La guerra había terminado y todos aquellos reclutados volvían a sus casas, abrazando a sus familias mientras lloraban de emoción por haber vuelto y poder verlos otra vez. El país entero no dudo en sumirse celebración por el triunfo de otra inútil guerra.
Excepto tú…
Tú estabas acotado en tu cama, con los ojos hinchados por el llanto y unas ojeras que afirmaban que no habías podido dormir en toda la noche (al saber que la guerra había terminado no dormiste esperando noticas de Loga).
Esa mañana te habían informado que tu esposo había muerto en batalla, sentiste tu mundo caer de un segundo a otro pero evitaste mostrarte débil ante aquel hombre que solo te entrego aquel collar antes de retirarse y darte sus condolecías.
Toda esa tarde solo te dedicaste a mirar la chapa de aquel collar, esperando que todo fuera una equivocación, que el llegara en cualquier momento, pero sabes perfectamente que eso no pasara. Pasaste tu pulgar por ella sintiendo los dígitos que tenia grabados, pronunciando el nombre del dueño de aquel objeto.
“Loga” repetiste, pudiendo sentir como las lagrimas volvían a juntarse en tus ojos, reprimiste un sollozo y resguardaste la chapa en tu puño.
El recuerdo de cuando lo reclutaron volvió a tu mente. Fue tan solo unos cuantos años atrás, cuando acaban de mudarse a unos suburbios a las afueras de D.C, solo llevaban unas semanas ahí cuando los de reclutamiento tocaron a su puerta. Te buscan a ti, Peter Maximoff era por quien aquel hombre preguntaba, pero Loga se negó a que fueras a pelear, decidió sustituirte. Le suplicaste que no se fuera, que no era su obligación; pero el tipo era terco y haría todo para protegerte.
Soltaste una pequeña risa al recordarlo, al recordar lo momentos antes de todo eso; risa inevitablemente no tardo mucho en convertirse en llanto al recordar todo por lo que habían pasado juntos: el cómo se habían conocido, su primera cita, su primer beso, el presentarlo con tus padres, la propuesta de matrimonio, su boda, su mudanza y el enterarse que serian padres. Tal vez fue eso ultimo lo que provoco que el llanto se intensificara pues ese recuerdo solo traía a tu mente todos aquellos en los que el pequeño te pedía que le contaras sobre su padre y el rostro de alegría y admiración que este ponía al oír sobre él, sus sonrías al ver el álbum de fotos, los dibujos que el pequeño realizaba en los que están los tres juntos por primera vez (que el pequeño tenia pegados en su habitación) y sus insistentes preguntas sobre cuándo podría su padre volver a casa.
Estabas harto de llorar, pero no te quedaba más que hacer, necesitabas desahogarte de alguna forma antes de tener que enfrentar todo lo que estaba por venir.
Viste el reloj el cual marcaba las 3:30, te levantes y decidiste deshacerte de cualquier rastro de haber llorado. Tu hijo llegaría pronto de la escuela y sabias lo que pasaría cuando el viera como los demás habían vuelto. El pequeño en su inocencia no dudaría en hacer esas preguntas que sabias te ropería el alma.
¿Cómo le explicarías a tu pequeño que su padre no volvería jamás a su hogar?