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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Hola preciosos seres lectores y comentadores, gracias por sus buenas vibras, he respondido todo lo que han dejado -al menos en este fic- los demás comentarios los iré respondiendo en el transcurso del día. Gracias miles por el apoyo, ya no diré más.

 

A leer. 

El cobarde

[1]

 

—Ah…. Sasuke, espera….—Naruto gime dulcemente para los oídos sensibles del Uchiha quien tiene apresadas sus caderas con esas ásperas manos, mientras lo embiste fieramente contra la cama deleitándose con los gestos de placer que descomponen el hermoso rostro del rubio.

 

El alba tocó con sus cálidos dedos cada rincón del reino de Fuego, las labores comenzaron a ejercerse muy entrada la mañana. Los sirvientes iban y venían, ignorando a la pareja que fogosamente volvía a entregarse entre las sabanas y su calor corporal.

 

Naruto no había planeado eso, y Sasuke mucho menos. Todo se dio de manera espontánea. Una sonrisa tímida, unos dedos blancos acariciando su vientre, lenguas que se envuelven en una deliciosa danza erótica y finalmente terminaron engulléndose uno al otro.

 

—Ah… Sasuke. —el rubio se vio presa de una sensación inexplicable que anegó todo su raciocinio, y liberó parte de su esencia en el marcado abdomen de su esposo y algunos hilitos de aperlado semen corrían por su vientre plano como muestra de una candente entrega.

 

Sasuke cae rendido sobre el cuerpo del menor tratando de calmar su respiración agitada. Naruto sonríe bobamente, había perdido la cuenta de las veces que se había entregado a Sasuke.

 

—Vístete, tenemos que asistir al desayuno junto con los demás. —la voz hiel del Uchiha rompe la burbuja amorosa que habían entretejido ambos con sus actos. Naruto se incorpora dolorosamente sobre la cama clavando sus orbes azules sobre su esposo.

—Pero…

—No es una sugerencia, es una orden. —Sasuke sale de la cama, su cuerpo resiente el viento frio de las mañanas a comparación del calor entre las sabanas.

 

Mostrando su desnudez con orgullo varonil se dirige al cuarto de aseo donde las mozas han preparado la enorme tina de piedra volcánica para que se bañen. Naruto baja la cabeza examinando su cuerpo minuciosamente.

 

Un vago suspiro sale de entre sus labios hinchados y más rojos que de costumbre debido a los besos incesantes que Sasuke le propició.

 

—Buenos días…

 

 

[2]

 

Orochimaru, rey de los Mares es conocido por ser un hombre violento y bastante egoísta. Su orgullo precede de su avariciosa familia que durante años quiso hacerse de las tierras de los Uchiha, que pese a no ser totalmente fértiles como las del reino del Fuego, tenían entre sus haberes minas de piedras preciosas, por lo cual la riqueza de esa casa noble se sustentaba en la venta y exportación de dicha minería.

 

Él había tejido un plan para que los Uchiha le dieran parte de sus pertenencias con un matrimonio, pero lamentablemente no había ser con el que él pudiera contraer nupcias.

 

Sin embargo eso no fue impedimento para luego fijarse en un objetivo mucho mayor. Los Namikaze tenían bajo su poder a un hermosísimo creador, que según las malas lenguas, poseía la belleza angelical de su madre y la galantería de su padre. Si bien su búsqueda dio resultados fructíferos, aún faltaba entablar la vieja y traqueteada amistad que mantenía con Tsunade Senju, la Reina Madre del reino de Fuego.

 

Orochimaru envió entonces hace algunos años, a su fiel pupilo: Kabuto. Un chico sin padres ni apellido pero que obedecía y hacia bien su trabajo.

 

No envió ni un cuervo para la Senju, decidió que Kabuto ya podría hacer la labor diplomática por él. Pero, no todo sucede como a uno le gustaría. La vida tiene una forma irónica de hacer las cosas, y eso lo entendió poco después cuando Kabuto volvió con la amarga sonrisa cubriendo su rostro frio.

 

El nieto de Tsunade ya se hallaba comprometido, y para echarle más sal a la herida, un Uchiha se haría cargo de llevarlo al altar.

 

No obstante, como una manera de recompensar su paciencia limitada, aquel matrimonio no se llevó a cabo, y todo porque Itachi Uchiha se había largado con un insignificante escudero de los Uzumaki. Las buenas nuevas llegaron a su reino con renovada algarabía.

 

Orochimaru celebraba su buena fortuna cuando Kabuto, volvió a él con la sonrisa devastada.

 

Naruto Namikaze había sido comprometido otra vez, con Sasuke Uchiha, el rebelde de la familia.

 

—Mi vieja amiga no me mandó una invitación a la boda, es una grosería que no pienso perdonarle. —Orochimaru bebe de su copa de vino agrio mientras sus ojos amarillos se clavan sobre las llamas danzantes de la chimenea.

 

Kabuto a sus espalas se mantiene fielmente a su lado, como un perro faldero. Orochimaru sabe que el muchacho haría cualquier cosa por él, incluso si eso implicaba dar su vida o quitar una por su bien.

 

—Se casaron muy pronto, mi señor. Según dicen rumores en el poblado del Fuego, no hubo cortejo. —dice su voz apática.

 

El viejo rey se acomoda en su butaca de cuero y aspira el aroma de madera y leña quemada que inunda todo el salón.

 

—Así que Sasuke Uchiha… interesante, pero la alegría no durara mucho, mi querido Kabuto. Me encargaré de que esa felicidad sea perecedera. —la sonrisa de víbora baila sobre sus labios secos. Tsunade no volvería a negarle la mano de su nieto.

 

Él se haría con las tierras del Fuego.

 

 

[3]

 

Desmonta su caballo, apenas sus pies tocan la tierra ceniza, y ya siente el sudor descender por la espalda y el cuello. Itachi toma su pañuelo blanco, limpia algunas gotas aperladas que le impiden tener buena visión. El tramo recorrido fue lo bastante extenuante como para seguir cabalgando, su caballo además estaba agotado igual que él.

 

—Pensé que no llegarías hasta el atardecer. —la voz taciturna de Deidara llega a sus oídos, Itachi chasquea la lengua.

—Eso pensaba también. —responde desinteresado. Deidara emite un lánguido suspiro dándose la vuelta para dirigirse a la choza en la que de momento habitan.

Su vida a lado de Itachi no era ni la mitad de interesante a como se la imaginaba. Itachi Uchiha no era un hombre cariñoso, ni mucho menos comprensivo. Deidara tuvo que aprender a las malas a lidiar con el pendenciero carácter del Uchiha.

 

—Prepare algo para cenar. —Deidara entra a la choza detrás de Itachi, la espalda masculina es lo único visible para él.

 

Itachi apresura el paso para entrar al cuarto de aseo, sin mediar palabra con el rubio, le cierra la puerta en las narices. Deidara se queda tontamente frente a la madera pulida, no tiene idea de que hacer o que decirle a Itachi, simplemente se limita a suspirar profundamente.

 

—No tengo hambre. —la voz dura de Itachi le ocasiona un suave respingo. Deidara se lleva una mano al pecho tranquilizando el errático golpeteo.

—Pero…

—Dije que no tengo hambre. —repite el Uchiha.

 

Deidara Uzumaki se aleja de la puerta con paso firme pero con los ojos anegados en lágrimas que pugnan por salir de sus cuencas.

 

Todo fue una pésima idea, una muy mala obra de su parte: enamorarse del prometido de su primo. Al que por cierto, conocía de nada pero envidiaba en la lejanía.

 

Naruto era la versión maravillosa de su tía Kushina y un sueño creado a base de pluma y pincel. La belleza que heredó por parte de sus progenitores lo convirtió en una presa fácil para cazar pretendientes alrededor del mundo. Deidara no se había pronunciado ni a favor ni en contra de su primo, pese a que envidiaba su suerte.

 

Pero una noche, la más fría de todas en el reino de Fuego, un gallardo hombre apareció en los rincones de la tierra caliente con su cabello ébano revuelto por el aire y una sonrisa traviesa.

 

Sin saber que pertenecía a la casa Uchiha, Deidara se decidió a conocerlo, por primera vez se sentía atraído hacia una persona, algo extraño en su persona, considerando lo orgulloso que era para siquiera entablar alguna charla con alguien ajeno a su familia.

 

Itachi apareció en una nube de promesas y besos suaves. Luego de confesarle quien era realmente, Deidara por primera vez sintió un terrible miedo a perderlo. Itachi no conocía a Naruto, y estaba casi seguro de que al verlo quedaría prendado del Namikaze como todo el reino.

 

Y no lo pensó mucho en aquella ocasión en la que habló pestes de Naruto, y afeo esa imagen hermosa que Itachi tenía en su cabeza sobre su prometido.

 

Antes de que la boda se celebrara, ambos estaban partiendo muy lejos del reino de Fuego. Deidara en aquella ocasión se sintió triunfador por su poco articulado plan.  

 

La luna de miel, sin embargo, no tenía la dulzura de una ni el príncipe que había creído que era Itachi. Al poco tiempo de huir, por rumores de algunos pobladores, tanto Itachi como él se enteraron de lo que los Uchiha habían hecho.

 

Itachi quería volver al reino de Fuego, ahora que sabía que su hermoso prometido estaba lustrosamente casado con su hermano menor.

 

 

[4]

 

Naruto observa las montañas lejanas de su reino, se alzan entre bosquejos de suave hierba y plantas de todas las especies. Le gusta pasearse por aquel risco y sentir el aire puro sobre su rostro, aspirar el aroma de las flores. Y por supuesto, la soledad que el lugar profiere.

 

Mientras camina a paso corto, recuerda la noche de bodas a lado de Sasuke, un sonrojo cubre sus mejillas cuando evoca esos pensamientos impuros donde el Uchiha lo manosea y besa cada parte de su cuerpo.

 

—Lamento la demora, pero tenía que asegurarme de que nadie me siguiera. —Ino trae entre las manos un cuenco de madera en el que reposan algunas hierbas húmedas.

 

Naruto detiene su andar para dirigir sus expresivos ojos azules a la presencia de su rubia amiga.

 

—Espero que la Diosa Kaguya no me castigue por esto. —Naruto dice abatido con el semblante tristón. Ino le esboza una bonita sonrisa para darle ánimos.

— ¿Estás seguro que quieres hacerlo?

 

El príncipe mira el cuenco demasiado pensativo. No, no estaba seguro pero tenía que hacerlo. Él no iba a traer un niño al mundo rodeado de un amor vacío. Quería embarazarse cuando llegara el momento, cuando ambos padres se amaran lo suficiente como para poder darle estabilidad a su futura familia.

 

Y honestamente, aunque Sasuke había demostrado que gustaba de él en el aspecto carnal, no lo amaba. Naruto tampoco lo amaba, así que la descendencia podía esperar un poco.

 

—Sí, ¿qué tengo que hacer? —cuestiona con amplia curiosidad. Ino desplaza una mueca vacilante.

—Sólo tienes que beberlo, pero tienes que ser cuidadoso, la sacerdotisa me dijo que sólo puedes hacerlo tres veces en un mes, así que procura intimar con él esa cantidad o de lo contrario podrías verte afectado.

 

Naruto muerde su labio inferior. ¿Tres veces? Bueno, sólo tenía que ser sigiloso y no provocar a Sasuke para que no lo tome más de esa cantidad, o correría el peligro de quedar en cinta.

 

—Está bien, entonces…

—Bébelo. —insta Ino, le alcanza el cuenco a Naruto, el joven príncipe lo toma entre sus manos. Antes de darle el primer sorbo, mira a los ojos a su amiga para darse valor.

 

 

APENDICE:

Sobre la religión en los cinco reinos.

Se adora a la Diosa de la Luna, Kaguya: se le conoce como diosa de la abundancia, el amor y la fertilidad.

Dios de los Seis: (no es necesario explicar de donde lo saque, las que ven el anime saben por qué se llama así): hijo de Kaguya, dios de la sabiduría, la lealtad y fidelidad.

Dios del Fuego: Kurama, padre del Dios de los Seis y amante de la Diosa Kaguya, es el dios del erotismo, la lujuria y la ira.

Té de clavo (el que Ino le da a beber a Naruto): tiene propiedades curativas, además de que se usa como un método anticonceptivo para mujeres y creadores, tiene que beberse horas después de la relación sexual, si se bebe dos días después, ya no funciona. 

 


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