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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola a tooodos! Espero que estén bien. Aquí les traigo el capitulo del mes de noviembre. Pensaba que podría abarcar más trama de lo que lo hace, pero bueno, ya me quedó largo así que lo corté allí. Se aclaran varias cosillas, pero les aseguro que solo es el comienzo del armado de la trama. Espero que les guste.

Ya sabía que había sido demasiado fácil” pensó el moreno, mientras retrocedía.

Notó que los dos sujetos de gorro se parecían bastante, tanto que fácilmente uno se daba cuenta que eran hermanos mellizos. La única diferencia marcada era que uno había cumplido con el deber de afeitarse, mientras que el otro lucía una barba demasiado fina, despoblada y juvenil para ser tomada como una barba en serio. Ambos compartían el aspecto demacrado que deja varias horas seguidas de mala vida. Sus pieles pálidas y ojeras marcadas hacían juego con el clima fúnebre y las nubes bajas y sombrías. Tai no puso atención a los otros 3 tipos que acompañaban al par de gorro, tan solo pudo percibir en un segundo plano la diferencia de tamaño en altura y consistencia física con los dos hermanos, como así en edad pero no en malicia.

-Matt, vámonos- dijo, mitad orden mitad pedido, dando pasos hacia atrás y sin dejar de observar a aquellos sujetos avanzando hacia ellos.

El rubio no se movió. Parecía estar completamente congelado, como si el hecho de ver a esos tipos tan de cerca lo trasformara en un maniquí y le quitara la voluntad de moverse.

Sin dejar de pensar en qué hacer, a Tai se le vino fugazmente a la cabeza las ocasiones en donde él se petrificaba de la misma manera al ver a Erick y su pandilla, y también recordó las contadas pero bien recordadas ocasiones en las que hacía rodeos innecesarios para evitar cruzarse con ellos. Conocía ese miedo, entendía el efecto paralizador que el miedo podía llegar a imponer. No sabía el porqué esos tipos buscaban al rubio, el porqué este los evitaba…pero sabía de sobra que si Matt no reaccionaba, aquello terminaría de la peor forma, o peor aún. Tenía que actuar, y solo se le ocurrió una opción.

Agarró al ojiazul de la muñeca.

-¡Corre, idiota!

Comenzando a correr, tironeó a Matt y le obligó a reaccionar, sin importarle si la brusquedad de su tirón había sido demasiado para el hombro herido del blondo. Luego habría tiempo para las quejas, si tenían suerte.

Las pisadas de aquellos tipos iniciando la persecución retumbaron por detrás.

Corrieron sin rumbo fijo por la acera, esquivando como podían a las personas que se cruzaban en su camino. El moreno sabía que si tropezaban, ya no se levantarían; tenían a sus perseguidores demasiado cerca, ya que si bien nunca hizo por ver atrás, los podía oír tan claro como a su propia respiración. Poco tiempo le tomó saber que la única oportunidad que tenían era esconderse ni bien les sacaran algo de ventaja.

-Por aquí- dijo, entrando al estacionamiento cercado de un supermercado.

Matt le siguió.

El supermercado, con todas sus góndolas e incontables pasillos, sería una buena oportunidad para perder a sus perseguidores, pensó el moreno. Pero al llegar a la entrada, chocaron de frente con una cortina de metal. Estaba cerrado. Solo en ese momento Tai se dio cuenta que su desesperación le había hecho ignorar la ausencia de autos o personas en el estacionamiento. Con el alma en la garganta, miró hacia atrás. Les habían podido sacar algo de ventaja a sus perseguidores, pero estos ya entraban al estacionamiento.

-Vamos- dijo tomando al rubio del brazo.

Sin perder tiempo bordearon el edificio, impulsados más por la necesidad de continuar en movimiento que por un plan o una idea clara. Improvisarían con lo primero que estuviera a su alcance.

En un desesperado escaneo visual a su alrededor, lo primero que llegó a los ojos de Tai fue un contenedor de basura en un extremo del estacionamiento.

-¡Vamos! al conteiner- dijo, acelerando aun más su carrera.

-¿Que... piensas...hacer?- le preguntó Matt, jadeando- No nos podemos... esconder allí... nos verán.

-No, estúpido, lo usaremos para saltar la cerca.

Matt estuvo a punto de indicar lo mala que era esa idea, pero se limitó a solo correr al comprender que no había otra forma de salir de aquel perímetro cercado en el que ellos mismos se habían metido por desesperación.

Usando el impulso de la velocidad, Tai subió al contenedor de basura y se trepó sobre la valla, cuidando de no lastimarse con las puntas de esta que se levantaban apuntando al cielo. Sin embargo, cuando miró al otro lado, la idea de saltar ya no parecía tan buena. Ubicadas entre la cerca y la acera,  los esperaban enredadas plantas con espinas y robustos arbustos pelados, los cuales no parecían nada cómodos.

Tuvo la necesidad de chequear si había otra opción. Vio detrás de sí; el rubio trepaba tan torpemente el contenedor que se hubiera reído de no ser por las situación. Fijó su vista en los idiotas de los cuales huían: se acercaban a toda velocidad, cruzando el estacionamiento. Un viento helado le peinó para atrás, mientras volvía su vista a ese colchón de ramas y espinas. Era una caída de 3 o 4 metros. Si bien ya anticipaba el dolor de caer allí, supo que no había vuelta atrás. Cerró los ojos y se lanzó.

Un fugaz pero audible grito de dolor escapó de su boca al caer sobre las ramas y espinas. Sintió como cientos de agujitas se le clavaban en las piernas, atravesando el pantalón, a la vez que las ramas le golpeaban en la cara y le llenaban la boca de sabor a tierra. Pero lo que más le hizo fruncir el rostro fue un ardor profundo y lacerante en su brazo.

Antes de que pudiera recomponerse del molesto dolor, oyó un ruido sordo sobre él, seguido de algunas maldiciones. Al levantar la mirada vio a Matt colgando de la cerca, pataleando en el aire.

-La mochila ¡Sácatela!- gritó el moreno.

Como pudo, mediante movimientos torpes y desesperados, el rubio se liberó de la mochila enganchada en una de las puntas de la reja y cayó a la vegetación. Este también hizo una mueca de dolor e incomodidad, pero no había tiempo de quejas. Entre ambos se abrieron camino, luchando contra las ramas y las espinas, hasta salir a la acera. Ni bien lo lograron, sus perseguidores saltaron a los arbustos.

 Otra vez corriendo a toda velocidad por las calles, ante la indiferente mirada de los pocos peatones de aquella parte de la ciudad, a quienes parecía no importarle el hecho de que dos chicos fuesen perseguidos por 5 sujetos, Tai miraba a todos lados, buscando algo que los ayudara. Pensó fugazmente en la posibilidad de encontrar un policía, pero rápidamente descartó esa idea. Era más probable que los ayudara Superman a que encontraran un uniformado en aquella zona.

Miró de reojo a su cuñado. Este se había puesto rojo, y el sudor ya le mojaba la frente y el pelo, pero aguantaba… el problema era ¿Por cuánto? Si fuese por él, correría en línea recta hasta ganarles a los sujetos de gorro por cansancio; podía correr largas distancias. Sin embargo, dudaba que el ojiazul pudiera hacer eso. Necesitaban esconderse antes que las piernas del ojiazul dijesen basta.

De repente, Matt le tomó de la muñeca.

-Por aquí- le dijo, doblando en lo que parecía un callejón, entre una pollería triste y un local cerrado.

-¿Seguro?

-Reconozco esta… zona- le contestó el rubio, sin parar de correr.

Cuando se adentraron en el callejón, Tai se detuvo abruptamente al ver que una pared se imponía al final del pasillo; un callejón sin salida. Matt se percató y volvió sobre sus pasos por él.

-Confía en mí- le dijo viéndolo a los ojos mientras le tomaba del brazo.

El moreno no pudo evitar dudar, pero no había tiempo. Entregándose a la confianza ciega, vio a los ojos a Matt y asintió. Corrieron por el callejón lleno de basura, saltando y esquivando los obstáculos que la desinteresada y sucia vida urbana les había puesto por delante. Tai miró para atrás, sobre su hombro. Sus perseguidores entraban al callejón a toda velocidad.

Mientras corría, un pensamiento apareció en la mente del oji-café; un pensamiento que le contrajo el pecho de miedo ¿Y si esos malvivientes que le perseguían sacaban un revolver y les disparaban? ¿Y si en verdad estos no necesitaban alcanzarles? Lo único que necesitaban era tenerlos a tiro, en un espacio reducido y preferentemente sin testigos ¡Y Matt  y él se habían encargado de darle lo que necesitaban! En aquel callejón, en donde solo podían correr para adelante, les podían acribillar sin siquiera la necesidad de apuntar con precisión. Además nadie vería, y si alguien escuchaba los disparos, seguramente no se preocuparía en averiguar que había sido ¿Para qué?

Sacando fuerzas de donde no sabía, aceleró todavía más su carrera. Se acercaban al final del callejón y Tai todavía no veía como saldrían de allí, no veía que otra cosa podían hacer aparte de chocarse de cara contra esa pared que sellaba el pasillo. La desesperación le invadió. Pero cuando estuvo a punto de preguntar al rubio en que mierda había pensado al llevarlos a esa trampa sin salida, sus ojos se abrieron de par en par ante un brillo. Pequeño, pero esperanzador brillo.

Al llegar a la pared, se dio cuenta que esta no era una pared, sino la parte trasera de un cuarto anexado al edificio del al lado, y este no tapaba por completo la salida del callejón. La brillantez de la calle al otro lado se escurría por un pasadizo entre el cuarto y la otra pared del callejón. Tai entendió al instante las intenciones de Matt. El pasadizo era estrecho, muy estrecho, pero lo suficientemente espacioso para que sus cuerpos adolecentes cupieran.

Perfilándose de costado, Matt entró primero y él le siguió. Medio centímetro separaba su pecho y su espalda de las paredes. Paso a paso fueron cruzando el pasillo, mientras el olor a humedad y moho le impregnaban la nariz y la ropa. Al salir por al otro lado, Tai vio hacía el callejón por el pasadizo. Los sujetos de gorro y sus 3 cómplices les veían con más que odio del otro lado.

Uno de los cómplices intentó meterse por el pasadizo, pero su abultada barriga se lo impidió. Después trató uno de los tipos de gorro, que al principio avanzó dificultosamente unos pasos, pero por ser más robusto que los adolecentes no tardó en darse cuenta que quedaría atascado y  retrocedió.

Tai, aun agitado pero con la sonrisa de saber que aquellos tipos no podrían pasar por el pasadizo aunque se empujaran uno al otro, les mostró el dedo medio.

-Vamos, demos la vuelta- ordenó uno de los sujetos de gorro a los demás, dándose media vuelta y corriendo otra vez por el callejón. Los otros le siguieron.

-Debemos irnos- dijo el castaño alejándose de la pared, dispuesto a correr a cualquier lugar que no fuera ese.

-Espera- le contestó Matt, viendo por el pasillo hacía el otro lado.

El rubio esperó hasta que aquellos tipos salieran del callejón y desaparecieran de su vista, para luego decir “Sígueme” y meterse de nuevo en el angosto espacio.

-¿Pero qué haces?

-Esos idiotas jamás esperarían que volvamos sobre nuestros pasos- le contestó el ojiazul, ya a mitad del pasadizo.

El castaño lo meditó fugazmente, y con más ganas de irse de allí que de deliberar o discutir cual era la mejor opción para huir, siguió a su cuñado.

Una vez del otro lado, el rubio hizo una seña para que esperaran, mientras aprovechaban para descansar y recuperar el aliento. No faltó mucho para que escucharan las voces de sus perseguidores ahora del otro lado de la pared, más específicamente de uno de los sujetos de gorro:

-De seguro que corrieron para el mercado ¡Vamos!

Escucharon presurosos pasos alejándose.

Los adolecentes salieron del callejón y, como si el destino quisiera recompensarles de alguna manera, ínfima aunque sea, entre el apagado trafico vieron un ómnibus que los dejaría cerca de la zona industrial abandonada. Se subieron sin dudar. Con las caras sucias, las ropas amojosadas y con algo de moho y algunas ramitas y hojas en los cabellos castaños y rubios, entraron al vacío colectivo. El chofer los miró con mala cara, y les hubiese recriminado su desfachatez si no fuese que los adolecentes pagaron el boleto y se encaminaron al fondo del vehículo antes de que pudiera abrir la boca.

Una vez sentados en los asientos del último, Matt y Tai se desarmaron en un cansado y aliviador suspiro.

-¿Esos son tus "amigos"?- preguntó el moreno, mientras se acomodaba perezosamente en el asiento y se sacudía el polvo y la tierra de la ropa y el pelo.

-Si- se limitó a contestarle el rubio, mirando por la ventanilla.

-¿Porque te persiguen? Dudo que sea para invitarte a jugar a las cartas.

-Por nada.

Tai giró sus ojos, resoplando. Todavía le costaba creer lo trabajoso que era conversar con ese tipo; tenía que extraerle cada palabra.

-Corrí contigo no sé cuantas calles, tuve que saltar hacía un colchón de ramas y espinas y escurrirme por un pasadizo sucio... merezco saber porqué tuvimos que huir.

Matt le miró de reojo por unos segundos, y volvió su vista hacía la ventana, dándole la razón sin palabras ni gestos.

-Uno de esos tipos de gorro, Micky, antes era de la banda del taller abandonado, pero secretamente se cambió a otra, y solo yo lo sabía. Un día, accidentalmente lo dije en presencia del "Gordo", así que ahora los del taller lo persiguen- explicó el blondo, mientras se sacaba una por unas las ramitas que se le habían quedado atascadas en el cabello- No sé como Micky se enteró que fui yo quien reveló su secreto, me persigue para vengarse... ¡Pero fue sin querer queriendo! No entiendo porque me guarda tanto rencor, si de todos modos se iba ganar el odio de los del taller tarde o temprano cuando se enteraran que se cambió a otra banda, es un idiota.

El castaño observó a su cuñado con una sonrisa cansada. Comprendió que Matt no tenía la culpa...¿O si la tenía? No importaba. Lo importante era que ese cabeza hueca había podido huir sin ninguna lesión; no una visible por lo menos. Tai se sintió conforme. Estaba cumpliendo con su propósito hasta el momento y eso, a pesar de saber que en lo que había ayudado al blondo no era algo para enorgullecerse, le hacía sentir bien. Matt no asustaría a T.K con nuevos golpes, Hiroaki no lo retaría, y la academia militar no sería aun una realidad. 

-Si estás muy asustado no es necesario que me acompañes más, yo te lo advertí- le dijo el rubio viéndole de reojo nuevamente.

-No estoy asustado, así que no te librarás de mí tan fácilmente- contestó el castaño cruzándose de brazos- es más...-agregó-... me dio más miedo verte sonreírme y abrazarme cuando te ocultaste de esos tipos.

Tai disimuló no ver y no dijo nada, pero notó que el rubio intentó ocultar una sonrisa girando su rostro hacía la ventana y tapándose la boca con una mano.

Con un extraño sentimiento de satisfacción, el moreno sonrió y descansó su cabeza en el respaldar del asiento. Más tranquilo y pensando que lo peor ya había quedado atrás, sacó su celular y revisó sus redes sociales. En la parte superior de su pantalla titilaba un icono, indicando que T.K había subido una foto. Entró sin perder un segundo sonriendo sin darse cuenta. No era frecuente que el menor usara esa red social en la que solo se posteaba fotos y videos. Esperó impaciente a que el internet de su celular cargase la foto, mientras el corazón se le aceleraba poco a poco.

Pero al cargarse la foto se le borró la sonrisa.

En la imagen, un sonriente T.K, quien tomaba la auto-foto, pasaba el brazo por sobre los hombros de ese castaño pecoso y de ojos verdes, el cual sonreía a la cámara sosteniendo un control de consola de juegos. 

Tai cerró los ojos, con la repentina necesidad de respirar profundo. Los pixeles que entraron por sus ojos se habían convertido en un agrio nudo en su pecho, un nudo que ya le había molestado antes. Sabía que su repentino malestar era producto de sus incontrolables celos, lo tenía bien en claro... pero aun así no podía evitar que lo afectaran.

Nada era mejor que T.K sonriéndole, abrazándole, o simplemente viéndole a los ojos. Aquello que sentía con el menor era una droga adictiva que no saturaba, que no le cansaría jamás. Podría tenerlo entre sus brazos siempre, a toda hora y en todo lugar si eso fuese posible. El solo hecho de ver a T.K siendo cercano con otra persona, ya sea chico o chica, le apretujaba el estomago y la garganta. Una parte de él se enloquecía y gritaba que algo andaba mal, tapando por completo a la pequeña parte de él que le indicaba que se calmara. T.K necesitaba relacionarse con otras personas, era lógico, no podía vivir en una burbuja, pero... pero...

¡Pero nada! No podía hacer nada, porque no había nada que hacer. El problema no era T.K, no eran las chicas que lo miraban al pasar, no eran las personas que podían sentirse atraídas por el menor, tampoco lo era ese chico de pecas y ojos verdes... el problema era él, él y su orgullo, sus descolocados celos que ensuciaban aquello que era maravilloso y vibrante. T.K merecía un amor caluroso, pero no nocivo, apasionante, no asfixiante o aprisionador. Necesitaba cambiar esa parte de él, y por el blondo estaba dispuesto a hacerlo.    

Intentando liberarse de esa ceguera que le estrujaba el corazón, se repitió por lo bajo: "Solo es una foto" "Solo es una foto con un amigo, nada más" "Él no le quiere como a ti, no seas tonto, Tai"

Abrió los ojos y volvió a ver el celular, diciéndose internamente que estaba ante una prueba para demostrarse a sí mismo que podía manejar la situación como una persona adulta y razonable.

Lo único que pudo hacer fue apretar los dientes y fruncir los labios. La foto llevaba publicada apenas una hora, y ya tenía el doble de "corazoncitos" y comentarios que la foto con él que T.K había subido hacía unas semanas.

"¡¿Qué les pasa a todos?! ¡¿Acaso me lo están haciendo a propósito?!" -rabió en su mente- "Ahora todo el mundo le pondrá "me gusta" a la foto solo para molestarme... no, no Tai, tranquilo"- cerró los ojos- "calma... respira...respira, es solo una foto"

Matt observó al castaño entre sorprendido y extrañado ¿Que le pasaba? Con más curiosidad de la que le gustaría admitir, se inclinó y miró el celular del moreno, luego a este a la cara, y de nuevo al celular.

-¿Estás bien?

-Sí, no pasa nada- contestó el oji-café, pesadamente.

Tai infló su pecho con una profunda inhalación y, decidido a intentar calmarse aunque no supiera cómo, guardó su celular en el bolsillo de la campera.  Sin embargo, como si el mal humor le dijese "espera, aun terminé contigo", frunció el seño de inmediato otra vez y, confundido, sacó de nuevo el celular, esta vez todo manchado, incluida su mano, con algo viscoso y marrón. Al oler la sustancia se dio cuenta que las bolitas de chocolate que había comprado para T.K, a pesar del clima frio, se habían derretido por la fricción y el calor que desprendió su cuerpo entre tanta corrida, creando una sopa espesa dentro de su bolsillo.

Respirando profundamente de nuevo, cerró los ojos y su mano con fuerza. Esta temblaba.

Matt al principio pensó reírse, pero luego sintió, como quien siente el calor que irradia una estufa, el aura que se formaba alrededor del castaño. Incomodo, desvió su mirada hacia afuera por la ventanilla. Faltaba un largo trecho para llegar a la fábrica abandonada.

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De nuevo dentro del taller abandonado, Tai y Matt esperaban al frente del “Gordo” a que este terminara de hablar por teléfono.

-…sí, ajá… bien, eso es todo- dijo para luego finalizar la llamada. Miró a los adolecentes mientras apoyaba sus codos en la mesa- bien, recibí la confirmación de que realizaron el trabajo- el sujeto tatuado fijó su vista en Matt- Ishida ¿Seguro que no quieres otro tipo de paga que no sea el dinero? Algo que te haga sentir bien y te saque esa cara de bodrio que llevas siempre, piénsalo. Si quieres te doy una muestra gratis ¿Qué dices?

-Prefiero el dinero- contestó el rubio a secas.

El “Gordo” se tiró para atrás en su silla, resoplando.

-Está bien, si hay algo que respeto es el pagar por un trabajo hecho- dijo tocándose la barba- trae la paga- le dijo a un sujeto parado a su izquierda.

Este se retiró hacía un cuarto en la parte oscura del taller. Segundos después, volvió y dejó sobre la mesa dos fajitos de dinero. Matt se acercó y los tomó, para luego darse media vuelta y caminar calmado pero presurosamente a la salida. Tai le siguió obligándose a no ver hacía los chicos drogados a un costado del salón para evitar deprimirse, ya que, si bien no los conocía, le entristecía la idea de gente tan joven desperdiciando el alma y el cuerpo.

Los guardias les abrieron la puerta y salieron de nuevo al frio y nublado día.

-Ishida, espera- escuchó el blondo que le llamó uno de los guardias detrás de él.

Cuando se dio media vuelta, algo voló hacía su rostro y le golpeó en la nariz tan rápidamente que no pudo reaccionar. Sorprendido, dio un paso atrás tomándose la cara. Un CD en su caja cayó al suelo, desarmándose por completo.

-Sé que te dije que entregaría el CD a mi primo, pero no quiero quedar mal ante él con esta música de maricones- dijo el guardia que le había arrojado el CD, riendo mientras cerraba la puerta.

Tai se le acercó con las manos en los bolsillos del pantalón.

-Déjame ver- le dijo, tomándolo de la quijada para verle la nariz, dándose cuenta que no tenía nada.

Matt le apartó la mano chisteando. Se agachó y recogió el CD y la caja, la armó sin mucho cuidado y se la guardó en el bolsillo.

-Vamos- dijo comenzando a caminar por la acera, aguantándose las ganas de agarrase la nariz por el dolor- salgamos de aquí.

-¿Qué es ese CD?- preguntó el moreno, posicionándosele al lado.

-Es el demo de mi banda- Matt, ante la cara que hizo el castaño, supo que no había entendido. Giró los ojos y dijo:-contiene canciones que compusimos y grabamos nosotros, y algunos covers también.

-Ah, ya ¿Y por qué se lo diste a ese tipo?

-Me enteré que es primo de uno de los pocos sujetos que tiene un estudio de grabación más o menos decente en esta ciudad, supuse que conoce gente importante. No perdía nada pidiéndole que le alcanzara el demo para que su primo supiese de nosotros, pero me equivoqué... ¿Qué más da? No importa.

El blondo se detuvo y se posicionó en frente a Tai, obligándolo a detenerse.

-Me estaba olvidando- le dijo sacando uno de los fajos de dinero del bolsillo y ofreciéndoselo- toma, es tu parte.

-Ya te dije el porqué hago esto, no me interesa el dinero- contestó el castaño con sus manos en los bolsillos del pantalón.

El rubio arrugó la nariz y el entrecejo por la confusión, parecía no entender.

-¿Qué? No seas idiota, tómalo- le dijo ofreciéndole el dinero de nuevo.

-No lo quiero- contestó Tai con una sonrisa y cerrando los ojos - no necesito que me compartas de tu dinero sucio.

-Bueno... en realidad no sería mi dinero- le dijo el rubio aun denotando estar confundido- me dieron dos fajos porque tú me ayudaste, si no me hubieran dado uno solo... esta es tu parte.

Tai abrió los ojos de la sorpresa ¿En serio todo ese dinero era solo para él? No pudo evitar que los ojos marrones se le fijaran en el dinero en la mano de Matt, aun extendida hacía él, como si de repente aquello le llamase la atención. Con solo ver el grosor de ese fajo supo que nunca había tenido tal cantidad de dinero que fuese "suyo". ¿Cuánto tiempo tendría que esperar si quisiera tener tanto dinero para gastarlo como gustase?

Abrió y cerró la mano dentro de su bolsillo, sorprendiéndose de su propia inquietud. Dudando de ya no verse tan seguro, miró al rubio a los ojos y luego a los billetes de nuevo.

-No, quédatelo tu- dijo soltando el aire en palabras pesadas- mientras más rápido consigas dinero para tu “plan”, más rápido dejarás de hacer esto ¿No?

-Eeemm, bueno…- dudó el ojiazul-…como digas, separaré tu parte de todos modos- agregó guardando los dos fajos de billetes en bolsillos diferentes - me voy a mi casa, no me molestes más.

Matt le dio la espalda, pero Tai le tomó del hombro antes que se alejara.

-Espera, mi trabajo todavía no termina, te acompaño hasta tu casa.

Matt suspiró.

De nuevo en marcha hacía el hogar del ojiazul, Tai aprovechó para conversar, con todo el esfuerzo que aquello significaba, con el hermano de T.K. Mientras caminaban por las calles, soportando el viento que había empezado a correr de nuevo, el castaño preguntó al rubio si no había intentado juntar el dinero que necesitaba mediante un trabajo de medio tiempo honesto. Este se indignó. Con enojo pero sin detenerse a mirarle a la cara, Matt le contestó que había buscado trabajo en muchas ocasiones, desde hace mucho tiempo, y con más fracasos de los que podía recordar. Se dispuso a contarle y Tai oyó atentamente:

El ojiazul había explorado cada rincón de la ciudad, buscando algún empleo informal, el que fuese, pero nadie le quería contratar por ser menor, y, en los pocos lugares donde aceptaron su ayuda, habían terminado por explotarlo.

Le comentó de una ocasión en donde un reconocido restaurante le había aceptado para realizar diferentes tareas, tareas las cuales no sabía hacer pero que las aprendería de ser necesario: ayudar a cocinar, lavar la vajilla y los cubiertos, limpiar los hornos y las hornallas, barrer todo el restaurante, guardar la mercadería en el congelador y las despensas, limpiar los baños, ayudar a abrir y a cerrar el restaurante antes que los clientes llegasen, limpiar los vidrios que daban a la calle, hacer envíos a domicilio.

“Está bien” le dijo el rubio sin parar de caminar “me querían usar lo más que pudiesen, no había problema, lo aceptaba, pero que pagasen”.

El ojiazul le explicó que luego de 1 mes de terminar muerto todas las noches, el dinero que le quisieron dar no era ni un cuarto de lo que él había imaginado ¡Y no se había imaginado mucho tampoco!

-Como no están obligados a hacerte firmar un contrato, tienen la libertad de pagarte lo que quieren y hacerte hacer lo que quieren, y como a uno lo ven joven y tonto, se aprovechan- le comentó Matt con enojo.

Contándoselo sin que se lo pidiera, Matt le dijo otra de sus desventuras en el mundo laboral.

Le contó que luego de buscar y buscar, otro restaurante, esta vez menos reconocido, le había aceptado. Pero explicó que si bien su nuevo trabajo no era tan explotador como el anterior, sus compañeros en la cocina le molestaban y le hacían bromas pesadas hasta el punto de ser insoportable. El dueño del local sabía, pero no le importaba; atribuía que era solo juegos de jóvenes. Ser encerrado en el congelador de la cocina fue lo máximo y lo último que soportó; renunció al día siguiente sin siquiera cobrar los días trabajados.

Después le tocó probar suerte en una ferretería, donde lo único que le pedían era barrer y ayudar a mantener ordenados los productos tras mostradores. Pero tuvieron que pasar 3 meses de continuas excusas y mentiras del dueño para que Matt entendiera que no le iban a pagar, y que no había nada que pudiera hacer.

Tai escuchó todo lo que su “cuñado” le dijo, con la leve impresión de que Matt, sin saberlo, se estaba desahogando con él. El rubio no se calló hasta llegar a su casa.

Frente de la puerta del departamento de Hiroaki, Matt buscó sus llaves en los bolsillos.

-¿Seguro que no quieres el dinero?- le preguntó el blondo.

-No lo quiero, estoy seguro.

-Está bien- contestó el rubio, haciendo girar la llave en la cerradura y abriendo la puerta.

Al ver al ojiazul adentrarse en el departamento, Tai se dio media vuelta y caminó hacía el elevador. Desde el principio sabía que aquel sujeto no le agradecería su ayuda ¿Qué le diría? “¿Gracias Tai por salvarme?” “¿Gracias por obligarme a correr y no dejarme estático como una estatua para que aquellos tipos me golpearan a su voluntad?” No, Matt nunca diría eso. Ni siquiera debía esperar que lo despidiera. Un simple “adiós” ya era demasiada cortesía. Aquello le hacía todavía más difícil creer que Matt era hermano de alguien como T.K, más allá del parecido físico.

-Yagami, espera- escuchó la voz de Matt detrás de él.

Al darse media vuelta, se extrañó al ver al rubio afuera del departamento, viéndolo fijamente.

-¿Qué tienes en el brazo?- le preguntó.

Tai, sorprendido de la pregunta, se fijó en su brazo izquierdo. Tenía la campera rasgada, con una mancha rojiza. Ya había notado que se le había roto la campera, más no la sangre. Frunciendo el rostro en una mueca de dolor, se arremangó: un largo corte le adornaba el antebrazo.

-Ah, no es nada, me lo hice cuando caímos entre los arbustos- dijo tapándose de nuevo la herida- nos vemos.

Justo cuando estaba por perfilarse hacía el elevador de nuevo, el rubio le dijo:

-Espera, entra a la casa, debemos limpiar eso.

Tai creyó no escuchar bien, aunque las palabras sonaron claras. Tratando de entender que andaba mal, repitió en su cabeza lo dicho por el rubio.

-No es necesario- contestó por mero reflejo, sin siquiera pensarlo- no-nos vemos…- la sorpresa le hizo tartamudear.

-No seas estúpido, te lastimaste huyendo conmigo, no puedo dejar que te vayas así.

El moreno vio a Matt a los ojos, sin saber que pensar. Era la mirada azul de siempre. Tai no podía verse la cara, pero tenía la seguridad que era el desconcierto más puro y que no lo disimulaba.

Con más timidez de lo que se hubiera imaginado, entró con el rubio al departamento.

-¿Hiroaki no está?

-No, está trabajando, siéntate en el sofá y quítate la campera- le dijo el ojiazul, sacándose el abrigo y entrando al baño.

Tai así lo hizo. Esperó unos segundos sentado en la sala de estar, hasta que el blondo reapareció por el pasillo, cargando una caja blanca con una cruz roja mal dibujada. El moreno abrió los ojos de par en par… ya había visto eso antes. Como si se tratara de un terrorífico déjà vu, observó paralizado como el rubio dejó la caja en la mesa ratonera y sacaba de esta primero algodón, luego vendas, y después…

-¡No! Aleja eso de mí- exclamó dando un brinco.

-No seas llorón- le recriminó Matt, destapando la botella de vidrio marrón.

-Recuerdo muy bien lo que se siente ser curado por esa porquería.

Y Tai no mentía; podía jurar que el ardor de ese antiséptico en la herida de su pierna estaba más vívido en su memoria que el dolor producido por el alambre de púas con el que se lastimó en el verano. Alborotándose en su interior, por la cabeza del castaño pasó la idea que Matt se había mostrado “amable” en querer curarle el brazo, solo para torturarle.

-Ni loco dejo que me cures con eso.

Matt resopló.

-No es para tanto.

-Quisiera verte poniéndote eso en una herida.

-¿Quieres ver como lo hace un hombre?- le respondió el rubio, sorprendiéndolo, mientras se levantaba la camiseta y dejaba ver una mancha de sangre al lado de su ombligo.

-¿Cómo te hiciste eso?- preguntó Tai, con la satisfacción de si mismo lastimada al ver que el blondo no había terminado “ileso”, como él había creído.

-También al saltar a los arbustos- le contestó el ojiazul, limpiándose con un algodón la sangre y un poco de tierra que rodeaban la herida- es solo un raspón.

Una vez limpio, el lastimado de Matt se mostró como un rasguño largo pero superficial, similar al suyo.

Sin poder creerlo, Tai vio como Matt mojó un nuevo algodón con el antiséptico ¿En serio el rubio soportaría el dolor y ardor de ese liquido infernal sin chistar? Comenzó a dudar de si mismo ¿Y si en verdad había exagerado? Después de todo, había cosas peores...no debía hacer tanto escándalo por un líquido que arde.

Sin embargo, cuando el ojiazul estuvo a punto de apoyar el algodón en la herida, se detuvo. Ante la atenta mirada del moreno, Matt mantuvo la distancia entre el algodón untado con el antiséptico y su piel, como si algo le impidiese terminar el proceso.

Tai pudo ver que la mano del blondo temblaba. Sonrió. No, no había exagerado; y no era el único que lo sabía.

Matt subió la vista cruzándose con la suya, pero la bajó inmediatamente.

-¿Y? Estoy esperando, “Hombre”- dijo el moreno sin poder evitar sonreír burlonamente.

-Ya va, no me apresures- respondió el ojiazul alterado.

Matt relajó sus brazos y estiró su cuello de un lado al otro, como si necesitase estar relajado y concentrado para hacerlo. Se subió la camiseta y acercó el algodón a la herida, pero volvió a detenerse al quedar solo unos cuantos centímetros entre el líquido y su piel. Frunció los labios, mientras veía al algodón con una atención e intensidad tal que Tai pensó que este se prendería fuego. El estomago del blondo subía y bajaba alocadamente, podía escucharle la respiración agitada. Matt acercó aun más el algodón. Faltaban solo 4 centímetros, 3 centímetros, 2, centímetros, 1 centímetro…

-¡Ahg! A la mierda…- dijo el rubio tirando el algodón en la mesita ratonera-…creo que tengo otro antiséptico aquí, déjame buscar.

El moreno cerró los ojos y soltó una risa muda mientras sus hombros subían y bajaban.

Luego de buscar un poco, Matt sacó un frasquito blanco de la caja, untó su contenido en el algodón y se limpió la herida sin hacer ni la más mínima mueca de dolor.

-Extiende tu brazo- le pidió al castaño, tomando un algodón nuevo y mojándolo con el aparentemente más amigable liquido blanco.

Tai hizo caso. Estiró el brazo, el rubio se lo sujetó con suavidad y le apoyó el algodón en la herida. Ardió, pero comparado al “liquido milagroso” de Hiroaki, eso era una caricia.

-Oye Matt...- dijo el castaño, mientras el rubio  le curaba- ¿Puedo preguntarte algo?

-Me lo preguntarás de todas formas- contestó el rubio cansado, sin quitar su atención de lo que hacía.

-Hace algunos meses, en las noticias salió el caso de dos chicos, una pareja, que fueron brutalmente golpeados… ¿Tú y los sujetos para quienes trabajas tuvieron algo que ver?

Matt se detuvo y se quedó inmóvil. Separó lentamente el algodón de su piel mientras levantaba la vista. Con una ausencia completa de expresión, el blondo le observó a los ojos con una mirada perdida, lejana. Era como si su mente se hubiera ido a otra parte y solo hubiese quedado una cascara hueca de Matt. Siendo un autómata, el ojiazul dejó el algodón con que le había limpiado parte de la herida y cortó otro, mojándolo con el antiséptico. Volviendo lentamente en sí mismo, le miró a los ojos de nuevo.

-Sí, estuve involucrado en eso…- dijo el rubio-… pero  no me mires así, yo no quise hacerlo.

-Esos chicos terminaron muy graves- dijo Tai, sin ocultar su indignación.

-¡No es lo que tú piensas! Eso no debió pasar.

-Pero pasó- sentenció el moreno.

Matt ni siquiera intentó refutar o responder, tan solo bajó la mirada, y para sorpresa de Tai la expresión del ojiazul se volvió tan dolida, que dejó el enojo de lado y le abordó la curiosidad.

-¿Cómo pasó?- preguntó, con un tono de voz más calmo.

Matt levantó la mirada con la duda adornándole el rostro, como si el contarle lo sucedido se le presentara como una opción y una no opción al mismo tiempo.

El rubio suspiró y continuó limpiándole la herida.

-Aquel día volvíamos a la fabrica después de un intento fallido de robo a una licorería. Mientras caminábamos, vimos a la distancia a la pareja que tú dices, acercándose hacia nosotros por la misma acera.

-“Miren a esos dos”- dijo uno de los sujetos que me acompañaban, el más fuerte del grupo y por lo tanto el más temido-“No pudimos hacer el trabajo, pero podríamos divertirnos con ellos”.

-Todos los demás asintieron alegres, maliciosos; hacer alguna idiotez o causar daño siempre es bienvenido para ellos. Yo solo chisté mirando hacía un costado, dispuesto a irme. El que había dado la idea me miró enojado, pero inmediatamente sonrió y dijo:

-“Tu te encargarás de ellos, Ishida”.

-Yo me negué, no me interesaba molestar a gente porque sí, pero todos los demás idiotas del grupo me rodearon. Me di cuenta que mi respuesta no había sido la esperada cuando el tipo que dio la idea sacó una navaja del bolsillo y la abrió frente a mis ojos.

-“Te queda muy bien ese pendiente negro en tu oreja, Ishida” –dijo- “¿Qué te parece si te perforo la otra con mi navaja? Será gratis”

-Me apoyó la navaja en el lóbulo de la oreja derecha y sentí como el acero me hacía un pequeño corte.

-“¿O quieres un piercing en la nariz? No soy muy bueno, pero me servirá de entrenamiento”

-Yo retrocedí, helado, mientras me tomaba la oreja. Dolía, pero en ese momento no me importaba; no podía dejar de observar esa hoja metálica manchada de sangre. Me di cuenta que no tenía opción.

Matt terminó de limpiarle la herida, cortó algo de gaza y se la apoyó en el corte; tomó cinta de papel y comenzó a fijarle la gaza a la piel.

-Nos escondimos detrás de unos autos estacionados, donde nos pusimos los pasamontañas que habíamos llevado para el robo a la licorería, y cuando la pareja estuvo lo suficientemente cerca, los estúpidos de mis “compañeros” me empujaron a la acerca, cortándole el paso a los dos chicos. Estos se asustaron ¿Quién no se asustaría si un tipo con un pasamontañas te aparece en medio de la calle? Nunca me olvidaré las caras de sorpresa y miedo de esos dos, Taichi, nunca. El más alto, de pelo negro, parecía tener nuestra misma edad, el otro quizás también tenía 16 años, no lo sé, era más bajo y tenía el pelo castaño oscuro. Intentaron volver sobre sus pasos y escapar, pero los demás idiotas salieron de detrás de los autos y nos rodearon, encerrándonos al frente de una tienda abandonada con grandes vidrieras. Uno de mis "compañeros" gritó:

-"Vamos Ishida, demuéstranos que sabes hacer"

-Yo me quedé estático, viendo a esos dos chicos que no tenían la culpa de nada, que no se merecían nada de lo que les estaba pasando. Maldije que justo pasaran por allí, de entre todas las calles de esta mierda de ciudad, cuando pasábamos nosotros. No quería hacerles daño, pero al mismo tiempo sabía que no podía quedarme quieto. El más alto se interpuso entre el más bajito y yo, viéndome a los ojos con miedo y enojo a la vez. Uno de los estúpidos dijo:

-"Haz algo, si no, nos encargaremos nosotros y luego nos encargaremos de ti" 

-Esas palabras me hicieron reaccionar. Por dentro pensé que sería mejor que esa pareja luchara contra mí que contra todos los idiotas que me acompañaban. Queriendo que eso terminara lo más rápido posible, me planteé para pelear contra el chico de mi misma estatura. Él me tiró un golpe, el cual esquivé... luego otro, que también pude evadir. Sabía que no podía solamente esquivar sus golpes, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza intentar atacarle. Mientras pensaba en un una forma de cómo salir de eso, el pelinegro me agarró de la ropa y me acercó a su cara.

-"Por favor, déjale ir"- me susurró viéndome a los ojos- "hagan lo que quieran conmigo, pero no le hagan daño, dejen que se vaya, por favor"

-Le miré sorprendido. Más que suplicarme con las palabras, ese chico de pelo negro me suplicaba con su rostro, con su expresión... estaba más preocupado por su pareja que por él mismo. Sin salir del asombro que me dejó su pedido, miré al chico más bajo detrás de él: este estaba aterrado, estrujando su bufanda como un niño pequeño. Por mi mente pasó la idea de decirle “haz de cuenta que mis golpes te duelen mucho, trataré de no golpearte fuerte” o “finge que te noqueo”, pero no pude. Antes de que pudiera hacerlo, el chico me golpeó. Seguramente pensó que yo quería dañarles y que sus suplicas eran en vano. No lo culpo. Caí de espaldas contra la vidriera del local, rompiéndola. Quedé tan desorientado y todo pasó tan rápido, que lo que pasó después apenas lo recuerdo en forma de flashes desordenados. Sin embargo, jamás olvidaré los gritos de ayuda de esos dos chicos cuando los imbéciles de mis compañeros se abalanzaron contra ellos… el sonido de las patadas y los puños contra sus cuerpos, las burlas.

Matt terminó de vendarle la herida y guardaba de nuevo uno por uno los materiales en la caja blanca con la cruz roja mal hecha.

-Es algo de lo que me arrepentiré toda mi vida, Taichi, sé que soy culpable…- le dijo el rubio sin levantar la mirada-… ya terminé, puedes ponerte la campera e irte.

Tai se vistió de nuevo con su campera, mientras la historia que acababa de oír era procesada por su cerebro. Vio fijamente al rubio. Dudaba si creer en el arrepentimiento de aquel tipo después de todo lo que había vivido con él esa tarde. Aunque no pudo evitar reconocer que la mirada de Matt se había entristecido más de lo de costumbre al evocar aquellos recuerdos.

El moreno pensó que ya había tenido suficientes experiencias y revelaciones en ese día, pero tenía algo más que averiguar. No queriendo hacerlo, pero sabiendo que no se perdonaría si no preguntaba, aprovechando la situación, tomó aire y dijo:

-Matt… hace algunos meses, mi profesor fue interceptado en su auto y atacado por unos maleantes, le apuñalaron y golpearon, dejándolo en coma… ¿Tu tuviste algo que ver?

Matt levantó su rostro con los ojos bien abiertos.

Notas finales:

Hola de nuevo jejeje, como verán, ya el cap tenía una longitud de las que suele tener mis capítulos, así que decidí dejarlo aquí nomas. Cualquier cosa me invocan en los comentarios . Hasta pronto!!


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