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Ingenuo [KunWin] [NCT] por Kuromitsu

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La última vez que revisó la hora en su teléfono este le indicó que eran más de las cuatro de la madrugada. Era el tiempo idóneo para dormir unas horas antes de que el amanecer llegase y con él la inminente vuelta a la rutina del día lunes: correr de un lado para otro, hacer proyectos, estudiar, comer apenas entre las muchas cosas que debía hacer y, si alcanzaba, mandarle algún mensaje a SiCheng preguntando cómo se encontraba su día y si acaso podían reunirse más tarde, para comer algo en las afueras de la universidad antes de despedirse hasta la llegada de un nuevo día.

Pero no podía todavía dormir para ello porque el menor se encontraba precisamente ahí, en medio de la madrugada, entre sus sábanas después de haber bebido de más y con una confesión que se demoró demasiado en procesar.

“Besé a Yuta”

Inspiró y espiró lentamente. SiCheng no le devolvió la mirada. No sabía que estuviese interesado en hombres, y menos que ya tuviese a uno en mente; de hecho, de que tuviese memoria el de cabellos negros jamás había tenido alguna experiencia amorosa previa.

SiCheng era su mejor amigo. Su compañero en todo. La persona con la que realmente podía ser él mismo y dejarse llevar, sabiendo que alguien tan único y fascinante como él no le juzgaría de mala forma, al contrario.

Pero el miedo y el temblor en la voz del menor cuando confesó el haber besado a otra persona o mejor dicho, a otro hombre a quien conocía bien —Yuta era un chico de intercambio en la unidad de ciencias biomédicas, un verdadero prodigio que estaba por cumplir su período y devolverse a Japón, maldición, pero que no había sido lo suficientemente rápido en irse de una vez por todas—, le reveló que tal vez SiCheng no sentía el mismo grado de confianza que él sí sentía. Que tal vez no estaba cómodo en su presencia, o que incluso ni siquiera le consideraba una persona cercana.

Y eso, más que los celos que le carcomían las entrañas porque vaya que quería esos dulces labios solo para él, dolió profundamente.

—No, no incurriste en un error —le aseguró, demasiado afligido como para acariciarle los cabellos como antes. Era más fácil si mantenía las distancias—. Si tú querías… si querías besarlo, entonces no tiene por qué ser una equivocación, SiCheng…

—¿No lo fue? ¿Seguro?

Tembló cuando sus miradas al fin se encontraron. Una pequeña esperanza asomó a las pupilas profundas de su amigo, como si esperara una confirmación y como si tuviese al mismo tiempo miedo de escucharla.

Un nudo se le formó en la garganta de solo imaginarse a SiCheng coqueteando a otro, acariciando a otro, besando a otro; pero logró realizar una sonrisa natural para asegurarle que todo estaría bien. Lo más importante ahí era que él estuviese tranquilo, feliz y que se sintiera comprendido por hacer algo tan difícil como salir del armario; eso era algo mucho más relevante que sus propios sentimientos. Quizá era un idiota o…

—Te lo prometo. No te arrepientas de ello.

Tal vez solo le quería demasiado.

—Gracias… por ser sincero conmigo, Kun-ge.

Mientras le veía cerrar los ojos en medio de la madrugada, Kun se preguntó si acaso esa última frase la había dicho con intenciones de calmar a SiCheng o si acaso estaba dirigida hacia sí mismo. Algún tipo de consuelo, de frase tranquilizadora para que no se arrepintiera de lo que hizo aquella noche, mientras cerraba la puerta de su habitación y se iba a dormir en el incómodo sofá de su sala de estar. No quería interrumpir lo que SiCheng sentía por Yuta, por eso se aseguró de acallar las ganas impulsivas que tenía de confesar sus sentimientos por el menor.

Solo en la quietud de la noche, fue capaz de susurrarlo.

Te adoro, SiCheng”

Pero esta vez, guardar sus sentimientos fue más doloroso que nunca, porque se aseguró de sellar aquella frase y tantas más de amor en lo más profundo de su corazón.

Esta vez sería de forma permanente. 


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