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Hadas negras por 1827kratSN

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Itachi seguía con su acoso, incluso atreviéndose a ir más lejos de lo que estaba acostumbrado, pero tenía una razón y era Deidara. Ese rubio parecía tentarlo con cada movimiento suave y seductor que hacia al caminar por los pasillos, pasar enfrente de su cuarto o simplemente cuando bajaba a desayunar. No estaba loco, claro que no, las señales eran claras y precisas. Itachi estaba seguro de que todas esas insinuaciones eran parte del plan de venganza de Deidara y gustaba de seguirle el juego, aunque se quemara. Él sólo podía disfrutar de la “seducción” infantil de su hermanito, sufrir al ser ignorado y despreciado en cada oportunidad, y ahogarse en los celos que le causaba ver a todas las personas a las que Deidara dejaba acercársele. Era como un postre agridulce

Deidara, por su parte, intentaba desesperar al acosador desenfrenado que Itachi tenía bien escondido, necesitaba que en algún momento mostrara los colmillos y se convirtiera en un lobo. Los jueguitos que aplicó hasta ese punto ya no le daban los resultados que quería, el progreso era demasiado lento y sin resultados visibles, por eso… se decidió. El rubio sabía que sería riesgoso dar un paso más, tal vez se golpearía fuerte contra una pared firme, pero lo valdría, porque nadie se metía con él. Por eso, cuando tuvo oportunidad de estar solo en casa, escarbó en las bóvedas del sótano, encontró las mejores botellitas de ron y las colocó en el estante con puerta de cristal de la sala pues su intención era poner aquello a la vista de todos. Su estrategia estaba trazada a razón de que Fugaku tenía una reunión de negocios con los aliados de su empresa, pero tan sólo sería una cena así que se podría calcular la hora de llegada del mismo, además, su papá, Minato, se había ido de viaje por cuatro días y esa misma noche regresaba ya que había adelantado su retorno. Sus dos padres llegarían a casa a cierta hora… era perfecto

El rubio se aseguró de que esa noche Naruto fuera a dormir con unos amigos, sonrió con inocencia cuando platicaba con Sasuke esa mañana y le sugería salir a divertirse para liberar estrés hasta que logró convencerlo, y él simulaba irse a la casa de Shikamaru para que nadie se preocupara, incluso llevaba ropa en una maleta, pero obviamente nada era así. El asunto estaba en que Itachi iba a reunirse con su grupo de colegas universitarios y con la casa sola esos tipos se embriagarían de lo lindo. Deidara sólo tendría que esperar un poco, calcular el tiempo de llegada de sus padres, ingresar a casa, y lo demás sería historia. Iba a demostrares a todos, las verdaderas intenciones de Itachi. Iba a mostrarle al mundo que ese idiota estaba tragado por un amor imposible con su propio hermano menor. Sólo así el alma de Deidara estaría en paz… sólo era cuestión de esperar y nada más

 

 

Por un lado…

 

 

Minato sonreía mientras revisaba las cosas que traía en las maletas, decenas de bolsitas en las cuales se especificaban el destinatario. Los regalos para Mao se los acababa de entregar pues fue por ella que viajó al sur y debía agradecerle porque le abrió la mente a algo nuevo en su vida. Negocios familiares, un nuevo plan con que los dos formarían un negocio pequeño pero que veía futuro, un nuevo proyecto que incluía joyería. Era una idea de ambos, un negocio que estaban organizando para sorprender a sus respectivos esposos y demostrar que podían montar una empresa que igualara la de los Hyuga y Uchiha. Todo nacido de planes que forjaron en una noche de plática cualquiera, moldeado con precisión porque su creatividad nunca se detendría, y ganas dadas al pensar en el futuro de su familia

 

 

—Naya-chan, dime, ¿podrías pasarme a mi esposo? — el rubio sonrió mientras se comunicaba con la secretaria y acomodaba los paquetes para cada uno de sus hijos en la parte trasera de su auto

—Minato-san, es un gusto escucharlo, pero debe disculparme porque no puedo comunicarlo. Uchiha-sama salió temprano ya que tenía una reunión de negocios y después una cena con los socios  

—Ya veo — su decepción no fue tan grande, después de todo, Fugaku era al único miembro de su familia al que no le avisó de su regreso — es una pena… pero, ¿no sabes a dónde fue?

—Le mandaré la dirección del restaurante entonces, seguramente lo hallará ahí

—Muchas gracias, Naya

 

 

Minato había reflexionado en esos días en donde estuvo solo, por fin se dio tiempo de analizar cada cosa ocurrida a su alrededor y liberó su cuerpo de cualquier tipo de tensión. Habían sido tiempos largos y difíciles, pero que le servirían para fortalecer sus lazos familiares si es que sabía ceder y pedir en el mismo nivel. Su relación con Fugaku ya había superado la etapa de incomodidad, hasta el punto antes de su viaje incluso se despertaba abrazado al mayor o siendo abrazado. Era agradable. Minato se dio cuenta de que el enfado y lo negativo que pesaba sobre su matrimonio se había ido y era hora de volver a la normalidad. Podría retomar su intimidad, volver a empezar su relación marital, porque ya hizo sufrir demasiado al moreno al que amaba con todas sus fuerzas. Había elegido a Fugaku para compartir una vida, estaba seguro de que lo amaba y que le correspondían, era por eso que quería verlo antes de volver a casa. Planeaba pasear un rato y buscar la intimidad de una habitación pagada para ceder ante el encanto de una demostración física de un amor fuerte. Minato no lo negaba, extrañaba tener a Fugaku a su lado, tocándolo, sentirlo tan cerca que sus calores corporales se entremezclaban, lo anhelaba y era por eso que planeó sorprenderlo… por eso lo buscaba

Sabía que no debía interrumpirlo en las reuniones de la empresa, por eso simplemente localizó el auto de su esposo, se estacionó lo más cerca que pudo, pero al parecer no era suficiente ya que aún estaba lejos. No se quiso amedrentar por aquello, respiró hondo, se llenó de positividad y esperó con paciencia. Mientras lo hacía, Minato recordaba los hechos que marcaron su vida, todos y cada uno, desde los malos hasta los buenos momentos. Cuando conoció a los dos pequeños de Fugaku, lo mucho que se esforzó por ganarse la confianza de ambos, cuando su actual esposo conoció a Deidara. Las primeras citas y paseos, lo divertido que era ver al mayor esforzándose en ser un buen padre para los tres pequeños. El nacimiento de Naruto y el caos que era cambiarle el pañal, mucho más cuando Fugaku lo hacía porque no tenía ninguna habilidad para eso. Esos fueron días que el rubio anhelaba volver a tener. No era tan viejo, podía tener un hijo más… tal vez lo hablaría con Fugaku

Minato vio salir a su esposo en cierto momento, su emoción saltó instantáneamente, pero enseguida pasó a ser extrañeza. Fugaku no estaba solo como debería cuando terminaba sus reuniones y se encaminaba a casa, había dos hombres acompañándolo y parecía que se iban a algún otro lugar porque no se despidieron, por el contrario, reían como si fueran amigos de toda la vida. Se le hizo raro que Fugaku no usara su auto y que el otro hombre tampoco se subiera al suyo; todos ingresaron al mismo lujoso transporte que estaba un poco alejado, así que Minato decidió seguirlos. No fue mala idea, porque descubrió algunas cosas que no sabía de su esposo. Los vio irse por allí, a un bar primero, pero no se quedaron por mucho tiempo, por el contrario, salieron con rapidez. Minato sintió que debía seguir a esos tres hombres de traje, se empeñó en hacerlo, hasta que el destino final fue un hotel. Minato no quiso sacar conclusiones apuradas, porque cualquier cosa podría ser explicada con simpleza. Llamó a Fugaku, pero este no le contestó, por el contrario, dejó que la llamada sonara incesantemente. Minato, desde una distancia prudente, vio a su esposo con el celular en mano, admirando la pantalla del celular para luego hacer un gesto con la mano hacia sus compañeros y finalmente guardar el aparato de nuevo.

Ahora sí que se estaba enfadando, pero aun así… no podía ser, ¿o sí?

Infiltración. Hasta se reía por estar haciendo eso. Minato había preguntado en la recepción del hotel en donde vio a Fugaku adentrarse, pero obviamente no iba a tener respuestas porque eran cosas confidenciales, además… ese era un hotel de lujo, todos estaban demasiado apurados como para quedarse a escuchar las características de la persona buscada. Minato odiaba esos lugares, ahora los aborrecía, pero no se iba a quedar así. Con habilidad esquivó a algunos empleados de seguridad, sobornó a otro para obtener información y sí fue como se enteró de que los empresarios no fueron por allí por motivo de una conferencia o algo por el estilo, sino porque alquilaron un cuarto exclusivo y lujoso en los pisos superiores del edificio. Minato se negaba a creer lo que estaba a punto de encontrar, pero aun así se estaba mentalizando para el momento

Obtuvo ayuda de un empleado de servicio a la habitación, todavía se sorprendía del poder que podía otorgarle el dinero. ¿Cuánto tiempo tardó en lograr llegar a la suite presidencial? Minato supuso que el suficiente como para que los hechos se rebelaran sin pena alguna y los culpables no tuvieran la oportunidad de ocultar los hechos. Pagó con algunos papelitos llenos de ceros y al final tenía información sobre la habitación correcta, las diferentes órdenes que se pidió preparar como servicio a la habitación, y sí, todas eran bebidas alcohólicas y bocadillos salados que despertaban la sed de cualquiera. Minato aún seguía dudando, por eso pagó con un cheque para que le dieran la tarjeta madre y así poder ingresar a aquella habitación amplia. Apenas una rendija lo separaba de lo que sea que estuviera ocurriendo, le temblaron las manos cuando deslizó la tarjeta por el detector, su pecho se estrujó en un aviso amargo, pero no se retractó. Entró. Una puerta semi-abierta bastó para que el desastre empezara. Percibió el ruido interior, las diferentes voces combinadas, y el aroma fuerte del alcohol de diferentes marcas. Todo estaba dictado. Claro, Minato despidió al empleado para que nadie tuviese problemas y respiró hondo antes de ingresar con cautela.

Quería verlo con sus propios ojos.

Quería más pruebas.

Quería que todo fuera mentira.

No quería que todo se repitiese.

Las voces femeninas lo aturdieron, porque no eran sólo dos, eran más. Cuatro, tal vez seis. Minato sintió asco al percibir el perfume barato y ver la primera prenda que lo recibía: un vestido rojo de una sola pieza. Los involucrados estaban tan entretenidos en lo suyo, que no se dieron cuenta del recién llegado y era obvio que ni siquiera se molestaron en escuchar el suave lamento que cierto rubio soltó debido a la impresión. Minato evitó ver como las mujeres reposaban en el regazo de los empresarios tan sólo con las prendas necesarias como para no considerarlas desnudas, ellas cumplían la tarea de brindarles copas de licor de fina marca a sus dueños en esa noche. Pasó la sección central con rapidez dando sólo una mirada veloz que le dio la muestra de que eso era lo que jamás quiso presenciar, pero que, sabía, existía en el mundo de los de la alta clase: despilfarro en alcohol y mujeres. Él daba gracias al cielo que no veía donceles porque… tal vez su propia dignidad se vería afectaba.

Dolor y asco.

Minato escuchó a una voz varonil, divertida, levemente rasgada porque la lengua seguramente se estaba aflojando debido al alcohol. Ese hombre osó llamarlo con un adjetivo vulgar que recalcaba cierta parte de su anatomía, y al fin todos en esa habitación de lujo se habían dado cuenta de la presencia de una nueva persona. El rubio sintió pánico, por eso ignoró el llamado y trató de encontrar a su esposo con la mayor rapidez que le fuese posible… porque estaba seguro de que no lo vio salir del hotel. Fugaku formaba parte de todo ese mar de pecado

Dolía.

 

 

—¿Vienes por el llamado también? — Minato ya tenía a uno de esos tipos en frente de sí y su reacción instantánea fue fruncir el ceño

—Estoy buscando a Uchiha-san — dijo con porte y elegancia mientras se apartaba del tipo y trataba de buscar una ruta hacia el pasillo que seguramente llevaba a una habitación o tal vez dos. Eso era como un departamento

—Si él te llamó, no importa. Aquí podemos compartir sin miedo a reclamos — habló con malicia, entrecerrando los ojos y dando una rápida mirada al rubio en frente de él

—No ose tocarme — avisó cuando esa asquerosa mano tenía intenciones de acariciarle la mejilla. Minato vio que el otro tipo se acercaba también y chasqueó la lengua. ¿Miedo? Tal vez un poco pero no tanto como para no hacerles frente

—Tranquilo — sonrió aquel desconocido — me gustan agresivos. Así que, para quitarte el nerviosismo, ¿por qué no tomamos una copa?

—¿Dónde está? — trató de no respirar el aire plagado de un aroma agrio y de un manotazo apartó la otra mano que trataba de tocarlo

—Déjalo. Está ocupado — ese hombre acarició la mejilla del rubio en un descuido, pero en respuesta sólo recibió un manotazo certero que lo hizo apartarse

—Vamos. Cumple con tu trabajo. Ven con nosotras a compartir — de lejos, las mujeres mandaban besos volados, mostrando su esbelta figura sólo en ropa interior… ellas no sabían lo que estaban causando

—… — el rubio se sintió indignado, ¿es que acaso él tenía la apariencia de una puta barata? Jamás… él nunca podría caer tan bajo como esas mujeres — Si me permite, creo que Uchiha-san está en esa habitación — sonrió y dio un paso lejos de ese par de hombres, pero alguien lo sujetó y jaló con agresividad. Intentaron dominarlo. Grave error — suélteme — advirtió afilando su mirada

—Vamos, cariño — una caricia pasada de tono por las caderas del rubio y éste frunció el ceño

—Ahora. Suélteme — Minato agarró la mano que se dirigía a su trasero y apretó los dientes

—Tranquilo, la pasarás bien — pero el idiota no dijo nada más porque el puño de Minato se estampó en su cara y enseguida una patada golpeó un lado de su cabeza, mandándolo lejos

—Dios mío — la voz aguda de una mujer alertó a las demás, logrando que todas retrocedieran

—¿Qué? — un florero se estampó contra la pared cerca del otro tipo y el silencio reinó de pronto. La fiesta se acabó.

—¿Alguien más quiere una dosis? — Minato enfrentó al grupo mientras sujetaba algún adorno que halló — porque con gusto lo haré. Malparidos, ricachones lujuriosos

—¿Qué te pasa? ¡eh! — reclamó aquel hombre que Minato no quería siquiera conocer el nombre

—¿Dónde está Uchiha Fugaku? — habló con fuerza — MI esposo — completó con seguridad y furia contenida — No me obliguen a repetirlo porque no será bonito — apretó el jarrón y miró a cada uno. Cinco segundos después el adorno se estampó con otra pared y una de las mujeres apuntó a una de las puertas — Gracias, querida — sonrió con falsedad — Recuérdame darte un cheque en agradecimiento por tu ayuda…

—¿Gra-Gracias?

—Por cierto — antes de ir a esa maldita habitación, Minato miró a las mujeres y con la expresión seria dictaminó — yo de ustedes mejor me visto y me voy

—¡S-Sí! — ni siquiera lo dudaron mientras empezaban a buscar sus cosas, incluso los dos hombres decidieron ya no tentar a su suerte… porque fueron descubiertos por el esposo de uno de ellos

 

 

Minato tomó un lindo adorno de cristal que encontró y sonrió mientras pasaba al cuarto respectivo. Alguien revivió a la parca que tenía en lo más profundo de su ser y se arrepentiría el resto de su vida. La puerta estaba abierta, sólo tuvo que girar el pomo y empujar con suavidad para abrirse camino a las puertas del infierno. Los sonidos eran la más clara evidencia de que alguien estaba haciendo cosas de adultos, las palabras sueltas por esa voz que tan bien conocía fueron la chispa final. La paciencia y amabilidad de Minato se fueron al averno en conjunto con todo el buen juicio que tenía. ¡Maldito fuera!

Pateó la maldita puerta hasta que ésta golpeó la pared causando el ruido suficiente como para que la pareja dejase de fornicar. Minato tenía una mirada completamente fría mientras elevaba el adorno, dejó pasar los segundos hasta que esos oscuros ojos conectaron con los suyos, y cuando lo creyó preciso, lanzó su munición para que se estampara con la pared adjunta a la cabecera de esa cama enorme. Falló a propósito por el momento, porque no quería dañar a alguien ajeno al causante de su furia.

Ingresó a paso calmado, sonrió cuando la mujer que aun soltaba gemidos suaves lo miró y apretó los puños al ver esas piernas abiertas y enredadas en la cadera del hombre maduro de cabello negro y largo que se había quedado frío. Desnudez en los implicados y furia en el que descubrió tal traición. Minato tomó el primer adorno de esa habitación mientras esos dos se separaban y sin pensarlo lo lanzó en contra de la pareja que por defenderse cayó de la cama. Una dosis más con la lámpara de noche, un grito lleno de frustración y una sola frase

 

 

—He conocido al verdadero Uchiha… un encuentro desagradable a mi parecer

 

 

Las palabras fueron cortadas por los propios pasos firmes del rubio, un caminar presuroso que lo alejaban de tan asquerosa escena, y para no escuchar palabras que intentaran enredarlo, cerró la puerta con tanta fuerza que hasta pareció crujir. Minato se acomodó la ropa y de paso se bebió el amargo líquido de una copa que encontró en su camino hacia la salida pues tenía que atravesar el salón donde todos lo miraban. Le ardió la garganta y aun así le importó una mierda y tomó la botella más cercana, bebió unos sorbos, y la lanzó en contra de los hombres que osaron a mirarlo con lujuria en un principio. ¡A la mierda todo! Estampó la puerta al salir de esa habitación de hotel y sólo ahí se dio el lujo respirar profundamente antes de llamar al ascensor. Ingresó a esa caja metálica con la mayor de las calmas mientras veía que la puerta de esa horrenda habitación era abierta poco antes de que las puertas de su ascensor se cerraran al mismo tiempo en que un hombre desconocido -porque ese no era su esposo-, trataba de alcanzarlo. Pero era tarde.

Minato suspiró profundo antes de salir del ascensor, porque nadie le quitaría su dignidad y su impecable presencia. Se acomodó el cabello, su ropa, salió de ese edificio sin que casi nadie lo viera y jugó con las llaves de su auto mientras se apresuraba a hallar su bellísimo transporte. Como si no hubiese pasado nada, abrió la puerta, carraspeó un par de veces, suspiró hasta que logró ponerse el cinturón y empezó a conducir. Su mirada centrada en las calles que debía atravesar para llegar hasta donde sus amados hijos

No dijo nada. No derramó ni una lágrima. No se dejó arrastrar por el dolor que atravesaba su pecho. Trató de borrar de su mente tan feas imágenes y respiró hondo para no perder la calma. Los semáforos, los autos que rodaban al igual que él, era estresante tener que respetar las leyes de transito cuando tenía tanto apuro. Sólo pudo llamar a Deidara y decirle que ya llegaba a casa para no sucumbir ante las ansias que tenía por pisar el acelerador hasta el fondo. Estaba conmocionado tal vez, pero no era malo, porque su cuerpo trabajaba al cien por ciento. Lo único contradictorio era que su pecho se apretujaba constantemente, pero sacudía su cabeza para no decaer, no mientras terminara con lo que debía hacer y eso incluía ignorar al auto que lo seguía desde hace rato. Ese auto que iba a exceso de velocidad lo estaba estresando hasta cierto punto, incluso se vio obligado a desacelerar para que ese tipo también lo hiciera porque no quería que Fugaku se matara o lo apresaran… tal vez que lo apresaran sería una buena idea, pero eso después

 

 

Por otro…

 

 

Era hora de actuar. Sinceramente Deidara empezó desde antes de recibir la llamada de su oto-chan porque supuso que sus padres volverían a esas horas de la noche. Fue cuestión de llamar a casa, decirle a la sirvienta que le dijera a Itachi que Fugaku volvía, e Itachi tenía que despedir a sus amigos. El chofer se los llevaría sin problemas. Todo sucedió como fue planeado y era allí donde Deidara hacía su gran entrada.

Bajó del segundo piso -porque se había escabullido desde el inicio-, y con mucha calma bajó para enfrentar al acosador que la tenía hasta la coronilla. El rubio sonrió al ver a Itachi con las mejillas rojas, con los ojos levemente cristalizados, el aroma a ron despidiendo de cada poro del mismo y casi se carcajea cuando lo escuchó arrastrando algunas sílabas. Agradecía infinitamente a las sirvientas por la ayuda que le dieron, porque sí, dos de ellas eran sus cómplices y en secreto lo ayudaron.

Deidara fingía sorpresa al ver a Itachi así. Empezaba la mejor obra de todas.

 

 

—¿Qué demonios?… ¿estás borracho, Itachi? — suspiraba mientras fingía lanzar una maleta por ahí, porque supuestamente recién “llegó” a casa

—Deidi… ¿qué haces a-aquí? — entrecerró sus ojos y dejó en la mesita de centro el vaso que tenía

—Normal, regresé a mi casa — se burló mientras acomodaba uno de sus mechones detrás de su oreja

—Pero…

—¿Y a ti qué te importa si me devuelvo a casa o no? — se quejó mientras tomaba la taza de café que una de las sirvientas le trajo y se acercaba a Itachi — joder, estás… apestando a licor — hizo una mueca de desagrado al sentarse junto al moreno — qué asco — sacó la lengua y con fuerza hizo que Itachi lo mirase

—No es nada, Deidi~ — sonreía agarrando al rubio por la cintura y atrayéndolo para abrazarlo — Deidi… al fin te dejas ver y me hablas

—Sí, sí. Ahora tómate el café — con una mirada agradecía a las sirvientas y las veía desaparecer. Obvio ellas estarían pendientes por si el rubio necesitaba ayuda. Y ahí empezaba todo — abre la boca, Itachi

—¿Por qué eres tan malo conmigo? — rezongaba mientras acariciaba la espalda ajena — ¿por qué?

—Porque eres idiota — decía mientras obligaba a Itachi a separarse para que bebiera el café cargado — ahora vuelve en ti… vamos, Itachi

—Me has rechazado. Te juntas con esas chicas y… y has tenido novio — Itachi actuaba como cuando un niño pequeño reclamaba por un capricho, obviamente era consecuencia de todo lo que había ingerido — Deidi sólo debe mirarme a mí — tomaba un mechón rubio y lo besaba con devoción — Deidi es mío

—Estás loco — le obligó a beber el café de un solo trago para después escucharlo toser y quejarse por el sabor amargo — soy tu hermano — habló con frialdad — que te quede claro, Itachi

—No es así… — ahí estaba lo que Deidara buscaba, esa mirada sedienta, intimidante, dos pozos negros que parecían querer absorberte por completo — No tienes mi sangre. No tienes… no tienes obligación moral conmigo… — ni una sola duda en esa mirada ni en esa voz que de pronto dejó de arrastrar las sílabas — Yo te quiero, Deidi

—Eres sólo mi hermano mayor, idiota — refutó mientras empujaba el pecho de quien intentaba acercarse demasiado

—Yo te amo, Deidara

 

 

Deidara escuchó eso sin inmutarse, sin quejarse cuando fue abrazado y besado en el cuello, sólo forcejeaba cuando el otro se estaba pasando de la raya. El rubio estaba esperando el momento adecuado, le seguía el juego al borracho que mostraba su verdadera cara, pero no dejaría que Itachi se aprovechara. Peleaba después de un rato en el que soportó besos en su cuello y mejillas, abrazos en donde se ahogaba por el olor a licor. Se estaba hartando de la maldita actitud de su hermanastro e iba a mandarlo al carajo, pero cuando quiso deshacerse del cariñoso Itachi, éste no lo dejó.

Itachi estaba pasado de copas, eso estaba en plan, pero Deidara no creyó que el azabache fuese tan cretino como para forcejear hasta lograr someterlo en el sofá. Deidara, sin siquiera imaginarlo, se vio recostado en el sofá con Itachi entre sus piernas y con intención de besarlo. Obviamente no se asustó, por el contrario, dio pelea para que lo dejara en paz y no lo besara, ni loco cedía ante los deseos de ese idiota. Escuchaba las declaraciones de amor infinito que Itachi le daba y se negaba a ellas porque, ¡dios! Era su familia y nunca dejaría de serlo. Siempre fue así y no cambiaría. Deidara veía a Itachi como su hermano mayor –un muy cretino oni-chan–, al que no iba a dejar pasarse de la maldita raya.

El rubio quería que sus padres vieran el tipo de intenciones que tenía Itachi con él, pero para eso no iba a ceder al tacto ajeno. Impedía que esas manos lo tocaran más allá de la cuenta, no dejó que lo besara, lo apartaba cuando ya el peso estaba completamente sobre él y a pesar de eso Itachi no reaccionaba. El mayor se ponía más y más ansioso, presionaba con más fuerza, apretaba las caderas ajenas con ímpetu e insistía en un amor infinito. Deidara se vio tentado a gritar por ayuda porque en verdad sus fuerzas no podrían parar a Itachi, pero… tenía esperanzas

 

 

—Joder, Itachi. ¡Quítate de encima! — empujaba con fuerza, pero cada vez era más difícil apartar al mayor

—Has estado insinuándoteme — acusó mientras lograba sujetar las muñecas de Deidara por encima de esa cabeza terca que no accedía a sus deseos — ¿cómo quieres que reaccione?

—Estás loco, maldito idiota — trataba de defenderse con sus piernas, pero no pudo evitar que el otro presionara hasta juntar sus rostros y pegar sus frentes — ¡Itachi, ya basta!

—¿Por qué no aceptas que me amas?

—Porque no lo hago, ¡joder! — intentó golpearlo con su cabeza, pero el desgraciado se quitó — maldición... te estás pasado

—Yo si te amo… te amo tanto, te amo desde hace años — sonrió divertido a ver a su adoración rubia fruncir el ceño e intentar patearlo — eras tan bonito desde pequeño

—¡Incestuoso de mierda! — sintió escalofríos cuando el aliento de Itachi rozó su cuello — Te veo como mi hermano — con las últimas fuerzas que tenía logró impedir que esos labios hicieran una marca en su cuello — ¡Aléjate!

—Un beso — pidió con los ojos cerrados, perdido en el aroma ajeno

—¡Jódete!

—Te besaré y te demostraré que te atraigo tanto como tú a mí — susurró cerca de la mejilla ajena

—¡No te atrevas! ¡Maldito, Itachi!

 

 

Pero no pudo evitarlo. Deidara sintió los labios del mayor encima de los suyos, de tal forma que el sabor amargo del café y licor entremezclado le produjo náuseas. Eso se salió de su control, de los límites que él mismo planeó cuando trazaba la estrategia que usaría para vengarse de Itachi. Forcejeó, apretó los labios, se quejó y pataleó en intentos fallidos porque Itachi dejara de presionar sus labios. Todo se pasó de la raya. Forzaba a sus manos, pero ya casi no tenía fuerza en los brazos y el agarre de Itachi se estaba volviendo doloroso. El rubio sintió la mordida en su labio inferior y aun así intentó no emitir ningún sonido para que esa lengua no profanara su boca, pero debía pedir ayuda urgente. Estaba en problemas y debía llamar urgentemente a una de las sirvientas… pero no hizo falta.

 

 

—¡ITACHI! — escuchó esa voz, esa gloriosa voz. Deidara casi gritaba de felicidad, pero después quiso gritar de pánico porque escuchó un estruendoso ruido junto a él

—¿Qué pasó? — Itachi entonces se separó de quien le causaba tantas emociones juntas. Se asustó porque sintió un trozo de algo golpearle el costado. Levantó su vista y admiró a un Minato sujetando una botella — oto-chan… oto-san — vio entonces a su padre azabache ingresar, se veía agitado, con la ropa mal colocada

—Itachi... ¡¿qué demonios haces?! — ni Itachi, tampoco Deidara, habían visto tanta furia junta en los ojos azules de Minato. Sin embargo, quien les hablaba era Fugaku, pero él ni siquiera parecía tener autoridad en ese momento — Deidara…

—Quítate, ahora — Minato amenazó al que consideró como su hijo mayor por años mientras levantaba la botella — deja a mi hijo ahora… ¡ahora! — elevó su voz cuando Itachi no se movió ni un solo centímetro

—¡Oto-chan! — Deidara respiró aliviado cuando sintió a Itachi aflojar su agarre y aprovechó para patearlo lejos — llegaste… — temblaba por la adrenalina del momento, se limpiaba los labios con fuerza y hacía una mueca de asco — y tú también oto-san — se alejó de Itachi y se lanzó al piso porque ya no quería tener a ese idiota entre sus piernas, pero sintió algo punzante en una de sus manos — ¡diablos!

—¡Deidara! — el rubio mayor se acercó con rapidez y agarró a su hijo para abrazarlo — ¿estás bien, cariño? — tomó la mano de Deidara y vio la sangre derramarse, brotar sin control — lo siento — él fue quien lanzó aquella botella porque al ingresar se topó con que su hijo forcejeaba con un Itachi encima de este. Quiso asustarlos, pero ahora no pareció tan buena idea — ven… vamos — habló cariñosamente o al menos intentándolo porque estaba entrando en pánico

—Itachi, ¿qué demonios significa esto? — Fugaku empezaba a hablar mientras rodeaba la sala hasta ayudar a su hijo mayor — estás… ¡estás ebrio!

—Oto-san… volviste más pronto de lo que creí — Itachi pareció tomar cordura después del susto y trataba de encontrar las palabras correctas para detener la furia de sus dos padres

—¡Que se aleje de mi hijo! — Minato enfureció al ver la nula reacción de Itachi. Abrazó a Deidara con desespero y frunció el ceño al ver a los dos azabaches

—Espera, debe haber una explicación — Fugaku intentaba buscar algo en su cabeza, pero apenas si podía recordar todas las disculpas que planeó decirle a Minato cuando lo alcanzase

—¡Tú lo viste! — Minato estalló… después de todas esas cosas en esa noche… ya no aguantó — ¡Estaba encima de Deidara! ¡Estaba besándolo cuando llegué!

—Oto-chan, tranquilo — Deidara decidió parar todo cuando vio el temblor en esas manos que le brindaron caricias reconfortantes cuando lo necesitó — tranquilo — tomó el rostro de su padre y sonrió amablemente — estoy bien

—Claro que no lo estás — Minato sintió aquel líquido rojo manchar su mejilla, pero no le importó. Aferró a Deidara a su pecho y sintió el escozor en sus ojos — nos vamos — susurró antes de arrastrar a su hijito para proceder a pedir ayuda

—¿De qué hablas? — Fugaku abandonó su pelea de miradas con Itachi al escuchar tan feas palabras: “nos vamos”

—¡Nos largamos! ¡Todos los Uchiha son unos imbéciles! — criticó con rabia mientras las primeras lágrimas aparecían… riachuelos que surgían del azul de sus ojos

—Espera, Minato

—Ni siquiera te atrevas a replicarme, Uchiha — Minato le apuntó con el dedo índice — mejor te callas porque después de lo de hoy… nada tiene reparo — apretó los dientes con furia. Ya no aguantaba

 

 

Todo se había roto en una sola noche.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat generando dolor desde tiempos inmemoriales XD

Besitos~

Nos veremos en la siguiente actualización~


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