Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tempel der Meere por Kaiku_kun

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Muy buenas :) ya han vuelto a pasar los tres días y aquí aparezco mágicamente cual espíritu (guiño-guiño) a presentar el nuevo capítulo jeje
No es que tenga mucho misterio el título ni quién va a aparecer, pero su momentazo es chulo jeje

Muchas gracias a todos los que os tomáis la molestia de leerme. Para mí es importante saber que hay quien me sigue, porque sino me pierdo y no sé cuando subir actualizaciones jajaja

Sin más dilación...

3. Erdgeist ("Espíritu de la tierra")

 

Aquel chico parecía mayor que Dylan. Pelo corto, castaño, mirada fría y tranquila, bastante alto. No parecía que fuera muy musculoso, pero tenía una parte del tórax hecha como de roca, porque era oscura.

—Hola —saludó como si nada pasara—. Me llamo Edgard. ¿Habéis visto por aquí un espíritu del aire jovencito?
—No, no, aquí las preguntas las hacemos nosotros —replicó Bruno. Dylan se sorprendió de la fiereza que presentaba su amigo secuestrado—. ¿Has sido tú el causante de todos los terremotos? Eres un espíritu, ¿a que sí?

El tal Edgard se quedó quieto un segundo, sin cambiar la cara, pero moviéndose como si estuviera incómodo.

—Pues sí, lo siento. Cada vez que me transformo y toco la tierra ocurre esto. Soy un espíritu de la tierra. Vivo unas islas más allá, con mi familia.
La sinceridad de Edgard aplacó un poco a Bruno, que se lo miraba entre mosqueado y curioso. Dylan se preguntó cuándo habían pasado de querer salvar al chico a hacerle un interrogatorio. Pero solamente con verlo bastaba para saber que Edgard era un espíritu y, bueno, también se notaba que había sido el causante de los temblores.

Para qué negarlo, Dylan estaba fascinado de encontrar por fin a otro espíritu, además de Elio. Siempre había pensado que el mundo tenía que estar lleno de espíritus de muchos tipos, como le había contado a Bruno mientras llegaban a Grecia, pero nunca había podido comprobarlo por sí mismo.

Edgard seguía esperando una respuesta. Cuando Dylan sintió su mirada, reaccionó, algo cohibido.

—Te-te refieres a Elio, ¿verdad?
—¿Le conoces?
—Bueno, sí, nos hemos visto un par de veces. —Y en ese momento pasó de cohibido a incómodo por… bueno, el sexo—. ¿Por qué le buscas?
—Tenía ganas de verle. Hacía días que no podía quitarme a mi familia de encima.

Bruno les miró a ambos conversar. Dylan estaba incómodo y Edgard… bueno, no aparentaba ningún sentimiento, pero parecía dispuesto a encontrar a Elio.

—Eh, esto… Dylan… ¿puedo hablar con Edgard un segundo? Asolas.
—¿Y Elio? —preguntó de nuevo Edgard.
—Está en mi casa —contestó Dylan, analizando la extraña petición de Bruno—. Voy a ir a buscarle.

Bruno asintió y vio cómo Dylan pasaba a ser agua y desaparecía por el borde del acantilado. Se encaró a Edgard, entonces.

—¿Podrías llevarme a casa de Elio? —le pidió.
—Sé dónde está, más o menos, pero nunca he entrado.
—¿Vamos andando? No quiero imaginarme en qué te transformarías.

Por vez primera, Edgard esbozó una sonrisa afable e invitó a Bruno a caminar por el llano, haciendo un ademán con el brazo.

—¿De qué conoces a Elio? —preguntó Bruno, sin muchas ganas de ser formal.
—Es un amigo. Hace tiempo que nos conocemos. —La sonrisa se esfumó.
—Ya… Bueno, no te preocupes, Dylan es buena persona… ¡Perdón! Buen espíritu.

Edgard se rio, algo sorprendido por esa corrección, y entonces le miró de arriba abajo. Hacía mucho tiempo que no oía la palabra “persona” y ya sabía por qué.

—Eres un humano… Vaya, no me había dado cuenta. Hacía siglos que no veía uno. ¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí?
—Bueno, em… Dylan me secuestró en un intento de ligar conmigo. —Edgard se rio suavemente, con ese tono de curiosidad—. Sí, es un poco embarazoso… Pero le he estado ayudando. Necesita encontrar pareja.

Y, de nuevo, Edgard se sumió en el silencio serio. Miró al humano de reojo varias veces. Parecía bueno. Decidió apostar por él:

—Me gusta Elio —dijo simplemente, mirando al frente para que no se notara que se había puesto algo rojo.
—Oh, lo sé. Por eso he echado a Dylan. Quería hablar contigo.
—Vaya, ¿tanto se me nota?
—No mucho, tranquilo. Pero vivo rodeado de gente que se gusta y he aprendido a verlo. Has mencionado demasiado a Elio, delante de Dylan. Por eso lo he sabido.

Hubo un silencio un tanto incómodo hasta que llegaron a un recoveco del llano. Desde allí se veía una cueva, más bien un pequeño refugio rocoso. A Bruno no le dieron ningunas ganas de acercarse a esa cueva. Si era la casa de Elio, se figuraba que aún tendría “esencia” suya y de Dylan por ahí.

—Es esa cueva —dijo Edgard—. Pero no quiero entrar.
—Ni yo.
—¿Por qué?
—¿Eh? ¡Ah! Pues… —balbuceó, sorprendido—. ¿Por qué no quieres entrar tú?
—Porque no es mi casa y porque… me embriaga su aroma. Y me duele sentirla. —Bruno miró a Edgard con sentido cariño y comprensión, en esos instantes—. Además… Elio, cuando no está conmigo, se vuelve muy inocente y atrevido y… quiere seducir a todo espíritu que se le acerque. No quiero tener que sentir el aroma de un desconocido. No me imagino qué habrá hecho esta vez, si se ha ido…
“Por desgracia, yo sí”, pensó Bruno, abochornado.
—Bueno, no se ha ido —puntualizó Bruno—. Ha huido a casa de Dylan porque se pensaba que la isla se hundía.
—Supongo. Aunque ya debería de conocer mis apariciones…
—Quizás no se ha acordado.

Bruno dijo eso casi sin pensar. Miró a Edgard inmediatamente, como si se disculpase con la mirada, pero el espíritu de la tierra solamente miraba impasible la casa de Elio. Estaba seguro de que, por dentro, Edgard lo debía de estar pasando fatal.

* * *


Dylan llegó al Templo del Mar algo agotado de tanto viajecito.

—¿Elio? ¿Estás por aquí?

No obtuvo respuesta, así que deambuló por la casa en su forma de agua, buscándole. Le encontró medio dormido en su cama, tapado con la manta especial para evitar la humedad del cuerpo de Dylan.

—Elio, bonito —le dijo, moviéndole un poco el brazo. Estaba tan adorable dormido que parecía que le estuviese diciendo que le devorase de nuevo—. Vamos, despierta. Un amigo tuyo ha venido a verte.

El espíritu del aire se removió un poco en su sitio y luego se incorporó en la cama, rascándose un ojo, para despertarse. Era una imagen realmente adorable que Dylan no pudo evitar de responder con una sonrisa embelesada.

—¿Quién es?
—Se llama Edgard.
—¿Ha venido Edgard? —Parecía como si se hubiera desperezado de repente, entre alegre y sorprendido—. Pues… ¡pues no quiero verle!

Se desmaterializó y voló por la casa, intentando eludir a Dylan. Éste le persiguió un poco desde el interior, pero era más lento que Elio moviéndose.

—¿Por qué no quieres verle? Es tu amigo, ¿no? ¿Ha pasado algo malo?

Elio se materializó de nuevo en una de las puertas exteriores, reclinado tristemente en el marco esa puerta.

—No, es buen amigo.
—¿Entonces?
—Es que estando con él me dan ganas de ser mayor, como él…
—¿Y no quieres?
—Sí, pero también quiero ser como soy. Y parece que no le acaba de gustar.

Su voz tristona enterneció a Dylan (sí, aún más) y no pudo evitar abrazar a Elio. Era tan agradable estar con él… Pero Dylan tenía que ser firme. Sabía que era su dinamismo y su sensualidad lo que le hacían hacer esa clase de chorradas, y no el amor. Ya le había dicho a Bruno que había resultado menos satisfactorio de lo que había pensado.

—Creo que sí le gusta —le susurró Dylan—. Pero a lo mejor haces algo que le duele.

Elio alzó sus ojazos azules para buscar los de Dylan y, de nuevo, éste parecía que iba a colapsar de nuevo en cualquier momento y llevárselo a la cama. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para solamente sostenerle la mirada.

—Quizás tengas razón… Quiero ver a Edgard.
—Así me gusta.

Ambos se transformaron en el elemento que representaban y abandonaron el Templo, de nuevo hacia los acantilados.

* * *


Edgard no había vuelto a decir nada, solamente se había puesto a andar por los alrededores. Bruno le miraba con culpabilidad, por haber sido tan insensible. Tuvo que haber pasado media hora más para que el espíritu hablase de nuevo.

—Sé que no lo has dicho queriendo.
—Sí, yo… lo siento… de nuevo.
—Estaba pensando en otra cosa.
—¿Puedo preguntar…?
—Mi familia. No les gusta que me vea con un espíritu que no sea de la tierra. Es como si no lo pudieran considerar de la familia.
—A Dylan le pasó algo favorito y se fue de su casa. ¿No podrías hacer algo similar?
—Pero… Es mi familia… —dijo, algo letárgico.
—Una familia que no acepta tus deseos. Deberían.

Bruno pudo ver cómo la cara de Edgard se acentuaba en enfado a la par que con emoción contenida. El joven se apostó un euro consigo mismo a que solamente había expresado lo que hacía tiempo Edgard ya pensaba. De hecho, parecía que solamente le hacía falta la aprobación de un amigo para salir por patas de su casa.

Entonces un montón de temblores hicieron poner en alerta a Edgard, mientras que Bruno solamente supo caerse. Cuando abrió los ojos, después de comerse el suelo, se encontró con un montón más de “Edgards”. Eran espíritus con tonalidades muy parecidas a la suya, aunque parecían más emotivos, cabreados o con cara burlona.

—Vaya, vaya, así que has vuelto a ver a ese crío del aire —dijo uno de ellos—. Mi hermanito pequeño es un blandengue. Oye, déjale ya, no vale la pena. Se va a seguir tirando a todo lo que se menee.

Bruno tragó saliva. Rezaba porque Dylan y Elio no aparecieran en esos momentos.

—Me da igual lo que pienses. Lo que piense toda la familia. Le quiero y quiero estar con él. Y no quiero que os metáis en medio. —Y pensar que todo eso lo había dicho casi sin cambiar la expresión de su rostro…

Otro par de espíritus, parecidos al primer hermano de Edgard, se echaron a reír, mientras el primero hacía señales burlonas con la cara y las manos. Le estaban llamando débil, gallina y aprovechado.

Entonces apareció uno más mayor. Se le notaban las arrugas y el pelo no era de ese castaño tan intenso, pero su fisonomía era casi idéntica a la del resto.

—Y ¿qué vas a hacer? ¿Abandonarnos? Somos tu única familia. Debes estar con nosotros.
—Debo, pero no quiero. Siempre me habéis negado todo lo que he querido, lo que he necesitado. Pero esto se acabó. Quiero que os vayáis. No voy a renunciar a Elio solamente por complaceros durante el poco tiempo que vais a estar contentos conmigo. No vale la pena.
—Veo que has tomado tu decisión —dijo el mayor, con cara de comprensión y aceptación—. De acuerdo. Vete con ese espíritu. Cuando quieras volver, tendrás tu hueco. Pero no vengas con ese crío.

De nuevo, los temblores volvieron y sacudieron a Bruno hasta hacerle caer una vez más al suelo. Esta vez, por eso, pudo ver cómo un espíritu de la tierra se desplazaba: se convertían en una roca moldeada y salían propulsados como si fueran la bala de un cañón. El choque contra el suelo dejaba un cráter y causaba los temblores. Era una forma de desplazarse un tanto brusca, pero igual de eficaz que la de Dylan o Elio.

—Pues ya está. Ya me he quedado solo —suspiró Edgard.
—No estás solo, tienes a Elio y a Dylan.
—¿Y tú?
—Bueno, yo no pertenezco a este mundo. Cuando acabe de ayudar a Dylan, me iré.
—Entiendo. —Hizo una pausa en la que mostró algo de preocupación—. ¿Y si Elio no me acepta?
—Tienes que tener confianza. Os conocéis, hacéis buenas migas… Entenderá lo que sientes, de verdad —le aseguró Bruno, aunque él mismo aún dudaba de que fuera a funcionar.

Caminaron hacia el llano de nuevo, en silencio. Allí, Elio y Dylan acababan de materializarse cerca del acantilado. Cuando el primero vio a Edgard, volvió a hacerse aire y se lanzó hacia el seriote espíritu de la tierra.

—¡Edgard! ¡Estás aquí! ¡Te he echado de menos!

A medio metro de su víctima, Elio se materializó de nuevo y chocó contra un sorprendido Edgard. La inercia del choque hizo que dieran vueltas sobre sí mismos en un abrazo adorable y divertido a la vez. Bruno se rio con ganas por la cara de sorpresa y de vergüenza de Edgard, mientras miraba a Dylan. Él parecía alegre y algo decepcionado al mismo tiempo.

—Hacía mucho que no venías —dijo Elio—. ¿Por qué no has venido antes?
—Bueno, es que mi familia no me dejaba. —Luego miró a Bruno un instante y éste levantó el pulgar en señal de aprobación—. Pero ya no ocurrirá más. Quiero quedarme contigo.
—¿De veras? ¡Eso es genial! ¡Vamos a celebrarlo!

Los otros tres presentes pusieron cara de asombro y tensión a la vez, por la rapidez de Elio por ofrecer su cama a un conocido.

—¡No, para! No quiero que lo hagas así.
—Eres un aguafiestas… ¡Pero si Dylan se lo ha pasado muy bien hace un rato! —Edgard miró con llamas en los ojos a Dylan, que dio un paso atrás con las manos protegiendo su pecho. Elio se dio cuenta de lo que acababa de decir y volvió a tirar de Edgard. —Lo siento, sé que no debía, pero… —se disculpó el joven. De repente, su voz ya no sonaba tan infantil—. Es que me apetecía y tú nunca… no sé, no te gusto…

En ese momento, Dylan desapareció convertido en agua, para desplazarse hasta el otro lado del llano y Bruno salió corriendo tras él, para dejar sola a la parejita.

—Elio… —Edgar subió a Elio en una plataforma de tierra para poder mirarle a los ojos—. Pues claro que me gustas. No dejo de pensar en ti todo el tiempo que estoy lejos de esta isla. Y yo… quiero que te des cuenta que para mí es algo muy importante. Que eres muy importante.

Elio le escuchó atentamente y fue poniendo cara de disculpa, emocionado. Poco a poco, un cambio en él se produjo. Se hizo físicamente más grande. No tanto como Edgard, pero lo suficiente para no necesitar esa plataforma.

—¿Me quieres? ¿Me quieres de verdad?
—Te quiero. Y quiero hacer de nuestra relación algo que tenga calma. Que no vayamos deprisa. Si tú quieres.
—¡Pues claro que quiero!

Y se lanzó a brazos de Edgard de nuevo, adquiriendo de nuevo una forma más infantil.

A lo lejos, Bruno y Dylan observaban atentamente aquella escena tan tierna. Ambos se sorprendieron por los cambios de forma de Elio dependiendo de la madurez con que se trataba el momento.

—Pues era cierto lo que me ha dicho antes. Realmente Edgard le da ganas de ser mayor…
—¿De veras te ha dicho eso? ¡Vaya uno! Siempre tan literal…

Bruno entonces empezó a notar calor. Pero así, de golpe, muy intensamente. Buscó la razón, mirando a todas partes, pero antes de que se diera cuenta, había perdido su cuerpo de nuevo.

—¡Dylan! ¡¿Qué es esto?!
—¡Bruno!

Pero oyó su nombre en la lejanía. No podía ver nada a parte de un rojo intenso y amarillo a su alrededor, y parecía como si tiraran de él. Probó de dar manotazos al aire, pero es que no tenía cuerpo. Alguien se había transformado en algo no físico y le había arrastrado con él.

—¡Te vendremos a buscar, no te preocupes! —oyó que gritaba Dylan, aunque ya casi era inaudible.
—Inocentes… —dijo una voz a su alrededor.
—¿Qué…? ¿Quién eres tú? ¡Quiero que me devuelvas con Dylan!
—Pues no va a suceder. Eres un humano… y nos encanta deleitarnos con humanos en nuestra familia. Estáis deliciosos.
—¡Maldito espíritu loco! ¡Suéltame!
—Tampoco va a poder ser. No nos gustan los platos aplastados contra el mar. Demasiado salado y poco sabroso, ya sabes. Ahora más te vale dormirte.

Bruno se negaba en rotundo, pero no fue una opción. Sintió todo su ser entumecerse y no tardó en perder la noción del espacio, el tiempo y todas sus sensaciones fueron anuladas.

Notas finales:

De nuevo muchas gracias por leer, y como siempre, si queréis leer más, tenéis varios originales míos colgados en mi perfil, entre los otros MUCHOS fics que tengo en mi perfil. Siempre podéis buscaros los más cortos jaja que hay algunos que se leen en un momento :)

¡Hasta pronto, y mucho yaoi!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).