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Platicas paternales por Ann Carmesi1

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-Víctor, esto es mal, está muy, muy mal - decía de manera depresiva un japonés mientras se intentaba quitar una rama del cabello.

¿Por qué alguien tan pulcro y cuidadoso como Yuri Katsuki tendría eso en su cabeza?

Fácil, porque se encontraba escondido en unos matorrales, a mitad del crepúsculo ruso, con su guapo prometido a un lado.

Eso podría parecer el escenario más romántico y perfecto para cualquier pareja que quisiera pasar una inolvidable tarde llena de amor, la cita perfecta.

¡Pero eso no se acercaba en nada a una perfecta tarde romántica! Debido a que no habían comido nada desde la mañana, a que su novio no le estaba prestando ni la más mínima atención debido a que intentaba descifrar el funcionamiento de los binoculares militares que compró hace diez minutos (y que no fueron nada baratos) y que eso no era una cita.

Para nada.

Estaban ni más ni menos que espiando la verdadera cita de Yurio con Otabek.

¡Joder! ¡¿Qué acaso Víctor no se daba cuenta de lo enfermo que sonaba eso?!

Tal parece que el frío de Rusia le había terminado por congelar el último vestigio de sentido común y entendimiento de la privacidad a la leyenda del patinaje. 

Eso estaba mal, muy mal, Yurio había confiado en ellos, era una etapa muy complicada de su adolescencia, pues apenas si tenía tiempo de ser un joven normal, y ellos deberían de apoyarlo y guiarlo de manera adecuada en ese camino.

¡No espiarlo como si fueran alguna clase de pervertidos!

Bueno, si lo eran, bastante, ¡pero no de esa forma!

Si Yurio se enteraba de eso, terminarían, como mínimo, siendo arrastrados por el hielo, desnudos, y jalados por la moto del kazajo.

¡Es más, sólo les faltaban las orejas de gato para parecerse a las molestas Yuri Angel's!

- ¿Podrías quitar esa cara? Sólo es un poco de tierra, no te pasará nada -decía triunfalmente Víctor, mientras miraba orgulloso a su nuevo juguete, al fin había logrado ensamblarlo totalmente.

-No, sabes bien que no es por la tierra - bueno, quizás sí, un poquito - ¿Me puedes explicar una vez más, con qué propósito estamos aquí? 

Quizás, y sólo quizás, Nikiforov recapacitara y se daría cuenta de lo mal que estaba actuando.

-Estamos teniendo una agradable vista del atardecer del lado norte del mundo, amor - decía mientras se acomodaba de mejor manera en su guarida.

- ¡Deja de jugar! Sabes que es de pésimo gusto que estemos espiando la cita de Yurio ¡Nos terminará matando!

-No exageres, si no se entera no pasará nada - haciendo un ademán con la mano en pro de quitarle importancia a las palabras del otro -además, esto NO es una cita, solamente está paseando con un delincuente roba menores de edad con extremos problemas de manejo de la ira.

-Creo que, tras esto, tú no tienes ningún derecho moral de atreverte a hablar de los problemas de otros -mientras una gran gota resbalaba de su cabeza al ver al ruso untarse un poco de lodo en la cara para "camuflajearse" mejor.

- ¡Vamos amor! No me puedes negar que estas igual de preocupado por Yurio que yo.

- ¡Pero esta no es la manera de hacerlo! ¿Tiene idea de lo extraño que nos vemos? - señalando el entorno - ¿Qué sentirías si Yurio nos persiguiera en nuestras citas? Ehh.

- ¡Que no está teniendo una cita! Sólo es una salida de amigos. -dijo tajante.

-Víctor, ni tú eres capaz de creerte eso -suspirando ante las muecas de berrinche que hacía el otro -además...

- ¡Silencio! - grito de pronto - ¡se acaban de detener! 

Efectivamente, a unos cuantos metros más adelante de ellos, en un pequeño parque algo solitario a esas horas, Otabek había decidido detener el lento recorrido que estaba efectuando con su motocicleta.

Se preguntarán ¿Cómo rayos es que la pareja estrella del patinaje artístico se las había apañado para poder seguirles el ritmo? Fácil: A base de varios viajes interrumpidos en taxi (para evitar que el menor reconociera el convertible del ruso) con la simple orden de: "siga a esa moto" al más puro estilo de alguna película de acción.

Sí, algo bastante tonto en infantil de parte del mayor artista del patinaje.

Pero llegó un punto en que los carros ya no podían entrar, solamente bicicletas y motos a muy baja velocidad eran capaces de pasar a ese hermoso camino a base de jardines y parques destinados al turismo, así que lo mejor que se le ocurrió al peliplateado, fue entrar corriendo a una tienda de artículos de supervivencia (debido a que mucha gente disfrutaba de acampar por esa zona) a comprar dos cascos de camuflaje, unos binoculares y una bengala de emergencia ¿Para qué rayos quería la bengala? Quién sabe.

Y lo peor del caso, es que lo arrastró con él al maldito punto más alto de la jodida parte más alta de aquel lugar.

 "Tengo una idea, amor, sígueme"

¿Cómo era posible que no hubiera intuido el descabellado plan de su novio dos minutos después de ver partir a los dos jóvenes en la moto? 

Eso simplemente era excederse, bendito sea el creador por no permitir a los hombres engendrar vida dentro, si era así de celoso y protector con Yurio, no quería ni imaginarse como estaría con una niña propia.

Una guerra rusa, seguramente.

Y no es como que a él no le interesara la vida de su pequeño niño violento, es más, mataría por él, sin embargo, entendía que tarde o temprano Yurio crecería y haría una y mil historias con más personas, reiría y lloraría, gozaría y sufriría por amor, y se llenaría de logros y experiencias.

No quería que Yurio creciera siendo un sujeto lleno de inseguridades y poca confianza, él sabía en carne propia lo que era ser incapaz de socializar adecuadamente debido a eso, así que por eso apoyaba que el ruso tuviera ese espíritu aventurero y libre, en busca de nuevas sensaciones y experiencias.

Él tuvo que esperar a que entrara Víctor en su vida para enserio poder comenzar a vivir, y si ellos y Otabek podían ayudar a que Yurio comenzará con eso mucho antes, mejor.

Aún si tuviera que amarrar a Víctor a su cama (de una manera no tan erótica -como otras veces-) pondría todo de su parte para lograr que Yurio abriera totalmente sus alas. 

-Sólo están platicando, paranoico, es algo totalmente normal - decía fastidiado al ver como el otro aumentaba el zoom de los binoculares -pareces un pedófilo.

-Parezco un adulto preocupado por el bienestar y la inocencia de nuestro niño, no como tú - volteando a verlo únicamente para sacarle la lengua e inmediatamente volver a su "espionaje" - vamos, no seas tan amargado, admite que mueres por saber lo que ven mis ojos ¿Por qué no te pones de una vez ese casco y me acompañas a cuidarlo? 

 - ¡No me pondré ese estúpido casco! - mirando despectivamente al pobre casco que yacía solitariamente a un costado.

- ¡Yuri, Otabek se está acercando más! - gritó de manera alarmada el ruso - ¡Acaba de rodear a Yurio con su brazo! ¡Pásame una piedra o algo para matarlo! ò.ó - decía desesperadamente mientras intentaba encontrar algún arma con la cual "asesinar" al kazajo.

- ¡¿Enserio?! ¡Quítate, déjame ver! - alegó mientras empujaba al otro y sin ninguna contemplación le arrebataba el aparato de las manos.

¡A la mierda con la privacidad! Él también era humano y moría de ganas por ver a Yurio y su "amigo" de esa manera.

No estaba actuando como algún pervertido ni ningún tipo de padre voyerista neurótico, simplemente era una sana curiosidad. O al menos eso quería pensar.

Si ya estaba ahí, que más daba. ¿No?

- ¡Hey, devuelve eso! - dijo Víctor mientras se aventaba encima de su novio para volver a tomar el liderazgo de la misión - ¡No estabas diciéndome hace rato enfermo?! 

- ¡Acaba de voltear! - dijo Yuri espantando al ver como el par de jóvenes volteaban curiosamente hacía su dirección.

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-Otabek, ¿escuchaste algo? - dijo de pronto el rubio, estaban demasiado cómodos sentados en una banca del parque, recargados encima del otro, y de pronto escuchó un sonido extraño provenir de unos arbustos.

-Lo más seguro es que haya sido algún animal -dijo el otro alzándose de hombros.

- ¿Qué tal si lo buscamos? - propuso de manera traviesa, al mismo tiempo que se separaba de Otabek para tomar su rostro y jalarle de manera divertida las mejillas, ya quería imaginarse a alguien más en el mundo haciéndole eso al Altini - a lo mejor es algún osito bebé que quiera ser tu nueva mascota, ya sabes.

-Ja, ¿Estás hablando enserio? ¿Un oso a medio parque en el centro de Moscú? - dijo como pudo, pues el rubio seguía jugando a estirarle la cara.

-Bueno, si lo dices de esa manera tan amargada, suena como una idea tonta - dándole pequeños zapes amistosos en la cabeza mientras que el otro, aprovechando que el rubio se paró totalmente de la banca para empezar a atacarlo, estiró lo brazos para atrapar a Yurio en un abrazo por la cintura.

-De acuerdo soldado, entonces, según tus planes, vamos, encontramos un osito, lo tomamos como si nada ignorando totalmente los reglamentos de protección animal, lo trepamos a la moto igual que al de la película de Ted… ¿y lo adoptamos? - decía entre risas, relatando el brillante plan del rubio mientras recargaba su frente en el inquieto pecho del otro - ¿Omití algo?

Plisetsky, por su parte, sólo intentaba controlar en ritmo descontrolado que había tomado su corazón.

Se sentía extraño, tan cálido, reconfortante, prometedor, y, sobre todo.

Sentía que eso no le era suficiente.

A pesar de lo que muchos creyeran, él no era ninguna hadita (mote que odiaría hasta el fin de los tiempos) inocente y dulce, ¡vamos! Que era un adolescente, hombre, de dieciséis años, con las hormonas en una revolución catastrófica dentro de su cuerpo y un acceso ilimitado a Internet, dígase porno, en sus momentos de íntima soledad.

Todo eso, combinado con un Otabek jodidamente sexi pegado a su cuerpo, era algo que no quería, no debía de pasar por alto. 

Él no era alguien temeroso ni indeciso, y después de la liberadora platica que tuvo en la tarde con sus molestamente auto proclamados padres, su cabeza quedó totalmente despejada de dudas.

Le gustaba Otabek, sí.

Quería a Otabek, claro.

Le ponía jodidamente caliente a cada segundo, sin duda alguna.

-Omitiste la parte en la que le alquilarías una habitación distinta por esta semana, Otabek.

- Ahh, ¿sí?  - contestó cínicamente, mientras que una traviesa sonrisa se dibujaba en su escondido rostro y acercaba a Yuuri aún más hacia él - ¿Por qué? ¿Qué cosas pueden pasar en mi habitación de hotel que el osito no deba de ver?

Otabek estaba a punto de reír por el rumbo que había tomado esa tonta conversación sobre osos, él no era ningún idiota, y desde siempre había notado sus sentimientos hacia el ruso, de igual manera que había notado los sentimientos de Plisetsky hacia él, aun cuando este aún no los había definido en su totalidad.

Pero ahora, al fin, se daba cuenta de que ya no serían necesarias toda la cantidad de indirectas e intentos de acercamientos, más alejados de lo amistosamente permitido, pues era más que obvia la intención de Yuuri.

Y él, bueno, él no era ningún idiota que dejaría pasar esa oportunidad, su principal propósito esa semana era convertir al ruso en su novio.

Y al parecer, sería mucho más fácil de lo que pensó.

-Muchas cosas, Otabek, depende de hasta donde estés dispuesto a llegar - y tras ese desvergonzado comentario, tomó entre sus manos la cara de un divertido kazajo, se relamió los labios para dar más énfasis a su punto, y rompió la distancia que los separaba con un apasionado beso.

¿Quizás era demasiado intenso para su primer contacto íntimo? Puede que sí, pero por alguna extraña razón, ambos jóvenes perdían toda inhibición y vergüenza cuando se encontraban al lado del otro.

Era extraño, si alguna persona ajena a ellos dos, le mencionaba a cualquiera algo relacionado al amor o el sexo, Yurio empezaría a patalear del bochorno y Otabek voltearía la cara ligeramente avergonzado.

Pero entre ellos era distinto, pues sentían una confianza tan inmensa en el otro, que les era imposible esconderse algo y actuar tímidamente.

Una gran ventaja para ellos, cabe destacar.

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- ¡Víctor, detente! – Yuuri intentaba, lo más que podía, evitar que el ruso prendiera la bengala y se la lanzara a Otabek - ¡¿Acaso te volviste loco?! ¡Lo matarás! ¡Y Yurio nos matará a nosotros por tu culpa!

- ¡Pero acaso no ves que ese tipo está propasándose con Yurio! – al parecer, todo vestigio de discreción quedó totalmente en el olvido después de ver aquel beso, lo bueno era que las dos víctimas en cuestión se encontraban demasiado ocupado explorando la boca del otro, sino, ya los habrían descubierto desde hace un buen rato.

Y Yurio ya se hubiera encargado, personalmente, de enterrar esa bengala en algún lugar muy poco prudente dentro de la anatomía de Víctor.

- ¡Yurio fue quien lo besó, idiota! – Dios, agradecía que los dos muchachos se estuvieran levantando y volviendo a treparse a la motocicleta del kazajo-demasiado melosos, para variar – o de lo contrario, ya hubieran ido a averiguar que mierda era todo ese escándalo que provenía de los arbustos.

- ¡No, suéltame! ¡Debo rescatar a Yurio! – decía Víctor mientras que gigantescos lagrimones corrían por su cara - ¡Lo están secuestrando!

- ¡No lo están secuestrando, está en una cita, que debería ser privada, con su novio!

¿Acaso tendría que pasar por eso cada vez que Yurio saliera con alguien? Realmente esperaba que no.

Y así, después de varios forcejeos, lágrimas de parte del mayor, y la cruel amenaza de que no habría una fogosa noche de bodas si Víctor continuaba con eso, Yuuri pudo respirar tranquilo y caminar hacia la calle en busca de algún taxi que los llevara a su hogar.

Pobre Yurio, y eso que aún faltaban su abuelo, Yakov y Mila por enterarse de la relación que estaba entablando con Otabek.

Absolutamente no podía permitir que el menor obtuviera licencia de conducir, sería un total desastre.

-Yuuri, prométeme que no se sentarán juntos en la boda – dijo Víctor en el taxi, mientras sorbía los mocos que provocaban su llanto.

-Sí, sí, yo me encargaré de poner a Georgi y Yakov con ellos.

Dijo cansinamente, solo deseaba que Yurio se la estuviera pasando bien al lado de Otabek, para que todo su estrés hubiera valido la pena.

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Por otro lado, más concretamente en una motocicleta en alto debido a la luz roja, dos jóvenes demasiado felices efectuaban una corta pero importante conversación.

-Soldado, ¿quieres ser mi novio? -dijo de pronto Otabek, totalmente seguro de sus palabras, por nada del mundo perdería a ese muchacho.

- ¿Qué otra cosa podríamos ser?, ni creas que te desharás de mí, cuando un Plisetsky besa a alguien, significa que lo marcó como suyo – contestó altaneramente el rubio, mientras aplicaba más fuerza al agarre que tenía sobre el otro.

- ¿Enserio, soldado? Entonces yo me encargaré de enseñarte como los Altini marcan lo suyo. – con una misteriosa sonrisa en su boca.

En definitiva, esa sería una noche muy prometedora.

Notas finales:

Holiwis :3

¿Cómo están?

 A decir verdad, no esperaba que esta historia fuera a gustar tanto :,) y después de varios pedidos que me hacían respecto a que la continuara, pues aquí estamos jaja.

Y pues, es la misma historia de siempre, tantos memes respecto a Víctor celoso han terminado por destruirme jaja. Además, ya me quiero imaginar a Víctor atacando a Otabek con una bengala jaja. Pobre Yurio, la que le espera.

Si hay algún error ortográfico o un dedazo que se me hubiera pasado, mis disculpas, ya lo revisé, pero no confío en mi vista.

Y pues, si te ha gustado, aunque sea un poco esta historia, puedes dejarme un review, me hacen muy feliz jeje.

¡Felices fiestas!

 

 


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