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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Buenas! ¿Todo bien? Yo aquí derritiendome agonicamente en mi casa. En esta parte del globo es verano. Pero bueno, no hay que quejarse jejeje. Sinceramente me sorprendí a mi mismo al encontrarme con el capitulo terminado ayer. Así que tuve más tiempo de reerlo (como hago siempre) para ver si hay errores de ortografía o frases que no se entienden y poder corregirlas. Siempre hay algo que mejorar. Sin embargo, a pesar de releer y releer, siempre es posible que se escape algún error, así que si notan algo raro me lo hacen saber en los comentarios. Bueno, espero que les guste la quinta parte.

Perdón por no poder haber respondido los mensajes privados antes jeje hubo ciertos problemas técnicos. Muchas gracias por escribirme y por sus comentarios.

Tai despertó al poco tiempo después del incidente, entre manotazos asustados y balbuceos inentendibles, adentro de una pequeña ambulancia. Al parecer, los cobardes que habían visto todo el ataque desde adentro de sus casas habían sido lo suficientemente humanos para llamar al 911.

Lo primero que hizo el castaño fue preguntar por su entrenador, a lo cual los médicos adentro del vehículo no supieron contestarle. Otra ambulancia se lo había llevado antes de que ellos llegaran a la escena.

Llevaron a Tai al hospital general de la ciudad, donde el adolecente continuó preguntando por su entrenador mientras le limpiaban y curaban el corte en la mejilla, pero no le respondían. Cuando llegó su familia, asustada pero al mismo tiempo aliviada de que estuviera bien, les preguntó a ellos. No obtuvo respuesta. 

No se quedó quieto. Antes que le dieran el alta, ya que los médicos querían hacerle una resonancia magnética para ver si todo estaba bien adentro, se paseó sin el permiso de nadie por todo el hospital. Preguntó a todos con los que se encontraba, como un mendigo que pide monedas a todo el que cruce por su calle, si sabían el paradero de un hombre que había sido atacado esa tarde. Nada. No fue hasta que se topó con una enfermera que estaba teniendo un mal día, que, desbordada por la irritante tenacidad del joven, le gritó el numero de la habitación donde encontraría al hombre que buscaba. Al llegar a la habitación, lo vio. Los médicos, que al principio intentaron alejarlo del lugar, le explicaron que al adulto le habían apuñalado más de una vez, dañando varios órganos internos, además de haber recibido muchos golpes en la cabeza. Su entrenador estaba tendido en una cama, conectado a varios aparatos alrededor, incluido un pulmotor.

 Para Tai, ver así a su entrenador de varios años fue chocante, tanto como cuando corrió a los tipos que lo estaban golpeando y quedó paralizado. Lo observó al lado de la cama con la mirada perdida. “Está muy grave” le dijo un médico poniéndole una mano en el hombro, mostrando una genuina compasión “tendrá que estar en terapia intensiva por mucho tiempo”.

-Hijo ¿Tienes idea de porque pudieron atacar así a este hombre?- le preguntó un policía que estaba allí en la habitación y que había pasado desapercibido para el moreno.

-¿Ah?- contestó Tai por inercia, sin haber escuchado lo que se le preguntó por estar perdido en la imagen de su entrenador.

El policía suspiró, le repitió la pregunta y le explicó que, tanto a él como al adulto, los atacantes no le habían robado nada. Ni el auto del profesor, o su billetera, ni su reloj o celular. Tai se tocó los bolsillos mientras escuchaba. Tenía su celular y el poco dinero que llevaba consigo. El policía le indico que sospechaba que fuera un ajuste de cuentas, o algún tipo de venganza. Le preguntó nuevamente si sabía de alguien de pudiera haber hecho eso.

-Fue…- dijo el moreno con un hilo de voz, aun sin salir del shock de ver así a su profesor, el policía se preparo para anotar en su libreta-…fue culpa mía, si no fuera porque me quiso acompañar a tomar el colectivo, esto no hubiera pasado- dijo con la mirando hacia ningún lado en particular, como diciéndolo para sí mismo.   

El policía suspiró de nuevo y guardó su libreta en su bolsillo.

Dos días de descanso fueron lo que le dieron al moreno desde el hospital para que hiciera reposo absoluto en su casa. Los padres de Tai sospecharon que, conociendo a su hijo, este aprovecharía esos dos días sin escuela para hacer de las suyas. Por eso no estuvieron preparados al ver que el castaño se la pasaba todo el tiempo en su habitación, en la cama.

El moreno parecía disperso, perdido en su propio mundo, ajeno a las palabras de sus padres, su hermana, de Sora, Izzy y otros amigos que lo visitaron durante esos dos días. Pasaba horas en silencio, sin hacer nada, como si sus pensamientos necesitasen toda su atención. Hacía las cosas prácticas para seguir subsistiendo, como comer, higienizarse y demás, pero inmediatamente volvía a desconectase del mundo exterior.

Solo le traía de vuelta a la tierra la presencia de T.K, que hasta había faltado a la escuela (en secreto) para estar con él. Aprovechando la soledad de la casa, ya que sus padres salían a trabajar y su hermana a la escuela, se acurrucaba con el rubio en su cama. Solo con el ojiazul se permitía ser como siempre había sido, como si nada hubiera pasado. Charlaba, reía, opinaba y se mostraba vivo, a lo Tai. Eso provocó que T.K nunca se diera cuenta de ese extraño “estado” que sí había preocupado a los otros.

-No fue tu culpa- dijo el rubio una tarde en la que estaban acostados juntos en la cama, mientras el castaño le abrazaba por detrás y le acariciaba la cabeza, como si fuera un gato que en cualquier momento ronronearía- fue una terrible coincidencia, estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

-Es verdad- asintió el oji-café viendo un punto fijo de la pared de la habitación.

Eso, efectivamente, Tai ya lo sabía, en parte. Todo el mundo se lo había repetido con buenas intenciones un millón de veces en 48 horas. Ya se había hecho con la idea de que sí, que todo había sido una coincidencia siniestra y que él no era el culpable de eso.

Lo que mantenía a su mente en ese estado de constante pensar interior, no era el trauma de haber visto alguien siendo apuñalado, como temían sus padres. Sino recordar el hecho de haberse petrificado ante el peligro, de haber sido completamente inútil. Eso era lo que le llenaba la conciencia de culpa; el no haber podido hacer nada para ayudar.

El moreno reproducía la escena del ataque una y otra vez en su cabeza, intentando recordar los rostros de los atacantes que llevaban la cara descubierta. Le daba rabia ni siquiera poder recordar cuantos tipos eran. En un principio recordaba 6 atacantes, luego cambió a 5 y después aumentó el número a 8. Sabía que lo hacía al vicio, ya que si llegaba a recordar como lucían los sujetos, la policía no haría nada, como siempre.

Además, la idea que le había plantado el policía del hospital sin saberlo le visitaba a cada momento, como intentándole hacerle recordar su importancia. El hecho de que el ataque pudo haber sido una especie de venganza contra el entrenador, un ajuste de cuentas, le consternaba. Pensar tanto en eso le hizo formularse una idea. Una idea al principio estúpida, pero que luego tomó cada vez más fuerza hasta llegar a ser considerada como una posibilidad (aunque remota y lejana), de que él había estado allí por una razón, por un propósito que todavía ni él sabía.

Así como los padres de Tai se sorprendieron del estado de ánimo lejano y apagado de su hijo durante esos dos días de descanso obligado, lo hicieron aun más cuando al momento de volver a la escuela aquel viernes, el moreno se transformó en el mismo de siempre. Como si el menor hubiese usado ese tiempo de descanso para estar en ese estado  de “no estar” adrede. Sin embargo, el alivio de verlo recuperado les tranquilizó lo suficiente para no preguntar porque había sucedido aquello e intentar olvidar ese episodio.  

Flaqueo

La noticia del ataque al profesor no tardó en esparcirse por la escuela. Tai, en su regreso, se encontró con una estampida de chicas y chicos, curiosos y deseantes de escuchar de boca del castaño su versión de los hechos. El moreno se fastidió por la ligereza con la que todos tomaban el ataque al profesor, como si no hubiese sido algo terrible. Contó todo con extrema sinceridad, de que se había quedado paralizado y que había sido un completo inútil al momento de la verdad, con el fin de desmentir cualquier rumor que se pudo haber levantado en sus dos días de ausencia en la escuela. Sin embargo, no logró hacerlo.

Entre la mayoría de los estudiantes se había fijado la noción de Tai como una especie de héroe, por el solo hecho de haber estado allí y de haber resultado herido al intentar ayudar al profesor. El año anterior se produjo algo similar cuando fue atacado por Erick, y este nuevo hecho solo ratificaba aun más la figura de Tai como alguien valiente y digno de respeto. Una figura que las constantes aclaraciones y auto reproches del castaño al momento de contar lo sucedido no pudieron derribar. Incluso algunos profesores comenzaron a ver al moreno de otra forma, como alguien malo para los estudios pero de buen corazón, seguramente conmovidos por el estado de salud de su colega atacado.

Llegó el primer recreo de la jornada. El clima frio y deprimente invitaba a los jóvenes a quedarse adentro del curso haciendo cualquier cosa en vez de salir al patio. Tai conversaba con un compañero, sentado sobre la mesa con sus pies sobre la silla. En una esquina del salón, Sora hacía lo mismo, rodeada de 3 compañeras, sin ser molestadas por nadie. Hablaban de asuntos vánales y cotidianos, hasta que por algún motivo la conversación se encausó al tema del momento: el ataque al profesor y al moreno.

-Que bárbaro lo que  le pasó al profesor de educación física y Tai ¿No?- dijo una chica de pecas mientras chequeaba su celular- menos mal que por lo menos él esté bien.

-Es tan varonil y valiente…-dijo otra de pelo negro con voz de ensoñación, apoyando su cabeza sobre sus manos y sus codos en el pupitre, observando al castaño con ojos de enamorada-…es increíble que esté soltero.

-Cierto- afirmó la tercera chica, de pelo castaño y ojos pardos- deberías aprovechar Sora.

A Sora le brotó una carcajada involuntaria, que la desestabilizó de su asiento.

Sus tres compañeras la miraron al mismo tiempo.

-¿Por qué te ríes?- le preguntó seria la chica de pelo negro- harían una bonita pareja.

-Somos amigos desde la infancia- contestó la peli-naranja con seguridad, ladeando su cabeza como si lo que estuviera escuchando fuese más que un disparate: una locura.

-Eso ya lo sabemos, pero piénsalo…-dijo la chica castaña-…en muchas películas románticas el amor nace así, amigos en la infancia que se descubren en la adolescencia.

-Porque así está escrito en los guiones- se mofó Sora riendo, sin darle importancia a las palabras de su amiga.

-¿Y por qué no escribes un guion con Tai, Sora?- le preguntó la chica de pecas, viéndola a los ojos.

Sora la miró extrañada. Se dio cuenta que su amiga pecosa hablaba en serio.

-Sí, Sora ¿Qué te detiene?- agregó la chica de pelo negro- ¿Acaso no te gusta estar con él?-le preguntó con énfasis.

-Así es… pero lo nuestro no es esa clase de relaci…

-¿Acaso no te hace feliz estar con él, saber que te quiere más que a nadie?- le interrumpió la castaña con energía, como incitándola a que reconociera algo que no era.

-¿Quién dice que me quiere más que a nadie?- preguntó Sora despectivamente, lo que decían eran puras fantasías- solo somos amigos.

-Vamos, no te hagas la tonta- le dijo la chica de pecas, arqueando una ceja- la amistad entre el hombre y la mujer no existe, se nota que te tiene un aprecio especial…muy especial.

Sora recordó de golpe, de manera inesperada, una gran cantidad de abrazos, risas y juegos entre ella y el castaño. Rememoró casi a la fuerza y sin intención lo feliz que era en esa clase de momentos con su amigo. Una parte de ella, aferrándose a la realidad, luchó para no dejarse llevar por las palabras de sus compañeras.

-Ya perdí la cuenta de las veces que tuve que aclarar a chicos y chicas de otros cursos, y a alumnos nuevos, que ustedes dos no eran novios- dijo la chica castaña viéndose las uñas.

-¿En-en serio?- tartamudeó la peli-naranja, sorprendiéndose a sí misma.

No entendía porque ya no se sentía tan segura con respecto a su postura sobre el tema, como si algo en ella se hubiera resquebrajado. Algo que ni siquiera ella sabía que existía.

-No puedes negar que es muy guapo, Sora- le dijo la chica de pecas, con una seguridad en sus palabras que pocas veces dejaba ver.

-Sí, hay que admitir que es bastante apuesto- contestó la peli-naranja, tratando de sonar indiferente.

Depositó su mirada en Tai, que seguía conversando con sus compañeros en la otra punta del salón. Al observarlo detenidamente, Sora tuvo la extraña sensación de que no lo había visto desde hace mucho más tiempo del que en realidad fue. Fugazmente, pensó que el “bastante apuesto” de hace un momento había quedado injustamente corto, para su propia sorpresa.

-Además tiene un cuerpito, mama mía- rompió con sus pensamientos la chica de pelo negro, viendo al moreno como si este fuera una piscina helada en un día de 40° grados- me pregunto si ya lo habrá hecho.

-¡Jenny!- gritó Sora, impactada por el comentario de su amiga, haciendo que los pocos chicos adentro del curso, incluido Tai, fijaran brevemente su vista en ella.

Aparte de lo chocante de esas palabras, a Sora le consternó un repentino calor que invadió su cuerpo como un escalofrío. 

-Ahora entiendo porque tanto abrazos y esas cosas entre ustedes- sonrió la castaña viéndola de reojo- eres muy astuta Sora.

-Y si tanto les gusta ¿Por qué no se lo rifan entre alguna de ustedes tres?- dijo la peli-naranja simulando estar ocupada chequeando su celular. Intentó alejar aquellos extraños pensamientos y emociones que esas tres habladoras (brujas) habían invocado.

-Eso pensamos, pero nos dimos cuenta que tú tienes más derecho- dijo la chica de pecas, viéndose con sus compañeras, quienes asentaban con la mutua aceptación en sus ojos- además… aunque alguien se le intentara acercar, estamos seguras de que él se está reservando para ti, solo que tu eres muy tonta para darte cuenta.

-Ustedes están locas- dijo Sora levantándose y saliendo del semicírculo en donde la habían encerrado las tres chicas. Con firmeza y decisión, caminó hacía Tai.

-Eso es Sora, ataca, es tuyo- le dijo la chica de pelo negro mientras se alejaba.

-Buena suerte amiga- le dijo la castaña por detrás, seguido de varias risas. Las ignoró.

Caminaba hacía Tai pensado que al hablar con él de nuevo volvería a definirse esa imagen de amigo fiel que siempre el moreno había ocupado en su cabeza, y que en ese momento se veía difuminada sin razón. Además, necesitaba demostrarle a aquellas tres arpías (y aunque no lo quería admitir, a ella misma) que todas aquellas babosadas que dijeron no la habían afectado.

Sin embargo, su confianza en sí misma bajó a medida que se acercaba al castaño. A pesar de que sus pies seguían moviéndose a una velocidad firme, su cabeza se empezó a llenar de dudas y cuestionamientos, como si se hubiera roto un grifo que no paraba de gotear.

¿Ella sentir algo más que amistad por Tai? ¿Tai tener sentimientos amorosos hacía ella? ¿Ella y él, juntos? No entendía porque esas suposiciones le socavaban tan profundo. Jamás había imaginado tal cosa. Las variadas novias que había tenido el moreno le habían hecho entender indirectamente que ella no estaba en sus planes. Además, ella misma había estado ocupada con sus propios asuntos amorosos, en donde Tai nunca había sido tenido en cuenta. Como si su amistad y el amor hubiesen sido siempre caminos paralelos. El solo hecho de pensar que esos caminos podían entrelazarse le hizo sentir rara, perdida. A medida que se acercaba al moreno, sintió nervios, nervios rozando con miedo.

¿Y si al verle a los ojos no veía a su amigo de siempre, sino a un chico al cual siempre había amado sin darse cuenta? ¿Y si con verle al rostro, en ese estado de inestabilidad y confusión, quedaba su amistad arruinada por el entrometido e irritante flechazo de Cupido? En un momento, estuvo a punto de desviar su rumbo hacía la puerta del salón y pasar de largo, pero sus pies la llevaron sin vacilar a la par del castaño.

Notando su presencia Tai la miró a los ojos.

Sora aguantó disimuladamente la respiración al encontrarse con esos ojos marrones. Luego, soltó el aire envuelta en un regocijante alivio. Nada fuera de lugar. Si bien seguía allí la extraña sensación de haber perdido momentáneamente la cotidianidad de estar con Tai, además de que el moreno aun seguía viéndose más atractivo que de costumbre, pudo reconocer a su amigo de la infancia. No vio nada parecido al amor en esos ojos marrones, también sintió que su propio mirar era el de siempre. Las palabras de sus amigas hace algunos minutos se ahuecaron dentro de su mente, perdiendo todo poder. Sora se descontracturó mental y sentimentalmente, dejando que aquellas pegajosas y molestas dudas salieran volando, como cuervos que abandonan repentinamente la rama de un árbol.

“Pff, tonterías” pensó orgullosa al recordar lo que le habían dicho las chicas un momento atrás, sintiéndose tonta por haberse dejado llevar por sus patrañas.

-¿Sora? ¿Qué pasa?- le preguntó Tai divertido, seguramente tentado por su cara al quedarse suspendida en sus pensamientos.

-¿Te queda aun algún chicle de los que compraste esta mañana, antes de entrar a la escuela?- reaccionó la peli-naranja, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza.

El moreno buscó dentro de su bolsillo y sacó un chicle morado.

-El último- le dijo sonriendo mientras se lo entregaba.

Sora lo tomó y lo observó sin interés. Odiaba aquel sabor de chicle, pero por lo menos había servido como escusa para tapar ese experimento personal.

De repente, un compañero entró al salón, cerró de un solo golpe la puerta tras de sí y tembló de escalofríos como si intentara sacarse el frio de encima.

-Brrr, que frio hace…- se quejó refregándose los brazos para darse calor. Se perfiló directamente al castaño-…Tai, préstame tu celular, quiero jugar al juego de carreras que tienes.

El moreno, de forma tranquila y despreocupada, sacó su celular de su bolsillo y se lo entregó a su compañero, quien se fue a sentar en su pupitre para jugar. Aquello, a Sora le llamó la atención tanto que no pudo dejarlo pasar así como si nada.

-Vaya, no puedo creerlo- dijo sorprendida, mientras se guardaba el chicle en el bolsillo de la camisa- nunca te gustó prestar el celular a nadie porque siempre odiaste la idea de que te espíen tus mensajes o redes sociales.

-¿Qué puedo decir? la gente cambia- contestó el castaño sonriendo mientras se desperezaba, como si nada ni nadie pudiera perturbarle.

Toda su vida, o por lo menos desde que tenía celular, Tai odió prestar su móvil ¿Por qué? Desconfiaba que le leyeran sus mensajes o conversaciones a la primera oportunidad en la que él no estuviera atento. Aquello en realidad no había cambiado nada, seguía igual de siempre. Pero había algo que Sora no sabía. El moreno le había pedido a Izzy, cuando este le fue a visitar a su casa después del incidente del profesor, que le instalara una aplicación en su celular. Una aplicación que bloquease por contraseña las otras aplicaciones, como las redes sociales, los mensajes de texto y otras aplicaciones de mensajería. Así, sus conversaciones con T.K estaban a salvo, resguardadas bajo una contraseña que nadie sospecharía, protegidas de ojos curiosos.  

Aquello le daba una seguridad inviolable, ya que estaba seguro que nadie adivinaría la contraseña para poder entrar a su intimidad. Todos podían usar su celular, todo estaba bien.

Fondo de pantalla

Después de la escuela, Tai visitó junto con T.K a su entrenador en el hospital. Todavía no despertaba del coma. Pensó que verlo por segunda vez no sería tan desgarrador como la primera vez que lo hizo, pero se equivocó. El verlo así le hizo sentirse peor consigo mismo, a pesar de las torpes pero cariñosas palabras de aliento del rubio.

En su interior, mientras veía a su entrenador en la cama, lleno de tubos y cables, se volvió a culpar de no poder haber hecho nada para ayudarlo. Se culpó ferozmente. No se dio cuenta en ese instante, pero esa culpa alimentaba poco a poco un sentimiento de justicia que crecía dentro de él. Justicia entremezclada con deseos de venganza.

Luego de la visita al hospital, los dos muchachos partieron a la casa de Hiroaki, ya que, siendo viernes, a T.K le correspondía dormir allí. El menor había invitado al castaño a cenar. Antes había pedido permiso a su padre, el cual aceptó gustoso.

Durante el trayecto del hospital al departamento, mientras comenzaba a oscurecer, T.K intentó animar al extrañamente callado moreno, quien se veía pensante, preocupado. Creyendo que lo animaría, le contó sobre lo sucedido con el “enano”. Le contó todo. Le contó cómo se animó a hablarle, le contó que se llamaba Andy, que tenía su misma edad pero que no iban al mismo salón de clases ya que él iba a la división A, mientras que Andy iba a la B, le contó que le había ayudado a inscribirse en el equipo de basquetbol de su escuela, y que era muy bueno, le contó que al día siguiente iba a ser el primer partido de la temporada, y que si bien tanto Andy como él empezarían como suplentes, estaban muy ansiosos y felices, le contó que se llevaban muy bien. Le contó todo.

Tai lo ocultó, pero la idea de que aquel sujeto ligado a Erick se acercara a T.K le desagradaba demasiado. Ante la efervescencia que despertaba el tema al ojiazul, ensayó una sonrisa. El saber que el “Enano” estaría cerca del blondo le molestaba, pero agradeció de corazón el intento de ánimo del menor. El solo hecho de ver a T.K animado y feliz le animaba.

Al llegar al edificio donde vivía Hiroaki, los muchachos vieron un camión de mudanzas estacionado en la calle. Una familia se estaba yendo. Primero, Tai creyó tener un dejá vu, pero luego recordó que la primera vez que había ido allí también había visto personal de mudanza cargando muebles en un camión.

Sin embargo, había algo que le importaba infinitamente más.

Utilizando la soledad de las escaleras del edificio, aprovechó para saborear los labios de T.K por primera vez en el día. Aprisionando cariñosamente al menor contra la pared en el codo de la escalera, y tirando las mochilas a un lado en el suelo, le besó para olvidarse de todo. Y lo logró. El probar esa boca perfecta le hacía olvidarse del mundo gris y frio que lo rodeaba, y le mostraba uno completamente diferente. Un mudo lleno de felicidad, calor, alegría, placer…un mundo con T.K. Una mano del  ojiazul le tomó fuertemente de la ropa, atrayéndolo más a él, mientras con la otra le acariciaba el pelo. Amaba aquello. Le hacía sentir invencible ante todo, imparable. Sonrió mentalmente al notar que el rubio había mejorado en el arte de besar.

Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse cuando la lengua del blondo entró sin permiso a su boca y jugó con la suya. Le tomó unos segundos asimilarlo, ya que era la primera vez que el menor se animaba a algo así. Cerró sus ojos y se dejó llevar. Todo estaba bien. Apegó su cuerpo aun más al rubio, mientras su temperatura corporal aumentaba sin control. Las risas de niñas haciendo eco por la escalera desde arriba de ellos les advirtió y les dio tiempo suficiente para separarse y poder disimular. A los pocos segundos, una familia con 4 hijas pequeñas bajó por las escaleras y saludaron amistosamente de pasada al blondo, a quien la cara le brillaba de un rojo intenso.

Luego, subieron por la misma escalera 3 sujetos del personal de mudanza, dándole a entender al rubio y al moreno que ese ya no era el mejor lugar para hacer lo que hacían. A pesar de querer quedarse allí mucho más tiempo, los dos adolecentes decidieron continuar subiendo y llegar al departamento de Hiroaki.

T.K abrió la puerta de la vivienda con sus llaves. Como el interior de la casa estaba en penumbras, el rubio pensó que no había nadie. Prendió las luces y dejó su mochila en un sillón. Tai hizo lo mismo. Luego, el menor preparó los elementos para cocinar la cena. Quería sorprender al moreno con sus dotes para la cocina, aunque en realidad lo único que sabía preparar bien (o mejor dicho decente) era espaguetis con salsa. Abrió las lacenas y buscó el paquete de fideos.

-¿Quieres que te ayude?- le dijo el moreno posicionándose a su lado.

-No es necesario, quiero sorprenderte- contestó T.K, sacando de la lacena tomates en lata.

-¿Seguro? No quiero que incendies la casa- bromeó el mayor.

El ojiazul rió sarcásticamente. Buscó con la mirada la olla donde calentaría la pasta. La vio en una de las alacenas más altas de la cocina. Se estiró hacía ella, diciendo con cierta dificultad:

-Tran-quilo, ya verás lo-que soy ca-paz de… hacer.

A pesar de estar parado en sus puntas de pies, estirándose lo más que podía, el ojiazul no lograba alcanzar la olla. Las puntas de sus dedos no lograban sujetarla lo necesario para atraerla al borde del estante y que la gravedad hiciera el resto. Al ver eso, Tai, sin mucho esfuerzo, bajó la olla con una mano.

-Aquí tienes- le dijo sonriendo.

T.K, sin poder ocultar su descontento por no haber podido hacerlo él, la tomó.

-Gracias- dijo con sinceridad, pero sin mirarle a los ojos. Tai no pudo evitar reír.

T.K se resignó a cocinar con la constante intromisión del castaño, aunque en realidad no le molestaba ¿Cómo podría molestarle? Si bien el platillo ya no sería una sorpresa, el que el oji-café le ayudara lo hacía más especial. Le pidió al mayor que buscara el abrelatas en el cajón de los cubiertos.

-Oye T.K- dijo Tai mientras removía los cuchillos, tenedores y cucharas en el cajón en busca del abrelatas- anoche, no sé porqué, recordé partes de esa película de los sueños ¿la has visto?- le preguntó, como quien comenzaba una conversación espontanea.

-¿Película de los sueños?

-Sí, esa en la que unos tipos se meten en los sueños de otro…y luego crean un sueño…o un sueño dentro de otro sueño…o algo así- dijo el castaño riendo, reconociendo que eso había sido un pésimo resumen- perdón, es que la vi hace años, ya no me acuerdo de casi nada, solo de que era muy buena.

T.K rió ante ese intento de sinopsis. Hizo memoria, mientras abría el paquete de fideos. Luego de pensar unos segundos, se le vino a la mente la película la cual hablaba Tai.

-Ah, ya sé de cual película hablas, yo tampoco me acuerdo de mucho, pero la tengo en DVD, podríamos verla juntos luego.

Tai sonrió.

 -Sería genial- contestó, entregándole al blondo el abrelatas.

-¿Por qué no la buscas en mi habitación mientras preparo la cena? Así ganaríamos tiempo y la vemos después.

El castaño, viendo esos ojos celestes, no pudo negársele. Contestó con un “Está bien”, acariciándole el cabello a la pasada, para luego salir de la cocina y dirigirse a la habitación del rubio.

A T.K se le dibujó una sonrisa, mientras abría la lata de tomates. Odiaba que le acariciaran el pelo, pero con Tai era diferente. Él podía hacerlo. Colocó los fideos adentro de la olla con agua y tomó la caja de fósforos. Cuando estuvo a punto de prender uno, vio a alguien apoyado sobre la heladera con los brazos cruzados, observándolo. Del susto, T.K hizo volar la caja de fósforos por el aire, desparramándolos por todo el piso.

-¡Matt!- gritó agarrándose el pecho, su corazón era un caballo galopando- ¡No te aparezcas así!

-jajaja ¿Qué te pasa? ¿No te alegra verme?- le contestó el mayor con una sonrisa divertida pero serena- no entiendo de que te sorprendes, yo vivo aquí ¿recuerdas?

-Pensé que no había nadie- dijo T.K, aun intentado reponerse del susto. Se agachó, aun agitado a levantar los cerillos del suelo.

-¿Estás por cocinar?- le preguntó Matt, sin cambiar ni su postura ni su expresión calmada.

-Así es.

-¿No quieres que lo haga yo? De paso puedo darte algunos consejos para con la salsa- el mayor sonrió.

-No gracias, quiero hacerlo yo- contestó el de 14 años, levantándose con todos los cerillos adentro de su cajita de nuevo- Tai se quedará a cenar.

Al oír eso, como si alguien hubiese bajado alguna clase de interruptor, la sonrisa amigable de Matt se evaporó por completo y sus ojos se pusieron serios.

-¿Ese tipo está aquí?- le preguntó ya sin ningún rastro de jocosidad en su voz.

T.K reconoció al instante el tono de voz de su hermano cuando algo no le gustaba. Lo había escuchado muchas veces, especialmente en presencia de Davis.  

-Sí, está en mi habitación buscando una película- contestó mientras prendía la hornalla.

Dudó si había sido una buena idea invitar al castaño a cenar, teniendo en cuenta que estaría su hermano. Pero rápidamente se dijo a si mismo que tenía derecho a hacerlo, y que nadie podía impedírselo o arruinarlo. Tomando valor, giró hacía su hermano para hacérselo saber, para decirle que Tai comería allí le gustase o no, pero no dijo nada. Matt ya no estaba allí. Aquello le pareció raro. Pensó en seguir a Matt para verificar que no molestase a Tai en su habitación, pero decidió no hacerlo. No eran chiquillos que necesitasen vigilancia ¡Era su hermano mayor después de todo! Decidió seguir cocinando. Mientras no escuchase gritos, golpes o cosas rompiéndose provenientes de su cuarto, todo estaría bien.

Quiso comenzar a picar ajo para la salsa, pero se dio con que el ajo no se encontraba donde siempre había sabido estar. Lo buscó con la vista por la cocina. Suspiró al verlo en la misma repisa donde había estado la olla, allá en las alturas.

-Ah ¿Por qué lo ponen allí?- se quejó al aire, dejando caer los hombros pesadamente- no alcanzo.

Como un flash que pasa por frente de uno sin aviso, a T.K se le vino a la mente aquella frase que dijo cuando conoció a Andy:

No entiendo porque te llamaban así (ENANO), si tenemos la misma estatura

El rubio quedó petrificado, recordando lo que le había acongojado hace unos días. Aquello volvía a la luz. Caminó hacía una pequeña biblioteca que su padre había comprado hace un par de años y la corrió unos centímetros.

¿Y si yo también soy un ENANO?

Allí, en la pared detrás de esa biblioteca, todavía se podían ver las marcas de cuando su padre le medía la estatura años anteriores. Allí estaban las marcas a sus 5, 7, 8, 9 años. La última marca era de cuando tenía 11.

Me dicen así (ENANO)  desde que era pequeño, no es que seamos bajos…o eso creo.

No era el más bajo de su salón de clases, y distaba mucho de serlo. Todavía estaba en la estatura media de los chicos de su edad. Pero últimamente había tomado conciencia de que cada vez más compañeros lo superaban en altura. Los demás chicos parecían crecer más rápido. Se hacían más grandes y les salía pelos donde a él no. Su charla con Andy había desenterrado ese antiguo-nuevo miedo de quedarse atrás con respecto a los otros.

Asegurándose que estaba solo en la sala, se pegó a la pared y marcó con su dedo su altura. Al retirarse y ver la diferencia de cuando tenía 11, suspiró desilusionado. Si, había crecido desde los 11 años, pero no le pareció lo suficiente. Le era poco. Y esa creencia se reafirmó cuando vio, al lado de sus marcas en la pared, las de su hermano. La última vez que Matt se había medido fue a los 10  años, y ya entonces era más alto que él a sus 11. T.K calculó que a sus 14, Matt había sido mucho más alto que él en ese momento. Eso le hizo pensar que, muy posiblemente, cuando tuviera 16, no tendría la altura de Matt, que era una altura común para un chico de su edad.

Volvió a suspirar, esos cálculos no le daban muchas esperanzas.

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Adentro de la habitación del blondo menor, Tai buscaba la película que T.K le había encomendado. Más que buscar, el moreno observaba todo con lo que a él le parecía una sana curiosidad.

En el pequeño escritorio del cuarto había un cuaderno abierto con algunos garabatos en su última hoja; se notaba que habían sido hechos por mero aburrimiento, y no con fines artísticos. Al lado, había un libro. Su tapa roja le hizo recordar vagamente haberlo visto en la cabaña durante el verano, en las manos de T.K antes de que se dirigieran la palabra. Lo tomó y le dio un vistazo rápido. No reconoció ni al título ni al autor. Evidentemente no era de los libros que habían sido transformados en películas recientemente. Lo dejó donde estaba.

En una esquina del pequeño y semi-ordenado escritorio, pudo ver unas cuantas cajas que parecían ser de películas. Las tomó, eran algunos DVD´s. Ojeó una por una. Todas eran o de ciencia ficción, terror o acción. A pesar de que había algunas que si había visto y otras que no, tuvo la seguridad que todas eran películas que él sí tendría en su colección.

Ninguna romántica o de drama amoroso, tal como había imaginado. Las dejó donde estaban. Ninguna era la que buscaba.

Sobre la mesita de luz al lado de la cama un objeto le llamó la atención. La curiosidad pudo más y se acercó a tomar el portarretratos. Vio detenidamente la foto. Era T.K junto a otro muchacho, de piel moreno y ojos cafés. Tai intentó hacer memoria, el blondo ya le había dicho el nombre de su mejor amigo en algunas ocasiones. “Davis” recordó el moreno con algo de esfuerzo. Los dos muchachos se veían mucho más jóvenes en la fotografía, calculó que tendrían 10 u 11 años. Se veían felices.

Tai suspiró. Se preguntó mentalmente cuanto tiempo tendría que transcurrir para que T.K pudiese tener una foto de ellos dos en su mesita de luz, o tener él una foto de los dos en su casa.

Cuando dejó el portarretratos de donde lo sacó, una figura en la puerta del cuarto que lo observaba lo sorprendió. Un grito mudo estalló en su pecho, que casi lo hizo trastabillar sobre la cama.

-Matt…-dijo respirando pesadamente, recomponiéndose de la sorpresa-…estaba buscando una película.

El rubio ni se inmutó ni hizo el intento de contestarle algo. Solo se quedó allí, apoyado en el marco de la puerta observándolo con los brazos cruzados. Sus heridas del otro día ya casi habían sanado por completo. Mientras recuperaba el aliento, Tai notó algo raro en el rubio, en su mirada. No era una mirada amenazante o de odio, sino curiosa, pensativa. Como si le mirase y pensase al mismo tiempo.

"¿Y a este que le pasa?" pensó mientras el aire volvía a sus pulmones.

Sin nada más que decirle a aquel ojiazul, y sabiendo que si le decía algo este muy probablemente no le contestaría, el castaño decidió no darle importancia. Continuó buscando su película en los cajones del pequeño escritorio. Pero ignorarle fue más difícil de lo que pensó. Podía sentir esa mirada azul en la nuca, incomodándole. Era como si cada movimiento fuese vigilado, entorpeciéndolos sin verdadera razón ni verdadero motivo. Giró su cabeza sobre su hombro y lo vio de nuevo. Aquel sujeto le seguía observando de la misma forma, inalterable, como si no se percatara de la incomodidad que le generaba que estuviera allí sin hacer nada más que vigilarlo.

-En vez de estar allí parado sin hacer nada…- dijo volteándose para volver a su búsqueda-…podrías ayudarme a buscar la película entre las cosas de tu hermano.

Lo dijo con la estéril esperanza de así ahuyentarlo, pero se sorprendió al escuchar tras de sí pasos. Matt había entrado a la habitación.

-T.K a veces es muy desordenado con sus cosas ¿Qué película buscas?

Tai, que lo último que esperaba era recibir ayuda de aquel tipo, se quedó mudo por un instante sin poder creerlo.

-Esa en la que unos tipos entran en los sueños y luego crean un sueño dentro de otro sueño…o algo así.

Matt blanqueó los ojos ante esa desgracia de resumen, sin embargo logró reconocer de qué película se trataba. Abrió el armario de su hermano y buscó en los cajones; no sería raro encontrarla allí.

Tai, aun sin caer que el rubio le estaba ayudando, decidió concentrarse en la búsqueda. Abrió otra gaveta del pequeño escritorio. Allí había algunos lápices y lapiceras, unos cuadernos viejos, unos auriculares rotos, un cubo de rubik todo desordenado, dos caramelos sabor limón. Sabiendo que a T.K no le importaría, comió uno.

-Oye…- le dijo Matt mientras cerraba las puertas del armario, al parecer la película no estaba allí tampoco-…estuve buscando en internet ese fondo de pantalla que tienes en el celular…y no lo pude encontrar.

El ojiazul hizo una pausa, como si le costara seguir hablando.

-¿Acaso tú podrías…podrías…

Curioso, Tai giró sobre sí y se apoyó sobre el escritorio.

-Me preguntaba si podrías…

El moreno rió al ver como al blondo se le trababan las palabras en la boca. No necesitó escuchar nada más para saber que quería su “cuñado”.

-¿Quieres que te pase el fondo de pantalla que te mostré?- preguntó ya sabiendo la respuesta, esbozando una sonrisa picara.

El rubio se apoyó sobre el armario y cruzó los brazos. Le esquivaba la mirada. 

Tai sintió que su sonrisa se ampliaba involuntariamente.

-Sabía que no tardarías en pedirlo, si uno es fan de esta banda inevitablemente desea tener este fondo de pantalla en su celular- dijo con intencional altanería, cruzando los brazos- ¿Pero sabes? Es bastante difícil de conseguir, no se lo descarga así nomas de internet, muy pocas personas tenemos esta image…

-¿Me la vas a pasar o no?- le interrumpió el rubio con fastidio, en un tono de voz mucho más familiar en él.  

El moreno, a pesar de haber sido interrumpido, le hizo gracia el enojo del blondo. Sacó su celular del bolsillo y se lo aventó al ojiazul suavemente con un movimiento ascendente de su mano. Este, sorprendido, apenas tuvo tiempo y reflejos para atraparlo.

-Ve a la galería de imágenes, allí está- dijo con toda la tranquilidad del mundo- prende el bluetooth y pásatelo.

Matt le quedó mirando incrédulo, al parecer sin poder asimilar que le confiara así su celular para hacer él mismo el traspaso. La seguridad inundaba cada molécula del moreno. Con la aplicación que le había instalado Izzy, no tenía de que preocuparse. Confiado, se dio media vuelta para continuar buscando la película en la última gaveta del escritorio que le quedaba por verificar. Sin embargo, mientras husmeaba en el pequeño cajón donde solo parecía haber envoltorios vacios de las bolitas de chocolate que tanto le gustaban a T.K, la boca se le amargó con inseguridad.

“En la galería de imágenes está el fondo de pantalla, pero también las imágenes que recibo de otros celulares…ósea, allí están las fotos que me pasó T.K de nuestra primera cita” razonó mentalmente“¿Bloqueé con contraseña la galería de imágenes?”

La exclamación de sorpresa (tan grande que apenas pudo pasar por la garganta del rubio) que escuchó detrás de sí, rebotó por toda la habitación hasta llegar a sus oídos una y otra vez.

“Evidentemente no” se respondió a su propia pregunta.

De forma milimétrica, como si un movimiento brusco provocara un ataque de una fiera que lo asechaba, se dio media vuelta. Matt veía el celular con los ojos desbordados de conmoción, con la boca entreabierta. Tai tragó grueso. Sintió el impulso desesperado de salir de allí, la habitación en un segundo se le hizo demasiado chica y peligrosa. Olvidándose completamente de buscar la película de los tipos que entraban en un sueño, o que hacían un sueño dentro de otro sueño, o como fuese, caminó hacia la puerta, siempre mirando a Matt. Sintió que era demasiado peligroso darle la espalda. Sus pies casi no se separaban del suelo para no hacer ruido y alertar al blondo, que no reaccionaba. Cuando estuvo a solo un metro de la puerta, el rubio despertó de su letargo. Clavó sus ojos en él.

Tai nunca olvidaría esa mirada. No vio enojo en aquellos ojos azules, sino ira, cólera. Era la mirada de alguien que veía a su peor enemigo de toda la vida luego de años y años de buscar venganza. Matt se posicionó como si fuese un león a punto de atacar. En ese movimiento, Tai pudo ver fugazmente la pantalla de su celular en la mano del rubio. Este mostraba la foto donde  él y T.K se besaban en el baño de la heladería. Precisamente, la foto en la que él le besaba el cuello al menor, mientras este veía completamente rojo su reflejo en el espejo. La foto que más le gustaba.

Sabiendo que el ataque era inminente y que nada que lo que dijese serviría, Tai giró sobre sí y salió de la habitación lo más rápido que pudo, trastabillando.

-¡Te mataré, hijo de puta!- bramó Matt desgargantándose mientras comenzaba a correr tras de él.

Notas finales:

Sí, Matt ya se dio cuenta, hay que ver que sucede. Espero que los haya entretenido. No sé si podré actualizar la semana que viene, ya que me iré como a una especie de "retiro" a las montaña para tratar de huir del calor y de la humedad. Mi provincia es la segunda o tercera más calurosa de la Argentina, pero afortunadamente están las montañas cerca donde la temperatura es más humanamente soportable. Como estaré solo la mayor parte del tiempo, llevaré libros, peliculas y la netbook para poder escribir en paz y poder traer el ultimo cap de enero. Ya sé que a nadie le importa, pero tenía ganas de escribir jaja. Bueno, hasta la proxima!!


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