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Ni tan Bella, ni tan Bestia. por xGoldenDreamsx

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Notas del capitulo:

¡Hola otra vez! A los que sigan el fic lean la notita final, por favor. ;;

Saludos especiales a Mii-kun (Me gustó mucho tu comentario, literal, iba saltando mientras caminaba por la calle como estúpida ahre. No pude responder antes por lo que sale en la otra nota(?). A Luckypanda (¡re precioso! Espero nos sigamos viendo;; jaja), y como siempre, a Danuva. (Me encantan sus fics, los recomiendo. Además, es muy buena onda;;)

Gracias.

*Aviso que esta parte tendrá perspectivas desde varios personajes, pues es el capítulo en que todos como que se "conectan". No es spoiler, pero por si acaso.

Los demás capítulos seguirán siendo con la perspectiva de uno (o quizás dos).

Gracias por su atención, disfruten de su lectura. :)

Fecha: Lunes, 7:30 P.M.

Kenma.

Después de mantener conversaciones cordiales y neutrales con los invitados,  se despidió y partieron nuevamente a su hogar. Estaba algo preocupado, pues tenía un mal presentimiento desde que había hablado con el Rey por la partida de su “esposo” al Gran Bosque. Pensó que seguramente era el cansancio, por lógica es imposible que sepa que algo malo va a pasar solo por sentimiento, a menos que haya visto indicios… cosa que no ocurrió.

Eso pensaba, hasta que llegó a su cuarto.

No había terminado de soltarse el cabello completamente mientras se miraba en el espejo, cuando sintió una mano en su hombro y vio el reflejo de una persona atrás de él. ¿Cuándo había aparecido?

Se congeló, mientras soltaba un jadeo de sorpresa.

— ¿Quién…?

—Soy Lady Saeko, mi princesa. —Escuchó su voz, la cual era firme y apenas un murmullo secreto—. Aunque no estoy segura de sí debería llamarte princesa.

Kenma no contestó, esperando a que siguiera hablando. Era una persona cautelosa. Ella sonrió un poco, con un deje de tristeza, pues le hubiera gustado hacer algo por él antes. No sabía que las cosas irían tan rápido, o que se salieran de sus manos.

—Me temo no poder contarle todo lo que sé en este momento. Pero, si estoy aquí, nadie más debe saber. Confíe en mí, le suplico.

Kenma la observó por el espejo. Miles de pensamientos le pasaban por la cabeza, pues toda su racionalidad le decía que esa persona estaba cometiendo una falta grave. Podría estar loca, incluso. Se dio cuenta que no llevaba un vestido de dama, como solían hacer las nobles de su clase, sino que contaba con una capucha enorme de color violeta oscuro, debajo de ésta usaba una camisa de color piel y pantalones cafés.

Los ojos de ella eran salvajes e impertinentes, definitivamente una persona que tenía fuego en su interior. Observó que no se había tomado la molestia de quitar trozos de hoja de su cabello. Rodó los ojos hasta su ventana, abierta de par en par, con las cortinas aplastadas. Sacó una sola conclusión: No sabe cómo, pero ella entró por su ventana.

Quizás alguien la había visto.

Saeko no se inmutó, pues sabía que él la analizaría primero. Seguía igual de seria e inmóvil.

—La…escucharé si requiere de tanta urgencia. —Susurró el chico a medio peinar—. Pero deberá demostrar la veracidad de sus palabras.

—Como notó, entré aquí por su ventana, pues nadie debe saber que aquí estuve. —Ella sonrió al notar lo precavido del chico—. Mi Bella, yo sé que usted es un hombre. Sé muchas cosas, muchas historias. Y la que vengo a relatar hoy lo involucra. Pues usted y el príncipe están en grave peligro.

Kenma parpadeó, sorprendido, sintiendo un nudo en su garganta que se apretaba cada vez más al escuchar aquella declaración. Temor fue lo que centelló en sus ojos, sin embargo, los de ella lo tranquilizaron.

— ¿Por qué… dice eso? ¿C…Cómo se enteró que yo…?

—Ya habrá tiempo de preguntas, Kenma. —Saeko se alejó del espejo y, sin nada de cordialidad, comenzó a amontonar diferentes cosas en su cama. Su expresión afligida adquirió un brillo fugaz y aterrador. Parecía menos tranquila que la vez anterior en que la vio—. El Rey está muerto. Apenas la familia Kozume se fue, cayó envenenado. ¡Ah, qué angustia! ¡No sabía que esto pasaría tan rápido!

¿El Rey… muerto?

Era absurdo. Hace apenas unas horas que había estado en su castillo celebrando la próxima boda. Además, ¿por qué aquello lo ponía en peligro? Sinceramente no le importaba en lo más mínimo el rey, y aunque así fuera, ella no puede probar que sus palabras sean ciertas. No tiene por qué creer ese cuento.

“Sí, si tienes”. —Pensó para sí mismo—. “Ella sabe tu secreto”.

Piensa claro, Kenma, piensa claro.

—Si es cierto, es una desgracia… —o quizás no—. Pero, aun no entiendo lo que pasa, Lady Saeko.

—Escuche. ¡Alguien lo inculpó a usted! Todos piensan que usted envenenó al Rey. Vienen aquí a encarcelarle. Y si lo encarcelan, la persona que de verdad envenenó al Rey irá tras de usted y de Kageyama. Es obvio lo que aquí está pasando: Un complot por el poder. ¡Pero no sé de quién!

Ella parecía verdaderamente preocupada. Pues para ser una experta relatando y resolviendo misterios e historias, algo que no pueda resolver le afligía mucho. Kenma era bueno descubriendo cuando alguien mentía, era un observador experto que podía calificar a alguien con un solo gesto. Y el rostro de ella, tan angustiado y peligroso, era sincero. Sin embargo, había mucho que ocultaba aún.

—No puede ser…

Cayó sentado en su cama, impactado. Enseguida el felino que había adoptado en secreto días antes se acostó entre sus piernas, acariciándole con compasión. Él no estaba preparado para cosas así, él había sido educado y moldeado para obedecer, para que su vida consistiera en una sola línea recta. No estaba bien que sintiera esas emociones; y tampoco sabía cómo reaccionar ante ello.

—Estás en desventaja, pero no te angusties aún. Por algo aparecí aquí.

La rubia había terminado de acumular cosas en la cama y las había envuelto en un pañuelo gigante, atándolas con un nudo firme. Lo dejó junto a él y llevó una mano hacia la cabeza del menor, acariciándolo. Era la primera vez que Saeko lograba ver una expresión natural en su rostro; y era de miedo.

—Tienes que huir cuanto antes al Gran Bosque. Encuentra a tu futuro esposo, y ocúltense ahí. Yo intentaré resolver las cosas aquí.

De repente, alguien tocó la puerta de la habitación y habló tras de ella.

Señorita Kozume. ¿Se encuentra bien? Oí unos murmullos… —Parecía ser una empleada, Brenda—. Por cierto, la guardia real de la familia Kageyama acaba de llegar a nuestras puertas, al parecer tienen noticias… por lo que oí, una tragedia. Baje rápido, por favor.

Los iris de Kenma se conectaron con los de Saeko fugazmente, ambos estaban congelados, aquí era el momento decisivo de su vida. Podía informarle a su empleada la situación en su cuarto, o podía creerle a Saeko.

Jamás su garganta había estado tan seca al hablar.

—…Está todo bien. Bajaré en un segundo.

Está bien, me retiro.

—Brenda.

¿S…Sí?

— ¿La noticia tiene que ver con el Rey?

¿Eh? ¿C-Cómo se enteró tan rápido, Señorita Kozume? —Sonaba impresionada—. Su muerte es un secreto hasta ahora, me temo que no deberíamos hablar de esto tan descuidadamente… Ay, ¡mi bocota! No debería habérselo dicho.

—Está bien, no se lo diré a nadie. —Las manos de Kenma temblaban—. Infórmale a mi madre que bajaré en seguida.

Escuchó los pasos de la sirvienta alejándose, y cuando ya no se escucharon más, Saeko dejó salir el aire que había estado conteniendo.

Kenma se tomó un momento para apreciar la habitación una vez más: el tapizado que tanto le disgustaba por el solo hecho de elegirlo su madre, su escritorio lleno del maquillaje que había tenido que llevar por años para ocultarse, el gran espejo que se erguía solemnemente en la esquina, su armario lleno de costosos vestidos que le obligaban a usar. Y por último, el estante lleno de sus amados libros, que le habían salvado en aquellos momentos de tormento. Le dolería desaparecer y que cayeran en manos de cualquiera o que su madre los tirara.

Observó la habitación en un segundo. Pues, algo en su interior le decía que sería la última vez en que la vería. Escuchó el maullido del gato escurridizo entre sus brazos, como una advertencia.

Y luego los serios ojos de Saeko clavados en él, algo hipnóticos, como si de una hechicera de sus cuentos de hadas se tratara.

¿Qué hay de las leyendas del Gran Bosque? –Habló, por fin, neutralmente.

Son completamente reales. –Respondió ella-. Sin embargo, no es lo que debería preocuparte.

Está bien. Huiré. Pero tendrá que enseñarme a bajar por mi ventana sin romperme ambas piernas. 

Saeko sonrió.

.  .  .

Kageyama.

No podía quitarse esa sensación de que algo malo pasaría. Ni cuando vio a sus hombres seguirle a él con plena confianza y lealtad hacia “El Bosque De Los Cantos”. No importaba cuanto se concentrara en la misión, o si podía conservar la compostura como un buen líder, sus pensamientos siempre se iban en otra dirección. Había estado tan exhausto como para no poder dormir bien en días, siempre estaba alerta en busca de cualquier respuesta, cualquier acción enemiga. Se había puesto a sí mismo en una investigación privada de los antecedentes de su familia y cada uno de sus socios. Todo producto de una conversación que había escuchado a escondidas.

Una conversación que había escuchado en la Sala Clausurada. Era un lugar en el que se reunían los nobles con más poder, en el que solo unos pocos estaban clasificados para ir. Allí solían hacer planes de guerra (en los tiempos desgraciados), propuestas de cambios políticos, discusiones a futuro, debates económicos, organización del país y también sus documentos secretos más valiosos. Ni si quiera él mismo podía estar allí sin el permiso del Rey.

Recordó.

“…Busca entre los papeles del reinado del Rey Frederick, son imprescindibles como información”

“No están… los escondieron. Pero no se preocupe, no los necesitamos aún… sí, el armamento bélico será suficiente para destronar al Rey. Con la ayuda de El último Recurso lo lograremos… solo tenemos que conseguirlo…”

“¡Ese maldito viejo Gran Bosque! Siempre siendo vigilado… ¿Cuántos hombres me ha arrebatado? …Pero ya descubrimos su truco. Quizás no hoy, pero pronto, esos terrenos cederán a mí. Mis hombres están preparados para cualquier Bestia”.

“No nos dejemos llevar, amigo. Todo pasará a su tiempo. Tú, consigue el Último Recurso de ese bosque para mí, y yo me encargaré de tus deseos… sí…La boda es esencial”.

Kageyama fruncía más el ceño al recordar sus voces mugrientas. Apartó unas ramas de su camino, mientras observaba alrededor con cautela, en busca de cualquier animal salvaje. Cuando escuchó esa conversación rápidamente sacó conclusiones y se internó en la habitación, pero no encontró a nadie. Sus hombres también buscaron en los alrededores, pero a esas horas no encontraron a nadie rondando el castillo. Tampoco había huellas o signos.

Al recitarle lo ocurrido a su padre, ambos habían llegado a una conclusión: Había un traidor entre su asamblea.

Aun así, su padre le exigió olvidar el asunto, puesto que “no quería poner en peligro a su hijo”. Según él, cualquier cosa que estuviera ocurriendo la descubriría con sus conserjes, así que lo mejor que podía hacer era encargarse del problema actual de la matanza de ganado. En resumen, que quitara sus narices del tema.

Allí lo confirmó: Su padre también le ocultaba cosas.

Y ahora, simplemente se encontraba guiando una expedición de cazadores al Gran Bosque. Su objetivo superficial era encontrar a los lobos, y asesinarlos. Pero su principal objetivo era aprovechar la instancia para investigar el bosque mismo. Descubrir, por fin, los secretos que ahí aguardan. Secretos tan viles como para que su reino corra peligro.

—Eh, por aquí, miren, hay huellas en la nieve. —Un cazador se encontraba agachado, palpando debajo de la nieve con los dedos y apuntándola—. Parecen de un animal grande.

Tobio miró el lugar, severo.

—El animal está solo. —Observó, y señaló alrededor con firmeza—. Las huellas no nos indican que esté en manada.

—Quizás se separó del grupo.

—O quizás es el animal incorrecto. Parecen más las huellas de un oso, por la forma de sus dedos. —El chico de antes, de cabello negro y rasgos exóticos, estaba apoyado contra un árbol. Sino recordaba mal, de nombre Kuroo. El que le apuntó a la cabeza—. Aún estamos en los límites del bosque. Esto no es profundo, para nada. Si queremos encontrar algo, será mejor que caminemos más.

Y como un humano perfectamente adaptado al bosque, se deslizó entre los árboles, avanzando ágilmente, como si de un paseo cualquiera se tratara. Los demás miraron con duda sobre qué hacer al príncipe, pues él era el que daba las órdenes.

—Sigámoslo.

Recorrió esos senderos desnivelados y desolados con desconfianza, siempre alerta, pues sentía que alguien los observaba. Quizás era su imaginación, de no ser por ese pequeño detalle que no había dicho en voz alta para no causar confusión.

Había visto huellas humanas.

Y sangre.

.  .  .

Kuroo.

Todo salía de acuerdo al plan, aquellos ingenuos humanos seguían la ruta que les preparó sin dudarlo. Sin embargo, hasta ahora, ninguno parecía tener interés en las leyendas del bosque. De reojo observaba algunas criaturas asomarse con cuidado de no ser descubiertas, con curiosidad, para luego ocultarse con miedo a los humanos.

Se percató, también, de huellas humanas manchadas con algo de sangre, que definitivamente no eran las que él había dejado. Además, le pareció curioso como el príncipe ocultó ese hecho.

Había un chico con un gorro enorme que se había puesto a trepar un árbol, un par de chicos con escopetas que hacían turnos para rodear los lados en busca de indicios. Los exploradores eran los más escurridizos, pues aparecían y desaparecían del grupo como fantasmas. Los soldados, inexpertos en la nieve, miraban a todos los lados y se mantenían cuidado de la seguridad del príncipe. Sin embargo, sabía la posición de cada uno de ellos.

—Ya cruzamos los límites del bosque, compañeros. —Kuroo habló, en medio de ese angustiante silencio—. ¿No le tienen miedo a la Bestia?

Un par de exploradores se rieron.

— ¿En qué piensas, hombre? ¡No existe! De hecho, este bosque me parece más normal de lo que pintaban… no es tan peligroso como creí.

El soldado que iba delante de los demás, de casco blanco, asintió.

—Las historias no son más que historias, aquí, no hay nada del otro mundo.

—No te confíes, Joseph, nunca te confíes del bosque. —Dijo un soldado de atrás.

—Apoyo eso… gente ha muerto aquí.

— ¡Serán estúpidos, entonces!

Y así, la conversación se acaloró un poco mientras el frío aumentaba. La nieve era más difícil de atravesar a cada paso que daban, y los árboles parecían quitar el aliento. Tobio pensó, por un momento, que el viento era como una canción dolorosa.

—Entonces, caballeros, les diré algo: La Bestia sí existe. —Kuroo los miró de reojo, sonriendo de lado, mientras se detenía en seco adelante de un árbol. Esos humanos le irritaban, dejando sus marcas en su territorio y tratándolo como si fuera cualquier cosa—. Camina por estos lares, defendiendo su territorio de las garras de los humanos. ¿Y saben lo que le sucede a cualquiera que pise este lugar…? —Se volteó, mirándolos como presas insignificantes—. Muere.

—¿De qué vas…? —Su comentario fue interrumpido.

—Aunque exista, estamos más que preparados para derrotarla. —Habló, con una seriedad severa, Kageyama. De pronto, para el sombro de todos, apuntó su arma contra el azabache—. Tú pareces saber mucho de ella.

Sucesivamente, los hombres también le apuntaron, siguiendo el ejemplo del líder. Aunque sinceramente no sabían que pasaba.

—Yo sé mucho de ella. Sé que sus ojos son amarillos… —Su iris brilló con ferocidad, demostrando aquel color en sus ojos—. Su piel es negra, más dura que el acero mismo… —Una de sus mejillas empezó a cubrirse de aquel color, con rayas dispersas en su cuerpo, hasta atrapar la mitad de su rostro—. Sé mucho de ella, porque yo soy la Bestia.

—… ¡D-Dios mío!

Se oyeron varios gritos de exclamación.

Kuroo sonrió con cansancio, demostrando lo viejo que era, lo simple y cotidiano que era ese trabajo para él. Jamás acabaría, los humanos jamás dejarían de causarle problemas. Su bosque sería contaminado una y otra vez, porque así son ellos, no pueden dejar algo sin conquistar. Lo quieren todo.

Kageyama dudó por un segundo, pues eso lo había tomado totalmente desprevenido. Pero se calmó, él era un chico que pensaba antes de actuar e intentaba solucionar cualquier complejidad. Tomó su arma con firmeza, tenía a 33 hombres en total contándose a él mismo. Su enemigo era una bestia racional, así que para derrotarla tenía que pensar una estrategia.

—Todos. Cálmense. —Demandó—. Vamos a matarlo y acabar con esto aho….

Fue interrumpido por disparos, disparos que llegaron directo a Kuroo.

Pero no fueron disparos de sus hombres.

Kuroo sintió el impacto en el costado de su hombro, y luego otro más, cerca del estómago. La sangre no tardó en brotar y gruñó en respuesta, colocándose en guardia listo para mostrar cómo era realmente. Sin embargo, vio hombres salir de entre los árboles, hombres que no había visto antes y que no iban con él.

Todos vestían un uniforme blanco flexible, de los mejores de la época, y enseguida los distinguió: Guerreros de la Élite.

No iban solo a por él, también les dispararon a los hombres del príncipe, y en poco tiempo se creó una guerra entre ambos bandos de la nada. En medio de la confusión nadie sabía qué hacer, sólo disparaba a los que le apuntaban. El azabache jadeó, pues su visión había comenzado a nublarse. Se supone que los disparos no le afectaban a su cuerpo, pues era altamente resistente a cualquier tipo de daño. Entonces, ¿por qué se sentía tan mareado y nauseabundo, y no podía convertirse completamente?

Se refugió detrás de un monte de rocas, apoyando su espalda contra éstas. Se tanteó las heridas con los dedos temblorosos, y lo descubrió: la bala estaba cubierta de Jugo de Reim. Era un árbol extraño que sólo crecía en su bosque, su sabia era letal para los humanos pero a él sólo le daban increíbles mareos hasta no poder caminar, y luego caer inconsciente (lo aprendió de la peor manera). También lo llamaba “El Árbol del Veneno”.

¡¿Cómo era que esos insignificantes humanos lo habían conseguido?!

Se levantó, tembloroso, mientras fue encarado por un Guerrero de la Élite que lo golpeó por la nuca. Kuroo le agarró la mano con rapidez y con una fuerza sobrehumana elevó su cuerpo, haciéndolo estrellar contra el suelo de roca. Escuchó sus huesos chocar contra la dura superficie, pero seguía respirando.

¿Cómo habían entrado ellos a su bosque? En su zona no había ninguna señal de intrusos, Hinata tampoco le había comentado nada al respecto, y los demás guardianes tampoco le habían dicho nada. Lo único que podía pensar era que uno le hubiera ocultado esto.

¡Ah, estaba tan furioso!

Se metió en la batalla, tambaleándose, pues caería inconsciente en cualquier momento. Y comenzó a intentar disparar contra los malditos de la Élite. Notó a varios de sus antiguos “compañeros” muertos, y al príncipe luchando con destreza unos metros más allá.

Parpadeó, empezaba a ver las cosas con un extraño brillo blanco. Pero una mancha naranja se había cruzado en su visión. Entonces, escuchó una voz elevarse en medio del campo de batalla.

¡Kuroo, vete! —Gritó, el pequeño cuervo—. ¡Es más peligroso de lo que crees, no puedes ganar! ¡Vete!

Hinata.

Hubiera salido corriendo por su amigo sin pensar en nada cayendo estrepitosamente inconsciente en medio de ellos, sino hubiera sido por el grito de Kageyama, el cual estaban golpeando contra el suelo. Sus hombres habían perdido completamente.

— ¡Ve… por… ayuda! —Gritó, el príncipe.

Usando las últimas fuerzas que le quedaban, su cuerpo se transformó en una bestia pequeña, del tamaño de un lobo. Y entonces, corrió por el bosque.

Lejos, lejos, hasta que sus patas sangraron y se congelaron.

Lejos, siempre lejos.

.  .  .

Con un último grito de dolor, el monstruo cayó, derrotado, en medio de la espesura de la noche. Su cuerpo, demacrado, conservaría cicatrices de por vida, por dentro y por fuera. Una dulce mano acarició su espalda, unos curiosos ojos lo atraparon, y una manta roja lo cubrió. Había sido encontrado por la bella.

Notas finales:

Me demoré mucho en subir el fic, pero tengo excusa, sí, sí.

Al principio me había tomado los días por ser Navidad y la cosa, y escribiría por Año nuevo, pero a mi familia se le ocurrió viajar. Ellos dijeron que serían "pocos días", entonces solo me traje un par de libros (El Señor De Los Anillos <3) y mi celular. Mi error fue dejar mi laptop.

ESE VIAJE "CORTO" SE CONVIRTIÓ EN ALGO MÁS DE DOS SEMANAS. NO VIVO. NO VIVO.

Y el Internet aquí apesta.

Tuve que robarle la computadora a mi tía, y esto prácticamente lo escribí acelerada, espero que mi estilo narrativo no se vea afectado o sea muy incómodo. Lo lamento mucho. ;;

El siguiente capítulo ya lo tengo pensado, lo escribiré y luego veré cómo mierda consigo Internet. ¡Aaaay! Que rabia, yo quería desearles feliz navidad y año nuevo;; kldjfd. -C mata-


Bueno, gracias por leer mis problemas.

¿Algún comentario?


Gracias a los que comentaron anteriormente, les recompensaré de alguna forma. En especial las críticas, se me hacen muy lindas para seguir en esto.

 


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