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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Buenas noches (tardes, eclipces, etc, etc) como están? Yo aquí, algo sorprendido de tener ya listo el capitulo. No entiendo de como lo terminé tan rápido jajaja, asi que bueno, hay que aprovechar el bug XD Supongo que es una forma de redimirme de haber tardado tanto la vez anterior. Me alegra poder avanzar en la historia, ya que se vienen tiempos jodidos en el estudio, donde no sé si podré actualizar seguido. The examenes are coming (mucho Game of thones ya jajaja)
Espero que les guste el capitulo 14!

Capitulo 14: Vista gorda

Con el grisáceo y apagado cielo y una brisa helada que había soplado en todo lo que iba del día como únicos acompañantes, T.K siguió a Andy hasta su casa; de nuevo sin que el castaño se diera cuenta.

Esta vez, el aura de aquel barrio de mala muerte no penetró en sus sentidos. Su concentración no le permitía hacerlo. Solo se limitó a caminar lo más sigiloso posible, de escondite en escondite, con sus ojos celestes siguiendo al pecoso de su misma edad.

Su sentido común no le permitía dejar pasar eso que ya sabía, que solo él sabía: el infierno que era para su amigo de ojos verdes volver a su casa.

Aquella mañana, su amigo y compañero de equipo había ido a la escuela con marcas de golpes por todo su cuerpo, de nuevo. En el patio, aprovechando que nadie cerca escuchaba, el rubio dijo lo que se venía guardando desde hace días:

-Sé porque tienes esos golpes, Andy.

El ojiverde se estremeció tanto, que fue incapaz de contestar con sus usuales mentiras. Solo balbuceos. T.K, sin demostrar ni un solo atisbo de duda, le indicó que lo correcto sería denunciar ese abuso de su madre a la policía, que no podía seguir así y que estaba dispuesto a testificar si fuera necesario. Sin vergüenza, le confesó haberle sacado disimuladamente fotos a su cuerpo durante las prácticas de básquet; pruebas de maltrato.

Pero la reacción del castaño no fue la que esperaba.

-¡No, por favor!- le pidió juntando sus manos en suplica- no quiero causarle más problemas. Ella no es mala, T.K, en serio, es solo que… a veces tiene días malos, pero no es su culpa… tiene mucho estrés, muchas obligaciones y pocas felicidades… no le hagas eso ¡Por favor!

T.K se sorprendió ante el amor incondicional de ese hijo maltratado a su madre maltratadora, pero la sorpresa no le impidió entender el porqué. Después de todo, eran madre e hijo, seguramente ellos dos eran la única familia que conocían.

“Está bien” pensó el rubio para sí, aún con sed de justicia en su corazón “no la demandaremos, por ahora, pero hay que ponerle un freno”

Por eso estaba él allí, persiguiendo al castaño hasta su casa. Él sería el freno que esa mujer, con razones para ser desdichada o no, necesitaba y merecía. La indiferencia de los profesores de la escuela, quienes habían visto en varias ocasiones los golpes del ojiverde, sin mostrar ni siquiera una pisca de preocupación, una pisca de curiosidad, lo había dejado en claro.

Todo dependía de él.

No se sorprendió de su repentina determinación, pero si se permitió preguntarse su origen. ¿El amistoso cariño que sentía por Andy le impulsaba a ayudarlo, aun cuando este no se lo pidiera? ¿O era que su incapacidad de ayudar a su hermano, quien siempre le descubría cuando le seguía e impedía que lo espiara, lo impulsaba a reivindicarse? Cualquiera que fuese la razón, la idea de ayudar a su amigo en problemas le despertaba en el pecho un calor que le impulsaba a seguir. Un calor rehabilitador, energizante y cautivador, que le hacía sentir bien consigo mismo.

Además sabía, muy desde el fondo de sus sentimientos, que eso era lo que Tai haría si estuviese en su lugar. Lo sabía. El solo hecho de parecerse un poco más a Tai le energizaba aun más.  

Una vez Andy entró a su casa, T.K se acercó a la vivienda y se escondió debajo de la ventana de la cocina a esperar. No sabía si aquella mujer estaría en sus "malos días". Por un lado deseó que no, ya que no quería que su amigo sufriera... pero por otro lado era consciente que había ido allí en busca de eso. Si aquel no era un "mal día", podía serlo el día siguiente, o el siguiente, o el siguiente a ese.  Necesitaba ponerle freno a eso lo más rápido posible.

Activó la cámara de su celular y esperó, meditando cuanto tiempo estaría dispuesto a esperar, si 15 o 30 minutos. No necesitó determinarlo. Lo que tanto temía y esperaba al mismo tiempo llegó a sus oídos.

-¡¿Qué son estas calificaciones, Andrew?!    

El rubio se tensó tal cuerda de piano. Ese grito, desgargantado y embebido en cólera, activó las alarmas en su cabeza. Alarmas que indicaban que el momento de actuar había llegado. ¡Dios! Como deseaba apagar esas sirenas. En ese momento se dio cuenta que el sonido de esas alarmas no le gustaba, a pesar que las había visualizado con antelación desde el momento en que decidió ayudar al castaño. El palpitar de su corazón se acopló al rugir de las sirenas.

Pensó en moverse y efectuar su plan. Lo pensó 1, 2, 3, 4 veces. Pero no se movió. La duda y el miedo le habían clavado el trasero a la tierra y la espalda a la despintada pared. Por un momento se preguntó qué hacía allí, jugando al héroe. Todavía no era tarde para salir corriendo de allí, y hacer de cuenta que no había visto ni oído nada. Su intento fallido de comportarse como alguien que no es una basura quedaría como un secreto, que con el tiempo y algo de voluntad quedaría olvidado.

"¿Esto es lo máximo que puedo hacer? ¿Un intento?" Se preguntó, indignándose de lo tentador que se habían presentado esas ideas de escapar.

Se concentró, buscando dentro de él algo que le diera valor, y como una respuesta que no esperaba, el calor que le brindaba la idea de ayudar a Andy le calmó y le aflojó el cuerpo. Gradualmente, y embebiéndose en el calor que brotaba de él mismo, todas esas ideas sobre hacer la vista gorda e irse desaparecieron de su radar.

A la vez que le escapaba al miedo, se le vino a la mente la imagen de Tai. Tenía que ser valiente como Tai. El calor se transformó en fuego.

Encendido, el ojiazul se enderezó y espió por la ventana, apuntando su celular al interior de la casa. Dentro, en la cocina pobremente iluminada por un foco de baja potencia, la madre de Andy sostenía a su amigo de los pelos con una mano, mientras que con la otra le presionaba violentamente un papel en el rostro.

-Un tres en matemáticas, míralo bien- dijo la mujer de ojos verdes con la voz pesada, presionando el papel contra el rostro de su hijo, sin dejarle respirar- ¡Pagué clases particulares a una profesora para que te enseñara! Con lo que me cuesta juntar dinero, dinero que no tengo, no aprecias las oportunidades que se te dan, Andrew, no lo haces, no aprecias mi sacrificio... ¿Acaso usaste el dinero que te di para otras cosas, mintiéndome que lo usarías para una profesora particular? ¡Dime!

La mujer retiró el examen de la cara del castaño, quien aspiró desesperadamente en busca de aire. T.K, presionando los dientes como una prensa industrial por el enojo, tomó una foto.  

-No mamá, lo juro- dijo el menor, jadeante por la falta de aire y con una voz aguda y frágil por las evidentes ganas de llorar.

-No me mientas- le exigió la adulta, dándole una cachetada que T.K escuchó desde afuera de la casa.

Con la rabia creciéndole a cada segundo, el blondo tomó otra foto.

Andy se cubrió el rostro con los brazos, mientras su madre le zarandeaba tomándolo del cabello y golpeándolo repetidamente en la cabeza y la espalda.

Faltaba poco para que el celular de T.K crujiese por la enojada presión que el ojiazul ejercía sobre este. Tomada otra foto, el rubio salió disparado, bordeando la casa. Llegó a una ventana que había notado la primera vez que siguió al castaño hacía allí; tenía el mosquitero roto.

Sin dudarlo y aun con el celular en la mano, se introdujo torpemente a la casa por el hueco del mosquitero, sin siquiera saber a qué cuarto se metería o con que se encontraría dentro. Cayó de cabeza en la oscura habitación, desparramándose en el piso. Se sobó dos veces y se levantó, dispuesto a no perder ni un solo segundo. La tenue luz que entraba por la puerta entreabierta le indicó la salida de ese cuarto oscuro. Al abrirla, se encontró de lleno con la imagen que había visto por la ventana. El verla más de cerca solo le enfureció más.

-¡Basta!- gritó interponiéndose entre Andy y su madre, separándolos.

Sorprendida por el repentino intruso frente suyo, la mujer retrocedió varios pasos.

-¿T.K?- preguntó el castaño anonadado, incapaz de darle crédito a lo que veía.

T.K fijó sus ojos en los de la pelinegro, quien rápidamente cambió su rostro de sorpresa por uno de enojo.  

-¡Tiene que parar esto!- gritó el rubio a secas- no puede seguir tratando a Andy así, él no se merece esto ¿Se da cuenta de lo mal que le hace?

La madre de Andy, en vez de recapacitar por aquellas palabras, frunció el rostro de molesta indignación.

-¿Pero quién te crees que eres para irrumpir en nuestro hogar?- dijo avanzando hacía el ojiazul- te metiste en un gran problema ¡Fuera de mi casa!

T.K sintió el congelado golpe de la realidad chocándole de frente. Como si le hubieran apagado de un baldazo su fuego interior, dio un paso hacia atrás mientras tragaba saliva dificultosamente. La madre de Andy se le hizo más alta de lo que había visto antes.

-Yo… yo…

El rubio se calló para evitar tartamudear, no podía demostrar miedo, a pesar de que su interior temblaba. El valor se había convertido en una marea que iba y venía.

“No te acobardes, no te acobardes” pensó, cerrando los ojos “Andy te necesita, piensa en lo que haría Tai”

Dispuesto a no dejarse apabullar por la mirada iracunda de esa mujer, levantó su celular para mostrarle la pantalla.

-Tengo pruebas de lo que le hace a Andy, estas fotos y ademas fotos de sus golpes.

La mujer se detuvo, desconcertada. Estiró la mano para tomar el celular, pero el menor lo retrajo hacía su pecho.

-Ni piense en quitarme el celular o borrar las fotos, ya se subieron a una nube, así que ya tengo una copia en mi casa- dijo el blondo, recuperando la firmeza en su voz- con solo presentando esto en una comisaria, servicios sociales vendría a buscar a Andy, llevándolo a un sitio mucho mejor, un sitio lejos de usted.

La mujer retrocedió cambiando su expresión a una de completo susto.

-¿Llevarlo lejos?- musitó la mujer, shockeada- no por favor, que no se lo lleven… por favor.

T.K supo que había dado en el blanco. Aquella señora ya no demostraba prepotencia ni rabia, sino miedo. El miedo que le despertaba la idea que le quistasen a su hijo. Miedo, mesclado incluso con culpa.

-Deje de golpear a Andy, converse sus problemas con alguien, no se desquite con su hijo… si veo que Andy va a la escuela con golpes otra vez, iré a la policía. No quiero hacerlo, pero no puedo dejar que mi amigo sufra así.

-T.K… yo…- balbuceó el ojiverde detrás de él, incapaz de hablar fluidamente por la sorpresa.

-Ahora Andy irá a mi casa y pasará allí la noche, piense en lo que le dije- dijo T.K, tomando al inerte Andy de la muñeca y dirigiéndose hacia la puerta.

Al llegar a esta, el ojiazul intentó sacarle el seguro y el pasador, pero sus manos temblaban demasiado sin poder controlarlas. Andy, al darse cuenta de aquello, le ayudó.

Ambos chicos salieron de la casa. El rubio, tomando de la muñeca al castaño, caminó hacía el único árbol que se veía en esa calle, a 40 metros de la vivienda. Soltó a su amigo y se dejó caer, apoyando su espalda en el tronco. Cerró los ojos y dejó que todo el aire de sus pulmones saliera en forma de suspiro. Le costaba creer que él había desafiado y amenazado así a un adulto. Con el pulso todavía a mil, se pasó la mano por la entrepierna para verificar si no se había orinado.

Andy se arrodilló a su lado, viéndolo fijamente, como si no reconociera a su amigo.

-T.K- le dijo- ¿Estás bien?

T.K salió de su shock y giró sus ojos hacía el pecoso.

-Ah, sí, sí, no pasa nada- contestó sonriendo, intentando esconder sus temblorosos nervios.

El ojiverde le quedó viendo, curioso.

-T.K ¿Por qué hiciste esto?- le preguntó su amigo, como si el hecho de que alguien se hubiera interpuesto entre él y su madre no le cerrara.

-Perdona- contestó el rubio, desviando su mirada hacía el suelo- pero no podía dejar que esa tipa... que tu mamá te siguiera tratando así.

-¿En serio denunciarás a mi mamá?- le preguntó el castaño con miedo.

T.K vio al pecoso a los ojos, para luego volver a bajar su vista.

-Yo... creo que no... no si tú no quieres- contestó, cortando pastito con sus dedos- solo quería decirle que estaba mal, y pedirle que cambie. Creí que si no la amenazaba de alguna forma no tendría efecto.

Hubo un silencio en el que solo se escuchó el pasar del viento, además de unos perros ladrando a la distancia.

-Fue estúpido ¿No?- preguntó el rubio, sin poder levantar la mirada por la vergüenza de haber pensado que su idea ayudaría ¿En que estaba pensando?

Se sorprendió al ser abrazado por su amigo.

-No, para nada, te lo agradezco- le dijo el castaño con sinceridad en la voz- eres la persona más valiente que conozco, T.K.

T.K quedó inmóvil, sintiendo como los brazos de Andy y sus palabras lo rodeaban y le transmitían el reconfortante calor de la verdadera gratitud. Repitió las palabras del castaño en su cabeza: "Eres la persona más valiente que conozco". Aquello se le hizo extraño y energético a la vez ¿Él valiente? Tai le había dicho que era valiente aquel día en que le salvó de ser atrapado por la banda de Erick, durante el verano. ¿Y si en verdad era valiente, solo que no lo sabía? Aquel pensamiento le infló el pecho, y se dijo a sí mismo que no le molestaría sentir de nuevo aquel sentimiento de plenitud por ayudar a alguien que lo necesitase.

El castaño se separó de él y le miró a los ojos.

-¿En serio se subieron las fotos a la nube en tan poco tiempo? Eso fue muy rápido- le dijo con una sonrisa.

-En realidad no, me quedé sin internet en el celular hace dos días... solo lo dije para que tu mamá no me intentara quitar el celular y creyera que las fotos ya están en un lugar seguro... fue lo primero que se me ocurrió.

Los muchachos se vieron a los ojos por unos segundos, para luego reír, primero tímidamente, después con más ganas; desentonando por completo con aquel desolado barrio, donde lo último que uno esperaría escuchar eran risas.

Cuando la risa pasó, Andy fijó vio su casa a la distancia, con la mirada de alguien que observa algo triste y preocupante a la vez.

-¿Te metí en un gran problema?- preguntó T.K, observando la pequeña vivienda de su amigo.

-No lo sé- le contestó el ojiverde, levantando los hombros.

-¿Crees que tu mamá pensará en lo que le dije?

El castaño se quedó un rato en silencio, sin quitar sus ojos de la casa, como si quisiera observar a través de las paredes para ver cómo estaba su madre. 

-Tampoco lo sé, solo espero que no esté triste.

T.K suspiró largamente, reconociendo que si bien ponerle un freno a esa mujer era necesario, su amigo no podía evitar preocuparse por ella.

-Vamos, seguro estará bien, dejemos que lo piense por esta noche- dijo el rubio en un tono animado para intentar aligerar la preocupación de su amigo, mientras se levantaba - dormirás en mi casa esta noche, no nos preocupemos de eso por ahora- finalizó y le extendió la mano al castaño para ayudarle a levantarse- pasaremos juntos el videojuego del cual te hablé.

Andy le miró inexpresivo por unos segundos, para luego sonreír y sujetarle la mano.

Delivery

Parado al frente del taller abandonado, Tai apoyaba una mano en el hombro de Matt. Lo hacía más que nada para evitar que el rubio intentase escapar, como lo había hecho dos veces en el trayecto hasta allí.

Aquel barrio abandonado le daba al moreno la sensación de estar en otra clase de realidad o dimensión. No sabía distinguir si el lúgubre ambiente era causado por los edificios en ruinas alrededor, o por el ya común e infaltable gris y oscuro cielo. Además, estaba el silencio. Ninguna bocina de auto, o cantar de un pájaro, o ladrido de perro, mucho menos una voz humana, interrumpían el lapidario silencio. Como si aquella parte de la ciudad estuviera aislada del resto. Como si ese laberinto de ruinas y desolación absorbiera la vida, devolviéndola en nada.

-No puedo creer que esté por hacer esto- dijo Matt tomándose la cara.

-Vamos, no meteré la pata- dijo Tai, con una media sonrisa. Era obvio que el rubio no confiaba en él.

-Lo dudo mucho… a ver, ten esto en cuenta: al estar aquí, dejamos todo atrás, no somos nadie, solo peones que vienen, hacen el trabajo, cobran y se van - le dijo el rubio con un énfasis de tutorial, viéndolo a los ojos- ¿Entendiste?

-Emm… creo.

-No, no entiendes- continuó el ojiazul, como si ya hubiera sabido de antemano la respuesta del castaño- ¿Tienes tu identificación aquí? ¿O algún documento que diga tu nombre?

Tai se palpó los bolsillos.

-No, no lo traje- contestó sonriendo apenado, suponiendo que el no haberlo llevado sería un problema.

-Bien, no tienen que saber tu nombre, nunca lo traigas, nunca digas tu nombre ni apellido, desde ahora serás “T”, ese será tu apodo.

-¿“T” de “Tai”?

-No, “T” de “Tonto”

El moreno levantó una ceja, molesto.

-¿Y cómo es que ellos saben tu apellido, genio?- dijo cruzando los brazos.

-Sí, eso fue… un accidente, no debió pasar… en fin, digan lo que te digan, no reacciones ni te enojes, buscarán fastidiarte desde el primer instante que pongas un pie adentro…no digas nada sobre tu familia o amigos, no conoces a nadie, haz de cuenta que eres huérfano- le dijo el blondo levantando un dedo, como indicando que aquello era importante.

-Está bien.

Matt se dispuso a golpear la puerta del taller, pero antes de tocar se volvió hacía el moreno.

-Tampoco indiques donde vives o donde estudias, ahora eres indigente también, apaga tu celular.

-Hecho.

El rubio volvió a mirar a la puerta, a punto de tocar, pero de nuevo volvió hacía el castaño.

-No digas nada de mi familia tampoco, no sabes nada de mí- Matt le miró a los ojos, transmitiéndole toda la seriedad, preocupación, y hasta amenaza en su mirar- sobre todo no te atrevas a mencionar a T.K, o hablar algo de él ¿Está claro?

-No diré nada.

Matt miró la puerta, levantando su puño para golpearla. Giró de nuevo su vista hacía Tai.

-Será mejor que no digas nada, déjame hablar a mí.

Dicho eso, tocó la puerta dando tres golpes seguidos, luego uno asilado, y otros dos seguidos. Una especie de contraseña, pensó Tai.

Pasaron unos segundos hasta que el visor corredizo de la herrumbrada puerta de metal se abriera, dejando ver dos ojos oscuros del otro lado.

-Ah Ishida, el “Gordo” te está esperando…-dijo la persona del otro lado de la puerta en un tono despreocupado, viendo a Matt, pero cuando corrió un poco la vista y vio a Tai allí parado a su lado, cerró inmediatamente el visor- ¡¿Quién es él?! Ishida no intentes nada raro, te lo advierto.

-No pasa nada, deja de histeriquiar- dijo Matt- él es un conocido mío, quiere entrar, necesita dinero.

-¿Crees que esto es un club al que puedes invitar a cualquiera? ¿Quién te crees Ishida?- preguntó el hombre del otro lado del puerta, notoriamente alterado.

-Ya sé, ya sé… yo me haré cargo de él.

Detrás de la puerta se escucharon murmullos que iban y venían; y luego silencio. Otra vez el silencio total que emanaba de los alrededores, de los edificios abandonados.

Tai no pudo evitar impacientarse ¿Por qué no abrían? ¿Acaso había puesto en peligro al rubio con su mera presencia? ¿Qué tipo de ayuda era esa? ¿Sus buenas intenciones habían sentenciado al hermano de la persona más importante para él?

Disimuladamente miró de reojo a Matt. Este permanecía inmutable. El único movimiento que puso percibir en el blondo fue el de su garganta: tragaba saliva con dificultad. Los segundos pasaban, y el silencio se hacía cada vez más insoportable.

Entonces, la puerta se abrió en un oxidado rechinar. Ambos muchachos se miraron mutuamente de reojo, y Matt, sabiendo que ya no había marcha atrás, se adentró al oscuro taller.

Tai le siguió. El interior era un pasillo pobremente iluminado. Antes de que sus ojos marrones se acostumbraran a la penumbra, unas manos lo sujetaron firmemente y lo presionaron de cara contra la helada pared. Su primera reacción fue oponer resistencia, aunque no entendiese de qué iba todo eso ni cuántos eran los que lo sujetaban. Aun sorprendido, vio a Matt, quien viéndole a los ojos y con un disimulado gesto de su mano con la palma hacía abajo le indicó calma. El moreno, totalmente inseguro, hizo caso y dejó de luchar.

Unas manos tantearon cada milímetro desde sus tobillos hasta su cintura. Le levantaron la campera y camiseta hasta el pecho, para luego asegurarse que no tuviese nada en el cuello o detrás de las orejas.

-No tiene nada- dijo uno de los que le chequeó, con una voz ronca.

Inmediatamente, los mismos que le habían revisado, revisaron a Matt con el mismo procedimiento.

-Barbie también está limpia- dijo el sujeto que revisó a Matt, de aproximadamente unos 20 y tantos años; el mismo que había visto a través del visor de la puerta - ¿Te portarás bien hoy?- dijo sonriendo maliciosamente, pasando un dedo por la mejilla del rubio.

Matt le apartó la mano, molesto. Aquel tipo hizo una mueca tranquila, sonrió. Disimulando tranquilidad se dio media vuelta, y sin que el blondo pudiera reaccionar, giró rápidamente hundiéndole el puño en el estomago. Matt cayó de rodillas, rodeándose el estomago con los brazos.

Tai, mientras la respiración se le acentuaba, se preparó para golpear al mayor. Podía agarrarlo desprevenido, ya que este reía a carcajadas. Después vería que hacer con los otros dos tipos que estaban con él, quizás podían escapar sin la necesidad de enfrentárseles. Pero cuando estuvo a punto de moverse, se sorprendió al ver que Matt, aun arrodillado y tomándose el estomago, tratando de reponerse del golpe, le hizo con disimulo la misma seña de “calma” de hace un momento. Tai tragó su enfado y abortó el plan en su cabeza. Por el momento solo podía limitarse a seguir las órdenes del rubio.

-Parece que no, siempre lo mismo contigo, Barbie- dijo aquel sujeto sonriendo. Los otros dos tipos rieron- ve Barbie, el “Gordo” te está esperando.

Matt se levantó con dificultad y empezó a caminar por el pasillo.

-¿Qué esperas? ¿Una invitación?- le dijo uno de los adultos al castaño, dándole un golpe en la cabeza con la palma abierta- sigue al rubio marica.

Ambos adolecentes caminaron solos por un pasillo de unos 30 metros hasta una puerta doble de madera. Antes de abrirla, Matt se apoyó sobre sus rodillas, intentando recuperar el aire.

-¿Estás bien?- susurró Tai, apoyando una mano en la espalda del ojiazul.

-Shh- fue lo único que le dijo el blondo, erguiéndose y apartándole la mano.

El rubio, aparentando que no había pasado nada, abrió la puerta. Ambos chicos avanzaron por un gran galpón en penumbras. Tai, a pesar de ya conocer aquel sitio por haber espiado a Matt en el pasado, vio todo a su alrededor con disimulada sorpresa y curiosidad. Grandes maquinas industriales, que en la oscuridad adquirían inquietantes figuras, servían de reposo para polvo y telarañas. En medio de estas un espacio vacío se abría, como un valle en las montañas, donde la única fuente de iluminación, un foco que colgaba del techo, alumbraba una mesa con algunas sillas. Hacía allí avanzaban.

Mientras caminaba al lado del rubio, Tai veía a su alrededor.

Adentro de ese galpón, esparcidos a la vuelta del espacio abierto donde estaba la mesa, pudo ver a varias  personas; algunas desparramadas en sillones, otras sentadas en sillas, asientos improvisados o incluso en el piso. Incluso vio a personas tiradas en el suelo. El moreno no supo si dormían o si se encontraban inconscientes. Todas esas figuras en la oscuridad parecían muñecos de trapo, sin energía ni siquiera para estar erguidos. Luchando contra la penumbra, pudo darse cuenta que todos eran adolecentes; chicos de su aproximadamente su misma edad, chicos que no superaban los 18 años.

A pesar de la oscuridad, Tai observó la cara de algunos de esos muchachos: todos demacrados, con la mirada perdida o tan atontados que apenas parecían darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Muchos le miraron sin verlo, como si la capacidad de reacción les hubiese sido extirpada. El humo dulzón que emanaba de los cigarrillos de esos chicos le hizo entender que no fumaban de de los paquetes que se venden en las tiendas.

Sin embargo, aparte de las miradas vacías, el castaño pudo sentir miradas atentas sobre él. Hombres de más edad y buen porte físico, parados estáticos entre las maquinarias, le veían fijamente. Él era un rostro nuevo allí, un extraño al cual vigilar.

Mientras caminaba observando a su alrededor, escuchó un crujido bajo su pie. Bajó la vista y entonces pudo ver que había pisado: una jeringa. El suelo estaba regado de jeringas, aquellas gomas amarillas que se utilizan para la extracción de sangre y diferentes clases de envoltorios sin nombres ni marcas.

El aura nauseabunda e inhumana que emanaba de ese sitio se intensificó para el moreno.

En la mesa iluminada al frente de ellos, el mismo sujeto obeso, que había visto en la ocasión en la que espió a Matt el día que robó el celular, les esperaba sentado. Seguramente el sujeto a quien llamaban el “Gordo”.

Ambos adolecentes se pararon al frente de la mesa.

Al tenerlo de frente, Tai pudo observar a aquel tipo con más detalle. Le sorprendió ver a alguien con tatuajes en la cara. Lo que parecía ser un símbolos celtas le adornaban una mejilla y la calva cabeza, como si los dibujos fuesen un sustituto del pelo. A pesar del frio, vestía la parte superior de su redondo cuerpo con una camiseta blanca sin mangas.

-Ishida, tengo un trabajo para ti, escucha bien lo que tienes que hacer…

El “Gordo” calló al posar sus ojos claros en Tai. Curioso, apoyó su codo en la mesa y se pasó una mano por la frondosa pero ordenada barba de un castaño rojizo.

-¿Y este quién es?

Tai estuvo a punto de abrir la boca, pero Matt se le adelantó:

-Es un conocido mío, necesita el dinero- dijo- él me ayudará en lo que me mandes hacer… después de todo, necesitas remplazar al “pelirrojo” que se fue ¿No?

El “Gordo” no hizo ninguna reacción. Solo se quedó mirando fijamente al castaño, quien, a pesar de no esquivarle la mirada, se incomodó bastante.

-No lo sé… ya tenemos suficientes “niños bonitos” contigo, Ishida, las demás bandas creerán que esto se volvió un grupo de modelos maricones… es decir, míralo- dijo el obeso riendo, señalando a Tai- tiene la misma o incluso más pinta de chupa-vergas que tu, Ishida.

Los que escuchaban desde la penumbra (los que no estaban los suficientemente drogados), rieron.

Tai permaneció inalterado, recordando lo que le había dicho el ojiazul antes de entrar allí: “no te alteres, ellos buscarán molestarte”. Aquello era solo una prueba. Sabía que responder de mala manera solo causaría problemas. Matt también hacía de cuenta que no escuchaba nada, mientras miraba a ese cretino seriamente.

-Aunque teniendo en cuenta tu apariencia de invertido, Ishida, no me sorprende que te rodees de chicos bonitos. Dime- dijo el “Gordo” dirigiéndose a Tai, apoyando ambos codos sobre la mesa mientras sus fofos brazos se sacudían- Te gusta follarte a Ishida todas las noches ¿Verdad? Por eso en agradecimiento él te trae aquí, para hacer dinero fácil ¿No? ¿Está tan usado como parece? ¿O todavía su culo te aprieta el chorizo cuando se lo metes? Vamos, dime, en confianza.

El “Gordo” rió de sus propias palabras, acompañado de las risas de los que los rodeaban.

-¿O eres tu el que recibe?- continuó- Me parece que también podría ser, pareces ser de los que le gusta que le metan los dedos ¿Te gustan los rubios? ¿Eh? ¿Hace cuanto que le entregas el trasero a Ishida? No te ofendas, pero parece que no estás haciendo un buen trabajo, ya que él vive malhumorado.

La respiración del moreno comenzó a hacerse pesada. Si bien era consciente que con solo una seña del “Gordo” bastaría para que los que montaban guardia a su alrededor cayesen sobre él, el deseo de callar a esa bola de grasa a golpes creció y creció.

-Está bien Ishida, tu amante te puede ayudar, te ganaste cierto grado de confianza a pesar de ser un maricón- dijo el tatuado echándose para atrás en la silla, al parecer ya aburrido- tú te harás cargo de él. Supongo que no hace falta decirte que te pasará si hace algo estúpido.

-Entiendo-  contestó el rubio a secas.

-Te llamé por esto- el “Gordo” apoyó una mochila escolar en la mesa y la deslizó hacía los adolecentes- lleva esto a nuestro “amigo” del laboratorio, la dirección está en este papel.

Matt se acercó a la mesa, tomó el papel de la obesa mano del tatuado y se calzó la mochila en la espalda.

-Ten mucho cuidado con eso, Ishida, viene de muy muy muy lejos…- agregó el adulto con una sonrisa-… es pura. Como eres el único de este montón de estúpidos que no consume este tipo de cosas, confío en que eres el más indicado para no caer en la tentación de desear una prueba gratis ¿Recuerdas que le pasó al último que nos robó?- preguntó, con la clara intención de verificar la solidez de los conceptos.

-No te preocupes, entregaré esto- dijo el blondo en un tono monótono.

-Bien, cuando lo entregues vuelve aquí para tu paga, luego están libres para ir a chupársela mutuamente.

Matt se dio media vuelta y caminó a la salida tan rápido que Tai tuvo que trotar para alcanzarlo y evitar que lo dejara allí solo.

Una vez fuera de nuevo, la opaca brillantez del oscuro y nublado día lastimó los ojos marrones del moreno. Matt desplegó el papel y lo examinó.

-Vamos- dijo comenzando a caminar- tenemos un largo trecho que hacer.

-Ok- contestó el castaño, caminando mientras aun se refregaba los ojos.

A paso ligero, los adolecentes salieron de la zona industrial en ruinas, mezclándose poco a poco con el ida y vuelta normal de la ciudad. Ya entre la gente y los autos, disminuyeron su marcha para no llamar la atención, pero sin dejar de caminar rápido.

-¿Esto es todo? ¿Llevar esta mochila de un lugar a otro?- preguntó Tai al rubio, quien caminaba por delante de él.

-En esta ocasión, si- le contestó Matt sin dejar de mirar al frente- no hay trabajos fijos, dependen de lo que los idiotas esos quieran hacer. Hoy es solo hacer de delivery, la próxima puede ser entrar en tal lugar, después puede ser otra cosa.

-Aquel gordo dijo “es pura”… sabes que llevas en esa mochila ¿Verdad?

El rubio no contestó inmediatamente. Continuó con su marcha firme, esquivando a las personas que caminaban por la acera.

-Sí, lo sé, no me importa.

-Debería importarte- dijo Tai, con sus manos en los bolsillos de su campera- si bien no eres el que la vende, le haces mucho daño a las personas que consumen esa porquería.

Caminaron en silencio por media cuadra.

-No es mi problema- contestó Matt a secas- mientras me paguen que hagan lo que quieran.

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo, sabiendo que formas parte de lo malo que pasa en la ciudad?

El blondo se detuvo abruptamente y se dio media vuelta, enfrentándolo.

-Escucha…- le dijo enojado, pero sin levantar la voz para evitar que las personas que caminaban a su alrededor oyeran-… no me vengas con tu ética barata ¿Qué diferencia hay que lo haga yo o lo haga otro? Porque si todavía tu limitada mente no se enteró, si no lo hiciera yo, ahora mismo alguien más estaría usando esta mochila y cumpliendo el mandado.

Tai miró esos ojos azules con atención.

-¿Quieres terminar con la delincuencia? ¿Eh? Adelante entonces- le dijo Matt, tomándolo del hombro y haciendo que fijara su mirada en un auto estacionado en la calle- ¿Ves al sujeto dentro de ese auto?

Tai vio adonde su cuñado le pedía. A algunos metros, vio a un tipo adentro de un auto negro, hablando por teléfono mientras veía a su alrededor y anotaba algo en una libreta.

-Aquel sujeto recoge información, preparando puntos para una entradera… ¿Ves a la anciana allá, la del bolso marrón al lado de la tienda de ropa?- le indicó el rubio, haciendo que fijase la vista en una anciana al otro lado de la calle.

-Sí ¿Y?

-Mira con atención- le contestó el blondo.

De repente, con un rápido movimiento de brazos, la anciana metió disimuladamente en su bolso algunas bufandas que colgaban de unos mostradores de la tienda, para luego seguir caminando como cualquier abuela normal.

-O si quieres mira allí…- le dijo, haciéndole girar para ver a dos hombres con cascos polarizados andando en una moto a poca velocidad…- moto-arrebatadores, esperando encontrar a algún despistado que ande con el maletín o la cartera del lado de la calle, ya van pasando tres veces desde que estamos aquí.

El rubio le hizo girar 180 grados, hacía la peatonal, donde la gente iba y venía.

-Observa al sujeto de buzo rojo, míralo bien- le indicó el ojiazul.

Tai no tuvo que esperar mucho para ver como el tipo de buzo rojo, quien caminaba en medio de la multitud como cualquier otro, le sacaba a la pasada la billetera del bolsillo a otro hombre sin que este se diera cuenta, para luego depositarla en la cartera de una chica, mirándola a los ojos.

-¿Por qué no vas y los detienes a todos? Yo te espero. Ve, haz tu trabajo de héroe y limpia la ciudad… ah, y no te olvides de los políticos que protegen a las mafias como con la que estamos trabajando ahora, entra a sus despachos y diles que se porten bien de ahora en adelante.

Tai miró al rubio a los ojos, digiriendo amargamente las irónicas palabras de este.

-Están en todas partes, Yagami… ladrones, “descuidistas”, mecheros, pungas, oportunistas, arrebatadores, garfios… llámalos como quieras. Están por doquier, pero no se los ve… ¿O será que nadie quiere verlos? Así es más fácil ¿No? Hacer de cuenta que no existen mientras no lo toquen a uno- Matt ya no sonaba enojado, sino que hablaba con la calma de alguien intentando dar una lección- mirar hacia otro lado no te hace mejor persona, Taichi, no te hace diferente a los que delinquen, ya que eres cómplice con tu silencio. Todos hacen lo mismo. Todos estamos en la misma bolsa de basura, solo que algunos quieren aparentar que no, para cuidarse a ellos mismos… si las personas buenas no hacen nada para detener a las personas malas ¿Qué tienen de buenas entonces?

El moreno escuchaba negándose a darle la razón, pero sin poder responder nada. La seguridad y la determinación con la que hablaba el blondo le habían quitado la capacidad de responder.

-Yo, en cambio, entiendo como son las cosas y no hago la vista gorda. Tengo las agallas para arriesgarme y sacar algo de esa inmundicia que corre por debajo de nuestros pies, y que correría de igual manera aunque no hiciera nada- agregó el ojiazul, acomodándose la mochila en la espalda- indignarse es gratis, pero lo gratis nunca produce cambios… así que no te quejes si no estás dispuesto a ser parte de la solución, idiota.

Matt reanudó la caminata, sin importarle si él le seguía o no. Tai se quedó uno segundos inmóvil en el mismo lugar, observando como aquel rubio se alejaba. Por dentro reconoció que nunca había conocido a alguien tan decidido a llevar a cabo sus metas, ni tampoco a alguien tan convencido de su forma de ver el mundo. Aun así, sabía que su cuñado estaba equivocado. Quizás no podía encontrar los argumentos en ese momento para convencer al ojiazul, pero sabía que en algún momento Matt se daría cuenta que no todo era tan oscuro como él pensaba.

Cayendo en cuenta que el blondo ya se encontraba bastante lejos, Tai corrió para alcanzarle. Así caminaron en silencio por varias cuadras, como cualquier pareja de amigos en las calles de la ciudad, hasta que el oji-café volvió a hablar.

-Oye Matt…

Matt blanqueó los ojos y dejó escapar un suspiro de cansancio.

-¿Me darás un sermón del bien y el mal?- preguntó pesadamente, sin dejar de caminar.

-No, no es eso- contestó el moreno, con la voz tranquila de alguien que no busca comenzar una discusión- solo te quería preguntar… vi que la mayoría allí en el taller son chicos de nuestra edad, menores de edad ¿Por qué?

-A este tipo de organizaciones les gusta usar menores de edad para la mayoría de sus fechorías- le contestó el rubio, mientras se detenía a esperar a que el semáforo se pusiera en rojo- primero, porque son influenciables por no tener criterio propio, segundo, porque caen fácilmente ante las drogas y el alcohol que esos zánganos les regalan como paga, y tercero, por ser menores no pueden caer presos si son capturados, y este sistema de justicia deficiente los deja libres a las pocas horas.

-Ya veo- comentó el castaño recordando con cierta tristeza como se veían esos chicos, abatidos, inútiles y atontados por las sustancias nocivas que lamentablemente estaban a su alcance- oye… ¿Y tú nunca… probaste nada de eso?

-No, jamás- contestó firmemente Matt, reanudando la marcha.

-Está bien- dijo el oji-café, creyendo en su cuñado. Aunque era un estúpido, sabía que Matt no era esa clase de estúpidos.

-¡Matt, espera!- gritó emocionado, deteniéndose al frente de una tienda de comestibles.

-Ahg ¿Qué pasa ahora?- se quejó el rubio, deteniéndose y mirando al cielo- esto no es un paseo.

Haciendo oídos sordos a las quejas del blondo, el moreno caminó de manera despreocupada al mostrador del almacén y compró varias bolitas de chocolates.

-No me digas que a ti también te gustan esas cosas- dijo el ojiazul al castaño, mientras este guardaba las bolitas en el bolsillo de su campera.

-No me gustan, son para T.K- contestó Tai sonriendo.

-Lo mimas demasiado, Yagami, no es bueno para él comer eso, es basura.

-Ya, ya, ¿Qué tiene de malo mimarlo un poco?- dijo el moreno con la alegría que le provocaba imaginarse a T.K disfrutando de su regalo- bueno ¿Seguimos?

Sin embargo, la sonrisa se le borró al ver cara de Matt, y hasta sintió una especie de sentido de alerta activándose. El rubio veía fijo hacía detrás de él, como si el mismo diablo se encontrara a su espalda, con la misma cara de pánico de cuando le espió por primera vez.

-¿Matt?- preguntó al blondo, viendo que este no reaccionaba.

Cuando estuvo a punto de darse media vuelta para por fin ver a qué o quién veía Matt con tanto miedo, el rubio cruzó la mirada con la suya. La reacción de Matt le dejó aun más perplejo. El ojiazul entró a reír a carcajadas, abalanzándose sobre él

-¡Eh! ¡Tanto tiempo!- le dijo mientras le abrazaba enérgicamente y hundía el rostro en su pecho.

Tai no entendía nada, tan solo se quedó estático, con la confusión adornándole la cara. Mientras el blondo reía y le daba palmadas en la espalda, le hizo girar 180° sobre su eje, sin despegar el rostro de su pecho.

Entonces allí, el castaño comprendió: Matt le usaba de escondite. Disimuladamente miró a su alrededor. Dos sujetos altos y usando gorros de la lana pasaron a su lado, y sin que necesitara preguntar, Tai supo que de ellos se ocultaba el ojiazul.

Pasados unos segundos, Matt enserió su rostro y miró por encima del hombro del oji-café.

-Vamos, no perdamos más el tiempo- dijo, como si nada raro hubiera pasado- iremos por aquí- agregó, caminando en una dirección distinta en la que iban antes de detenerse. 

-¿Quiénes eran?- preguntó Tai alcanzándolo mediante un corto pero veloz trote.

-Unos amigos- le contestó el rubio, apresurando el paso.

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-¿Aquí es?- preguntó el moreno.

Aquello no parecía un laboratorio, aunque Tai sabía que ese era el chiste. Estaban parados al frente de una casa vieja, en la otra punta de la ciudad. Las ventanas clausuradas con maderas y la deteriorada fachada, daban la impresión de que estaba completamente abandonada desde hace décadas.

-Así parece- contestó el rubio, observando el papel con la dirección.

Matt buscó con la vista la numeración de la casa, pero no tardó en darse cuenta que aquello sería un lujo para las casas de esa zona. Las calles ni siquiera tenían la señalización con el nombre; habían confiado en la indicación de una vendedora ambulante para ubicarse.

Guardó el papel en el bolsillo y tocó la puerta. Nada pasó.

Los adolecentes se miraron uno al otro y el rubio volvió a tocar, pero antes de dar el segundo golpe la puerta se abrió. Un sujeto, imagen viva de la palabra “desaliñado”, con espesa barba y ojos enrojecidos, asomó su cabeza por la puerta entreabierta. Miró a los jóvenes fijamente, sin decir ni una palabra.

-¿Cómo te llamas?- preguntó el ojiazul al darse cuenta que aquel mamarracho no hablaría a menos que él lo hiciera primero.

-¿Quién pregunta?- dijo el barbudo con desconfianza.

-El que te trae un pedido del cual ya sabías, pero primero dime tu nombre.

Aquel tipo, con sus ojos enrojecidos y adornados con profundas ojeras, quedó observando al rubio, como si meditase el nivel de peligro de exponer su nombre.

-Me dicen “El feo”.

Matt, sin demostrarlo externamente, se alivió al darse cuenta que no se había equivocado de casa; ese apodo coincidía con el que decía el papelito. Se sacó la mochila de la espalda y se la entregó al harapiento adulto. Este la abrió y sacó de ella un paquete envuelto en cinta de embalar, del tamaño y la forma de un ladrillo. Le devolvió la mochila al blondo, el cual se sorprendió.

-Quédatela.

Luego, cerró la puerta de un golpe.

-¿Listo?- preguntó el moreno, extrañado de que todo hubiese sido tan fácil.

-Sí, volvamos al taller- contestó el ojiazul, calzándose la mochila de nuevo.

-¿Ese es el rubio que mencionaste, Miky?

Al escuchar esa voz desconocida detrás de él, Tai giró rápidamente sobre sí, y entonces los vio. Los mismos dos sujetos de gorro, los que Matt había evitado, los miraban a unos metros por sobre la acera, ahora acompañados de tres sujetos más. El moreno vio fugazmente al rubio: la misma mirada de terror en su rostro, pero esta vez más intensa que nunca.

Ya sabía que había sido demasiado fácil” pensó el moreno. 

Notas finales:

Chan chan chan! Lindo punto para cortar el cap, verdad? jajaja. Subiré la continuación bien pueda... espero tardar solo un mes, sería un milagro teniendo en cuenta que octubre y noviembre son los meses mas ajetreados en la universidad (el año lectivo en Argentina comienza en marzo- otoño- y termina en diciembre- verano)

Para los que no se dieron cuenta, me permití tomar prestada una escena, o fragmentos aislados, de la pelicula "Nueve reinas". Resulta que un día me puse a ver peliculas que tratasen sobre delincuencia, como para inspirarme en situaciones para el fic, y esta fue la que más me gustó. La verdad, sentí que eran muy buenas escenas y que valían muchisimo la pena para ponerlas en esta historia. Espero que no sea tomado como plagio, no es esa la intención, solo quiero tomar la riqueza de esas escenas o cositas que vi en la pelicula. Este es un fic solo para entretener, solo estoy tomando referencias. Otra cosa muy distinta sería decir que yo inventé lo que saqué de la peli ajajajaja, eso si sería deshonesto. Igual, solo extraje fragmentos asilados y algunos diálogos. No tiene nada que ver la trama de la peli con la historia.

Aquí está el link si quieren verla www.repelis.net/pelicula/10845/nueve-reinas.html PE-LI-CU-LON, no se van a arrepentir y se acordarán de mi.

Una preguntita de curioso nomás que soy: ¿Como le dicen a los ladrones en sus respectivos paises? Aquí en Argentina normalmente se le dicen "Chorros" o "gatos".

Muchas gracias por comentar y seguir la historia. Debo confesar que por el hecho de actualizar por mes y ya no por semana, a veces siento que lo que escribo no es lo suficientemente bueno como para compensar la larga espera, por ende me traumo un poquito. Sus comentarios me alientan a no aflojar y a siempre dar lo mejor de mi. Saludos!!


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