviesen constantemente cerca, protegiéndose y cuidándose el uno al otro, donde lo que parecía realmente importante entre ellos era una posible amistad sincera, lo cual Gale se estaba planteando internamente, mientras Peeta bajó el rostro, sintiendo que ya no podría escapar, le agradaba tanto Gale como para dejar que el joven soldado probase su boca en la suya cuando él así lo quisiera, siempre y cuando su amistad no se viera afectada por ello—. ¿Nos vamos?

Peeta asintió, levantándose ambos del suelo, saliendo de las ruinas, después de apartar unas cuantas tablas húmedas y mohosas de su camino, tomando nuevamente sus cosas, saliendo al fin de aquel frío y deplorable lugar, el cual a pesar de todo, Gale sintió nostalgia al ver como se había derrumbado con el paso del tiempo, imaginando que su añoranza era ante los recuerdos de su niñez junto a Katniss en aquel lugar, donde al parecer toda aquella amistad se había perdido para siempre.

—¿Por qué siempre que salimos a cazar terminamos mojados? —Gale no pudo evitar sonreír ante aquel punto de vista, ya que aquello era del todo cierto, la primera vez había llovido, la segunda los dos habían caído al lago al pelearse por el cuchillo y ahora el derrumbe los había mojado, aunque no lo suficiente como para estar empapados.

—Ni idea —respondió Gale, sin dejar de caminar.

—¿Todo está bien? —preguntó Peeta, acercándose a Gale mientras seguían caminando rumbo a la veta, al ver el entristecido rostro del soldado, quien le sonrió con desgano.

—Todo bien, Mellark. —Peeta sonrió.

—¿Manía de soldado? —Gale asintió a la pregunta sobre aquel empeño de llamarle por su apellido.

—¿Te molesta? —El aludido negó con la cabeza.

—Para nada, capitán Hawthorne. —Gale rió, atrayendo a Peeta hacia él al halarlo por el agarre del bolso, posando su brazo izquierdo sobre su hombro, mientras Peeta rodeaba su cintura por detrás con su brazo derecho, donde ambos a pesar de sentir cierta incomodidad, terminaron de salir del bosque abrazados, soltándose al llegar a la veta, cruzando todo el distrito en silencio, mientras Gale pensó en lo que había ocurrido con el muchacho y aquella peligrosa bomba de tiempo que era.

“No puedo decírselo a mi madre y mucho menos a Katniss”, pensó dándole una mirada de soslayo, donde pudo apreciar el ruborizado rostro de Peeta, quien pensaba sobre los últimos acontecimientos y aquel último beso, sintiendo deseos de saber qué pensaba Gale al respecto, pero el soldado simplemente tenía cabeza para pensar en aquel asunto que lo había dejado consternado, imaginando que el rubor del muchacho se debía a lo ocurrido hacía tan solo unos segundos en las ruinas.

—¿Una carrera hasta la aldea? —preguntó Gale, pretendiendo echar a correr, intentando olvidar aquel asunto.

—¿Con esto encima? —preguntó Peeta incrédulo, señalándose el bolso sobre su espalda.

—Vamos, soldado, usted tuvo un entrenamiento previo antes de ser arrojado al Capitolio. —Echó a correr, al igual que Peeta, el cual gritó tras Gale.

—Coin solo me envió como conejillo de india, Gale… tú muy bien lo sabes. —Gale no respondió, él sabía perfectamente que así había sido y que su única intención había sido destruir a Katniss desde el principio.

—No busque excusas, soldado, si gano tu castigo será despellejar la próxima presa. —Peeta se quejó, comenzando a correr lo más rápido que pudo tras Gale, quien pensó al ver a la distancia la casa de Haymitch.

“Eso es”. Haymitch no era un ser muy estable, pero sin duda siempre fue lo bastante acertado a la hora de ayudar a sus tributos, pensando al llegar al frente de la casa del ex mentor, que debía tener una seria conversación con el hombre, sobre todo lo ocurrido, ya que al parecer, Haymitch tenía cierto aprecio por Peeta,.

—No despellejaré mi próxima presa.

—No tienes escapatoria, Mellark… perdiste y debes pagar. —Ambos jadearon exhaustos, Gale le arrojó dos piezas del venado, apartándose de él, notificándole que iría a tomar un baño y a dormir, sintiéndose cansado.

—¿Gale? —llamó Peeta al muchacho, quedándose de pie frente a la casa de Haymitch—. Todo está bien… ¿Verdad? —Gale asintió.

—Todo esta estupendamente, Peeta. —Ambos se sonrieron y mientras Gale abría la puerta de su casa, el joven Mellark se encaminó a la que compartía con Katniss, no sin antes sentir cierta tristeza al apartarse de Gale, atribuyéndoselo a la creciente amistad que cada día se hacía más grande, una amistad con matices de un posible amor oculto, un amor que aún ambos se empeñaban en ver como un juego que iba y venía, sin darse cuenta que al amor no se le disfraza y que al corazón es difícil engañar.


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