Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Buenas intenciones por exerodri

[Reviews - 59]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!! Bueno, como mencioné antes, en compensación al capitulo relativamente corto de la ultima vez, ahora les traigo el siguiente en tan solo dos semanas de espera  (No creo que vuelva a pasar en mucho tiempo) jajajaja
Con este cap comenzamos, por decirlo de alguna manera, la segunda parte de la historia. Segunda parte de lo que son, por ahora, 5 partes.
Así que bueno, nada, espero que les guste, muchas gracias por seguir la historia!

Curiosidad

Tres meses habían pasado desde el rencuentro con T.K, y Tai sentía la abrumadora y feliz seguridad de haber vivido los mejores meses de su vida, a pesar del ataque a su profesor. La potencia de su felicidad al pasar el tiempo con el rubio se llevaba a todo por delante, incluso el hecho de que su equipo de futbol  favorito en el campeonato nacional hubiese empatado la mitad de los partidos jugados y perdido la otra mitad.

Ambos utilizaron esos tres meses para conocerse lo más posible en todos los sentidos, ya sea conversando o dejando las palabras de lado y dejándose llevar por los besos y las caricias: de arriba a abajo, con o sin prenda de vestir. Cada ocasión que podían hacerlo era única. El tocarse uno al otro los enloquecía como si fuera la primera vez, disfrutando de ese espiral de placer que giraba y giraba como si no tuviera fin.

Pero inevitablemente, a pesar del hechizo de la eterna fascinación y deleite ante el cuerpo desnudo del rubio, el bichito de la curiosidad alojó en la mente del moreno deseos de subir la intensidad de los encuentros. Probar cosas nuevas. Cosas nuevas que no sabía cómo hacerlas y las cuales no podía preguntar a nadie conocido al respecto.

Un día en el que se encontró echado en su cama sin nada que hacer, se le vino a la mente una posible solución a su ignorancia.

“¡La computadora de papá!” pensó como si la idea fuese una obvia pero a la vez brillante respuesta. Internet. Ese recurso, que usaba todos los días con su celular, podía darle las respuestas que buscaba.

Se levantó de la cama y salió de su habitación, asomándose por el pasillo. La casa parecía completamente vacía, pero era una ilusión. Sus padres no estaban, trabajaban, pero su hermana permanecía en su habitación y sin hacer ninguna clase de sonido.

Sin hacer ningún ruido, el moreno cruzó el pasillo y entró al estudio de su padre cerrando la puerta, deseando que la menor siguiera encerrada en su cuarto mucho más tiempo.

Nervioso pero a la vez ansioso, se sentó al frente de la PC de escritorio y la encendió. Al tener al frente el buscador listo para ser usado, dudó de escribir sus inquietudes. Vio la puerta detrás de él por sobre su hombro. Temía que Kari entrara y le descubriera. Para colmo, la computadora estaba de frente a la puerta, así que si alguien entraba el no tendría tiempo de hacer nada. Maldijo que esa puerta no tuviese llave, o un cerrojo para trabarla. Aun así, podían más sus ganas de husmear que tenía el internet para enseñarle y usarlo con T.K.

Vio el cursor titilar en la barra de búsqueda. No supo que poner específicamente, como formular su petición. Luego de unos momentos de pensarlo, escribió lo primero que se le vino a la mente.

“Consejos para hacer buen sexo oral”

Al presionar “Enter”, el buscador le tiró varias páginas adonde entrar, con enunciados que lo hacían ruborizar como no se lo había imaginado. Lo que le resultaba raro era que no eran páginas pornográficas que buscaban “entretener" (a las cuales no tendría problemas en entrar, ya lo había hecho varias veces) sino paginas donde la gente hablaba de esos temas como si fuera algo serio, como si estuviesen dando una clase en algún tipo de instituto. Nunca había entrado a sitios así.

Aparte del pudor por estar buscando esa clase de información en internet, una extraña sensación de estar siendo observado le picaba la nuca. Al dar un paneo visual por el cuarto, pudo ver quién era.

-Miko, bájate de ahí, afuera.

Pero no hubo caso. El gato familiar se estiró perezosamente sobre unas carpetas que descansaban sobre un escritorio, para luego volverse a enrollar gustoso y seguir durmiendo. A su alrededor, pilas de papeles, clips metálicos y algunos bolígrafos dispersos daban la impresión de que aquel lugar era oficialmente la cama del gato, en vez de un lugar de trabajo.

Si bien no era una persona que pudiese juzgarlo o entender que era lo que veía en la pantalla, a Tai le incomodó aquella compañía durante esa “tarea”. Resoplando, se levantó del asiento, tomó al gato, el cual tenía la rigidez de un trapo de piso, y lo llevó fuera del estudio. Una vez lo dejó en el pasillo, este lo vio a los ojos, pero el moreno cerró la puerta antes de que pudiera decir “miau”.

Ahora sí, ya completamente solo, entró a las opciones que el buscador arrojaba, abriéndolas en diferentes pestañas.

“Los secretos del sexo oral”

“Enamora a tu hombre con tus habilidades con la boca”

“Todo lo que tienes que saber del sexo oral”

Tai leyó atentamente la información que mostraban las paginas, con el rostro ardiendo por la vergüenza. Algunas cosas que leía le parecieron obvias, otras lo sorprendían. Los textos parecían estar hechos por profesionales sobre el tema, si es que existían profesionales sobre eso. Siempre tenía el cursor en la "X" de la esquina derecha superior del navegador, por si necesitaba cerrarla rápidamente si alguien entraba al estudio. Una de las páginas, además de párrafos y párrafos de "instrucciones", ofrecía un video explicativo. El castaño dudó en reproducirlo en un principio, pero luego se dijo que si ya había entrado allí debía hacerlo. Al hacer clic en “Play”, el video comenzó con una mujer de mediana edad y  piel morena saludando a la audiencia y explicando que lo que iba a hacer era “enseñar todo lo necesario para satisfacer a su hombre en la intimidad”.

El castaño se desesperó al bajarle el volumen a los parlantes, reconociendo que el reproducir el video sin fijarse antes en ese detalle había sido muy estúpido. Pensando que lo había estropeado todo, minimizó la ventana del video y miró hacia la puerta por sobre su hombro. Intentaba escuchar si Kari, aletada por aquella “bienvenida” del video, se acercaba por el pasillo, pero para su tranquilidad aquello no sucedió. Al parecer su hermana no había oído nada. Procurando ser más cuidadoso, continuó viendo el video con un mínimo de volumen.

La mujer hablaba con un acento caribeño que a Tai le hacía gracia, al frente de una mesa donde había un pene de goma.

"Primero vamos a estimular a nuestro hombre, así de esta manera" dijo la señora tomando el pene con las dos manos y acariciándolo suavemente.

Tai imitó la forma del agarre, imaginando tener a T.K entre sus manos. La mujer del video explicaba lenta y pausadamente como proseguir, mientras él imitaba los movimientos al frente del monitor.

"No vamos a chupar directamente, no señor" dijo la mujer caribeña enérgica y despreocupada, como alguien que está enseñando a cocinar un pastel en vez de hablar de temas sexuales "Vamos y besamos a nuestro hombre" dijo besando los testículos de goma, y subiendo lentamente con besos cortos a lo largo del pene "Besos cortitos, amorosos, tiernitos, háganle saber a su hombre que lo quieren"

Tai tuvo la necesidad de taparse la cara con una mano por la vergüenza ajena, pero sin dejar de observar.

"¿Por qué dice esas cosas?" pensó en un intento de disminuir la incomodidad en su interior.

"Chica, hay que usar la lengua, sin miedo" dijo la señora viendo a la cámara, como quisiera dejar en claro que aquello era importante "Lame esta zona, eso le encantará" dijo señalando el cuello del glande.

El moreno se sentía muy raro por estar tomando notas mentales de lo que decía esa tipa, sin embargo no podía dejar observar y prestar atención. Quería saber más.

Finalmente, el video terminó.

"Muchas gracias por todo, señora caribeña apasionada por el sexo" pensó sonriente Tai, aliviado de que el video se haya acabado, pero reconociendo que había tomado varios datos importantes. Continuó leyendo otras páginas, pero se dio cuenta que muchas decían lo mismo y eran repetitivas.

Sentado allí, al frente de la PC, al adolecente se le vino una idea para buscar, pero que le daba aún más inquietud que buscar "sexo oral". El máximo escalón al que podría llegar con T.K, la ultima forma, para él, de consumar el amor entre dos hombres: Sexo anal.  

¿Se animaría a buscar aquello, con la intención de aprender sobre el tema? Sabía que para eso todavía faltaba bastante, primero tenía que ir poco a poco con T.K.

Lo pensó por unos instantes. Decidido, se dijo a si mismo que ya que estaba allí, sería mejor saciar su curiosidad de una vez por todas ¿Que daño le haría informarse sobre el tema?

"Consejos sobre sexo anal" escribió en el buscador y presionó "Enter".

"Como practicar sexo anal sin dañar a tu pareja"

"El ABC del sexo anal"

"Cuidados y consejos a tener en cuenta cuando la diversión viene por detrás"

Abrió las opciones que le tiró el buscador en diferentes pestañas. Se dispuso a leer, y para su sorpresa, algunos datos lo consternaron aun más que la información sobre el sexo oral.

"¿Como puede ser que el punto G del hombre esté en...?"

El ruido de la puerta abriéndose detrás de él le interrumpió los pensamientos y le congeló el alma. Su reacción automática fue levantarse del asiento para tapar lo mayor posible la pantalla. Su cerebro, debido a la conmoción, no fue capaz de ordenarle a su mano que deslizara el ratón y cerrara el navegar. En vez de eso, guiado por la desesperación, desenchufó el CPU sin miramientos. Aquello era más rápido.

-Tai, me voy al centro de la ciudad ¿Me acompañas hasta la parada del ómnibus?- le preguntó su hermana con una sonrisa desde la puerta.

-Ah, claro, no hay problema- contestó el oji-café, intentando disimular que el corazón no se le salía por la boca- yo también tengo que salir, deja que me aliste.

-¿Por qué dejaste a Miko en el pasillo? A él le gusta dormir aquí- dijo la menor abriendo un poco más la puerta para que el gato entrase de nuevo.

El felino entró y se perfiló directamente hacía las carpetas en las que dormía antes de que el adolecente lo sacara. Se estiró perezosamente y se echó a dormir, adueñándose de su cama nuevamente.

-Ah, jaja no me había dado cuenta que había quedado afuera. Gato tonto.

Amenaza

Frio. Siempre frio. Tai no recordaba cuando había sido la última vez que disfrutó de un día de sol. Tenía la creencia que la última vez que había visto el azul del cielo fue cuando se tiró con T.K en la plaza al frente de su casa. Pero eso era imposible, no podía haber pasado dos meses y un poco más sin que hubiera un día de sol ¿O sí? Por más que intentase, no podía encontrar un recuerdo cercano en donde el sol brillara. Si bien ya el otoño se había afirmado en el calendario, parecía invierno. El castaño no quiso imaginar cómo sería cuando fuese verdaderamente invierno. Si el otoño daba un aspecto deprimente a la gris ciudad, no quería imaginarse en un futuro, cuando los días fuesen más cortos y oscuros y el frio crudo golpeara la piel con aun más fuerza.

Caminaba por la acera, con la campera bien cerrada hasta el cuello, hacía la casa de Hiroaki a buscar a T.K para ir juntos a tomar algo en una cafetería en el centro de la ciudad. Cafetería que aprovechaba para hacer todo el dinero posible con una maratón de precios rebajados antes del cierre definitivo. A pesar de ser día de semana, T.K se encontraba con su padre porque su madre había salido de viaje de trabajo y no quiso dejar al menor solo, para reproche de este. "Eso está bien" le había contestado Tai por chat al rubio cuando este le contó la decisión de su madre "Aun eres chiquito". T.K le contestó con una serie interminable de insultos y emoticones groseros.

Tai entró al complejo de apartamentos, subió las escaleras y llegó a la puerta de los Ishida. Tocó el timbre.

-¿Tai?- escuchó que preguntó T.K desde adentro.

-El mismísimo- contestó desde afuera.

-Abre, está abierto.

El moreno abrió la puerta y entró, chocándose con el calor de la calefacción. Algo que nunca había sentido allí. Por lo general cuando él iba, el ambiente siempre era frio y para nada acogedor. Un ambiente en concordancia con el carácter del mayor de los hermanos de ojos azules, pensó.  

-¿T.K?- preguntó después de cerrar la puerta tras de sí- ¿Dónde estás?

-Aquí- escuchó que le contestó el ojiazul, más cerca de lo que esperaba, pero no lo pudo ver.

-¿Donde?

-Aquí, en el suelo.

Extrañado, el moreno bordeó la mesa de la sala y entonces lo encontró. T.K hacía su tarea, acostado sobre la alfombra de la sala, pansa abajo.

El rubio siempre había tenido esa costumbre, la de tirarse en el suelo para hacer sus deberes. Lo hacía desde muy pequeño, independientemente si se encontraba en la casa de su madre o de su padre. Era como si se sintiese cómodo hacer su tarea así, y prefería eso a sentarse en una mesa o en un sillón cómodo. Incluso su madre, indignada por esa particularidad (la cual de seguro, para ella, había forjado en la casa de Hiroaki) le había comprado un escritorio propio, con la esperanza de cambiar aquel habito. Pero no le tardó mucho en darse cuenta que lo había comprado en vano, ya que el adolecente lo usaba para dejar la ropa usada, mientras continuaba haciendo la tarea en el suelo.

Tai sonrió al ver esa escena, pero lentamente la sonrisa se le fue borrando, dejando paso a una expresión de estupor y encanto.

T.K llevaba puesto un short viejo y desgastado, el cual usaba para dormir y estar entre casa. Un short que por lo cortito que era, no dejaba mucho a la imaginación. Y Tai tenía mucha imaginación.

El moreno quedó inmerso en las piernas del blondo. Observó cada milímetro de estas. Desde la punta de sus pies, pasando por su tobillos, sus pantorrillas. Subió con sus ojos por la parte trasera de sus muslos, hasta llegar al borde de ese pantaloncito, que lo separaba por escasos centímetros de aquellas redondeadas y mullidas colinas.

Torpemente se sacó el abrigo, sin dejar de mirar esa radiante imagen, que para él irradiaba más calor que la calefacción misma.

-¿Te falta mucho?- preguntó, intentado sonar no tan atontado.

-No, solo unos ejercicios más y término- le contestó el menor, sin despegar los ojos de su cuaderno.

-¿Y Matt e Hiroaki?

-Ninguno de los dos está, estoy solo- contestó el blondo, continuando con su tarea de matemáticas.

A T.K solo le faltaban 4 ejercicios de polinomios. Si los terminaba esa misma tarde, se vería libre de toda tarea por el momento, por lo menos hasta que le dieran de nuevo. Le había costado entender como era aquello de las aplicaciones de factor común y las resoluciones de ecuaciones de segundo grado, pero ya le había agarrado la mano. Cada ejercicio se le hacía cada vez más fácil, era como si su cerebro por fin se hubiera aceitado para ese tipo de cosas.            

Sin embargo, ocurrió algo que no esperaba. Sintió el cuerpo de Tai sobre el suyo, apoyándolo suave pero firmemente. La presión de la cadera del moreno contra la suya le resultó extraña, pero al mismo tiempo cómoda.

-Eh...¿Qué haces?- preguntó, dejando de escribir.

-Me estoy poniendo cómodo- le dijo el mayor de forma juguetona, apoyando el mentón en su hombro- sigue con tus ejercicios, yo te supervisaré.

T.K intentó volver a la multiplicación donde había quedado. Solo le faltaba multiplicar 24x15 para terminar el antepenúltimo ejercicio. Pero ni bien comenzó a hacer la operación en su mente, se dio cuenta que no podía concentrarse. Toda su atención había fluido lejos de las matemáticas, y desembocado en las sensaciones.

El cuerpo de Tai sobre el suyo, su calor, su cercanía, todo le hacía sentir agradable pero inoportunamente extraño.  Por más que intentase, no podía resolver esa simple multiplicación. Era como si su cerebro, que hace instantes estaba aceitado y al 100%, ahora se había herrumbrado y oxidado de repente.

Su rostro se calentó de sobremanera al sentir algo duro apoyándose en su trasero. Dudó si se trataba del celular de Tai en su bolsillo, o de otra cosa. Lo que si no tuvo duda fue que una parte de su propio cuerpo despertaba presionada contra el suelo, lo cual le hacía aun más difícil concentrarse.

-¿Qué pasa?- le susurró el oji-café al oído - ¿Quieres que te ayude? ¿Qué te de un empujón?

T.K sintió como el castaño empujó la cadera contra la suya. Un suspiro de sorpresa luchó por salir por su boca, pero logró reprimirlo. Con ese movimiento pudo sacarse la duda: aquello no era el celular de Tai.

-No...- contestó, tratando que no se notase que su sangre había comenzado una carrera loca por sus venas-...puedo solo.

Volvió a intentar concentrarse en la condenada multiplicación de primaria que tenía que resolver, solo para darse cuenta que su cerebro todavía no reaccionaba.

-T.K, te dije que no prendieras la calefacción, abrígate en todo caso. Es un gasto innecesario.

Ambos se petrificaron al oír la voz de Matt detrás suyo. Habían estado tan "concentrados", que no lo escucharon entrar al departamento.

Tai le quitó el lápiz de la mano al menor y dijo en voz alta:

-Como te decía, 24x15 es... es... 300 y algo ¿Ves? intenta hacer el próximo solo ¿Sí?

Rodó hacía un costado sentándose sobre la alfombra. Trató de esbozar su mejor sonrisa y miró a Matt, imaginándose la cara de odio del rubio mayor

-jejeje solo estaba ayudando a...

Tai se calló de repente.  

T.K, quien por la vergüenza no había levantado la vista de su cuaderno, tuvo el súbito presentimiento de que algo andaba mal. El abrupto silencio del castaño se lo dijo. Giró su rostro por sobre el hombro y vio a su hermano. Inmediatamente se levantó del suelo, y aunque hubiese querido no pudo evitar que el rostro se le llenara de desesperada preocupación.

Un corte, rodeado de sangre seca, adornaba la frente de Matt al borde del cuero cabelludo. Se notaba que este se había intentado limpiar inútilmente. Un pómulo inflamado combinaba con su labio partido, y con toda su ropa embarrada. Se sujetaba el brazo derecho.

-¿Que te pasó?- exclamó T.K, acercándose a su hermano- ¿Estás bien?

Este le esquivó la mirada.

-No es nada grave- contestó a secas.

Matt intentó caminar hacía el pasillo que llevaba a los dormitorios, a su cuarto, pero el menor se interpuso, sorprendiéndolo.

-Por favor…- le dijo el rubio de 14 años, con un hilo de voz, viéndolo a los ojos.

El mayor pudo ver en esa mirada toda la preocupación y dolor de su hermanito. No le gustaba, T.K no lo merecía. Pero ante la falta de una respuesta, aun si esos ojos celestes se lo exigían, y con derecho, no pudo decir nada.

T.K, ante su silencio, bajó la cabeza. Matt le quedó observando, esperando a que el menor le insultase o algo por el estilo. Pero se sorprendió al ver que el ojiazul comenzaba a sollozar al frente suyo. Eso fue demasiado.

“Oh no T.K, por favor, eso es jugar sucio” pensó, mientras la tristeza y la culpa le acuchillaban en el vientre.

-T.K…- dijo avanzando hacía el menor.

Tenía que intentar convencerlo de que todo estaba bien, o por lo menos intentar contenerlo o animarle de alguna manera. Era lo menos que podía hacer.

Pero entonces, cuando no había hecho ni dos pasos, T.K levantó su mirada de nuevo, esta vez furioso, y le golpeó con su puño en el hombro izquierdo. Matt retrocedió hasta tocar la pared de la sala con su espalda, no por la fuerza del golpe, que fue enclenque y mal hecho, sino por la sorpresa.

Jamás su hermano le había levantado la mano, no de manera seria. Aun sin poder creerlo, Matt observó al menor, tocándose el hombro izquierdo con su mano derecha. No sentía dolor físico, sino dolor emocional. No le dolía el hombro, sino el alma.

Tai también se sorprendió. Nunca hubiese esperado a que T.K hiciera eso, no a Matt. Pudo observar como una solitaria lágrima se paseó por la mejilla del menor, mientras este giraba sobre sí para irse rápidamente a su habitación y cerrar la puerta de un solo golpe. El moreno, comprendiendo que a veces una sola lágrima dice mucho más que todo un llanto, decidió tomar cartas en el asunto y dejar de estar al margen de todo eso.

Depositó toda su ira en una mirada hacía Matt, quien todavía no reaccionaba. Sin absolutamente nada de sutileza, Tai tomó al rubio de la ropa y lo aventó hacía la pared. El brusco golpe de su cabeza contra esta hizo que el ojiazul saliera de su letargo y le observara desafiante a los ojos.

-Escúchame imbécil- dijo acercando su rostro al de Matt, viéndolo con furia- me importa una mierda en que andas y porque sueles aparecerte herido, si quieres matarte o estás tratando de probar algo, adelante, me da igual, pero no voy  permitir que sigas haciendo sufrir a T.K

Usando toda su fuerza, volvió a aventar al blondo contra la pared, el cual hizo una mueca de dolor.

-Deja de hacer lo que estás haciendo, o por lo menos asegúrate que T.K no se entere de tus estupideces, sino, yo mismo me encargaré de ti ¿Entendiste?

El rubio lo miró a los ojos. El odio emanaba de esos ojos azules, pero al moreno no le importó. Necesitaba asegurarse que aquel imbécil no hiciera llorar otra vez a T.K, tenía que protegerlo.

-¿Entendiste, estúpido?- preguntó con énfasis, zarandeando agresivamente a aquel imbécil.

Matt se mantuvo en silencio, sin desviar la vista de sus ojos. Sus labios se movieron. Pero cuando Tai pensaba que iba a recibir una respuesta, solo recibió un escupitajo en medio de la cara.

-Hijo de…

Tai preparó su puño, deseando más que nunca romperle la nariz a ese cretino. Sin embargo, al oír el sonido de la puerta del cuarto de T.K abriéndose en el pasillo a su espalda, bajó su brazo. Devolviéndole con la mirada el mismo odio que Matt proyectaba hacía él, tomó la playera del ojiazul y se limpió el rostro. Lo soltó, no sin antes darle otro empujón contra la pared.

-Tai, vayámonos ya- escuchó decir al menor detrás suyo.

Tai se dio medio vuelta y pudo ver que T.K ya se había abrigado para salir. Su rostro se mostraba serio, triste, pero decidido a no seguir sufriendo, a pesar de tener los ojos aun hinchados e rojizos.

El menor caminó hacia la puerta, ignorando por completo a su hermano. Tai le siguió. Cuando T.K abrió la puerta para salir del departamento, se sorprendió con una figura más alta que él parada del otro lado. Su padre.

-Hola hi…

-Hola papá me voy al centro de la ciudad con Tai nos vemos luego recuerda tomar la pastilla para la presión adiós- dijo T.K de forma rápida y sin respirar, esquivando al adulto rápidamente y sin establecer contacto visual.

-Adiós Hiroaki- dijo el castaño por detrás, saliendo del departamento ante la confundida mirada del mayor.

Cuando se alejaron unos pasos del departamento, se escuchó el grito de Hiroaki después de cerrar la puerta: “¡Pero qué carajo te pasó, Matt!”

T.K, cabeza gacha, apresuró su paso hacía las escaleras del complejo habitacional para evitar que Tai viera que otra lagrima se le escapaba.

Más dudas

Sora no entendía. Allí estaba, parada en la vereda del frente al edificio donde vivía Tai, como si necesitase tomarse un tiempo antes de visitar al moreno. Pero ¿Tiempo para qué? Había pactado con el castaño ir a su casa y ayudarle a estudiar historia. Había ido infinidad de veces a ese hogar, tanto para estudiar como para pasar el tiempo cuando no tenía nada que hacer. Infinidad de veces.

“¿Qué es diferente ahora?” se preguntó viendo el edificio, como si entrar en él fuese ahora una prueba o un reto.

¿Acaso las palabras de sus amigas habían calado en ella más profundo de lo que había pensado en un principio? Aquello era ridículo. O por lo menos… eso pensaba. Ya no estaba tan segura ¿Cómo podía estarlo después de lo que le había pasado unos días antes, en una cita?

El fin de semana pasado había salido con un chico un año mayor a ella, un amigo de una amiga con el que había congeniado en una fiesta hacía un tiempo. Sentados en una cafetería que servía toda clase de postres y delicias artesanales, el muchacho le hablaba entusiasmado sobre una experiencia divertida que había tenido hace algunos días. Ella lo miraba atenta, pero no le escuchaba. Observaba pensativa la apariencia del chico, sus expresiones.

“Que lindos ojos” pensó mientras le miraba “verdes, pero le quedaría mejor tenerlos marrones”

Fijó su vista en el cabello negro del muchacho, e inmediatamente pensó que se vería más bonito castaño. Luego, volvió a concentrase en el rostro de este.

“Es lindo, pero que bien le haría tomar algo de sol, verse más moreno”

-¿Practicas algún deporte?- preguntó descolocando al chico, ya que poco y nada tenía que ver con lo que él estaba hablándole.

-Eh…sí, rugby- le contestó el muchacho, reponiéndose del cambio abrupto en la conversación- ya sé que no soy muy grandote que digamos jeje, pero juego de “wing” que son los jugadores más rápidos del…

-…ah- dijo desinteresadamente la peli naranja, tomado de su capuchino.   

“Que lastima que no fuese futbol”

Sora no se dio cuenta hasta llegar a su casa después de la cita, pero cuando lo hizo se escandalizó, aparte de sumirse en un precipicio de confusión. Ojos marrones, pelo castaño, piel morena, futbol si, rugby no… ¿Acaso había estado anhelando que ese chico se pareciera más a Tai? Al principio se lo negó a sí misma, pero después de muchas idas y vueltas mentales, se dijo que solo se estaba auto engañando.

Quizás si… sus amigas habían planteado esas tontas ideas en ella… ¡Pero no se iba a dejar llevar por esas patrañas! Sabía que mediante el auto control acabaría con esas tontas dudas acerca de lo que sentía por Tai. Era lo lógico. Era lo que correspondía.

Se obligó a cruzar la calle hacía el edificio, sabiendo que si seguía pensando en el asunto solo se confundiría más y más.

-------------------------*-----------------------

-Ah… que pereza tengo… ¿Tenemos que seguir?- se quejó el moreno hachándose pesadamente para atrás en el sillón de la sala de estar, tapando su cara con el interminable libro de historia.

-Vamos Tai­, apenas empezamos- dijo Sora arqueando una ceja, sentada al lado del castaño- intenta llevar la tarea al día en al menos una asignatura, historia no es tan difícil. Ya suficiente tienes con los retos y la tarea extra que Shiffer te asignó por no cumplir con los deberes.

-No es mi culpa que esa vieja me odie- murmuró Tai, aun con el libro sobre la cara.

-Sí, pobre de ti- contestó ella, girando los ojos- vamos, sigue leyendo.

Tai se sacó el libro de la cara y se sentó correctamente, con los movimientos perezosos de alguien que hace las cosas de mala gana.

-En 1804, Napoleón Bonaparte se autoproclama emperador...-el moreno levantó la vista del papel-...Bonaparte, ese apellido no suena muy francés.

-No importa lo que pienses sobre el nombre, sigue leyendo- contestó Sora, intentando no perder la paciencia.

-Suena a italiano

-Pero era francés, continúa.

-Bonaparte, Bonaparte... ¿Segura que no era italiano?

-Sí, digo... quizás... no sé…

-¿Será verdad que era tan enano?

-¡Sigue leyendo!

Tai volvió a posar sus ojos en el libro, pero antes de que abriese la boca, su celular vibró en la mesita frente al sillón. El castaño, como si no pudiera esperar ni un segundo, soltó el libro y tomó el móvil.

Sora bajó su libro y suspiró. Al principio se exasperó por la poca importancia que Tai demostraba al estudio y a su ayuda. Pero entonces notó el rostro del oji-café mientras este veía su celular. No era un rostro desinteresado, ni mucho menos feliz. Si una palabra debía describir esa cara, que por lo general era sonriente, sería "preocupación".

El moreno, después de ver la pantalla de su móvil por unos segundos, suspiró y dejó el dispositivo de nuevo en la mesita.

-Tai ¿sucede algo?- preguntó Sora, ante lo evidente que era el oji-café. No lo podía dejar pasar.

-Ah…no nada- le contestó el castaño, con una sonrisa demasiada falsa- sigamos…estábamos con nuestro amigo Napo- agregó tomando el libro y sosteniéndolo lo suficientemente alto para taparse la cara.

Aquello solo hizo confirmar a Sora sus sospechas.

-Anda Tai, dímelo- dijo la peli naranja, bajando suavemente con su mano el libro al frente del rostro de Tai, para poder verle a los ojos- por favor.

Tai el sostuvo la mirada unos segundos, como si dudara. Suspiró de nuevo y dejó el libro de historia en la mesita, a la par del celular. Sora se prestó a escuchar.

-Veras… resulta que yo… jeje, se te hará gracioso… bueno, tal vez no… la cosa es que…- balbuceó el oji-café, en una oración que parecía no comenzar nunca.

Sora trató de no demostrarlo, pero le llamó la atención el nerviosismo que invadió a Tai. La forma en cómo evitaba decir de una sola vez que le pasaba, las constantes risas nerviosas, y la forma en cómo el moreno se refregaba el brazo le hizo entender que al castaño le costaría abrirse con respecto a lo que le preocupaba ¿Qué sería?

-¿Sí?- dijo, en un intento de hacer arrancar por fin al castaño.

Tai tomó aire y depositó su mirada en el libro de historia frente suyo.

-Lo que me pasa es… a mi me gus… jaja verás, estoy salie…

El moreno parecía no poder seguir. A Sora le sorprendió tanta timidez en el oji-café, pero más le sorprendió lo que su mente pensó en ese momento. ¿Acaso Tai estaba saliendo con alguien? ¿Le gustaba alguien? ¿Ese era el problema? Entró en una especie de shock. Un vacio se presentó dentro de ella, como si le hubieran arrancado algo de un solo tirón ¿Tai tenía un nuevo amor? Sí era así, no quería oírlo, no quería saber nada.

Se sorprendió de sus propios pensamientos. No era un tema que debiera afectarla, no tenía porque sentirse así. A pesar de intentarlo, no podía apartar esas extrañas sensaciones. Disimuló su creciente ansiedad.

-…sucede que…-Tai la miró a los ojos de nuevo, luego los desvió hacía un costado-… tengo un primo que quiero mucho, el cual tiene un hermano mayor que se está metiendo en problemas y por eso aquel primo sufre y se preocupa… me preocupo por él.

Sora quedó estática, observando fijamente al moreno, mientas sentía como un peso inmenso se levantaba de su pecho. Alivio.

“Sora, tienes que calmarte, te estás dejando llevar”

-Además Shiffer me sigue molestando, dándome castigos y tareas, a mis padres les preocupa mucho sus trabajos, cada vez hay más despidos, mi entrenador todavía no despierta de su coma…- soltó el moreno de forma automática, como si un grifo que soportaba mucha presión se hubiera abierto-…perdón, son problemas tontos, hay gente que la pasa peor, no tengo que quejarme- sonrió, como si se sintiera tonto por haber dicho todo eso.

-No, está bien Tai, cada persona tiene sus propios problemas y sus propias complicaciones, ademas, las cuestiones familiares siempre son difíciles- contestó ella de forma amable, mientras dejaba su libro de historia junto con el de Tai- y dime…- dijo mirándolo a los ojos-… tu primo, el mayor, el que se mete en problemas, también es muy querido ¿Cierto?

-¿Ah? No, por mi puede tirarse de un puente ¡Es más! Me encantaría hundirle el puño en la cara por ser tan idiota…- dijo el castaño golpeando su puño contra la palma, como si el solo hecho de recordar a ese primo le enfureciera- …pero no puedo, porque eso haría entristecer aun más al primo que quiero.

-Ya Tai, sabes que peleando no se resuelve nada- dijo ella, tomando del hombro a su amigo.

Al hacerlo, se sorprendió de lo tenso que se encontraba el moreno. Sabía reconocer cuando alguien portaba tensiones en su cuello y sus hombros. Se sentía bien siendo la masajista sin título de sus amigos y familiares.

-Vaya, estas muy tenso, Tai- dijo con una sonrisa- deja que te de un masaje.

Tai le vio de reojo y sonrió. Ella sabía que el castaño no se podía resistir a sus masajes. Como un niño entusiasmado, se posicionó dándole la espalda para que ella empezase. Sora posicionó sus manos en cada hombro y masajeó lentamente con sus dedos. Pudo sentir como el moreno poco a poco iba relajándose gracias a ella, gracias a sus atenciones. Respaldada por la experiencia de haber practicado con gran cantidad de familiares y amigos, con sus dedos pulgares presionó en puntos estratégicos de la espalda de Tai. Puntos que liberaban gran cantidad de presión. Los suspiros aliviados del oji-café eran la prueba de que no había perdido el toque.

-Acuéstate, te masajearé las sienes- pidió la peli naranja.

El moreno, como si estuviese anestesiado, se echó hacia atrás recostándose en el sillón, apoyado la cabeza en sus piernas, con los ojos cerrados. Con sus dedos índices y medios, Sora masajeó con movimientos circulares las sienes de su amigo. Mientras lo hacía, se quedó observando el rostro del castaño. Este demostraba tanta paz, tanta comodidad, que incluso la propia Sora se sintió más relajada. No podía dejar de observarlo. Esa piel morena, ese cabello marrón desordenado, esas facciones de ese rostro que conocía hacía muchísimos años, pero que en esa ocasión se le hacía bastante bonito. Si, tenía que admitir que el moreno se había convertido en alguien atractivo, sobre todo si se encontraba sereno y tranquilo.

-Ahh Sora…- balbuceó el castaño, sin abrir los ojos-… no sé qué haría sin ti, eres la mejor.

Sora abrió los ojos de par en par. No detuvo sus masajes ya que sus manos siguieron moviéndose de manera automática, pero su cerebro ya no las dominaba. Luchaba por procesar esas palabras. Era como si la hubieran descolocado, sorprendido, atolondrado, pasmado. Todo al mismo tiempo.

“Eres la mejor” “No sé qué haría sin ti”

Esas palabras retumbaron en su cabeza una y otra vez. Su temperatura aumentó desmedidamente. Su corazón aumentó la potencia de su trabajo. Para su sorpresa, quiso que esas palabras fuesen ciertas, siquiera por un instante. Se sintió… ¿Feliz? ¿Emocionada? No sabía decirlo. Lo que si no pudo ignorar, fue que eso se sentía muy real, fuese lo que fuese. Muy intenso.

Se quedó tan absorta por esas sensaciones, que solo pudo escuchar cuando la puerta de entrada de la vivienda se cerró. Alguien había llegado a la casa. De forma automática, y despertando de su letargo, giró su rostro hacía la puerta. La madre de Tai estaba parada en la entrada, cargando con varias bolsas de mercadería.

-Ups perdón, perdón, no quería interrumpir- dijo sorprendida la señora, girando hacía la cocina rápidamente.

Sora levantó sus manos en el aire, mientras el rostro le quemaba. La madre de Tai la conocía desde que era una niña, así que le llenaba de pudor el que ella creyese que estaba haciendo “algo” con su hijo.

-No no, jaja no interrumpe nada- dijo en voz alta, con una voz tan nerviosa e irregular que la sorprendió.

Tai levantó la cabeza de las piernas de su amiga, resoplando, dispuesto a reprochar en forma de broma a su madre el haber interrumpido su “sesión de masajes”. Pero no pudo hacerlo. Al verla, se le fueron todas las ganas de bromear. Se veía extenuada, con los hombros caídos y la expresión en el rostro de alguien que solo quiere acostarse a dormir. Esa imagen tan extraña en su mamá, inundó al moreno de dolorosa pena.

-¿Sucede algo?- preguntó el castaño, sin intentar esconder su preocupación- ¿Por qué llegaste tan tarde?

A pesar de su desazón, no era la primera vez que Tai veía a su madre así. Últimamente había ocurrido con más frecuencia.

-Ah, nada hijo- suspiró la mujer dejando las bolsas en la mesa- solo que en el trabajo las cosas se están complicando bastante, entre otras cosas… pero no pasa nada- la castaña sonrió, en un intento nada evidente de maquillar su pesar.

Sora presenció la escena en silencio, percibiendo la buena intencionada falsedad de esa sonrisa, pero sobre todo, sintiendo pena por su amigo. Esos ojos marrones no escondían su tristeza, y su enojo. Conocía muy bien al moreno. Sabía que este sentía frustración de no poder ayudar de alguna forma, tanto a sus padres como a ese primo suyo, o incluso al entrenador en el hospital. Tai era así. Ya se había ganado en el pasado golpizas por ayudar a los demás, como si ayudar a alguien necesitado fuese más importante que su propio bienestar.

Sabiendo que el castaño ya no estudiaría aunque se lo pidiese (y a decir verdad, ella tampoco tenía ganas), guardó el libro de historia en su mochila. Se levantó del sillón, y con toda la intención de ayudar le preguntó a la castaña:

-¿Quiere que le ayude a preparar la cena?

La madre del moreno respondió con una sonrisa sincera de alivio y agradecimiento.

Oportunidad

Tai salió del hospital, cerrándose la campera hasta el cuello. Otra visita a su entrenador, donde lo único que podía hacer era leer una revista vieja al lado de la cama, o conversar con el médico de turno, había terminado. Así había sido desde el ataque. Nada cambió. Ya había perdido la fe de que la policía diese con los culpables, como así de ver a alguien más visitando al entrenador. Al parecer, este no tenía muchos amigos ni familiares.

Era consciente que no había certezas de cuando su entrenador despertaría del coma, pero sabía que, pasase el tiempo que pasase, él seguiría visitándolo periódicamente.

Las enfermeras se conmovieron tanto por la lealtad que el muchacho mostraba hacía su profesor, que lo invitaron a comer con ellas en varias ocasiones. Pero este nunca aceptó. Su culpa con sigo mismo no se lo permitía.

Un viento frio sopló sorpresivamente contra su mejilla derecha, recordándole que tenía que irse. Bajó las escalinatas del hospital y caminó por la acera hasta la esquina. Una ambulancia a todo trapo y con la sirena encendida pasó a su lado, pero el oji-café iba tan pendiente de sus pensamientos que ni hizo por mirarla. Llegó a la esquina. Esperó  hasta que el semáforo se pusiera en rojo y cruzó la calle, o así lo hubiera hecho si algo no hubiese llamado su atención. Rápidamente cambió de dirección con un movimiento de pies y se escondió detrás de un árbol bastante golpeado por el otoño invernal. Del otro lado de la calle, Matt se apoyaba sobre la vidriera de un local comercial, con las manos en los bolsillos. Tai le espió asomando su cabeza por un costado del tronco. Al parecer, el ojiazul no lo había visto.

El rubio veía hacía todas direcciones, calmado pero a la vez atento a todo. Sus heridas del otro día ya casi no existían.

Sí bien el blondo lucía como cualquier chico de 16 años haciendo tiempo por algún motivo, a Tai se le hizo sospechoso. No podía concebir en su mente a ese tipo como alguien normal. Se quedó observándolo, mientras la curiosidad crecía en él. ¿Acaso esperaba a un amigo? Seguramente no, con aquel carácter, era difícil imaginar que aquel cretino  tuviera amigos. Ni que hablar una novia. Tampoco esperaba un autobús o un taxi: por aquel punto no pasaban los colectivos. ¿Que esperaba?

"¿Acaso estará haciendo "eso"? Eso que no le quiere decir a T.K, en donde se lastima" pensó mientras observaba como el rubio estornudaba y se limpiaba la nariz con un pañuelo.

De repente, Matt sacó el celular. Alguien lo llamaba. El moreno hizo un intento de escuchar pero le fue imposible por el tráfico que pasaba por la calle que los separaba. Cuando el rubio cortó la llamada, inmediatamente se puso en marcha.

Tai lo siguió, respetando una distancia prudente. No estaba dispuesto a perderlo de vista y perder la oportunidad de conocer la verdad.

Notas finales:

Ahora sí, no me haré el bondadoso diciendo que apareceré pronto jaja. Tengo que empezar el cap 10 desde cero, y para colmo aun me estoy reponiendo del shock que fue para mi ver lo que tengo que estudiar para este cuatrimestre en la universidad. Así que que a esperar hasta fines de mayo (con suerte)
Hasta la proxima! gracías por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).