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Cuando el invierno llega / hunhan por LYhobbit

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Notas del capitulo:

Hola oootra vez!!

;-; / ahora no me llegó alguna opinión, crítica o sugerencia... me sentí algo decepcionada por mí misma; espero mejorar en los siguientes ;u;/ Aún así será terminada :'D ¡LO PROMETO!

Sehun es como los demás.


O tal vez, ¿no?


Luhan aún no ha podido mirar a su paciente como la hacía hace algunos días. Ahora es él quién desvía su  mirada hacia otro lado y no deja de actuar débilmente ante cada sutil encanto. Las clases terminan y después de felicitarlo, de inmediato se devuelve a su habitación, huyendo con extraños movimientos en su corazón. No ha pasado ni un mes y él se siente tan diferente, como si inocentemente Sehun le estuviera intimidando. Con cada gesto, cada llamado y con cada sonrisa, la tranquilidad del mayor se vuelve inestable y no hay algo que le pueda devolver aquel ambiente sosegado con el cual estaba acostumbrado a convivir.


Si tuviera algo que admitir, Luhan descartaría la posibilidad de amar a Sehun; si hubiera algo con lo que estuviese de acuerdo, sería que le atrae la tierna y simple pero hermosa personalidad del menor. Porque el alma de ese chico está tan pulcra que él ni siquiera se siente digno de vivir muy cerca de ella.


—¿Luhan-hyung?


—¿Sí? —responde aclarándose la garganta.


—Te necesito…


Y hay va otra vez el latido intranquilo de su corazón haciendo correr más su sangre hasta aligerar el viaje en todo su blanquecino rostro ahora ocultándolo.


—¿P-puedo ver u-una pe-película en tu ha-bitación?


—Sí, claro.


Entra con el empaque en manos y entrega el objeto.


—¿E-esto quién te lo dio? —abre los ojos en par cuando lee la etiqueta negra y tres letras repetidas; las letras prohibidas para los inocentes como Sehun.


—Me lo dio mi-mi p-primo.


Saca el disco, y cuando lo acomoda dentro del DVD desea que no sea lo que está pensando, y únicamente se trate de una broma de mal gusto.


Sehun se recuesta en la cama y allí se queda observando al mayor. Cada movimiento, cada gesto, una sonrisa, una respiración.


Luhan tiene algo que lo ha hipnotizado porque ya no puede dejar de mirarlo.


—¿Seguro que no quieres ver otra película? Ésta le he visto y es muy mala —se vira inesperadamente con la intención de convencer a su menor.


Sehun se sobresalta mirando de pronto hacia la ventana y entonces, con sus dedos enrolla su flequillo, indiferente.


No quiere ser descubierto.


—Oh… está b-bien.


El rostro luce con cierto desánimo, y Luhan finalmente presiona reproducir para verle sonreír; después de todo, ama demasiado la sonrisa del menor.


Se recuesta a su lado. Comparten la misma almohada, y unen sus cabellos. El palpitar de su corazón late y su respiración no es tranquila; Luhan no entiende por qué está comportándose de esa manera, ¿podrá ser por la película que acaba de comenzar?


Los deseos de tapar los ojos de su paciente se van haciendo mayores con cada imagen volviéndose más y más grotesca. Cuerpos desnudos chocando exageradamente. Los sonidos de aquellos actores dan como resultado a un Luhan acalorado por la pena y a un Sehun entretenido con decenas de escenas desconocidas y aparentemente sucias, pero que solo le da más y más asombro. Finalmente termina el vídeo, Sehun se queda absorto, y Luhan ya está pensando por cualquier tipo de respuesta cuando el menor le haga, al menos, media docena de preguntas.


—Me-me en-engañaron —suelta sorpresivamente, volteando a la izquierda, donde Luhan se cubre el rostro.


—¿P-perdón? —hace presión en sus mejillas, según para apagar el fuego bajo ellas.


—E-llos si-siempre son así —deja salir un pesado suspiro.


—¿Por qué lo dices?


—Si te lo d-digo te bur-larás de mí t-también.


—¡Me ofendes!, yo no soy así, puedes confiar totalmente en este hyung.


Confianza, Sehun solo puede confiar en Luhan. Solo en él.


Lo sabe perfectamente cuando a su lado, esa persona le toma el mentón y no le deja de observar cálidamente, incluso si el secreto dentro de su corazón es delatado por aquella mirada tímida y enrojecida.


—Yo… q-quisiera s-ser un-un gran doc-doc…tor.


Con ello, por fin resuelve cada pregunta. Sehun es como los demás, con sueños, deseos y objetivos. Y a la vez es tan especial para él, lo es tanto como para cambiar su tranquilidad a nervios nada divertidos y le hace actuar torpemente cuando sus miradas accidentalmente se encuentran.


Sehun es demasiado especial.


—¿En serio? —devuelve con aquel gesto amable y sensible.


—P-pero no c-creo, no s-soy tan lis…


La habitación se hunde en el silencio de la timidez y la confusión. Palabras siendo nada y labios presionándose sutilmente con el susurro de un primer beso. No hay más explicación al acto, o tal vez sí, pero por ahora no le interesa saber por qué Luhan le ha callado de esa manera. Sehun solo se deja llevar por los suaves que son los labios de Luhan, del dulce y exquisito sabor naciendo de la piel tersa, y de aquella inefable sensación retozando dentro de su pecho y estómago. Mariposas mágicas, Sehun había oído una historia así en la vida de su mamá cuando su padre la besó, algo como que su estómago se llenaba de éstas, y Sehun creyó que se las habían comido, incluso lloró por ellas y su expiración. Pero ahora lo entiende de verdad, y no solo siente esas criaturitas con alas en su vientre, sino que se apoderan totalmente de él, tanto en el exterior como en el interior, y solo piensa:


“Luhannie es magia, es dulce, es todo, mi todo”.


*


Mira su calendario, faltan cuatro días para navidad, y la casa aún sigue vacía de esos arreglos navideños que tanto le agrada mirar en la ciudad desde su ventana, o poner en su pequeño departamento un árbol y luces blancas y de colores. Se pregunta por qué, si aquella familia posee tanto dinero no han colocado, por lo menos, un pino navideño en medio de la sala. Probablemente se han olvidado de adornarla, después de todo, los dueños siempre están ocupados con el trabajo, siempre fuera del hogar, siempre lejos de Sehun


Desearía ir a su pequeño departamento a poner luces y el muñeco de nieve que adquirió casi a finales de octubre; su departamento debe estar tan callado y oscuro, sin estelas prósperas a navidad. Hace días dejó su hogar para cuidar de Sehun y habitar con él, bajo un mismo techo. No ha dejado ni un momento al chico, quien ni siquiera ha dado problemas, no desde esa primera vez que le conoció. Empieza a extrañar su cama, su habitación, el aroma dulce cuando prepara algunas galletas y postres de arroz y fideos. Tampoco ha podido ir a la universidad a entregar algunos papeles para poder tener su título a pesar de estar trabajando ya como enfermero. No ha salido ni siquiera para tomar algo de aire fresco en más de veintiún días.


Ha dejado tanto atrás.


¿Luhannie?


—¡Aquí estoy!


No sabe muy bien cuándo le empezó a llamar de esa manera, posiblemente lo copió de su monótono designo Sehunnie. Sin embargo, la sonrisa emergiendo de sus delgados labios cuando le llaman así da a demostrar cuánto le fascina aquel llamado. La voz de Sehun le cambia por completo su día entero, cualquier palabra, sílaba, vocal o consonante le hace tener los más agradables sueños con los ojos abiertos.


Todo él ha cambiado pese a haber dejado tanto atrás, una vida antigua y acostumbrada. Seguramente, si Sehun dejara de estar en su vida, la felicidad de Luhan moriría en un respiro, en un latido.


—¿H-hoy no t-tendré c-clases?


—Sehun-ah… ¿te gustaría salir?


El menor primero expande sus ojos por la pregunta y no hay respuesta al momento, baja la cara y aunque susurra algunas palabras, no se entiende nada. El otro entiende con el silencio la situación, las cosas que podría pasar si ambos salen del hogar sin algún permiso; porque lamentablemente, quien pagaría más las consecuencias sería Sehun.


—H-hoy habrá u-na fiesta —revela—… a p-papá no le g-gusta que vaya  con él, po-podría i-incomodar o algo a-así.


No podría estar más equivocado; hace unos días hubo una celebración en casa de Sehun. Celebraban el hecho de que la compañía del señor Oh había tenido grandes ventas. Acudieron doctores, maestros y otros tantos intelectuales. Fue un gran evento en esa mansión, fue una celebración a la que a Sehun no le permitieron su presencia. Solo sus primos pudieron entrar a su habitación para visitarlo y platicar de temas sencillos —fue ese día cuando lo engañaron con una cinta pornográfica, alegando que el filme contenía temas acerca de lo que deseaba estudiar en un futuro. Obviamente Luhan se sintió, al igual que Sehun, ofendido. Por otra parte, Luhan siente ciertas molestias por el actuar del señor hacia su único hijo. Es tanto desprecio de un padre por una persona realmente buena. Le es imposible comprender a un padre como el señor Oh. Tan frío, tan duro, tan cruel.


—¿Entonces, qué dices?


Sehun no suele salir de esa enorme casa, y si lo hace, siempre permanece dentro del auto. La última vez en sentir la lluvia sobre su cabellera fue cuando tenía diez años. Ya no recuerda los paseos matutinos por el parque junto a su madre, y jamás en su vida lo ha hecho con su padre; confesó un día ventoso mientras estudiaban y leían una novela romántica.


Sonando ahora una nueva melodía en su celular, recuerda solo un poco su niñez, son recuerdos un tanto nostálgicos sin pizca alguna de diversión. Y duele, duele mucho. Las ganas de llorar son apenas un par de lágrimas partiendo a sus mejillas, por lo que finalmente las borra con su suéter y levanta el rostro.


—Va-vamos.


Toman abrigos, gorros y un paraguas con el color del cielo, y sin decirle a nadie algo ni pedir permiso, salen por la puerta principal.


El asombro en el menor es instantáneo. Brilla todo en su rostro, las facciones se suavizan y ríe embelesado como si el exterior fuera algo nuevo pese a tener diecisiete años. Como si toda su vida hubiese estado dentro de una prisión sin siquiera una vista al exterior; como si todo fuera tan desconocido, realmente. Porque los paisajes no son lo mismo del otro lado de su cristal.


Caminando bajo el celeste paraguas, pegado a Luhan, todo se siente bien. Los árboles ya perdieron los últimos colores de otoño, y pese al frío, se respira un oxígeno carmesí.


Sus dedos pueden sentir el calor brotando de la mano de su mayor. Se siente muy bien cuando le toma con tanta firmeza y no parece querer soltarle. El cabello de Luhan reposando sobre su nívea frente se ve tan tentador. Sehun quisiera arrojar lejos el gorro para sentir aquellas hebras castañas cayendo sobre aquellas cejas delicadas; aunque también sueña con tocar la nariz, frente y mejillas tintadas ahora con un toque apenas rosado ¿Cómo sería recorrer esa piel con sus dedos? ¿Qué sentiría? ¿Luhan cómo lo miraría? Finalmente, bajando más el café de sus pupilas, éstas se quedan en los delgados labios, cuya textura sintió ya alguna vez—ese roce pasado le ha puesto un tipo de hechizo, porque cada día, sin excepción, le visita por las noches antes de descansar, le visita en el alba luego de despertar, y también durante las divertidas clases y deliciosas comidas. Esa reminiscencia siempre vuelve sin que lo espere, y a veces es incómodo porque su rostro toma el color de su fruta favorita: las fresas, y su corazón se acelera como nunca antes lo había sentido—. Continúa bajando la mirada, descubriendo la desnudez en su mano y en la de Luhan; ambos olvidaron sus guantes de estambres rojos y blancos.


Sehun-ah, tu mano es muy grande, tus dedos muy delgados, me gusta tomarlos así —Le muestra elevando al aire la unión de manos, posando el agarre con entusiasmo frente a la cara sorprendida del menor y las entrelaza con más fuerza, sonriéndole juguetonamente—. Mira, son más grandes que las mías, me gustan.


El vaho de sus respiraciones se nota a simple vista, como también el colorete rosa pastel de sus rostros, ocultos en el horizonte. Si bien, uno actúa con una extraña normalidad, Sehun respira más rápido intentándose calmar. Lo cierto es que ambos corazones laten aceleradamente.


—No voy a soltarte. Vamos a dar un paseo al centro comercial, l-luego, si lo deseas, podemos ir a dónde tú quieras, ¿está bien?


Hyung… ¿p-puedo volver a to-tocar tus la-bios con los m-míos?


*


La lluvia continúa cayendo, saltando sobre la tela de su paraguas, salpicando sus zapatos. Los charcos del camino no son impedimento para detenerlos en el melifluo recorrido. El silencio se une a la nula respuesta, despareciendo en Sehun su optimismo. Deja caer la mano con abatimiento, rindiéndose de volver a preguntar aquello, y desea desamarrarse del silencio en que Luhan le ha metido. El mayor percibe el enojo y compunción de su menor, pero no hace nada, y tampoco lo suelta como le hubo dicho hace minutos antes de la confesión. No lo soltará.


Solo siguen su camino, evadiendo a todo y todos.


Porque Luhan también quiere volver a besarle, y le hace tremendamente feliz el que Sehun lo deseé también. No obstante, se resiste a hacerlo porque aún están cerca de la casa, y de los padres.


Van al centro comercial como lo había dicho; y dentro del lugar le suelta, como Sehun lo había deseado. El cruce de miradas suena más a una ilusión errónea e indeseada. El enfermero hace unas dos señas para que le sigan en uno de los corredores. Sehun comprende y obedece como el chico bueno que es. Compran algunas luces navideñas, esferas y un árbol para escritorio.


Sehun sigue sin mirarle, y Luhan tampoco corresponde a aquel par de ojos atiborrados con una inmensa tristeza.


Por fin terminan de hacer las compras, y se sientan fuera de una tienda que desprende el dulce aroma a café. Luhan deja las bolsas y el paraguas a un lado y se pega a su paciente.


—¿Sabes por qué no te besé cuando me lo pediste?


Si bien, no existe afonía alguna por las gotas chocando contra el pavimento, el mutismo es inminente en el ambiente.


—¿Sabes qué podría pasar si tus papás lo hubieran visto?


Sigilosamente niega con la cabeza.


—Podría causarte problemas con tu familia, y eso es lo que menos quiero para ti —toma el rostro abatido y le fuerza a mirarle para encontrarse con aquel soslayo añorado en ese paseo ventoso y lluvioso—. Si ellos se enteraran, las cosas no volverían a ser lo mismo conmigo, ni contigo… Yo quiero tu bienestar, solo te quiero ver feliz, siempre sonriente y…


—E-entonces no di-diremos n-nada —replica sin evadirle, poniendo sus manos sobre las que le agarran—. Hazme fe-feliz.


—No puedo, si sigo así tendré que renunciar, no quiero hacerte daño, yo…


—Qui-quiéreme, eso me-me hace f-feliz.


—Ese es el problema —suspira casi cansadamente—, no solo te quiero, es algo más, Sehun.


Ríe instintivamente, porque aquel decaimiento ha sido curado con esas vocales y consonantes enlazadas en voz de la persona que ama. Sehun vuelve a sonreír, porque solo Luhan puede hacerlo feliz.


—No di-diremos n-nada.


—Sehun…


—Luhan t-te necesito, hyung m-me lo dijo ta-también.


Con esas palabras finales, Luhan súbitamente recapacita. Su mente se abre y los miedos y preocupaciones dejan su cuerpo, liberándolo de cualquier atadura que no sea el cariño de Sehun. Porque lo necesita, porque no solo lo quiere. Muy en la profundidad de sus sentimientos y del miedo a equivocarse, el amor brota como una flor en la más esplendorosa de las primaveras, y eso le hace brillar con cientos de ráfagas luminosas de consuelo y alegría.


Porque el amor ya es inminente; le ama y su enamoramiento crece a la par de latidos, respiraciones y sonrisas.


—Sí Sehun, te amo, ¿tú también, verdad?


Sehun asiente seguro y firme, como nunca antes lo hubiese hecho. Porque también ha caído en el mundo del amor, palabra que también le cura cada preocupación y dolor.


—Sí.


El amor es tan bueno para los dos.


Al final del día, muy cerca de la oscuridad de la noche, ambos comparten besos y caricias en uno de los tantos sitios para las parejas que se aman y se necesitan. Hay sílabas cargadas de romanticismo puro e inocente en el lugar donde ellos se ocultan. Las palabras salen si dificultad ni tartamudeos, y aquello les regala confianza y seguridad; los miedos son dejados atrás, a sus espaldas, una sombra borrosa nada más.


Porque el amor es tan bueno, porque quieren amar.


El parque brilla con los cientos de series navideñas, figuras inflables de Santa Claus, renos y muñecos de nieve en plena noche invernal. Y los besos continúan creciendo, labios arrebatando el sabor ajeno, mordiscos delicados y poco más apasionados.


Porque amar es tan bueno.


—¡N-nieve!


—Sí, hoy es la primera nevada de invierno, gracias por estar conmigo, Sehun.


Luhan lo había olvidado, hoy iniciaba invierno, hoy es la primera nevada invernal. Los copos blancos le avisan al caer del cielo como delicadas estrellas blancas, la lluvia se ha detenido a solo brisas de hielo diminuto. Y con un beso tierno, más profundo y agitado, es como dan la bienvenida a su primer amor, al inicio de un noviazgo inocente y oculto, al más grato y deseado sentimiento. Un amor incierto en el futuro, y sin embargo, tan real y superior, incluso más que el infinito del tiempo y del cosmos. Mucho, mucho más resplandeciente.


—G-gracias, Luhannie —responde sin dejar de admirar los cientos de copos caer—, g-gracias por amarme.


Luhan niega, delicadamente le toma las manos y le mira fijamente.


—No, gracias a ti, por amarme.


Y entonces le atrae, abrazándolo más fuerte, con más intensidad; acogiendo ese amor de cuentos de hadas que Sehun le hace sentir, para nunca dejarlo partir ni siquiera en la muerte.


Porque el amor siempre es bueno.

Notas finales:

Espero les haya gustado!! todo es bien recibido, de verdad que no muerdo, todo lo tomo genial!!! ;3; no soy mala ; n ; /

Mientras nos vemos en la siguiente parte 7u7

muhahahaha, algo suculento ASDFGHasdfg

Sayonara!!!!!!!

Pronton volveréééé, volveréééééé!!! muhahahaha


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