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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola!!  Todo bien? Espero que si. Espero que hayan pasado una feliz noche buena y navidad!! Perdón por no aparecer el fin de semana pasado  , sucede que por la navidad pasé todo el finde afuera de mi casa y bueno... cosas que pasan. Para recompensarlo les traigo un capitulo largo jaja. En realidad uní el capitulo 3 con el 4 ya que al terminarlos me parecieron algo cortitos, así que dije "¿Por qué no?" jaja. Ahora aparece un personaje muy importante en la trama, al cual mucho de ustedes pidieron o predijeron que aparecería. El titulo del cap lo dice todo. Además, aparece por primera vez nuestro viejo amigo el "lemon"  :P :P
Espero que les guste el cap!!

Capitulo 3: Matt

-“No son martes de carnaval de Brasil, Tristeza nao tein fim”- ese verso se le escapaba a cada momento de los labios al rubio mientras caminaba por la acera en el centro de la ciudad. Hace mucho tiempo que no se le pegaba una canción de esa manera.

-T.K ya basta- le pidió Tai mientras caminaba a su lado- mi hermana vive escuchando esa canción, me tiene harto.

-jeje, perdón.

El sol poco a poco se ocultaba y perdía su fuerza, a la vez que una briza helada se paseaba por las calles de la todavía muy despierta ciudad. La gente ya se había acostumbrado al clima frio que se había presentado de manera sorpresiva. Los gorros de lana y bufandas ya eran elementos comunes a la vista.

Mientras las luces de los alumbrados públicos se iban encendiendo somnolientamente, preparando a la ciudad para la noche, rubio y castaño caminaban por la peatonal repleta de gente. La película que acababan de ver les había causado miedo, o por lo menos varios momentos de sustos y sobresaltos, más de los que esperaban en realidad. Tai, de vez en cuando, metía su mano el gran balde que T.K sostenía en sus brazos y se llevaba una generosa cantidad de palomitas de maíz a la boca.

Escuchaba atentamente con una sonrisa lo que el ojiazul le comentaba: las partes de la película que más le habían gustado, las que le asustaron, los efectos especiales que más le gustaron y los que le parecieron falsos.

El oji-café disfrutó mucho de la salida al cine, aunque las cosas no pasaron como lo había imaginado. Creyó que T.K, en los momentos cumbres de la película, se asustaría y buscaría refugio en su brazo o que le tomaría la mano, pero eso no sucedió.

Tomó conciencia que varías cosas serían diferentes ahora que estaba saliendo con un hombre.

¿Cuántas otras cosas serían diferentes por el hecho de salir con alguien del mismo sexo, alguien con su misma mentalidad masculina, aunque diferente en algunos aspectos? Se preguntó a sí mismo.

-Tai, ¿Estás bien?- le preguntó el blondo al darse cuenta que mostraba una mirada perdida- ¿En qué pensabas?

-Eh… en nada importante- mintió. Sacó algunas palomitas de maíz y se las llevó a la boca- oye ¿Falta mucho para llegar al departamento de Hiroaki?

-Solo un par de calles más.

Se dirigían al departamento en el que vivía el padre del rubio, donde el menor buscaría ropa para poder ir a dormir a la casa del castaño, además de cambiarse y quitarse el uniforme escolar. Desde donde se encontraban, el departamento de Hiroaki quedaba mucho más cerca que el de la madre de T.K.

Tai quería saber cómo era el lugar donde vivía el padre del blondo, además quería saludarlo de nuevo; aquel adulto le había caído bien. Sabía que Hiroaki vivía con su otro hijo. T.K le había hablado tanto de él, que a veces Tai llegaba a pensar que de cierta forma ya lo conocía. 

A pesar de no hacerlo, sabía algunas cosas del hermano del blondo, oídas de la propia boca del menor. Sabía que llevaba el apellido de Hiroaki, que era Ishida y que tocaba el bajo en una banda, donde también cantaba. Que no le gustaba el futbol, como a T.K, pero tampoco le gustaba el básquet, y que tenía su misma edad, 16 años.

Luego de caminar unas calles más, entre conversaciones que solo serían entretenidas para ellos y soportando una molesta y fresca brisa otoñal, los dos jóvenes llegaron al edificio.

-Vaya, con que aquí vive Hiroaki- expresó Tai mientras subían por las escaleras hacía el tercer piso, ya que el ascensor del edificio estaba averiado- es genial tener dos casas, si te da flojera caminar o viajar en autobús a una, te vas a la que te quede más cerca.

El moreno notó como T.K reaccionó a ese comentario con un gesto triste en su rostro. Entonces ahí, rápido como nunca lo había sido, Tai entendió que había metido la pata. Comprendió que T.K no tenía dos hogares por que sí, o porque tenía mucho dinero, sino porque sus padres se habían separado y él había quedado en el medio de esa relación fallida. En el medio de ese proyecto de felicidad que no fue.

Con el peso de la culpa en sus hombros, se odió por haber dicho eso.

-T.K, perdona, yo… lo que dije…- dijo el castaño de manera insegura- soy un tonto.

-No, está bien Tai no te preocupes- le contestó el menor de manera tranquila, borrando esa expresión triste de su cara- es algo a lo cual ya estoy acostumbrado, además…nunca lo había visto así de ese modo... tienes razón, a veces puede ser una ventaja tener dos lugares donde vivir.

T.K giró su rostro hacía la cara del moreno y esbozó una sonrisa sincera. A Tai le explotó el pecho. Aparte de perdonarlo por decir algo estúpido e hiriente, T.K le estaba dando la razón en un intento de animarlo. Esa sonrisa del blondo era la prueba de ello, tan sincera, fresca y real. El mayor pensó que no merecía estar con el rubio, con alguien así. Necesitaba demostrarle allí mismo, en las pocas iluminadas escaleras de ese edificio, lo mucho que agradecía al destino por haberlo conocido.

Sin apartar sus ojos de aquel par de iris azules que lo miraban fijamente, se acercó con lentitud. No podía no besarlo, se había aguantado toda la tarde. Era la primera vez que estaban solos, al fin se había hecho presente aquel maldito requisito para demostrarse cariño el uno al otro. Lentamente se acercó a aquellos labios que lo habían estado llamando durante toda la tarde.

T.K se acercó también, sonriendo.

Cuando debido a la cercanía pudo sentir la respiración del menor, Tai cerró los ojos. Solo unos milímetros le separaban…

-¡Takeru! ¡Qué sorpresa tu aquí un lunes!- la chillona voz de una anciana que había aparecido en la curva de la escalera debajo de ellos los sorprendió.

Uno más rojo que el otro, los adolecentes se separaron y vieron a la señora que subía las escaleras cargando con algunas bolsas con mercadería.

Vecina de Hiroaki, aquella mujer mayor iba religiosamente al supermercado todos los días a hacer las compras y socializar por el camino, como toda persona que dispone de mucho tiempo libre. A la señora le agradaba mucho cuando T.K venía al edificio los fines de semana, lo consideraba un buen chico, caballeroso y amable como pocos.

-Ho-ho-hola señora ¿Cómo está?- saludó nervioso el blondo, con su rostro completamente encendido, mientras sujetaba fuertemente el ya vacio balde con palomitas de maíz que casi se le había escapado de las manos por la sorpresa-¿Quiere que le ayude con esas bolsas?

-Muchas gracias, querido- dijo la anciana sonriendo y dándoles las bolsas a los jóvenes- parece que el encargado de reparar el ascensor quiere que las viejas como yo hagamos ejercicio subiendo y bajando por las escaleras un tiempo más- bromeó la señora, haciendo que los dos muchachos contestaran con una risa fingida por cortesía.

Acompañaron a la anciana hasta su departamento, donde le devolvieron las bolsas una vez esta abrió su puerta.

-Te estás volviendo todo un hombre, Takeru, y muy buenmozo- dijo la mujer mientras le tomaba de una mejilla al menor, que solo sonrió avergonzado y deseando que la tipa se callara. Tai no pudo evitar reír por lo bajo- las chicas deben estar tras de ti todo el tiempo ¿No?

Luego de decir eso, la anciana se quedó viendo a Tai, como si recién notase su presencia a pesar de que también había ayudado con la mercadería. El oji-café se sintió algo incomodo ante la atenta y estudiosa mirada de la tipa, parecía estar analizándolo.

-¿Este es tu amigo que viene casi siempre? Vaya que ha crecido, hace unas semanas tenía tu misma estatura.

-No, no, se está confundiendo con Davis, él es Tai, es…un amigo- dijo T.K intercambiando una mirada cómplice con el mayor sin que la señora se diera cuenta. Por ahora estaba bien decirle así en público, solo un “amigo”

La señora sonrió y saludó de manera amigable al castaño, para luego meterse en su departamento. Pero antes que los muchachos se retiraran volvió a abrir la puerta y dijo:

-ah, Takeru… ¿Podrías decirle a tu hermano que no toque ese instrumento tan fuerte? Yo ya le dije pero de seguro se le olvidó.

T.K asintió pidiéndole perdón por parte de su hermano. La señora le sonrió y cerró la puerta.

Una vez la mujer se metió a su hogar, Tai resopló de la frustración. La aparición de esa vieja había estropeado el momento íntimo con el menor. Y para peor, ya no podría besarlo. A unos cuantos metros más a allá en el pasillo, varias personas, con un uniforme que decía “Mudanzas Feloy” en el pecho y la espalda, sacaban muebles y otros objetos de un departamento.

Los muchachos se acercaron a la puerta del siguiente departamento, que era la de los Ishida, y T.K la abrió con sus llaves. El rubio sabía que, por la hora, su padre no estaría en casa ¿Estaría su hermano? Dudó.

No pudo evitar preguntarse fugazmente mientras giraba las llaves en la cerradura: ¿Cómo sería cuando Tai y su hermano se conocieran? Ya lo había hecho en el pasado algunas veces, y se había imaginado diferentes situaciones como respuesta. Unas le gustaban más que otras.

El ojiazul abrió la puerta mostrando un departamento a oscuras y en silencio. Ingresaron y prendieron la luz. Adentro hacía el mismo frio que afuera.

El lugar era menos desordenado de lo que el castaño imaginó en un principio, para ser un departamento de hombres. A Tai le llamó la atención que sobre la mesa había un bajo y algunos destornilladores y pinzas a su alrededor. Notó que le faltaba una cuerda. A un lado de la mesa, el suplemento deportivo del diario local mostraba en la portada la noticia de que su equipo de futbol favorito había perdido su partido el día anterior. “Hiroaki habrá renegado tanto como yo viendo ese partido” Pensó Tai con una media sonrisa en su rostro, a la vez que T.K se sacaba la mochila y la dejaba sobre una silla.

Al dejar la mochila, el rubio observó extrañado la campera de cuero negro que colgaba en el respaldar de la silla. Era la campera favorita de Matt. A esta le faltaba un generoso pedazo de cuero en su espalda, como si algo cortante y punzante hubiese desgarrado la prenda de un tirón. Eso era muy raro, ya que Matt siempre había cuidado celosamente de esa prenda.  

Una voz masculina se escuchó desde otra habitación, sorprendiendo a los dos muchachos:

-Papá ¿Pudiste comprar lo que te pedí?

Tai observó como la puerta del lado derecho de un pasillo que se conectaba con la sala se abrió. Se sorprendió de la apariencia del tipo que salió de la habitación refregándose perezosamente los ojos. Aquel chico era muy parecido a T.K, aunque al mismo tiempo diferente. Su piel era blanca y su cabello rubio, como el menor, pero era más alto. Tenía su misma altura y un cuerpo delgado, similar al suyo.

-Ah T.K, no te esperaba- aquel joven se sorprendió despabilándose ante la presencia del menor- ¿Por qué no avisaste que venías? Te pude haber preparado algo para cenar.

-No te preocupes, solo vine a buscar ropa y me voy, no es necesario que cocines nada para mí- contestó sonriente el blondo.

Luego, notando recién su presencia, aquel joven fijó sus ojos en Tai. Una sensación muy parecido a un escalofrió se hizo presente en la columna vertebral del moreno. Aquellos ojos, azules como los de T.K, pero un poco más oscuros, lo miraron con una mezcla de sorpresa y extrañes, extrañes limitando con rechazo.

-¿Quién es él?- preguntó aquel chico con un tono muy poco amigable, sin dejar de mirar al castaño a los ojos.

 T.K tragó grueso.

-Matt, él es Tai, el chico del que te hablé, el que conocí cuando me quedé una semana en la cabaña de papá por culpa del rio que quebró el puente, hoy dormiré en su casa- contestó el menor con un tono jovial con el propósito de aligerar el ambiente que se había creado, pero fue inútil. Su hermano y el castaño se sostenían la mirada en silencio, estudiándose.

Tai no supo que decir o que hacer ante ese mirar desconfiado y frío ¿Qué había hecho él para que lo mirase así? ¿Lo estaba analizando? Parecía estar desaprobándolo de alguna forma desde el comienzo, aunque ni siquiera le había dicho ni una palabra. Aquello le hizo sentir raro.

-Hola, me llamo Taichi Yagami pero dime Tai, tú debes ser Matt- le ofreció estrecharle la mano- un gusto, T.K me habló mucho de ti.

El ojiazul mayor se le quedó viendo sin cambiar su expresión, dejando al moreno con la mano extendida en el aire. Silencio.

-¿Para qué vas a dormir a su casa? No es de tu escuela ni mucho menos de tu clase- le dijo Matt al rubio con cierta recriminación, desviando por fin su mirada fría de Tai.

El peli-marrón bajó su mano lentamente, aun más incomodo que antes.

-¿Qué tiene de malo? Es solo ir a dormir a la casa de un amigo- contestó T.K.

-No pasa nada Matt, yo cuidaré de él- se animó a decir Tai para intervenir de alguna forma y dejar sentir que estaba pintado.

Matt lo volvió a mirar con sus ojos desconfiados, frunciendo su seño. Evidentemente lo que dijo no fue un consuelo para el rubio.

-No tienes por qué tener esa mirada hermano, me pregunto cuándo aceptaras a mis amigos de buena gana- se quejó el menor.

Sin embargo, T.K abrió los ojos preocupado al ver mejor a su hermano.

-¿Qué te pasó? ¿Por qué estás tan lastimado?– preguntó sorprendido, como si recién notase las heridas del blondo mayor

Tai si había notado las heridas de aquel tipo, pero no le había dado importancia. Matt tenía varios cortes a lo largo de sus brazos, algunos bastante grandes y marcados. Su ojo izquierdo estaba un poco hinchado y con una tonalidad ligeramente diferente al resto de su cara. Una curita adhesiva adornaba su mejilla.

-Ah ¿Esto? No es nada- dijo el rubio mayor- Intenté hacer una maniobra con la bicicleta de Joe y me caí sobre una planta con espinas, eso es todo.

-Pero Joe no tiene bicicleta ¿O sí?- preguntó el menor, todavía consternado por las heridas de Matt.

-Si tiene, y no te preocupes, te digo que no es nada- sentenció el mayor.

-Está bien...- T.K suspiró-...ten más cuidado....vamos a mi habitación Tai- pidió el ojiazul menor dirigiéndose hacia su cuarto.

Tai caminó por detrás de T.K sintiendo el peso de los ojos de Matt que lo seguían en silencio.

-Creo que no le caigo bien a tu hermano- dijo el castaño una vez estuvieron solos en la habitación del blondo menor.

T.K suspiró de nuevo.

-No te preocupes, él es así con todos los que se me acercan - le contestó mientras se sacaba su pullover, dándole la espalda.

Tai solo le observó en silencio apoyado en la pared. Al notar que el ojiazul empezaba a desvestirse sin vergüenza al frente suyo, se asustó de lo fuerte que le palpitó el corazón. Todo lo que rodeaba a T.K, la habitación en sí, quedó fuera de foco, depositando toda su atención en el blondo que se sacaba la ropa. Lentamente, T.K se sacó la camisa. Tai observó la espalda desnuda del rubio con una admiración propia de un niño que ve un truco de magia. Se dejó perderse en aquella piel que parecía perfecta. Ni una peca, ni una marca, ningún golpe o raspón perturbaba la uniformidad de esa piel blanca. Cuando vio que el ojiazul llevaba sus manos hacía el frente para desabrocharse el botón de su pantalón, el castaño tragó saliva con tal dificultad que le dolió la garganta.

Poco a poco el pantalón de vestir fue bajando, agitando aún más la ya alborotada mente de Tai. Analizó como el bóxer azul oscuro con delgadas franjas blancas horizontales se ajustaba a la perfección a los glúteos redondos del blondo. Sus delgadas pero al mismo tiempo torneadas piernas, parecían más hechas para seducir que para caminar. En sus pantorrillas, diminutos, casi inexistentes vellos claros luchaban por crecer, evidentemente aún ignorados por las hormonas. Tai sintió que su piel se erizaba en la contemplación.

T.K tomó un jean negro y se lo puso, ignorando todavía la fijación con la que lo miraba el moreno por detrás. Mientras se subía la cremallera, giró su cabeza por sobre su hombro y al ver la cara de Tai preguntó:

-¿Qué pasa?

“¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?! ¿Cómo era posible que pregunte eso?”Preguntó el moreno en su mente sin salir de ese hechizo. Si el ojiazul fuese otra persona, Tai hubiese tenido la seguridad que lo estaría preguntando adrede, pero al tratarse de T.K, supo que esa inocencia no era fingida.

-Es que…- Tai trató de controlarse y caminó hacía el ojiazul en vez de correr y tirársele encima. Todavía la sangre le corría por todo el cuerpo muy rápido-…hace mucho que no te veía así, tan ligero de ropa.

Dicho eso, tomó al menor de los brazos y lo acercó a él. El tocar la piel de T.K, después de lo que vio hace unos segundos, fue como tocar un hierro ardiente para el oji-café. Un hierro ardiente que no quemaba, y que no daban ganas de soltar. Le hizo girar delicadamente sobre sí para tenerlo de frente. El sumergirse en aquellos ojos celestes se le hacía más apetecedor que zambullirse en la piscina más refrescante del mundo en el día más caluroso del año.

-Tai, mi hermano…- T.K, en vez de verse seducido por su mirada dulce, se estremeció al darse cuenta que la puerta del cuarto estaba abierta. Liberándose de él, corrió para cerrarla-…Nos puede oír- agregó con cierto temor mientras se apoyaba sobre la puerta.

Tai no desistió, estaba demasiado “inspirado” para hacerlo. No tardó un segundo en desplazarse hacia la puerta apoyarse sobre esta de un solo golpe, encerrando al ojiazul con su cuerpo.

-Pues tendremos que susurrar- susurró a pocos centímetros de la boca del menor, que por un momento pareció olvidarse de su miedo a ser descubierto.

El rubio cerró los ojos mientras con una tímida mano tomó de manera suave una de las mejillas del moreno. El corazón de Tai dio un salto olímpico adentro de su pecho. Ahora sí, nadie podría arruinar ese momento.

Matt golpeó la puerta

-T.K ¿Qué fue ese ruido? ¿Pasa algo?

-¡Nada!- dijo el menor sorprendido, corriendo la cara de Tai hacía un costado cuando solo faltaban milímetros para que sus labios se tocaran- la puerta se cerró sola por el viento.

-Mamá está al teléfono, quiere preguntarte algo ya que estás aquí.

Tai se dio media vuelta, murmurando maldiciones al aire mientras el rubio salía del cuarto. “Ya vendrá el momento, ya vendrá el momento” Se repitió por lo bajo antes de salir de la habitación también y volver a la sala de estar.

La forma en la que lo miraba el hermano mayor de T.K le incomodaba. Apoyado sobre una pared de la sala de estar, con sus brazos cruzados, el rubio le observaba fijamente como si fuese una cámara de vigilancia. La cara de un perro buldog era más amigable que la de ese tipo. Sin nada que hacer hasta que el ojiazul menor terminase de hablar con su madre por teléfono, Tai empezó a explorar lentamente el pequeño departamento de Hiroaki. Se dirigió hacía la mesa de la sala, donde había visto el bajo. Al observarlo mejor, se dio cuenta que el instrumento llevaba un sticker con la imagen de una P y una R rojas, con una coronita arriba: el logo de su banda favorita y con la que compartía fascinación con T.K. El moreno no se aguantó más la curiosidad que le despertaba aquel instrumento y tocó una de las tres cuerdas del bajo.

-¡No lo toques!- reaccionó Matt detrás suyo, rompiendo con la silenciosa vigilia- le estoy estirando las cuerdas nuevas- se acercó a ver que la intromisión del oji-café no haya alterado nada.

-Perdón, perdón- dijo Tai levantando las manos y alejándose del instrumento.

Vio como el blondo de su misma edad hacía girar los grandes clavijeros de aquel chiche. Parecía que sabía bien lo que hacía.

Mientras Matt manipulaba los clavijeros del bajo, Tai pudo observar que el rubio tenía un pendiente negro en su oreja izquierda. Aquello le pareció muy cool, el moreno siempre había querido hacerse uno, o un tatuaje. Las severas y repetidas amenazas de sus padres le habían hecho decidir no hacérselo, por lo menos hasta los 18 años.

-Oye, yo no sé mucho de música, pero… ¿El bajo no debería tener 4 cuerdas en vez de 3?- preguntó el moreno en un intento de crear conversación, deseando mejorar un poco el no muy ameno primer encuentro con el hermano de T.K.

Matt le miró de reojo mientras seguía girando lentamente las clavijas. Tai se quedó esperando una respuesta, sintiendo como la ansiedad crecía dentro de sí por el silencio y la mirada de ese chico ¿Acaso sería imposible llevarse bien con este tipo? Hacía todo lo posible para poder congeniar con el hermano del ser más importante para él en ese momento y no le estaba yendo bien. Ni siquiera podía entablar una conversación con él. No era que le importase mucho, personalmente le daba igual, pero sabía que, a pesar de que nunca se lo dijo, para T.K si importaba. Lo hacía por él.

-Obvio que tiene que tener 4 cuerdas…- le dijo Matt luego de varios segundos más de silencio, sorprendiéndolo. Ya se había resignado a que ese rubio agrio no le hablaría-…se cortó la más fina cuando la estaba afinando, le pedí a mi padre que me comprase otra a la vuelta del trabajo- agregó mientras pasaba un paño por cuerpo del instrumento.

-Ah ya veo…- agregó el moreno con las intenciones de no darse por vencido, solo tenía que hablar de cosas que interesen a Matt y elegir bien las palabras-… ¿Tu pegaste ese sticker en el bajo? Es mi banda favorita, como la de T.K.

-Por supuesto que lo pegué yo, también es mi banda favorita- contestó Matt, con un tono que ya no parecía forzado y obligado a contestar- Yo le enseñé a T.K todo lo que sabe- agregó con cierto atisbo de orgullo en su voz.

A pesar de que Tai lo miraba de lado, ya que Matt seguía pasándole el paño al bajo, pudo ver en este una media sonrisa. Por primera vez el castaño veía en la cara de ese tipo un indicio de que no solo podía estar enojado o serio. Se animó a más.

-Por lo menos tienes buen gusto- bromeó.

Lo único que hizo el blondo fue mirarlo de reojo por unos segundos, completamente serio de nuevo, para luego seguir girando milimétricamente las clavijas del bajo. Tai sacó su celular y prendió su pantalla.

-Mira- extendió su brazo y puso el celular a pocos centímetros del rostro del ojiazul, sorprendiéndolo- este fondo de pantalla lo encontré en internet. Está genial ¿No?

Matt observó la pantalla con sus ojos bien grandes, más que nada impulsado por la sorpresa y lo repentino que fue esa acción del castaño.

El oji-café sonrió al ver la expresión del rubio. Este había cambiado su rostro de perro bulldog y dejó paso a una expresión de asombro y gusto cuando contempló la imagen. Tai pudo ver un brillo en sus ojos azules. El fondo de pantalla era una imagen inédita que pocas personas conocían de aquella banda.

Matt sacudió repentinamente su cabeza, sorprendido de haberse quedado viendo el celular, o mejor dicho su fondo de pantalla. Tomó de nuevo su expresión amarga, mientras volvía a concentrarse en estirar las cuerdas del bajo.

-¿Y a mi qué?- preguntó desinteresadamente.

Entonces Tai lo comprendió, mientras guardaba su celular. Ese tipo era de esos que no les gustaba decir lo que piensan o mostrar lo que sienten. La cara que puso el blondo al ver la imagen no le dejaba lugar a la duda al moreno. Sabía que al rubio le había gustado la imagen pero decidió actuar como si le fuera indiferente. “Vaya tipo” pensó.

-Ah, la señora que vive al lado le dijo a T.K que te pidiera que toques un poco más bajo esa cosa- mencionó Tai acordándose, mientras contemplaba alguna fotos que colgaban de la pared. Había una de T.K cuando era pequeño que no podía dejar de mirar.

-Esa antigüedad viviente…- suspiró el ojiazul evidentemente fastidiado-… a todo el mundo molesta por los ruidos. Lo único que tiene que hacer es bajarle la sensibilidad a ese aparato que tiene en el oído para escuchar y todos en el edificio serían más felices.

Tai trató de contenerse, pero no pudo evitar soltar una carcajada todavía mirando las fotos. A pesar de la crueldad de ese comentario, al castaño le había hecho mucha gracia la forma rezongona y espontanea con la que habló el rubio. Aun riendo, giró su cabeza sobre los hombros. Vio que Matt le observaba todavía con el bajo en las manos. Lo miraba con una expresión de no entender el porqué de su risa, con una media sonrisa en sus labios.

Pero esa imagen no duró ni 3 segundos, ya que Matt bajó rápidamente la mirada de nuevo hacía su bajo, retomando la expresión de amargado cuando T.K volvió a la sala después de hablar con su madre por teléfono en otra habitación. Vestía una camiseta verde y una campera.

-Ya estoy listo Tai, vámonos- mencionó cargando consigo una mochila.

-¿Estás seguro que no quieres quedarte aquí hoy?- le preguntó su hermano mientras lo acompañaba a la salida.

-Si Matt, tranquilo no actúes así.

T.K abrió la puerta del departamento, empezaba a oscurecer.

-Adiós Matt, recuérdale a papá de que tome esas pastillas que le recetó el doctor- saludó el blondo menor a su hermano.

Matt le devolvió el saludo, agregando un “Cuídate” al final.

Tai salió detrás del menor.

-Hasta pronto Matt, suerte con tu bajo- se despidió el moreno.

Un espeso silencio tuvo lugar antes de que el muchacho de 16 años cerrase la puerta.

Tai en ese momento comprendió, si no lo había hecho antes, que su relación con su “cuñado” no sería nada fácil.

Feas noticias

Recién cuando faltaba una calle para llegar a su casa, Tai comprendió lo relativamente cerca que vivía del padre y el hermano de T.K. 15 minutos de distancia caminando.

Los dos jóvenes se detuvieron 10 minutos para tirarse en el césped de la plaza al frente del edificio donde vivía el oji-café. Contemplaron como el sol terminaba de  morir. Se quedaron viendo el cielo, el cual había tomado un tono anaranjado que hacía contrastar a las nubes. T.K se maravilló ante la belleza de ese simple atardecer y lo disfrutó como si fuese algo completamente nuevo para él. Se dio cuenta de las pocas ocasiones que se había detenido a observar el cielo y tomó conciencia de las innumerables veces que se había perdido ese espectáculo natural.

-Es hermoso…- dijo el rubio, echado en el césped al lado de Tai-… lo que se pierde la gran mayoría de la gente por no detenerse ni 30 segundos y levantar su vista. Que regalo de la naturaleza desperdiciado.

-Que se jodan, ellos se lo pierden- le contestó el moreno, sin dejar de sonreír y observar el cielo, pensando que aquella bella imagen del atardecer era más hermosa si solo les pertenecía a ellos dos.

Lo que los adolecentes no sabían era que esa sería la última vez que verían el sol en mucho tiempo. Ni bien terminó de oscurecer, se levantaron, se sacudieron el pasto y cruzaron la calle para ir a la casa de Tai.

El departamento donde vivía la familia Yagami era realmente acogedor, o por lo menos así lo sintió T.K. La calefacción del hogar hacía que uno se olvidara rápido del frio que dominaba las calles y obligaba a uno a sacarse el abrigo si no quería empezar a transpirar. Un aroma a comida casera, el cual haría salivar a cualquiera, perfumaba la vivienda. Eso era algo que en su casa nunca solía haber, pensó el rubio. 

-T.K, que alegría volver a verte- le saludó la madre del castaño desde la cocina- estás más guapo de lo que recordaba.

-También es un gusto volver a verla- contestó el menor, avergonzado por el cumplido.

-Estaremos en mi cuarto, no nos molesten…

-Nada de eso…- levantó la voz la señora interrumpiendo a Tai-…la cena ya está lista, lávense las manos y siéntensen en la mesa- a pesar de su dulzura, la señora Yagami se oyó autoritaria como nunca- ¡Kari, a cenar!

   Luego de ese llamado, una puerta a unos pocos metros de la cocina se abrió. T.K vio como una muchacha, un poco más baja que él, salió de aquella habitación y se acercó a ellos. Lucía una piel de tonalidad más clara que la de Tai, similar a la de la señora Yagami.

-Comeré luego mamá, quiero terminar el afiche para la exposición que tengo mañana sobre la revolución indus…

La muchacha se quedó muda, paralizada. Sus ojos marrones claros, abiertos de par en par. Tai se sorprendió de su reacción. Aparentemente su hermana no había notado la presencia del rubio sino hasta encontrárselo prácticamente de frente en la pequeña cocina. El rostro de la castaña había tomado color súbitamente, acompañado de esa expresión de total sorpresa.

Tai sonrió ante la escena.

“Ni siquiera lo intentes, Kari” Pensó juguetonamente, aunque sabía que su hermanita era el ser más inofensivo que conocía.

-Kari, él es T.K- dijo señalando al blondo.

-Hola, un gusto- saludó el rubio.

-T.K, ella es mi hermana menor, Kari.

-Ho-ho-hola…- balbuceó la castaña, todavía shoqueada en una agradable sorpresa que no esperaba.

-Está bien Kari, te dejaré tu ración en el horno para que no se enfrié…chicos sientensen en la mesa- dijo su madre desde la cocina.

-¿Sabes mamá?... Mejor comeré con ustedes- replicó Kari saliendo de su transe.

Tai no pudo evitar levantar una ceja mientras veía como su hermana se sentaba en la mesa a la par de T.K, sin embargo trató de no darle importancia.

-¿Papá no vendrá a comer?- preguntó  al sentarse en la mesa y notando la silla vacía en la cabecera de la mesa.

-No,  me avisó que tiene trabajo extra que hacer en la oficina- contestó su madre- vendrá más tarde.

-Pero si se tiene que levantar temprano mañana para ir a trabajar de nuevo- replicó el castaño.

Su madre, solo con una mirada, le hizo entender que el mundo de los adultos estaba lleno de responsabilidades pero más aun de obligaciones, a veces injustas, las cuales la tristeza de los hijos no puede hacerlas desaparecer.

…………….*…………….

La cena transcurrió como cualquier cena en la cual hay un invitado. La madre de Tai era la que más conversaba en la mesa, haciéndole recordar al rubio lo bien que la habían pasado en el verano hospedándose en su cabaña. A T.K se le hacía difícil seguir el hilo de la conversación. Toda su atención estaba depositada en captar el sabor de la comida con sus papilas gustativas. A comparación a lo que el rubio acostumbraba comer en su casa, aquello era un manjar.

Kari solo se limitaba a escuchar y sonreír a cada palabra que decía el blondo de su edad, como si cada silaba valiese oro. Sin embargo, aquella inocente e idealista admiración mermó cuando su madre le preguntó al ojiazul la tan normal (y hasta aparentemente obligatoria) pregunta que se le hacen a los adolecentes: “¿Tienes novia?”, a la cual el menor contestó “No, pero me estoy viendo con alguien”.

Terminaron de cenar. Mientras la ama de casa les servía a los menores una rebanada de tarta que ella había hecho esa misma tarde, en la tele de la sala pasaban el informativo local. Las palabras de repudio e indignación de la presentadora por la noticia que iba a presentar llamaron la atención de los tres adolecentes y la adulta. La mamá de Tai le subió el volumen.

-Aquí estamos en el lugar de los hechos- dijo una reportera al frente de un pequeño local abandonado con todas sus vidrieras rotas- Aquí, el día de ayer, una pareja de jovencitos, dos chicos, paseaban por esta vereda cuando fueron atacados por un grupo de maleantes y golpeados brutalmente.

Al oír eso, en un momento donde ni Kari ni la mayor los veía, Tai y T.K se miraron fugazmente a los ojos, preocupados.

-Estas vidrieras rotas son producto de la pelea, ya que los dos muchachitos intentaron defenderse como pudieron, aunque sin éxito- continuó la reportera, mientras la cámara captaba los vidrios rotos en la acera.

-Sin dudas, una muestra más de la intolerancia y la violencia en la que vive sumergida nuestra sociedad…-  dijo la conductora del noticiero desde el estudio-…este hecho de violencia se acopla a la repentina ola de crímenes de la que está siendo víctima nuestra ciudad, es verdaderamente alarmante como ha crecido la delincuencia – la mujer fijó la vista en un computadora- los hechos delictivos aumentaron un 300% en este último mes según la policía, una cifra record.

-Si la verdad que es inquietante- dijo la reportera en una ventanita en segundo plano- los chicos agredidos están hospitalizados recuperándose de sus lesiones. Todavía no hay detenidos, los familiares de las victimas piden justi…

La madre de Tai apagó la televisión.

-Dios mío, esta juventud ¿Adonde iremos a parar?- suspiró a la vez que empezaba a lavar los platos.

Tai por su parte sintió un remolino en el estomago producto de no saber si su madre decía eso por el hecho de que la pareja de chicos había sido golpeada, o si se indignaba de que hubiera parejas del mismo sexo que se animaran a pasear como tal en público.

No se animó a preguntar.

En la oscuridad

Nadie sabía por qué, pero al momento de que el matrimonio Yagami comprara la vivienda hace ya varios años, el cuarto que luego pasaría a ser la habitación de Tai traía un baño propio. Adentro, T.K se cepillaba los dientes, mientras veía su reflejo en el espejo del lavamos. Dentro suyo había crecido una agitada ansiedad en los últimos minutos y él sabía el por qué. Dormir bajo el mismo techo que Tai no era algo que le fuese indiferente, sobre todo teniendo en cuenta lo que había sucedido la última noche que durmieron juntos en el verano. El solo recordar ese momento hacía que al rubio se le erizara la piel. Aunque nunca lo reconoció como tal, adentro de su ser se había instalado el deseo de repetir una experiencia de ese tipo. Lejos de intentar socavar esa idea, había dejado que creciera a escondidas en su interior, sin darle importancia, pero sin nunca olvidarse de ella.

Salió del baño y vio al moreno preparar una bolsa de dormir al lado de la cama. La señora Yagami, observando desde la puerta, pidió perdón al rubio por el desorden que reinaba en aquella habitación; mitad disculpas impulsada por la vergüenza, mitad reto indirecto hacía su hijo. El blondo solo le quitó importancia con su conocida amabilidad. La adulta les deseó las buenas noches y cerró la puerta del cuarto luego de apagar la luz.

Ya vestido con su viejo y descolorido pijama, T.K se acostó en la cama y Tai en la bolsa de dormir. Iluminados apenas por la luz artificial que se colaba perezosamente por la ventana cerrada, a causa del frio, compartieron el proceso que antecede al sueño conversando de diferentes cosas. Volvieron a hablar de la película que habían visto juntos en el cine, de lo que habían hecho ese día y el día anterior, de lo que harían al día siguiente. Tai le contó con frustración que lo habían elegido para ir a una aburrida ceremonia en el ayuntamiento al día siguiente y que tenía que preparar un estúpido discurso. T.K le habló de que en los próximos días tendría un partido de básquet muy importante con su escuela, entre otras cosas. Compartieron de todo un poco, sin embargo el rubio decidió guardarse para sí su encuentro con el “enano”. Todavía no sabía que pensar sobre eso.

Luego de varios minutos, que transcurrieron y transcurrieron sin ser contados, de constante charla en la que se compartieron opiniones, ideas, creencias, anécdotas, sentimientos e inquietudes, Tai bostezó refregándose los ojos. Con una sonrisa le deseó al blondo “buenas noches” y se acostó sobre su costado izquierdo, dándole la espalda. T.K, sorprendido, le devolvió el deseo y se acostó viendo el techo del cuarto. No podía dormirse tan fácil como lo había hecho el moreno. La expectativa de que sucediera algo similar a lo de la última noche en la cabaña le había privado del sueño mejor que la taza de café más potente. Entrando ya al terreno de la desilusión, se cuestionó aquellos deseos lujuriosos con los que se había ilusionado y avergonzado al mismo tiempo. Dudó de su propia moral al darse cuenta que su idea de dormir en la casa de Tai no era la misma para el castaño. Se sintió sucio, fuera de lugar, un pervertido.

Sintiendo muy lejano el sueño, giró su rostro para ver a Tai. Abrió sus ojos de par en par. La bolsa de dormir estaba vacía. Sin tener tiempo para siquiera preguntarse dónde había ido el moreno, sintió la sensación de que el colchón se hundía a la altura de sus pies. Al fijarse, vio un bulto por debajo de la sabana en la punta de la cama. Lentamente, el bulto fue subiendo por encima de su cuerpo. Pasó por las rodillas, subió hasta la cadera, siguió por su estomago, su pecho. Al llegar al borde de la sabana, unos despeinados cabellos castaños aparecieron seguidos del rostro sonriente de Tai.

-¿Creías que te dejaría dormir en paz tan fácilmente?- le dijo.

T.K sintió como aquella esperanza que la desilusión había marchitado sin piedad solo segundos antes, volvió a encenderse dentro de él, pero con más fuerza. No pudo responder de otra forma que rodeando el cuello del moreno con sus brazos y acercándolo a él para besarlo, liberando las urgentes ganas que se habían juntando durante ese largo lunes.

Así, en la oscuridad que no era total, las sombras tomaron vida.

Dejándose llevar por el placer y los besos, T.K se aferró al moreno con toda la fuerza del cariño que su alma irradió. Tai dejó caer su cuerpo sobre él con la suavidad de una pluma, a la vez que sentía como las manos del moreno revolvían su cabello sin cuidado. Llenando sus labios con dicha, los cuerpos de los adolecentes se calentaban cada vez más, para placer de ellos.

Tai cortó el beso y se irguió sobre el blondo para sacarse la camiseta, empezaba a incomodarle. T.K lo observó desde abajo mientras luchaba para que el corazón no se le saliera del pecho. Impulsado por la valentía de la intimidad, se animó a pasear sus manos por el abdomen del castaño. Se derritieron.

El oji-café sintió a su piel temblar ante el contacto de aquellas temblorosas caricias por su pecho y abdominales. Decidió hacer lo mismo. Volvió a posicionarse sobre el blondo para besarlo, a la vez que sus dedos, como gusanitos inquietos, viajaban desde el estomago al pecho del menor. Sin soportar más la incomodidad de la tela, empezó a levantar la parte superior del pijama del rubio. Este, se inclinó un poco hacía delante y levantó los brazos. Una vez con la prenda en sus manos, Tai la tiró hacía un costado, a la vez que sus ojos se llenaban de T.K. Pero eso no era suficiente. Observó también con sus manos, que sin prisa bajaron desde los hombros, pasando por los pectorales hasta llegar al abdomen del ojiazul. Lo rápido que subía y bajaba el desnudo tórax del menor se comparaba con el suyo.

Al llegar sus manos más abajo del ombligo de T.K, Tai desvió su atención hacía ese par de ojos azules que lo observaban en un agitado silencio. Vio en esa mirada los nervios, pero también las ganas. La timidez, pero también el atrevimiento. Las dudas, pero también el deseo de ir más allá de lo que las prendas de vestir dejaban ver. Entonces decidió seguir, dejándose llevar por su propia excitación. Lentamente, a ambos lados de la cintura del rubio, introdujo sus dedos por debajo del pantalón pijama. El moreno se tomó un segundo para reponerse de la suavidad de esa piel. Sin recuperarse del todo, bajó la prenda milímetro a milímetro, como si de un ritual excesivamente meticuloso se tratase. Observó hipnotizado como el miembro del menor se sacudió erecto al verse libre. Le sacó el pijama por completo.

Se tomó un tiempo para contemplar la hombría del ojiazul. Había tocado el pene del blondo en la última noche juntos en la cabaña, había hecho mucho más que tocarlo, pero nunca lo había mirado. Nunca había visto a T.K desnudo. El tener al ojiazul allí en su cama, debajo de él, sin ninguna prenda que tapase su humanidad, era demasiado impactante para tomárselo a la ligera. La poca luz que entraba por la ventana era suficiente para poder observar todo con claridad: cada detalle. Creyendo que se incendiaría vivo al hacerlo, tomó el miembro del blondo con dulzura y firmeza. La suavidad y dureza de este le hizo recordar aquella última noche juntos, pero solo por un segundo, ya que estaba demasiado inmerso en presente; como nunca antes lo había estado. Sonrió al ver como el menor habría su boca en busca de aire.

Sin embargo el castaño se sorprendió, ya que no se lo esperaba, al ver que una tímida mano se posicionó de nuevo en su vientre, bajando casi de manera imperceptible. Entendió que quería hacer el menor, y sonrió aun más. Se irguió de nuevo para que el blondo tuviera más comodidad. T.K lentamente introdujo la mano por dentro de su pantalón y lo bajó, dejando su pene expuesto. El menor le observó atentamente, sin esconder o disimular ni un poco su asombro y curiosidad. Tai dejó que el rubio se tomara su tiempo, era la primera vez que se exponía ante él. Con una timidez impresionante, que sin embargo no le impedía proseguir, el ojiazul deslizó sus cálidos dedos desde los testículos por toda la extensión de su miembro, hasta llegar a la punta. El moreno cerró los ojos para intensificar el momento.

-Sácatelo, sácatelo- susurró T.K mientras tironeaba del pantalón hacía abajo, en un tono que parecía más de un ruego que de un pedido.

Tai nunca fue tan feliz de obedecer una orden y con agilidad se deshizo de su prenda, quedando en igualdad de condiciones con su blondo. Volvió a posicionarse sobre el menor, sintiendo como sus virilidades se rozaban de una manera deliciosa, mientras se encargaba de llenar de besos aquel cuello que tanto le gustaba besar.

En la oscuridad, se tomaron el tiempo necesario, tiempo que no fue en vano. Tiempo en el que se exploraron. Dieron rienda suelta a las caricias, caricias que los transportaban cada vez más arriba. Disfrutando de la torpeza de la inexperiencia, se dejaron llevar a donde los frenéticos besos los llevaba, a la vez que se encargaban de no dejar sin atención los miembros del otro.

Cada vez más arriba.    

Sus respiraciones marcaban el compás más intenso que habían escuchado en sus jóvenes vidas, mientras sus manos subían y bajaban sobre el miembro del otro. Los besos eran cada vez más fugaces ya que el aire empezaba a escasear en pulmones, sin embargo eso no los hacía menos deliciosos.

Cada vez más arriba.

 Las manos no dolían, no se cansaban. Seguían con su movimiento repetitivo a la vez que la temperatura ascendía. El deseo de retardar lo inevitable pasó por sus mentes, pero el impulso de seguir solo lo dejó en deseo. En la oscuridad, se miraron a los ojos.

Llegaron a la cima.

Mojados del otro, continuaron sus caricias sin dejar de mirarse a los ojos, mientras sus corazones continuaban palpitando como si hubieran ganado una maratón.

-Te amo- dijo T.K con el poco aire que la agitación le permitía ingresar a sus pulmones.

La cara de Tai se llenó de sorpresa. Abriendo los ojos de par en par, retrajo su cabeza un poco hacía atrás, viendo perplejo al rubio. T.K entendió inmediatamente el porqué de esa reacción, y su rostro se transformó en un calco que el del moreno.

Jamás, ninguno de los dos, había dicho eso. Estaban seguros de lo que sentían, aun sin haberlo expresado en palabras. Algo tan evidente, tan palpable, que nunca se dijo. Jamás habían sido necesarias aquellas 5 letras entre ellos, ya que se lo demostraban en los gestos, en las miradas, en los juegos, en las risas, en los silencios. Sin embargo, en ese momento, se dieron cuenta de lo poderosas que era esa frase.

T.K entendió que aquel mensaje que había salido de su boca comprometía lo ya comprometido, reafirmaba lo ya reafirmado entre ellos. Vio como el moreno le miraba atento, como si aun no pudiera procesar aquellas dos simples pero arrolladoras palabras. Pudo leer esos ojos marrones como quien leía un libro a la luz del sol: Tai necesitaba que lo dijera de nuevo. A su vez, el ojiazul se dio cuenta que necesitaba decirlo otra vez.

-Te amo…- dijo como si necesitase aclarar cualquier duda-… te amo.

El mayor sonrió sin despegar sus ojos de los suyos.

-Yo también te amo.

T.K sintió el poder de esas palabras electrizarle el corazón por primera en su vida. Escuchó, no con los oídos, sino con el alma. Sintió ganas de gritar, de llorar, de reír, entre muchas otras sensaciones que lo inundaban. Solo sonrió al darse cuenta que el silencio era lo mejor en ese momento y que las palabras solo estorbarían. Coronó esa sonrisa con otro beso del moreno, para luego acurrucarse en su pecho mientras este lo rodeaba con sus brazos. El sueño, que tan distante le había parecido antes de la invasión de Tai a su cama, cayó sobre él con la fuerza de un martillo.

Trató, luchó por mantenerse despierto en la oscuridad, de seguir sintiendo el cuerpo del castaño junto al suyo, de no dejar escapar ese momento. Sin embargo, los parpados se le fueron cerrando poco a poco. Lo que si no pudo lograr el sueño, a pesar de vencer al muchacho de 14 años, fue borrarle la sonrisa de sus labios.  

Notas finales:

Bueno hasta aquí nomas jeje. ¿Y? ¿Que tal? ¿Les gustó? cualquier pregunta, aviso, sugerencia o critica me lo escriben en los comentario. En principio el cap 3 terminaba adonde se despiden de Matt, pero como dije antes decidí unirlo con el 4.

¿Que les pareció el "lemon"? es algo tranqui, con forme pase el tiempo en la historia irá subiendo de intensidad. "quedarse a dormir en lo de un amigo" La vieja confiable jajaja.

Matt tendrá un papel importante en la historia, con el tiempo se darán cuenta. Para Kari tengo algo también, aunque está propenso a cambiar ya que no lo tengo del todo definido. Bueno, solo eso, espero que les haya entretenido siquiera un rato. Espero poder aparecerme el fin de semana que viene. Ah, y feliz Año nuevo!!! me estaba olvidando jeje. Saludos a todos y gracias por leer!!!

 

https://www.youtube.com/watch?v=8JWYuD5nzxM


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