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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

FINALMENTE LLEGÓ.

 

A leer.

Luna del Cuarto Menguante

[1]

 

En las calles se sentía la algarabía, el hervor de pieles jóvenes, la risa de los infantes inundaba los pasillos adoquinados, el jolgorio motivado por una celebración ancestral traía sonrisas de adolescentes, adultos y ancianos.

 

Todos los habitantes vestían sus mejores ropas, bebían vino olvidándose del recato y cientos de adornos coloreaban las paredes de adobe. Ni un solo habitante se perdía de la felicidad que traía consigo la festividad de la Luna del Cuarto Menguante.

 

Minato sonríe a su madre, la reina de aspecto frágil pero que rige con mano dura. Tsunade se pasea por las calles admirando los adornos afuera de cada casa.

 

—Te noto muy callado hijo, ¿qué pasa?

 

La reina conocía a su único hijo mejor de lo que él se podría llegar a conocer. Pese al contagio de la conmemoración, todo lleno de alegres risas, Tsunade era consciente de una preocupación latente en Minato. Y no quería pensar que tenía que ver con las amenazas que le llegaron desde las tierras de los Mares.

 

—No es nada madre, estoy cansado —Minato responde estirando las comisuras de sus labios hacia abajo, la reina se detiene frente al muelle, mas barcos Uchiha han llegado al puerto recibidos por las mozas y caballeros quienes les ayudan a descargas los navíos.

—Si lo estuvieses ya estarías en tus aposentos cubierto hasta las narices. Dime otra mentira mejor, hijo. Sé que puedes —la fémina posa sus manos sobre la barandilla de madera, su largo vestido de seda de oro baila con el viento veraniego.

 

Minato muerde su labio inferior.

 

— ¿Crees que debemos celebrar cuando estamos a punto de entrar en un conflicto con otro reino? —Minato lanza la pregunta que ha querido hacer desde hace unos minutos.

 

Tsunade echa un largo suspiro. Lo sospechaba, Minato no estaba en paz consigo mismo, ella había visto más guardias afuera de los aposentos de Naruto, incluso escoltaban al príncipe por las tardes cuando paseaba por el pueblo. Los Uchiha estaban alertas todo el tiempo, los guerreros más experimentados habían llegado noches atrás por órdenes del mandamás de la familia.

 

Ella estaba preocupada ciertamente pero no al grado paranoico de su hijo. Si Orochimaru pensaba actuar, lo haría torpemente, ese hombre no tenía experiencia militar, no sabía absolutamente nada de guerras ni de armas. Todo cuanto podía hacer era sentarse en su estrecha butaca junto a los vitrales con la vista al mar que nunca volvería a navegar.

 

—Orochimaru no nos detendrá. No lo tomes como un enemigo serio, no es más que un pobre viejo. No tiene nada hijo; sin ejército, sin poderío, sin amistades ni siquiera se atreverá a asomar un solo dedo en nuestras tierras —. Si algo admira de su madre es la sincera honestidad con la que habla y esa imperturbable seguridad.

 

Sin embargo, algo en el interior de Minato no se tranquiliza con las sabias palabras de la reina. Quizá Tsunade pensaba que Orochimaru era tan estúpido como para amistarse con gente importante, y le era indiferente. Minato pensaba que tal vez la serpiente había aprendido a liarse con personajes importantes deseos de poder y de alguien tan especial como Naruto.

 

Esperaba de corazón estar equivocado, y tragarse sus palabras una vez más.

 

[2]

 

Sasuke revisa las caballerizas con Sai a sus espaldas, Obito, uno de sus primos lejanos ha llegado desde sus tierras para restablecerse en Konoha por un tiempo, todos los Uchiha se toman muy en serio las amenazas lanzadas por Orochimaru pero son fuertes e inteligentes, el viejo de los Mares tendrá que ser muy astuto si planea pasar por encima de ellos.

 

—Este lugar sí que es increíble —, Obito lanza un silbido escueto, Sai sonríe de lado.

—Y sus mujeres lo son aún más —dice el Shimura, jocoso. Sasuke bufa por lo alto.

—Concéntrense en su trabajo —replica, agrio —. Les recuerdo que estamos en temporadas de guerra.

—No lo estamos. Hemos sido amenazados pero es Orochimaru, Sasuke. Nada que no podamos enfrentar —Sai suena tan seguro que por unos instantes Sasuke se contagia de su sentir.

 

Ojala que fuera cierto pero Sasuke es precavido y más vale prevenirse ante cualquier enemigo. Ya ha vivido otras guerras y no desea ser participe en una más.

 

—Este lugar no debe ser invadido ni la sangre debe manchar sus tierras, Naruto nunca me lo perdonaría.

 

Obito alza una ceja, una sonrisa bobalicona se asoma en sus labios.

 

—Entonces quiero suponer que ya le olvidaste —Obito hace un comentario que pretende ser casual. Sin embargo, Sai cae ante la jugarreta de su primo.

— ¿No has pensado en ella, Sasuke?

 

El Uchiha detiene su caballo en la entrada de la garita de seguridad que resguarda las caballerizas. No hay nadie ajeno a ellos que pueda escuchar la conversación. No desea que mala información llegue a oídos de su joven creador, ya estaban superando esa mala racha como para continuar con recelos provocados por lenguas filosas.

 

—Sí, y no vuelvan a mencionarla, no aquí. En el Reino de Hielo ella puede ser nombrada como un fantasma que acecha los lagos fríos de invierno. Su nombre no es digno de mencionar en el calor de los jardines.

—¿Naruto lo sabe? —Obito pregunta llevado por la curiosidad.

—No —. Sasuke guía a su caballo a los bebederos donde los esperan otros cuadrúpedos.

 

Los otros morenos siguen al Uchiha con la mirada.

 

—Debe saberlo —, aconseja Sai.

—No es tu asunto Shimura, cuando decida contárselo a Naruto se los haré saber. Mientras tanto, este tema se queda zanjado por la paz.

 

La advertencia es clara y ninguno de los dos quiere refutar ante ese hecho. Conocen a Sasuke de sobra, si lo cansan con el tema terminaran con unos buenos cardenales en el cuerpo.

 

Pero ella sin duda alguna se cuela en el pensamiento del Uchiha por más tiempo del que debería.

 

 

 

 

 

[3]

 

Lievydza, de las tierras perdidas de Nakt, un recóndito paraíso en el centro del mar. Las ninfas vivían tranquilamente en ese lugar que los hombres ignoraban. Ella era la princesa ninfa de Nakt, hermosa, de silueta delgada y bellos ojos azules, nariz afilada, labios gruesos y rosados. Pequeña de estatura, acreedora de una cremosa piel blanca. Siempre vestía con telas de seda fina, demasiado descubierta para el gusto de Sasuke. Liev, como él le solía llamar porque era más corto y fácil de aprender.

 

Ella era muy hermosa, dulce, bondadosa.

 

Sasuke llegó a las tierras de Nakt en busca de agua y comida para sus tripulantes. Ella como representante de Nakt fungió como anfitriona para los hombres de las tierras sombrías del Hielo.

 

Él se enamoró perdidamente cuando apenas tenía la edad de Naruto. Liev que era un siglo mayor que Sasuke, no desaprovechó la ventaja que obtuvo del encandilamiento de Sasuke y lo usó para su diversión, convirtiéndolo en su juguete sexual favorito. Sasuke complaciente, sumiso, dispuesto a cederle su tiempo, su cuerpo y prodigarle todo el amor que podía sentir alguien de su edad fue a parar en ella, una mujer frívola de apariencia angelical que sólo estaba aburrida de los mismas criaturas que habitaban en su tierra. Harta de la carne femenina y fascinada con su nueva adquisición.

 

Sasuke permitió que sus hombres se marcharan y él se quedó un largo verano en Nakt, perdido en los primorosos ojos de ella, la ninfa con la cual ansiaba casarse.

 

El idilio aunque largo, no resistió la responsabilidad que conllevaba ser princesa y futura reina. Liev estaba comprometida con un sátiro. No quería a Sasuke pero le molestaba pensar que se desharía de su mascota para cumplir con lo pactado desde que era una niña.

 

La noche más fría en Nakt, ella abandonó a Sasuke con una carta somera y le pidió jamás buscarla. Sasuke no escuchó de los consejos de los habitantes de ese lugar e hizo caso omiso en las únicas sinceras palabras que ella le había dirigido a él.

 

La buscó porque así se lo dictaba el corazón, pero la respuesta que halló lapidó la inocencia del amor que él sentía por ella.

 

Liev estaba casada, fue una mujer comprometida al matrimonio desde que se conocieron y él, en su ingenuidad estúpida creyó que ella lo amaba de verdad. Sasuke no comprendió en ese entonces la magnitud de su dolor, a partir de ese momento dejó de importarle el compromiso, y continuo con su vida como si esa herida jamás hubiera existido.

 

Empero, Sasuke tenía sexo y disfrutaba de otras mujeres para faltarle al respeto a aquella que jugó con él a su antojo. ¿Cómo pudo ser tan ciego? ¿Por qué obvió las señales?

 

A su regreso, Sai sospechó que esa aura repleta de amargura había sido obra y causa de Liev, la bella ninfa de Nakt.

 

Han pasado cinco años desde que Sasuke atravesó ese mal episodio. Se juró a si mismo que nunca más volvería a amar a nadie con la misma fuerza con la que amó a Liev.

 

Pero ahí estaba él, sonriente, bailando con las luciérnagas en la fría noche antes del festejo de la Luna del Cuarto Menguante. Su larga túnica obscurecida por la noche, cantando en su lengua madre bajo las estrellas, su estridente risa rompiendo el viento.

 

Naruto en todo su esplendor, brillando como una bella hada, levantando las manos, girando sobre sus talones.

Estaba enamorado, finalmente reconocía el amor a través de esos preciosos ojos zafiro que en nada se parecían con las frías gemas de ella.

 

Su esposo, Naruto, suyo por un acuerdo que pretendía ser un fastidio para ambas partes y terminó siendo la mejor decisión en su vida.

 

—Llegaremos tarde —Naruto gira su cabeza en dirección al tono fuerte de su cónyuge.

 

Sasuke recargado en un árbol con los brazos cruzados le mira fijamente. La vergüenza se apodera de sus mejillas.

 

— ¡Lo lamento tanto! Son pocas las veces que he visto luciérnagas, en estas temporadas muchas de ellas abundan por estos lares pero no había tenido oportunidad de mirarlas más cerca —. Naruto detiene sus pasos frente al moreno.

 

El Uchiha esboza una pícara sonrisa.

 

—Podríamos tardarnos un poco más…

 

No es necesaria una respuesta contundente, Naruto de repente tiene la espalda sobre el tronco del árbol y las piernas levantadas, debajo de la túnica sólo hay una inocente desnudez.

 

Las manos hábiles de Sasuke se encargan de buscar la puerta al nirvana. Naruto gime sonoramente complaciendo al oído ajeno.

 

A lo lejos, centenares de barcos se dirigen hacía Konoha.

 

Orochimaru despliega la sonrisa más sádica en su haber, a su lado, Kabuto le imita acomodándose el saco de cuero con el escudo de dos serpientes entrelazas, la casa de su amo.

 

 

[4]

 

Gaara termina su recorrido en el área de las torres. Los vigilantes le saludan desde sus posiciones, trece metros más arriba.

Es uno de los tantos invitados especiales en esa noche especial de celebración para las tierras del Fuego.

 

— ¡Capitán, vemos algo a lo lejos! —, antes de marcharse, la voz de uno de los vigilantes lo detiene.

 

El palpitar de su corazón comienza con un vaivén arrítmico.

 

— ¡Qué es!

 

El vigilante intenta persuadir entre la borrosidad del cristal y los movimientos de las olas que es lo que se aproxima a las tierras de su gente.

 

— ¡Parece ser un barco! —alza un grito ahogado.

 

Gaara frunce el ceño. ¿Un barco? Todos los invitados oficiales ya estaban instalados en Konoha, no tenían más invitados, a menos que la reina no se lo hubiese mencionado. Pero no podía ser así, Tsunade no habría dejado pasar información importante como aquella.

 

— ¡No es uno, son varios!

— ¡Qué! —Gaara se trepa a las escaleras de madera de la torre principal. Tiene que verlo con sus propios ojos.

 

No puede ser cierto.

 

Sin embargo, lo es. Cientos de barcos navegan en las aguas tranquilas cubiertas por la Luna del Cuarto Menguante. Están a escasas leguas de tocar tierra firme. El pelirrojo reconoce la insignia en las banderas de los navíos.

 

Serpientes.

 

— ¡Maldición! —da la orden tacita de repicar las campanas.

 

En el centro de Konoha los fuegos artificiales se estrellan en la noche, los vendedores ambulantes, las mujeres y niños danzan armónicamente ignorando la constante llamada de auxilio. Minato y Tsunade sonríen a sus adeptos mientras recorren los largos pasillos terrosos adornados con el fin de celebrar a su máxima deidad.

 

Sasuke folla fieramente a Naruto contra el árbol, gimiendo, aruñando, gritando el nombre del contrario, mientras la invasión es latente.

 

Ninguno de los habitantes de Konohagakure se imagina lo que está por venir.

 

 

[5]

 

— ¿Estás bien, Itachi?

 

El Uchiha intenta asentir más su mirada parca se encuentra en las inquietas olas que trae consigo un mar embravecido. La tranquilidad anterior se ve reemplazada por el temor del mar. Parece que algo anda mal. No quiere alarmar a Deidara que resguarda las playas junto con los otros Akatsuki.

 

— ¡Sharingan! —sus ojos obscuros se bañan de un color escarlata, y lo que ve lo deja atónito.

— ¿Qué sucede Uchiha? —Sasori se acerca al rubio y al azabache con la evidente fatiga en su voz.

— ¡Nos atacan! ¡Alerten a los aldeanos y al rey!

 


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