Hace 18 años
- ¿Por qué debo venir yo también? - Una voz de un niño de siete años se escuchó dentro del auto.
- Bueno, eso es porque no podemos dejarte solo, además que debemos estar al lado de tu padre, ¿no es así? - La mujer volteó a ver al hombre que se encobtraba sentado al lado de ella.
- Si, claro. - Respondió el hombre vagamente.
- ¡Ryuji! - Le reprochó la mujer.
- Ahh... - Suspiró. - Ritsu, si hoy eres un buen niño, ¿qué te parecería una recompensa? - El hombre sonrió a su hijo de forma amable.
- ¡Si! - Contestó el niño con emoción.
- Ahh... - Suspiro la madre del niño con frustración.
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- ¡Onodera! ¡Cuánto tiempo! - Dijo un hombre de apariencia joven como saludo mientras se acercaba al mencionado.
- ¡Ayase! ¡Lo mismo digo! - Respondió mientras se daba vuelta para hablar con él.
- ¡Oh! ¿Él es tu hijo? - Preguntó mirando atentamente a el niño que se escondía detrás de su padre.
- Si. Ritsu, ¿por qué no te presentas? - Dijo mientras le daba un empujón a su hijo.
- M-mi nom-mbre es O-Onodera Ritsu, mucho gusto. - Se presentó el pequeño tímidamente y con un ligero sonrojo.
- Mucho gusto, pequeño. Soy Ayase Mitsuo, y... ¡Ren! ¡Ven aquí! - Un niño que parecía ser de la misma edad de Ritsu se acercó a su lado. - Él es mi hijo. - Dijo para darle una ligera palmada en la espalda para que se presentara.
- Mi nombre es Ayase Ren, m-mucho gusto. - Dijo para después sonreír.
- M-mucho gusto. - Dijo Ritsu.
- ¿Por qué no van a jugar por ahí? - Dijo el padre de Ritsu sonriendo?
Ambos niños se miraron tímidamente, dudando de qué hacer para después de unos segundos asentir y comenzar a caminar sin destino fijo.
Después de unos minutos ambos niños se sentaron incómodos en una banca de madera que enconcantraron en el camino del jardín. Los infantes se miraban incómodos entre ellos, no sabían qué decir o hacer.
- O-Oye... - Dijo uno de ellos tímidamente.
- ¿Si? - Preguntó el ojiverde volteándo a verlo.
- ¿Cómo te llamas?
- ...
- Bu-bueno... Si no quie-
- Ritsu... - Dijo el niño en un susurro.
- ¿Eh? - El otro lo miró confundido.
- Mi nombre es... Onodera Ritsu... - Habló el pequeño con un sonrojo mientras jugaba con sus manos con timidez.
- Ah... Yo soy Ren. Ayase Ren. - Se presentó el pequeño con una gran sonrisa.
- E-Es un... placer. - Le sonrió de vuelta.
- ...
- ...
- Oye... ¿Qué tal si hacemos algo diveetido?
- ¿Eh?
- ¡Si! Hay que hacer algo.
- Mmm... - Dijo Ritsu mientras pensaba. - ¡Ya sé! ¡Vamos a explorar! - Exlamó finalmente emocionado.
- ¡Si! ¡Vamos!
Ambos niños se pusieron de pie, y estando muy emocionados empezaron a correr por el inmenso jardín.
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- Enronces... ¿Van a decirnos qué es lo que hacían?
Dos hombres se encontraban de brazos cruzados mientras observaban a sus hijos. Ambos niños se encontraban empapados de pies a cabeza.
- Pues... - El pequeño rubio había comenzado a hablar, pero realmente no tenía idea de qué decir. Luego de que salieran corriendo, un rato después de "explorar" el lugar dieron con una gran fuente de piedra gris. Los niños sin dudarlo se habían acercado, pero con lo que uno de ellos no había contado es que el otro lo empujaría dentro de esta.
Así fue que ambos comenzaron a pelear, siendo que Ren jaló a Ritsu dentro de la fuente junto con él, y por supuesto, él buscó venganza, aunque fuese él quien empezó en primer lugar.
- Ahh... - Suspiró el otro hombre. - Ya no importa. Vamos, Ritsu. Es hora de irnos.
El hombre hizo un gesto con su cabeza para que su hijo lo siguiera. Ambos, padre e hijo, se despidieron de los otros dos y se dirijeron a la salida.
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- ¡¿Ritsu?! ¡¿Pero qué fue lo que pasó?! - Una mujer castaña se dirigía molesta hacía su hijo, el cual estaba totalmente mojado.
- Mamá, yo...
- ¡Ryuji! - Interrumpió la mujer - ¿Qué no lo estabas vigilando?
- Suzume... - Comenzó el hombre en un suspiro. - Ristu solo estaba jugando, no tiene nada de malo qu-
- ¡¿Cómo que no tiene nada de malo?! ¡Míralo! ¡Está empapado!
- ¿Y? No tiene nada de malo, solo es agua. Está bien que se divierta un poco. Además, se se secará de todas formas.
- ¡Mhm! - Exclamó la mujer imdignada. - Hablaremos de esto luego, ¿entendido? - Ambos, padre e hijo, solo se dedicaron a asentir. - Bien. Ahora vámonos.
La pequeña familia se dirigió al auto, subieron y emprendieron su regreso a casa.
"Quién hubiese dicho que ese día sería uno de los más importantes por el resto de su vida..."