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Ni tan Bella, ni tan Bestia. por xGoldenDreamsx

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Martes, 1:00 AM.

 

El manto de la noche lo cubrió todo.

 

Desprovisto de su hogar, de sus pertenencias y de su futuro, el joven de ojos gatunos corrió y corrió, hasta que sus rodillas ardieron y sus pulmones se ahogaron del cansancio. Su cabellera, alguna vez larga y lacia, ya no existía por cortesía de Lady Saeko, quien había decidido cortarle el cabello antes de emprender el viaje de huida. Además, le había empacado pantalones y un abrigo que se había puesto, y sobre este una capucha roja. La sensación era extraña, pues jamás había utilizado ropa tan rupestre en su vida, pero todo era mejor que los pomposos y tediosos vestidos rojos que su madre le obsequiaba.

 

Al inicio Kenma no había sopesado el peligro. Cuando bajó su torre por las enredaderas seguía creyendo que la situación se podía remediar, que una buena explicación bastaría para mitigar su culpabilidad y tranquilizar las aguas del reino. Y estuvo a punto de dar la vuelta en busca de los guardias cuando un grito le erizó la piel. Se ocultó entre las murallas, conteniendo el aliento.

 

—Por favor, señor, no me hagan daño. Les juro que estaba en su alcoba cuando le hablé, junto a Lady Saeko. —Era la voz temblorosa de Brenda, su sirvienta.

 

—Está mintiendo, Capitán. Buscamos en la habitación y no había rastro de ninguna de las dos. Seguramente fueron alertadas por ella, ya que fue la última en contactarlas. —Habló un soldado.

 

—No, señor, le juro, yo no fui. Le imploro misericordia. —La sirvienta se tiró de rodillas al suelo, uniendo sus manos en un ruego desesperado. Sus manos temblaban—. Si su corazón bondadoso se lo permite, perdónele la vida a esta sirvienta.

 

En un hábil y rápido movimiento la espada cortó el cuello de la mujer, provocándole la muerte inmediata. El Capitán ni si quiera se lo pensó dos veces para proceder, pues era un hombre de oscura moral sin dudas a la hora de cumplir su trabajo, por eso le gustaba tanto al palacio real. Entonces, el hombre habló:

 

—Este territorio pertenece oficialmente a la familia real, por órdenes de su Alteza, la Reina, quien acaba de sufrir la muerte de su esposo y la desaparición de su único hijo. En estos momentos, esta familia es acusada de alta traición y la pena establecida, según Las Partidas, es la pena capital sin dolo en honor a su nobleza mancillada. —Informó—. Todo hombre, mujer, niño y animal de este recinto pasa a ser propiedad del Castillo Real, y aquellos que sepan del paradero de los involucrados y lo oculte será acusado de alta traición también.

 

Eso fue suficiente información para Kenma, quien logró escapar del lugar gracias a sus salidas escondidas al jardín que limitaba con El Gran Bosque. No estaba seguro de si lo habían visto, y tampoco era consciente del paradero de sus padres, pero ahora mismo no tenía un lugar seguro donde estar y su único camino libre era tomar un atajo por el bosque hasta la ciudad más cercana.

Y así fue cómo acabó en lo profundo del Bosque, con las rodillas ligeramente rotas, manchado de barro y totalmente cansado, pues su condición física era un desastre.

 

Decide descansar un rato, sentándose en una piedra. Las lágrimas brotaron sin que se diera cuenta, y tan solo los árboles fueron testigos del desgarrador sonido de su voz. El viento sopló en su dirección y las ramas de los troncos se movieron sobre su cabeza, casi como si el bosque quisiera consolar al desafortunado chico.

 

Se escucha un murmullo, seguido de otro más parecido a un ronroneo, y cuando Kenma levanta la vista ve al sucio gato callejero que su mamá tanto detestaba frotarse contra su pierna. Eso le hizo sonreír.

 

—Parece que tú también estás solo, amigo. —Se limpia las mejillas y ojos, sorbiendo su nariz. El desahogo le había servido—. Ya no más. Tenemos un largo camino.

 

. . .

 

Y la Bella caminó por la hierba,

acarició cerezos y abrazó hojas con su cuerpo,

recorriendo el grande y frondoso bosque oculto.

 

Y vio pajarillos nunca antes vistos,

colores nuevos y criaturas extrañas.

 

Y vio árboles del tamaño de una mansión,

y criaturas danzantes sobre luces flotantes,

pero lo que más le llamó la atención fue una cascada,

donde se hallaba el cuerpo inerte de un monstruo.

 

. . .

 

Kenma se quita los zapatos y rápidamente corre a la orilla del lago, sumergiendo su cuerpo en la húmeda frialdad. Con sus pequeños brazos toma el cuerpo del hombre, llevándolo con sobreesfuerzo a la orilla. Una vez allí, lo cubre con la capucha roja y se da cuenta de quién es: Kuroo, el cazador. Estaba malherido, pálido, y su cuerpo inconsciente se estaba congelando. Si seguía en ese estado tendría hipotermia.

 

El muchacho no sabe qué hacer, pues una vida rodeada de lujos no lo preparaba para dominar los primeros auxilios —ya que alguien siempre estaría allí para salvarte—. Con suavidad, lo apoya contra la hierba, delante de un tronco más grande que un carruaje con el propósito de desviar el viento, y con su capa roja empieza a secar su cuerpo.

 

Tenía dos heridas de bala, una en el costado de su hombro y la otra cerca de su estómago.

Resquebrajó su antiguo vestido y creó vendas improvisadas para evitar el desangrado del cazador. Esperaba que funcionara.

 

Pero habían pasado horas y continuaba en ese estado. En cualquier momento moría, y Kenma no estaba en condiciones para soportarlo. No quería más guerra ni caos, solo deseaba desaparecer.

 

—Por favor, por favor, por favor, dioses. —El menor juntó sus manos, en un ruego desesperado mientras rezaba y cerraba los ojos—. Que este hombre se salve. Entrego mi alma en prenda, pero que la muerte no lo arrastre a sus dominios.

 

Los árboles escucharon, y reaccionaron a sus ruegos.

De sus ramas brotaron los capullos de flores cerradas por el invierno, trayendo con ellas el reconfortante calor del sol otra vez. Eran flores llameantes, según vio Kenma, pues emitían un brillo amarillo y en su interior había un ardiente y reconfortante fuego. Rápidamente el lugar se llenó de mágico calor.

 

El Gran Bosque era sorprendente y mágico. “Pero no por eso menos peligroso”, concluyó.

 

La luz había servido para lograr visualizar entre las tinieblas de la noche. Así que, con cuidado, arranca flores de un espino blanco y las acurruca en una hoguera improvisada donde se acurruca el cansado gato callejero. Kenma lo acaricia entre sus orejas, mientras observa el rostro del azabache, tranquilo.

 

Y se durmió.

 

. . .

 

Martes, 10:00 AM.

 

Esa noche soñó con temores y penas del pasado. Traicionado, solitario y sin hogar solo le quedaba pensar en un futuro incierto, pues jamás podría volver al reino si seguían viendo a su familia como fugitiva. Y si Kageyama estaba desaparecido, entonces su última esperanza estaba muerta. Entonces, ¿cómo recupera el honor de su familia? Era un dolor de cabeza.

 

Y luego estaba este chico sin intención de despertar. Kenma se levantó, mirando al cielo y a las hojas con sus brillantes ojos amarillos.

 

—Bosque, sé que me ayudó cuando se lo solicité y no quiero abusar de su amabilidad, pero Kuroo sigue sin dar señales de vida. Parece envenenado, en mi opinión. Si hay alguna manera de ayudar a este hombre, ¿me la podría decir?

 

Parecía loco, sí, pero antes había funcionado. Esperó, esperó y esperó, pero nada sucedió. Entonces, escuchó unas risitas de mujer, pero no vio a nadie. Su cuerpo se tensó, alerta, consciente de que algo se estaba moviendo entre los árboles con una rapidez y transparencia poco natural.

 

—Te vi la noche anterior, joven. Vi cómo tus manos cuidaron del cuerpo de este desdichado hombre. —Por fin, aquella criatura le habla—. ¿Por qué quieres salvar a alguien como él?

 

Kenma ve a una hermosa mujer de cabellos oscuros y ojos de diamante asomarse por detrás de los árboles, su cuerpo era translúcido y parecía arrastrar un vestido de hojas. Su voz era tranquila, tal vez demasiado hipnótica y apaciguadora. La “leyenda de las Dríadas” era bastante famosa en las cantinas de su pueblo, donde varios hombres afirmaban haber perseguido a doncellas hermosas y solitarias que habitaban la naturaleza. Según dicen, cada dríada está unida a un elemento natural, como árboles o ríos, y no pueden alejarse de él.

 

—Porque… —¿Por qué quería hacerlo? ¿Por qué arriesgarse a confiar en un extraño solo porque podía saber del paradero del príncipe Kageyama? Hasta donde él entendía, podía ser un traidor—… desconozco el mundo, desconozco a las personas y no puedo hablar en su nombre. Pero quiero creer que cada ser humano debe tener la oportunidad de vivir. Las circunstancias no me importan, si hay esperanza de mitigar mi soledad.

 

—Qué atrevidas palabras para un ser efímero e ignorante como tú. —Le contesta, entre risitas, mientras salta de árbol en árbol ligeramente y con gracia, como el viento elevando unas hojas—. ¿Y si te dijera que ese hombre no es quien dice ser?

 

—No comprendo.

 

—Claro que no. Los humanos son tan ingenuos, piensan que el mundo está a sus pies. —Le sonríe—. Ustedes lo llaman Bestia. Han creado cientos de leyendas sobre él, ha devorado y asesinado más personas de las que te puedes imaginar, y hasta ahora ha vivido engañando a los humanos, infiltrándose en tu pueblo. Es uno de los Guardianes del Bosque, y si despierta te asesinará. —Le explica, agrandando su sonrisa—. Por eso el Bosque te ayudó y me presenté ante ti, pues la ironía del destino nos hizo apreciar a un simple humano ayudando a su enemigo. Todos queremos ver el desenlace. Así que, ¿qué eliges, pequeño?

 

Hace tanto que a la Bella no se referían como chico que eso lo descolocó. Habían tantas cosas sucediendo: el reino persiguiéndole, sus padres desaparecidos, la muerte del rey, la huida, el encuentro con la Bestia y su primera vez libre de vestidos, ataduras y ser quien no es. Esta vez tomaría sus decisiones, haría un cambio y jamás dejaría que volvieran a amarrarlo.

 

—Mentira o no, confío en que hay nobleza en su interior y cuando despierte recuerde que yo fui el único humano que lo salvó. No dejaré que nadie vuelva a morir por mi insuficiencia —Habla, recordando a Brenda y los sirvientes de su mansión. Su mirada era igual de inexpresiva e impasible, pero ahora había determinación, por fin: una pequeña chispa de vida naciendo del joven—. Elijo salvar al monstruo al que tanto temen.

 

—Eres más interesante de lo que imaginé. —Hace una inclinación con su cabeza, una pequeña reverencia—. Este hombre ha sido envenenado con Jugo de Rein, letal para los humanos y molesto para nosotros, eventualmente se le pasará. Sin embargo, ha perdido mucha sangre. Las hadas te ayudarán, pero no te dejes engañar, este Bosque buscará la forma de hacerte daño. No confíes. —Le explica, y ríe, escondiéndose entre los árboles—. El Bosque y yo te estaremos observando.

 

—Espere, señorita. —La siguió con la vista, ágil—. Le estoy eternamente agradecido. ¿Cómo puedo llamarla?

—Tu atrevimiento es grande. —Entrecierra los ojos—. Puedes llamarme Shimizu Kiyoko. Si dices mi nombre, tal vez aparezca. Hasta entonces, viajero.

 

. . .

 

De las aguas y lo silvestre brotan luces,

Es la pequeña gente que favores cumple,

Y con la risa de un hada el monstruo es consolado,

Tratando sus heridas, finalmente curado,

Pero, ¿qué le pasará a su amado?

 

 

Es maravilloso. Simplemente maravilloso. Kenma observa decenas de alas emplumadas aparecer de la tierra, los árboles y el lago, como si hubieran estado espiándolos desde el primer momento. Una se posa en su hombro, tintineando, y otra gira alrededor de él, instándolo a jugar. Lo jalan del dedo, llevándolo juguetonamente, y el menor no puede evitar sentir el fuerte y abrumador deseo de perderse para siempre en ese mundo mágico. Era hipnótico, abrasador, y su mente en blanco solo pensaba en seguirlas.

 

Porque las hadas eran criaturas buenas, ¿verdad?

 

Kuroo despierta después de unos minutos, principalmente porque alguien acaba de cachetear su rostro y lo zarandea para despertar. Gruñe, mientras estira sus huesos, despreocupado. ¿Le acaban de disparar y casi muere? Qué importa, fue una de sus mejores “siestas” y le gustaría descansar así de nuevo. Seh.

 

—¡Kuroo! ¡Estúpido, idiota, despierta de una vez, se llevaron a Kenma! —Exclama una persona. Bueno, no exactamente, pues tenía orejas y cola.

 

—Yaku, hey. No te veía hace tiempo. —Bosteza, tomándose su tiempo—. ¿Qué tal el mundo humano? Pensé que nunca más volverías a mi lindo bosque.

 

—Y no pensaba hacerlo, pero las circunstancias cambiaron, ahora, ayúdame.

 

—A ver, acabo de despertar de la muerte, alguien puede explicarme qué pasa. ¿Sí? Soy una persona confundida, hola, un gusto. —Dice, sarcásticamente, sonriendo ladino.

 

—Aaaahhg. —Yaku se jala el cabello—. Mi amigo, Kenma, se arriesgó por ti y salvó tu vida. Te estuvo cuidando día y noche, te cuidó del frío y permitió a las hadas acercarse lo suficiente como para arrastrarlo al bosque. Intenté detenerlo, pero está completamente hipnotizado. —Explica rápidamente—. Estuve viviendo en mi forma de gato un gran tiempo a su lado. Mientras los demás humanos me rechazaron él me tendió la mano. Ahora, devuélvele el favor y rescátalo.

 

—Estoy seguro de que Kenma es mujer, si es a la persona que creo que te refieres.

 

—Tú no sabes nada, Bestia inútil.

—Bueeeno, ¿y qué hace ese humano en el Bosque, de todas formas? Todos saben que si entran mueren.

 

—Ocurrió algo grande en el reino. —Yaku lo hizo callar antes de que dijera palabra alguna—. Ah, ah. No. Si quieres saber, pregúntale a él cuando lo rescates.

 

—No quierooo. No me importa, no es mi problema, estoy ocupado. —Dice, con aburrimiento. ¿Por qué tenía que involucrarse en asuntos de humanos? Él estaba allí para asesinarlos, y de hecho había sido emboscado por unos el día anterior: su prioridad era encontrarlos y acabar con ellos—. ¿Por qué debería preocuparme por un simple humano inepto?

 

—¡Porque ese humano te salvó la vida y es mi amigo! —Dictamina, enojado, el híbrido mitad gato. Había genuino odio en su mirada, y esta vez incluso Kuroo se puso tenso, a la defensiva. Estaba a punto de estallar una pelea—. ¡Después de lo que me hicieron, me lo debes, Kuroo!

 

—Ya hablamos esto, te dije que no fue mi culpa.

 

—Oh, sí lo fue, y lo sabes. —Aprieta los puños—. Lev murió por tu culpa, por la de todos los guardianes, lo dejaron morir. Así que, ¿podrías, por favor, salvar a la única otra persona que me importa en el maldito mundo, animal?

 

Y la discusión acabó.

 

Pero tal vez era demasiado tarde.

Notas finales:

¿Y? ¿Les gustó? ¡Gracias por darle una oportunidad a esta historia! Espero sus Review! :D Lamento la tardanza. También está disponible en Wattpad y Ao3. :D


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