Tokyo, Japón
—Bien Itachi, cerramos trato con esa empresa.
—Aja…
—¿Por qué tan distraído? —reclamó su atención el Alfa con cara de tiburón.
—Nada que te importe —dijo el azabache con fríos ojos negros—. Es mi asunto.
—¿Deidara? —dijo en un suspiro.
—¡No te importa! —gruñó.
—Para lo que te quiero ayudar, cabrón —se había enojado—. El lavado de dinero ha salido bien y está en tu cuenta, espero que te muevas con el cuidado de siempre y te mantengas en las sombras.
—Ya lo sé, Kisame —dijo mordiéndose la lengua—. Soy el multimillonario Itachi Uchiha, quien maneja las súper empresas de sus padres y no dejaría que supieran que soy un maldito yakuza —dijo sarcástico.
—Vete a la mierda.
El Alfa se dio la vuelta y dejó a un Itachi muy irritado.
No quería contestarle mal a su mejor amigo, era solo que estaba irritado desde varios días atrás, su familia seguía presionando para casarlo con alguien desconocido y él ya estaba con Deidara…
Si solo sus papás supieran todo lo malo que hacía, estarían tan decepcionados, pensaban que tenían dos hermosos hijos, uno empresario —mafioso— y el otro policía de élite.
A veces era divertido que Sasuke fuera un policía y que él hiciera tantas maldades bajo sus narices. Era tentar al diablo y lo sabía pero ya llevaba toda una vida dentro de Akatsuki, simplemente no estaba para dejarlo.
Trató de relajarse y vio hacia su escritorio, ahí tenía una foto que acaricio suavemente.
—Oh Minato, mi lindo Minato…
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—¡¡Tobi!! —gritó la única chica del grupo al entrar en su habitación, él se sobresaltó y trató de taparse la cara pero Konan lo vio.
—Oh… estabas viendo esa cara fea que te manejas —se burló Hidan y el frunció el ceño.
—¿Que no solo venían tú y Yahiko? —preguntó al agarrar su máscara y ponérsela.
—¿Qué quieres que te diga? Hidan y Sasori se me pegaron —contestó ella.
—Bien —murmuró sin ganas.
Konan se acercó y le golpeó el hombro fuertemente.
—No le hagas caso a Hidan tu cara no es tan mala.
Se dio la vuelta y señaló el camino y Konan suspiró, comenzó a caminar y en el pasillo vio a Pain fumando y también le dio la señal de que los siguiera, el comenzó a moverse.
Todavía recordaba cómo su cara había quedado deformada.
—Maldita tigre —dijo en un susurro
“—Mátala —ordenó Kakuzu.
Él agarró su pistola y se acercó mientras Kakuzu se alejaba con el cachorro, vio a la tigresa querer pararse y él no lo iba a permitir, oh claro que no, la empujo pero aun así ella era fuerte y le dio lucha parándose y gruñéndole, el maldijo por ser un Beta y no tener la fuerza de un Alfa, apunto pero la bala se desvió del objetivo y la tigresa avanzó, le dio un zarpazo en el brazo y lo empujó por lo que cayó arrodillado y trató de defenderse, pero la tigresa le dio un zarpazo directo en la cara.
Gritó con dolor y vio rojo, sabía que la mitad de su rostro había quedado destrozada. Con toda la rabia que tuvo, le dio un puñetazo y la empujó, apuntó y le dio un disparo acertado en la cabeza”
Esa había sido la victoria más especial porque había matado “a la maldita” que lo había dejado así.
Sonrió de lado. Sí, todavía sentía su victoria muy presente.
Vio las grandes puertas corredizas del templo y supo que había llegado.
—Orochimaru-sama les espera.
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Zetsu estaba en el regazo de su jefe mientras este le comía la boca y le tocaba el trasero descaradamente, el gemía contra la boca ajena y se restregaba ansioso, estaba por entrar en celo y su jefe olía tan bien.
—Tranquilo puta —dijo con tono frío y sus ojos de serpientes lo miraron grosero—, tenemos visitas.
Zetsu se dio cuenta de que tanto Pain como Konan estaban ahí y con mal humor se desmontó del regazo de su jefe y comenzó a caminar en dirección a esos dos para pasar llevándose a Konan por la estúpida interrupción.
—Pequeña perra —dijo malhumorada Konan.
—Quieta —rugió Orochimaru—. Viniste por algo ¿no?
Konan vio a su jefe y supo que aunque pasaran los años ese sujeto nunca iba a cambiar, siempre se miraba la serpiente astuta que era y cuánto veneno cargaba.
—Pain me tiene harta, ¿puedo dejarlo aquí y que sea, no sé vendedor de prostitutas?
—No me sirve aquí.
—Ni a mí me sirve allá.
—Niña malcriada —se paró de su asiento y dejó ver su exótica y fuerte figura—. Cuando me pediste salir de este mundo para irte a uno más relajado te lo di, y ahora me vienes exigiendo más, no me gusta —dijo ronco y con poder, calculando cada palabra, preparado para atacar.
—Quiero a Pain fuera —dijo metiendo más presión—. No quiero sus manos en mis Omegas, más en Naruto.
—¿Naruto qué? —dijo otra voz que acaba de entrar y Konan volteó a ver reconociendo a Itachi.
—Fuera —rugió Orochimaru e Itachi le miró desafiante para luego asentir y salir, lanzado una mirada de advertencia a Pain.
—Te meteré con Kisame, él tiene una casa de prostitutas en la zona roja, trabajarás ahí, ahora váyanse, tengo asuntos más importantes que resolver.
—Sí —dijo Konan.
—Ah y Konan —ella se detuvo—, te quedas aquí por unas semanas tengo trabajo aquí, es tu castigo —la fulminó con la mirada y ella arrugó su boca sin decir nada más para luego irse furiosa de ahí.
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—No hay bebé, de nuevo —dijo Deidara votando la prueba de embarazo que tenía.
—Y no creo que haya uno nunca.
Volteó enojado a ver al que se atrevía a decirle eso pero vio a su mejor amigo y se sintió alegre, olvidando lo de su “no embarazo”.
—Maldita loca —gritó y se abalanzó contra el pequeño Omega pelirrojo haciendo que lo cargara.
Aunque ambos eran Omegas Deidara era un poco más grande y Sasori estuvo por caerse.
—Sí, me da gusto igual —ironizó.
Se apartó de él y lo vio feliz.
Sasori le señaló la prueba de embarazo y Deidara rodó los ojos.
—Llevamos intentándolo por años ¿y sabes qué? Ya me canse, no es lo mío darle cachorros a Itachi, así que no me importa.
—Eso es triste… creo.
—Tan antipático como siempre, la verdad, no te extrañe pa-ra na-da —dijo lento y Sasori le vio mal.
—Como tú quieras.
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Se estaban comiendo la boca fogosamente, el Alfa más alto agarró el trasero de su presa mientras lo escuchaba gruñir contra sus labios. Restregó su pene contra el otro, mientras desordenaba los pelos plateados de Hidan.
El Alfa más alto se hizo para atrás cortando el beso y mordió con fuerza el hombro de Hidan y este rugió, después de todo él era otro Alfa y no iba a gemir como Omega.
—Maldición Kakuzu, extrañaba tu boca, hazme una buena mamada de bienvenida.
—Jódete —gruñó fuerte y se alejó dejando a Hidan con las piernas flojas.
—Soy un Alfa Kakuzu me gusta que me complazcan.
—Por eso era más fácil cuando eras escuálido y no podías defenderte, ahora no tiene gracia abusar de ti.
—Tan sádico como siempre.
La verdad es que ambos eran Alfas pero a
ellos no les importaba mucho liarse, aunque tampoco era su prioridad estar juntos.
—Jódete tú mismo con tus dedos, yo me voy con el jefe.
Y esa fue su despedida sin más. Hidan suspiró arreglando su cabello hacia atrás.
—Ok cómo quieras amigo.
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República checa
El Omega rubio sostuvo su cabello y miró el techo, estaba aburrido, el zoológico no había abierto de nuevo. Una Beta llegó y dejó un plato de comida y Naruto se levantó apresurado.
—Oye —dijo suave—, podrías darme un papel y algo con que escribir por favor.
De hecho estaba esperando esa oportunidad hace un día, ya que se veía que la chica no era mala, ella asintió rápido y salió a buscar lo pedido.
Ella se miraba dulce y por ello tenía que arriesgarse.
No tenía tiempo para poder hablar con el Alfa que estaba al otro lado, así que necesitaba dejarle un mensaje explicándole todo.
La chica volvió con un papel y un lapicero y él los agarró.
—Muchas gracias —dijo y la chica le sonrió.
Comenzó a escribir explicándole lo que Tsunade le había dicho, especificando lo que ella lo había pedido, esperaba con ansias que se le pasara la droga y que pudiera leer eso. Tampoco tenía la mejor caligrafía y esperaba que le entendiera.
Ahora solo esperaba que al siguiente día abrieran el zoológico para poder ir a dejárselo.
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Y no se equivocó, al día siguiente abrieron el zoológico. Él estaba feliz, vería a sus niños después de tanto tiempo.
Se levantó y se transformó en tigre listo para salir. Cuando abrieron su rendija agarró el pedazo de papel entre sus dientes —con cuidado de no babosearla—, y fue corriendo directo hacia la jaula contraria.
Vio al tigre acostado con la panza arriba y quiso sonreír, se veía tan inocente así que decidió no hacer ningún ruido, con cuidado y con ayuda de su hocico metió la carta por las rendijas para después alejarse viendo cómo los niños pedían su atención y decidió dárselas muy rápido, después se preocuparía por su Alfa.
Sin embargo no se dio cuenta de que los fríos y celestes ojos lo habían visto partir.