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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola a todos! Perdón por no aparecerme últimamente, pero como dije, con febrero se me terminaba la dicha jaja. Traté de tener el cap listo para finales de enero, pero no pude y ya con el estudio todo se ralentizó. Bueno, aquí les traigo el sexto cap, a pesar de lo cancerigeno que está mi internet, la verdad que es un gran esfuerzo jajaja, pero bueno, lo hago feliz.

-¡Te mataré, hijo de puta!

Ese grito sobresaltó a T.K, quien todavía calculaba mediante formulas inventadas cuanto crecería en los próximos años, guiándose de las marcas en la pared de la sala de estar. El odio en la voz de su hermano le estremeció. Tai apareció en la sala desde el pasillo y corrió hacia él.

-Matt vio las fotos de la heladería- le dijo el castaño como pudo- contrólalo, no quiero golpearle.

Al rubio el corazón se le petrificó. Sin embargo no tuvo tiempo ni de procesar lo que había escuchado ni mucho menos de contestar algo. Solo cuando Matt estuvo a punto de lanzarse sobre el moreno, T.K reaccionó y se interpuso entre los mayores, aún sin asimilar lo que sucedía. El shock de la noticia le bañó en una sensación de irrealidad, como cuando estuvieron atrapados dentro del árbol a la espera de ser encontrados por Erick y su pandilla. Fue zarandeado por el forcejeo de aquellos dos, más parecido a un muñeco inanimado que había quedado atrapado en los vientos de un tornado que a alguien que intenta calmar una riña. Un manotazo de su hermano le hizo volar y aterrizó sentado sobre uno de los sillones de la sala.

Matt, enceguecido por la furia, se abalanzó sobre el castaño de un salto. Lo tumbó al suelo y se posicionó encima. No podía perdonarle lo que vio ¿Cómo podría? ¿Alguien podría? Cerró su puño con tal fuerza que las uñas le lastimaron la palma de la mano y lanzó el puñetazo apuntando en medio de esos dos ojos marrones. Tai movió su cabeza rápidamente, esquivando el golpe. Cuando sus nudillos chocaron contra el suelo, el dolor explotó en su mano y subió hasta su codo. Matt se tomó la mano y emitió un grito intentando disipar el dolor. Le sorprendió el puño del castaño viniendo a su cara, pero tuvo los reflejos suficientes para echarse hacia atrás y esquivarlo. El moreno, con ayuda de sus piernas, se lo sacó de encima haciendo que cayera de espaldas al suelo. La ira le hizo levantarse al instante como un resorte.

Observó al castaño parado a unos metros, viéndolo de frente, dispuesto a pelear. El solo hecho que estuviese de pie era un insulto. No podía permitirlo. No importaba si terminaba con las dos manos rotas, tenía que hacerle pagar. Olvidándose del dolor, arremetió contra el oji-café otra vez.

T.K volvió a anteponerse, atajándolo, colocándole las manos en el pecho.

-¡Matt detente! ¡Por favor!

El grito del menor no llegó a su cerebro. Lo oyó, pero la ira lo transformó en un sonido más sin significado. Continuó avanzando, arrastrando a su hermano que a pesar de intentar plantarse no lograba hacer la tracción suficiente para detenerlo.

-¡Te mataré por obligar a mi hermano a hacer eso, desgraciado!- rugió hacía Taichi, ignorando por completo al ojiazul menor que llevaba por delante.

-¡No es así!-gritó T.K

Esas palabras si llamaron su atención, que inevitablemente pararon con su avance.

-¿Q-qué?- dijo envuelto en confusión, olvidándose completamente del moreno.

-Él no me obliga a nada- le contestó el menor, sin levantar la mirada.

-No… no entiendo.

Las palabras se le trabaron en los labios. En realidad no entendía. La única idea que se le forjó en la mente al ver esa foto en el celular, fue que su hermanito estaba siendo obligado de alguna forma a hacer eso ¿Qué otra razón podía existir? ¿Una apuesta enfermiza? ¿T.K no era el chico de la foto? Quedó observando a T.K, aun con el pecho agitado.

-Yo…

El silencio del menor le angustiaba más y más por dentro, pero no lo demostraba. No era capaz de reaccionar.

T.K, quien todavía tenía las manos en su pecho, dejó de tener los brazos firmemente estirados y se acercó a él, como si lo necesitara de soporte. Comenzó a arrugar y machacar su camiseta con sus dedos. Matt reconoció el porqué de ese tonteo de su hermano, lo conocía bien: estaba nervioso, no podía quedarse quieto. Eso, sin saber porqué, le asustó.

El menor, aun cabeza gacha, tomó aire.

-…yo…- otro silencio más. Matt se dio cuenta de otra cosa. T.K temblaba-…yo, le quiero.

Matt quedó en blanco, como alguien que observa algo tan impactante que no se da cuenta de ello inmediatamente, sino después. Le inundó la extraña sensación de ya no estar seguro de nada. No sabía que pensar, que creer ni que sentir. Hasta sintió por un segundo que ese chico rubio al frente suyo era un desconocido.

“T.K, mírame a los ojos” Pensó aun sin salir de su asombro, viendo fijamente a su hermano que aun miraba hacia abajo, como si fuese incapaz de verle a la cara.

Necesitaba que le viese a los ojos. Solo así sabría sí lo que había escuchado era verdad. Toda la vida, él había tenido la capacidad de descubrir cuando T.K mentía, con tan solo verle a los ojos. No sabía como lo hacía. Nunca supo distinguir que cambiaba en la mirada del menor, pero de alguna forma se daba cuenta. Era como si en esos ojos claros de su hermano pudiese ver lo que nadie más veía cuando este mentía. Ni siquiera sus padres. Tomó conciencia de ese extraño don por primera vez cuando T.K a los 6 años rompió una vasija muy cara de su madre cuando jugaba con sus muñecos. El menor le atribuyó la culpa a un gato callejero que había entrado por la ventana y escapado rápidamente. Su madre, luego de varias preguntas, le creyó. Solo él pudo ver en aquellos ojos celestes que el gato nunca había existido. No necesitó preguntarle más de 2 veces a su hermanito para que confesara, envuelto en llanto.

Solo con verle a los ojos sabría si todo era una broma, o si T.K estaba siendo obligado a decir eso.

“T.K ¡Mírame a los ojos!”

-Por favor no te enojes…- le dijo el menor con la voz cargada de llanto, sujetándose aun más fuerte de su camiseta.

Entonces, T.K levantó la cabeza. Tenía los ojos rojizos, vidriosos. Una lágrima amagaba por escapar y recorrer su mejilla. A Matt se le estrujó aun más el interior. Hacía años que no veía llorar a su hermano, producto de una promesa que el menor se había hecho a sí mismo para dejar de hacerlo. Que T.K llorase era señal de que su idea de que todo era una broma podía ser descartada. Analizó los ojos del rubito, en busca de ese algo diferente que le indicaría que lo que decía era mentira. Pero no le tomó ni 2 segundos darse cuenta que no lo encontraría por más que buscase. Los ojos de T.K se lo dijeron. No mentía.

-Por favor…fue mi culpa…- le dijo el menor como pudo, ya que se veía que su resistencia poco a poco se quebraba-… fue mi culpa por no decirte, pe-pero- el ojiazul sollozó- pero no sabía cómo decírtelo o cómo lo tomarías. Por favor perdóname.

T.K apoyó la cabeza en su hombro y quebró en llanto, dejando fluir toda la angustia.

Para Matt eso fue otro mazazo. El llanto que llegaba a sus oídos fue un balde de agua que apagó por completo aquel fuego de ira y rabia que hace instantes quemaba su alma. Sin asimilar todavía lo que había escuchado y con una tormenta de sentimientos encontrados en su interior, algo dentro de él le dijo que la prioridad era consolar a T.K. El instinto fraterno pudo más que el enojo. Rodeó con sus brazos a su hermano, cerró los ojos y acarició su cabello en un intento de calmarlo.

A Tai, quien había presenciado toda la escena desde un costado de la sala, se le anudó la garganta. El llanto de T.K le apuñalaba en lo más profundo de su sensibilidad. Pensó que aquello era más doloroso que cualquier golpe físico, y deseó que Matt le hubiese molido a golpes en vez de escuchar llorar al menor. Necesitaba consolar al ojiazul, pero cuando estuvo a punto de dar un paso hacia delante y abrir la boca, Matt abrió los ojos y los giró hacía él. Se detuvo, y lo que iba a decir se volvió por su garganta hasta llegar al estomago.

A pesar de lo que más quería en ese momento era abrazar a T.K hasta que le doliera los brazos, la mirada del rubio mayor no le permitió avanzar. En esos ojos azules pudo ver, aparte de todo el odio de Matt para con él, un claro mensaje: los hermanos de apellidos diferentes necesitaban tiempo a solas para hablar.

Con el dolor atravesado en el pecho por dejar a T.K en ese momento, recogió su mochila del sillón de la sala y se la colgó en el hombro. Se agachó y alzó su celular del suelo, que había volado de las manos del rubio cuando este se abalanzó sobre él por primera vez. Sin darle verdadera importancia se fijó si estaba roto. No tenía un rasguño. Lentamente se perfiló hacía la puerta. Antes de salir, volvió a observar a T.K. Otra vez se topó con la mirada de Matt, confirmándole que no le quedaba otra opción que irse.

“Perdóname T.K”

Con solamente el rubio menor en sus pensamientos, salió del departamento, rogando al cielo que esa noche pasase lo más rápido posible.

1000 kilos

-¡Take! no te esperaba- le dijo su madre haciendo una pausa en su charla por celular al verlo entrar al departamento. Siendo sábado, correspondía que estuviese con su padre.

-Solo vine a buscar mis tenis y mi rodillera- contestó el rubio, con más desanimo del que había previsto en su mente- hoy a las 3 es mi partido de básquet ¿Recuerdas?

-Ah sí, si- contestó apurada su madre, para luego volver a la conversación por el móvil.

T.K, acostumbrado a ese tipo de interacciones con su madre, no le dio importancia y se fue a su habitación. Entró a su cuarto y cerró la puerta. Suspiró.

Aquella había sido una de las noches más angustiantes de su vida.

Después de que se fuese Tai, él y su hermano se sentaron en la mesa del comedor, frente a frente. Tardó varios minutos en calmarse y poder estar listo para hablar. Ante la mirada atenta de Matt, y sin que este dijese una sola palabra, contó todo. Explicó lo sucedido en la cabaña ese verano: de cómo se fueron dando las cosas, de las intensas confusiones y de como se había dado cuenta de que en realidad quería al castaño. Una vez dijo todo, su hermano se le quedó mirando con la misma cara de enojo de cuando empezó el relato.

-Hay que decirle a papá- rompió con su silencio, en un tono poco tranquilizador.

-¡No, por favor!- contestó automáticamente T.K, sin poder evitar levantar la voz.

-¿Cómo que no?- le preguntó Matt indignado- ¿Acaso piensas mantenerlo en secreto por siempre?

-Todavía no, por favor- rogó el menor, juntando las manos y echándose sobre la mesa. Las ganas de llorar volvieron y no pudo evitar ocultarlo, aun así hizo un esfuerzo para seguir- todavía no, no sé cómo puede reaccionar, él le dirá a mamá y eso… y eso... por favor no se lo digas.

Matt le miró a los ojos con los brazos cruzados, con esa misma mirada poco amigable. Rabió y se levantó de su silla para irse a la cocina y preparar la cena él solo. T.K se quedó allí sentado, con su cabeza apoyada sobre la mesa hasta  que fue el momento de la cena. Las ganas y la energía habían abandonado su cuerpo.

Cuando llegó Hiroaki, cenaron. Fue un momento tenso e incomodo y el adulto no supo porqué. Los dos menores comían con la vista en sus platos, si decir una palabra. El mayor, ante ese silencio que se le hizo demasiado espeso, buscó un tema de conversación, pero se dio cuenta que sería en vano. Parecía que sus hijos habían pactado estar más silenciosos que una tumba esa noche.

Matt hacía todo mayoritariamente con la mano izquierda, pero cuando tuvo que usar el cuchillo para cortar la carne no pudo evitar emitir un gemido de dolor. Su padre, que hasta ese momento no se había dado cuenta, le vio la mano derecha, toda roja e hinchada. Casi se atragantó de la impresión.

-Por Dios Matt, ¿Qué te pasó en la mano?

T.K pensó que ese sería su fin. Esperando a que Matt relatara lo sucedido, jugueteó con el tenedor enrollando el fideo.

-Nada- contestó su hermano, seco, sin despegar los ojos de la comida.

El menor abrió los ojos sorprendido. Intentó disimular para no llamar la atención. ¿Su hermano estaba encubriéndolo? ¿Le ayudaba a pesar de que evidentemente su relación con Tai le molestaba?  

-¿Cómo que nada?- preguntó incrédulo su papá, exigiendo otra respuesta.

-Te digo que nada- contestó Matt con el mismo tono de voz que antes.

-Matt- su padre enserió su cara a más no poder. Con la autoridad que le confería su preocupación de padre, golpeó la mesa con su puño- me vas a decir lo que te pasó en la mano, ahora- sentenció, dando a entender que era el último aviso antes de enfadarse en serio.

Matt le miró a los ojos y luego suspiró, bajando su vista de nuevo al plato.

T.K sintió que ahora si estaba perdido. Matt tenía que hablar. Anticipó la respuesta de su hermano en su cabeza:

“Resulta que me lastimé la mano por intentar golpear a Taichi Yagami, ya que pensé que obligaba a T.K besarse con él. Pero no, Jajaja, ¿Sabes por qué? Porque T.K adora besarse con hombres. Así es, es un puto maricón que de seguro le entregó el culo a Tai cada vez que lo perdías de vista cuando estuvieron en la cabaña en el verano. Por eso me lastimé la mano ¿Feliz?”

-Está bien, si quieres saber…- Matt se llevó un trozo de carne a la boca, masticó y trago con tranquilidad, sin levantar la mirada-… hoy cuando caminaba con Joe nos intentaron asaltar. Como era solo un mocoso, quizás de la edad de T.K o más chico, me defendí y le di un buen golpe. El desgraciado huyó pero por lo menos ahora tiene un buen ojo morado.  

 T.K esta vez no pudo disimular su cara de sorpresa.

-¡¿Acaso eres estúpido?!- le recriminó su padre - ¿Cuántas veces dije que si los llegan a asaltar en la calle, no se resistan? Les pueden meter un tiro por robarles el celular.

-Pero te digo que solo fue un mocoso así que…

-Así que nada- le interrumpió el oji-café- parece que todo lo que digo te entra por un oído y te sale por el otro.

Hiroaki cerró los ojos y se masajeó las sienes.

-Ya no tengo apetito- dijo levantándose de la mesa con su plato y dirigiéndose a la cocina- ¿Dónde están mis pastillas para la presión?

-Arriba de la heladera- contestó Matt viendo su plato, sin tocar su comida.

Cuando se quedaron solos en la mesa, T.K creyó que se había endeudado de por vida con su hermano, pero sobre todo se sintió mal por haber creído que Matt podría decir lo que imaginó que diría. Aunque las razones no le faltaron. Quiso agradecerle al mayor, pero cuando giró su rostro hacía este y estuvo a punto de abrir la boca, Matt se levantó bruscamente de su asiento con su plato. T.K, solo en la mesa de nuevo, suspiró, deseando que esa noche pasase lo más rápido posible.

Una vez en su cama, tomó su celular. Había recibido varias llamadas y mensajes de Tai. Como no se sentía emocionalmente preparado para hablar, ni siquiera con el moreno, le pidió por mensaje encontrarse al otro día para hacerlo.

Lo único bueno de esa noche fue que se quedó dormido ni bien su cabeza tocó la almohada. Sin embargo, sentía como si no hubiese pegado un ojo en toda la noche.

Aun así, a pesar de no estar seguro si entraría a jugar o no, necesitaba darlo todo en el partido de básquet de esa tarde. Por eso estaba allí, en la casa de su madre: para buscar sus tenis con los que se sentía cómodo para jugar al básquet. También su rodillera negra, ya que si bien hace mucho que su rodilla había dejado de molestar al momento de girar y saltar, no estaba de más ser prevenido. Iba a darlo todo. Las ansias superaban por mucho a los nervios de por fin debutar en el equipo de la escuela. Observó el poster que colgaba en la pared de su armario. El de su ídolo deportivo, el mejor jugador de basquetbol del país: Manuel Finóbili.

Fantaseaba algún día ser como él. Sabía todo sobre él. Cuando había debutado, sus clubes, sus estadísticas, sus records, sus habilidades. Todo. Era su modelo a seguir, a pesar de no estar seguro todavía sobre que profesión elegir de adulto. El ver aquel poster y prometerse dejar todo en el partido de la tarde, como lo hacía su ídolo en la liga nacional, le devolvió algo de confianza en sí mismo.

Salió de su cuarto con las cosas en la mano y caminó hasta la mesa del comedor donde había dejado la mochila para guardarlas. Su madre, quien ya había dejado de hablar por celular, guardaba papeles en su portafolios mientras veía un canal de noticias en la televisión.

-Hoy los ciudadanos se despertaron con la noticia de otro robo a gran escala, esta vez en una fábrica de colchones. Es el decimo hecho de estas características en lo que va de la semana en nuestra ciudad – dijo la presentadora de noticias mientras pasaban imágenes de la fabrica- Debido a esto, el propietario de la fabrica decidió mudarla hacía otra ciudad, por miedo a otro altercado en el futuro. Cientos de familias quedaron sin empleo.

T.K vio la pantalla y por primera vez en su vida sintió lastima por las cosas que le ocurrían a las personas que eran nombradas en los noticieros. Siempre había habido malas noticias, pero tuvo la asfixiante sensación de que últimamente las cosas habían empeorado.

-Cambiamos de tema. Ayer, los familiares de los dos chicos agredidos el pasado domingo protestaron al frente de la comisaria por la falta de culpables y la pasividad de la policía para buscar a los agresores- continuó la presentadora- Aquí, el testimonio de la madre de uno de los jóvenes- en la pantalla, apareció una señora, de una edad cercana a su madre y con los ojos arruinados de tanto llorar- Mi hijo todavía sigue grave- dijo- por favor, lo único que pedimos es justicia y que esto no vuelva a suceder a nadie…

-Pero por favor, que caradura esa mujer- dijo su madre cerrando su portafolios- ¿Cómo va a dejar que su hijo se paseé por la calle de la mano con otro hombre? ¿Qué clase de mundo estamos forjando? Debería darle vergüenza- concluyó apagando la televisión.

Para T.K, esas palabras fueron pesas de 1000 kilos que se posaron sobre sus hombros, y que lentamente lo enterraban en el suelo. Al mismo tiempo lo llevaron imaginariamente lejos, a un lugar donde nada era como él quería.

Tuvo la seguridad que su madre le había dicho algo, pero por estar todavía afectado por aquel comentario no la escuchó.

-¿Eh?- alcanzó a decir.

-¿Qué a qué hora dijiste que es tu juego?- le preguntó su madre con una sonrisa.

-Ah, a las 3- contestó intentado recomponerse- ¿Crees que podrás ir?

-Mmmm justo tengo una reunión de trabajo, pero creo que si- contestó la rubia tomando el portafolios y sus llaves- seguramente iré con Greg

Eso a T.K le pareció bien. Todavía no tenía una opinión clara del novio de su mamá. No le caía bien, pero tampoco le caía mal. Simplemente era Greg.

-Uy, mira qué hora es, me tengo que ir a trabajar- dijo rápidamente mientras le daba un fugaz beso en la frente- haré todo lo posible para ir a verte jugar. Cuando salgas ponte una campera, el clima está empeorando.

Luego salió por la puerta, casi corriendo. “El trabajo de una madre soltera nunca termina, ni siquiera los fines de semana” Solía decir en situaciones donde el trabajo le llamaba al deber incluso los sábados.

T.K suspiró mirando la puerta. Con lo dicho por su madre hace unos segundos, se sintió menos listo que nunca para decirle sobre su relación con Tai. Por primera vez en su vida, sintió lastima de sí mismo.

Partido

Luego de buscar las cosas en la casa de su madre, el rubio se reunió con Tai en el centro de la ciudad. Pudo percibir la extrema preocupación del moreno, quien lo saturó de preocupadas preguntas. Para tranquilizarlo le explicó lo que sucedió después de que él se fuera del departamento de su padre. “¿Qué significa eso?” le preguntó Tai confundido “¿Tu hermano estará de nuestro lado?”. T.K dudó, reconociendo que eso sería ser muy optimista “No lo sé, pero por ahora creo que no dirá nada” contestó.

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El micro-estadio municipal era una de las pocas promesas electorales cumplidas por el alcalde de la ciudad. Se había inaugurado durante el verano. Tardó más tiempo del estipulado en construirse y costó más de lo planeado, pero allí estaba. El problema era que los políticos no se dieron cuenta que habían mandado a construir un estadio que no utilizaría nadie. A pesar de que podía usarse para varios deportes que necesitasen una superficie mediana o chica, de que a la superficie de 30 metros por 20, recubierta de madera, se podía cubrir de otro elemento rápidamente, como ser polvo de  ladrillo para el tenis o césped sintético, y de que el techo despegable aseguraba que la gente no se moriría de frio o calor, pocas veces le encontraban un uso a esa estructura que ocupaba media manzana. No había grandes clubes o instituciones en la ciudad que necesitasen un espacio así.

Los políticos, dispuestos a no dejarse vencer por el desinterés de la ciudadanía en el micro-estadio, pero sobretodo incapaces de admitir que habían malgastado el dinero, probaron de todo para rescatar a su inversión de las burlas. Organizaron campeonatos deportivos de todo tipo, los cuales al principio tuvieron cierto éxito, pero que no duraron mucho. Organizarlos y publicitarlos costaba más de lo que la gente común estaba dispuesta a pagar por participar. Luego invitaron a artesanos y vendedores de recuerdos a armar una exposición para los turistas, pero parecieron olvidarse que aquella no era una ciudad turística. Fue un fracaso. Organizaron, con más esfuerzo que el pensado originariamente, para ser sede de un torneo nacional de ping pong profesional, el cual tuvo un éxito regular. El día de la final fue la única oportunidad donde se pudo ver a las exageradas tribunas de 20 metros de altura, que rodeaban los 4 lados de la cancha, llenas de gente.

El comienzo de clases les trajo algo de alivio. El permitir que las diferentes escuelas pudieran realizar allí los campeonatos deportivos fue una forma económica de asegurarse que el micro-estadio no se llenara de polvo. Y, sobre todo, que los votantes no pensaran que era un edificio inútil.

 

 Tai buscó un buen lugar en donde sentarse en las gradas. Más que un buen asiento, buscó el asiento perfecto. La situación no ameritaba otra cosa, tenía que tener el mejor lugar para ver jugar a T.K. A pesar de que faltaba 5 minutos para el inicio del juego, logró encontrar un asiento donde no estaba ni muy lejos de la cancha ni muy cerca. Ya sentado, observó todo a su alrededor. Le llamó la atención la cantidad de gente. El que fuera el primer partido de la temporada de seguro había influido en la concurrencia. Adentro del estadio la temperatura era agradable, ya que el techo corredizo cerrado impedía que el deprimente y ventoso clima gris molestara.  

Se sorprendió a si mismo mordiéndose las uñas producto de las ansias. Hacía años que había dejado de hacerlo. No podía dejar de pensar en que estaría sintiendo T.K en el vestuario en ese momento. Era la primera vez que podía ser parte del equipo oficial de su escuela. Sabía que para el rubio ese partido era importante, le había hablado mucho sobre eso. ¿T.K estaría nervioso? ¿Ansioso? ¿Y si estaba asustado? se preguntó. Tenía ganas de abrazarlo en ese momento y decirle que lo iba a hacer bien, de darle confianza. Se cuestionó duramente el no haberlo hecho cuando se encontraron en la mañana.

Para intentar calmarse, compró palomitas de maíz a un vendedor ambulante que se paseaba por los escalones de la tribuna.

Cuando el reloj del tablero eléctrico que colgaba del techo en el medio del micro-estadio marcó las 15:00 HS, sonó una chicharra. Los equipos salieron a la cancha, envueltos por el aplauso de la gente. Tai buscó a T.K con la vista. De seguro había ido directo al banco de suplentes, pensó el castaño al no verlo. Maldijo al aire al darse cuenta que el banco de suplentes estaba de ese lado de las tribunas, debajo de él. Quería ver al ojiazul, pero ya era demasiado tarde para cambiarse de asiento, además en la tribuna del frente ya no había lugar a simple vista.

Una voz por el alto parlante dio la bienvenida a la gente, nombró a las dos escuelas que jugarían y presentó a los árbitros. Luego, el partido comenzó. El equipo de T.K usaba un uniforme azul con detalles naranjas, mientras que del otro equipo era todo verde oscuro.

La primera vez que el equipo azul encestó, a Tai se le escapó un “¡Gol!” de la boca, recibiendo miradas confundidas de los que estaban cerca. Avergonzado, después solo se limitó a aplaudir cada  vez que el equipo de T.K anotaba. Pero no duró mucho. La efervescencia que le despertaba los deportes, cualquier deporte, era más fuerte que él. Rápidamente se olvidó de la vergüenza y alentaba a los compañeros de T.K, aunque no sabía quiénes eran o que debían hacer. Era la primera vez que veía un partido de básquet, así que cuando terminó el primer cuarto de 10 minutos no entendió que sucedía.

Después de un descanso, continuó el partido.

Tai buscó a T.K entre los 5 jugadores del equipo que salieron a la cancha nuevamente. Había caras nuevas. Una voz por el alto parlante anuncio quien había sido remplazado por quien. Ninguno era T.K.

Sintiéndose aun más ansioso que antes, rebotó en su asiento de la frustración. Se imaginó al ojiazul sentado en el banco de suplentes, nervioso pero deseante de salir a jugar. Lo podía sentir.

-Tranquilo T.K, tranquilo, ya te tocará, estoy seguro- susurró mordiéndose las uñas otra vez, mientras veía como el balón se ponía en movimiento de nuevo.

-Tai, que sorpresa verte, no sabía que venías.

Al girar su cabeza a la derecha, vio a Hiroaki caminando hacía el, abriéndose paso entre la gente sentada en las gradas. Se sacó la mano de la boca.

-Hola Hiroaki ¿Cómo está?- saludó con una sonrisa.

Sin embargo, su sonrisa disminuyó al ver que el mayor era seguido por Matt. Este llevaba un vendaje en la mano derecha. Hiroaki se sentó a su lado. Antes de que el rubio se sentase junto a su padre, de manera inevitable, se miraron a los ojos. El moreno no pudo evitar tensarse más de lo que estaba y sentirse incomodo ante esa mirada desafiante. Si bien no le tenía miedo, de cierta forma tenía en claro que no quería meterse con aquel ojiazul. Matt desvió su mirada hacía el frente y se sentó.

-¿Take todavía no salió a jugar?- preguntó el adulto, intentado identificar a su hijo adentro de la cancha.

-No, todavía no- contestó Tai, viendo como un chico del equipo verde robaba la pelota y clavaba un triple.

-Bueno, es lógico. La edad mínima para formar parte del equipo es de 14 años, así que Take debe ser el más joven del equipo. Era sabido que no lo pondrían de entrada- dijo Hiroaki con un semblante tranquilo- Ah, Tai, te quiero presentar a mi otro hijo Matt, tiene tu misma edad…- dijo alegre el castaño mayor-…Matt, él es…

-…ya nos conocemos- Matt le cortó de manera seca la presentación, cruzando los brazos y sin desviar su mirada del juego.

Hiroaki giró su cabeza a ambos lados, sin entender que pasaba. Tai le sonrió incomodó y volvió su vista al partido, metiéndose varias palomitas de maíz en la boca.

El segundo cuarto terminó con el equipo verde dominando tanto en el juego como en el marcador, y por mucho. Prácticamente redoblaban la cantidad de puntos de la escuela de T.K. Tai intentó guardar algo de palomitas de maíz para el próximo cuarto, pero sus nervios le hicieron acabársela antes de que se diera cuenta.

Luego de otro descanso, el árbitro anunció el inicio del tercer cuarto. Los muchachos del equipo azul y naranja salieron del banco, no muy animados en comparación de sus contrincantes. Solo uno entró al campo de juego trotando, dispuesto a darlo todo. Tenía la 93 en la espalda. La voz por el alto parlante anunció el ingreso de Takeru Takaishi por otro muchacho.

Tai se levantó de su asiento al ver al rubio en la cancha, ignorando que una sonrisa monumental adornaba su cara. Sintió tanta felicidad por T.K, como si él mismo estuviera cumpliendo una meta importante. Pero de repente, como alguien que sopla el sobrante de la goma de borrar sobre el papel, la sonrisa se le borró al oír:

-¡Vamos Takeru!

-¡Tu puedes!

Aquello, entre otros gritos además de risas, provino de 4 chicas de aparentemente la misma edad de T.K, sentadas a su derecha unas cuantas gradas más abajo. Chicas que hasta antes del tercer cuarto habían prestado poco y nada de atención al partido.

Tai se volvió a sentar lentamente, viéndolas sin disimulo, con la sensación de que la dicha de hace un momento se había atenuado. Sintió que con la mirada aquellas chicas se lo comían al ojiazul sin piedad. No podían. No lo podía permitir. Tuvo ganas de decirles algo que las pusiera en su lugar, pero recordó que sería difícil explicar el porqué no quería que le gritasen cosas al rubio. Sintiéndose amedrentado por la situación, pero sabiendo que se hacía mala sangre en vano, decidió dejarlas de lado y no darles importancia. La pelota se puso en movimiento de nuevo.

El equipo verde tomó la pelota, y todo parecía que encestarían de nuevo. Pero la tribuna que apoyaba a los chicos de verde enmudeció cuando T.K saltó al frente del muchacho que estaba a punto de tirar y, a pesar de ser mucho más bajo en estatura, le quitó el balón. Con una velocidad que no se había visto hasta ese momento en la cancha, el rubio contraatacó y anotó los primeros dos puntos de su equipo en ese tercer tiempo.

-¡Muy bien, Take!- gritó Hiroaki mientras aplaudía.

Matt, como no podía aplaudir, se limitó a silbar con ayuda de sus dedos.

“¡Sí!” festejó mentalmente Tai cerrando energéticamente su puño, imaginándose lo feliz que se debería estar sintiendo el menor en ese momento.

T.K sonrió a sus compañeros mientras le felicitaban, a la vez que retrocedían ya que tenían que defender otra vez. Las personas que apoyaban al equipo azul festejaron asombradas la jugada del recién ingresado, como si no se lo esperasen.

Y entonces el verdadero show comenzó.

Nadie hubiera sospechado que aquel rubito, el más bajo de la cancha y por mucho, a quien el uniforme le flameaba por quedarle grande, cambiaría así el rumbo del partido. T.K tomó la pelota y esquivó a dos defensores del otro equipo. Anotación. En la jugada siguiente giró sobre sí mismo para hacer pasar de largo al chico que lo perseguía. Anotación. Como sus compañeros no podían penetrar en la defensa, le tiraron el balón a él que esperaba afuera del área. Triple.

En poco tiempo, la gente se contagió de la energía del ojiazul. Aplaudía y alentaba como no lo habían hecho durante todo el partido. Y si bien también celebraban las acciones de todo el equipo, cada vez que el blondo tocaba la pelota los ánimos crecían. Y había motivos. T.K le había cambiado la cara a su equipo, que antes se encaminaba a comenzar la temporada con una derrota aplastante. El equipo se había acercado bastante en el tablero, a punto de empatar el encuentro.

Tai sabía que el ojiazul jugaba bien, pero era la primera vez que veía ese fuego, esa pasión en el menor. Observaba atento y en silencio. Su fascinación no le dejaba hacer otra cosa que contemplar a T.K, atónito. Los movimientos veloces, agiles, pero a la vez elegantes del rubio le hipnotizaban. El menor se sacaba a los rivales de encima con tal facilidad que los hacía parecer torpes, lentos. Como si ser el de menor estatura no fuese un problema, sino una ventaja. Incluso, cada tiro del rubio a la cesta significaba puntos para su equipo, ya sea de a 2 o 3 puntos. Y marcaba muchos de 3, como si fuera demasiado fácil.

Pero más que la efectividad de T.K en el juego, lo que lo hipnotizaba al castaño era la belleza del menor. Sus cabellos rubios se agitaban de manera hermosa con cada movimiento brusco. Sus brazos, delgados pero definidos, les había enmantado los ojos. Hacían una corografía perfecta que era aplaudida por toda la gente. El fuego azul de su mirada demostraba que ese partido le pertenecía y que nada lo detendría.

A Tai también le gustaba como le quedaba el uniforme al menor. A pesar de que le era grande y demasiado suelto, se veía perfecto. La forma en cómo se flameaba cuando el blondo corría o giraba era tan armoniosa, que parecía estar suelto a propósito. El solo hecho de recordar haber visto a ese ser (que se robaba todas las miradas en la cancha) sin ninguna ropa, le aceleraba la sangre al moreno y le hacía “endurecer” su amor por el rubio. El recordar que él tenía la posibilidad de tocar aquella piel le daba la sensación de ser el hombre más afortunado del planeta. En una ocasión, uno de los sueltos y no muy anchos hombros de la camiseta sin mangas del ojiazul se deslizó hacia abajo por su brazo mientras saltaba. Tai se mordió el labio en un intento de alejar los obscenos pensamientos que vinieron a su mente ¡Tenía al padre del rubio al lado! Tenía que controlarse.

El tercer tiempo terminó, con el equipo azul arriba en el marcador. El público en las gradas, el de ambos equipos, aplaudían sin poder creer todavía semejante remontada.

Tai aplaudió risueño mientras T.K y sus compañeros volvían al banco de suplentes para la charla con el entrenador. El rubio no le vio en las gradas. En realidad ni siquiera levantó la cabeza para ver al público en ningún momento. Charlaba enérgicamente con uno de sus compañeros de equipo, al parecer dando indicaciones. Tai no esperó otra cosa, se notaba que el menor estaba adentrado en el partido como ningún otro.

-¡Takeru! ¡Takeru!

El estruendoso grito de una de las cuatro chicas a su derecha, que a pesar de ser potente no sobresalía de entre el ruido de la multitud a su alrededor, le llamó la atención.

-Creo que no me vio ¿Ustedes dicen que me vio? A lo mejor si me vio pero no me di cuenta-preguntó la que había gritado a sus amigas.

-No te vio, no te hagas ilusiones- le contestó una de las chicas viendo el celular, evidentemente aburrida.

“Sí, no te hagas ilusiones” sonrió mentalmente el moreno, aunque entendía las ganas de esa chica de llamarle la atención al rubio ¿Podía culparla? El ojiazul provocaba inevitablemente la necesidad de suspirar a varias, y el saber que solo tenía ojos para él le provocaba un cálido orgullo en su interior, mejor que cualquier medalla.

-Estás celosa porque yo soy la que más le conversa en el curso- dijo la gritona cruzando los brazos y sentándose de nuevo.

-¿Y eso qué?- preguntó una de las 4 chicas. Tenía brakets.

“Sí, ¿Y eso qué?” Tai no pudo evitar preguntarle con el pensamiento, ya no tan divertido. Sin darse cuenta, poco a poco fue inclinándose en su asiento hacía el grupo de chicas, con sus oídos cada vez más atentos.

- Además, pierdes tu tiempo amiga- dijo una chica de sombrero, la única que no había hablado hasta el momento- ya está con alguien.

“¡QUE!”

Tai casi se cayó para adelante del sobresalto que le provocaron esas palabras. El repentino movimiento llamó la atención de las 4 chicas, que lo miraron extrañadas. Tai se enderezó y trató de disimular observando la hora en su celular, viéndose más calmado de lo que en su mente se imaginaba. Las chicas sacaron su vista de él. El oji-café giró disimuladamente su vista para su izquierda. Hiroaki no se había dado cuenta de su blooper por estar hablando con Matt. Todo normal.

La chica del sombrero siguió:

-Sí ¿Qué no escuchaste los rumores?

“¿Qué rumores?”

-¿Qué rumores?

El castaño se asustó y creyó que esas palabras habían salido de su boca. Tardó en darse cuenta que la que había preguntado fue la chica que le gritó a T.K.

-Según dicen, está saliendo con Nina, nuestra compañera de curso…hasta algunos dicen que los vieron saliendo del baño de varones juntos- contestó la chica del sombrero.

Tai quedó atónito mientras una sirena de alarma se prendía en su cabeza. La imagen de T.K abrazándose con una chica pasó volando por su cabeza, fumigando con veneno su corazón. Para el ojiazul no sería muy difícil encontrar pareja ¿No? Es decir, si todas andaban tras de él, solo tendría que elegir una. El castaño conocía ese agrio sabor, ya lo había sentido antes. La última vez que lo sintió fue en la granja del “viejo” Ben aquel día tormentoso.

¿Por qué? ¿Por qué él tenía esa facilidad para sentirse así? se preguntó.

-¿Quién te contó eso, que está saliendo con Nina?- preguntó la gritona a la del sombrero.

-Pues…la propia Nina.

La chica de brakets entró a reír a carcajadas.

-jajaja chicas abran los ojos, es todo mentira de Nina- dijo ladeando su cabeza- ella ni siquiera se anima a hablarle en el curso.

Tai sintió aquellas palabras como una brisa fresca en el desierto de sus dudas. De repente, todo fue calma. Claro ¿Cómo podría dudar de T.K? Todas eran mentiras de mocosas inmaduras necesitando algo de popularidad. Además ¿T.K hacer cosas con una chica en un baño donde salen y entran personas a cada rato? ¿El mismo T.K que todavía temblaba cuando él introducía su mano por dentro de su remera para acariciar su estomago? No, aquello era simplemente imposible. Se sintió estúpido de siquiera haber dudado.

“Sí, la chica de brakets tiene razón”

La voz del estadio anunció un minuto para el comienzo del último cuarto. La gente que había ido al baño o a comprar botanas volvía a sus lugares.

-Sí, puede que tengas razón- dijo la chica del sombrero- aunque ella me contó que el sábado habían salido juntos…-

El moreno ladeó su rostro hacía un costado y trató de ahogar una carcajada. T.K había estado con él todo el sábado anterior.

“Tai, eres un idiota” pensó ladeando su cabeza.

Sin embargo, aun sabiendo que todo lo que había escuchado era falso, supo que el veneno aun corría por su cuerpo. Lo podía sentir. Puede que aquella Nina mintiese, pero las dudas ya habían clavado su bandera en el cerebro del castaño ¿Cómo podría librarse de las dudas si T.K se robaba las miradas de quienes lo rodeaban? ¿Sería capaz? Lo veía difícil. Controlar los celos nunca fue una de sus virtudes, y ahora se encontraba ante su mayor reto.

Una chicharra sonó indicando que el descanso había acabado. Tai, al ver que el rubio volvía a la cancha, decidió dejar de pensar y disfrutar del momento. No sería la última vez que aparecerían los celos, estaba seguro, pero sabía que con la ayuda de T.K podía superarlos

La pelota se puso en movimiento de nuevo. El rubio continuaba liderando el equipo con su talento y energía, pero sus compañeros ya comenzaban a sentir el cansancio. El tablero poco a poco fue igualándose de nuevo. La voz del estadio anunció un cambio en el equipo del blondo. Tai no fue indiferente al nombre del muchacho que entraba a jugar. Era Andy. Aun con la desconfianza como consejera, puso especial atención en aquel chico.

El ojiverde entró a la cancha y trotó directamente hacía T.K. Tai se sorprendió al ver que los dos menores hicieron un saludo rápido con un juego de choques de sus palmas, sus puños, y sus codos. A pesar de que el menor le había dicho que se llevaban bien, el moreno no creía que se llevaran tan bien. Algo no le gustó.

El partido continuó, y más de uno de en la tribuna se asombró de que los dos menores del equipo, tanto en edad como en estatura, llevaran el ritmo de su equipo. El castaño de pecas sorprendió  a varios con giros, amagues y tiros certeros. No tenía la misma participación que T.K, pero reanimó con su juego al público, quienes no entendían porque el entrenador había dejado a esos dos menores para el final. Anotación tras anotación, todo parecía estar encaminado para una victoria sin sobresaltos. Hasta que ocurrió.

Uno de los contrincantes, al ver que el rubio se le escapaba nuevamente y se dirigía sin resistencia a la cesta, le dio un codazo en la cara, volteándolo violentamente de espalda al suelo. Simpatizantes propios y rivales, Hiroaki, las 4 chicas parlanchinas, todos en el estadio hicieron una exclamación de dolor. Tanto Tai como Matt se levantaron de un brinco.

-¡T.K!- gritó el castaño sin poder creer lo que había visto.

-¡¿Pero qué te pasa idiota?!- rugió Matt, levantando la mano vendada-¡Metete con uno de tu tamaño, jirafa!

 T.K se levantó con ayuda de sus compañeros, tomándose la cara. Al ver sus manos, el propio ojiazul se sorprendió de la sangre que se le escapaba de la nariz. El entrenador lo vio sorprendido y pidió tiempo.

Tai daba saltitos en su asiento, con la preocupación agitándole todo su ser. Un hombre de conserjería limpiaba con un estropajo la sangre de la cancha mientras que al costado de la misma, un enfermero limpiaba y curaba la nariz del blondo. El entrenador se le acercó y le dijo algo. A pesar de que Tai no podía escuchar la conversación, al ver la reacción del menor no necesitó hacerlo para saber que le había dicho el adulto. Era evidente que le había pedido que se sentara en el banco de suplentes. El ojiazul juntó sus manos en suplica, su cara era la imagen misma de la desesperación.

“No seas estúpido, no puedes seguir así, te puedes lastimar” pensó Tai, rogando que el entrenador del rubio hiciera lo correcto.

El entrenador vio al blondo a la cara por unos segundos. Suspiró, y le revolvió el cabello haciéndole seña para que volviera a la cancha. El rubio sonrió y se metió trotando, con un trozo de algodón manchado de sangre en el orificio nasal izquierdo.

El castaño resopló y se sentó de nuevo, aun más nervioso que en el principio del partido.

Como la falta había sido adentro del área, el árbitro marcó dos tiros libres y expulsó al jugador del otro equipo. El propio T.K se haría cargo de ejecutarlos. 

Un extraño silencio cubrió el micro-estadio municipal mientras el rubio de 14 rebotaba el balón en el punto de los tiros libres marcado en el suelo. Los nervios de Tai crecieron. Pero no estaba preparado para lo que vería.

T.K, sin sacar sus ojos de la cesta, besó la chapita de su pulsera y lanzó la pelota.

Para Tai el tiempo se detuvo y sus huesos se derritieron allí mismo. No entendía como no se escurría por entre los asientos de las gradas. Se tiró hacía atrás en su asiento. Su cara hervía, y necesitó agarrarse el lado izquierdo del pecho por miedo a que su corazón saliera disparado. No se esperaba aquel gesto del menor. Se quedó desparramado en su asiento, intentando comprender que le ocurría. Él no lo vio, pero el festejo de las personas a su alrededor le indicó que el tiro había entrado. Tratando de recomponerse se enderezó a su asiento.

Para todos allí en el micro-estadio, ese beso a la pulsera podía ser una cábala o un ritual sin importancia, pero para él no. Para él era titánicamente más significativo, y el hecho que viniera impulsado por el impacto de la sorpresa lo hacía aún más intenso. 

Tuvo miedo de ver hacía donde estaba el rubio, pero al mismo tiempo no tenía ganas de otra cosa. Fijó sus ojos marrones de nuevo en T.K, y se sintió más enamorado que nunca. Le dio la sensación de estar en un teatro, con todo el lugar en penumbras y al único que iluminaba el reflector era al menor.

Se preguntó cómo podía aquel rubio hechizarle de esa manera, aunque poca importancia le dio a la respuesta. Tan solo se quedó observándolo sonriente. El menor volvió a rebotar la pelota. Miró la canasta. Besó la pulsera.

A pesar de estar de cierta forma preparado, el impacto fue el mismo en el alma del moreno, aunque pudo soportarlo mejor.

De nuevo, el tiro fue perfecto y el juego se reanudó. Solo faltaban unos minutos, y el resultado estaba casi asegurado. El equipo azul, empujado por el acto de amor por el deporte del menor de ellos, dio lo mejor de sí. El partido terminó y automáticamente todos los jugadores saludaron al rubio, consientes que sin él el resultado hubiera sido muy distinto.

Tai se levantó de su asiento aplaudiendo al equipo, como la gran mayoría de las personas a su alrededor. Aunque sabía que nadie veía a T.K como él. La sonrisa del menor mientras era saludado por sus compañeros valía oro.

“Cielos, no creo que mi corazón soporte otro partido de T.K” pensó el moreno suspirando.

En un rincón a un costado de las gradas, un hombre con una gabardina negra y lentes de sol hacía pasear una moneda por sus nudillos. Sonrió. Le gustaba lo que veía.

Notas finales:

Bueno, hasta allí nomas.
Perdón de nuevo por la demora, pero es cierto que desde ahora me demoraré más, mucho más de lo que siempre lo hago. Ya con el estudio pisándome los talones se me es imposible actualizar cada fin de semana como traté de hacer siempre. Sinceramente creo que desde ahora las actualizaciones serán mensuales. No es lo que más me gusta, pero a simple vista no quedaría de otra. Obviamente subiré el cap cuando lo tenga listo y corregido, pero el tema es encontrar tiempo para escribirlo je. Así que si no me aparezco seguido, ya saben el motivo :(
Bueno con respecto al cap, el "jugador" a quien admira T.K obviamente es una parodia jajaja. Espero que les haya gustado. Muchas gracias por leer y apoyarme con el fic, tanto en los comentarios como en los mensajes privados, lo aprecio un montón!
Hasta la proxima, espero que sea pronto.


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