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[BTS] HYBRIDA por SeniorRoom

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Jimin gritó. O lo hizo Taehyung. O lo hicieron los dos. Porque cuando quiso advertir a su amigo que no se acercara, la garganta le ardió y no pudo hablar.

—Qué oportuno —siseó Taehyung. Jimin lo miró asustado, pero lo que vio le horrorizó más. Su nuevo amigo, el chico de mirada perezosa, tenía los ojos rojos. No la parte blanca por no haber dormido durante días, sino el iris—. No te muevas. Escóndete.

Antes de que pudiera avisarle de que sus colmillos estaban creciendo, Taehyung lo empujó con fuerza sobrenatural, tirándolo contra uno de los arbustos que adornaba el parque. Jimin gimió de dolor, pero se incorporó al instante.

¿Estaba soñando? ¿Utilizar su habilidad le hacía tener alucinaciones? Pero se sentía real. El dolor en el cuerpo, la presencia de Taehyung donde lo había empujado, el gruñido del lobo y de algo más. ¿Era su amigo?

Haciendo acopio de todas sus fuerzas —porque su lado más sensato gritaba que huyera de allí cuanto antes— se arrastró hacia el árbol más cercano, adquiriendo máxima visibilidad de la batalla.

Tuvo que morderse el labio inferior para no gritar al ver que no estaba alucinando y que su amigo luchaba contra un lobo gigante.

La batalla pasaba tan veloz delante de Jimin que casi no podía seguirla. Taehyung, con la boca abierta enseñando las fauces como una bestia, atacaba sin cesar a la criatura, mientras que ésta se defendía con garras y dientes. La batalla parecía igualada, ambos estaban cansados, heridos y furiosos.

—¡Deja de aullar! —protestó Taehyung cuando el lobo lanzó un aullido escalofriante a la nada—. ¡Vas a llamar la atención de los humanos!

Jimin pensó que ya era raro ver a Taehyung transformado en eso, pero le pareció aún más raro que hablara con el lobo. Hubiera sido una escena cómica si no se estuviera muriendo de miedo.

Segundos después, el lobo volvió a atacar y Taehyung detuvo el golpe. Esta vez era la bestia la que tenía la ventaja y su amigo jugaba a la defensiva. Sin embargo, esa táctica acabó en el momento en que tropezó con algo.

Era su mochila. La había dejado ahí tirada. ¿Cuándo? No recordaba habérsela quitado.

Taehyung maldijo por lo bajo cuando perdió el equilibrio y cayó al suelo. Fue a levantarse, pero el lobo ya se había plantado justo encima de él, gruñéndole a escasos centímetros de la cara.

Iba a matarlo y Jimin sólo podía mirar como un idiota la escena. Tenía que ayudarlo.

Buscó a su alrededor, pero no encontró nada que le sirviera. Ni una piedra, nada arrojadizo. Se arrastró un poco hacia el arbusto por si podía encontrar una rama, algo, pero no fue lo suficiente sigiloso. Cuando se dio cuenta, tanto el lobo como Taehyung lo estaban mirando. Su amigo negó con la cabeza y le suplicó que se fuera con la mirada. Pero Jimin no reconocía a su compañero de clase, era alguien distinto. Algo diferente.

—Vete —siseó Taehyung.

Pero Jimin no podía moverse. El lobo ahora le gruñía a él. Sabía que si intentaba huir acabaría por alcanzarlo de un salto y sería hombre muerto. ¿Qué podía hacer? Iba a morir. Pero tenía que intentarlo.

Se levantó lo más rápido que pudo con un grito de terror. Escuchó al lobo gruñir y saltar, se cubrió la cabeza con las manos y esperó el ataque, pero nunca llegó.

—Abre los ojos y muévete —Taehyung.

Jimin obedeció, pero antes de poder ver lo que estaba ocurriendo, su amigo lo arrastró lo más lejos posible. Oculto de nuevo en los matorrales, pudo ver lo que había pasado. Otro lobo de color negro y algo más pequeño estaba luchando contra la bestia. Todo eran gruñidos, saliva y sangre escarlata. Casi no podía ver la batalla.

—¿Qué está…?

—Si te dejo aquí, ¿no te moverás? —preguntó Taehyung. Seguía con aquel aspecto aterrador, pero Jimin confiaba en él. Lo había intentado proteger. Al menos eso creía.

—Sí —susurró temblando de pies a cabeza. Tampoco podía ir muy lejos.

Taehyung asintió antes de salir corriendo y ayudar al nuevo lobo.

La batalla terminó pronto. El lobo negro y Taehyung parecían uno. Ambos atacaban por lados diferentes, simultáneamente, sin dejar respirar al contrincante. Jamás chocaban, jamás se atacaban entre ellos. Era como ver una hermosa pero sanguinaria danza.

Pero para su sorpresa, la batalla terminó con el enemigo huyendo. Taehyung siguió varios metros al lobo asegurándose de que huía, mientras que el otro negro caía con un gemido lastimero.

Jimin quiso levantarse para ir a ayudarlo, pero Taehyung apareció antes de que el pensamiento se le hubiera pasado por completo por la cabeza.

—¿Dónde? —preguntó acariciando el hocico del lobo. Éste movió una de las patas llenas de sangre, señalándole el parterre al lado opuesto de Jimin—. No te muevas. Tengo que ver esa herida.

Taehyung fue hacia allí, rebuscó entre dos arbustos y volvió con una mochila y ropa. El lobo negro agarró parte de las pertenencias y se ocultó detrás de un árbol, lanzando un suspiro cada vez que la pata delantera tocaba al suelo.

Jimin sentía que debía curarle, que tenía que actuar, pero lo sucedido le había dejado atónito y no podía pensar con claridad. Ni siquiera cuando vio aparecer a Jungkook sin camiseta, solicitando la camisa y la corbata.

—Lo has hecho aposta —protestó el chico mientras volvía a ocultarse para acabar de vestirse.

—La culpa para el más inocente —Pero los ojos de Taehyung no reflejaban inocencia, sino otra cosa. Miraba justo donde se ocultaba Jungkook con una intensidad desmesurada hasta que se percató de Jimin y desapareció.

Los ojos volvían a ser negros y los dientes rectos. Lo único que quedaba era la sangre que manchaba todo su cuerpo.

—¿Estás bien? ¿Estás herido?

Jimin tardó en procesar que se lo preguntaba a él.

—No lo sé —consiguió articular. Le dolía todo el cuerpo.

—Es tan extraño —murmuró Taehyung. Jimin estaba de acuerdo, pero le indignaba que fuera precisamente él el que lo dijera. Todo ese lío lo iba a matar. De hecho, empezaba a encontrarse mal—. Jungkook, no tenemos todo el día.

—¡Que ya voy! —gritó el chico.

—Será mejor que no te separes de nosotros, Jimin. ¿Jimin? —Taehyung, o los Taehyung que Jimin había empezado a ver, lo miraron con extrañeza. De repente, había tres, cuatro y se iban apagando. ¿Se podía apagar una persona? —. Venga, vamos, no te…

Pero Jimin jamás supo qué quiso decir su amigo, porque se dejó llevar por la oscuridad y viajó hacia la deriva.

 

—¡Tendríais que haberlo traído cuanto antes!

«Mamá», pensó. Pero no era ella. Era una voz mucho más grave.

—Tampoco tuve tiempo, Seokjin. Por si no te acuerdas de lo que te acabo de explicar, un hombre lobo nos atacó —Esa voz sí que la reconoció. Era Taehyung—. La próxima vez lo domo y cabalgo hasta casa. No te preocupes.

—¿Has probado alguna vez a cabalgar un hombre lobo? —preguntó otra voz. Jungkook—. Te aseguro que ni lo intentes —amenazó segundos después.

—A veces eres muy aburrido, Kookie.

—¡Dejaos de tonterías! ¡Podría haber muerto! ¡¿Y qué le ha pasado a tu brazo?! —la primera voz parecía histérica, como una madre cuando ve a su hijo llegar lleno de barro del parque.

—Cálmate, Seokjin. Por mucho que nos grites no se va a solucionar nada. Hasta que Jimin no despierte no sabremos lo que ha pasado —Jimin se tensó. Hablaban de él, de que tenía que despertar. ¿Dónde estaba?

Abrió los ojos poco a poco. Los párpados le pesaban, pero no era nada en comparación con el dolor que sentía en la espalda. Con un gemido, intentó levantar un brazo, pero lo lamentó. Efectivamente, le dolía todo el cuerpo.

—Está despierto —dijo Jungkook.

Jimin se quedó estático. ¿Cómo lo sabía? ¿Le había escuchado? Pero si apenas había hecho ruido.

Antes de que pudiera fingir que seguía dormido, Taehyung y Jungkook entraron acompañados de un chico alto y bastante guapo, a pesar de tener el ceño fruncido y los brazos cruzados. Ese tenía que ser Seokjin.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó con un tono más suave—. ¿Tienes alguna herida?

A pesar del dolor atroz de espalda, Jimin no estaba herido. De eso estaba seguro. Aun así, Seokjin le retiró las sábanas blancas e inspeccionó cada centímetro de su cuerpo. A pesar de llevar el uniforme —hecho un desastre—, Jimin se sintió desnudo.

—Ya te he dicho que se desmayó por la impresión —intentó explicar Taehyung.

—A cualquiera le impresionan tus ojos rojos —comentó Jungkook—. Das miedo.

—Oh, por supuesto que han sido mis ojos rojos, Jungkook. Que tú puedas transformarte en la mascota de la familia no tiene nada que ver —Taehyung despeinó al menor y sonrió.

—Si no vais a colaborar os podéis ir —Seokjin volvió a arropar a Jimin. Tanto que éste sintió que no podría moverse, aunque quisiera—. Jimin, ¿puedo hacerte unas preguntas?

Su voz era como una canción, como la brisa en primavera. El chico sonrió y la habitación pareció sumergirse en un sueño. La habitación se llenó de aromas estivales y el ambiente de música, de tranquilidad. Se sentía en paz.

—Sí —contestó con voz ronca.

Seokjin arrastró una silla hasta la cama y se sentó enfrente de Jimin.

—Bien, antes de nada, soy Kim Seokjin. No voy a hacerte daño, así que puedes confiar en mí —¿Cómo iba a hacerle daño alguien como Seokjin? Parecía un príncipe hablando a su pueblo, delicado y a la vez poderoso. No podía hacerle daño—. ¿Recuerdas lo sucedido en el parque?

—Sí —contestó. Al ver que Seokjin no decía nada más se vio obligado a seguir—. Estaba con Taehyung y de repente nos atacó un lobo. Luego Taehyung se transformó en algo… e iba perdiendo, pero apareció otro lobo negro… Luego acabó siendo Jungkook y… —Mientras hablaba, las imágenes iban apareciendo en su mente como diapositivas. Iba a volverse loco—. Todo esto es muy raro. ¿Cómo podéis hacer eso? ¿Qué sois?

—Raro dice. Habló el que puede curar pájaros.

Seokjin fulminó con la mirada a Taehyung, pero luego sonrió a Jimin, tranquilizándolo.

—¿Es cierto que puedes curar pájaros?

—Más o menos —Una alarma se encendió en su cabeza, pero Jimin no podía recordar qué era aquello que no podía decir. Seokjin parecía de fiar—. No puedo revivirlos.

Una tristeza enorme se apoderó de él cuando recordó algo de su pasado, él de niño intentando reanimar aquel gatito muerto en la acera. No paraba de llorar mientras le pedía por favor que se levantara. ¿Por qué recordaba aquello?

—¿Sabes por qué?

Jimin salió de su ensoñación y miró a Seokjin. Lentamente, negó.

—Sólo sé que puedo.

—Te lo he dicho. No sabe nada —repitió Taehyung.

—Tendremos que esperar a que llegue Namjoon —Seokjin se levantó—. Mientras, es mejor que comas algo y te duches. Te daré muda nueva y lavaré tu uniforme. No creo que tu madre se alegre de verte manchado de sangre.

Jimin se miró las manos. Era cierto que tenía los puños de la camisa manchados de sangre y, seguramente, algo más.

—Puedes coger ropa de Yoongi, parecéis del mismo tamaño —Taehyung y Jungkook rieron por lo bajo ante el comentario—. Luego ya la lavaré sin que se entere.

—Si es una molestia… —empezó a decir. Pero Seokjin negó con la cabeza.

—No te preocupes. Jungkook, tráele la ropa de Yoongi. Taehyung, prepárale el baño. Yo haré la cena, tenéis que estar hambrientos —Seokjin no dejó que Jimin volviera a replicar. Desapareció con esa esencia tan mágica y suave, como el verano.

—No quiero molestar… Yo…

—Jimin, acabas de ver a un hombre lobo por primera vez en tu vida. Necesitas una ducha bien caliente y comida de Seokjin —Taehyung le rodeó por los hombros y se lo llevó al baño—. Además, eres nuestro invitado. Así que debes callar y obedecer.

—No creo que funcionen así las cosas, Taehyung —comentó divertido Jungkook.

Taehyung le dedicó una sonrisa pícara antes de meterse en el baño con Jimin.

 

Lo cierto era que Taehyung tenía razón. Bajo el foco de agua caliente Jimin empezó a sentirse mucho mejor y despejado. Aunque las imágenes de esa tarde seguían igual de confusas, al menos sabía que era real, o al menos que había sucedido. Seguía sin comprender lo que había visto.

Cuando salió del baño, Seokjin ya tenía la ropa lavada y seca. Se la dejó en el sofá mientras lo invitaba a sentarse en la mesa.

La barriga de Jimin rugió con ferocidad cuando vio todo lo que había preparado el chico. Desde arroz, pollo y pescado hasta pasta. Había rollos de kimbap por toda la mesa, desde de tonkatsu hasta de verduras. Jjajangmyeon, bibimbap, bulgogi, sopa de miso… Parecía estar hecho para un regimiento.

Jungkook ya había empezado a comer y, por los platos, llevaba varias raciones. Taehyung en cambio lo estaba esperando.

—Si no te sientas se lo acabará todo Jungkook —le dijo con una sonrisa—. Y va en serio.

Jimin se sentó enfrente de su amigo mientras miraba la comida, aún impresionado.

—Si quieres más hay en la cocina. No lo saco todo porque si no Jungkook se lo acabará comiendo todo —El aludido alzó un momento la mirada con la boca llena, pero luego siguió comiendo—. Va, te sentará bien.

Y, otra vez, estuvo en lo cierto. Aunque pensaba que tenía el estómago revuelto, la comida de Seokjin estaba deliciosa. Comprendió por qué Jungkook podía devorar tanta cantidad. Si fuera por él, no dejaría nunca de comer.

Sin embargo, la llegada de un nuevo miembro de la familia hizo que se le pasara el hambre de golpe.

Namjoon era igual de alto que Seokjin, pero de complexión más ancha. No tenía esa aura delicada de príncipe, sino que parecía mucho más feroz, más como un fuego ardiente. El chico se quedó parado en la puerta escuchando la explicación de Seokjin, dedicándole alguna que otra mirada de vez en cuando.

Cuando acabó la explicación, Jimin notó que Namjoon parecía estar resolviendo un puzle complejo. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados en una fina línea —y eso era difícil porque tenía los labios gruesos, más que Taehyung y él, incluso—. Al final, después de lo que pareció una eternidad, Namjoon se sentó y empezó a comer.

Jimin boqueó como un pez, sorprendido. Se esperaba otro interrogatorio como mínimo.

—Hacía tiempo que una criatura no atacaba a un humano —murmuró Namjoon para sí mismo—. A no ser… Puede ser… No sabemos nada, no todo lo que deberíamos saber. Lo más lógico es que… —Jimin miró la reacción de sus amigos, y al parecer era normal que Namjoon hablara solo mientras comía, porque ellos seguían a lo suyo sin inmutarse. Cuando Taehyung se dio cuenta que lo estaba mirando, le guiñó un ojo, divertido—. Lo mejor será que lo custodiemos hasta que sepamos qué es.

—¿Cómo? —No pudo reprimir la pregunta—. ¿Qué soy?

—Sí. Está claro que no eres humano. No del todo.

—¡Sí que soy humano! Lo único que tengo esa especialidad… —La voz se le fue perdiendo por el camino.

—Mira, Jimin. No quiero ser grosero, pero en este mundo los humanos no tienen poderes mágicos —Namjoon hablaba con tranquilidad, pero era una calma aparente, no como la de Seokjin, sino como antes de una tormenta—. Harry Potter son invenciones, no existe ningún humano que sepa usar la magia, porque la magia en sí no existe. No de la manera que lo conciben los humanos.

—Entonces, lo que hago, ¿qué es? —Jimin empezaba a encontrarse de nuevo mal. Retiró el plato que tenía a medio acabar.

—Es algo complejo y aún no sabemos si estamos ante otro caso como el nuestro o es algo más complicado. Tengo que consultarlo —Namjoon se levantó—. Lo mejor será que vosotros dos lo vigiléis en la escuela y mañana por la tarde lo acompañéis a casa. Tenemos que tenerlo vigilado hasta que sepamos qué sucede con él.

Jimin quiso protestar, pero una mirada de Jungkook bastó para que se callara. No necesitaba niñeras, pero a la par sí que las quería. Tenía miedo y estaba confundido.

—Es mejor que me vaya a casa —consiguió susurrar.

—¿Lo acompaño? —preguntó Taehyung.

—Con ese olor atraerás a cualquiera —comentó Jungkook, que por fin había dejado de comer—. Hueles a sangre y a perro.

—Tú siempre hueles a perro —contestó el otro.

—Además, no creo que nadie se le acerque hoy. ¿Sabes volver a casa? —Jimin no sabía ni siquiera dónde estaba, así que no estaba muy seguro—. Estamos en Sinchon.

—Sí, sé volver —Aunque tardaría bastante en llegar a casa—. Pero, ¿por qué nadie se me va a acercar hoy? —preguntó con curiosidad.

Jungkook arrugó la nariz.

—Porque hueles a Yoongi.

 

Seokjin estaba fregando los platos mientras Namjoon intentaba hacer una llamada. No le hizo falta preguntar a quién, lo sabía de sobras, como también sabía que ella no se lo cogería, que entonces se frustraría y acabaría intentando ayudarlo y rompería un plato o un vaso. Era tan predecible y a la vez le gustaba que así fuera.

—¿Por qué nunca lo coge cuando más lo necesitamos? —gruñó Namjoon visiblemente frustrado.

—Llama mañana —le aconsejó Seokjin mientras acababa de enjuagar un vaso—. Ahora debe estar durmiendo o haciendo otras cosas.

—Siempre está haciendo otras cosas —murmuró. Seokjin sonrió con resignación—. Te ayudo.

—No, gracias —Y le arrancó de las manos el plato antes de que lo fuera a destrozar—. Es mejor que te duches e intentes contactar con Yoongi. Hoseok ya ha contestado y dice que en nada está aquí.

—¿Por qué siempre estás tan tranquilo? —Namjoon intentó coger un tenedor, pero incluso eso podía romperlo, así que Seokjin se lo volvió a apartar con paciencia. Un palillo, un vaso y una cuchara después, Namjoon por fin se dio por vencido y se sentó en la encimera mientras cavilaba—. Algo pasa con ese chico y quiero saber qué es. Podría ser de los nuestros, pero entonces nos lo hubiera dicho, ¿no?

—Te recuerdo que no lo sabe todo, Namjoon. Siempre te lo dice —Y era cierto. Desde que la conocían, desde que sabían lo que eran, que los misterios habían formado parte de su día a día. Apariciones de criaturas de las que no se tenía constancia, nuevos híbridos, nuevas peleas, preguntas respondidas pero nuevos misterios por resolver. Y así era, día a día, semanas tras semana… Pero Seokjin se había acostumbrado a todo eso. A cuidar de los suyos, a protegerlos y a ser la voz de la razón. Y también a proteger la vajilla de las manos de Namjoon—. Ni se te ocurra jugar con el salero, Nam-

Pero no le dio tiempo a acabar la frase. Escuchó cómo algo caía al suelo y se hacía añicos.

—Lo siento —consiguió decir Namjoon mientras daba un salto y se agachaba para recoger—. Estoy frustrado.

—Lo sé, por eso es mejor que te duches y veas la televisión un rato. Así no destruyes nada y yo puedo acabar esto antes de que Hoseok y Yoongi vuelvan. Va —Lo levantó y lo empujó hacia la puerta.

Ambos se quedaron justo en el umbral, Seokjin con las manos apoyadas en la espalda del chico y Namjoon tenso.

Fue un segundo, lo suficiente para que Namjoon se girara y le mirara a los ojos. Seokjin se olvidó de todo y levantó la mano para acariciarle la mejilla. Pero la magia se rompió, Namjoon recuperó la cordura y la apartó con delicadeza.

Negó y, con un suspiro, se fue hacia la ducha.

Cada vez que sucedía eso, Seokjin sentía que se marchitaba un poco.

 

—¿Quieres dejar de moverte? —le replicó Taehyung. Jungkook gruñó cuando le roció con otro chorro de alcohol. ¿Es que quería matarlo? —. Seokjin nos matará como dejemos la cama empapada.

—Pero es que escuece —protestó como un niño pequeño.

—Es eso o que te corte la pata —Jungkook suspiró, cerró los ojos y aguantó otra rociada más. El escozor era insoportable, pero Taehyung se encargó de soplar con delicadeza para aliviarlo.

Tenía un buen corte, rodeado de rozadura, rodeado de una quemadura que se había hecho contra la grava del parque. Una herida completa. Al llegar la había intentado curar, pero, al dolerle tanto, se la lavó con agua y jabón y la vendó cómo pudo. Al marcharse Jimin, Taehyung detectó que había dejado de comer por culpa del dolor del brazo así que lo arrastró hacia la habitación.

—¿Qué te parece Jimin? —preguntó de repente el otro. Jungkook ladeó la cabeza—. Lo veo buen chico. Sería una lástima que acabara metido en este mundo.

Lo cierto era que Jimin le caía muy bien. Se le veía con un gran corazón y Taehyung tenía razón. Si acababa metido en el mundo que los rodeaba, el verdadero, Jimin acabaría hecho pedazos. Lo destrozaría.

—Es bueno —contestó—. Espero que no sea como nosotros.

—Nadie es como nosotros —Taehyung empezó a abrir las gasas—. Pero a la vez todos somos iguales.

—¿Tienes envidia de Jimin? —Jungkook sabía que debía callar, pero fue lo primero que se le pasó por la cabeza. Porque él, en parte, sí la tenía—. Él al menos conoce a su madre.

—¿La tienes tú? —Taehyung lo conocía, supo al instante que era así, que echaba de menos a alguien que, quizá, ni se acordaba de su existencia. O estaba muerta. En cambio, Jimin tenía una madre, alguien que lo había estado arropando por las noches y velando sus pesadillas—. Eh… ¿Qué es esa cara?

Taehyung alargó la mano y le levantó por el mentón. Jungkook sonrió con tristeza.

—Es extraño extrañar a alguien que no has conocido nunca, ¿no?

—Bueno, tenemos a Seokjin y me tienes a mí. ¿Quieres que te prepare una leche calentita con miel? ¿O que te cante una nana?

Jungkook sabía que algo iba mal, no mal en el sentido literal, sino que algo en Taehyung había cambiado. Pero no sabía el qué. Lo apartó de un empujón, sonriendo.

—No me gusta que me torturen, gracias —Taehyung sonrió mientras le enseñaba, amablemente, el dedo del medio—. Lo tienes lleno de sangre.

El chico se miró la mano. En algún momento se había manchado de sangre. No era mucha, pero lo suficiente para que una gota le cayera por el codo. Lentamente, y sin apartar la mirada de Jungkook, empezó a lamerla.

Si no conociera a Taehyung, si hubiera sido en otras circunstancias, hubiera huido alarmado. Pero estaba tan acostumbrado a esas ocurrencias de su amigo que sólo pudo poner los ojos en blanco de desesperación. Aunque, quizá, también estaba intentando ignorar el pequeño vacío que se le había formado en el estómago.

Quizá volvía a tener hambre.

 

Yoongi tenía sueño, mucho sueño. No se podía decir que estuviera cansado, en la universidad no había hecho casi nada y aquel día en el trabajo resultó ser demasiado tranquilo, pero por alguna extraña razón esa noche no había podido dormir bien y se sentía inquieto.

Supo que algo había pasado en el momento que miró el móvil al acabar la jornada y tenía más de veinte perdidas de Seokjin, cuatro de Namjoon y un mensaje de Hoseok. Sin embargo, no le apetecía llamarlos. Sabía que si iba a casa lo acribillarían con lo que fuera que quisieran, y él sólo quería dormir.

Estaba muy tentado a quedarse por la calle, pero al final decidió dar un paseo por la ciudad y esperar a que todos se fueran a dormir. Además, si Seokjin no había vuelto a insistir era porque, seguramente, lo que iba mal era que se había quedado sin arroz o carne.

Suspiró.

Era cierto que también llevaba varios días apático con todo el mundo. No sabía si era la llegada de la primavera —y que todo el mundo estaba especialmente estúpido con eso del amor, y él lo detestaba— o si se estaba resfriando. Sí, podía hacerlo a pesar de lo que era.

El único momento del día en que se sentía en paz consigo mismo era cuando estaba solo, sin nadie por la calle, con los audífonos escuchando música y sumergido en sus pensamientos. No es que no quisiera a su familia, más o menos, sino que la gente lo agobiaba y el no dormir también. Los quería, pero tenía unas necesidades. Y su yo menos humano necesitaba la soledad. Había nacido para eso.

Volvió a suspirar.

Empezaba a tener frío y hambre. Y estaba lejos de casa. Pero se negaba a coger el metro. Tenía que volver, pero tardaría siglos en hacerlo. Quizá un par de horas, lo suficiente como para que se fueran a dormir.

Estaba dispuesto a dar media vuelta. Aún tenía la esperanza de que Jungkook no se hubiera levantado para hacer su segunda cena secreta y tendría algo que comer cuando lo notó. Primero fue un escalofrío y luego unas ganas inmensas de…

Se giró y entonces lo vio.

Era un chico de pelo naranja en medio de la calle. La farola lo iluminaba lo suficiente como para ver que estaba llorando. Se frotaba los ojos y sollozaba ruidosamente. Yoongi odiaba a la gente débil, a los llorones, así que dio un paso atrás. El chico, al parecer, lo escuchó y se giró para mirarlo.

Fue un momento incómodo. El chico de rostro pálido y ojos caídos lo miraba sorprendido y Yoongi pensó que parecía un ángel, tan inocente, tan perdido, tan herido…

—Lo que me faltaba —gruñó dándose la vuelta.

Cierto era que lo último que le faltaba a Yoongi era tener que soportar los sentimientos más puros de los humanos, aquellos que había borrado de su interior. Sentirlos y verlos le producía una sensación de vacío extraño que odiaba y le hacía sentirse débil. Y Min Yoongi no era débil.

Pero sí tenía pequeñas debilidades.

De repente, ya no tenía sueño.


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